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F u n
d a c i ó n E d u c a t i v a H é c t o r
A. G a r c í a
Santa Cló va a la Cuchilla
Por Abelardo Diaz Alfaro
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Tremolando sobre una bambúa señalaba la escuelita de Peyo Mercé. La escuelita
tenía dos salones separados por un largo tabique. En uno de esos salones
enseñaba ahora un nuevo maestro: Mister Johnny Rosas.
Desde el lamentable incidente en que Peyo Mercé lo hizo quedar mal ante Mr. Juan
Gymns, el supervisor creyó prudente nombrar otro maestro para el barrio La
Cuchilla que enseñara a Peyo los nuevos métodos pedagógicos y llevara la luz del
progreso al barrio en sombras.
Llamó a su oficina al joven y aprovechado maestro Johnny Rosas, recién graduado
y que había pasado su temporadita en los Estados Unidos, y solemnemente le dijo:
"Oye, Johnny, te voy a mandar al barrio La Cuchilla para que lleves lo ultimo
que aprendiste en pedagogía. Ese Peyo no sabe ni jota de eso; está como cuarenta
años atrasado en esa materia. Trata de cambiar las costumbres y, sobre todo,
debes enseñar mucho ingles, mucho inglés."
...Y el supervisor Johnny Rosas sacó al maestro Peyo Mercé de su ensoñación con
estas palabras:
"Este año hará su debut en La Cuchilla Santa Claus. Eso de los Reyes está
pasando de moda. Eso ya no se ve mucho por San Juan. Eso pertenece al pasado.
Invitaré a Mr. Rogelio Escalera para la fiesta; eso le halagará mucho." Peyo se
rascó la cabeza, y sin apasionamiento respondió:
"Allá tu como Juana con sus pollos. Yo como soy jíbaro y de aquí no he salido,
eso de los Reyes lo llevo en el alma. Es que nosotros los jíbaros sabemos oler
las cosas como olemos el bacalao."
Y se dio Johnny a preparar mediante unos proyectos el camino para la "Gala
Premiere" de Santa Claus en La Cuchilla. Johnny mostró a sus discípulos una
lámina en que aparecía Santa Claus deslizándose en un trineo tirado por unos
renos. Y Peyo, que a la sazón se había detenido en el umbral de la puerta que
dividía los salones, a su vez se imaginó otro cuadro: un jibaro jincho y viejo
montado en una yagua arrastrada por unos cabros.
Y mister Rosas preguntó a los jibaritos: "¿Quién es este personaje?" Y Benito, "avispao"
y "maleto" como el solo, le respondió: "Mistel, ese es año viejo colorao."
Y Johnny Rosas se admiró de la ignorancia de aquellos muchachitos y a la vez se
indignó por el descuido de Peyo Mercé.
Llegó la noche de la Navidad. Se invitó a los padres del barrio.
Peyo en su salón hizo una fiestecita típica que quedó la mar de lucida. Unos
jibaritos cantaban coplas y aguinaldos con acompañamiento de tiples y cuatros Y
para finalizar aparecían los Reyes Magos, mientras el viejo trovador Simón
versaba sobre "Ellos van y vienen, y nosotros no." Repartió arroz con dulce y
bombones, y los muchachitos se intercambiaron "engañitos".
Y Peyo indicó a sus muchachos que pasarían al salón de Mr. Johnny Rosas, que les
tenía una sorpresa, y hasta había invitado al supervisor Mr. Rogelio Escalera.
En medio del salón se veía un arbolito artificial de Navidad. De estante a
estante colgaban unos cordones rojos. De las paredes pendían coronitas de hojas
verdes y en el centro un fruto encarnado. En letras cubiertas de nieve se podía
leer: "Merry Christmas". Todo estaba cubierto de escarcha.
Los compadres miraban atónitos todo aquello que no habían visto antes. Mister
Rogelio Escalera se veía muy complacido.
Unos niños subieron a la improvisada plataforma y formaron un acróstico con el
nombre de Santa Claus. Uno relató la vida de Noel y un coro de niños entonó
"Jingle Bells", haciendo sonar unas campanitas. Y los padres se miraban unos a
otros asombrados. Mister Rosas se ausentó un momento. Y el supervisor Rogelio
Escalera habló a los padres y niños felicitando al barrio por tan bella
fiestecita y por tener un maestro tan activo y progresista como lo era Mister
Rosas.
Y Mister Escalera requirió de los concurrentes el más profundo silencio, porque
pronto les iba a presentar a un extraño y misterioso personaje. Un corito
inmediatamente rompió a cantar:
Santa Claus viene ya ... ¡Qué lento caminar! Tic, tac, tic, tac.
Y de pronto surgió en el umbral de la puerta la rojiblanca figura de Santa Claus
con un enorme saco a cuestas, diciendo en voz cavernoso: "Here is Santa, Merry
Christmas to you, all!"
Un grito de terror hizo estremecer el salón. Unos campesinos se tiraban por las
ventanas, los niños más pequeños empezaron a llorar y se pegaban a las faldas de
las comadres, que corrían en desbandada. Todos buscaban un medio de escape. Y
Mister Rosas corrió tras ellos, para explicarles que él era quien se había
vestido de tan extraña forma; pero entonces aumentaba el griterío y se hacía más
agudo el pánico. Una vieja se persignó y dijo: "¡Conjurao sea! Si es el mesmo
demonio jablando en americano!"
El supervisor hacía inúltiles esfuerzos por detener a la gente y clamaba
desaforadamente: "No corran; no sean puertorriqueños batatitas. Santa Claus es
un hombre humano y bueno."
A lo lejos se escuchaba el griterío de la gente en desbandada. Y mister Escalera,
viendo que Peyo Mercé había permanecido indiferente y hiératico, vació todo su
rencor en él y le increpó a voz en cuello: "Usted, Peyo Mercé, tiene la culpa de
que en pleno siglo veinte se den en este barrio esas salvajadas."
Y Peyo, sin inmutarse, le contestó: "Mister Escalera, yo no tengo la culpa de
que ese santito no esté en el santoral puertorriqueño."
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