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Optimismo
Forjar un modo de ser entusiasta, dinámico,
emprendedor y con los pies sobre la tierra, son algunas de las
cualidades que distinguen a la persona optimista. |
El optimismo es el valor que nos ayuda a enfrentar las dificultades con
buen ánimo y perseverancia , descubriendo lo positivo que tienen las
personas y las circunstancias, confiando en nuestras capacidades y
posibilidades junto con la ayuda que podemos recibir.
La principal diferencia que existe entre una actitud optimista y su
contraparte –el pesimismo- radica en el enfoque con que se aprecian las
cosas: empeñarnos en descubrir inconvenientes y dificultades nos provoca
apatía y desánimo. El optimismo supone hacer ese mismo esfuerzo para
encontrar soluciones, ventajas y posibilidades; la diferencia es mínima,
pero tan significativa que nos invita a cambiar de una vez por todas
nuestra actitud.
Alcanzar el éxito no siempre es la consecuencia lógica del optimismo,
por mucho esfuerzo, empeño y sacrificio que pongamos, algunas veces las
cosas no resultan como deseábamos. El optimismo es una actitud
permanente de “recomenzar”, de volver al análisis y al estudio de las
situaciones para comprender mejor la naturaleza de las fallas, errores y
contratiempos, sólo así estaremos en condiciones de superarnos y de
lograr nuestras metas. Si las cosas no fallaran o nunca nos
equivocáramos, no haría falta ser optimistas.
Normalmente la frustración se produce por un fracaso, lo cual supone un
pesimismo posterior para actuar en situaciones similares. La realidad es
que la mayoría de nuestro tropiezos se dan por falta de cuidado y
reflexión. ¿Para qué sirve entonces la experiencia? Para aprender,
rectificar y ser más previsores en lo futuro.
El optimista sabe buscar ayuda como una alternativa para mejorar o
alcanzar los objetivos que se ha propuesto, es una actitud sencilla y
sensata que en nada demerita el esfuerzo personal o la iniciativa. Sería
muy soberbio de nuestra parte, pensar que poseemos el conocimiento y los
recursos necesarios para salir triunfantes en toda circunstancia.
Cualquiera que ha sido campeón en alguna disciplina, llegó a colocarse
en la cima por su esfuerzo, perseverancia y sacrificio, pero pocas veces,
o mejor dicho nunca, se hace alusión a su optimismo, a esa entrega
apasionada por alcanzar su fin, conservando la confianza en sí mismo y
en las personas que colaboraron para su realización. El optimismo
refuerza y alienta a la perseverancia
El optimista no es ingenuo ni se deja llevar por ideas prometedoras,
procura pensar y considerar detenidamente todas las posibilidades antes
de tomar decisiones. Si una persona desea iniciar un negocio propio sin
el capital suficiente, sin conocer a fondo el ramo o con una vaga idea
de la administración requerida, por muy optimista que sea seguramente
fracasará en su empeño, ya que carece de las herramientas y fundamentos
esenciales para lograrlo.
En otras circunstancias nos engañamos e inventamos una falsa realidad
para hacernos la vida más fácil y cómoda. Basta mencionar al estudiante
que se prepara poco y mal antes de sus evaluaciones, esperando obtener
la calificación mínima y necesaria para “salir del paso”, sin darse
cuenta que su falso optimismo lo llevará –tarde o temprano- al fracaso.
Se podría pensar que el optimismo nada tiene que ver con el resto de las
personas, sin embargo, este valor nos hace tener una mejor disposición
hacia los demás: cuando conocemos a alguien esperamos una actitud
positiva y abierta; en el trabajo, una personalidad emprendedora; en la
escuela, profesores y alumnos dedicados. Si nuestras expectativas no se
cumplen, lo mejor es pensar que las personas pueden cambiar, aprender y
adaptarse con nuestra ayuda. El optimista reconoce el momento adecuado
para dar aliento, para motivar, para servir.
En la amistad y en la búsqueda de pareja también es necesario ser
optimista. Algunas personas se encierran en sí mismos después de los
fracasos y las desilusiones, como si ya no existiera alguien más en
quien confiar. El optimismo supone reconocer que cada persona tiene algo
bueno, con sus cualidades y aptitudes, pero también sus defectos, los
cuales debemos aceptar y buscar la manera de ayudarles a superarlos.
El paso hacia una actitud optimista requiere de una disposición más
entusiasta y positiva, es tanto como darle la vuelta a una moneda y ver
todo con una apariencia distinta:
- Analiza las cosas a partir de los puntos buenos y positivos,
seguramente con esto se solucionarán muchos de los inconvenientes.
Curiosamente, no siempre funciona igual a la inversa.
- Haz el esfuerzo por dar sugerencias y soluciones, en vez de hacer
críticas o pronunciar quejas.
- Procura descubrir las cualidades y capacidades de los demás,
reconociendo el esfuerzo, el interés y la dedicación. Esto es lo más
justo y honesto.
- Aprende a ser sencillo y pide ayuda, generalmente otras personas
encuentran la solución más rápido.
- No hagas alarde de seguridad en ti mismo tomando decisiones a la
ligera, considera todo antes de actuar pues las cosas no se solucionan
por sí mismas. De lo contrario es imprudencia, no optimismo.
No es más optimista el que menos ha fracasado, sino quien ha sabido
encontrar en la adversidad un estímulo para superarse, fortaleciendo su
voluntad y empeño; en los errores y equivocaciones una experiencia
positiva de aprendizaje. Todo requiere esfuerzo y el optimismo es la
alegre manifestación del mismo, de esta forma, las dificultades y
contrariedades dejan de ser una carga, convirtiéndonos en personas
productivas y emprendedoras.
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