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I L O S O F Í A /
Iniciados
Socrates y los
Sofistas
Los sofistas.
Luego de las Guerras Médicas, que
enfrentaron a las ciudades y colonias griegas con los medos y los
persas, hacia el Siglo V A.C. varias de esas ciudades adoptaron el
sistema político de la “polis”, el de la
democracia; que significaba reconocer a
todos los ciudadanos libres no ya la posibilidad sino hasta la
obligación de participar en el gobierno.
Ese sistema - unido a la prosperidad que en general alcanzaron
varias ciudades - produjo un verdadero auge de la actividad de los
preceptores, ambulantes de ciudad en
ciudad, que ofrecían la enseñanza apropiada para el ejercicio de las
actividades de la ciudadanía y de los cargos del gobierno -
especialmente la retórica, el derecho y la
política - a aquellos ciudadanos que estaban en condiciones
de pagar a esos preceptores los importantes honorarios que cobraban
por sus enseñanzas.
Especialmente Atenas - triunfadora principal de las Guerras
Médicas - se convirtió en el centro económico, político e
intelectual de toda Grecia antigua. Allí floreció especialmente la
sofística - denominación
derivada del nombre de los preceptores o
sophós, sabios - doctrina filosófica que, abandonando el
estudio de la Physis, se orientó fundamentalmente a los temas
del hombre, la organización social, las leyes, y las costumbres.
El movimiento
de la sofística se difundió por toda Grecia, abarcando practicamente
a todas sus sociedades. Su orientación general estaba pautada por un
gran escepticismo, una inclinación general a someter todos los temas
a la discusión retórica, y sosteniendo en definitiva que no había
ninguna verdad auténtica, sino que la verdad dependía del poder de
persuación con que fuera expresada y la utilidad que tuviera.
Lo más caraterístico de los sofistas era el uso del
método dialéctico, mediante el cual se
pronunciaban extensas argumentaciones que, más que a la búsqueda de
la verdad, tenían por finalidad evidenciar las incoherencias de la
argumentación del adversario. El máximo grado de habilidad del
sofista, consistía en convencer a su auditorio de algo, para de
inmediato demostrar lo contrario.
Los sofistas cultivaban y enseñaban como un componente
fundamental de la educación, la retórica,
como arte de convencer mediante la palabra. También daban gran
importancia a la eurística o arte de
polemizar; llegando en su ejercicio a extremos que llevaban a
realizar extensas discusiones sobre asuntos totalmente absurdos, sin
el menor objetivo de alcanzar una conclusión acerca de nada.
Una de las actitudes más características de los sofistas, estuvo
referida a su concepción de la normativa social; considerando que ni
la moral ni las leyes respondían a la naturaleza, sino que eran
solamente nomos, es decir
resultados de las convenciones humanas; por lo cual los hombres
podrían establecer un orden social y moral totalmente distinto, sin
que con ello lesionaran el orden natural. Con ello, sentaron las
bases de la discepancia entre las concepciones del llamado
jusnaturalismo que considera que
hay reglas jurídicas y morales inherentes a la naturaleaza; y el
llamado “positivismo jurídico”, que
solamente considera que las reglas están vigentes por imposición
humana.
En sentido
estricto, y debido tanto a su probable gran número como a su método
de actuación, no puede decirse que las doctrinas de los sofistas
sean conocidas por la posteridad en forma directa, a través de sus
expresiones escritas. En realidad, se les conoce principalmente a
través de las transcripciones de sus supuestos diálogos,
principalmente las contenidas en las obras de Platón. Entre ellos
pueden mencionarse a Hipias, Protágoras, Euridemo, Pródico, Gorgias,
Antifonte, Licofón, Trasímaco, Critias y Calicles.
En realidad el movimiento sofístico puede subdividirse entre el
de la primera generación, fundamentalmente
integrado por Hipias y Protágoras; y la segunda
generación cuyos principales representantes fueron
Antifonte, Trasímaco, Critias y Calicles. Todo indica que en
realidad, la inclinación al pesimismo y al irracionalismo fue
principalmente una característica de los últimos sofistas; ya que
los primeros predicaban una doctrina conforme a la cual la posesión
de mejores conocimientos permitiría cumplir mejor los deberes del
ciudadano.
Si bien los sofistas principales - al menos aquellos cuya prédica
fue recogida ulteriormente por Sócrates y Platón - actuaron en la
Atenas de la segunda mitad del Siglo V A.C., en realidad eran casi
todos extranjeros; por lo cual carecían de derechos políticos en la
ciudad. Sin embargo, se hacían notar publicamente, porque varios de
ellos ejercían funciones diplomáticas como embajadores de sus
ciudades de origen, lo que les confería el derecho de hablar en la
Asamblea y les facilitaba el trato con todos los hombres
prominentes.
En este sentido, es preciso tener presente que los sofistas
actuaron en la época de oro de Atenas, y que fueron contemporáneos y
frecuentaron el trato de hombres como Pericles, Herodoto, Tucídides,
Sófocles, Eurípides, de Fidias, de Anaxágoras y de Zenón.
Los sofistas recibieron juicios altamente negativos, por parte de
Sócrates y de Platón, quienes al parecer los despreciaban
principalmente por atribuirles un desmedido afán de lucro. Sin
embargo, no puede perderse de vista que si obtenían éxito en su
medio, de alguna forma quienes aceptaban pagar por sus servicios
habrían de encontrarlos valederos. Al parecer, en su medio y época
tuvieron su prestigio; al extremo de que se dice que cuando la
ciudad de Atenas resolvió fundar una colonia en la península
italiana, en Turos, encargó a Protágoras que redactara su
constitución.
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Protágoras de Abdera.
Protágoras, que posiblemente vivió entre
los años 480 y 411 A.C., pasó a la posteridad por la frase que se le
adjudica y que condensaría la doctrina sofística, de que “El
hombre es la medida de todas las cosas; de las que son en
tanto que son, y de las que no son, en tanto que no son”; que
sienta lo que se conoce como la tesis de la homomensura.
Para Protágoras - se dice - ninguna cosa tiene entidad propia, y
es por ello que solamente adquieren las que el hombre les otorga.
Pone el ejemplo de la enfermedad, que puede ser mala para el
enfermo, pero que es buena para el médico que la atiende.
A pesar de que en general los sofistas no dejaron exposiciones
escritas, se sabe que Protágoras escribió una obra titulada
“Sobre los Dioses”, en la cual sustentaba una posición agnóstica
que seguramente no era aceptable en su época; otro llamado
“Discursos enfrentados” o Antiologías, y un tercero
denominado “Acerca de la Verdad”.
De esas obras han perdurado algunas afirmaciones, tales como la
de que acerca de cualquier asunto hay dos posiciones que se oponen
entre sí; y la de que debe perseguirse como objetivo transformar el
discurso más fuerte en el más débil.
En definitiva, Protágoras postularía una teoría del conocimiento
de índole relativista, conforme a la cual el hombre no cuenta con
elementos objetivos que le permitan evaluar correctamente los datos
de sus percepciones. De ahí que no existan medios para tener
seguridad de que lo que conocemos existe tal como lo conocemos, que
siempre exista la posibilidad de que los hombres discrepen en torno
a toda clase de asuntos, o de que en realidad tampoco puedan llegar
a alcanzar certeza en asuntos religiosos, en cuanto a la propia
existencia de los dioses.
En su diálogo
“Protágoras”, Platón relata un mito en el cual éste trata de
explicar el origen del mundo, y el dominio de las artes y la técnica
por parte de los hombres. Dos hermanos, Epimeteo y Prometeo
recibieron de los dioses la encomienda de darles a todos los seres
las cualidades adecuadas para sobrevivir; pero Epimeteo utiliza
todas las cualidades disponibles antes de llegar a ocuparse de los
hombres, por lo cual Prometeo, para proteger a los humanos, roba la
sabiduría a la diosa Atenea y el fuego al dios Hefestos. Es un
relato conocido, pero al cual agrega Protágoras que, a pesar de
tener esos atributos, los hombres eran incapaces de subsistir,
porque no disponían de la sabiduría política; de modo que Zeus envió
a Hermes a dar a los hombres el aidós, algo así como el
concepto del deber de respetar las leyes de la polis.
En consecuencia, para Protágoras lo que separa al hombre de los
animales no es solamente el lenguaje y el dominio de la técnica,
sino la capacidad de convivir políticamente.
Las interpretaciones más modernas - sobre todo atendiendo a la
valoración de las reglas relativas a la convivencia política, que de
todos modos ha sido una de las vertientes importantes de la
filosofía en sus orígenes y tal vez lo es todavía más en la
actualidad - la concepción de Protágoras, y de la sofística en
general, se señala como una forma de resaltar que, en la dinámica de
la democracia, debe cultivarse la capacidad de persuadir; a partir
del concepto de que si bien no puede afirmarse que la mayoría tenga
razón meramente por serlo, de todos modos el mejor curso de acción
posible para la sociedad sea aquel que cuenta con el respaldo de la
mayoría.
Una
lectura especialmente recomendada.
“Luces y
sombras de la sofística”, en “Política &
tiempo”, de Pablo da Silveira.
Editorial Taurus, Montevideo, 2000. |
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Gorgias de Leontinos.
Se adjudica a Gorgias de Leontinos, en
Sicilia, que habría vivido entre 484 y 375 A.C., asumir posiciones
todavía más extremas que las de Protágoras.
Frente al relativismo que sustentaba Protágoras respecto a que el
conocimiento de la verdad era relativo al hombre, y que las cosas no
tienen un ser en sí mismas; Gorgias profesa un auténtico
nihilismo, conforme al cual la
verdad sencillamente no existe, todo se disuelve en la nada. En el
campo del conocimiento, no existe una physis, un modo del
ser; y en el campo de la moral o de la ética, no existen ni el bien
ni el mal.
Se le atribuye - a través de uno de sus diálogos relatados -
haber sostenido que “Nada existe. Si algo existiera no podríamos
conocerlo. Y si acaso pudiéramos conocerlo, no nos sería posible
comunicarlo". |
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Sócrates.
Hijo de un escultor llamado Sofronisco, y de una partera llamada
Fenaretres Sócrates nació en Atenas,
probablemente en el año 470 A.C. y murió en la misma ciudad, en el
399 A.C. Su familia pertenecía a la tribu antióquida de Alópeque, de
la polis de Atenas; por lo cual fue ciudadano de ella con
todos los derechos políticos. Se educó casi seguramente como alumno
de Arquelao, sucesor de Anaxágoras, en la época de oro de Atenas,
siendo contemporáneo del gobierno de Pericles; pero a raíz de la
Guerra del Peloponeso Atenas se vió ocupada por los ejércitos de
Esparta y quedó bajo el gobierno de los Treinta Tiranos. Casado con
Xantipa, tuvieron tres hijos. Fueron sus discípulos más destacados
Alcibíades, Jenofonte y Platón.
Jenofonte lo describe como un hombre grosero y vulgar; Platón lo
elogia de manera destacada y lo considera en todo momento como su
maestro; Aristófanes lo incorpora a la galería de los destinatarios
de sus sátiras, en su comedia “Las nubes”. Sin duda fue
Sócrates un individuo polémico en su tiempo; juzgado por algunos con
la superficialidad de apreciación de sus actitudes, propia de
quienes no perciben las diversidades y las sutilezas de las ideas y
los desarrollos más elaborados del intelecto. |
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El método socrático.
Un aporte esencial de Sócrates al progreso del pensamiento y también
de la ciencia, lo constituye su descubrimiento y aplicación del
método inductivo, consistente en
que, a partir de los conceptos individuales, particulares, se llegue
a obtener conceptos de validez universal; método que a menudo se
resume expresando que es el que va “de lo particular a lo general”.
El método socrático para llegar a la verdad, era
el diálogo con sus alumnos, mediante el
cual les formulaba preguntas acerca de las cuestiones que planteaba
a la discusión, y luego confrontaba y analizaba criticamente las
respuestas, hasta que llegaban todos a una respuesta que les
pareciera verdadera. La palabra diálogo, precisamente, tiene
en griego la significación de la búsqueda del conocimiento entre
dos. Es precisamente esta metodología las que muestra Platón en sus
“Diálogos”, obra en la cual, recogiendo los dichos de
Sócrates sus alumnos, expuso el pensamiento de aquel.
El método de Sócrates se expresa en tres formas:
- La ironía, mediante la cual,
a través de las preguntas, el maestro procura desconcertar
al alumno, exponerlo a sus contradicciones, destruyendo su
aparente conocimiento, hasta que sea consciente de su
ignorancia. Según la “Apología” de Platón, Sócrates
descubrió este método cuando su amigo Querefonte preguntó
al Oráculo de Delfos quién era el hombre más sabio y
recibió como respuesta que lo era Sócrates. Meditando
sobre eso, llegó Sócrates a la conclusión de que como él
era consciente de su propia ignorancia - lo que expresaba
en su también célebre frase “sólo sé que
nada sé” - el Oráculo reconocía que su sabiduría
consistía en ese conocimiento de la propia ignorancia, que
pone al hombre el camino de disponerse a buscar la verdad.
- La mayéutica, expresión
equivalente a “dar a luz” que
Sócrates asociaba a la condición de partera de su madre,
de quien decía haberla aprendido, en cuanto en vez de
aplicarla a los cuerpos, él la aplicaba a las almas. Por
medio de ella, aplicando el método de las preguntas y
respuestas, se lograba que el alumno encontrara la verdad
dentro de sí, haciendo nacer sus
ideas innatas, no nacidas.
- El descubrimiento, resultante
del empleo de la mayéutica, cuando a partir de un pasaje
de lo oscuro a lo iluminado, de lo particular y accidental
a lo general y permanente, se alcanza el concepto
universal; que por encima de las particularidades se
expresa en: definición.
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La doctrina de Sócrates.
Aunque formado en la sofística, Sócrates se convirtió finalmente en
un acérrimo crítico de los sofistas; a
quienes expuso a su desprecio, especialmente por recibir dinero por
sus enseñanzas. Su pensamiento se conoce solamente mediatizado por
los relatos de sus discípulos, porque no dejó ninguna obra escrita.
En particular Platón en sus Diálogos
es quien ha expuesto sus ideas de una manera más completa; aunque
también Jenofonte lo ha hecho en sus obras “Memorables”, “El
banquete” y “Apología de Sócrates”. Otra
fuente importante acerca del pensamiento socrático, son las
referencias contenidas en la obra de Aristóteles.
La idea principal en que Sócrates se apartó radicalmente de los
sofistas - al menos respecto de los últimos representantes de la
sofística - fue su afirmación terminante acerca de
la existencia del Bien y del Mal, sustentando la existencia
de valores absolutos, en contraposición con el relativismo de los
sofistas; pero igualmente consideró esencial mantener una actitud
crítica como medio de alcanzar el conocimiento de la verdad. Sostuvo
la diferenciación entre el cuerpo y el alma, considerando que ella
es inmortal; y afirmó que existe una inteligencia suprema que
gobierna los destinos del mundo.
Pensaba
Sócrates que era indispensable apartarse del relativismo postulado
por los sofistas, y que para ello era necesario descubrir la
existencia de algo universal y objetivo,
que no estuviera sujeto a la opinión de los hombres (lo que
recuerda, sin duda, el mito de Protágoras). Surge de ello una
inclinación hacia la búsqueda de las definiciones
de las cosas, tratando de enunciar a su respecto un concepto de
objetividad, de tal manera que conforme una unidad que esté presente
en la pluralidad; con lo que en cierto modo constituye un retorno a
las especulaciones presocráticas que buscaban una explicación
racional y única del Universo.
Una definición, según Sócrates, permitiría acceder a la esencia
universal y objetiva de las cosas. A la cuestión de cómo sería
posible tener la certeza de que esa definición fuera verdadera,
respondía Sócrates afirmando que en el alma de cada hombre están
presentes de una manera originaria, innata, los verdaderos conceptos
de todas las cosas; de tal manera que mediante la introspección es
posible alcanzar a descubrir la verdad existente en el interior de
uno mismo.
La concepción
del alma como aquello que fundamentalmente es el ser humano,
adquiere gran importancia en la filosofía de Sócrates; que la
considera el centro de la personalidad intelectual y moral del
hombre. La introspección es el medio de descubrir
la verdad en el interior de uno mismo, por lo cual Sócrates
consideraba que su misión no consistía en enseñar determinadas
concepciones, sino en lograr que sus alumnos aprendieran a conocerse
a sí mismos, en ayudarlos a descubrir el contenido de su propio
espíritu para cuidarlo y cultivarlo. De ahí la expresión célebre que
Platón pone en sus labios: “conócete a tí mismo”.
La virtud en Sócrates.
Sócrates
contrapuso a la escala de valores tradicionales de los griegos
antiguos - la fuerza física, la riqueza, la fama y el poder - un
valor de índole espiritual consistente en la obtención de la
sabiduría por medio del conocimiento de la propia alma.
Para Sócrates, la ciencia o sabiduría que busca el filósofo, es
esencialmente virtuosa, mientras que quien permanece en la
ignorancia incurre en el vicio. El primer paso para alcanzar esa
virtud del saber, es reconocer la propia
ignorancia.
El obrar moral del hombre responde a los mandatos que cada uno
lleva en su alma. Pero Sócrates introdujo también el concepto de
la jerarquía entre los valores,
considerando que existe una graduación interna de los valores. Por
lo tanto, para obrar justamente, es preciso atenerse a la tendencia
del hombre a la perfección que se consigue con el ejercicio de la
virtud.
Actuar según la virtud es posible cuando se
posee el conocimiento del Bien y del Mal, porque, en tal
posesión del saber, la práctica del bien es el resultado espontáneo
del obrar humano. El hombre que actúa mal, en consecuencia, no lo
hace por ser malo, sino porque está en la ignorancia de la virtud.
La moral que propone Sócrates se origina y se nutre en sí misma;
en ella, el obrar correctamente es resultado de la reflexión que el
hombre hace sobre las exigencias de su alma, de tal manera que
esencialmente se convierte en juez de sí mismo.
Esta concepción del llamado “intelectualismo
moral”, es a menudo criticada en función del concepto de
voluntad. Pero no se puede perder de vista que, en definitiva, su
aporte a la concepción de la regla moral como algo absolutamente
íntimo y personal es sumamente valioso, y no significa para nada la
prescindencia de la consideración de la existencia de las reglas
morales como tales.
Los dioses y los hombres.
Enfrentado al
problema religioso, que más tarde en Filosofía será “el problema de
Dios”, Sócrates percibe que no es admisible atribuir a los dioses
todo el poder y toda la razón.
Considera Sócrates que el hombre posee el poder propio de la
razón humana; pero que ésta tiene sus límites, mientras que sólo la
razón divina es capaz de pasar más allá de esos límites.
Sócrates critica a aquellos que niegan la existencia de una razón
divina, que preside todos los acontecimientos. Pero, en la medida en
que considera “insensato” consultar al Oráculo para resolver aquello
que los hombres deben resolver por sí mismos - y afirma que eso
persigue eludir la propia responsabilidad de decidir en relación a
los acontecimientos de la propia realidad - se anticipa a plantearse
la cuestión del “libre albedrío”, que será tema de gran importancia
para las filosofías posteriores, sobre todo en el cristianismo.
A propósito de una lectura de Anaxágoras referente a su concepto
del “Nous” o inteligencia creadora, concluye que existe una
inteligencia, que es una sabiduría que habita en todo lo que existe,
que ve todo lo que ocurre y que gobierna todas las cosas. La
inteligencia está en el origen y en el orden de todas las cosas,
como un opuesto al azar.
Percibe con ello la existencia de una gran armonía y coherencia
en la Naturaleza; con lo cual se encuentra a un paso de sustentar
que existe una inteligencia única y superior, lo que equivale a
vislumbrar los fundamentos filosóficos de las concepciones
religiosas de base monoteísta. Desde este punto de vista - si bien
no fue éste el tema planteado en el proceso que le fue seguido por
impiedad - puede pensarse que, después de todo, realmente el
pensamiento socrático contenía una amenaza para la religión oficial
de Atenas. |
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El proceso a Sócrates.
A mediados del Siglo V, en la época de Sócrates, los tiempos del
apogeo de Atenas estaban terminando. En el 431 A.C. estalló la
guerra con Esparta, la Guerra del Peloponeso, en medio de unas
epidemias de peste que mataron a una gran parte de su población,
incluído el propio Pericles que era el símbolo vivo de su grandeza.
Los primeros desenvolvimientos de la Guerra del Peloponeso no
fueron favorables a los atenienses. De tal manera, hacia el 415 A.C.
se propusieron realizar un gran movimiento estatégico y emprender la
conquista de Sicilia construyendo una gran flota. Comandaba la flota
Alcibíades, un alumno de Sócrates, que formaba parte de un grupo de
jóvenes disolutos, ricos y aristócratas, que se caracterizaban por
cuestionar las tradiciones.
Pocos días antes de la fecha de partida de la flota, ocurrió que
al amanecer se advirtió en Atenas que todas las estatuas de los
dioses habían sido mutiladas de sus órganos masculinos; lo que fue
tomado como un presagio de derrota. Se culpó a Alcibíades, quien
huyó a Esparta y se puso a su servicio. La expedición a Sicilia, fue
un fracaso.
En el 411 A.C., Atenas enfrentó una conspiración de la cual
resultó el gobierno de los Treinta Tiranos, entre ellos Critias y
Carmónides. Su concepción era restablecer en Atenas el respeto a las
tradiciones. En 432 A.C., al principio de la Guerra del Peloponeso,
se había establecido en Atenas el delito de
asébeia o impiedad, que consistía en poner en cuestión la
existencia de los dioses. Esta ley se había aplicado a Anaxágoras y
al gran escultor Fidias, autor de los principales templos de la
ciudad. Al primero por impartir enseñanzas contrarias a la religión
en cuanto al Sol y la Luna; y al segundo por haber pretendido
divinizarse al representarse a sí mismo, en una estatua de un
templo.
Por su
calidad de ciudadano ateniense, parece que en varias oportunidades
correspondió a Sócrates ocupar los cargos públicos anuales, que se
elegían por sorteo. Cuenta Jenofonte que durante la Guerra del
Peloponeso, habiendo sido derrotada la flota ateniense, Sócrates se
opuso, en nombre de las leyes de la ciudad, a que se juzgara y
condenara en conjunto a los jefes de la flota.
En 404 A.C., luego de la derrota por Esparta, el gobierno de los
Treinta Tiranos dispuso detener a un ciudadano llamado León de
Salamina; para lo cual, siguiendo las normas del caso, se designó
por sorteo a 5 ciudadanos para ir a arrestarlo, entre ellos Sócrates
que, sin cumplir con ello, se volvió a su casa. Sin embargo, al
parecer eso no le ocasionó ningún contratiempo.
Finalmente, cinco años después los Treinta Tiranos habían sido
derrocados por el partido democrático de Atenas; restableciendo las
antiguas instituciones de la polis. Entre quienes más habían
contribuído a ello, se contaba Anito.
Según la versión de Jenofonte, Anito había hecho fortuna con una
curtiembre que, como todas las actividades productivas atenienses,
empleaba esclavos. También Anito tenía un hijo, y al parecer
Sócrates le reprochaba la forma en que lo educaba, diciendo que lo
estaba educando para ser un curtidor y no un ciudadano de Atenas.
Ante un
tribunal de 501 ciudadanos atenienses elegidos por sorteo, Sócrates
fue acusado por Meleto, “de no creer en los dioses en que cree la
ciudad, de introducir divinidades nuevas, y de corromper a los
jóvenes”. La acusación fue secundada por Licón y también por
Anito, que parecería haber sido su promotor. Se le imputaba el
delito de impiedad; en caso de ser hallado culpable, la sentencia
era la muerte por medio de un veneno, la cicuta.
Nacido, criado, habitante y ciudadano de Atenas toda su vida,
Sócrates era un personaje absolutamente conocido en la ciudad. La
“corrupción de los jóvenes” que se le atribuía, no se refería a otra
cosa que a su enseñanza contraria a las tradiciones. Según cuenta
Jenofonte, cuando Sócrates demandó a su acusador que mostrara alguno
de los por él corrompidos, Meleto mencionó a todos aquellos que
había convencido a seguir su autoridad en vez de la de sus padres.
El proceso de
Sócrates solamente es conocido por los relatos de Platón y Jenofonte,
sus amigos, que por supuesto le tienen simpatía. En el relato de
Platón, el discurso de defensa de Sócrates es la oportunidad de
exponer su doctrina, según la cual la virtud, la justicia y la
verdad no son cuestiones que puedan resolverse según las costumbres,
sino conforme a las exigencias de la razón.
En la primer votación, 280 jurados lo consideraron culpable y 211
inocente. Se le requirió que propusiera una pena alternativa de la
de muerte, como pagar una multa. Sócrates, considerando que su
enseñanza había sido en bien de la ciudad, propuso que como a los
campeones de las Olimpíadas, se le alojara en un palacio y la ciudad
pagara su sustento. Cuando se hizo la votación acerca de la pena a
aplicarle, 361 optaron por la pena de muerte, y 140 por la que
Sócrates propusiera como alternativa.
La sentencia de muerte no podía ejecutarse en Atenas hasta que
volviera el barco sagrado que había sido enviado a Delos para
conmemorar el triunfo de Teseo sobre el Minotauro. Pasaron 30 días,
durante los cuales sus amigos le instaron a fugarse bajo su
protección; pero Sócrates sostuvo que el primer deber del ciudadano
ateniense era respetar sus leyes.
Dicen sus cronistas, que cuando bebió la cicuta, a punto ya
de morir, miró a su amigo Critón, y le dijo: “Le debo un
gallo a Asclepio; no te olvides de pagárselo”.
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