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Create buenos
habitos |
y ellos guiaran tu
vida |
Consejo
Una palabra acertada y expresada en el momento
justo, logrará un cambio favorable en la vida de quienes nos rodean. |
La convivencia diaria nos revela costumbres, hábitos, cualidades y
defectos de las personas que nos rodean; ante todo esto, nuestra actitud
puede variar dependiendo del afecto, la confianza y el interés que
tenemos por cada una de ellas: comprensión, disgusto, rechazo o
indiferencia. Aconsejar debería convertirse en la expresión habitual del
interés que tenemos por contribuir al desarrollo y formación personal de
quienes nos rodean
El valor del consejo nos ayuda a advertir las posibilidades de mejora
que tienen las personas, transmitiendo ideas que orienten y faciliten el
crecimiento individual de cada una de ellas en los distintos aspectos de
su vida; siempre de persona a persona, en un ambiente de confianza,
procurando no ofender, ni interferir en decisiones que no nos
corresponden..
Saber aconsejar es un valor necesario para lograr un mejor entendimiento
en la vida familiar; facilitar el trato personal en la actividad
profesional o de estudio; establecer verdaderas y profundas relaciones
de amistad, eliminando todo rastro de complicidad o indiferencia y
superando la superficialidad de los simples encuentros ocasionales.
En lo personal, este valor nos ayuda a mejorar nuestra comprensión hacia
los demás, y crecemos en sencillez para aceptar y agradecer los consejos
que recibimos, con el consecuente esfuerzo personal por mejorar.
Debemos tener cuidado de no convertirnos en observadores y jueces
permanentes de la conducta ajena, provoca molestia e incomodidad la
persona que todo el tiempo se la pasa “aconsejando” a los demás sobre su
manera de vivir y de conducirse. El entrometido generalmente es soberbio,
por lo que se niega a juzgar su propia conducta y sólo busca poner de
manifiesto las debilidades de los demás.
Para no hacer de nuestro consejo una crítica imprudente, es necesario
analizar y comprender las circunstancias y necesidades de los demás,
aportando la experiencia propia como punto de partida, pero jamás como
la única y posible solución.
Cada vez que hablamos irresponsablemente, lo que catalogamos como
consejo carece de validez porque personalmente no demostramos interés
por mejorar en ese mismo aspecto. Por ejemplo, es fácil decir como deben
hacer su trabajo los demás, y ser inconstante, irresponsable y
desordenado en el propio. Tener una vida congruente en pensamientos,
palabras y acciones, es la mejor forma de dar validez a nuestros
consejos.
Por lo anterior expuesto, es conveniente transmitir la propia
experiencia con ideas “probadas” que harán la vida más sencilla a los
demás: organización personal del tiempo, sistema de trabajo, educación
de los hijos, administración del hogar… Será muy difícil aportar algo de
utilidad cuando en nuestra vida personal no existe el esfuerzo diario,
ni la disposición por superarnos.
Es común pensar que los consejos están reservados a circunstancias de
verdadera trascendencia, sin embargo, nos enfrentamos a situaciones
ordinarias en las que es necesario superar el temor a provocar un
malentendido o herir los sentimientos de los demás. Pensemos en las
corbatas y la combinación de traje que usa nuestro jefe inmediato; los
modales de la compañera a la hora de comer; el mal aliento del amigo; el
vocabulario impropio que usa un padre de familia y que sus hijos imitan;
el desorden material que existe en un hogar… Qué fácil es criticar y
pasar por alto detalles tan insignificantes pero al mismo tiempo tan
evidentes.
Si deseamos vivir este valor, debemos mostrar interés por ayudar a los
demás a mejorar en esas “pequeñeces”, pues un consejo oportuno y con
rectitud de intención, siempre será apreciado y comprendido. Es
importante considerar que todo consejo debe expresarse con la misma
delicadeza que quisiéramos tuvieran con nosotros.
Para quienes tienen cierta responsabilidad y autoridad sobre otros
(padres de familia, jefe de departamento, profesores, etc.) saber
aconsejar forma parte integral de su labor, pues existe el deber de
orientar y buscar el mejor rendimiento de quienes están bajo su tutela,
no sólo en el aspecto laboral o educativo -si es el caso-, sino en el
personal, que es el más importante y necesario. Recordemos que al
mejorar los hábitos y reforzar los valores, la persona se supera en
todos los aspectos de su vida.
En estos ambientes de necesaria convivencia, encontraremos personas con
el ingenio y la iniciativa para superarse a partir del momento en que
escuchan nuestro consejo, pero la mayoría de las veces no será así. De
esta manera, el valor del consejo nos ayuda a perfeccionar los valores
de la comprensión y la paciencia.
Debemos recalcar que todo consejo siempre estará sujeto a la aceptación
de quien lo recibe, por eso no debemos sentirnos menospreciados o
disgustarnos, al darnos cuenta del poco entusiasmo que tengan las
personas por seguir nuestras indicaciones. El consejo no exige
obediencia porque no es una orden; tampoco requiere un fiel apego,
porque cada persona vive su propias circunstancias y tiene el derecho de
tomar sus propias iniciativas.
Para actuar con prudencia y aprender a dar buenos consejos, podríamos
comenzar por:
- Evitar dar tu opinión sobre lo que no te gusta o te parece mal de los
demás. A eso se le llama crítica y demuestra falta de comprensión.
- Antes de dar un consejo, revisa tu vida y piensa tres alternativas que
ayuden a la persona a mejorar.
- Es muy importante utilizar palabras precisas y de estímulo, en vez de
censurar y subrayar los errores y desaciertos.
- Procura expresar tu consejo únicamente al interesado, jamás lo hagas
en público.
- No olvides que es de suma importancia encontrar el momento oportuno
para expresar tu punto de vista.
- Pregunta de vez en cuando por el desarrollo que ha tenido la persona
en el asunto que diste tu opinión. Esto demuestra aprecio y fortalece la
confianza.
- Observa tu actitud al recibir consejos y haz el propósito de
aceptarlos con serenidad. Así serás más sencillo, y creces en
comprensión y delicadeza en el trato con los demás.
El aconsejar es una responsabilidad muy grande, porque cada una de
nuestras palabras puede traer un beneficio o una consecuencia grave en
la vida de quien nos escucha. El valor del consejo despierta en nosotros
el verdadero interés por nuestros semejantes, desarrollando una
personalidad digna de confianza, por el respeto y prudencia que
manifestamos al orientar a los demás.
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