Manual del Guerrero de la Luz
Paulo Coelho
PRÓLOGO
- En la playa al este de la aldea, existe una isla, con un gigantesco templo lleno de campanas - dijo la mujer. El niño reparó que ella vestía ropas extrañas y llevaba un velo cubriendo sus cabellos. Nunca la había visto antes. - ¿Tú ya lo conoces? - preguntó ella -. Ve allí y cuéntame qué te parece. Seducido por la belleza de la mujer, el niño fue hasta el lugar indicado. Se sentó en la arena y contempló el horizonte, pero no vio nada diferente de lo que estaba acostumbrado a ver: el cielo azul y el océano. Decepcionado, caminó hasta un pueblecito de pescadores vecino y preguntó sobre una isla con un templo. - Ah, esto fue hace mucho tiempo, en la época en que mis bisabuelos vivían aquí - dijo un viejo pescador -. Hubo un terremoto y la isla se hundió en el mar. Sin embargo, aun cuando no podamos ya ver la isla, aún escuchamos las campanas de su templo, cuando el mar las agita en su fondo. El niño regresó a la playa e intentó oír las campanas. Pasó la tarde entera allí, pero sólo consiguió oír el ruido de las olas y los gritos de las gaviotas. Cuando la noche llegó, sus padres vinieron a buscarlo. A la mañana siguiente, él volvió a la playa; no podía creer que una bella mujer pudiese contar mentiras. Si algún día ella regresaba, él podría decirle que no había visto la isla, pero que había escuchado las campanas del templo que el movimiento del agua hacía que sonasen. Así pasaron muchos meses; la mujer no regresó, y el chico la olvidó; ahora estaba convencido de que tenía que descubrir las riquezas y tesoros del templo sumergido. Si escuchase las campanas, sabría su localización y podría rescatar el tesoro allí escondido. Ya no se interesaba más por la escuela, ni por su grupo de amigos. Se transformó en el objeto de burla preferido de los otros niños, que acostumbraban a decir: "Ya no es como nosotros, prefiere quedarse mirando el mar porque tiene miedo de perder en nuestros juegos". Y todos se reían, viendo al niño sentado en la orilla de la playa. Aun cuando no consiguiese escuchar las viejas campanas del templo, el niño iba aprendiendo cosas diferentes. Comenzó a percibir que, de tanto oír el ruido de las olas, ya no se dejaba distraer por ellas. Poco tiempo después, se acostumbró también a los gritos de las gaviotas, al zumbido de las abejas y al del viento golpeando en las hojas de las palmeras. Seis meses después de su primera conversación con la mujer, el niño ya era capaz de no distraerse por ningún ruido, aunque seguía sin escuchar las campanas del templo sumergido. Otros pescadores venían a hablar con él y le insistían: - ¡Nosotros las oímos! - decían. Pero el chico no lo conseguía. Algún tiempo después, los pescadores cambiaron su actitud. - Estás demasiado preocupado por el ruido de las campanas sumergidas; olvídate de ellas y vuelve a jugar con tus amigos. Puede ser que sólo los pescadores consigamos escucharlas. Después de casi un año, el niño pensó: "Tal vez estos hombres tengan razón. Es mejor crecer, hacerme pescador y volver todas las mañanas a esta playa, porque he llegado a aficionarme a ella". Y pensó también: "Quizá todo esto sea una leyenda y, con el terremoto, las campanas se hayan roto y jamás vuelvan a tocar". Aquella tarde, resolvió volver a su casa. Se aproximó al océano para despedirse. Contempló una vez más la Naturaleza y, como ya no estaba preocupado con las campanas, pudo sonreír con la belleza del canto de las gaviotas, el ruido del mar, el viento golpeando las hojas de las palmeras. Escuchó a lo lejos la voz de sus amigos jugando y sintióse alegre por saber que pronto regresaría a sus juegos infantiles. El niño estaba contento y - en la forma en que sólo un niño sabe hacerlo - agradeció el estar vivo. Estaba seguro de que no había perdido su tiempo, pues había aprendido a contemplar y a reverenciar a la Naturaleza. Entonces, porque escuchaba el mar, las gaviotas, el viento en las hojas de las palmeras y las voces de sus amigos jugando, oyó también la primera campana. Y después otra. Y otra más, hasta que todas las campanas de templo sumergido tocaron, para su alegría. Años después, siendo ya un hombre, regresó a la aldea y a la playa de su infancia. No pretendía rescatar ningún tesoro del fondo del mar; tal vez todo aquello había sido fruto de su imaginación, y jamás había escuchado las campanas sumergidas en una tarde perdida de su infancia. Aun así, resolvió pasear un poco para oír el ruido del viento y el canto de las gaviotas. Cual no sería su sorpresa al ver, sentada en la arena, a la mujer que le había hablado de la isla con su templo. - ¿Qué hace usted aquí? - preguntó. - Esperar por ti - respondió ella. Él se fijó en que, aunque habían transcurrido muchos años, la mujer conservaba la misma apariencia: el velo que escondía sus cabellos no parecía descolorido por el tiempo. Ella le ofreció un cuaderno azul, con las hojas en blanco. - Escribe: un guerrero de la luz presta atención a los ojos de un niño. Porque ellos saben ver el mundo sin amargura. Cuando él desea saber si la persona que está a su lado es digna de confianza, procura verla como lo haría un niño. - ¿Qué es un guerrero de la luz? - Tú lo sabes - respondió ella, sonriendo -. Es aquel que es capaz de entender el milagro de la vida, luchar hasta el final por algo en lo que cree, y entonces, escuchar las campanas que el mar hace sonar en su lecho. Él jamás se había creído un guerrero de la luz. La mujer pareció adivinar su pensamiento. - Todos son capaces de esto. Y nadie se considera un guerrero de la luz, aun cuando todos lo sean. Él miró las páginas del cuaderno. La mujer sonrió de nuevo. - Escribe sobre el guerrero - le dijo.
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Un guerrero de la luz nunca olvida la gratitud. Durante la lucha, fue ayudado por los ángeles; las fuerzas celestiales colocaron cada cosa en su lugar y permitieron que él pudiera dar lo mejor de sí. Los compañeros comentan: "¡Qué suerte tiene!". Y el guerrero a veces consigue mucho más de lo que su capacidad permite. Por eso, cuando el sol se pone, se arrodilla y agradece el Manto Protector que lo rodea. Su gratitud, no obstante, no se limita al mundo espiritual; él jamás olvida a sus amigos, porque la sangre de ellos se mezcló con la suya en el campo de batalla. Un guerrero no necesita que nadie le recuerde la ayuda de los otros; él se acuerda solo y reparte con ellos la recompensa.
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Todos los caminos del mundo llevan hasta el corazón del guerrero; él se zambulle sin vacilar en el río de las pasiones que siempre corre por su vida. El guerrero sabe que es libre para elegir lo que desee; sus decisiones son tomadas con valor, desprendimiento y - a veces - con una cierta dosis de locura. Acepta sus pasiones y las disfruta intensamente. Sabe que no es necesario renunciar al entusiasmo de las conquistas; ellas forman parte de la vida y alegran a todos los que en ellas participan. Pero jamás pierde de vista las cosas duraderas, y los lazos creados con solidez a través del tiempo. Un guerrero sabe distinguir lo que es pasajero de lo que es definitivo.
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Un guerrero de la luz no cuenta solamente con sus fuerzas; usa también la energía de su adversario. Al iniciar el combate, todo lo que él posee es su entusiasmo y los golpes que aprendió mientras se entrenaba. A medida que la lucha avanza, descubre que el entusiasmo y el entrenamiento no son suficientes para vencer: se necesita experiencia. Entonces él abre su corazón al Universo y pide inspiración a Dios, de modo que cada golpe al enemigo sea también una lección de defensa para él. Los compañeros comentan: "¡Qué supersticioso es!, paró la lucha para rezar, y respeta los trucos de su adversario".
El guerrero no responde a estas provocaciones. Sabe que, sin inspiración ni experiencia, ningún entrenamiento da resultado.
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Un guerrero de la luz jamás hace trampas; pero sabe distraer a su adversario. Por más ansioso que esté, juega con los recursos de la estrategia para alcanzar su objetivo. Cuando ve que están acabando sus fuerzas, hace que el enemigo piense que no tiene prisa. Cuando necesita atacar por la derecha, mueve sus tropas hacia el lado izquierdo. Si pretende iniciar la lucha inmediatamente, finge tener sueño y se prepara para dormir. Los amigos comentan: "Ved cómo ha perdido su entusiasmo". Pero él no hace caso de los comentarios, porque los amigos no conocen sus tácticas de combate.
Un guerrero de la luz sabe lo que quiere, y no necesita dar explicaciones.
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Comenta un sabio chino sobre las estrategias del guerrero de la luz: "Haz que tu enemigo crea que no conseguirá grandes recompensas si se decide a atacarte; así, disminuirás su entusiasmo. "No te avergüence retirarte provisionalmente del combate si percibes que tu enemigo es más fuerte; lo importante no es la batalla aislada, sino el final de la guerra. "Si eres lo suficientemente fuerte, tampoco te avergüences de fingirte débil; esto hará que tu enemigo pierda la prudencia y ataque antes de hora.
"En la guerra, la capacidad de sorprender al adversario es la clave de la victoria".
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"Es curioso - comenta para sí el guerrero de la luz -. - Cuánta gente he conocido que en la primera oportunidad intenta mostrar lo peor de sí mismo. Esconden la fuerza interior detrás de la agresividad; disfrazan el miedo a la soledad con aires de independencia. No creen en su propia capacidad, pero viven pregonando a los cuatro vientos sus virtudes." El guerrero lee estos mensajes en muchos hombres y mujeres que conoce. Nunca se deja engañar por las apariencias y permanece en silencio cuando intentan impresionarlo. Pero usa la ocasión para corregir sus propios fallos, ya que las personas son siempre un buen espejo.
Un guerrero aprovecha toda y cualquier oportunidad para enseñarse a sí mismo.
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El guerrero de la luz a veces lucha con quien ama. El hombre que preserva a sus amigos jamás es dominado por las tempestades de la existencia; tiene fuerzas para vencer las dificultades y seguir adelante. Sin embargo, muchas veces se siente desafiado por aquellos a quienes procura enseñar el arte de la espada. Sus discípulos lo provocan para un combate. Y el guerrero muestra su capacidad: con algunos golpes, lanza las armas de sus alumnos por tierra y la armonía vuelve al lugar de reunión. - ¿Por qué hacer esto, si es tan superior? - pregunta un viajero. - Porque cuando me desafían, en verdad están queriendo conversar conmigo y, de esta manera, mantengo el diálogo - responde el guerrero.
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Un guerrero de la luz, antes de entrar en un combate importante, se pregunta a sí mismo: "¿Hasta qué punto desarrollé mi habilidad?" Él sabe que las batallas que trabó en el pasado siempre terminan por enseñar algo. No obstante, muchas de estas enseñanzas le hicieron sufrir más de lo necesario. Más de una vez perdió su tiempo luchando por causa de una mentira. Y sufrió por personas que no estaban a la altura de su amor. Los victoriosos no repiten el mismo error. Por eso el guerrero sólo arriesga su corazón por algo que vale la pena.
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Un guerrero de la luz respeta la principal enseñanza del I Ching: "La perseverancia es favorable". Él sabe que la perseverancia no tiene nada que ver con la insistencia. Existen épocas en las que los combates se prolongan más allá de lo necesario, agotando sus fuerzas y debilitando su entusiasmo. En estos momentos, el guerrero reflexiona: "Una guerra prolongada termina también destruyendo la victoria". Entonces retira sus fuerzas del campo de batalla y se concede una tregua. Persevera en su voluntad, pero sabe esperar el mejor momento para un nuevo ataque.
Un guerrero siempre retorna a la lucha. Pero nunca lo hace por obstinación, sino porque nota el cambio en el tiempo.
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Un guerrero de la luz sabe que ciertos momentos se repiten.
Con frecuencia se ve ante los mismos problemas y situaciones que ya había afrontado; entonces se deprime, pensando que es incapaz de progresar en la vida, ya que los momentos difíciles reaparecen. "¡Ya pasé por esto!", se queja él a su corazón. "Realmente tú ya lo pasaste - responde el corazón -, pero nunca lo sobrepasaste". El guerrero entonces comprende que las experiencias repetidas tienen una única finalidad: enseñarle lo que no quiere aprender.
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Un guerrero de la luz siempre hace algo fuera de lo común. Puede bailar en la calle mientras se dirige al trabajo, mirar los ojos de un desconocido y hablar de amor a primera vista, defender una idea que puede parecer ridícula. Los guerreros de la luz se permiten tales días. No tiene miedo de llorar antiguas penas, ni de alegrarse con nuevos descubrimientos. Cuando siente que llegó el momento, lo abandona todo y parte hacia su aventura tan soñada. Cuando entiende que está en el límite de su resistencia, sale del combate, sin culparse por haber hecho alguna locura inesperada. Un guerrero no pasa sus días intentando representar el papel que los otros escogieron para él.
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Dice un poeta: "El guerrero de la luz escoge a sus enemigos" Él sabe de lo que es capaz; no necesita andar por el mundo contando sus cualidades y virtudes. Sin embargo, a cada momento aparece alguien queriendo probar que es mejor que él. Para el guerrero, no existe "mejor" o "peor"; cada uno tiene los dones necesarios para su camino individual. Pero ciertas personas insisten. Provocan, ofenden, hacen todo lo posible para irritarlo. En este momento, su corazón dice: "No aceptes las ofensas, ellas no aumentarán tu habilidad. Te cansarás inútilmente".
Un guerrero de la luz no pierde su tiempo escuchando provocaciones; él tiene un destino que debe ser cumplido.
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El guerrero de la luz recuerda un fragmento de John Bunyan: "Aun cuando haya pasado por todo lo que pasé, no me arrepiento de los problemas en que me metí, porque fueron ellos los que me condujeron hasta donde deseé llegar. Ahora, todo lo que tengo es esta espada, y la entrego a cualquiera que desee seguir su peregrinación. Llevo conmigo las marcas y las cicatrices de los combates; ellas son testimonio de lo que viví y recompensas de lo que conquisté. "Son estas marcas y cicatrices queridas las que me abrirán las puertas del Paraíso. Hubo una época en la que viví escuchando historias de hazañas. Hubo otras épocas en que viví simplemente porque necesitaba vivir. Pero ahora vivo porque soy un guerrero y porque quiero un día estar en la compañía de Aquel por quien tanto luché".
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Desde el momento en que comienza a andar, un guerrero de la luz conoce el Camino. Cada piedra, cada curva, le da la bienvenida. Él se identifica con las montañas y los arroyos, ve un poco de su alma en las plantas, en los animales y en la aves del campo. Entonces, aceptando al ayuda de Dios y de las Señales de Dios, deja que su Leyenda Personal lo guíe en dirección a las tareas que la vida le reserva. Algunas noches no tiene dónde dormir, otras sufre de insomnio. "Esto forma parte del juego - piensa el guerrero -. Fui yo quien decidió seguir por aquí". En esta frase está todo su poder: él escogió la senda por donde camina ahora y no tiene motivo para protestar.
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De aquí en adelante - y por algunos centenares de años - el Universo ayudará a los guerreros de la luz a boicotear a los prejuiciosos. La energía de la Tierra necesita ser renovada. Las ideas nuevas necesitan espacio. El cuerpo y el alma necesitan nuevos desafíos. El futuro se transformó en presente, y todos los sueños - excepto los que contienen prejuicios - tendrán oportunidad de manifestarse. Lo que haya sido importante, permanecerá; lo inútil, desaparecerá. El guerrero, sin embargo, no está encargado de juzgar los sueños del prójimo y no pierde tiempo criticando las decisiones ajenas.
Para tener fe en su propio camino, el guerrero de la luz no necesita probar que el camino del otro está equivocado.
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Un guerrero de la luz estudia con mucho cuidado la posición que pretende conquistar. Por más difícil que sea su objetivo, siempre existe una manera de superar los obstáculos. Él verifica los caminos alternativos, afila su espada, procura llenar su corazón con la perseverancia necesaria para enfrentarse al desafío. Pero a medida que avanza, el guerrero se da cuenta de que existen dificultades con las cuales no contaba. Si permanece esperando el momento ideal, nunca saldrá del lugar; es preciso un poco de locura para dar el próximo paso. El guerrero usa un poco de locura. Porque en la guerra y en el amor, no es posible preverlo todo.
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Un guerrero de la luz conoce sus defectos. Pero conoce también sus cualidades.
Algunos compañeros se quejan todo el tiempo: "Los demás tienen más oportunidades que nosotros". Quizá tengan razón; pero un guerrero no se deja paralizar por esto, sino que procura valorizar al máximo sus virtudes. Sabe que el poder de la gacela es la habilidad de sus patas. El poder de la gaviota es su puntería para alcanzar el pez. Aprendió que un tigre no teme a la hiena, porque es consciente de su fuerza. Entonces procura saber con qué puede contar. Y siempre verifica su equipo, compuesto por tres elementos: fe, esperanza y amor. Si los tres están presentes, él no duda en seguir adelante.
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El guerrero de la luz sabe que nadie es tonto, y la vida enseña a todos, aun cuando esto exija tiempo. Él da lo mejor de sí, y espera lo mejor de los otros. Además de eso, procura mostrar a todos los demás, con generosidad, de cuánto son capaces. Algunos compañeros comentan: "Existen personas ingratas". El guerrero no se altera por oír esto. Y continúa estimulando a su prójimo, porque es una manera de estimularse a sí mismo.
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Todo guerrero de la luz ya tuvo alguna vez miedo de entrar en combate. Todo guerrero de la luz ya traicionó y mintió en el pasado. Todo guerrero de la luz ya recorrió un camino que no le pertenecía. Todo guerrero de la luz ya sufrió por cosas sin importancia. Todo guerrero de la luz ya creyó que no era un guerrero de la luz. Todo guerrero de la luz ya falló en sus obligaciones espirituales. Todo guerrero de la luz ya dijo sí cuando quería decir no. Todo guerrero de la luz ya hirió a alguien a quien amaba. Por eso es un guerrero de la luz; porque pasó por todo eso y no perdió la esperanza de ser mejor de lo que era.
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El guerrero siempre oye las palabras de algunos predicadores antiguos, como las de T.H. Huxley: "Las consecuencias de nuestras acciones son espantajos para los cobardes, y rayos de luz para los sabios". "El tablero de ajedrez es el mundo. Las piezas son los gestos de nuestra vida diaria; las reglas son las llamadas leyes de la Naturaleza. No podemos ver al jugador que está al otro lado del tablero, pero sabemos que Él es justo, honesto y paciente".Cabe al guerrero aceptar el desafío. Él sabe que Dios no deja pasar un solo error de aquellos a quienes ama, y no permite que sus preferidos finjan desconocer las reglas del juego.
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Un guerrero de la luz no posterga sus decisiones. Él reflexiona bastante antes de actuar; sopesa su entrenamiento, su responsabilidad y su deber como maestro. Procura mantener la serenidad y analiza cada paso como si fuese lo más importante. No obstante, en el momento en que toma una decisión, el guerrero sigue adelante: ya no tiene más dudas sobre lo que escogió, ni cambia de ruta si las circunstancias fueran diferentes a lo que imaginaba. Si su decisión fue correcta, vencerá en el combate, aun cuando dure más de lo previsto. Si su decisión fue equivocada, él será derrotado y tendrá que recomenzar todo otra vez, pero lo hará con más sabiduría.
Pero un guerrero de la luz, cuando comienza, llega hasta el final.
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Un guerrero sabe que sus mejores maestros son las personas con las que divide el campo de batalla. Es peligroso pedir un consejo. Y mucho más arriesgado darlo. Cuando él necesita ayuda, procura ver cómo sus amigos resuelven - o no resuelven - sus problemas. Si busca inspiración, lee en los labios de su vecino las palabras que su ángel de la guarda quiere transmitirle. Cuando está cansado o solitario, no sueña con mujeres y hombres distantes; busca a quien está a su lado y comparte su dolor o su necesidad de cariño, con placer y sin culpa.
Un guerrero sabe que la estrella más distante del Universo se manifiesta en las cosas que están a su alrededor.
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Un guerrero de la luz comparte su mundo con las personas que ama. Procura animarlas a hacer lo que les gustaría pero no se atreven; en estos momentos, el Adversario aparece con dos tablas en la mano. En una de las tablas, está escrito: "Piensa más en ti mismo. Conserva las bendiciones para ti mismo, o acabarás perdiéndolo todo." En la otra tabla, lee: "¿Quién eres tú para ayudar a los otros? ¿No será que no consigues ver tus propios defectos?" Un guerrero sabe que tiene defectos. Pero sabe también que no puede crecer solo, distanciándose de sus compañeros. Entonces arroja las dos tablas al suelo, aun reconociendo que tienen un fondo de verdad. Ellas se transforman en polvo, y el guerrero continúa animando a quien está cerca.
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El sabio Lao Tzu comenta la jornada del guerrero de la luz: "El Camino incluye el respeto por todo lo que es pequeño y sutil. Conoce siempre el momento de tomar las actitudes necesarias". "Aunque ya hayas tirado diversas veces con el arco, continúa prestando atención a la manera cómo colocas la flecha, y cómo tensas la cuerda". "Cuando el iniciante está consciente de sus necesidades, termina siendo más inteligente que el sabio distraído". "Acumular amor significa suerte, acumular odio significa calamidad. Quien no reconoce los problemas, termina dejando la puerta abierta, y las tragedias surgen". "El combate nada tiene que ver con la pelea".
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El guerrero de la luz medita. Se sienta en un lugar tranquilo de su tienda y se entrega a la luz divina. Al hacer esto, procura no pensar en nada; se desconecta de la búsqueda de placeres, de los desafíos y de las revelaciones, y deja que sus dones y poderes se manifiesten. Aunque no los perciba en el mismo momento, estos dones y poderes están cuidando de su vida, y van a influir en su quehacer cotidiano. Mientras medita, el guerrero no es él, sino una centella del Alma del Mundo. Son estos momentos los que le permiten entender su responsabilidad, y actuar de acuerdo con ella.
Un guerrero de la luz sabe que, en el silencio de su corazón, existe un orden que lo orienta.
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- Cuando tengo mi arco tenso - dice Herrigel a su maestro zen -, llega un momento en el que, si no disparo inmediatamente, siento que voy a perder el aliento. - Mientras intentes provocar el momento de disparar la flecha no aprenderás el arte de los arqueros - contesta el maestro -. Lo que a veces altera la precisión del tiro es la voluntad demasiado activa del arquero. Un guerrero de la luz a veces piensa: "Todo lo que yo no haga, no será hecho". Pero no es exactamente así: él debe actuar, pero debe dejar también que el Universo actúe en su debido momento.
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Un guerrero, cuando sufre una injusticia, generalmente procura quedarse solo, para no mostrar su dolor a los otros. Es un comportamiento bueno y malo al mismo tiempo. Una cosa es dejar que su corazón cure lentamente las propias heridas. Otra cosa es permanecer todo el día en meditación profunda, con miedo a parecer débil. Dentro de cada uno de nosotros existe un ángel y un demonio, y sus voces son muy parecidas. Ante la dificultad, el demonio alimenta esta conversación solitaria, procurando mostrarnos cuán vulnerables somos. El ángel nos hace reflexionar sobre nuestras actitudes, y a veces necesita manifestarse a través de la boca de alguien. Un guerrero equilibra soledad y dependencia.
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Un guerrero de la luz necesita amor. El afecto y el cariño forman parte de su naturaleza, tanto como el comer, beber o el gusto por el Buen Combate. Cuando el guerrero no se siente feliz ante una puesta de sol, es que algo anda mal. En este momento, interrumpe el combate y va en busca de compañía, para contemplar juntos el atardecer. Si tiene dificultades para encontrarla, se pregunta a sí mismo: "¿Tuve miedo de aproximarme a alguien? ¿Recibí afecto y no lo percibí?"
Un guerrero de la luz usa la soledad, pero no es usado por ella.
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El guerrero de la luz sabe que es imposible vivir en estado de completa relajación. Aprendió como arquero que, para disparar su saeta a distancia, es preciso mantener el arco bien estirado. Aprendió con las estrellas que sólo la explosión interior permite su brillo. El guerrero repara en que el caballo, en el momento de trasponer un obstáculo, contrae todos sus músculos.
Pero él jamás confunde tensión con nerviosismo.
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El guerrero de la luz siempre consigue equilibrar Rigor y Misericordia. Para alcanzar su sueño, necesita una voluntad firme, y una inmensa capacidad de entrega: aunque tenga un objetivo, no siempre el camino para lograrlo es aquel que se imagina. Por eso, el guerrero usa la disciplina y la compasión. Dios jamás abandona a sus hijos - pero sus designios son insondables, y Él construye el camino con nuestros propios pasos. Usando la disciplina y la entrega, el guerrero se entusiasma. La rutina nunca puede dirigir movimientos importantes.
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El guerrero de la luz a veces actúa como el agua, y fluye entre los obstáculos que encuentra. En ciertos momentos, resistir significa ser destruido; entonces, él de adapta a las circunstancias. Acepta sin protestar que las piedras del camino tracen su rumbo a través de las montañas. En esto reside la fuerza el agua; jamás puede ser quebrada por un martillo, ni herida por un cuchillo. La más poderosa espada del mundo es incapaz de dejar una cicatriz sobre sus superficie. El agua de un río se adapta al camino más factible, sin olvidar su objetivo: el mar. Frágil en su nacimiento, lentamente va adquiriendo la fuerza de los otros ríos que encuentra. Y a partir de un determinado momento, su poder es total.
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Para el guerrero de la luz, no existe nada abstracto. Todo es concreto, y todo le concierne. Él no está sentado en el confort de su tienda, observando lo que sucede en el mundo; acepta cada desafío como una oportunidad que se le presenta para transformarse a sí mismo. Algunos de sus compañeros pasan la vida criticando la falta de elección, o comentando las decisiones ajenas. El guerrero, sin embargo, transforma su pensamiento en acción. Algunas veces yerra el objetivo, y paga, sin protestar, el precio de su error. Otras veces se desvía del camino, y pierde mucho tiempo regresando al destino original. Pero un guerrero no se distrae.
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Un guerrero de la luz tiene las cualidades de una roca. Cuando está en terreno plano - todo en su entorno encontró la armonía -, él se mantiene estable. Las personas pueden construir sus casas sobre lo que fue creado, porque la tempestad no lo destruirá. Cuando, en cambio, lo colocan en terreno inclinado - y las cosas que lo rodean no demuestran equilibrio o respeto -, él revela su fuerza; rueda en dirección al enemigo y amenaza la paz. En estos momentos, el guerrero es devastador, y nadie consigue detenerlo. Un guerrero de la luz piensa en la guerra y en la paz al mismo tiempo, y sabe actuar de acuerdo con las circunstancias.
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Un guerrero de la luz que confía demasiado en su inteligencia, acaba por subestimar el poder del adversario. Es necesario no olvidar que hay momentos en que la fuerza es más eficaz que la estrategia. La lidia de un toro dura quince minutos; el toro aprende rápidamente que está siendo engañado y su próximo paso es embestir sobre el torero. Cuando esto sucede, no hay brillo, argumento, inteligencia o artimañas que puedan evitar la tragedia.
Por eso, el guerrero nunca subestima la fuerza bruta. Cuando ésta es demasiado violenta, él se retira del campo de batalla, hasta que el enemigo gaste su energía.
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El guerrero de la luz sabe reconocer un enemigo más fuerte que él. Si resuelve enfrentarse con él, será inmediatamente destruido. Si acepta sus provocaciones, caerá en la trampa. Entonces, usa la diplomacia para superar la difícil situación en que se encuentra. Cuando el enemigo actúa como un bebé, él hace lo mismo. Cuando lo llama para el combate, él se hace el desentendido. Los amigos comentan: "Es un cobarde". Pero el guerrero no hace caso al comentario; sabe que toda la rabia y el coraje de un pájaro son inútiles delante del gato. En situaciones como ésta, el guerrero tiene paciencia; pronto el enemigo partirá para provocar a otros.
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Un guerrero de la luz no permanece indiferente ante la injusticia. Sabe que todo es una unidad, y que cada acción individual afecta a todos los hombres del planeta. Por eso, cuando presencia el sufrimiento ajeno, usa su espada para poner las cosas en orden. No obstante, aun cuando luche contra la opresión, en ningún momento procura juzgar al opresor. Cada uno responderá de sus actos ante Dios y, una vez cumplida su tarea, el guerrero no emite ningún comentario. Un guerrero de la luz está en el mundo para ayudar a sus hermanos y no para condenar a su prójimo.
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Un guerrero de la luz nunca se acobarda. La fuga puede ser un excelente arte de defensa, pero no debe ser usada cuando el miedo es grande. En la duda, el guerrero prefiere afrontar la derrota y después curar sus heridas, porque sabe que si huyera estaría dando a su agresor un poder más grande que el que merece. Ante los momentos difíciles y dolorosos, el guerrero encara la situación desventajosa con heroísmo, resignación y coraje.
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Un guerrero de la luz nunca tiene prisa. El tiempo trabaja en su favor; él aprende a dominar la impaciencia y evita gestos impensados. Caminando despacio, nota la firmeza de sus pasos. Sabe que participa de un momento decisivo en la historia de la humanidad, y necesita cambiarse a sí mismo antes de transformar al mundo. Por eso recuerda las palabras de Lanza del Vasto: "Una revolución necesita tiempo para instalarse".
Un guerrero nunca coge el fruto cuando aún está verde.
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Un guerrero de la luz necesita simultáneamente paciencia y rapidez. Los dos mayores errores de una estrategia son: el actuar antes de hora y el dejar que la oportunidad pase de largo. Para evitar esto, el guerrero trata cada situación como si fuera única y no aplica fórmulas ni recetas ni opiniones ajenas. El califa Moauiyat preguntó a Omar Ben-al-Aas cuál era el secreto de su gran habilidad política: "Nunca me metí en un asunto sin haber estudiado previamente la retirada; por otro lado, nunca entré y quise salir en seguida corriendo", fue la respuesta.
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Un guerrero de la luz muchas veces se desanima. Siente que nada consigue despertar la emoción que deseaba. Muchas tardes y noches debe permanecer manteniendo una posición conquistada sin que ningún acontecimiento nuevo le devuelva el entusiasmo. Sus amigos comentan: "Tal vez su lucha haya terminado". El guerrero siente dolor y confusión al escuchar estos comentarios porque sabe que aún no llegó hasta donde quería.
Pero es obstinado, y no abandona lo que había decidido hacer. Entonces, cuando menos lo espera, una nueva puerta se abre.
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Un guerrero de la luz siempre mantiene su corazón limpio de sentimientos de odio. Cuando se dirige a la lucha, recuerda las palabras de Cristo: "Amad a vuestros enemigos". Y obedece. Pero sabe que el acto de perdonar no obliga a aceptarlo todo; un guerrero no puede bajar la cabeza, pues de hacerlo perdería de vista el horizonte de sus sueños. Acepta que los adversarios están allí para poner a prueba su bravura, su persistencia, su capacidad de tomar decisiones. Ellos lo obligan a luchar por sus sueños.
Es la experiencia del combate lo que fortalece al guerrero de la luz.
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El guerrero mantiene el recuerdo del pasado. Conoce la Búsqueda Espiritual del hombre, sabe que ella ya escribió algunas de las mejores páginas de la historia. Y algunos de sus peores capítulos: masacres, sacrificios, oscurantismo. Fue usada para fines particulares, y vio a sus ideales servir de escudo para intenciones terribles. El guerrero ya oyó comentarios del tipo: "¿Cómo voy a saber que este camino es serio?" Y vio a mucha gente abandonar la búsqueda por no poder responder a esta pregunta. El guerrero no tiene dudas; sigue una fórmula infalible. "Por los frutos conoceréis al árbol", dijo Jesús. Él sigue esta regla, y no yerra nunca.
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El guerrero de la luz conoce la importancia de la intuición. En medio de la batalla, no tiene tiempo para pensar en los golpes del enemigo. Entonces usa su instinto y obedece a su ángel. En tiempos de paz, descifra las señales que Dios le envía. La gente dice: "Está loco". O bien: "Vive en un mundo de fantasía". O también: "¿Cómo puede confiar en algo que no tiene lógica?" Pero el guerrero sabe que la intuición es el alfabeto de Dios, y continúa escuchando el viento y hablando con las estrellas.
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El guerrero de la luz se sienta con sus compañeros en torno a una hoguera. Comentan sus conquistas, y los extraños que se incorporan al grupo son bienvenidos, porque todos están orgullosos de su vida y del Buen Combate. El guerrero habla con entusiasmo del camino, cuenta cómo resistió a cierto desafío, que solución encontró para un momento difícil. Cuando cuenta historias, reviste sus palabras de pasión y romanticismo. A veces se permite exagerar un poco. Recuerda que sus antepasados también exageraban de vez en cuando. Por eso hace lo mismo. Pero sin confundir jamás orgullo con vanidad, y sin creer sus propias exageraciones.
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"Sí - escucha decir a alguien el guerrero -. Necesito entenderlo todo antes de tomar una decisión. Quiero tener la libertad de cambiar de idea". El guerrero desconfía de esa frase. También él puede tener la misma libertad, pero eso no le impide asumir un compromiso, aunque no comprenda exactamente por qué lo hizo. Un guerrero de la luz toma decisiones. Su alma es libre como las nubes en el cielo, pero él está comprometido con su dueño. En su camino libremente elegido, tiene que levantarse en horas que no le gustan, hablar con gente que no aporta nada, hacer algunos sacrificios. Los amigos comentan: "Tú no eres libre". El guerrero es libre. Pero sabe que horno abierto no cuece pan.
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En cualquier actividad, es preciso saber lo que se debe esperar, los medios de alcanzar el objetivo, y la capacidad que tenemos para la tarea propuesta. "Sólo puede decir que renunció a los frutos aquel que, estando así equipado, no siente ningún deseo por los resultados de la conquista y permanece absorbido en el combate. "Se puede renunciar al fruto, pero esta renuncia no significa indiferencia ante el resultado". El guerrero de la luz escucha con respeto la estrategia de Gandhi. Y no se deja confundir por personas que, incapaces de llegar a ningún resultado, viven predicando la renuncia.
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El guerrero de la luz presta atención a las pequeñas cosas, porque ellas pueden entorpecer mucho cualquier acción. Una espina, por pequeña que sea, hace que el viajero interrumpa su paso. Una pequeña e invisible célula puede destruir un organismo sano. El recuerdo de un instante de miedo en el pasado hace que la cobardía regrese cada mañana. Una fracción de segundo abre la guardia para el golpe fatal del enemigo. El guerrero está atento a las pequeñas cosas. A veces es duro consigo mismo, pero prefiere actuar así. "El diablo habita en los detalles", dice un viejo proverbio de la Tradición
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El guerrero de la luz no siempre tiene fe. Hay momentos en los que no cree absolutamente en nada. Y pregunta a su corazón: "¿Valdrá la pena tanto esfuerzo?" Pero el corazón continúa callado. Y el guerrero debe decidir por sí mismo. Entonces él busca un ejemplo. Y recuerda que Jesús pasó por algo semejante, para poder vivir la condición humana con toda su plenitud. "Aparta de mí este cáliz", dijo Jesús. También él perdió el ánimo y el valor, pero no se detuvo. El guerrero de la luz continúa sin fe. Pero sigue adelante, y la fe terminará volviendo.
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El guerrero sabe que ningún hombre es una isla. No puede luchar solo; sea cual fuere su plan, depende de otras personas. Necesita discutir su estrategia, pedir ayuda y, en los momentos de descanso, tener a alguien a quien contar historias de combate alrededor de la hoguera. Pero él no deja que la gente confunda su camaradería con inseguridad. Él es transparente en sus acciones y secreto en sus planes. Un guerrero de la luz baila con sus compañeros, pero no transfiere a nadie la responsabilidad de sus pasos.
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En el intervalo del combate, el guerrero descansa. Muchas veces pasa días sin hacer nada, porque su corazón se lo exige; pero su intuición permanece alerta. Él no comete el pecado capital de la Pereza, porque sabe adónde puede conducir ésta: a la sensación tibia de las tardes de domingo, cuando el tiempo pasa... y nada más. El guerrero llama a esto "paz de cementerio". Se acuerda de un fragmento del Apocalipsis: "Te maldigo porque no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero como eres tibio, yo te vomitaré de mi boca". Un guerrero descansa y ríe. Pero está siempre atento.
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El guerrero de la luz lo sabe: todo el mundo tiene miedo de todo el mundo. Este miedo generalmente se manifiesta de dos maneras: a través de la agresividad o a través de la sumisión. Son aspectos del mismo problema. Por eso, cuando está delante de alguien que le inspira temor, el guerrero se acuerda de que el otro tiene las mismas inseguridades que él, pasó por obstáculos parecidos, vivió los mismos problemas. Pero está sabiendo manejar mejor la situación. ¿Por qué? Porque él utiliza el miedo como motor, y no como un freno. Entonces el guerrero aprende del adversario, y actúa de la misma forma.
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Para el guerrero, no existe amor imposible. Él no se deja intimidar por el silencio, por la indiferencia o por el rechazo. Sabe que, tras la máscara de hielo que usan las personas, existe un corazón de fuego. Por eso el guerrero arriesga más que los otros. Busca incesantemente el amor de alguien, aun cuando esto signifique escuchar muchas veces la palabra "no", regresar a casa derrotado, sentirse rechazado en cuerpo y alma. Un guerrero no se deja asustar cuando busca lo que necesita. Sin amor, él no es nada.
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El guerrero de la luz conoce el silencio que anticipa el combate importante. Y ese silencio parece decir: "Todo se ha detenido. Es mejor olvidarse de la lucha y divertirse un poco". Los combatientes sin experiencia dejan sus armas en ese momento, y se quejan del tedio. El guerrero está atento al silencio; en algún lugar, algo está sucediendo. Él sabe que los terremotos destructores llegan sin previo aviso. Ya caminó por selvas durante la noche; cuando los animales no hacen ningún ruido, es que el peligro está próximo. Mientras los otros conversan, el guerrero se adiestra en el manejo de la espada, y vigila el horizonte.
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El guerrero de la luz confía. Porque cree en milagros, los milagros empiezan a suceder. Porque está seguro de que su pensamiento puede cambiar su vida, su vida empieza a cambiar. Porque está convencido de que encontrará el amor, este amor aparece. De vez en cuando se decepciona. A veces, recibe golpes. Entonces, escucha comentarios: ""¡Qué ingenuo es!" Pero el guerrero sabe que vale la pena. Por cada derrota, tiene dos conquistas a su favor. Todos los que confían lo saben.
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El guerrero de la luz ha aprendido que es mejor seguir la luz. Él ya traicionó, mintió, se desvió de su camino, cortejó a las tinieblas. Y todo continuó saliendo bien, como si no hubiera pasado nada. Sin embargo, un abismo llega de repente; se pueden dar mil pasos seguros, y un paso de más acaba con todo. Entonces el guerrero se detiene antes de destruirse a sí mismo. Al tomar esta decisión, escucha cuatro comentarios: "Tu conducta siempre ha sido equivocada. Ya eres demasiado mayor para cambiar. Tú no eres bueno. Tú no mereces nada". Él eleva sus ojos al cielo. Y una voz le dice: "Querido amigo, todo el mundo ha hecho en su vida cosas equivocadas. Estás perdonado, pero no puedo forzar ese perdón. Decídete". El verdadero guerrero de la luz acepta el perdón.
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El guerrero de la luz siempre procura mejorar. Cada golpe de su espada trae consigo siglos de sabiduría y meditación. Cada golpe necesita tener la fuerza y la habilidad de todos los guerreros del pasado, que aún hoy continúan bendiciendo la lucha. Cada movimiento en combate honra los movimientos que las generaciones anteriores procuraron transmitir a través de la Tradición. El guerrero desarrolla la belleza de sus golpes.
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El guerrero de la luz es confiable. Comete algunos errores, a veces se juzga más importante de lo que realmente es. Pero no miente. Cuando se reúne alrededor de la hoguera, conversa con sus compañeros y compañeras. Sabe que sus palabras quedan guardadas en al memoria del Universo, como un atestado de lo que piensa. Y el guerrero reflexiona: "¿Por qué hablaré tanto, si muchas veces no soy capaz de hacer todo lo que digo?" El corazón responde: "Cuando tú defiendes públicamente tus ideas, debes esforzarte para vivir de acuerdo con ellas". Y porque piensa que él es lo que habla, el guerrero acaba transformándose en lo que dice.
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El guerrero sabe que de vez en cuando el combate se interrumpe. De nada sirve forzar la lucha; es necesario tener paciencia, esperar que las fuerzas entren nuevamente en choque. En el silencio del campo de batalla, escucha los latidos de su corazón. Percibe que está tenso. Que tiene miedo. El guerrero hace un balance de su vida: comprueba si la espada está afilada, el corazón satisfecho, la fe incendiando el alma. Sabe que el mantenimiento es tan importante como la acción. Siempre falta algo. Y el guerrero aprovecha los momentos en que el tiempo se detiene para equiparse mejor.
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El guerrero sabe que un ángel y un demonio se disputan la mano que sostiene la espada. Dice el demonio: "Vas a flaquear. No sabrás cuál es el momento exacto. Tienes miedo". Dice el ángel: "Vas a flaquear. No sabrás cuál es el momento exacto. Tienes miedo". El guerrero se sorprende. Ambos le han dicho lo mismo. Entonces el demonio continúa: "Deja, que yo te ayudo". Y el ángel: "Yo te ayudo". En ese momento, el guerrero percibe la diferencia. Las palabras son las mismas, pero los aliados son diferentes. Entonces él escoge la mano de su ángel.
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Cada vez que el guerrero saca su espada, la utiliza. Puede servir para abrir un camino, ayudar a alguien, o alejar un peligro. Pero una espada es caprichosa, y no le gusta ver su lámina expuesta sin razón. Por eso el guerrero jamás amenaza. Puede atacar, defenderse, o huir, cualquiera de estas actitudes forma parte del combate. Lo que no forma parte del combate es desperdiciar la fuerza de un golpe hablando sobre él. Un guerrero de la luz está siempre atento a los movimientos de su espada. Pero no puede olvidar que al espada también está atenta a sus movimientos. Y ella no fue hecha para ser usada con la boca.
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A veces el mal persigue al guerrero de la luz; entonces, con tranquilidad, él lo invita a entrar en su tienda. Y pregunta al mal: "¿Tú quieres herirme o quieres usarme para herir a otros?" El mal finge no oír. Dice que conoce las tinieblas del alma del guerrero. Hurga en heridas no cicatrizadas y clama venganza. Recuerda que conoce algunas artimañas y venenos sutiles que lo ayudarán a destruir a sus enemigos. El guerrero de la luz escucha. Si el mal se distrae, él hace que retome la conversación, y le pide detalles de todos sus proyectos.Después de oírlo todo, se levanta y se va. El mal ha hablado tanto, está tan cansado y tan vacío, que no tendrá fuerzas para acompañarlo.
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El guerrero de la luz, sin querer, da un paso en falso y se hunde en el abismo. Los fantasmas lo asustan, la soledad lo atormenta. Como había buscado el Buen Combate, no pensaba que esto pudiera sucederle nunca a él; pero sucedió. Rodeando de oscuridad, se comunica con su maestro. - Maestro, caí en el abismo - dice -. Las aguas son hondas y oscuras. - Recuerda esto - responde el Maestro -: lo que ahoga a alguien no es la inmersión, sino el hecho de permanecer bajo el agua. Y el guerrero usa sus fuerzas para salir de la situación en la que se encuentra.
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El guerrero de la luz se comporta como una criatura. Las personas se escandalizan: se ha olvidado de que una criatura necesita divertirse, jugar, ser un poco irreverente, hacer preguntas inconvenientes e inmaduras, decir tonterías en las que ni siquiera ella misma cree. Y preguntan horrorizadas: "¿Es eso el camino espiritual? ¡Él no tiene madurez!" El guerrero se enorgullece del comentario. Y mantiene su contacto con Dios, a través de su inocencia y alegría, sin perder de vista su misión.
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