En principio, todo sonido es susceptible de convertirse en
música, aunque cada uno de los sistemas musicales
correspondientes a las diferentes culturas tiende a seleccionar
un tipo de sonido en el que basar su música.
En el sistema musical occidental en el que, todavía hoy, se
mueve nuestra música, la base es el tono,
que se distingue del ruido por su autonomía sonora, esto es,
porque son sus características las que lo definen y no, como
sucede con el resto de los sonidos, su procedencia. De esta
manera, en tanto que reconocemos el sonido de una puerta al
cerrarse o el de un pájaro que canta, el tono se reconoce por la
regularidad y la altura de sus frecuencias, aunque su timbre sí
que venga determinado, en buena medida, por el del instrumento
que lo emita.
Tradicionalmente se han señalado cuatro características del
sonido musical: su altura en la melodía y la armonía, su
duración en el tiempo que dura la pieza, su intensidad en el
movimiento de ésta y el timbre, que
procede del instrumento y dará un color peculiar al conjunto en
el que se integre.
Cuando dos tonos suenan a la vez, nos encontramos con un
intervalo. Los intervalos pueden medirse
en unidades llamadas cents Los intervalos más pequeños de
la música occidental, los semitonos
(que corresponden a la mitad de un tono) equivalen 100 cents,
pero en otras culturas musicales también pueden encontrarse
intervalos de alrededor de 50, 150 ó 240 cents, por poner
algunos ejemplos. El oído humano puede distinguir intervalos de
hasta 14 cents.
Se llama afinación al ajuste de las frecuencias y altura del
tono. Un tono en su punto concreto de frecuencias sonoras y de
altura será un sonido afinado. Para afinar los instrumentos, se
toma un nota de la escala como base. En la tradición musical
occidental, esta nota es el La de la escala y su altura (medida
en Herzios por segundo) ha ido transformándose a lo largo del
tiempo. El La actual es el que se encuentra a 440 Herzios
por segundo de frecuencia.
La afinación de dos sonidos se comprueba, por tanto, por la
igualdad de sus frecuencias. Esta comprobación es la que se
lleva a cabo en las orquestas antes de los conciertos: el
concertino de la orquesta da la nota La que sirve como
base, y todos los instrumentistas comprueban que el de sus
instrumentos coincide con el que se les ha dado.
La melodía es un conjunto de sonidos que forman una frase
reconocible como tal por el oyente. Forma parte de todo sistema
musical, incluso del más simple, y está relacionada, en su
origen, con el propio lenguaje del hombre (hay estudios al
respecto que la emparientan con el parloteo de los niños que aún
no saben hablar). Sus características son diferentes en culturas,
pueblos, regiones y aun clases sociales distintas.
La escala es un grupo de notas separadas por unos intervalos
específicos que se sitúan siempre en el mismo orden y que se
agrupan en torno a una de ellas, por lo general la primera, que
constituye su centro y a la que se conoce como tónica. De
esta manera, la escala constituye un esquema básico que se
emplea al construir la música desde sus estados más primitivos.
Todos los sistemas musicales, aun los más rudimentarios, cuentan,
por tanto, con una escala que es la base de su música.
El sistema occidental cuenta con dos escalas: una
diatónica, de siete sonidos, y otra cromática, de
doce, y constituye una octava, es decir, va desde uno de los
siete sonidos de la diatónica hasta su repetición (Do,
Re, Mi, Fa, Sol, La, Si,
Do). Hasta principios de nuestro siglo se entendió que la
escala cromática procedía de la diatónica y que las cinco notas
de diferencia entre ambas eran producto de la alteración de las
siete notas naturales. Ambas escalas pueden encontrarse en
modo mayor o en modo menor, según se ordenen sus
intervalos. Las siete notas que constituyen la escala reciben el
nombre de grados. Los dos más importantes son la
tónica, o primer grado, y la dominante, o quinto
grado. Su importancia reside en que la primera inicia y concluye
la escala en tanto que la segunda la divide en dos mitades
desiguales. Musicalmente hablando, la tónica supone un punto de
reposo, dado que es el límite de la escala, y la dominante un
punto de tensión, dado que está en la mitad y entre los dos
puntos de reposo. Este equilibrio entre tensión y reposo es la
base de la música occidental. El resto de los grados de la
escala ocupan su puesto en función de estos dos.
Otros sistemas cuentan con escalas distintas que, a veces,
han influido en nuestra música, así la escala pentatónica
o de cinco sonidos propia de la música de Extremo Oriente o la
escala de tonos enteros de Oceanía que consta de seis
sonidos. Ambas escalas pueden oírse en obras de ambientación
oriental de autores como Debussy o Stravinsky.
La relación entre melodía y escala es muy cercana, dado que
la escala se deduce habitualmente de los hábitos melódicos de un
determinado sistema musical. De hecho, los modos de cada escala
(recordemos que los de la escala occidental son el mayor
y el menor) no son sino variedades melódicas muy
desarrolladas que no se pueden reducir a excepciones al esquema
que supone la escala.
En algunos sistemas musicales, las escalas constituyen
patrones fijos que no se pueden alterar de ninguna forma. En
algunos casos, es necesario que la escala comience en una
determinada nota y sólo en ella. De este modo pueden aparecer,
por ejemplo, escalas de Sol o de Re. En el sistema
occidental, en cambio, las escalas pueden transponerse a
cualquier altura tonal. Esta posibilidad da lugar a las
distintas tonalidades que no son sino la misma escala a
diferentes alturas de sonido.
La armonía constituye la dimensión vertical de la música,
dado que aparece cuando aparecen dos sonidos o más de forma
simultánea. Cuando son dos sonidos hablamos de intervalos y
cuando son más de dos, de
acordes. El desarrollo armónico del
sistema occidental ha sido mucho mayor que el del resto de los
sistemas conocidos, centrados más en aspectos rítmicos o
melódicos.
Se entiende por ritmo la alternancia de elementos fuertes y
débiles. El ritmo forma parte del mundo del hombre, e incluso de
su propia anatomía. En efecto, el ritmo de la respiración o los
latidos del corazón muestran ya un ritmo dentro del que vive el
hombre. De acuerdo con ello, en todas las artes aparece un
sentido rítmico que es especialmente claro en la arquitectura,
donde los espacios y los volúmenes se sitúan de forma ordenada.
No obstante, en música el ritmo se entiende como la división
de un espacio de tiempo en partes perceptibles por el oído.
Aunque en música el tiempo se expresa básicamente mediante las
longitudes de las notas y su ausencia (silencios) y las
relaciones entre ellas, también la melodía y la armonía influyen
sobre el ritmo situando determinados elementos sobre una parte
fuerte y otros, sobre la débil. La mayor parte de la música
occidental está construida sobre una estructura de pulsos que
aparecen de forma regular.
Son los elementos en los que se plasma el ritmo. El pulso es
la unidad acentual básica de una pieza. Esta unidad se concreta
en la medida, que es la forma en que se distribuyen los pulsos
dentro de un pieza determinada. Esta distribución da importancia
diferente a los pulsos, estableciendo una diferencia entre
pulsos fuertes y pulsos débiles y creando el esquema rítmico de
la pieza, que es lo que se conoce como compás. El compás se
indica al comienzo de una pieza y cada vez que, en su transcurso,
cambia la medida. La forma de indicarlo es un quebrado cuyo
numerador indica el número de pulsos por compás y el denominador
la nota que vale un compás completo.
El método habitual para recordar y transmitir la música es
oral; la mayor parte de la música del mundo se aprende de oído.
La mayor parte de la música popular, especialmente la de
culturas no occidentales, se compone en la mente del compositor
y se transmite y memoriza oralmente. Los actos creativos de la
música incluyen la improvisación, es decir, la creación de nueva
música en el curso de la interpretación, en general a partir de
alguna estructura previamente determinada, como las ragas
de la India o los maqams del Próximo Oriente.
Por su parte, el sistema occidental ha desarrollado, en
cambio, un complejo sistema de la notación que indica
principalmente el movimiento del sonido y el tiempo que éste
dura, con una capacidad limitada para regular otros elementos
más sutiles, como el timbre. Con todo, permite transcribir un
mayor número de elementos que el resto de los sistemas de grafía
musical. Precisamente ha sido tal detallismo el que ha permitido
el mayor desarrollo armónico de la música occidental y, en
general, una mayor libertad creativa, pues el intérprete precisa
mantener menos datos en la memoria que en otros sistemas.
Para la expresión gráfica de los sonidos, la música emplea el
pentagrama, estructura de cinco líneas que
precisa la altura de la nota a cuyo principio se coloca una
clave que indica el nombre que
toman las notas en el pentagrama.
Pentagrama y líneas
adicionales.
Las notas que se colocan en este pentagrama indican con
precisión tanto su altura como su duración. Lo habitual es que
aparezcan agrupadas en compases que se indican mediante un
quebrado que se sitúa a la derecha de la clave.
Claves.
Además de estos elementos, el sistema occidental emplea
varios signos y frases de carácter convencional que indican
aspectos como el aumento o disminución de fuerza expresiva, el
carácter de la pieza o el fraseo, que se indica mediante
ligaduras y otros signos de articulación y acentuación.
Además de la notación general, existen diferentes signos
particulares de los diferentes instrumentos.
En la actualidad, según su altura, las notas tienen los
siguientes nombres: do, re, mi, fa,
sol, la, si. Las alteraciones de los sonidos
se nombran añadiendo las palabras sostenido (semitono
ascendente) y bemol (semitono descendente) al nombre de
la nota. Si, de alterada, vuelve ésta a su posición natural, se
llama becuadro a la alteración.
Redonda, negra y
blanca.
Corchea, semicorchea,
fusa y semifusa.
Silencios.
Los conceptos musicales de género y forma se hallan muy
cercanos y pueden llegar a confundirse en casos como la sonata,
que es género, pero también forma. Para distinguirlos podemos
decir que, en tanto que la forma se refiere sólo a la ordenación
del material sonoro de acuerdo con una serie de patrones que
proceden de una tradición musical, el género abarca aspectos tan
variados como la instrumentación a la que se somete a dicho
material, el texto que se le pone, si se da la circunstancia, el
lugar en el que se interpreta, etc. De este modo, una forma como
el aria puede ser vocal o
instrumental y, según lo sea, pasará a formar parte de géneros
como la ópera o el oratorio (según su texto sea profano o
religioso) en el primer caso y de una suite
o de un concierto en el segundo.
De acuerdo con los instrumentos que forman parte de ellos,
los géneros se dividen en vocales e instrumentales y, por otro
lado, en sinfónicos y de cámara.
Géneros vocales son aquellos en los que la voz humana
ocupa parte protagonista, con o sin acompañamiento instrumental,
ya solo, ya en conjunto. Los principales son la ópera (representación
dramática cantada y acompañada toda ella de música; cuenta con
una serie de géneros cercanos como la opereta, la comedia
musical o la zarzuela en los que se
mezclan partes habladas y partes cantadas), el oratorio (desarrolla
una historia de tema religioso que no se representa y que, a
veces, cuenta con un narrador; agrupa también a misas,
pasiones y otras piezas de texto religioso
compuestas con solistas, coro y orquesta), la canción y diversos
géneros corales como el
motete o el madrigal.
Dentro de los géneros vocales, se distingue entre géneros
grandes (ópera, oratorio) y géneros pequeños (canción, madrigal)
en atención tanto a su duración como a los efectivos que son
necesarios para interpretarlos. No existe, a pesar de ello, un
término que englobe a estos dos.
Géneros instrumentales son los que están escritos sólo
para instrumentos. Dentro de ellos se distingue entre géneros
sinfónicos, que son aquellos que precisan de una orquesta para
su ejecución, y géneros de cámara, que son los compuestos para
una plantilla musical reducida. De entre los primeros destacan
la sinfonía (obra para orquesta en cuatro movimientos) y el
concierto (obra en tres movimientos en la que alternan uno o
varios solistas y la orquesta). Los géneros camerísticos suelen
recibir el nombre a partir del número de sus integrantes (trío,
cuarteto, quinteto, octeto, etc.), aunque algunos reciben el
nombre de su función original (serenata, divertimento).
Por su parte, las formas musicales son patrones estilísticos
que permanecen con el paso del tiempo y que aparecen como
estructura de diferentes géneros. La más importante de todas es
la forma sonata, que se constituye a partir de un tema inicial,
al que sigue un segundo tema, un desarrollo de ambos y una
reexposición del primer tema que conduce a la coda final y que
sirve como esquema de desarrollo, por ejemplo, a la sinfonía. No
obstante, la sonata es también un género camerístico en el que
uno o dos instrumentos tocan como solistas con un tercero que
les acompaña. Es el esquema de estas sonatas el que acabará
convirtiéndose en forma.
Otras formas de importancia son la fuga, el rondó, el aria y
el aema con variaciones.
Dentro de nuestro sistema musical, a partir del siglo XIX, se
han ido creando una serie de estilos que proceden ya del cruce
de nuestro sistema clásico con otros sistemas musicales ya con
un deseo de novedad. Se conoce a éstos por estilos populares
tanto por su origen como porque forman la base del estilo
internacionalmente reconocido como tal.
Los principales estilos son el country, que procede de la
música que los emigrantes irlandeses y escoceses de los estados
del Medio Oeste norteamericano, el jazz y la música
afroamericana, que surge del contacto entre la s los esclavos
africanos del sur de los Estados Unidos y el estilo clásico, la
música afrocaribeña, el rock, el pop y el folk, los tres
derivados de los anteriores a partir de diferentes fusiones y
transformaciones derivadas tanto de fenómenos musicales como de
acontecimientos sociales. De ellos derivan otros estilos que, a
veces, suponen una fusión de varios de los principales. Por otro
lado, estos estilos han influido también en la evolución del
estilo clásico. La característica principal de estos estilos es
su difusión más allá de su ámbito original.
Por otro lado, encontramos también estilos que no se han
apartado de sus orígenes ni en lo que a su sonido se refiere ni
en cuanto a su lugar de cultivo. Es el caso del flamenco
y de la música étnica.
Todos los elementos materiales de la música tienen en su
sistema técnico una traducción oral y otra gráfica, así como
también un léxico y una escritura propios.
En la actualidad, la enseñanza musical se lleva a cabo en el
Conservatorio y se centra en la práctica de la lectura y
análisis de partituras unida al manejo de uno o varios
instrumentos. Los niveles habituales en esta enseñanza son dos:
el primero, en el que se aprende a reconocer los signos
musicales y los principales géneros y estilos de la tradición
musical occidental. Las disciplinas principales de esta etapa
son el solfeo, que consiste en el reconocimiento de los signos
musicales y en su lectura, la armonía, que estudia los acordes y
sus relaciones, y el contrapunto, que estudia la conducción de
las diferentes voces a la vez en sus dimensiones melódica y
armónica. A estos estudios de tipo teórico acompaña la formación
técnica y de carácter interpretativo aplicada a un instrumento.
El segundo nivel de los estudios musicales cuenta con tres
ramas principales: el perfeccionamiento en el manejo de un
instrumento, la composición en la que se busca potenciar lo que
de creativo haya en el alumno más allá de su faceta como
intérprete y la musicología, centrada en
los estudios de carácter histórico y teórico.
Los primeros logros en la reproducción del sonido son los
autómatas. Se conservan noticias sobre autómatas desde fecha tan
temprana como el año 1500 a.C. en Egipto. En fechas más cercanas,
los carillones de los relojes se conocen desde el siglo XIV y su
mecanismo (un cilindro de metal con púas que impulsa un teclado
o similar que produce el sonido, tal y como funcionan las cajas
de música) permitía repetir una serie de melodías previamente
preparadas.
Posteriores son los instrumentos mecánicos, tales como el
órgano hidráulico o el organillo, para los que llegaron a
componer piezas autores de la talla de Haydn, Mozart o
Beethoven. De entre ellos destaca la pianola, que permitía
también que los autores grabaran su sonido tocando en ellas
(gracias a ello hemos conservado testimonios de la forma de
tocar de Edvard Grieg, Gustav Mahler o
Claude Debussy.
A mediados del siglo XIX, se comenzó a investigar la
posibilidad de reproducir de forma mecánica el sonido real de un
intérprete, así, en 1857, el francés Léon Scott inventó un
Fonoautógrafo que no tuvo demasiado éxito. El resultado
definitivo lo obtendría Thomas Alva Edison
al inventar el fonógrafo en 1877.
La grabación se llevaba a cabo sobre unos cilindros de hoja de
lata (que pronto fueron sustituidos por otros de cera) que
después reproducían lo grabado merced a una aguja que "leía" los
surcos en los que se había registrado el sonido. El sonido era
ampliado por un altavoz con forma de embudo. Poco después, en
1888, Emile Berliner optó por grabar sobre un disco también de
cera. Aunque ésta sería la forma que acabaría por triunfar (sobre
todo por la mayor facilidad para realizar copias), disco y
cilindro compitieron durante cerca de veinticinco años.
El aparato de Edison, perfeccionado y con un nuevo nombre,
gramófono, será ya objeto relativamente
frecuente hacia 1920. Pronto se le añaden elementos que lo
mejoran, tales como controladores de tono y volumen, altavoces y
un mecanismo automático de cambio de disco. Con todo ello
aparece un nuevo nombre, tocadiscos, con el que llega hasta
nuestros días. No obstante, también el sonido se perfecciona
paso a paso hasta llegar a la grabación estereofónica en 1957.
De este modo, el oyente podía tener la misma sensación que en el
concierto o la representación, toda vez que contaba con dos
canales de sonido.
Parecida evolución sufre el disco que pasa a fabricarse en
pizarra (y más adelante en laca) y con una mayor duración. No
será, sin embargo, hasta 1948 cuando aparezca el microsurco
que, merced a una distancia menor entre los surcos y un mayor
número de revoluciones por minuto (33, frente a las 78 empleadas
hasta ahora) alcanzaba una duración de cerca de media hora por
cada cara. Será el disco de larga duración también conocido como
LP (siglas de Long Play, ´larga duración´) que
llegará, con leves transformaciones hasta la actualidad. La
principal de entre ellas será el empleo del vinilo y el
poletileno (más flexibles y, por ello, más difíciles de romper
que la pizarra o la laca) como materiales.
Finalmente, a principios de los años ochenta, comenzó a
desarrollarse la aplicación del láser a la reproducción del
sonido. Gracias a ella, las distorsiones debidas a las agujas
que los tocadiscos empleaban para "leer" los surcos, desaparecen.
El láser "lee" la información codificada en el soporte (protegido
por una carcasa de plástico que impide su desgaste) sin provocar
la menor distorsión. Su éxito se ha visto repetido en lo que a
la grabación y emisión de imágenes se refiere.
Respecto del empleo de técnicas magnetofónicas, sus orígenes
son casi tan antiguos como los del cilindro y el disco, aunque
comenzase por aplicarse sólo al envío de telegramas. Su
desarrollo fue más lento que el del disco y no fue hasta finales
de los años cuarenta cuando comenzó a haber cierto interés en
los magnetófonos. La aparición del sonido estereofónico fue un
importante inconveniente para su desarrollo, pues los aparatos
monofónicos no estaban capacitados para emitir en estéreo. No
será hasta que estas dificultades se solucionen, ya en los años
sesenta, cuando los cassettes tengan una difusión importante.
Posteriormente, el desarrollo de la grabación magnética se ha
aplicado también con éxito a la reproducción de imágenes.
Las primeras grabaciones se llevaban a cabo de forma
analógica: el intérprete debía colocarse lo más cerca posible de
una embocadura que llevaba la voz hasta los mecanismos de
grabación y tocar o cantar al mayor volumen posible para evitar
que el sonido se perdiese. Una aguja grababa sobre el soporte
las vibraciones del sonido que pasaba por la embocadura. No será
hasta 1924 cuando el uso de micrófonos y amplificadores
eléctricos permitirá una mayor calidad del sonido y unas
condiciones más cómodas para la grabación.
En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, se dará
gran importancia al perfeccionamiento del sonido, para lo que
será de gran ayuda la evolución de la radio. Un paso de gran
importancia se dará en 1957, cuando se dé paso a la grabación
estereofónica, obtenida a partir de dos micrófonos en lugar del
único utilizado hasta ahora. Posteriormente, se emplearán cuatro
y más micrófonos de modo que aumente más cada vez la sensación
de sonido real.
Supondrá un gran paso en este aspecto, a finales de los
setenta, el desarrollo de la técnica digital, que convierte la
señal acústica en una serie de impulsos codificados que
sustituyen con ventaja a la grabación analógica empleada hasta
ese momento, grabación que se limitaba a "copiar" el sonido
real. De esta manera, se evitan distorsiones y el sonido se hace
todavía más parecido al original.
Mientras, el empleo de la cinta magnetofónica en las
grabaciones facilita en gran medida el trabajo de montaje, toda
vez que no sólo es un material más fácil de manejar, sino que
permite también un montaje más sencillo de las tomas finalmente
seleccionadas.
Desde que un compositor concluye una obra hasta que ésta se
interpreta en público son precisos ciertos pasos que van desde
el registro de la obra por parte del autor para evitar el plagio
hasta la búsqueda de intérpretes y de local donde llevar a cabo
la interpretación o de una editora musical donde imprimir o
grabar la obra. Estos aspectos, junto con la construcción de
instrumentos, constituyen la industria musical.
Dichos mecanismos se centran en cuatro industrias diferentes:
También conocida como luthería, la construcción de
instrumentos se lleva a cabo de forma especializada. Los
constructores o luthiers construyen una sola clase de
instrumentos de los que conocen todas las peculiaridades, desde
el material más adecuado para su construcción hasta las mejores
condiciones de conservación. En ocasiones, los constructores
forman grandes compañías, sobre todo cuando se trata de fabricar
instrumentos con gran número de piezas (como el órgano o el
piano), o bien instrumentos de los que hay gran demanda. Sin
embargo, junto a ellos existe un número importante de
constructores artesanos que construyen de encargo no sólo
instrumentos actuales, sino reproducciones de instrumentos
antiguos. Muy cercanos a ellos se encuentran los restauradores
que devuelven a su estado primitivo instrumentos dañados por el
paso del tiempo.
En la actualidad, la construcción presenta una nueva faceta
en lo referente a los instrumentos electrónicos, que se fabrican
en serie y en los que el sonido tiende a estereotiparse, con
detrimento de la calidad de la interpretación. No obstante, su
mayor facilidad de uso y su amplísima gama de posibilidades ha
hecho que tengan gran éxito y que sean empleados cada vez con
mayor frecuencia.
La publicación de partituras se ha llevado a cabo desde
siempre por una serie de casas especializadas que han satisfecho
las exigencias del mercado y que han contactado directamente con
los compositores. Poco después del establecimiento de la
imprenta, algunos impresores comenzaron a editar libros de
música. Dos eran, en principio, los grandes receptores de la
música impresa, por un lado la Iglesia, que contaba así con un
material mejor para sus coros y, por otro, la incipiente
burguesía urbana, que disfruta haciendo música en casa y que
compra obras de no demasiada dificultad con las que pasar la
velada.
La importancia del segundo receptor se hará más y más
importante con el paso del tiempo, en tanto que las obras
grandes (óperas, oratorios, conciertos o sinfonías) o no se
editaban o conocían ediciones minoritarias que se llevaban a
cabo para el estudio y la ayuda a la interpretación. La edición,
en cambio, de música para la ejecución doméstica será la base
comercial de estas grandes casas.
Ya en el siglo XX, la difusión de la música grabada y de la
radio hizo disminuir la publicación de este tipo de piezas. A
causa de esto, las grandes casas editoras se han especializado
en la edición de partituras de estudio y en la edición crítica
de música clásica.
A pesar del papel cada vez mayor de la música grabada, la
importancia de la música en directo no ha decrecido. Muy al
contrario, los discos suelen ser excelente medio de publicidad
para los conciertos de los artistas de éxito. Es frecuente que
dichos conciertos no se celebren aislados, sino en el marco de
festivales y encuentros muchas veces de importancia mundial.
La costumbre de celebrar conciertos públicos comenzó en la
Inglaterra del siglo XVIII y se generalizó durante el siglo XIX.
Desde entonces hasta la actualidad, ha sido cada vez mayor la
diversificación de locales y programas posibles. También es de
origen inglés la celebración de festivales, en los que la música
cuenta con una parte importante, cuando no exclusiva. De entre
los festivales de música más importantes del mundo se encuentran
los de Salzburgo, Edimburgo, Bayreuth y Lucerna. Dentro de
España, destacan el Festival de Música de Canarias, el de
Perelada y el Festival de Jazz de Vitoria.
Los medios materiales de interpretación de la música son los
instrumentos musicales. Éstos pueden ser naturales o fabricados.
De los primeros es el más importante (además de ciertos tipos de
percusión corporal) la voz humana.
Todas las sociedades tienen música vocal y, con alguna
excepción, instrumentos. Entre los más sencillos están los palos
que se golpean entre sí, los palos con muescas que se frotan,
las carracas y las partes del cuerpo que se usan para producir
sonido, como las palmas. Estos instrumentos simples se
encuentran en muchas de las culturas tribales. En todo el mundo
se pueden utilizar como juguetes o para participar en rituales
arcaicos.
Los instrumentos con los que contamos en la actualidad
proceden, en su mayor parte, de las civilizaciones de la
Antigüedad. Muchos de ellos, especialmente de viento y percusión,
procedían del Mediterráneo Oriental y llegaron a Europa ya a
través de Bizancio, ya por influencia de los musulmanes
españoles. Los instrumentos de cuerda que han llegado hasta
nosotros se desarrollan, en cambio, a lo largo de los siglos
VIII y IX y son de factura europea. No están emparentados por lo
tanto (al menos que se sepa) con las arpas sumerias, egipcias o
hebreas de las que nos han llegado noticia y reproducciones,
pero de las que se desconoce tanto el número exacto de cuerdas
como el método de afinación.
Las civilizaciones antiguas cuentan básicamente con
instrumentos de percusión y, en estadios algo más avanzados, de
viento de fabricación simple y destinados a funciones concretas,
tales como la celebración de fiestas o actos religiosos. Los
instrumentos de cuerda, en cambio, pertenecen a un estadio más
avanzado y, por su menor sonoridad, parecen destinados al
cultivo doméstico de la música.
A lo largo de la Edad Media, los instrumentos van a
permanecer casi sin cambios. En el Renacimiento se crean las
familias completas de instrumentos que conocemos hoy, (cuerda,
viento metal, viento madera y percusión), aunque no estén
integradas todavía por los mismos instrumentos que en la
actualidad, y se perfeccionan el mecanismo y la afinación de los
instrumentos más graves. El perfeccionamiento de los mismos
instrumentos prosigue a lo largo del Barroco sin que,
sustancialmente, se cree ninguno nuevo. Sí que hay, en cambio,
nuevas denominaciones debidas a los perfeccionamientos
mencionados. El más conocido es el del violín, que pasa
de ser conocido como viola alta o viola aguda a
recibir el nombre que le damos en la actualidad.
A lo largo de los siglos XVIII y XIX, se van introduciendo
novedades como las llaves en las flautas y se van creando nuevos
instrumentos, algunos de larga vida como el clarinete
y otros más efímeros como el baritón o el arpeggione. Al mismo
tiempo, instrumentos con ciertas dificultades se ven
progresivamente sustituidos por otros de la misma familia. Éste
será el caso de la viola da gamba (uno
de los instrumentos graves de la familia de la cuerda), que
perderá su lugar en favor del violonchelo.
Fundamental será, en el mismo XVIII, la creación del piano
para sustituir al mucho menos sonoro clave.
Las posibilidades que el nuevo instrumento abría (mayores aun
tras sucesivos perfeccionamientos) serán ampliamente explotadas
por los compositores a lo largo de los siglos XIX y XX y darán
un aire completamente nuevo tanto a la música para teclado como
a la música de cámara. Asimismo, dentro de los instrumentos de
tecla, tiene gran interés el desarrollo del órgano.
Instrumento ligado a la música de iglesia, seguirá, no obstante,
el desarrollo de la música. De este modo, a lo largo del XIX,
sumará a su sonoridad característica numerosos registros que
tienden a acercar su sonido al de la orquesta.
El siglo XIX es también el siglo de los inicios del
coleccionismo, la catalogación y el estudio exhaustivo de los
instrumentos. El desarrollo de la musicología y el interés por
la música de épocas anteriores se manifestará también en el
estudio de esta faceta.
Ya en el siglo XX, será fundamental la creación de
instrumentos electrónicos con mucha más potencia sonora y, en
ocasiones, con capacidad para imitar a varios instrumentos
clásicos. Particularmente importante será el desarrollo del
sintetizador, instrumento musical
electrónico, que cuenta con un teclado musical y un tablero de
control, con el que se pueden diseñar sonidos por la combinación
de distintos elementos.
Se produce al rozar el aire procedente de los pulmones con
las membranas conocidas como cuerdas Vocales, situadas en la
laringe. La voz humana es un instrumento melódico, pues sólo
puede producir sonidos sucesivos. Comprende una escala de
sonidos cuya extensión es, aproximadamente, de seis octavas,
desde las voces más agudas hasta las más graves. Las primeras
corresponden a voces de mujer o de niño y las segundas, a voces
de hombre. De agudo a grave, la voz recibe el nombre de
soprano, mezzosoprano y contralto (voces de
mujer), tenor, barítono y bajo (voces de
hombre). La ventaja de la voz humana sobre los instrumentos
musicales está en que es el único instrumento que puede unir la
palabra al sonido.
Son aquellos que suenan a través de cuerdas. Se clasifican de
la siguiente forma:
a) De arco: violín, viola, violoncelo, contrabajo, viola de
amor y viola da gamba.
b) De cuerdas punteadas: arpa, mandolina, bandurria, guitarra y
clave.
c) De cuerdas percutidas: piano y clavicémbalo.
Suenan cuando se sopla a través de ellos. Se clasifican
merced al material del que estaban fabricados. Con el paso del
tiempo, algunos de ellos, como la flauta, han pasado a ser
fabricados con otros materiales, aunque se ha buscado que su
sonoridad no se alterase. Por esta causa, se les sigue situando
en el mismo grupo.
a) Viento madera: flautín, flauta, clarinete, oboe, corno
inglés y fagot.
b) Viento metal: trompeta, corneta, tuba, trompa, saxofón,
cornófono.
Forman capítulo aparte instrumentos como el órgano o el
acordeón en los que el aire es impulsado por teclas y la
armónica, en cuyo sonido interviene de forma fundamental la
lengua.
Suenan al ser golpeados y se clasifican de acuerdo a la forma
de producción del sonido en Idiófonos (que resuenan en sí mismos,
tales como las maracas, los crótalos, etc.) y Membranófonos (que
resuenan a través de una membrana (tambores, timbales, etc.).
Una segunda clasificación se lleva a cabo según sean capaces
de emitir sonidos afinados o siempre emitan el mismo:
a) De sonidos determinados: timbales, campanas, carillones,
juegos de timbales y xilófono.
b) De sonidos indeterminados: bombo, tambor militar, redoblante,
pandero, tamboril, platillos, triángulo, tamtam, castañuelas,
etc.
Aquellos que reproducen música que ha sido previamente
preparada y que se activa mediante algún mecanismo. Son
instrumentos como el organillo o la pianola.
Los electrófonos son instrumentos en los que se emplea la
corriente eléctrica para hacerlos sonar. Su empleo en las
variantes de pop y rock, así como en la llamada Música
Electroacústica les convierte en verdaderos protagonistas de la
música de nuestros días, cuyas posibilidades no han hecho sino
comenzar a desarrollarse.
Los instrumentos no actúan solos, sino agrupados en conjuntos
ya vocales, como el Coro o instrumentales como la Orquesta, ya
mixtos como el Ensemble.
Disciplina que se encarga del estudio de las posibilidades
tímbricas de los instrumentos y de su disposición dentro de una
obra concreta. Por su papel en el resultado final de la obra, se
ha comparado al color en la pintura. Cuando la instrumentación
se realiza para una orquesta, se habla de Orquestación.
Las diferentes culturas que conviven en el mundo tienen
también su reflejo en la música. Junto al sistema tonal en el
que se mueve la música occidental, culturas como la musulmana,
la hindú o la china mantienen unos sistemas musicales diferentes
que, aunque cuentan con los mismos elementos básicos, se basan
en principios diferentes.
El sistema occidental abarca a toda Europa y a aquellos
puntos del resto del planeta de cultura afín a la europea.
Se caracteriza por el empleo de escalas de tonos y semitonos
iguales (lograda durante el siglo XVIII) y un desarrollo
armónico e instrumental mayor que el del resto de los sistemas,
Conocemos también la existencia de otros sistemas musicales
basados ya en escalas, ya en sistemas de afinación diferentes, y
que emplean una instrumentación adecuada a ellos. En general,
corresponden a grandes áreas unidas por razones ya geográficas (como
en el caso de África o de los países del Extremo Oriente
asiático), ya culturales (como sucede con la música de los
países islámicos).
Los principales grupos son la música africana,
que se caracteriza por la importancia del ritmo y por la
tendencia a la repetición de sus estructuras, la música del
Extremo Oriente, basada en un sistema de cinco sonidos o
pentatónico que identifican con las esferas del cielo y al que
dan un sentido filosófico, la música hindú, que se basa en una
escala de siete grados conocidos como "shruti" y que equivalen,
aproximadamente, a la cuarta parte del tono occidental; su
interpretación se asocia a la conservación de los himnos védicos,
la música islámica, que se caracteriza también por el empleo de
escalas divididas en cuartos de tono conocidas como "Maqam" y la
música de Oceanía que ha sufrido un fuerte contacto con los
misioneros europeos, lo que le ha llevado a un curioso estilo
intermedio.
La complejidad de las actuales composiciones e
interpretaciones musicales exige la formación y especialización
de los músicos en diferentes disciplinas, con frecuencia
complementarias. De entre los profesionales relacionados con la
música los más destacados son:
Se llama compositor al que crea una obra musical. Aunque
cualquier persona es capaz de crear una obra musical, se suele
entender por compositor al que ha llevado a cabo estudios de
dicha disciplina en el Conservatorio. Dichos estudios se
realizan como último escalón de una formación que comienza con
el conocimiento y la imitación de las reglas, formas y géneros
de la música clásica occidental y buscan el entrenamiento del
estudiante para despertar su creatividad y su capacidad para
crear dentro o fuera de dichos géneros, formas y reglas.
Se encarga de adaptar una obra ajena para una formación
diferente de la original (por ejemplo, la adaptación para
orquesta de una obra escrita originalmente para piano). En el
ámbito del pop, se llama arreglista al encargado de la
instrumentación de una melodía de otro autor. La mayor parte de
los compositores de música pop cuentan con arreglistas que
instrumentan el acompañamiento, habitualmente realizado para un
solo instrumento.
Es el que lleva a cabo la ejecución de la obra musical.
Habitualmente, el intérprete se especializa en un instrumento o
estilo concreto. Esta especialización puede ser sólo fruto de
una disposición natural (como sucede en el caso de los
intérpretes de música folclórica) o bien de una preparación
técnica y estilística que le permite comprender los detalles del
instrumento o estilo al que se dedica. Esta preparación se lleva
a cabo en el Conservatorio o en escuelas de música
especializadas en determinados estilos, tal y como sucede con
frecuencia con el jazz o el pop. Los intérpretes pueden
ser solistas o miembros de algún grupo, asimismo pueden ser
directores de coro y orquesta, encargados de transmitir su
visión de la partitura al conjunto que ha de interpretarla.
Se encarga de la enseñanza de la música. Su formación es la
habitual en cualquier músico, aunque se especialice en la
pedagogía. Los profesores de música son, básicamente, de dos
tipos, los encargados de la enseñanza instrumental y los que se
ocupan de materias técnicas (solfeo, armonía etc.).
Técnico de sonido
Se encarga de cuidar los elementos técnicos que acompañan a
la grabación e interpretación de la música. Su trabajo comenzó
con el desarrollo de la música grabada, campo en el que era el
responsable de cosas tan variadas como la colocación de los
micrófonos durante la grabación, la repetición de tomas, o el
asesoramiento a los intérpretes en la selección final de las
tomas realizadas.
Con el desarrollo de la microfonía y, más adelante, de los
instrumentos electrónicos, el técnico de sonido ha ampliado su
campo de acción a la interpretación de la música en vivo. Se
encarga de la colocación de los micrófonos y de los
amplificadores de sonido, así como del equilibrio de su sonido
para que el resultado sea el deseado.