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Perdón
Los resentimientos nos impiden vivir plenamente
sin saber que un simple acto del corazón puede cambiar nuestras vidas y
de quienes nos rodean |
En los momentos que la amistad o la convivencia se rompen por cualquier
causa, lo más común es la aparición de sentimientos negativos: la
envidia, el rencor, el odio y el deseo de venganza, llevándonos a perder
la tranquilidad y la paz interior. Al perder la paz y la serenidad, los
que están a nuestro alrededor sufren las consecuencias de nuestro mal
humor y la falta de comprensión. Al pasar por alto los detalles pequeños
que nos incomodan, no se disminuye la alegría en el trato cotidiano en
la familia, la escuela o la oficina.
Sin embargo, no debemos dejar que estos aspectos nos invadan, sino por
el contrario, perdonar a quienes nos han ofendido, como un acto
voluntario de disculpar interiormente las faltas que han cometido otros.
En ocasiones, estos sentimientos son provocados por acciones o actitudes
de los demás, pero en muchas otras, nos sentimos heridos sin una razón
concreta, por una pequeñez que ha lastimado nuestro amor propio.
La imaginación o el egoísmo pueden convertirse en causa de nuestros
resentimientos:
- Cuando nos damos el lujo de interpretar la mirada o la sonrisa de los
demás, naturalmente de manera negativa;
- Por una respuesta que recibimos con un tono de voz, a nuestro juicio
indiferente o molesta;
- No recibir el favor que otros nos prestan, en la medida y con la
calidad que nosotros habíamos supuesto;
- En el momento que a una persona que consideramos de "una categoría
menor", recibe un favor o una encomienda para lo cual nos considerábamos
más aptos y consideramos injusta la acción.
Es evidente que al ser susceptibles, creamos un problema en nuestro
interior, y tal vez enjuiciamos a quienes no tenían la intención de
lastimarnos.
Para saber perdonar necesitamos:
- Evitar "interpretar" las actitudes.
- No hacer juicios sin antes de preguntarnos el "por qué" nos sentimos
agredidos (así encontraremos la causa: imaginación, susceptibilidad,
egoísmo).
- Si el malentendido surgió en nuestro interior solamente, no hay porque
seguir lastimándonos: no hay que perdonar. Lamentamos bastante cuando
descubrimos que no había motivo de disgusto... entonces nosotros debemos
pedir perdón.
Si efectivamente hubo una causa real o no tenemos claro qué ocurrió:
- Tener disposición para aclarar o arreglar la situación.
- Pensar la manera de llegar a una solución.
- Buscar el momento más adecuado para platicarlo con calma y
tranquilidad, sobre todo de nuestra parte.
- Escuchar con paciencia, buscando comprender los motivos que hubo.
- Exponer nuestras razones y llegar a un acuerdo.
- Olvidar en incidente y seguir como si nada hubiera pasado.
El Perdón enriquece al corazón porque le da mayor capacidad de amar; si
perdonamos con prontitud y sinceramente, estamos en posibilidad de
comprender las fallas de los demás, actuando generosamente en ayudar a
que las corrijan.
Es necesario recordar que los sentimientos negativos de resentimiento,
rencor, odio o venganza pueden ser mutuos debido a un malentendido, y es
frecuente encontrar familia en donde se forma un verdadero torbellino de
odios. Nosotros no perdonamos porque los otros no perdonan. Es necesario
romper ese círculo vicioso comprendiendo que "Amor saca amor". Una
actitud valiente de perdón y humildad obtendrá lo que la venganza y el
odio nunca pueden, y es lograr reestablecer la armonía.
Una sociedad, una familia o un individuo lleno de resentimientos impiden
el desarrollo hacia una esfera más alta.
Perdonar es más sencillo de lo que parece, todo está en buscar la forma
de mantener una convivencia sana, de la importancia que le damos a los
demás como personas y de no dejarnos llevar por los sentimientos
negativos.
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