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O b r a
d i s e ñ a d a y c r e a d a p o
r H é c t o r A. G a r c í a
El
Descubrimiento de América
Seleccione
Primer Viaje: 1.492
Segundo Viaje: 1.493
Tercer Viaje: 1.498
Cuarto Viaje:1.502
Trasfondo
historico
El "Descubrimiento de América" o
"Encuentro de dos Mundos" (como dio por llamarse a este suceso con
motivo del quinto centenario de la hazaña lograda por el navegante
genovés Cristóbal Colón al mando de las tres carabelas la Niña, la
Pinta y la Santa María), es y ha sido uno de los acontecimientos más
importantes de los últimos siglos porque cambió el rumbo de la
historia.
A continuación, una breve reseña de los
principales acontecimientos que antecedieron y sucedieron a este
importante evento:
A fines del siglo XV, el mundo se hallaba circunscrito a solo tres
continentes: Europa, Asia y África.
El estado de adelanto en que se
hallaba la ciencia geográfica, la náutica, la cartografía, las
construcciones navales y los descubrimientos marítimos en el último
tercio del siglo XV, coincidió en España con la conquista de Granada,
último reducto de la dominación árabe, y la consecución definitiva de
la unidad territorial y política, realizada por los Reyes Católicos.
Luego de ocho siglos de lucha, la Reconquista remataba su triunfo con
la expulsión del último rey Moro. Creadas las condiciones de un Estado
vigoroso y consolidada la Reconquista material y espiritual, pudo
romperse el cerco en que Portugal había querido encerrar a Castilla, y
España se lanzó a las grandes empresas marítimas de la ruta del
Occidente. El supremo artífice de estos últimos acontecimientos fue el
aún hoy misterioso personaje llamado
Cristóbal Colón. Navegante experimentado, en uno de sus
viajes, luego de un percance, llega de insólita manera a Portugal.
Concibió ahí su proyecto de navegar hacia el occidente. Propuso al Rey
de Portugal, Juan II que se lo patrocinara, pero los altos dignatarios
de la corte de Lisboa juzgaron y rechazaron su idea por falta de
interés.
Luego de casi un
año y medio de espera, en 1491, vuelve a tocar las puertas de La
Rábida, y el Fray Juan Pérez,
envió una carta a la reina Isabel donde proponía que se prestase
atención a Colón en sus propuestas.
Con la aceptación de los Reyes, el 17 de abril de
1492 se firmaron en el campamento de Granada las históricas
Capitulaciones de Santa Fe, en
donde se concedía a Colón, el Almirantazgo de la Mar, el virreinato y
gobierno de las tierras que se descubrieran, la justicia en los
pleitos que se suscitasen, la quinta parte de las mercancías y la
décima de los metales que se extrajeran. Además se le reconocía como
socio de la Corona y se le autorizaba a pagar los gastos de la
expedición con la octava parte.
Colón se dispuso
rápidamente a preparar el viaje de las tres naves que se le habían
concedido. La ayuda de los hermanos Pinzón fue decisiva. Como el
Almirante, asociado de la Corona carecía de fondos,
Martín Alonso Pinzón, vecino de
Palos, se los facilitó. A Martín Alonso le acompañaron sus dos
hermanos: Vicente Yáñez, que honró
su apellido como explorador más adelante, y
Francisco Martín. Iban también con
ellos Diego Martín Pinzón, el
Viejo, con sus hijos Bartolomé Martín
y Arias Martín. El prestigio de
estos nombres hizo que se enrolasen numerosos marineros. En la
expedición de los 6 Pinzones, figura también el cántabro
Juan de la Cosa, uno de los
descubridores más famosos, y el primero de los cartógrados de América,
propietario y maestre de la Santa María.
De
las tres embarcaciones, sólo la Santa María fue contratada. Las dos
carabelas Pinta y Niña iban por embargo. La Santa María era nao y no
carabela; la Niña, aunque del mismo tipo, tenía la vela redonda; la
Pinta sólo conservó su aparejo latino hasta Canarias. Allí se cerró el
ciclo histórico de la carabela, aunque subsistió el nombre para
hacerse inmortal.
El 3 de agosto de
1492, partió la primera expedición con rumbo a las Islas Canarias,
desde el puerto de Palos de Moguer. Navegaron en alta mar y se
interpusieron a las tempestades y percances que pudieran dar luz en el
camino.
En la noche del 11 al 12 de Octubre, Colón y el
marinero Pedro Gutiérrez divisaron
una luz; en la madrugada siguiente, desde la
Pinta, otro marinero:
Juan Rodríguez de Triana, conocido
luego como Rodrigo de Triana lanzó
el ansiado grito de ¡Tierra!, primer anuncio del portentoso hecho:
América había sido descubierta.
Colón creyó
arribar la India, porque nunca pensó que existía un continente
interpuesto entre Europa y Asia. Luego de los descubrimientos, Colón
regresó a España para volver con más preparación para explorar,
denominar y poblar las tierras. Lo que se conoce como colonización.
El
Día de la Raza se denomina
al 12 de Octubre en conmemoración al descubrimiento de América.
Significó una nueva era en la antigua, un gran paso para la humanidad
y el nacimiento de una nueva raza, la mestiza, que fue la fusión de
españoles e indios.
Recordamos siempre esta aventura lanzada
por el enigmático Colón, de quien hasta hoy día, se tienen dudas de su
origen, pero se tiene guardada históricamente su hazaña: la de
completar la faz de la tierra y mostrar al mundo, lo que antes
faltábale descubrir.
Primer Viaje 1492
El 23
de mayo de 1,492, los vecinos de la pequeña villa de Palos fueron
convocados en la iglesia parroquial de San Jorge, donde en presencia
de Colón y fray Juan Pérez se leyó la orden real. El pueblo de Palos
era requerido para abastecer y armar dos carabelas, a fin de que Colón
pudiera salir donde los soberanos le enviaban. La Corona pagaría por
anticipado cuatro meses de sueldo a las tripulaciones, en la cuantía
normal para la navegación de altura.
Se consiguieron la Pinta (de Gómez Rascón y Cristóbal Quintero) y la
Niña (de Juan Niño). Seguramente fue Juan Pérez quien atrajo a la
causa a los hermanos Pinzón, pertenecientes a una antigua familia de
marineros y armadores de Palos. Las tripulaciones afluyeron incluso
para la tercera unidad, la nao la Gallega ( de Juan de la Cosa),
fletada por Colón y rebautizada con el nombre de Santa María. Tanto
Santángel como Colón pidieron considerables cantidades de dinero a
préstamo.
Una
circunstancia que contribuyó a retrasar el viaje fue la expulsión de
los judíos. En principio se había decidido que todos los judíos no
conversos abandonarían el país antes del 30 de junio, pero la
imposibilidad de cumplir dicho plazo hizo ampliar la fecha límite
hasta el 2 de agosto. Los judíos más ricos fletaron barcos en todos
los puertos españoles y los cargaron de gente y efectos personales.
Quizá los armadores de Moguer y Palos pensaron que podían obtener
mayores beneficios si los dedicaban al transporte de judíos, y por
ello no estuvieron bien dispuestos a fletar sus carabelas a Colón,
quien a menudo se quejó de las malas cualidades marineras de la Santa
María. Según las versiones la cifra de judíos expulsados en
1.492 oscila entre 160.000 y 800.000.
Colón
aguardó hasta el último momento la fecha de expulsión, y entonces fijó
su salida para el 3 de agosto. Las tripulaciones subieron a bordo la
tarde del día 2.
En las tres naves embarcaron noventa hombre, aunque algunos hablan de
ciento veinte. En la nao capitana acompañaban a Colón, capitán
general, el maestre y propietario Juan de la Cosa y el piloto
Peralonso Niño. En la Pinta iba el capitán Martín Alonso Pinzón;
Francisco Martín Pinzón era maestre, y Cristóbal García Sarmiento,
piloto. La Niña era mandada por Vicente Yáñez Pinzón; el propietario
de la nave, Juan Niño, iba como maestre, y Sancho Ruiz de Gama como
piloto.
El 6 de septiembre, las tres naves zarparon de La Gomera (I. Canarias)
rumbo al Oeste. El 7 de octubre alteraron el rumbo al Oessudoeste. Dos
horas antes de la medianoche del 11 de octubre atisbaron una luz, y
San Salvador (Guanahaní) fue avistado al amanecer.
Colón
desembarcó y tomó posesión de la isla para España. Sucesivamente,
las naves visitaron Santa María de la Concepción (Rum Cay), Fernandina
(Long Island), Isabela (Crooked Island) y la isla de Arena (Little
Ragged Island), antes de fondear en un puerto de Cuba llamado
posteriormente San Salvador (Bahía Blanca). Colón se creía en Cipango,
pero llamó al país Juana. Navegaron al Oeste hasta el Río de Mares
(Puerto Gibara), y encontraron vientos de proa cerca del actual Puerto
Padre. La convicción de que aquella costa pertenecía al continente
asiático comenzó a prosperar. Regresaron al Río de Mares y navegaron
hacia el Este rumbo a las islas Doradas de Babeque (Gran Inagua).
El 22
de noviembre, la Pinta se apartó de las otras naves. La Santa María y
la Niña fondearon en el puerto de Santa Catalina (Puerto Cayo Moa),
Puerto Santo (Baracoa), Puerto de San Nicolás (Haití), Puerto de la
Concepción (Baie des Moustiques) y Mar de Santo Tomás (Baie de l´ Ácul).
El 24 de diciembre, la Santa María encalló y se hundió a la altura del
actual cabo Haitien. Dos días después se fundó la fortaleza de La
Navidad, primer asentamiento colonial en América. El 6 de enero de
1.493, la Pinta se reunió con la Niña a la altura de Monte Cristi
(República Dominicana). Cinco días más tarde, los españoles lucharon
por primera vez contra los taínos en Puerto de las Flechas (Bahía de
Samaná). El 16 de enero, la dos naves iniciaron el viaje de regreso.
Un temporal las separó, y tras una breve escalada en Santa María, la
Niña fondeó en Rastelo, el puerto exterior de Lisboa. El 9 de marzo,
Colón visitó a Juan II en Val do Paraiso, y el 15 la Niña arribó a
Palos.
A primeros de abril, encontrándose en Sevilla, el Almirante recibió
una carta de los reyes, que le confirmaban los títulos prometidos en
Santa Fe y le rogaban que acudiese a Barcelona a fin de preparar una
nueva expedición. Antes de partir, el Almirante escribió un largo
memorial destinado a Isabel y Fernando, donde daba sus ideas para la
primera colonización a gran escala de las tierras recién descubiertas.
Entre otras cosas sugería que la Española fuese colonizada por dos mil
emigrantes voluntarios, y proponía medidas para el control del oro que
se hallase. En el momento del triunfo hizo una propuesta que después
lamentaría: la de permitir el descubrimiento de nuevas tierras a
cuantos quisieran realizarlo.
Para obtener del papa Alejandro VI el reconocimiento de sus derechos
sobre las islas y cualquier continente que pudiera encontrarse, los
reyes enviaron inmediatamente instrucciones a su representación en
Roma.
A
finales de marzo, la carta que Colón había enviado a Luis de
Santángel fue impresa en Barcelona; en 1.493 aparecían nueve ediciones
en idiomas distintos.
El Almirante fue recibido a mediados de abril por los reyes en el
palacio del Tinell de Barcelona. Allí hizo Colón el relato del viaje,
presentó a los seis indios que habían sobrevivido a la travesía de
regreso y mostró el oro recogido. Los soberanos se arrodillaron y con
ellos todos los presentes, agradeciendo a Dios los favores recibidos.
A Colón se le concedió el privilegio de incluir en su escudo de armas
los emblemas oficiales de Castilla y de León, y se le otorgó una
donación de mil doblones. Los indios fueron bautizados, actuando como
padrinos los propios reyes.
La decisión del papa Alejandro VI, español de nacimiento, llegó a
Barcelona a finales de mayo: era una bula mediante la que disponía que
todas las tierras descubiertas por los soberanos de Castilla les
pertenecía, siempre y cuando no fuesen ya propiedad de otro príncipe
cristiano. Como una bula Anterior prohibía a los españoles hacer
descubrimientos al sur de las Canarias, y de la carta de Santángel se
deducía que las islas recién descubiertas estaban al sur de las
Canarias, Colón propuso una gestión que indujese al papa a asignar a
Castilla todas las tierras al occidente de una línea de polo a polo,
cien leguas al Oeste de las Islas Azores y Cabo Verde. Una nueva bula,
que ampliaba la concesión papal a Castilla, fue publicada el 26 de
septiembre. El soberano portugués no se amilanó, consciente de que su
superioridad naval le permitía obstaculizar a los castellanos el
acceso a las Indias, optó por negociar directamente con los Reyes
Católicos. El resultado, obtenido cuando Colón ya se hallaba
nuevamente en América, fue el Tratado de Tordesillas de junio de
1.494, por el que la línea de demarcación era trasladada 370 leguas
al Oeste de Cabo Verde, lo que permitió que el futuro Brasil quedase
en el área portuguesa
Segundo Viaje 1.493
El 29 de mayo de 1.493,
Colón recibió instrucciones reales, según las cuales el primer
objetivo de la nueva expedición era la conversión de los nativos y el
segundo la explotación económica del descubrimiento. La organización
de la vasta flota patrocinada por Isabel y Fernando fue obra conjunta
del propio Colón y del archidiácono de Sevilla Juan de Fonseca.
Diecisiete navíos y mil doscientos hombres integraron la expedición.
La Capitana, que bien podía tener unas doscientas toneladas, fue
llamada Santa María, como su predecesora; perteneciente a Antonio de
Torres. Otras naos grandes eran la Gallega y Colina. Se embarcaron
cinco religiosos, entre ellos el benedictino catalán fray Buil, y
numerosos hombres de armas, incluidos veinte caballeros con sus
monturas y también arcabuceros y ballesteros; además, centenares de
labradores y artesanos, entre los que abundaban los albañiles. La
flota partió de Cádiz el 25 de septiembre de 1.493. Cristóbal Colón,
capitán general de la misma, iba acompañado por su joven hermano Diego
No se conserva el diario de a bordo del Almirante ni hay transcripción
de Las Casas, por lo que resulta imposible seguir este viaje con la
precisión del anterior. Sin embargo, dos miembros de la expedición
escribieron interesantes relatos: Michele de Cuneo, de Savona, amigo
de infancia del Almirante y Diego Álvarez Chaca, médico de Sevilla y
cirujano principal de la expedición.
Tras la usual escala en Canarias, el 13 de octubre comenzó la
auténtica travesía del Atlántico. El rumbo dispuesto por Colón era
Oeste cuarto del Sudoeste, a fin de alcanzar las islas habitadas por
los indios caribes, que no había podido visitar el año anterior. Esta
ruta discurría enteramente por la zona de los alisios, que le llevaron
a su destino en sólo tres semanas. En la madrugada del domingo 3 de
noviembre avistaron una isla a la cual Colón dio el nombre de Dominica
en atención al día.
Desde allí describieron
un arco hacia el Noroeste y Oeste hasta llegar a San Juan Bautista
(Puerto Rico), costeando las bellas islas de sotavento, que el
Almirante bautizaba a medida que aparecían en el horizonte: Santa
María de Guadalupe, Santa María de Monserrate (Montserrat), San Jorge
(St. Kitts), Santa Cruz (St. Croix), las Once Mil Vírgenes (Virgin
Islands). Desde Puerto Rico se dirigieron rápidamente hacia La
Española. El 27 de noviembre, la flota fondeó a la altura de La
Navidad, para descubrir que la guarnición había sido aniquilada por
los taínos.
Tras navegar hacia el Este ciñendo el viento, anclaron en una bahía
donde Colón fundó el asentamiento de Isabela, en la actual República
Dominicana. Hojeda y Corbalán exploraron Cibao y regresaron con
noticias de haber encontrado oro abundante. El 2 de febrero Antonio
Torres volvió a España con doce naves y el memorial que Colón le había
entregado para los reyes. Del 12 al 29 de marzo Colón recorrió Cibao y
ordenó construir el fuerte de Santo Tomás en el interior de la isla,
al sur de la llamada Vega Real; allí dejó un destacamento de cincuenta
hombres mandados por Pedro Margarit. Luego navegó hacia el Oeste con
la carabelas Niña, Cardera y San Juan. Sucesivamente fondearon en el
cabo Alfa y Omega (Cabo Maisi, en Cuba), en Puerto Grande (bahía de
Guantánamo) y en el emplazamiento del actual Santiago de Cuba. Era un
viaje de aparente recreo, pero Colón seguía buscando la identificación
de Catay con Cuba; hizo un viraje lateral y descubrió Jamaica. Luego
surcó las aguas poco profundas y salpicadas de islotes del Jardín de
la Reina (Laberinto de las Doce Leguas), hasta la actual bahía Cortés.
Allí, su secretario Pérez de Luna obligó a las tripulaciones a firmar
una declaración en el sentido de que consideraban a Juana (Cuba) como
parte de un continente. El 13 de junio comenzaron el largo viaje hacia
el Este, barloventeando. Tras contornear Jamaica y La Española, Colón
observó un eclipse de luna en la Bella Saonesa (la actual Saona). Su
salud se había quebrantado: se le nublaba la vista y ocasionalmente
caía en coma cuando fondearon en Isabela el 29 de septiembre.
En Isabela colón tuvo la alegría de encontrar a su hermano Bartolomé,
a quien no había visto en cinco o seis años, y que acababa de llegar
al mando de tres carabelas. Pero los informes de su otro hermano,
Diego, a quien había dejado como presidente del Concejo, eran
preocupantes. Insatisfechos, los hombres de Pedro Margarit habían
saqueado Vega Real y sometido bárbaramente a los indios. Cuando la
situación se hizo ingobernable, Pedro Margarit comenzó a discutir con
Diego Colón el mando de la isla y finalmente, se embarcó con el padre
Buil y otros clérigos, rumbo a España, en las carabelas que había
llevado Bartolomé Colón.
Pequeñas partidas de
soldados continuaban empeñadas en luchas y saqueos. Los indios tomaron
represalias y algunos españoles fueron acechados y muertos.
A finales del otoño de 1.494 Alonso de Torres volvió de Castilla con
cuatro carabelas bien pertrechadas y una carta, en la que los reyes
pedían a Colón que regresase para ayudarles a determinar la línea de
demarcación indicada por el Tratado de Tordesillas. Pero el Almirante
todavía se encontraba enfermo y no deseaba informar del desorden
imperante en su virreinato. Retomó la presidencia del Concejo y envió
una expedición de castigo contra los indios. Los españoles, que
luchaban con armas blancas y de fuego, caballos y perros, tornaron a
Isabela con mil seiscientos prisioneros taínos, que fueron repartidos
o enviados a Castilla como esclavos, en las carabelas de Torres.
El Almirante acabada de dar el título de Adelantado a su hermano
Bartolomé, lo que convertía a éste en su segundo, cuando supo que el
cacique Guatiguaná había reunido una fuerza en Vega Real y planeaba
atacar a los españoles. Recuperada la salud, Colón marchó al frente de
una tropa de doscientos ballesteros y mosqueteros, veinte lanceros,
veinte perros y un número indeterminado de indios rivales de
Guatiguaná. Dice Hernando Colón que acometieron tan vigorosamente al
ejército de indios hostiles que " todos, siguiendo y matando, hicieron
tal estrago, que en breve fue Dios servido tuviesen los nuestros tal
victoria, que siendo muchos muertos, y otros presos y destruidos".
Seguidamente, Colón quiso anular a Caonabo, el cacique de Maguana, a
quien se suponía instigador de la matanza de La Navidad. Mediante un
ardid, Alonso de Hojeda consiguió apresar al cacique y lo llevó en
triunfo a Isabela, donde Caonabo permaneció encadenado casi un año,
antes de ser enviado a Castilla.
Aunque todavía hubo escaramuzas en diversos lugares de las islas, el
Almirante no tuvo mayores dificultades.
Restablecida la paz,
impuso a los indios onerosos tributos en oro. Incapaces de reunir las
cantidades exigidas y obligados a descuidar sus cultivos, muchos
taínos murieron de hambre; otros se suicidaron para escapar al acoso.
Un tercio de la población indígena de La Española pereció entre 1.494
y 1.496.
En octubre de 1.495 arribaron cuatro carabelas castellanas. Los reyes
habían escuchado las quejas de fray Buil y Pedro Margarit y enviaban a
un cortesano llamado Juan Aguado para que informase de las condiciones
de la colonia. A principios de 1.496 Colón hizo botar una nueva
carabela llamada la India. La Niña fue carenada y calafateada y el 10
de marzo el Almirante salió de Isabela rumbo a Castilla. Bartolomé
quedó al mando de La Española, encargado de buscar emplazamiento para
una nueva población con buen puerto; el Adelantado fundaría Santo
Domingo al sur de la isla, en el estuario del río Ozama.
El Almirante decidió gobernar al sur para evitar tempestades; los
consiguió, pero a costa de realizar un viaje muy largo. El 11 de junio
de 1.496 la India y la Niña fondeaban en Cádiz con 225 españoles y
poco más de 30 indios cautivos.
En Burgos, vestido con el humilde hábito franciscano que había
adoptado como penitente, Colón se arrodilló ante Fernando e Isabel,
les hizo un relato del viaje y comprobó que, pese a los informes
desfavorables que habían recibido, mantenían su confianza en él. Pero
los gastos que suponían las alianzas matrimoniales y la guerra contra
Francia impidieron que los reyes pudieran satisfacer inmediatamente su
demanda de emprender una nueva expedición. Hasta el 23 de enero del
año siguiente no lograría enviar dos carabelas ( la veterana Niña y la
India) a La Española con víveres, abastecimientos y mujeres. Mientras,
Vasco de Gama había salido de Lisboa con la intención de doblar el
cabo de Buena Esperanza y llegar a la India.
Tercer Viaje 1.498
La preparación de la
flota para la tercera expedición fue en extremo laboriosa, en parte
por la lentitud con la que llegaba el dinero prometido por la Corona
y, en parte, por la renuencia de los patrones y la dificultad de
encontrar voluntarios; de nuevo los reyes concedieron el perdón a
cuantos delincuentes embarcaran, salvo en los casos más graves.
Para la nueva expedición se fletaron seis barcos, que levaron ancla el
30 de mayo de 1.498. Tres fueron directamente a La Española, mientras
Colón, al mando de los otros tres - la Santa María de Guía, la
Vaqueños y el Correo -, seguían una derrota más al sur. Gracias a las
buenas relaciones ahora existentes entre los dos reinos ibéricos,
Colón pudo recalar en la isla de Cabo Verde. La flota avanzó luego
hacia el Sudoeste, impulsada por un viento cada vez más leve, que cesó
por completo el 13 de julio. Se hallaban en la zona más tórrida y
clama del Atlántico en aquellas estación, Parece ser, que tras ocho
días sin viento, sopló el alisio del Sudeste, ya que en el estracto de
la carta a los reyes que hizo Las Casas consta que se sucedieron
diecisiete días de vientos favorables. como no se atrevía a ir más al
sur a causa del calor, el almirante enmendó el rumbo al Oeste. El 31
de julio, cuando el agua potable comenzaba a escasear a bordo,
avistaron Trinidad y al día siguiente divisaron al Sur lo que les
pareció una isla y que era la actual punta Bombeador, en el gran delta
del Orinoco. Por primera vez se hallaban los españoles ante el
continente sudamericano.
Una inmensa ola, probable consecuencia de una erupción volcánica
submarina, zarandeó a la flota en la Boca de las Sierpes, entre
Trinidad y el delta. Atravesado el estrecho, Colón penetró en el
plácido golfo de Paria, donde observó que los indios se adornaban con
perlas. Navegaron después hacia una tierra montañosa que resultó
península (península de Paria) y cuya costa meridional exploraría
buscando una salida. El 13 de agosto abandonaron el golfo de Paria por
la Boca del Dragón y vislumbraron Belaforma (Tobago) y Asunción
(Granada). Colón se encontraba enfermo y casi ciego, como durante el
viaje anterior. Llegó a presentir que había descubierto "tierra
infinita", esto es, un nuevo continente. Pero, negando esta opinión
razonable, terminó persuadiéndose a sí mismo de que había llegado al
umbral del Paraíso Terrenal, el bienaventurado dominio cuya ubicación
había sido discutida tan vivamente por los geógrafos medievales.
Preocupado por su enfermedad y porque los víveres se corrompían, el
Almirante se dirigió a La Española, a la que llegó con rumbo seguro.
El 31 de agosto fondeaba en la boca del Ozama y se reunía con su
hermano el Adelantado, que le transmitió noticias descorazonadoras.
Los españoles habían levantado la nueva colonia de Santo Domingo,
donde se hallaban en una relativa paz con los taínos; pero la escasez
de víveres y la falta de noticias de la metrópoli habían propiciado
que, aprovechando la ausencia de Bartolomé, dedicado a la recaudación
de impuestos en la provincia de Xaragua, el alcalde mayor Francisco
Roldán y otros descontentos se rebelaran. A instigación de Roldán, los
sublevados se aliaron con los súbditos de Guarionex, cacique antaño
poderoso, a quien prometieron la abolición de impuestos a cambio de su
ayuda para atacar el fuerte de Concepción de la Vega, en el camino
entre Isabela y Santo Domingo. Bartolomé regresó a tiempo, incendió
los poblados de Guarionex y finalmente prendió a éste. La intentona
del Roldán pudo terminar en aquel punto; pero los tres navíos de
abastecimiento que habían precedido a Colón fueron a recalar cerca de
los rebeldes y parte de sus tripulaciones se habían unido cuando llegó
el Almirante.
En octubre de 1.498 Colón envió a su capitana y a la carabela El
Correo de regreso a Castilla, con su carta a Isabel y Fernando y un
informe de los sucesos de la Española; requería sacerdotes y un juez
para ejercer la autoridad real. Incapaz de actuar con energía y de
obligar a Roldán a la sumisión en nombre de los reyes, Colón empezó a
negociar con el jefe rebelde, que pidió y obtuvo que se retirasen las
acusaciones contra él, que se le confirmara en su puesto de alcalde
mayor y que se le concediera, como a sus hombres, tierras e indios.
El 15 de octubre Colón supo que una flota al mando de Alonso de Hojeda
había fondeado en el cercano puerto de Brasil. Tras tener noticias de
los descubrimientos del Almirante en Trinidad, Paria y zona del
Paraiso Terrenal, Hojeda
había obtenido la ayuda
de Juan de Fonseca para efectuar una expedición a dichas regiones; con
él fueron Juan de la Cosa y Américo Vespucio. Hojeda y sus hombres
llegaron a Trinidad y descubrieron las ricas pesquerías de Cubagua y
Venezuela, antes de dirigirse al Norte y arribar a Brasil, en La
Española, donde se dedicaban a cortar árboles de palo brasil y a cazar
indios.
Como el oro, el palo
brasil pertenecía a la Corona, y el Almirante estaba en el derecho de
intervenirlo. Roldán se ofreció para capturar a Hojeda, quien tras
breves escaramuzas, se retiró y fue a las islas al norte de La
Española y luego a Castilla, con sus carabelas cargadas de esclavos.
Otros navegantes como Peralonso Niño y Vicente Yáñez Pinzón habían
sido autorizados para descubrir nuevas tierras en las Indias, como
consecuencia de la pérdida de influencia de Colón en la corte.
Viendo la falta de confianza del Almirante en sí mismo, los antiguos
rebeldes aspiraron a nuevas concesiones y volvieron a sublevarse. El
23 de agosto de 1.500, mientras el Almirante reprimía un levantamiento
local en Concepción de la Vega y Batolomé Colón otro en Xaragua, una
flota castellana entró en el estuario del Ozama. Al mando iba el nuevo
gobernador Francisco de Bobadilla, enviado por los reyes para ejercer
la justicia. Acababa de desembarcar Bobadilla cuando vio los cuerpos
de siete españoles que pendían de la horca. Diego Colón, al mando de
Santo Domingo en ausencia de sus hermanos, le hizo saber que eran
rebeldes y que otros cinco iban a ser colgados al día siguiente. Tras
una rápida investigación, Bobadilla arrestó a Diego Colón y mandó una
orden a Concepción de la Vega para que regresara el Almirante. Al
volver, éste fue preso y encadenado. El Adelantado intentó liberar a
sus hermanos por la fuerza de las armas, pero el Almirante le conminó
a obedecer a Bobadilla, que parecía actuar de acuerdo con las
instrucciones reales. En consecuencia, Bartolomé fue también
arrestado.
Bobadilla había decidido enviar a los tres hermanos a Castilla.
Durante su prisión en Santo Domingo, Colón escribió a Juana de la
Torre, hermana de Antonio Torres y persona próxima a la reina, dando
rienda suelta a su amargura.
Se le había juzgado,
decía, como a un gobernador cualquiera, y no como a un capitán que
estaba ganando nuevas tierras para España.
A comienzos de octubre de 1.500 el Almirante fue embarcado en la
carabela la Gorda; él y sus hermanos iban encadenados. El 20 de
noviembre arribaron a Cádiz, desde donde el Almirante dirigió un
mensaje a Isabel y Fernando, que se hallaban en Granada. Los reyes
dieron orden de dejarlo libre, así como a sus hermanos y le enviaron
dos mil ducados para que pudiera presentarse en la corte de un modo
digno, pues todos sus bienes habían sido incautados por Bobadilla. El
17 de diciembre los reyes recibieron a los hermanos Colón en la
Alhambra. El Almirante consiguió palabras de consuelo y la
restitución de sus bienes, pero no fue repuesto como gobernador de La
Española.
En Granada, donde permanecería, Colón encontró a sus hijos Diego y
Hernando, convertidos en pajes de la reina. Tuvo noticias de las
Indias, que él mismo comenzó a llamar Indias Occidentales para
distinguirlas de las que Vasco de Gama había descubierto al navegar al
Sur y al Este de África. Un explorador portugués llamado Cabral había
descubierto tierras al Sudoeste (el futuro Brasil) y de Inglaterra se
sabía que Giovanni Caboto, de Génova, había encontrado tierra al Oeste
(la costa oriental norteamericana).
Pensando que así se libraría de la injusticia y el posible olvido
real, el Almirante ocupó su tiempo en redactar memoriales sobre sus
títulos y privilegios y reunió cuarenta y cuatro documentos con el
título de Libro de los Privilegios. Escribió también el
Libro de las Profecías, con gran número de pasajes proféticos de
la Biblia, con la intención de presentarse como elegido por Dios para
llevar el cristianismo al fin de la tierra y obtener allí el oro
necesario para reconquistar Jerusalén.
Cuarto Viaje 1.502
En septiembre de 1.501
los reyes nombraron a Nicolás de Ovando gobernador y juez supremo de
las Indias. En la flota de éste fueron el joven Bartolomé de las Casas
y Alonso Sánchez de Carvajal, encargado de recaudar para Colón los
beneficios correspondientes del comercio de las Indias y del oro. El
Almirante había empezado a preparar otro viaje de descubrimiento y
escribió a Isabel y Fernando pidiendo las necesarias instrucciones y
documentos. Respondieron los reyes autorizando la expedición, pero le
prohibieron hacer esclavos y tocar tierra en La Española, salvo en el
viaje de regreso.
El 11 de mayo de 1.502,
ya con cincuenta años y la salud quebrantada, y al mando de cuatro
pequeñas carabelas - la Capitana, Santiago de Palos, Gallego y
Vizcaíno - Colón zarpó rumbo a la más arriesgada de sus expediciones.
Le acompañaban su hermano Bartolomé y su hijo Hernando. Por la
acostumbrada ruta de Canarias, el 29 de junio ancló ante Santo
Domingo, decidido a sustituir la nave Santiago de Palos por otra. Notó
inequívocos signos de que se avecinaba una gran tormenta y así se lo
comunicó al gobernador Ovando, a quien solicitó permiso para entrar en
el estuario y recomendó que no dejara partir a una numerosa flota a
punto de regresar a España. De acuerdo con las instrucciones de los
reyes, Ovando negó su permiso e, ignorando los consejos, ordenó la
salida de la flota. Las carabelas de Colón tuvieron, pues, que
afrontar fuera del puerto el huracán que se abatió sobre Santo
Domingo. Sólo la nave del Almirante pudo mantenerse anclada; las
demás, rotas las amarras, fueron arrastradas lejos de la costa. Las
cuatro, sin embargo, lograron reunirse días después. En cambio, la
flota que regresaba a España perdió veinte barcos y más de quinientos
hombres.
El 24 de julio fondearon en una isla del Jardín de la Reina (quizás el
actual Cayo Largo) y el 1 de agosto descubrieron la América Central a
la altura de la punta de Caxinas (cabo Honduras). El Almirante no
buscaba un estrecho, como pretendió Hernando Colón cuando ya era
notorio que existía un breve istmo de separación entre el Atlántico y
el Pacífico, sino un cabo, el más meridional de la provincia de
Chiamba, la larga península que constituía el límite oriental de Asia.
Costeando sucesivamente los actuales países de Nicaragua, Costa Rica y
Panamá, las cuatro carabelas barloventearon hacia el Este. Cuando los
indios le hablaron de la dorada tierra de Veragua y de Ciguare, al
otro lado de la cadena montañosa, Colón entendió que Ciguare era lo
mismo que Chiamba y que había llegado al lugar donde la península era
más estrecha. Supuso que de allí a once días de viaje por las montañas
se encontraba el Índico. Asombrosamente, la prolongada península
desmentía los mapas asiáticos y torcía al Sudeste y al Este, en vez de
hacerlo al Sudoeste y al Oeste.
Durante la navegación fondeaban de noche donde podían o se aguantaban
al pairo. Tras zarpar de río Cativa (río Cherebequi) lucharon con
temporales durante dos meses. Del 17 al 20 de diciembre anclaron en
Puerto Grande (bahía Manzanilla en el moderno Colón, a la entrada del
Canal de Panamá). Concentró entonces el Almirante sus esfuerzos en la
búsqueda del oro y desde la parte oriental de Panamá, retrocedió al
Oeste hasta la tierra que los indios llamaban Veragua, donde le habían
informado de la existencia de minas. Este retroceso se convirtió en
una de las etapas más duras del viaje, a causa del mal tiempo y de la
comida agusanada. Finalmente, el 6 de enero de 1.503, fondearon junto
al río Belén. Encontraron yacimientos de oro y se dispusieron a fundar
una colonia, Santa María de Belén, que quedaría a cargo de Bartolomé.
Sin embargo, los indios se manifestaron tan hostiles y los elementos
tan inclementes que, tras perder una docena de hombres, el Almirante
desistió de la empresa.
El 15 de abril Colón partió de Río Belén con la Capitana, la Santiago
y la Vizcaíno; la Gallego, más dañada por el temporal y la broma, fue
abandonada. En Puerto Bello renunciaron también a la Vizcaíno y
continuaron costeando hasta cabo Marmóreo, probablemente el actual
cabo Tiburón, en la frontera entre Panamá y Colombia, para seguir al
Norte de regreso a La Española. Pasaron junto a Las Tortugas (Little
Cayman y Cayman Brac) y fondearon en la costa sur de Cuba. El 25 de
junio, la Capitana y la Santiago, ya inútiles a causa de la broma,
quedaron varadas y apuntaladas en la playa de Santa Gloria (St. Ann´s
Bay), Jamaica. El 7 de julio Colón terminó su carta a los reyes, que
diez días después entregaría a Diego Méndez, criado del Almirante y a
Bartolomé Fieschi, antes capitán de la Vizcaíno, que marcharon a
buscar socorro a La Española. Iban en canoas nativas, a las que le
añadieron batemares, falsas quillas y velas Quiso el Almirante
mantener una estricta disciplina para evitar conflictos con los
nativos y prohibió que la tripulación bajara a tierra sin su permiso.
Mediante un organizado sistema de trueques obtenía víveres de los
indios. Más de cien hombres yacían amontonados en las cubiertas y
toldillas, protegidos con hojas de palmeras; unos cuarenta padecían
desnutrición y fiebres. El 2 de enero de 1.504 se declaró un motín,
encabezado por los hermanos Francisco y Diego de Porras. Sólo el temor
al castigo real salvó la vida de Cristóbal Colón y de su hermano. Los
amotinados intentaron alcanzar La Española en canoas, pero fracasaron
y de regreso a Jamaica establecieron su propio campamento.
Viendo que los extranjeros se habían debilitado por las discordias y,
hartos de cuentas, cascabeles y bonetes, los indios manifestaron que
no les proporcionarían más víveres. Colón resolvió el problema de un
modo espectacular. Leyó en el Almanach Perpetuum, de Abrahám
Zacuto que en el plazo de tres días, el 29 de febrero, se produciría
un eclipse total de luna y advirtió a los indios que iba a pedir a su
Dios que los castigara, privándoles de la luz lunar. En la tarde
anunciada, cientos de indígenas se congregaron ente los barcos. Cuando
salió la luna ya estaba parcialmente oscurecida y el pánico cundió
entre los nativos al verla menguar. Rogaron al almirante que la
hiciera volver y éste pidió a cambio la reanudación de los
suministros. Colón aprovechó el eclipse para calcular la posición de
Santa Gloria: determinó la latitud con precisión notable, pero se
equivocó en la longitud, situando Jamaica en un punto que correspondía
al Pacífico, al Oeste de la costa mejicana.
Ocho meses después de la partida de Fieschi y Méndez, algunos hombres
que habían permanecido fieles al Almirante planearon un nuevo motín.
En plena conspiración les visitó un navío enviado por el gobernador
Ovando para conocer su situación, pero sin intención de rescatarles;
les llevaron, al menos, una carta de Diego Méndez, que prometía un
pronto socorro.
En vista de la carta, el Almirante ofreció amnistiar a los amotinados.
Pero estos quisieron imponer sus condiciones. Reusó Colón y,
anticipándose, envió al Adelantado al mando de cincuenta hombres
armados. Hubo combates: murieron algunos rebeldes y el resto huyó.
Francisco de Porras fue capturado y puesto en el cepo. Hasta fines de
junio no llegó el navío fletado y pertrechado por Méndez. Habían
permanecido más de un año en Jamaica. El viaje fue lento, en contra
del viento y las corrientes y el 13 de agosto arribaron a Santo
Domingo. Allí Colón fletó otro navío y el 12 de septiembre partió de
aquellas Indias a las que nunca regresaría.
El 26 de noviembre de 1.504, tres semanas después de la llegada del
Almirante a Sanlúcar, fallecía la reina Isabel. Colón quería visitar
al rey, pero estaba demasiado enfermo para cabalgar y se entretuvo
enviado cartas a su hijo Diego, describiendo sus recelos sobre el
desarrollo de las Indias y exagerando sus dificultades económicas.
Hasta mayo de 1.505 no pudo realizar el proyectado viaje a Sevilla.
Cuando el rey Fernando le recibió en audiencia, Colón reclamó los
privilegios que antaño le habían sido concedidos en Santa Fe.
La corte se trasladó a Salamanca en octubre y en abril a Valladolid.
Colón y sus allegados la siguieron, pero el rey tenía poco tiempo para
atender al Almirante y, seguramente, se sentía molesto por sus cartas
reiterativas, a las que contestaba con evasivas y cumplidos.
En un último intento por que se hiciera justicia, Colón se dirigió a
Juana, la heredera de la corona de Castilla y a su esposo Felipe de
Habsburgo, ofreciéndoles sus servicios.
El 19 de mayo firmó testamento el Almirante, viendo el fin de su vida
próximo y el 20 de mayo de 1.506 falleció en Valladolid, siendo
enterrado en primera instancia en el convento de San Francisco.
G r a n E n c ic
l o p e d i a I l u s t r a d a d e l P
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