¿Quién soy?

 

Una vez había una oruga verde que no encontraba fruta para su gusto. Pasó por el limonero y se detuvo a observarlo. ¡Que olorosa la brisa que tocaba sus ramas!

La oruga probó un limón que había caído a la sombra del árbol, y salio alarmada:

-¡Eres muy agrio, limoncillo! Se que los niños saborean la limonada, pero a mi me pones las cerdas de punta.

Y salio rápidamente, reptando con sus cortas y numerosas patitas. Estiraba y encogía su cuerpo cilíndrico, como un diminuto acordeón.

La oruga paso cerca de unas palmeras colmadas de frutas y exclamo:

-¡Esos cocos tan altos deben estar sosos!

Luego camino bajo la enorme copa de un árbol de mamey, y dijo:

-¡Que laberinto! El ramaje del mamey es para los monos que saltan de rama en rama por placer.

Siguió ligerita, dejando atrás el tamarindo:

-Ya te conozco, tamarindo. Tus bellotas son mas agrias que las grosellas, las acerolas y los jobos.

Por fin llego el árbol de guanábana y subió a una fruta. Pero su corteza era tan áspera que la oruga tenia que caminar en zigzag, y se vio obligada a retroceder.

Ya agotaba, la oruga se echo a descansar sobre la yerba, bajo un frondoso árbol. A su derecha había un mango maduro con una abertura. La oruga saboreo la fruta y exclamo:

-¡Que rico dulzor! -Y se sumergió en la blanda pulpa sin pensar como iba a salir de allí.

-¡Socorro! ¡Socorro! -grito desesperada.

Una reinita cruzo el aire y se poso en el árbol de mango: ¡Chirrí! ¡Chirrí!

La oruga, temblorosa y húmeda, quedo silenciosa. Trataba de agarrarse a la corteza con sus fuertes mandíbulas.

De momento paso por allí otro gusanito verde igual que ella. Iba averiguándolo todo con sus ojitos brillantes.

-¿Qué te sucede? -le pregunto a la oruga.

-Ayúdame, por favor. Estoy a punto de parecer.

¿Por qué he llegado aquí? ¿Quién soy? Dime, ¿Quién soy?

-Eso lo descubrirás tu misma. Nos vamos conociendo a medida que crecemos.

El gusano saco a la oruga de la diminuta piscina, la limpio cuidadosamente, y salieron antes de que la reinita los divisara.

-Gracias, amigo gusano, me has salvado la vida.

-Ven conmigo, querida oruga. Esta muy decaída.

Te llevare al huerto donde hay tomates, lechugas, berenjenas, pimientos y otros frutos. Pero ninguna de sus hojas es tan sabrosa como la hoja de la col.

Cuando llegaron al huerto, la oruga empezó a comer coles. Crecía tanto que a veces tenia que mudar la piel.

Un día, la oruga se quedo inmóvil. Comenzó a agregar un hilo y se envolvió en el. Colgó el saco de una rama y permaneció allí por algún tiempo.

Después de un largo sueño, se transformo en crisálida. Ya iba tomando la forma de un insecto, con sus dos antenas, sus seis patitas y sus cuatro alas.

En la primavera, cuando tantas flores abren sus coloras al sol, se rompió el pequeño capullo de la oruga. Salio una sutil mariposa de alas blancas con motitas negras.

-¡Soy una mariposa de la col! -dijo mientras echaba a volar por el aire oloroso del huerto. Con su boca chupadora, iba libando el néctar de las flores.

Cuando llego el tiempo de poner huevos, la mariposa se poso sobre una col y dijo:

-Pondré mis huevos en esta hoja limpia y suave.

Aquí mis orugas serán felices. No tendrán que salir a buscar alimento por el mundo.

Y puso muchos, muchos huevecitos que eran semillas de vida.

Isabel Freire de Matos

(puertorriqueña)

Contesta

1. ¿Qué frutas probó la oruga?

2. ¿Cuál le agradó más?

3 ¿Qué le pasó a la oruga?