Los responsables del control y la movilidad
			 
            
			 ¿Alguna vez te has puesto a pensar en cómo 
              se produce cada movimiento de tu cuerpo, no solo en los que implican 
              un desplazamiento de tus brazos, piernas o cabeza, sino también 
              en cómo se mueven y trabajan en tu interior cada uno de los 
              órganos que te permiten vivir de manera normal?  
              La respuesta es muy sencilla: todo se lo debemos a los músculos, 
              que constituyen el volumen más importante del cuerpo. Ellos 
              representan alrededor del 30 por ciento del peso de la mujer, 40 
              por ciento del hombre y hasta 50 por ciento del peso total en el 
              caso de algunos atletas, como los levantadores de pesas. 
             
              
              Todo acto, consciente 
              o inconsciente, de nuestro cuerpo, que implique movimiento, fuerza 
              o el control uniforme de una posición, depende de la acción 
              de la masa muscular, controlada por el cerebro y la médula 
              espinal a través de una compleja red de circuitos nerviosos 
              que conducen de manera continua las señales que los comandan. 
            
             
            Así, una acción tan rutinaria como beber un vaso 
              de agua requiere que los músculos del brazo lo acerquen a 
              la boca, los de la garganta lo traguen, los intestinales ayuden 
              a que el líquido se desplace y que los de la vejiga lo expulsen. 
              Todo eso además del esfuerzo muscular en la espalda, cuello, 
              cabeza y piernas que nos permiten adoptar una posición erguida, 
              ya sea que estemos sentados o de pie. 
            ¿Cómo son los músculos?
            Los músculos son formaciones anatómicas capaces de 
              extenderse, contraerse, reaccionar frente a un estímulo y 
              recuperar su forma y tamaño originales. Esto, gracias a millones 
              de diminutos filamentos de proteínas que funcionan sincronizadamente 
              y que están contenidos en las fibras musculares, unidad 
              básica de los músculos, formadas por células 
              cilíndricas y alargadas. 
            Las características de cada músculo determinan la 
              fuerza con la que se contrae y la función específica 
              que cumple. Pueden ser de tres tipos: 
             Músculos voluntarios 
            También denominados esqueléticos o estriados. Son 
              aquellos ubicados en torno a los distintos huesos que conforman 
              nuestro esqueleto. Permiten el movimiento consciente o la función 
              locomotora, en la que el sistema óseo es el componente 
              pasivo, el soporte, y los músculos el activo, debido a que 
              son estos los que se contraen, generando el movimiento. 
            Los músculos estriados se caracterizan porque son capaces 
              de generar una contracción brusca e instantánea. Los 
              más potentes son los que corren a lo largo de la columna 
              vertebral, que permiten mantener la postura y aportan la fuerza 
              necesaria para levantar objetos y empujar. 
             Músculos involuntarios 
              o lisos 
            Estos rodean o son una parte de los órganos internos (en 
              los sistemas digestivo, respiratorio, reproductivo, etc.) y de los 
              vasos sanguíneos que los alimentan. Tal como su nombre lo 
              indica, su funcionamiento es independiente; es decir, no se encuentran 
              bajo el control consciente de nuestro cuerpo.   
            Los músculos lisos se contraen lenta y gradualmente, y se 
              relajan poco a poco hasta alcanzar su tamaño original. 
             Músculo cardíaco 
              o miocardio. 
            Sólo se encuentra en el corazón y es único 
              por la gran cantidad de interconexiones ramificadas que le permiten 
              bombear y activar la circulación a lo largo de la vida.  
              Pese a que es un músculo estriado, su funcionamiento es ajeno 
              a nuestra voluntad, ya que su continua contracción es controlada 
              de manera automática por el sistema nervioso. 
            Basándose en su ubicación, también se distinguen 
              los músculos superficiales y los profundos. Los primeros, 
              llamados también cutáneos, se encuentran ubicados 
              directamente bajo la piel. Son poco desarrollados en el hombre y 
              se hallan en la cara, cabeza y cuello. 
            Los músculos profundos están situados por debajo 
              de la aponeurosis superficial -lámina de fibras colágenas 
              que sirve de conexión entre el músculo y su inserción- 
              que constituye su cubierta. La mayoría de ellos se inserta 
              sobre el esqueleto (músculos esqueléticos), pero también 
              existe un pequeño número de músculos profundos 
              que se encuentran anexados a órganos, como el ojo, la lengua, 
              etc.  
            
               
                | Un 
				músculo vital
				  | 
               
               
                 
                  
                     
                      
						 El 
						corazón está formado por un músculo llamado miocardio, 
						el que a su vez está recubierto en su interior por el 
						endocardio y en su cara externa por el pericardio. 
                        En cuanto a su forma, posee cuatro cavidades separadas 
						por tabiques, dos superiores llamadas aurículas 
                        y dos inferiores, denominadas ventrículos. 
                         
                        Para funcionar correctamente, el corazón combina dos 
						movimientos, el de contracción o sístole 
                        y el de relajación o diástole. En términos 
						sencillos, se trata de un ciclo de tres períodos: en el 
						primero, se contraen las aurículas; en el segundo, se 
						contraen los ventrículos; y en el tercero, todas las 
						cavidades se mantienen en reposo. 
                        Para bombear sangre durante toda la vida, el corazón 
						debe efectuar alrededor de 3 mil millones de 
						contracciones. | 
                     
                   
                 | 
               
             
            
               
                | 
				Sabías que...
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						• 
                        Tenemos alrededor de 650 músculos, de los cuales 
						más de 600 nos permiten movernos de manera voluntaria. 
                        • Cada uno de nosotros 
						puede generar varios kilos de fuerza por centímetro 
						cuadrado de tejido muscular. Con el que tenemos en la 
						parte posterior del muslo podríamos generar una 
						tensión de hasta 1.200 kilos. El equivalente al peso 
						de dos osos. 
                        • Si todos los músculos 
						pudieran trabajar al mismo tiempo, podrían levantar 
						hasta 25 toneladas (25 mil kilos), algo así como el 
						peso de cinco elefantes. | 
                     
                   
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            La clave del movimiento
            Todos 
              los músculos, desde los que generan fuerza suficiente para 
              dar un salto de cinco metros hasta los que permiten delicados movimientos, 
              como los ubicados en los ojos y oídos, trabajan con el mismo 
              y sencillo método: la contracción. Esta se 
              produce cuando una señal nerviosa procedente del cerebro 
              ordena a cierta cantidad de fibras musculares que se acorten un 
              poco. Como resultado, se reduce todo el músculo. 
            La orden proveniente del cerebro llega a las terminaciones nerviosas. 
              Pero estas no están unidas o incorporadas a cada músculo; 
              existe un pequeño espacio que la orden debe saltar. Para 
              que logre cruzar, los nervios liberan una sustancia química, 
              la acetilcolina, neurotransmisor que inicia una actividad 
              eléctrica que se extiende a través de toda la fibra. 
              Esto provoca que sus membranas liberen iones de calcio, cargados 
              eléctricamente de átomos de calcio, que ponen en marcha 
              el proceso mecánico de contracción. Todo esto es muy 
              rápido, ya que las fibras musculares se contraen muchas veces 
              por segundo. 
            Además del procesamiento de la orden, para que se produzca 
              la contracción es necesario el acoplamiento de dos moléculas 
              que se encuentran en las fibras musculares: la actina y la 
              miosina. Dispuestas como filamentos entrelazados, estas se recogen 
              al recibir el impulso eléctrico.   
            De la distribución y la cantidad de actina y miosina presentes 
              en las fibras de cada músculo, depende si se trata de uno 
              estriado o esquelético, rico en estas sustancias, o de uno 
              liso, que debido a la escasez de filamentos luce menos estriado. 
              Así, todos nuestros movimientos los realizan miles de fibras 
              musculares y millones de moléculas trabajando al mismo tiempo, 
              según las instrucciones que les llegan a través de 
              las terminaciones nerviosas. 
            Sin embargo, la fuerza muscular no siempre se emplea para originar 
              movimiento; también es necesaria para mantener el cuerpo 
              o una parte de él rígida o en un mismo sitio. Esta 
              es la razón por la que estar de pie cansa, ya que, pese a 
              la inmovilidad, se está realizando un esfuerzo muscular. 
              En estos casos, los músculos conservan la misma longitud, 
              pero desarrollan una fuerza creciente para evitar la movilidad.
			 
             
            Esta habilidad tiene por objeto contrarrestar la gravedad: aunque 
              los músculos lleguen a relajarse, siguen alertas para evitar 
              que el cuerpo caiga. A esto se le llama tono muscular, que 
              describe la disponibilidad muscular determinada por un saludable 
              sistema nervioso. Sin tono, las mandíbulas colgarían 
              y los músculos no podrían sostener las distintas partes 
              del cuerpo. 
            Estas dos funciones, movimiento y estabilidad, se conocen como: 
               
            
             
             Contracción isométrica 
              o estática. Pone en tensión el músculo 
              sin modificar su longitud, por lo que mantiene una postura fija. 
               
            
             
             Contracción isotónica. 
              Acorta el músculo e implica un cambio de posición 
              o movimiento.   
            Nuestro funcionamiento diario depende de miles de combinaciones 
              de ambas. Un buen ejemplo de esto es caminar. Para que piernas y 
              brazos se muevan, se requiere de contracciones isotónicas; 
              mientras que para mantener erguidas la espalda, cuello y cabeza, 
              se producen contracciones isométricas. 
            Es importante señalar que un músculo no se puede 
              contraer indefinidamente, ya que se agota; es decir, se relaja, 
              disminuyendo la fuerza y la velocidad de contracción. 
            
             
            La incapacidad de responder a los esfuerzos origina el calambre, 
              que pone al músculo en estado de rigidez y genera un dolor 
              pasajero (sensación de agujas que se clavan). En un grado 
              mayor de esfuerzo, el calambre deriva en la tetanización, 
              estado en el cual al endurecimiento muscular se suma una tremulación 
              (temblor) perceptible. El reposo, masajes, y en algunos casos la 
              luz infrarroja o baños calientes, son necesarios para la 
              recuperación del músculo afectado. 
           | 
         
       
            
               
                | Nuestra 
				computadora personal   | 
               
               
                 
                  
                     
                      El comportamiento muscular es 
                        controlado por el cerebro, principalmente por su capa 
                        exterior, la corteza cerebral. El área motora 
                        primaria -una banda en el centro de la corteza-, controla 
                        los movimientos ordinarios, como caminar o correr. En 
                        tanto, el área motora secundaria regula los movimientos 
                        finos y complicados, como los que generan el habla o permiten 
                        el uso de las manos. 
                        El cerebelo, conectado con las áreas superficiales 
                        de la corteza, es el encargado, junto con los ganglios 
                        basales, de iniciar todos los movimientos y de mantener 
                        el tono muscular, el continuo estado de leve tensión 
                        que mantiene al cuerpo erguido y preparado para moverse. 
                         
                        La espalda, que tiene una precisión limitada 
                        de movimientos, está controlada por alrededor de 
                        50 mil células nerviosas o neuronas motoras; mientras 
                        que las manos, que realizan delicados movimientos, se 
                        mueven a través de los impulsos de unas 200 mil 
                        neuronas. | 
                     
                   
                 | 
               
             
      
         
           
            Fuerza y potencia  
            Los músculos 
              están compuestos por dos clases de fibras, en proporciones 
              que varían según la función que cumplen.
			  
            Las fibras de contracción rápida proporcionan 
              fuerza y potencia. Son la carne blanca del músculo. Se contraen 
              con rapidez, produciendo breves estallidos de energía. Permiten 
              realizar la mayoría de los ejercicios pesados e intensos, 
              aunque breves: correr, levantar pesos, patear una pelota o golpear 
              con una raqueta de tenis o una paleta. 
            Estos músculos se agotan enseguida y son propensos a los 
              calambres debido a la producción de ácido láctico, 
              un subproducto de su propio metabolismo que surge por la fermentación 
              de la lactosa. 
            Las fibras de contracción lenta producen una tracción 
              continua y, por tanto, una gran fuerza. Se asemejan a cuerdas resistentes 
              que solo se cansan cuando se agota el suministro de combustible. 
              Aunque son un poco más pequeñas que las fibras de 
              contracción rápida y poseen menos terminaciones nerviosas, 
              extraen más oxígeno de la sangre. Constituyen la carne 
              oscura del músculo, color que se debe a su abundante riego 
              sanguíneo. 
            Ocupamos estas fibras para los ejercicios que requieren de un enorme 
              esfuerzo, como carreras de larga distancia, nadar o andar en bicicleta. 
            En la medida que aumenta la actividad muscular, se incrementa el 
              requerimiento energético; pero como la práctica continua 
              de ejercicio puede multiplicar hasta en 30 veces la cantidad de 
              sangre que fluye a los músculos, el mismo cuerpo se autoabastece 
              para satisfacer esta creciente demanda. Esto, gracias a que los 
              latidos del corazón se tornan más rápidos, 
              incrementando la circulación y, por tanto, el riego sanguíneo, 
              que es de donde obtiene la energía. 
            Además, la oxidación de la glucosa contribuye a la 
              producción calórica del cuerpo. Es por eso que la 
              actividad muscular genera calor durante la contracción, pero 
              aún más mientras el músculo se recupera para 
              contraerse de nuevo. Durante este proceso se requiere de una gran 
              oxigenación, que hace trabajar intensamente al corazón 
              y los pulmones. Si la actividad continúa, el oxígeno 
              que aportan estos órganos resulta insuficiente para quemar 
              la glucosa requerida, por lo que sentimos que nos falta aire y respiramos 
              aceleradamente.   
            Por otra parte, cuando nos falta glucosa la sensación es 
              de fatiga y debilidad. 
              Recuperar el aliento es un síntoma de que los 
              niveles de oxígeno y glucosa vuelven a equilibrarse.   
           | 
         
       
            
               
                | Excepcionales | 
               
               
                 
                  
                     
                       
                        El músculo que reacciona más rápido 
                        en todo el cuerpo es el orbicular de los párpados, 
                        que se contrae en menos de una centésima de segundo. 
                         El más largo 
                        es el sartorio, ubicado a lo largo de los muslos, 
                        que permite la movilidad al caminar, sentarse o colocar 
                        una pierna sobre la rodilla de la otra. 
                         El músculo 
                        más pequeño es el del estribo, uno 
                        de los tres diminutos huesos que se encuentran en el oído 
                        medio. 
                         Uno de los más 
                        fuertes es el masetero, que mueve la mandíbula 
                        y la cierra con gran fuerza al masticar nueces, almendras 
                        o carne. 
                         Los más tranquilos, 
                        pero a la vez los que están en mayor tensión, 
                        son los del cuello, que deben sostener nuestra 
                        cabeza permanentemente. | 
                     
                   
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            Bajo el microscopio  
            Recordemos que los 
              músculos están compuestos por fibras musculares. ¿Pero 
              qué hay dentro de ellas? ¿Cómo llegan a constituir 
              nuestros músculos? 
            
             
            Cada fibra está rodeada por una delgada membrana plasmática, 
              el sarcolema. En su interior, está constituida en 
              un 80 por ciento por fibrillas o miofibrillas, desde 
              varios centenares a varios millares, dependiendo de la anchura de 
              la fibra muscular. En el 20 por ciento restante, encontramos un 
              citoplasma intercelular gelatinoso, que recibe el nombre de sarcoplasma, 
              los numerosos núcleos y otros constituyentes de una típica 
              célula corporal, como las mitocondrias, que son las productoras 
              de energía. 
            
             
            Cada miofibrilla está separada por delgadas bandas oscuras 
              llamadas membranas Z, mediante un compartimiento cilíndrico 
              denominado sarcómero, que es la unidad básica 
              de la contracción muscular. En su interior alberga muchos 
              filamentos más pequeños, dispuestos a lo largo de 
              la miofibrilla. Los gruesos contienen la miosina, y los delgados, 
              la actina. 
            
             
            Al centro del sarcómero hay una barra oscura, la banda 
              A, conformada sobre todo por filamentos de miosina anclados 
              a la zona H, que es más clara y está ubicada 
              en el centro de esta banda. En el resto del sarcómero, y 
              ligada a la membrana Z, está la banda clara I, formada 
              por delgados filamentos de actina. 
            
             
            Las estriaciones más oscuras se presentan donde se encuentran 
              ambos filamentos -actina y miosina-. Por eso la banda A es más 
              oscura. 
            
             
            Cuando una fibra se contrae, la longitud de las bandas oscuras 
              A sigue constante, mientras las dos regiones claras -la zona H y 
              la banda I- se acortan, mediante el deslizamiento entrecruzado de 
              ambos grupos de filamentos en direcciones opuestas. 
            
             
            Las fibras musculares esqueléticas son cilindros alargados 
              mucho más grandes que las fibras del músculo cardíaco 
              o de los lisos, por lo que resultan fácilmente identificables. 
              Algunas, como las del músculo sartorio del muslo, tienen 
              más de 30 cm de longitud.  
            
             
            Los tendones -que son un tejido blanco y áspero con 
              forma de cuerda ubicado en el centro del músculo- ligan a 
              los músculos voluntarios o estriados con los huesos por medio 
              del tejido conectivo. Esto, porque las fibras de los músculos 
              y las de los tendones son totalmente distintas y no se fusionan. 
              Entonces, el tejido conectivo se extiende desde el tendón, 
              uniéndose con el extremo de las fibras musculares.  
            
             
            Algunos tendones, sobre todo los de manos y pies, se hallan encerrados 
              en vainas que se autolubrican para protegerlos de la fricción 
              al moverse contra el hueso.   
            Además, en estas zonas los tendones experimentan una transformación 
              cartilaginosa, sobre todo en la proximidad de su inserción 
              en el hueso. Es por esto que a veces las personas de edad avanzada 
              sufren la osificación de algún trecho del tendón 
              -se tiende a endurecer como si fuera un hueso-, lo que les ocasiona 
              rigidez en la zona afectada.   
            
               
                
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                | El 
                  músculo liso, también llamado visceral o involuntario, 
                  está constituido por células delgadas con forma 
                  de huso.   | 
                El 
                  músculo cardiaco es el único que se encuentra 
                  solo en el corazón.   | 
                Los 
                  músculos estriados son aquellos que se relacionan con 
                  el esqueleto, generando el movimiento del cuerpo.  | 
               
             
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                | El ingenio
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                      |  
                        En el cuerpo humano, la velocidad y el movimiento prevalecen 
                          sobre la fuerza. 
						Es muy bueno para las tareas que implican movimientos 
                          rápidos o delicados y el desplazamiento de objetos 
                          ligeros. Sin embargo, cuando se requiere de una gran 
                          fuerza, como en un trabajo duro, el cuerpo demuestra 
                          ser inadecuado. 
                        Para compensar esta debilidad, los hombres han utilizado 
                          su mente para desarrollar máquinas y herramientas 
                          que facilitan estas tareas que desgastan e incluso pueden 
                          dañar nuestros músculos. 
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            Trastornos y enfermedades  
            El daño de 
              músculos y tendones es provocado por un sobreesfuerzo en 
              las actividades cotidianas, y por movimientos de estiramiento o 
              retorcimiento, como los que se efectúan durante una práctica 
              deportiva.   
            Las acciones de trabajo repetitivo, como el tecleo en un computador 
              o una máquina de escribir, también pueden dañar 
              los músculos y tendones. Además, existen trastornos 
              musculares que pueden provocar debilidad y degeneración muscular. 
            
             
            A continuación te presentamos algunas de las dolencias y 
              enfermedades que afectan al sistema muscular: 
             Esguince: se produce 
              un daño moderado en la fibra muscular. Una limitada hemorragia 
              causa sensibilidad e hinchazón, acompañadas a menudo 
              por espasmos de dolor, a lo que puede seguir la aparición 
              de un moretón.  
              El esguince repetitivo, originado por la reiteración constante 
              de ciertos movimientos, como en el caso de músicos y deportistas, 
              se produce por la irritación de los tendones, que provoca 
              una herida habitual. En el caso de la muñeca, el esguince 
              es causado por la presión de un nervio por un hueco óseo 
              llamado túnel carpiano. 
            
             
             Desgarro: el daño 
              en la fibra muscular es mayor y causa un gran dolor e hinchazón. 
              La hemorragia puede producir un coágulo sanguíneo 
              que seguramente tendrá que ser extirpado. 
              El desgarro de tendón, como el del talón de Aquiles, 
              común en los tenistas y velocistas, puede incluso llegar 
              a su corte, por lo que se requerirá su reparación, 
              además de unos meses de convalecencia. 
            
             
             Tendinitis y tenosinovitis: 
              la primera es provocada por la inflamación de los tendones, 
              como consecuencia de un movimiento fuerte o repetido que crea una 
              fricción excesiva del tendón con el hueso. La segunda 
              es una inflamación de las vainas fibrosas que encierran algunos 
              tendones, a causa de una extensión excesiva o movimientos 
              repetidos. 
            
             
             Distrofia muscular: 
              describe a un grupo de enfermedades, a menudo heredadas, que producen 
              una degeneración de los músculos esqueléticos. 
              No existe un tratamiento efectivo, puesto que se trata de una enfermedad 
              que genera una atrofia progresiva. Sin embargo, los ejercicios de 
              estiramiento y la liberación quirúrgica de músculos 
              y tendones puede beneficiar a algunos pacientes. 
            
             
             Miastenia grave: es 
              un trastorno inmunológico que se caracteriza por una grave 
              debilidad y fatiga muscular, causada por anticuerpos que reducen 
              el número de neurotransmisores (acetilcolina) que estimulan 
              las contracciones de las fibras musculares. La persona queda incapacitada 
              para desarrollar una actividad normal. 
            
             
             Miotonía: es 
              hereditaria, y consiste en que los músculos siguen recibiendo 
              descargas eléctricas pese a que los impulsos cesaron, lo 
              que impide el relajamiento muscular y provoca movimientos muy lentos. 
            
             
             Miositis osificante: 
              también es hereditaria. Comienza con una inflamación 
              de los músculos, los que gradualmente se van convirtiendo 
              en hueso, dificultando y disminuyendo su movimiento. 
           | 
         
       
            
               
                | Problemas | 
               
               
                 
                  
                     
                      Los músculos son capaces 
                        de autorrepararse. Si uno queda parcialmente destruido, 
                        la parte restante se hará más grande y fuerte 
                        para compensar la falta. 
                        Si un músculo perdiera su suministro nervioso, 
                        se contraería en pocos meses a dos tercios de su 
                        tamaño original.  
                        Muchas de las enfermedades que afectan a los músculos, 
                        como la poliomielitis y la miastenia grave, 
                        son en realidad enfermedades del sistema nervioso antes 
                        que del sistema muscular. | 
                     
                   
                 | 
               
             
      
         
           
            
               
                | La evolución | 
               
               
                 
                  
                     
                       
                        Como todo en nuestro cuerpo, los músculos también 
                          sufren un proceso evolutivo a lo largo de nuestra vida. 
                          Las fibras musculares de los bebés y los niños 
                          son pequeñas, incapaces de realizar cualquier 
                          esfuerzo, sobre todo en los primeros meses de vida. 
                          Poco a poco van adquiriendo la destreza que necesitan 
                          para desenvolverse en su entorno. 
                          Ya en la juventud, los músculos se han desarrollado, 
                          aunque más en los hombres que en las mujeres, 
                          porque su crecimiento se encuentra regulado por la testosterona, 
                          que es la hormona sexual masculina. La mayor fuerza 
                          se alcanza alrededor de los 30 años.
						Lentamente, el tiempo o la falta de uso hace que los 
                          músculos se atrofien. En la medida en que la 
                          persona se hace mayor, las células se degeneran, 
                          por lo que el número y tamaño de las fibras 
                          musculares disminuye. El tejido conectivo o de 
                          relleno sustituye las fibras perdidas, haciendo 
                          los músculos más rígidos y lentos 
                          en sus reacciones. 
                          El ejercicio continuado es un aspecto valioso de la 
                          medicina preventiva, ya que ayuda a retrasar la pérdida 
                          de fibras y a mantener la fuerza. Recuerda que un músculo 
                          funciona mejor en la medida en que se le emplea continuamente.
						 
                         
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				Fundación Educativa Héctor A. 
				García 
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