Con el advenimiento del
Cristianismo y el interés en difundir las enseñanzas y la doctrina,
fue en aumento la necesidad de escribir documentos religiosos.
Los signos gráficos fueron
reduciendo su tamaño y se realizaban libros en rollos de papiro
escritos con plumas de caña (el papiro se usaba desde 3000 años
antes de Cristo en Egipto); posteriormente, alrededor del Siglo II
antes de Cristo, dejaron el lugar a los libros realizados en
pergamino o vitela ( tipo de pergamino hecho a partir de pieles de
cabras, corderos y terneras jóvenes) escritos con plumas de cálamo.
Los cálamos se realizaban con
plumas externas de las alas de las aves; las
preferidas y de mayor valor, eran las de pato, cisne, cuervo o
pavo. Los cálamos de aves grandes son de mayor espesor y
resultaban más fáciles de sujetar.
Se sabe que se usaban estas plumas alrededor del Siglo VI después
de Cristo, debido a alusiones realizadas por el teólogo español
San Isidoro de Sevilla.
Hay escritos que dicen que las
plumas del ala izquierda resultaban más adecuadas para los
diestros, mientras que las del ala derecha eran mejores para ser
usadas por los zurdos.
El cálamo se fabricaba
endureciendo la pluma mediante calor o disecándola, luego se
cortaba la punta, biselándola con un cortante especial (la
cortaplumas). El escribiente debía ir manteniendo la punta en
bisel, mediante frecuentes cortes.
Al llegar al siglo XIII se
comienza a reemplazar el pergamino por el papel, y las plumas
tenían puntas biseladas más finas. Y la necesidad de realizar
escritos era mayor, por lo que se intentaba inventar algo que no
necesitara ser afilado o biselado continuamente; se hicieron
intentos de fabricación de plumas de cuerno, de caparazón de
tortugas, de piedras preciosas, de bronce (en el siglo XV hay
referencias a plumas de bronce -1465- aunque se supone que los
romanos las usaban desde tiempo antes). El calígrafo español del
siglo XVI, Juan de Yciar, menciona en 1548, las plumas bronceadas
para escritos de gran extensión, en su manual de escritura. Su uso
no se difundió hasta principios del siglo XIX.
En 1803, el ingeniero inglés Bryan
Donkin patentó la primera pluma de acero.
Con esta invención, con la
sucesiva implantación de la enseñanza gratuita y pública para la
niñez, y con la producción de plumas de acero por parte de los
fabricantes ingleses del siglo XIX, William Joseph Gillot, William
Mitchell y James Stephen Perry, el cálamo cayó en desuso.
En 1829 aparecieron los plumines
de acero, y se popularizaron años más tarde.
En 1884, un agente de seguros de
Nueva York, Lewis Waterman, patentó la primera pluma
estilográfica con depósito de tinta. Waterman inventó un
mecanismo que suministraba tinta a la punta del plumín por
capilaridad, haciendo que la tinta fluyese de forma uniforme al
tiempo que se escribía. Trajo una gran evolución en la rapidez de
escritura, pues permitía escribir sin tener que estar recargándola
constantemente. La tinta se alojaba en un depósito en el interior
y fluía por el plumín hasta el papel.
En el siglo XX, se fue imponiendo
la lapicera estilográfica, hasta que apareció el bolígrafo o
birome, que se impuso en el uso popular y diario, por su comodidad,
rapidez y economía.
El Bolígrafo
En 1938, el inventor húngaro,
Lazlo Biro, logró usar la lapicera a bolita con una tinta viscosa
y aceitosa de secado rápido que resultaba adecuada. Establecido en
Argentina en 1940, huyendo de la amenaza nazi, patentó su invento
el 10 de junio de 1943. En seguida se comenzó a usar en Buenos
Aires.
La RAF adoptó rápidamente este
invento, desde 1944, para resolver la escritura de los pilotos en
gran altura.
Si bien ya se habían patentado
sistemas a bolita, en 1888 (J. J. Loud), no se había solucionado
el problema de la viscosidad de la tinta, lo que resolvió Biro ,
después de observaciones en su trabajo de periodista, de las
tintas de imprenta de secado rápido.
El bolígrafo desplazó a la pluma
estilográfica como utensilio universal para escribir.
Después de Biró, Reynolds
perfeccionó el bolígrafo.
En 1951, el Barón francés Marcel
Bich compró la patente al húngaro-argentino Lazlo Biró y en 1953
comenzó una fabricación industrial de un bolígrafo barato,
descartable: el Bic, del cual se supone que se venden unos
3.000.000 por año. (A la producción de Bic descartables, Marcel
Bich unió las maquinitas de afeitar y los encendedores
descartables).
La duración total de las Bic es de una escritura en línea de 5
kilómetros. Su bolita está fabricada en tungsteno, y se fabrican
de 0,5 7 de 0,7 mm, ya sea para trazo fino o trazo grueso.
En 1979, la firma norteamericana
Gillette puso a la venta el Erase Mate o Replay, el primer
bolígrafo borrable.
En Gérard Pavard, educador
técnico de Morbihan, creó un bolígrafo que escribe en relieve, con
tinta termohinchable, que registró en septiembre de 1985, por el
que obtuvo el premio en París, en el concurso Lépine 1989. Dicho
bolígrafo permite el dibujo y la escritura de invidentes.
En 1963 aparecieron los marcadores,
las fibras o rotuladores con punta de fieltro y poco a poco se van
imponiendo.