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Separación de
poderes
Separación de poderes,
concepto, doctrina y práctica que, en ciencia política, se
identifica con la división de las funciones del Estado, que son
ejercitadas por organismos políticos diferentes.
La
separación o división de poderes, principio característico del
constitucionalismo contemporáneo, supone una garantía para el
propio Estado y para el ciudadano (que queda protegido por un
marco legal que dificulta los abusos de poder y posibles
actuaciones arbitrarias de instituciones públicas). La
tradicional teoría de la separación de poderes divide éstos en
poder legislativo, poder ejecutivo y poder judicial. El primero
(normalmente ejercido por el Parlamento) es el encargado de
redactar, promulgar, reformar y derogar las leyes; el segundo (cuyo
responsable es el gobierno) procura su cumplimiento; el tercero
(a cargo de los tribunales), administra justicia.
Un
Estado que divide en este sentido sus facultades y funciones es
menos susceptible de caracterizarse por procedimientos tiránicos
o dictatoriales que aquel cuyas distintas potestades se
encuentran asumidas por un número menor de instituciones
responsables. La separación de poderes es, en teoría, el
principal garante del que ha sido denominado Estado de Derecho,
cuya esencia es el “imperio de la ley”, y suele ser sinónimo de
sistemas o regímenes políticos basados en comportamientos
democráticos.
Esta
doctrina fue desarrollada durante siglos. Uno de los primeros
filósofos que teorizaron sobre ella fue el inglés James
Harrington, quien, en su obra Oceana (1656), describió un
sistema político utópico basado en la división de los poderes
públicos. John Locke expuso un tratamiento más detallado de la
misma en el segundo de sus Tratados sobre el gobierno civil
(1690). En sus páginas, el filósofo inglés argüía que los
poderes legislativo y ejecutivo son conceptualmente diferentes,
aunque pensaba que no siempre es necesario separarlos en
instituciones políticas distintas; no distinguía, en cambio, el
poder judicial. El actual concepto de la separación de poderes
fue definido por el teórico francés Charles-Louis de Montesquieu
en uno de sus principales ensayos, El espíritu de las leyes
(1748), donde ya quedaba descrita la triple división (él no usó
el término “separación”) que desde entonces se convirtió en el
eje fundamental de la mayoría de las constituciones
contemporáneas.
Estado de Derecho
Estado de Derecho,
fórmula relativamente reciente en el Derecho Constitucional, con
la que se quiere significar que la organización política de la
vida social, el Estado, debe estar sujeta a procedimientos
regulados por ley. El concepto de Estado de Derecho culmina una
larga evolución histórica cuyos inicios se pueden situar en los
orígenes mismos del Estado constitucional. Es el resultado final
de la suma de una serie de elementos que han surgido en un
proceso de lucha y que han supuesto la ampliación de su base
material. Tres momentos fundamentales se pueden distinguir en su
formulación hasta alcanzar el sentido que tiene en la actualidad.
En
el primer momento se luchó para que el Estado, personificado en
el monarca y en las instituciones en que se fundamenta (burocracia,
ejército y aristocracia), se sometiera en el ejercicio del poder
a formas jurídicas bien establecidas, reglas generales, dadas
con el consentimiento de la representación de la sociedad (en el
Parlamento), discutidas y públicas. En esta primera acepción
supuso ya el reconocimiento de los derechos fundamentales de los
ciudadanos: libertad civil, igualdad jurídica, independencia del
poder judicial y garantía de la propiedad. En un segundo momento,
el Estado de Derecho implicó también la extensión del control
judicial a la actividad administrativa. A finales del siglo XIX
se produjo un fuerte debate en torno a esta cuestión, que
cristalizó con el desarrollo de la administración
contencioso-administrativa, encaminada a romper la impunidad del
Estado ante sus propias acciones. El tercer momento se inició
después de la I Guerra Mundial. El concepto de Estado de Derecho
pasó a incluir la legitimación democrática del poder del Estado,
que también tiene que estar sometido a norma jurídica.
Por
tanto, el Estado de Derecho supone el reconocimiento de los
derechos personales (imperio de la ley), la responsabilidad del
Estado y la legitimación democrática del mismo.
Gobierno
Gobierno, organización política
que engloba a los individuos y a las instituciones autorizadas
para formular la política pública y dirigir los asuntos del
Estado. Los gobiernos están autorizados a establecer y regular
las interrelaciones de las personas dentro de su territorio, las
relaciones de éstas con la comunidad como un todo, y las
relaciones de la comunidad con otras entidades políticas.
Gobierno se aplica en este sentido tanto a los gobiernos de
Estados nacionales como a los gobiernos de subdivisiones de
Estados nacionales, por ejemplo condados y municipios.
Organizaciones tales como universidades, sindicatos e iglesias,
son en general también gubernamentales en muchas de sus
funciones. La palabra Gobierno puede referirse a las
personas que forman el órgano supremo administrativo de un país,
como en la expresión 'el gobierno del presidente Ernesto
Zedillo'.
Los gobiernos se clasifican de
diversas maneras y según distintos puntos de vista; muchas de
las categorías inevitablemente se solapan. Una clasificación
familiar es la que distingue la monarquía de los gobiernos
republicanos. Los estudiosos de la época contemporánea, en
particular del siglo XX, han subrayado las características que
distinguen a los gobiernos democráticos de las dictaduras. En
una clasificación de gobiernos, los gobiernos federales se
diferencian de los estados unitarios. Los estados federales,
como Estados Unidos y Suiza, son uniones de estados en los que
la autoridad del Gobierno central o nacional está limitada
constitucionalmente por los poderes establecidos legalmente en
las subdivisiones que los constituyen. En México, república
federal, se repite el esquema organizativo del gobierno central
en los 31 estados del país: el poder ejecutivo lo ejerce el
presidente (o el gobernador), el legislativo reside en el
Congreso (o Cámara de diputados), y el judicial la Suprema Corte
de Justicia (o Tribunales Superiores). En los estados unitarios,
como Gran Bretaña y España, las subdivisiones constituyentes del
Estado están subordinadas a la autoridad del gobierno nacional.
El grado de subordinación varía de país en país. Puede variar
también dentro de un mismo país de una época a otra y según las
circunstancias; por ejemplo, la autoridad central del gobierno
nacional en Italia creció mucho de 1922 a 1945, durante el
periodo de la dictadura fascista. En una clasificación de
naciones democráticas, los gobiernos parlamentarios o consejos
de ministros difieren de los sistemas presidencialistas. En los
gobiernos parlamentarios, de los que son ejemplo Gran Bretaña,
India y Canadá, el poder ejecutivo está subordinado al
Parlamento. En gobiernos presidencialistas, como Francia,
Estados Unidos y la mayoría de los países de América Latina, el
ejecutivo es independiente del legislativo, aunque algunas de
las acciones del ejecutivo se someten a una revisión del
legislativo. Otras clasificaciones dependen de las diversas
formas gubernamentales y poderes entre las naciones del mundo.
Según la teoría de ciencia
política que prevalece, la función del gobierno es asegurar el
bienestar común de los miembros de los grupos sociales sobre los
que ejerce control. En diferentes épocas históricas, los
gobiernos han procurado lograr el bienestar común por diferentes
métodos. Entre los pueblos primitivos, los sistemas de control
social eran rudimentarios; surgían directamente de las ideas del
bien y el mal comunes a los miembros de un grupo social y se
imponían a los individuos principalmente a través de la presión
del grupo. En pueblos más desarrollados, los gobiernos asumían
formas institucionales; descansaban sobre bases legales
definidas, imponían castigos a los que violaban la ley y
empleaban la fuerza para consolidarse y desempeñar sus funciones.
Los imperios despóticos de Egipto,
Sumer, Asiria, Persia y Macedonia fueron seguidos por el
nacimiento de las ciudades-estados, las primeras comunidades
autogobernadas, en las que el gobierno de la ley predominaba y
los funcionarios estatales eran responsables frente a los
ciudadanos que los elegían. Las ciudades-estados de Grecia, como
Atenas, Corinto y Esparta, y de la parte de Asia Menor dominada
o influenciada por los griegos, proporcionaron el material para
las teorías políticas especulativas de Platón y Aristóteles. El
sistema aristotélico de clasificación de Estados, que influyó en
el pensamiento político posterior durante siglos, se basaba en
un criterio simple: los buenos gobiernos son aquellos que mejor
sirven al bien general; los malos gobiernos son los que
subordinan el bien general al bien de las personas en el poder.
Aristóteles establecía tres categorías de gobiernos: monarquía,
gobierno de una sola persona; aristocracia, gobierno de una
minoría selecta, y democracia, gobierno de muchos. Los filósofos
griegos posteriores, influenciados por Aristóteles diferenciaban
tres formas degeneradas de las clases de gobierno definidas por
él. Distinguían, por tanto, la tiranía, el gobierno de una
persona en su propio interés; oligarquía, el gobierno de unos
pocos en su propio interés y la oclocracia (democracia radical),
gobierno de la multitud o de la plebe. Otras categorías de
trascendencia histórica son la teocracia, gobierno de líderes
religiosos como en los primeros califatos islámicos y la
burocracia, el dominio del gobierno por funcionarios de la
administración, como en la China imperial.
La Roma clásica, que evolucionó de
una ciudad-república a núcleo de un imperio mundial, también
tuvo gran influencia en el desarrollo del gobierno en el mundo
occidental. Esta influencia derivó en parte del gran logro
romano en la formulación precisa por primera vez del principio
de que la ley constitucional, que establece la soberanía del
Estado, es superior a la ley común, que es originada por
decretos legislativos.
Después de la caída de
Roma, la idea romana de un dominio universal sobrevivió durante
la edad media con la formación del Sacro Imperio Romano
Germánico; y también, en parte, por el establecimiento, a través
del Derecho canónico y los tribunales eclesiásticos con
jurisdicción sobre los asuntos seculares, del órgano rector de
la Iglesia católica romana. El efecto de estas influencias fue
retrasar el desarrollo de territorios nacionales y gobiernos
después de las tendencias en esa dirección que se habían
manifestado entre los principados feudales de Europa. Por otro
lado, la lucha de los señores feudales por limitar el poder
absoluto de sus monarcas produjo finalmente numerosas
contribuciones a la teoría e instituciones del gobierno
representativo. Durante la edad media surgieron las
ciudades-estado mercantiles de Europa que formaron la Liga
Hanseática y las poderosas ciudades-repúblicas italianas o
comunas.
La definitiva aparición de
gobiernos nacionales se atribuye a dos causas principales. Una
comprende un número de causas económicas subyacentes, una gran
expansión del comercio y el desarrollo de las manufacturas.
Estas condiciones empezaron a minar el sistema feudal, que se
basaba en unidades económicas aisladas y autosuficientes, y a
hacer necesaria la creación de grandes unidades políticas. La
otra causa fue la Reforma, que logró eliminar la influencia de
la Iglesia católica que frenaba el desarrollo político en
algunos países europeos.
La nación-estado moderna se
convirtió en una forma definitiva de gobierno en el siglo XVI.
Era casi dinástica y autocrática en su integridad. La voluntad
del monarca reinante, en teoría y a menudo en la práctica, era
ilimitada; el famoso aforismo del rey Luis XIV de Francia, 'L'État,
c'est moi' ('El Estado soy yo'), no era una jactancia
infundada, sino una expresión de la realidad existente. Con el
tiempo, sin embargo, la demanda de la burguesía de un gobierno
constitucional y representativo se hizo sentir, y los poderes
ilimitados de los monarcas empezaron a ponerse en duda. En
Inglaterra, la Revolución Gloriosa de 1688 restringió tales
poderes y estableció la preeminencia del Parlamento. Esta
tendencia culminó en dos acontecimientos de importancia
histórica, la guerra de Independencia estadounidense, que
comenzó en 1775, y la Revolución Francesa, en 1789. Por lo común
los historiadores datan el origen del gobierno democrático
moderno a partir de estos hechos.
La historia del gobierno en el
siglo XIX y parte del XX es importante para la ampliación de la
base política del ejecutivo mediante la extensión del sufragio y
otras reformas. Una tendencia que se ha acentuado en el siglo XX
ha sido el desarrollo y realización del concepto de que el
gobierno, además de mantener el orden y la administración de
justicia, debe ser un instrumento de administración de los
servicios públicos y sociales incluidos, entre muchos otros, la
conservación de los recursos naturales, la investigación
científica, la educación y la seguridad social. Entre 1945 y
1951, el gobierno laborista de Gran Bretaña amplió las
responsabilidades del Gobierno al incluir la nacionalización de
un número de industrias básicas en la necesidad de una
planificación económica rigurosa. Otros avances relevantes del
siglo XX fueron la aparición del Estado corporativo y de los
gobiernos totalitarios en diversos países, y de la primera, así
llamada, dictadura del proletariado de la historia, la de la
Unión Soviética (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). De
finales de la década de 1940 a finales de la de 1980, la mayoría
de los países de Europa del Este, adyacentes o próximos a la
URSS, tuvieron gobiernos en muchos aspectos similares. En
América Latina, una de las experiencias más sugestivas en la
reformulación del Gobierno conformado por vías institucionales
es la que se desarrolló en Chile entre 1970 y 1973. Inspirada en
el programa de la coalición de Unidad Popular, encabezada por el
doctor Salvador Allende, activó la nacionalización de la banca y
la limitación de los beneficios de los monopolios
multinacionales en campos como el de la minería y la industria.
Propulsó así mismo proyectos de reforma agraria y de servicios
sociales, malogrados por el golpe de Estado que dirigió el
general Pinochet, que implantó una dictadura militar que se
prolongaría hasta las elecciones presidenciales de diciembre de
1989, en que una coalición de partidos democráticos impulsó el
proceso de transición hacia la recuperación del régimen de
libertades.
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