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Ecología
El valor que encuentra en la protección del medio
ambiente una forma de servir a los demás. |
Es el valor que nos hace considerar y actuar en favor de la protección
del medio ambiente, los recursos naturales y toda forma de vida,
incluyendo la propia.
Pensar en la naturaleza y la cultura ecológica tan de moda en estos
tiempos, nos ubica en una situación un tanto incierta. Por una parte,
vienen a nuestra mente los grupos “verdes” con iniciativas de todo tipo:
la protección de las especies, el medio ambiente y los recursos
naturales, donde son muchos los que participan y se comprometen, pero
adquieren un matiz de exageración a los ojos de los demás: para la
inmensa mayoría de las personas, luchar por la protección de las
ballenas tiene poco sentido, sobre todo si en el lugar donde vive se
encuentra alejado del mar.
Al mismo tiempo surge la pregunta: ¿Qué tengo que ver yo con la ecología?
Pese a las campañas y la abundancia de carteles, ese sentido de la
distancia y no pertenencia a un medio ambiente determinado, nos hace
seguir inmersos en nuestras ocupaciones, sin darnos el tiempo necesario
para pensar seriamente en la importancia de vivir este valor tan
necesario en nuestros días.
Para despertar en nosotros una conciencia ecológica, hace falta
reflexionar profundamente sobre el sentido que tiene toda forma de vida
para nosotros, y en primer instancia, la nuestra.
Los cuidados que requiere nuestra persona son bastante conocidos:
adecuada alimentación, el debido descanso, hacer un poco de ejercicio,
prevenir las enfermedades y tratarlas oportunamente, trasnochar lo menos
posible, alejarse de los vicios, trabajar con orden, etc., sin embargo,
el descuido voluntario de estos y otros aspectos igualmente importantes,
necesariamente afecta nuestra salud, por eso, es imposible pensar en
preocuparse de lo que ocurre en el exterior, cuando somos incapaces de
cuidarnos a nosotros mismos.
Si además del descuido personal, agregamos una falta de voluntad para
realizar acciones concretas, podemos formarnos una idea más clara de
nuestra conducta. Por ejemplo, no es raro que el “clasificar la basura”
nos provoque cierta pereza, sobre todo si ya existe quien lo haga.
Recoger envolturas, papeles y residuos de comida para depositarlos en su
lugar o limpiar líquidos derramados, deberían ser actitudes que reflejen
nuestros hábitos y costumbres .
Ahora podemos darnos cuenta, que el cuidado de nuestra persona y mejorar
cualitativamente nuestros hábitos, nos llevará a conservar nuestro
entorno inmediato en óptimas condiciones, y de esta manera, comprender
en toda su extensión las grandes y pequeñas iniciativas ecológicas.
Para muchos, es inexplicable la preocupación de algunas personas por su
medio geográfico, calificando de exagerado el reporte del noticiero
sobre la gravedad de un incendio, un derrame de petróleo en el mar o la
contaminación de un río, pero es difícil juzgar y comprender esta
situación si vivimos en otro espacio. Para quienes su vida se desarrolla
y depende del mar, el bosque, el río o el campo, constituye un centro
vital para su existencia, por eso lo considera como propio y parte de su
responsabilidad.
Tal vez esa es la clave y fundamento de este valor: considerar como
propio todo lo que nos rodea. Así como tenemos especial cuidado por
conservar nuestro hogar limpio, de igual manera deberíamos hacerlo en la
calle, la oficina, los lugares de esparcimiento... tomando las
precauciones y medidas necesarias para cada caso, en vez de quejarnos
del deficiente servicio público de limpieza o la falta de conciencia de
los conciudadanos. Una vez más, nuestro ejemplo constituye el punto
fundamental para la transmisión de los valores.
¿Cuál es el resultado de la conciencia de este valor? Primeramente la
solidaridad que debemos a nuestros semejantes, tal vez no está en
nuestras posibilidad acudir al sitio de una catástrofe, pero si podemos
contribuir en la protección de nuestra comunidad; paralelamente surge el
respeto por las personas y la naturaleza, que son inseparables y
dependientes entre sí. Dicho de otra forma, representa el compromiso
personal por servir a los demás, procurando espacios limpios que
faciliten un modo de vida digno para todos.
Para vivir este valor desde tu situación personal y de acuerdo a tus
posibilidades, puedes comenzar por:
- Cuida tu salud prudentemente y sin caer en exageraciones. Tan delicada
es una dieta rigurosa, como el exceso en la comida, por ejemplo.
- Refuerza tus hábitos personales de orden y limpieza, en tu hogar,
oficina, lugares que frecuentas y hasta en las calles. No es lo mismo
arrojar un papel y que caiga a un lado del cesto, que depositarlo dentro.
- Respeta las normas de cuidado ambiental de todo lugar (área de
fumadores, depositar basura, no dar alimento a los animales del
zoológico, no encender fuego, etc.).
- Acostúmbrate a reportar las deficiencias del servicio público de
limpieza y las anomalías que surgen por la falta de conciencia de
personas, empresas o instituciones.
- Infórmate sobre los aspectos fundamentales de la cultura ecológica,
aplicando lo que haga falta en tu hogar y comunidad. Seguramente
encontrarás a otras personas que apoyen tus iniciativas.
- Promueve alguna campaña ecológica sencilla en la escuela de tus hijos.
Si eres estudiante, con mayor razón.
- Reflexiona en esta idea: Mi entorno va más allá de las paredes de mi
casa, la escuela y la oficina.
Quien vive este valor en la medida de sus posibilidades y con acciones
concretas, demuestra un serio compromiso por el bienestar de sus
semejantes, con quienes se solidariza para realizar una labor más
efectiva, pues su actitud no depende de la moda o el fanatismo, sino por
la firme determinación de mejorar el mundo en el que vivimos.
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