La historia de la
Magia?
La Magia es la Ciencia
Trascendental, la Ciencia Absoluta, era la ciencia de Abraham y Orfeo; de
Confucio y Zaratrusta; de Henoch y Trismegistus, que grabaron en tablas de
piedra sus Doctrinas Mágicas.
La Magia combina en una sola ciencia aquello que es más cierto en filosofía, y
lo que en la religión es eterno e infalible. Reconcilia de un modo perfecto
estos términos, tan opuestos a primera vista: fe y razón; ciencia y creencia;
autoridad y libertad. Proporciona a la mente humana un instrumento de certeza
filosófica y religiosa tan exacto como las matemáticas.
Existe una verdad incontestable y un método infalible para conocer esta verdad,
los que alcancen este saber y lo adopten como un método de vida, pueden dotar su
voluntad de un poder soberano que los convertirá en Maestros de todas las cosas
inferiores, de todos los espíritus errantes, o dicho de otra manera, en árbitros
y Reyes del Mundo.
La palabra magia
procede de una palabra antigua "MAGUS", que se refiere a un
sacerdote de los Medas y de los Persas. El truco más antiguo quizás sea el de
los vasos (o cubiletes) y las bolas. Entre los romanos el término que designaba
al mago era ACETABULARIUS, que significaba "el que juega con los
vasos de vinagre",
El dato más antiguo
sobre la magia se remota al ilusionista Dedi, según los papiros
hallados en una antigua tumba egipcia y posteriormente traducidos. Dedi vivió
durante el reinado de Khufru, (llamado también Keops), faraón de
Egipto que fue el constructor de la gran pirámide de Gizeh.
Dedi era una leyenda
entre sus contemporáneos, a los que inspiraba temor. Hasta el faraón reclamó su
presencia. Dedi actuó en el escenario del palacio de piedra de Menfis,
residencia a lo largo de cinco mil años de los reyes de Egipto.
En su actuación (que
conocemos gracias a una inscripción egipcia) Dedi pidió un ganso, cortó su
cabeza con el cuchillo que llevaba y la colocó en la palma abierta de su mano.
Ante los ojos atónitos del faraón, acarició al ganso, hizo unos ademanes
acompañados de invocaciones, puso el ganso en el suelo, y el animal empezó a
caminar... con la cabeza en su lugar.
Sus seguidores decían
que eran enviados de los dioses y para demostrarlo, estos creaban más ilusiones
fabulosas. Había una estatua en el templo de Isis que arrojaba vino
continuamente sobre el altar para que los dioses bebiesen.
Mientras ilusionistas
poderosos como Dedi maravillaban a los reyes, otros presentaban juegos mas
sencillos delante de la gente del pueblo. Vasos, cubiletes y bolas eran ya
objetos antiguos en esa época. Y aún hoy en día conservan su atractivo. A
principios del siglo 1 de la Era Cristiana, el truco de los cubiletes con las
bolas se hacía en todo el mundo.
Mientras los hechiceros
de las tribus indias de Norteamérica habían superado estos trucos y hacían
mejores proezas que las de Oriente y Europa. Una de ellas era la de colocar una
flecha en el interior de un cesto, con la punta hacia el suelo. El hechicero
danzaba... y la flecha cobraba vida: se levantaba verticalmente y se mantenía
suspendida en el aire, fuera del cesto. Este es uno de los muchos trucos que
practicaban los hechiceros de las tribus indias.
Cuando se extendió el
Cristianismo por el mundo, al inicio de la Edad Media, la práctica de la magia
lo acompañaba. Había tres variantes de magia; la Magia Elegante, practicada
delante reyes y nobles, las representaciones callejeras, para la gente del
pueblo, y la Magia Negra, oculta, cuyos practicantes pretendían contar con
poderes sobrenaturales.
Los ilusionistas
ambulantes iban de ciudad en cuidad, con sus trucos de bolas, cuerda rota y
recompuesta, cubiletes y dados. Unas veces conseguían aplausos. Otras veces
fracasos. Esta opinión acerca de la posibilidad de acierto o fracaso del
ilusionista perduró hasta adentrado del siglo XVII. Poco a poco la idea sobre el
arte de los ilusionistas progresó y mejoró, sobre todo en Europa. El público
empezaba a ver al ilusionista como un artista capaz de cosechar casi siempre
éxitos. Al finalizar el siglo XVIII el ilusionismo en Europa cobró aires nuevos.
Comenzaron las exhibiciones en buenos teatros.
Ejemplos de ellos son
los magos Philippe y Pinetti, cuya elegancia asombraba a sus
contemporáneos
En el siglo XIX llegamos
a la culminación del ilusionismo. Apareció un mago que renovó el arte por
completo. Con habilidad, inteligencia y gusto exquisito enalteció la magia y
preparó el escenario para una edad dorada que se prolongaría más de un siglo. Su
nombre: Robert Houdin.
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