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definición y
áreas de interés
Proyecto Salón Hogar |
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Los Incas
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Francisco Pizarro, conquistador
del imperio inca. |
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Machu Picchu, ciudad inca dedicada al culto.
Está ubicada en la cima de una montaña. |
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Auge y caída del imperio inca
En los Andes Centrales (también dominados
Perú Antiguo), y a lo largo de la costa del océano
Pacífico frente a América del Sur, los conquistadores
españoles del siglo XVI descubrieron -y destruyeron- uno
de los imperios más poderosos y una de las civilizaciones
más originales que haya conocido la historia humana: la de
los incas.
Gracias a la fuerza
de sus armas y a su habilidad política, los incas habían
constituido una unidad política y cultural de más
de diez millones de aborígenes, que ocupaba un territorio
cercano a los 4.000 km de longitud en sentido norte-sur, y casi
500 km de anchura en promedio, región que comprendía
las actuales repúblicas de Ecuador y Perú, el norte
de Chile, el oeste de Bolivia y el noreste de Argentina.
Desde el punto de vista geográfico, el territorio de
los Andes Centrales abarcado por el imperio inca tiene notorios
contrastes. Por lo mismo, se suele afirmar que no existe un
solo Perú, sino tres: el de la costa, el de la
sierra y el de la montaña. De los desiertos costeros
se pasa a los páramos andinos, con cumbres cubiertas de hielos
eternos. El paisaje árido de la vertiente cordillerana que
mira hacia el océano Pacífico comienza a adquirir
tonalidades verdes en los fértiles valles regados por los
ríos no navegables que descienden desde el cordón
andino.
En sentido norte-sur, la costa se suele dividir en tres secciones:
norte, centro y sur. Esta división también
es perceptible en la sierra, que en realidad corresponde a la Cordillera
de los Andes. Aquí, estas tres secciones reciben los nombres
de cordillera, de clima seco y frío que sólo
permite el crecimiento de pastos aptos para la ganadería;
puna, verdadero desierto humano, salvo en el altiplano perú-boliviano;
y valles interandinos, regados por poderosos ríos.
La montaña (o selva baja) corresponde a la zona selvática
ubicada en la vertiente este del macizo andino. Considerada por
mucho tiempo como un área secundaria, se ha convertido hoy
en foco de información arqueológica que intriga a
los investigadores.
La variedad geográfica y el relativo aislamiento local facilitaron
los desarrollos regionales. Por lo mismo, no existe valle que no
haya sido asiento de una cultura. Pero, a diferencia de América
Central (o Mesoamérica), en los Andes Centrales no hay elementos
que persistan a lo largo de toda su evolución cultural, no
hay un hilo conductor. Sólo hay una constante digna de mención:
el persistente afán del habitante de la sierra por unirse
al de la costa, y el de ambos por sacar provecho de los valles intermontanos.
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Paraíso arqueológico |
Las
condiciones climáticas excepcionales de los Andes
Centrales (seco en su mayoría) han permitido
la conservación de una gran cantidad de vestigios
de las antiguas civilizaciones que los ocuparon.
En los últimos años, más sitios
que nunca antes han sido excavados por arqueólogos
profesionales. Gracias a este trabajo, hoy se sabe mucho
más sobre las culturas locales y la gente que
produjo los artefactos hallados, su estilo de vida,
su estructura política e incluso algo de su historia.
Pero, en otros casos, aún se sabe muy poco. |
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Máscara de plata para el rostro de
una momia (Horizonte Tiahuanaco-Huari). |
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La domesticación de especies animales
y vegetales facilitó el paso de una cultura nómade a
otra sedentaria. |
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Botella con asa estribo.
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Una brújula en el tiempo
La historia del Perú
Antiguo que nos refiere la arqueología es, en términos
muy resumidos, la siguiente: una sucesión de culturas que
duraron miles de años y que, en muchos casos, se extinguieron
antes de que llegaran los incas para absorber el país y organizar
en forma de imperio su herencia, obtenida mediante la conquista.
El hecho de que el conocimiento de muchas de estas civilizaciones
preincas se reduzca casi exclusivamente a lo que nos revela la arqueología,
se debe principalmente a los mismos incas, que en sus conquistas
absorbieron a los demás mediante una eficaz selección
de la historia transmitida oralmente. Porque no fueron sólo
la tierra y los pueblos del Perú lo que organizaron los incas
triunfantes, sino también la memoria: la imagen de los incas
como civilizadores se impuso como tema dominante. La
tesis inca consistía en dejar sentado que, hasta su llegada,
toda América del Sur era un desierto en cuanto a civilización.
Y esta historia oficial fue impuesta a todos los pueblos conquistados.
El recuerdo de los pueblos y civilizaciones pasadas fue purificado
sistemáticamente y reducido a una especie de deformación
selectiva, no del todo distinta a la que los conquistadores hicieron
después con la historia inca. Se creó así una
historia inca oficial; las tradiciones orales locales de las tribus
conquistadas fueron suplantadas o se las dejó perecer.
Horizontes culturales
Lo más probable es que, hasta la conquista inca -que comenzó
alrededor del 1.400 d.C.-, el área que hoy llamamos Perú
nunca estuviera políticamente unificada. Pero en los cientos
de años que la población ha vivido en Perú,
más el intercambio inter-regional y el desarrollo de la complejidad
sociocultural, condujeron a la difusión, a través
de extensas áreas, de similares estilos en la confección
de artefactos. Este fenómeno de dispersión de un estilo
que gana amplia popularidad es llamado por los investigadores un
horizonte arqueológico, término empleado para
juzgar la contemporaneidad aproximada entre puntos distantes. En
los Andes Centrales, tres períodos de expansión han
sido organizados en torno al concepto de horizonte: los de Chavín,
Tiahuanaco-Huari e Inca.
Intentos de ordenamiento
Los especialistas han intentado ordenar cronológicamente
las culturas que se sucedieron en distintas áreas de los
Andes Centrales desde miles de años antes de Cristo hasta
la unificación inca. No todas son coincidentes, pero todas
son válidas. Las diferencias proceden de diferentes criterios
de ordenamiento. El que damos a continuación, que constituye
una simplificación de otros más elaborados, proporciona
cierto orden que facilita el conocimiento de las culturas que ocuparon
esos territorios. Abarca alrededor 6.500 años, divididos
en cinco grandes períodos:
Período Paleoindio (30.000-10.000
a.C.)
Período Arcaico (10.000-1.200
a.C.)
Período Formativo (1.200
a.C.-100 d.C.)
Período Clásico
(100 d.C.-1.200 d.C.)
Período Posclásico
(1.200-1.533 d.C.)
Como el imperio inca se desarrolló en el Período
Posclásico, para llegar a él hay que conocer primero
qué sucedió en los Andes Centrales en los 6.400 años
que precedieron su ascenso.
Período Paleoindio y Arcaico
El Período Paleoindio corresponde a la época
que se extiende desde el poblamiento de América (30.000 a.C)
hasta la retirada del último período glacial (10.000
a.C.). En este lapso el hombre convivió con grandes animales
de grueso pelaje, que se extinguieron cuando la temperatura subió.
Practicaba una economía cazadora-recolectora. El alimento
era escaso y los grupos humanos estaban formados por pequeñas
bandas constituidas por una veintena de personas que iban de un
lugar a otro (nomadismo).
El Período Arcaico comenzó alrededor del 10.000
a.C. Con la retirada de los hielos, el suelo comenzó a cubrirse
nuevamente con especies vegetales silvestres; los grupos humanos
dispusieron de una mayor cantidad de alimentos silvestres, pero
tuvieron que aprender a explotarlos, pues en estado silvestre eran
más pequeños que los actuales. Al disponer de más
alimentos, la población fue creciendo, y los grupos debieron
unirse para defender de posibles invasiones el territorio donde
cazaban y recolectaban.
Período Formativo
El Período Formativo se inicia hacia el 2.500 a.C.,
en ciertas regiones de América donde las agrupaciones humanas
pudieron sedentarizarse; es decir, pudieron comenzar a vivir
en aldeas, pues cultivaban gran parte de sus alimentos y habían
logrado domesticar ciertos animales. Ya habían aprendido
a confeccionar vasijas y adornos de cerámica; a hilar telas
de algodón o lana. La sociedad inició un proceso de
especialización y estratificacion.
Al parecer, en los Andes Centrales la población se tornó
sedentaria alrededor del año 4.000 a.C., por un cambio climático
(sequía) que los empujó a experimentar con la domesticación
de ciertas especies vegetales: calabazas, pallares, algodón,
ají, ciruelas lúcumas, etc. En las sociedades costeras,
el conocimiento de la agricultura, unido a la pesca y caza de animales
marinos, ciervos y auquénidos (llamas, alpacas, guanacos),
posibilitó un incremento poblacional que alteró profundamente
sus estructuras. Entre los años 2.500 y 1.800 a.C., la vida
aldeana (sedentaria) parece haberse establecido por completo en
la costa y valles interiores de la región. Pero todavía
son considerados pueblos pre-cerámicos, pues desconocían
la alfarería, la que sólo hace su aparición
entre 1.500 y 1.200 a.C. En esta última fecha se supone que
comenzó el Período Formativo en el Perú Antiguo.
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A través de la difusión de estilos
artísticos (y no por incursiones militares), Chavín
realizó la primera unificación cultural de Perú
Antiguo. En la foto, valle de Chavín de Huantar. |
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Aspectos culturales
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Los indígenas de Chavín
tenían una agricultura bastante desarrollada. Cultivaban
el maíz -que constituía su fuente principal
de alimento-, la calabaza, las habas, la papa y el maní.
Los habitantes del sector de la costa se mantenían
sobre todo de la pesca. Construían sus hogares
de adobe o piedra, con el techo de paja, y las instalaban
cerca de los ríos, para facilitar el riego de sus
siembras.
Los muertos eran enterrados en el desierto, en el fondo
de fosas profundas. Les acompañaban distintas ofrendas
funerarias, como vasos de cerámica, instrumentos
de trabajo y algunos alimentos, tales como habas y espigas
de maíz. |
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El horizonte Chavín
Chavín de
Huantar era el nombre de una pequeña villa de los Andes
en el norte del Perú, a 3.200 metros de altura, entre la
cima de la cordillera Blanca y el valle del río Marañón.
En este lugar se desarrolló la primera de las culturas
andinas de importancia en América del Sur; contó
con algunas de las más bellas realizaciones arquitectónicas
del Perú antiguo, caracterizadas por impresionantes construcciones
de paredes de piedra, adornadas con esculturas de cabeza humanas
y animales de piedra. La primera unificación de las culturas
andinas es producto de la expansión de Chavín. Por
eso, llena la historia del Período Formativo.
Es en razón de su preponderancia que Chavín ha sido
tomado como índice para establecer tres niveles formativos
en los Andes Centrales: Temprano, Medio y Tardío.
El primero engloba a las formas que dieron origen a Chavín
y a aquellas que, siendo contemporáneas, no tuvieron ninguna
influencia en su desarrollo. El Medio se caracteriza por la expansión
de Chavín (Horizonte Chavín), y el tardío
por las formas derivadas de Chavín o las ajenas a esta cultura
que continuaron su desenvolvimiento desde el primer estadio o etapa.
Con Chavín se inicia un fenómeno peculiar a los Andes
Centrales, como es el de que las respectivas difusiones e influencias
se evidencien más en el aspecto artístico que en los
otros padrones de la cultura.
La influencia de Chavín abarcó en la práctica
toda la costa del Perú Antiguo y las cuencas de los ríos
Marañón, Callejón de Huaylas y Huallaga. Sólo
el extremo sur de Perú, norte de Chile y el altiplano de
Bolivia permanecieron al margen de ella.
El Horizonte Chavín parece ser la obra de misioneros que
lograron imponer en otras aldeas su culto a un dios felino de mirada
feroz y el correspondiente estilo artístico.
La carencia de unidad política impide hablar de un imperio
Chavín; el dominio se expresó en el intercambio
de objetos de lujos que debieron ser usados con fines ceremoniales
o como ofrendas funerarias. Entre ellos sobresalen los artículos
de oro, cuya metalurgia fue la gran innovación introducida
por Chavín.
Tan misteriosamente como se formó, el horizonte Chavín
se disolvió. La evidencia arqueológica señala
que, región por región, comenzaron a desligarse de
su influencia, volviendo a aparecer las artes regionales con su
sello distintivo, en una suerte de renacimiento de los
estilos anteriores a Chavín.
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Arquitectura |
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Portal del templo
conocido como Las Falcónidas (cultura Chavín). |
El
complejo de Chavín de Huantar es una de las mejores
muestras de la arquitectura de este pueblo.
Tiene
una superficie cercana a los 12.000 metros cuadrados
y está constituido por un conjunto de grandes
pirámides, entre las que destaca un edificio
conocido como el nombre de El Castillo, frente al cual
existían plataformas y terrazas, en parte destruidas
en 1945 por un aluvión.
A
pesar de su antigüedad, la arquitectura del lugar
es muy avanzada. El revestimiento exterior está
constituido por bloques de piedra rectangulares, tanto
gruesas como delgadas, puestas en forma alternada. En
el interior se aprecia una gran cantidad de laberintos
y galerías, escaleras, salas y diferentes relieves,
todo conectado por un sistema de ventilación.
En la parte exterior se encuentra un monolito de 4.50
metros conocido como El Lanzón, esculpido en
bajorrelieve. Representa un personaje cuya cabeza es
una extraña combinación de trazos humanos
y felinos.
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Guaco retrato de la cultura Mochica
o Moche. La expresión de los rostros es diferente en cada pieza
de cerámica. De ahí su nombre. |
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Los nazcas hunden sus raíces
en la cultura Paracas (copa de cerámica Nazca). |
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Gigantesco y enigmático picaflor trazado
sobre la pampa nortina, herencia de la cultura Nazca. |
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Manos de oro, probablemente de la cultura
Chimú. |
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Cómo vivían los mochicas |
La cultura mochica es conocida
especialmente por su extraordinaria cerámica (vasos
retratos), alguna erótica, encontrada por
miles, que constituye un minucioso diccionario sobre todos
los aspectos de la vida cotidiana.
Con la ayuda del báculo y el azadón (no
conocieron el arado), cultivaban el maíz, el algodón,
las habas, el maní, el camote, las papas y algunas
frutas. Debido a la escasez de terreno cultivable, las
técnicas de irrigación tuvieron un gran
desarrollo. Poseían animales domésticos,
como patos, cuyes, llamas, perros y loros. |
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El horizonte Tiahuanaco-Huari
En el Período
Clásico (100-1.200 d.C.) los estudiosos distinguen dos niveles
formativos: el Temprano (100-800 d.C.) y el Tardío
(800-1.200 d.C.), cuyo momento culminante está dado por
la expansión de la cultura Tiahuanaco (Horizonte Tiahuanaco-Huari).
En el Periodo Clásico Temprano la actividad regional, tanto
en los valles costeros como en algunos sectores de la sierra, dio
lugar a la formación de sociedades con culturas autónomas,
reinos que ejercían influencias sobre vastas superficies
y una amplia red de aldeas tributarias que contribuían al
mantenimiento del poder y la actividad urbana. Corresponde a la
culminación de los ensayos surgidos durante el Formativo.
Las aldeas se transformaron definitivamente en el sostén
de grandes centros ceremoniales, cuya magnitud encarna el poderío
de una clase dirigente que está utilizando excedentes, producidos
por la gran masa, para levantar construcciones que ensalzan su propio
prestigio.
Entre las culturas surgidas en este período se cuentan la
Mochica o Moche, la Gallinazo, la Recuay, la Lima, la Nazca, la
Huarpa-Ayacucho, la Huari y la Tiahuanaco.
La cultura Mochica
Los mochicas o moches fueron un pueblo agrícola de tradiciones
pesqueras, estas últimas trasformadas en deporte practicado
por los personajes importante, de casta noble o guerreros. Todavía
pueden verse los restos de sus templos, uno de los cuales, denominado
Huaca del Sol (Templo del Sol), fue construido con 130
millones de adobes secados al sol, lo que revela la existencia
de una compleja organización social. Lo avanzado de su sociedad
se manifiesta especialmente en su habilidad para fundir oro y tallar
la madera. Su arte textil poseía una base comercial. Tenían
guerreros, mensajeros, tejedores y médicos. Construían
carreteras y organizaron un sistema de correos.
La cultura Nazca
En el Clásico Temprano, un estilo barroco en las formas
simbólicas y mitológicas estableció predominio
en los valles costeros del sur de Perú, centro de la cultura
conocida como Nazca o Ica-Nazca. Sus creadores fueron gente anónima,
que produjo una cerámica menos realista que la mochica, pero
de brillante policromía y gran perfección.
El mayor misterio de la cultura Nazca es la vasta serie de dibujos
trazados en la arena y grava del desierto: líneas y formas
geométricas que se extienden a lo largo de muchos kilómetros,
representando gigantescos animales y plantas que sólo pueden
ser observados desde un avión.
La civilización de Tiahuanaco
En todas las investigaciones arqueológicas realizadas para
descubrir los restos de las civilizaciones preincaicas, uno de los
hallazgos más importantes fue el de los restos de la civilización
de Tiahuanaco, vecina a la cuenca del lago Titicaca, a 4.000 metros
de altura sobre el nivel del mar.
Los investigadores distinguen cinco períodos en la historia
de Tiahuanaco, una civilización que abarca más de
dos mil años. Los dos primeros períodos (800 a.C.-400
d.C.) conforman el estadio o etapa aldeana. Hacia el siglo
V de nuestra era, Tiahuanaco puede considerarse ya una verdadera
urbe, entrando en lo que se conoce como estadio o etapa urbana,
cronológicamente correspondiente al Clásico Temprano
de los Andes Centrales (100-800 d.C.). El auge de la clase dirigente-sacerdotal
se manifiesta en la construcción de templos y palacios que,
entre el 200 y 800 d.C., embellecieron la ciudad, sobre todo su
núcleo o foco ceremonial.
La parte central de Tiahuanaco constaba de seis conjuntos arquitectónicos,
entre los que se distinguían pirámides, templos, monolitos,
estelas y esculturas talladas en piedra. Su estructura más
importante era el Akapana, pirámide truncada compuesta
por tres cuerpos en cuya cima probablemente se levantaba el templo.
Frente a ella se levantaba el Kalasasaya, plataforma rectangular
de la que sólo quedan en pie una serie de monolitos que debieron
servir de soporte a los muros. Sobre otra plataforma descansaba
la Puerta del Sol, monolito de tres metros de alto con una
abertura central. Al este del Kalasasaya se encuentra el Templete
semisubterráneo, enorme pozo de 1.70 m de profundidad
y 742 m2 de superficie.
La transformación de Tiahuanaco en ciudad estuvo conectada
al surgimiento de un estado, encarnado en la casta dirigente mantenida
por la gran masa campesina, cuya acción estuvo avalada por
un ejército poderoso.
Motivado por el crecimiento demográfico, en la fase IV,
Tiahuanaco inició su expansión hacia los valles cercanos
del altiplano, que culminó con el comienzo de un estadio
imperial que dio término al período Clásico
Temprano.
Paralelamente al desarrollo de la fase V de Tiahuanaco y su correspondiente
expansión, otro centro, Huari, inició la conquista
de territorios vecinos. Actuando conjuntamente, ambos volvieron
a unir, cultural y políticamente, las sociedades regionales
del período Clásico, conformando el segundo horizonte
pan-peruano (Tiahuanaco-Huari), cuya principal característica
fue el profundo urbanismo que se impuso sobre la organización
semirrural del Clásico Temprano. Al igual que Tiahuanaco,
el poder de Huari estaba afirmado en un ejército bien equipado,
que le permitió extenderse hacia la costa y el norte. A través
de Huari, Tiahuanaco influyó sobre gran parte de los Andes
Centrales; a pesar de sus potenciales bélicos, Tiahuanaco
y Huari no fueron rivales.
Alrededor del siglo IX a.C., Tiahuanaco culminó la expansión
territorial, iniciada con propósitos de intercambio; pero
se desintegró hacia el 1.200 d.C., luego de que transformara
a las aldeas religiosas en ciudades con marcado sello secular.
La existencia del segundo horizonte pan-andino fue más efímera
que el primero; sin embargo, la unificación cultural lograda
puede apreciarse a través de varios elementos religiosos
y materiales conectados a Tiahuanaco, en especial en lo que se refiere
a la cerámica. Huari fue el gran difusor de Tiahuanaco por
gran parte de los Andes Centrales.
Cualquieras hayan sido sus causas, la ruptura del horizonte Tiahuanaco-Huari
dio como resultado un renacimiento de los estilos y culturas anteriores
a su formación, hecho que marca los comienzos de una nueva
secuencia.
El Período Posclásico (1.200-1.533 d.C.)
El período Posclásico Temprano se caracteriza por
la paulatina aparición de nuevos poderes regionales, que
asumen la administración de sus pueblos una vez rota la cohesión
lograda por Tiahuanaco-Huari. Ello se refleja en la cerámica
que, abandonando formas decadentes que siguen las huellas de sus
predecesores, readquiere las características mostradas durante
el Período Clásico. Es un verdadero renacimiento bajo
signos militaristas, que reemplaza la aparente religiosidad anterior
por un marcado secularismo.
El reino Chimú en el norte, y el Inca en el
sur surgen como los más pujantes. Sus expansiones fueron
casi contemporáneas; mientras el estado chimú se dirigía
hacia la conquista de los valles costeros del sur, los incas emprendían
campañas en la sierra central. Allí se produciría
el encuentro entre ambas potencias. No hubo entendimiento y los
ejércitos cuzqueños terminaron con la resistencia
de Chan-Chan, la capital chimú. Se cerraba así el
primer nivel del Posclásico.
El Posclásico Tardío vería el afianzamiento
del estado inca y su posterior expansión.
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Puerta del Sol, en Tiahuanaco. Muestra
al dios Viracocha, creador de la vida. |
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Los incas
A pesar de su importancia
en la historia americana anterior a Colón, y aunque pueda
parecer sorprendente, el imperio inca apenas tuvo una duración
de un siglo. Antes del año 1430 gobernaban tan sólo
el valle del río Vilcanota, con capital en Cuzco (también
escrito Cusco o Qosqo), que en el idioma quechua quiere decir ombligo
del mundo.
Los incas fueron una tribu que llegó al Cuzco alrededor
del 1.200 d.C. Probablemente procedían del sur, y de alguna
forma su emigración debió estar conectada a la desintegración
urbana que siguió a la caída de Tiahuanaco.
A la llegada de los inca, el Cuzco y sus alrededores estaban habitados
por otras tribus: lupacas, collas y pacajes
en la cuenca del lago Titicaca; chancas (o chankas) y quechuas
en la cuenca del río Apurimac.
Incas y quechuas compartían una lengua común, el
quechua, lo que facilitó su temprana alianza. No hubo
luchas entre ellos, como lo evidencian las crónicas, en contraste
con las repetidas referencias a encuentros armados entre otras tribus.
Establecidos en el Cuzco, los incas inauguraron una dinastía
cuyo primer rey, Manco Cápac, es señalado por
las leyendas como fundador de la raza. Tomó por mujer a su
hermana Mama Ocllo, iniciando una costumbre que se mantendría
hasta el último emperador. Sus dominios se extendían
sólo a la parte baja del Cuzco. Las siguientes dinastías
se sucedieron en pequeños reinados hasta el año 1438,
cuando Pachacutec, hijo de Viracocha, venció a los chancas.
Este hecho posibilitó una gran expansión militar,
incorporando a la mayoría de los grupos culturales de la
zona y dando nacimiento al Tahuantinsuyo, el imperio inca. Estos
implantaron su estilo de vida, y, a la llegada de los españoles,
en el siglo XVI, el imperio estaba ya homogeneizado.
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Fundación mítica |
Existen dos leyendas principales
que tratan de explicar la fundación del imperio
inca. Son las siguientes:
Leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo.- Esta
versión dice que Manco Cápac y Mama Ocllo
salieron de una isla del lago Titicaca después
de recibir una orden de su padre, el dios Sol (Inti),
para fundar una ciudad que sería la sede del imperio
en el lugar donde se enterrara la varilla de oro que les
entregó. Esto ocurre en el cerro Huanacaure y es
en este lugar que Manco Cápac funda el Cuzco (nombre
transformado del original quechua qosqo, que significa
centro del universo). A partir de este momento,
empieza la tarea civilizadora. Manco Cápac enseña
la técnica de la labranza y Mama Ocllo transmite
a las mujeres el arte del tejido.
Leyenda de los hermanos Ayar.- Esta dice que los
cuatro hermanos Ayar: Ayar Manco, Ayar Uchu, Ayar Cachi
y Ayar Auca, con sus respectivas esposas, reciben idéntico
encargo que en el relato anterior, pero en este caso tres
de los hermanos mueren en el tránsito hacia el
lugar predestinado, correspondiendo entonces a Ayar Manco
(Manco Cápac) fundar la capital e iniciar su misión
en compañía de las cuatro mujeres. |
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Terrazas o andenes junto al Machu Picchu. |
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Recreación de un quipu incásico.
Era una especie de calculadora primitiva, hecha con cuerdas anudadas. |
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Parte del Camino del Inca, que iba desde Ecuador
hasta Chile. |
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Los chasquis (en la foto, una recreación)
eran mensajeros que llevaban y traían noticias. Recorrían
a pie el Camino del Inca. |
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Un imperio sin nombre |
El imperio de los incas nunca
tuvo un nombre determinado. A veces se le ha aplicado
el nombre de Tahuantinsuyo, pero este término
nunca significó los cuatro estados unidos
ni unión de las cuatro regiones. La
voz suyo no equivale a región o estado,
sino a surcos; los cuatro suyos son
los cuatro puntos cardinales: Chinchasuyo (norte),
Collasuyo (sur), Antisuyo (este ) y Contisuyo
(oeste). Esto significaba Tahuantinsuyo o el Mundo, del
cual el Inca se consideraba señor desde su capital,
Cuzco, centro del mundo. |
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Desarrollo inca
La hegemonía
de los incas se inicia alrededor del 1.200 d.C., de manera que en
1531, a la llegada de los españoles al territorio del Perú,
su organización política, agrícola y militar
habían llegado a un considerable estadio de desarrollo.
El imperio incaico estaba firmemente dominado por una teocracia
sagrada e inviolable. El Inca, máxima autoridad política
y religiosa, se consideraba hijo del Sol. Gobernaba asistido
por una aristocracia selecta, llamada orejones, a causa
de los adornos que deformaban sus orejas; además, se consideraba
nobles a los generales y a los altos oficiales. No está probado
que los amautas (maestros) y quipu-kamayoc (manejadores
del quipu o sistema de contabilidad) fuesen miembros de esta
casta.
Por debajo de esta aristocracia se encontraban los kurakas (o
curacas), los señores. En una posición privilegiada
se hallaba también la clase sacerdotal, integrada por el
willaq uma (cabeza sagrada), las aqllas o escogidas
y los sacerdotes. Luego, formando la base de esta pirámide
social, estaba la masa del pueblo, dividida en llacta runa (originarios)
y mitimaes (transplantados de otras regiones o pueblos).
Fuera de estas clases se encontraban los yanacunas o yanaconas
(literalmente: los esclavos), que eran los vencidos y entregados
en calidad de siervos para el trabajo de las chacras y para el servicio
doméstico. Los trabajadores eran campesinos, pastores, tejedores
y alfareros, fundamentalmente; asimismo, pero en un plano secundario,
eran considerados los plateros, orfebres, picapedreros, etc.
Organización administrativa
Bajo el imperio inca, el ayllu (o barrio) llegó a
convertirse en la base político-administrativa del estado,
y en célula del imperio. La división política
se establecía de la siguiente manera: diez ayllus formaban
una marka, cuyo jefe era un cacique; diez marcas formaban
una pachaka, a la cabeza de la cual estaba un chunka-kamayoc;
diez pachakas formaban una waramka, cuyo jefe era un waranka-kamayoc;
diez warankas formaban un juno, que era dirigida por un juno-kamayoc;
diez junos formaban un suyo, cuya cabeza era un jatun-kamayoc,
miembro de la casta aristocrática. Cuatro suyos constituían
la totalidad del imperio.
Los ayllus estaban obligados a aportar al estado guerreros y yanaconas.
De esto se deduce que los incas habían creado una centralización
política y administrativa muy eficiente. La ciudad capital,
Cuzco, sede habitual del gobierno, asombró a los españoles
por su buen trazado y la abundancia de jardines, templos y palacios.
La agricultura era la base fundamental de subsistencia. El poder
central, poderoso como era, fue capaz de encauzar el enorme trabajo
tributario hacia el desarrollo de canales, terrazas y acueductos,
multiplicados incesantemente. Las cosechas de maíz, papas
y otros artículos alimenticios se incrementaron por el uso
de abonos -excrementos humanos y de animales- y el aporte de la
taclla, especie de arado que se manejaba con el pie.
Las tierras del ayllu estaban divididas en tres partes: las del
Inca, las del Sol o la iglesia, y las de la comunidad. Esta última
se dividía entre las familias de acuerdo a sus necesidades.
Cada hombre recibía una parcela o tupu, y media la
mujer. No había propiedad privada. Los campesinos debían
laborar primero en las tierras del Inca y de los dioses, cuyas cosechas
se almacenaban en bodegas gubernamentales, destinadas a alimentar
soldados, burócratas y artesanos.
Antes de los incas existían la propiedad comunal y la propiedad
privada. Con la dominación incaica, las tierras continuaron
perteneciendo a los ayllus, expresión principal de la propiedad,
pero los incas se arrogaron una especie de derecho nominal de propiedad
sobre todas ellas.
El desarrollo técnico en la agricultura es evidente en la
utilización de las faldas de los cerros, donde construyeron
terracerías conocidas como andenes.
La población estaba dividida en 12 grupos, de acuerdo a
sus edades, con sus derechos y obligaciones perfectamente establecidos.
Un sistema de tal naturaleza obligaba a mantener una serie de censos
totalmente al día: población, número de familias,
jefes de familias, tierras agrícolas, ganado. Dicha labor
estaba correspondía al quipu-kamayoc, quien disponía
sólo del quipu para llevar tales contabilidades.
El quipu estaba formado por cuerdas de lanas en diferentes
colores y espesores. Nudos de colores y gruesos variables representaban
números ordenados de acuerdo al sistema decimal. También
se les utilizaba para rememorar acontecimientos, lo que podría
encerrar un medio de escritura aún desconocido. Los datos
del quipu-kamayoc determinaban, prácticamente, todas las
decisiones imperiales.
Los Caminos del Inca
De la ciudad capital salían cuatro vías (caminos)
principales, que formaban lo que se llamaba Caminos del inca,
que atravesaban la sierra y llegaban hasta Quito (actualmente capital
del Ecuador) y por el sur hasta Chile, con rutas transversales llegando
hasta la Argentina. A lo largo de las calzadas se situaban los tampus
o tambos, donde se guarecían los chasquis (servicio
de correos consistente en un sistema de postas que se realizaba
a pie). Se ha llegado a afirmar que por este medio el Inca comía
pescado fresco, traído desde la costa. Muchas de las rutas
costeras que más tarde pasaron a integrarse a los Caminos
del Inca habían sido construidas por los chimú.
Los caminos del inca aún zigzaguean a través de las
montañas, las suben en forma de escalinatas o, simplemente,
las atraviesan por medio de túneles. Allí donde no
cabía otra posibilidad, levantaban puentes colgantes construidos
por cinco gruesos cables de fibras vegetales.
Moral y religión incásica
El estado incaico estableció tres preceptos morales fundamentales:
Ama Suway, Ama Qella y Ama Llulay, que significa
no robar, no ser ocioso, no mentir.
Generalizó el culto al Sol (Inti), al que acostumbraban
representar por un gran disco de oro circundado de rayos. Igualmente
adoraban a la Luna (Mama Quilla), así como a divinidades
que simbolizaban a otras fuerzas de la naturaleza, como truenos,
estaciones, etc. Las principales fiestas eran de carácter
religioso, como el Inti Raymi (que aún se celebra
en la explanada de la fortaleza de Sacsahuamán).
También oficializó el Ruma Simi (idioma de
la gente), nombre con el que designaban a la lengua quechua, y aportaron
algo original: un esbozo de planificación en la producción
y el consumo de acuerdo con datos estadísticos. El sistema
político formaba un plan que regulaba minuciosamente todas
las actividades humanas.
Dedicaban determinadas horas de trabajo a la familia, a las viudas
y huérfanos, a los indígenas, al ayllu, al ejército,
a los sacerdotes, a los incas.
En el comercio, aplicaron el trueque de productos en pequeña
escala. Organizaron la explotación de las minas y trabajaron
el oro, el cobre, la plata, el bronce, el estaño y el plomo.
En la textilería produjeron obras maestras, y la cerámica
alcanzó una gran importancia.
¿Cómo se derrumbó este imperio?
Evidentemente nuevo, en el primer tercio del siglo XVI el imperio
inca aún estaba en proceso de evolución. La paz e
integración de sus fronteras, manifestadas en las últimas
construcciones que carecen de fortificaciones, permitían
limar imperfecciones de una administración que descansaba
en la mutua vigilancia entre superiores y dirigidos.
Un grave vacío en la misma administración aceleraría
el proceso de ruptura. Huayna Cápac murió sin designar
heredero entre sus hijos Huáscar y Atahualpa. Los sucesos
siguientes son bien conocidos. Estalló la guerra civil. El
imperio se dividió en dos bandos cuyas cabeceras estuvieron
en Cajamarca y el Cuzco. En esas circunstancias, no era difícil
que la pequeña y cansada hueste de Francisco Pizarro pudiese
avanzar libremente hasta la misma capital imperial y, al matar al
Inca, dejarlo sin su cabeza.
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Los reyes del incario |
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Atahualpa
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Pachacutec |
Tupac
Inca Yupanqui |
Durante el período incaico gobernaron catorce
incas, que se llamaron:
Manco Cápac
Sinchi Roca
Yoque Yupanqui
Mayta Cápac
Cápac Yupanqui
Inca Roca
Yahuar Huaca
Wiracocha
Pachacutec
Amaru Inca Yupanqui
Tupac Inca Yupanqui
Huayna Cápac
Huáscar
Atahualpa
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