L  a  G r a n  E n c i c l o p e d i a   I l u s t r a d a  d e l   P r o y e c t o  S a l ó n  H o g a r

 

Informe del Departamento de Guerra de E.U.

1899

 

 

 

 

SOBRE EL ESTADO ACTUAL EN 1899 Y ANTECEDENTES HISTÓRICOS


 

 

 

Departamento de la Guerra,

Dirección del Censo de Puerto Rico,

 

Por: J. P. Sanger, Inspector- General,

Director del Censo de Puerto Rico.

 

Washington, 7 de Noviembre de 1900.

 

Señor: Tengo el honor de someter á la consideración de usted el siguiente informe del Censo de Puerto Rico.

 

La orden del Presidente para formar este censo fué dada en 9 de septiembre de 1899. (Apéndice I.) En seguida se procedió á formar un presupuesto y de ejecutarse los trabajos por medio de puertorriqueños en la misma forma que se siguió en Cuba al tomar aquel censo, excepto que los inspectores no vinieron á Washington.

 

Mr. Harrison Dingman, reputado oficial de la Oficina del Censo de los Estados Unidos, fué elegido para dirigir los trabajos en la isla, y con el personal auxiliar de oficina necesario salió de Washington en 30 de septiembre.

 

En 6 de Noviembre siguiente ya se habían efectuado en Puerto Rico los trabajos de división de la isla en 917 distritos de enumeración y el nombramiento de los enumeradores, empezándose el empadronamiento el 10 del propio mes. Este quedó terminado, de acuerdo con la orden del Presidente, el 20 de diciembre siguiente, y el 25 de enero Mr. Harrison Dingman, con el personal auxiliar, salió de Puerto Rico, llegando á Washington el 30 del mismo mes.

 

El trabajo de campo se realizó venciendo grandes dificultades producidas por estar en la estación de las lluvias y por los efectos del huracán del 8 de agosto que hacían casi imposible la comunicación y el empadronamiento en muchas partes de los distritos rurales. No obstante esto y á despecho de todas las dificultades que se presentaron, el trabajo fué rápidamente realizado por completo, y Mr. Harrison Dingman, los inspectores y demás personal merecen ser congratulados por el resultado obtenido en la formación del censo.

 

Se tomaron las mismas precauciones que en Cuba para determinar en los casos dudosos la facultad de leer y escribir, pidiéndosele á los empadronados que lo demostraran. A fines de diciembre y á principios de enero el Director del Censo hizo una visita de inspección á la mayor parte de los departamentos. Todos los inspectores resultaron ser personas idóneas para el desempeño de su importante labor y tenían sus despachos muy bien montados. Se examinaron cuantos enumeradores se pudo acerca de las tablas y dieron pruebas inequívocas de su inteligencia y del deseo de eamplir honradamente con sus deberes.

 

(Apéndice III.) Se emplearon 62 mujeres como enumeradoras, siendo ésta la primera vez que en Puerto Rico, como en Cuba, cuando se levantó el censo, que se dio á las mujeres empleos públicos.

 

Las tablas las hizo la "Tabulating Machine Company," por contrato firmado el 1 de febrero de 1900.

 

(Apéndice V.) Se sacaron tres boletines del censo, y en su preparación, así como en la de este informe, he tenido la valiosa cooperación de Mr. Henry Gannett, de la Oficina de Agrimensura Geológica, y de Mr. Walter W. Willcox, del Censo de los Estados Unidos.

 

Habiéndose publicado recientemente diversos y extensos informes sobre las condiciones económicas y sociales prevalecientes en Puerto Rico, notables entre ellos los del General George W. Davis, Gobernador Militar de la isla, y el del Honorable Henry K. Carroll, comisionado especial de los Estados Unidos en Puerto Rico, y hay otros trabajos en preparación, se ha creído que no es necesario extenderse mucho en este informe en detalles concernientes á la historia, gobierno é instrucción en la isla, cuyos asuntos han sido ó serán tratados detenidamente.

 

Por ser objeto de interés capital, se dan algunos informes sobre los métodos empleados por los naturales de Puerto Rico en el cultivo de sus principales productos agrícolas, tales como café, caña de azúcar y tabaco, así como algunas vistas de la isla que exponen sus variedades y bellezas características.

 

Muy respetuosamente,

 

J. P. Sanger, Inspector- General,

Director del Censo de Puerto Rico.

 

Al Honorable Elihu Root,

 

Secretario de la Guerra, Washington D. C.

 

 

 


 

CENSO DE PUERTO RICO 1899.

 

 

Geografía.

 

Puerto Rico, la más oriental y pequeña de las Grandes Antillas, está situada en los trópicos, entre los 17° 50' y 18° 30' de latitud norte y 65° 30' y 67° 15' de longitud del meridiano de Greenwich; está al este de Santo Domingo separada de esta isla por el Canal de la Mona.

 

Presenta una forma rectangular, con sus lados mayores en la dirección de este á oeste. Su mayor extensión ó longitud es de unas 100 millas, y su anchura 36. Su superficie es aproximadamente de 3,600 millas cuadradas, o sea como tres cuartos de la del Estado de Connecticut y la misma que la provincia de Matanzas, en Cuba.

 

Orografía.

 

La conformación de la isla es muy sencilla. Una irregular cadena de montañas la divide de este á oeste algo al sur de su eje, culminando en su extremo oriental con dirección al noreste en el pico del Yunque de 3,609 pies de altitud sobre el mar. En otras partes la sierra alcanza alturas de 2,000 á 3,000 pies, con eminencias que escasamente pasan de 3,000 pies y depresiones y puertos rara vez á menos de 2,000 pies sobre el mar. Esta sierra es conocida en varios puntos de la isla con nombres diferentes, Cordillera Central, Sierra del Cayey, y en la parte noreste con el de Sierra de Luquillo.

 

Desde la sierra el terreno desciende hacia el norte y el sur en amplias ondulaciones, profundamente cortadas por torrentes que dan al interior de la isla un carácter montañoso, gradualmente suavizado hasta morir en la costa en llanuras hasta el mar. Esta sierra forma la divisoria de las aguas, y de ella nacen los cursos de agua que van hacia el sur ó el norte, siendo estos últimos los de mayor y más suave curso. Ninguno de estos ríos es navegable á excepción de algunos en unas pocas millas en su desembocadura, donde son en realidad brazos de mar. Los más extensos de estos ríos son el Loiza, el Bayamón, el Morovis, el Arecibo y el Blanco, todos en la vertiente norte. En la parte sur la vertiente desciende en escarpados terminando en una estrecha llanura en la costa; en ella los torrentes y ríos tienen un curso reducido y corren en rápidos declives.

 

La costa es baja, su mayor parte de playas con pocos puertos buenos, el mejor de los cuales es el de San Juan en la costa norte; Ponce y Guayama son los únicos en la costa sur en los cuales pueden entrar barcos de regular calado, pero en la isla de Vieques existen varios puertos cómodos donde pueden anclar los barcos de mayor calado. Diferente de Cuba su costa no está bordeada de arrecifes, cayos é islotes.

 

Los medios de comunicación interior en la isla son escasos. Por todo hay 140 millas de ferrocarriles paralelos á la costa, sin extenderse al interior, y en varios tramos sin unirse entre sí. En cuanto á caminos los hay de todas clases. El Estado tiene construidas 285 millas de carreteras, bien hechas y en buen estado de conservación. De estas es la de San Juan á Ponce con un ramal de Cayey hasta Guayama. La mayoría de los demás caminos en Puerto Rico son intransitables excepto para caballerías.

 

Puerto Rico está dividido en siete departamentos y en 69 distritos municipales, los cuales á su vez se subdividen en barrios. Esta división, para los efectos de la administración, es similar á la de Cuba.

 

Además de la isla de Puerto Rico, el gobierno ejerce jurisdicción sobre las de Vieques y Culebra, en la parte este, la de Mona al oeste y algunos islotes en sus inmediaciones.

 

La mayor parte del área de la isla está dividida entre las fincas rústicas y de ellas, una gran porción, más de un quinto, está en cultivo. La zona forestal es pequeña y su mayor parte está limitada á las cúspides de la sierra. El lote mayor de bosques se halla en el Yunque, en la Sierra de Luquillo; en el se encuentran pequeñas manchas de especies de la vegetación primaria, grandes árboles de los cuales algunos son de mucho valor, tales como el cedro, el ébano y el sándalo, además de muchas otras variedades no conocidas en los mercados de América. La madera corriente para construcciones es muy escasa y la mayor parte que se usa en las construcciones es importada.

 

Clima.

 

Situada en los trópicos, la isla está dentro de la región suroeste de las brisas, que soplan con mucha regularidad. La temperatura anual en San Juan, en la costa norte, varía en un período de varios años de 78° á 82° Fahrenheit. La temperatura más baja mensual oscila de 75° en enero á 82° en agosto, y la máxima temperatura es 99°, bajando á 57°, lo cual indica una oscilación bien ligera y un clima uniforme. Suelen haber fuertes tormentas y alguna vez temblores de tierra, pero estos últimos no suelen ser violentos y ocasionan pocos daños. Las lluvias de un año alcanzan á un promedio de 60 pulgadas en San Juan, sobre igual cantidad que en Nueva Orleans; de ellas cerca de dos tercios caen durante el verano y otoño. La humedad relativa en esta localidad es muy alta, dando un promedio anual de cerca del 80 por ciento.

 

La cantidad de lluvia aumenta hacia el este de San Juan hasta el extremo noroeste de la isla, en que excede de 100 pulgadas. También aumenta en las alturas del interior, y en la sierra divisoria alcanza á un máximo de cerca de 100 pulgadas. En cambio la vertiente sur de la isla es muy seca, siendo menor la caida de agua y la humedad atmosférica, hasta el punto de ser necesario el riego en muchas zonas para el cultivo de los frutos.

 

Riqueza Mineral.

 

Á pesar de que se han descubierto en Puerto Rico muy valiosos minerales y de que en otros tiempos los españoles explotaron buenos placeres auríferos, al presente no se beneficia mina de ninguna clase. A la vez no es improbable que por medio de reconocimientos geológicos puedan desenvolverse en el porvenir la explotación de minerales que al presente ni aun se sospechan.

 

Flora.

 

Partiendo del hecho que Puerto Rico durante siglos ha sostenido una densa población casi exclusivamente mantenida por la agricultura, una gran parte de su superficie está bajo cultivo y sólo una pequeña proporción queda en estado natural. De aquí que tan poca vegetación en la isla sea indígena.

 

Fauna.

 

La fauna originaria de la isla, obedeciendo á las mismas causas, es aun limitada. No se encuentran grandes mamíferos con excepción de algunos domesticados, y se dice que no hay reptiles venenosos ni insectos ponzoñosos. Las pesquerías de la costa y en los ríos son importantes. La pesca es abundante en todas partes y de especies muy estimadas.

 

Historia.

 

La isla fué descubierta por Colón, durante su segundo viaje, en 16 de noviembre de 1493. Desde Santo Domingo se aproximó á ella viendo primero el cabo de Mala Pascua; desde allí siguió su costa sur y oeste hasta frente á la Aguada, donde desembarcó en 19 de noviembre, tomando posesión en nombre de los soberanos de España y bautizándole con el nombre de San Juan Bautista de Puerto Rico, en honor á este santo. El nombre indio de la isla era Borinquen,. Colón permaneció en ella varios días, volviendo después á Santo Domingo y no consta si volvió á visitarla.

 

Durante los siguientes catorce años numerosos barcos abordaron en la isla para hacer aguada, pero siguió sin explorarse ni habitarla hombres de la raza blanca hasta 1508 en que el Comendador Nicolás de Ovando, gobernador de Santo Domingo, habiendo averiguado que en sus montañas y ríos abundaba el oro, mandó á Juan Ponce de León á reconocer la isla. Éste embarcó para ella con un número de españoles y algunos indios como guías, desembarcando cerca de Aguadilla, en el territorio de Aqueybana, el cacique principal, quien lo recibió amigablemente llevándolo por varias partes de la isla. En el curso de su estadía Ponce de León pudo asegurarse de la veracidad de los informes de los indios sobre la presencia de oro en el país, y dejando allí á algunos de sus compañeros como huéspedes de Aqueybana retornó á Santo Domingo.

 

Ovando entonces determinó subyugar y colonizar la isla, eligiendo á Ponce de León para realizar la empresa, pero antes de realizar la expedición, éste resolvió hacer otra visita con el propósito de hacer un reconocimiento más completo, y al efecto, embarcó para Puerto Rico. Allí encontró que sus compañeros que se habían quedado antes, habían sido muy bien tratados y que los indios estaban en términos de amistad, y, creyendo que podía posesionarse de la isla pacíficamente, se volvió á Santo Domingo para solicitar que se le nombrara gobernador. Allí encontró que, durante su ausencia, Ovando había sido sustituido por Don Diego Colón, y que Don Cristóbal de Sotomayor había sido nombrado por el rey Gobernador de Puerto Rico. Pero Don Diego Colón no quiso confirmar su nombramiento ó nombrar á Ponce de León y mandó á ella á Juan Cerón de gobernador, y á Miguel Díaz de teniente. Prontamente, por espíritu de aventuras y por la esperanza de mejorar sus fortunas, Ponce de León y Sotomayor se unieron á la

expedición.

 

Entretanto Ovando volvió á España, donde dio tan favorables informes sobre el carácter y servicios en Puerto Rico de Ponce de León, que el rey lo nombró gobernador de la isla, intimando á Don Diego Colón que debía abstenerse de disgustar al rey.

 

Ponce de León asumió el cargo en 1509, fundando seguido la población de Caparra como capital á unas tres millas tierra adentro, en la bahía de San Juan; pero poco después fué cambiada al presente sitio que ocupa hoy San Juan y nombrada Puerto Rico. Más tarde la isla y la ciudad han cambiado sus nombres, aunque no consta por qué causa. El sitio donde estaba Caparra, la primera población fundada, es conocido hoy con el nombre de Pueblo Viejo o hoy (Guaynabo).

 

Después de haber fijado la sede del gobierno en Caparra, Juan Ponce de León, empezó la pacificación y colonización de la isla de la manera usual entonces. Pronto una conspiración se formó entre los caciques dirijida por Aqueybana, el hermano y sucesor del que había dado la bienvenida á los españoles, siendo descubierta y suprimida á costa de desesperados esfuerzos de parte de los españoles, de la muerte de Sotomayor y de la destrucción de las colonias españolas que existían. Después no aparece que los colonos volvieran á tener serias dificultades ó luchas con los naturales.

 

Situada entre el canal de las islas Vírgenes y el de la Mona, en la entrada del mar Caribe por el Atlántico, Puerto Rico ocupa una posición estratégica de gran importancia que desde los primeros días de su conquista fué reconocida y así varios intentos hubo de restarla al dominio de España. En 1597 el almirante inglés, Jorge Clifford, conde de Cumberland, bloqueó la isla, capturó la ciudad de San Juan y se posesionó de la isla, viéndose obligado á abandonarla poco después, forzado perdía fiebre amarilla, pero destruyendo antes la ciudad, matando a un número de sus habitantes y llevándose 72 piezas de artillería.

 

Población Indígena.

 

Según antes se ha dicho, la población de Puerto Rico, durante la época de la colonización española era de 100,000 á 600,000 almas. Según el historiador Fray Iñigo Abbad, que publicó una historia de la isla en 1788, " - estaba ésta tan poblada como una colmena.-" No es probable que Ponce de León ó cualquiera de sus companeros hayan hecho un cálculo exacto del número de habitantes de la isla, y como sucede en cuanto á Cuba, esto será siempre motivo de conjetura.

 

Al hablar de los rasgos característicos de los indios de Puerto Rico, Fray Iñigo Abad, dice que su color era de cobre, como el común de los naturales de América, aunque más caído y oscuro; su estatura baja, pero corpulentos y bien proporcionados; tenían las narices chatas y de ventanas muy rasgadas, los dientes dañados, la frente angosta, la cabeza aplanada por delante y por detrás, porque al nacer se la formaban apretándosela por el cogote y por la frente; su cabello largo, negro y grosero. Eran flojos é indolentes y de una aversión estremada á todo trabajo y todo lo que no era satisfacer el hambre ó divertirse en el baile, caza ó pesca, lo miraban con indiferencia. Tenían caciques que los gobernaban; sus hijos mayores heredaban este empleo, y si á este le faltaba sucesión ,no heredaba el hijo mayor del hermano segundo, sino el de la hermana mayor.

 

En un informe interesante, compilado por F. Bedwell, Cónsul de Gran Bretaña en Puerto Rico, en 1879, dice que "Los mandatos de los caciques se anunciaban como dimanados de un oráculo ó de su Cemí, á quien hacían hablar lo que querían por medio de los agoreros ó médicos que ejercían las funciones de ministros del ídolo, y les llamaban Buhitís.

 

Estos se ocultaban detrás de la estatua del Cemí, declaraban la guerra y la paz, arreglaban las estaciones, concedían al sol, la lluvia y cuanto convenía, según las necesidades lo exigían ó el antojo del Cacique lo dictaba; y cuando los anuncios y promesas salían fallidas, respondían que el Cemí había mudado de dictamen por convenir así, sin que por esto se dudase del poder y crédito de la fingida deidad ni de sus embusteros ministros, tanta era la simplicidad é ignorancia en que vivían estos indios.

 

Los cacicazgos estaban divididos en pequeñas provincias, que por lo general sólo comprendían los habitantes de un valle, pero los más dependían del Cacique Agueynaba que mandaba en jefe, siendo los otros, como tenientes suyos, que hacían cumplir en sus respectivos distritos las órdenes de Agueynaba.

 

Todos los hombres y mujeres doncellas andaban enteramente desnudos, aunque pintaban su cuerpo con mucha prolijidad, dibujando en él,  variedad de figuras con aceites, aguas y resinas viscosas que extraían de los árboles. Con este uniforme se presentaban bizarros á las expediciones militares, á los bailes públicos, y demás concursos, pues entre ellos el ir pintados equivalía al estar vestidos; además que la naturaleza y la experiencia misma les habían dictado que las resinas y aceites con que pintaban su cuerpo les preservaba del calor excesivo y de la traspiración superabundante, que en la zona tórrida, disipa las fuerzas, espesa la sangre y abrevia la vida, sirviéndoles igualmente de defensivo contra las injurias del aire, de la humedad, de la plaga de innumerable variedad de mosquitos y de otros insectos, que los molestaban incesantemente sin esta precaución.

 

Esta especie de vestido simple, que se adquiría con poco trabajo y que se variaba según el antojo de cada uno, tenía sus adornos ó guarniciones, por decirlo así, en donde se le ofrecían ocasiones á la vanidad de manifestar su invención y gusto, no sólo en las diferentes figuras y varios colores de que cada uno se pintaba, sino que también adornaban sus cabezas con plumas de exquisitos colores; se ponían en las megillas planchuelas de oro, colgaban en las orejas, narices y otras partes del cuerpo caracolillos, conchas, piedras y otros diges, sin olvidar jamás el retrato de su Cemí ó deidad.

 

Los caciques usaban por insignia y distinctivo de su dignidad, una plancha de oro colgada al pecho, del tamaño de una patena. Las mujeres casadas se ceñían por la cintura de un delantalillio que sólo les llegaba á media pierna, dejando lo demás del cuerpo en su natural desnudez; las Cacicas usaban este delantal largo hasta los tobillos, pero se ponían el corto cuando jugaban al batey ó pelota.

 

"En cuanto al matrimonio no se sabe qué formalidades usaban para contraerlo; sólo si que cada uno tomaba dos, tres ó más mujeres, según la mayor proporción que tenía de tenerlas, y las dejaban, tomando otras, usando de ellas según su antojo. Los Caciques las tenían en mayor número y había una que era preferida, pero todas vivían juntas con él sin manifestar celos ó envidia por la predilección de la otra, aunque en realidad todas venían á ser esclavas del marido.

 

Ellas debían de componerle el pelo que diferenciaban de mil maneras, pintándolo con prolijidad siempre que había de salir de casa. Tenían á su cargo todas las obligaciones domésticas, y aun las del campo y agricultura; y lo que es más debían enterrarse vivas una ó dos de las más queridas, cuando moría el Cacique, y si no se ofrecían voluntarias á enterrarse con el difunto, las obligaban para que le acompañasen en la otra vida.

 

Los casados no se juntaban á sus mujeres quince ó veinte dias antes de ir á coger oro á los ríos, vanamente persuadidos que de otro modo se les turbaría la vista y no lo encontrarían. No conocían camalmente á las parientas en primer grado, ni se casaban con ellas, porque vivían en la creencia que los incestuosos morían de mala muerte.

 

"Las casas las construían sobre vigas ó troncos de árboles que fijaban dentro de la tierra, á distancia de dos a tres pasos uno de otro, en figura oval, cuadrilátera ó cuadrilonga, según la disposición del terreno. Sobre dichos troncos formaban el piso, que era de cañas o varas; alrededor de este piso hacían los tabiques o paredes de las casas que eran asimiso de cañas, cruzando sobre ellas al través muchas latas que hacían de las hojas de las palmas con que aseguraban la obra. Todas las cañas que formaban el tabique se juntaban arriba en el centro de la casa, afianzándolas unas con otras, quedando el techo en figura de pabellón. No dejaban ventanas, chimenea, ni tenían más luz que la que entraba por la puerta que era angosta. Otras casas construían también sobre troncos de árboles y de los mismos materiales, pero más fuertes y de mejor disposición. Desde la tierra hasta el piso que orinaban sobre los troncos, dejaban sin cercar una parte que servía como de zaguán; en lo alto dejaban ventanas y corredores que hacían de cañas; el techo estaba á dos vertientes, mediante un caballete que ponían sobre horcones, cubierto de hojas de palma.

 

"Dice Fray Iñigo que en la época en que escribía, las casas que había en el interior de la isla de Puerto Rico eran de esta misma construcción é idea, sin más diferencia que el ser por lo común los pisos y costados de tabla; y todas las hacen sobre los troncos expresados.

 

"Esta idea de fabricar sus casas sobre troncos o postes de madera la dicta la necesidad del país, que es muy húmedo, y sus llanuras y vegas se inundan la mayor parte del año con las lluvias y crecientes de los ríos cuyas consecuencias procuran evitar, construyéndolas sobre postes elevados. Lo único que hay que admirar es que estas frágiles construcciones no sean barridas por el viento. Sin embargo, sus dueños las mueven con la mayor facilidad siempre que lo desean. Bajo de estas casas ponen un poste con ruedas y de esta manera pueden cambiar su colocación. No solamente sucede esto con las chozas de los aldeanos sino con las casas de madera construidas en los suburbios de todas las poblaciones.

 

"La hamaca y la fruta del calabazo eran los principales artículos que figuraban como muebles y utensilios de cocina entre los indígenas y esto ocurre también hoy entre los gibaros o nativos de raza blanca.

 

"El fuego lo encendían con tres palos delgados; dos ataban juntos por los extremos, el tercero lo ponían de punta sobre la unión de los otros dos, y batiéndole con las palmas de las manos al modo de un molinillo encendían lumbre con facilidad en cualquiera parte que se hallaban.

 

"Sus armas eran el arco, flechas y macanas, que hacían de madera muy fuerte, y le daban la figura de una hacha de mano. Eran muy diestros en tirar la flecha, aunque no usaban venenos en ellas como los Caribes. Tenían canoas para la pesca y para sus viajes de mar; algunas de ellas capaces de cuarenta á cincuenta hombres; pero todas las hacían de una pieza del tronco de un árbol, que ahuecaban con fuego y hachas de pedernal enastadas. Arboles de tales dimensiones ya no existen en Puerto Rico porque durante tres siglos y medio de destrucción los efectos se han sentido en toda la isla. En muchas partes de ella los árboles de mayor tamaño han desaparecido completamente, lo cual da por resultado grandes sequías, y sin embargo no hay un solo país donde se encuentre maderas más hermosas y útiles que en Puerto Rico.

 

''Dice Fray fñigo que las ocupaciones de los indios eran tan pocas como sus necesidades. Pasaban los días echados en la hamaca ó sentados en cuclillas sobre los talones, y sólo se movían con gusto para bailar, jugar ó satisfacer el hambre. Su agricultura se reducía á una corta sementera de maíz, batatas, ñames, y los plátanos, que producía la tierra, y este cuidado estaba al cargo de las mujeres. La caza y pesca pertenecían á los hombres. Comían cuantas sabandijas encontraban, y no sólo el marisco y los lagartos, sino que los murciélagos eran también plato regalado, según Fray Iñigo.

 

"Su religión consistía en las supersticiones que hacían á su Cemí, que esculpían y pintaban de la figura que imaginaban. Lo colocaban en todas partes y en sus casas tenían un retrete oscuro para adorarle y pedirle auxilio en todas sus necesidades. Fuera de sus pueblos tenían un adoratorio grande en donde tenían el Cemí tutelar. Allí concurrían el Cacique y los sacerdotes, que se ocultaban á las espaldas del ídolo y hablaban por su boca cuanto el Cacique les sugería.

 

En las funciones que celebraban llevaban de comer al ídolo, y sus ministros se regalaban con las ofrendas. Tenían idea de dos seres invisibles: el uno naturalmente benéfico, sin que fuesen necesarias oraciones ni votos para recibir favores; del otro temían todas sus desgracias, trabajos y calamidades, y eran precisas las súplicas y oblaciones para mitigar sus iras.

 

Lo miraban como enemigo de los hombres y de quien les venían todos los males. Sus ceremonias se reducían á diferentes humillaciones y á derramar ciertos polvos sobre la cabeza del ídolo, con otras prácticas supersticiosas que por tradición habían recibido de sus mayores, de quienes tenían estatuas que conservaban en los adoratorios.

 

"Se han encontrado de tiempo en tiempo imágenes del Cemí en varias partes de la isla, sobre todo en estos últimos años. Estos ídolos, aunque varían en cuanto al carácter y á la clase de piedra de que están hechos, son por lo general de la misma naturaleza. He visto, también, algunos hechos de barro que son. algo más pequeños que los construidos de piedra. Los trabajos hechos en piedra son verdaderamente maravillosos, si se toma en cuenta que no conocían los habitantes el uso del hierro.

 

"Don José Julián Acosta, de Puerto Rico, que ha vuelto á publicar la obra de Fray íñigo, con numerosas notas, describe varías de estas antigüedades que existen en su poder y manifiesta que, á la época de la conquista, los indígenas de Borinquen se encontraban en el segundo período de la edad de piedra. Dice este señor que la semejanza que se nota entre los imágenes del Cemí demuestran la unidad de las creencias religiosas, al mismo tiempo que la existencia de estos ídolos en diferentes partes, tanto en la costa como en el interior, prueba que la isla estaba habitada en todas direcciones. Cree el Sr. Acosta que en las grutas y cuevas que abundan en la isla, y que aun no han sido exploradas, se encuentran esqueletos de los indios.

 

Creían que los difuntos iban á resuscitar á un país sumamente delicioso en donde se gozaba de una primavera eterna, lleno de florestas pobladas de todo género de caza, regado de ríos abundantes de pescado y en donde disfrutaban de todos los bienes de la vida, acompañados de sus mujeres y de sus antepasados.

 

Cuando enfermaba el Cacique ó algún indio principal, llamaban al médico el cual después de muchas supersticiones ridiculas se purgaba y guardaba la misma dieta que el enfermo; y si no cumplía  exactamente con ésta y demás obligaciones y moría el enfermo, los parientes y amigos solían sacarle los ojos, darle de palos y otros castigos.

 

Cuando veían que los enfermos estaban próximos á morir, los ahogaban aunque fuesen caciques. Después de muertos los abrían y secaban al fuego; luego los enterraban en cuevas ú hoyos muy grandes, enterrando juntamente algunas de sus mujeres vivas, víveres para la jornada y sus armas. Después cubrían el hoyo con palos y ramas, y echaban la tierra encima sin que tocase á los sepultados.

 

Cualquiera que fuese el suceso que sobrevenía de circunstancias alegres ó melancólicas, se celebraba con el areito ó baile, que acompañaba la música, canto y embriaguez. Fray íñigo, escribe que el areito entre estos indios no era precisamente diversión, era ocupación muy seria é importante. Si se declaraba la guerra el areito explicaba los sentimientos que los animaban á la venganza. Si querían mitigar la cólera de su Cemi, celebrar el nacimiente de algún hijo, llorar la muerte de algún Cacique ú amigo, hacían bailes propios de las circunstancias y sentimientos del objeto á que se dirigían. Si había algún enfermo, se hacía un baile como remedio eficaz para recuperar la salud, y si el paciente no podía resistir la fatiga del ejercicio, el médico danzaba por él.

 

Todos sus bailes eran imitación de algún asunto, y aunque la música que arreglaba los movimientos era muy simple, los bailes eran muy vivos y animados. El de la guerra era el más expresivo de todos. En él, se representaban todas las acciones de una campaña completa; la partida de las tropas, su entrada en el país enemigo, las precauciones del acampamento, las emboscadas, el modo de sorprender al enemigo, la furia del combate, la celebridad de la victoria, la conducción de los cautivos, todo se representaba á los espectadores con tanto ardor y entusiasmo, que parecía combatían de veras. Conformaban los gestos, fisonomía y voces á las circunstancias respectivas del asunto, acompañando siempre la música y canto.

 

 

"Los instrumentos de música que usaban eran tambores de varios tamaños hechos de troncos de árboles, la macara y el güiro ó guicharo, hechos de la fruta del calabazo. Puede decirse que estos son aún los instrumentos musicales de la isla, pues no solamente se usan en los bailes de los gibaros, sino que el güiro ó guicharo (que es la cascara del calabazo y que se toca con un palito), se encuentran en los bailes de la mejor sociedad y acompañan al piano y á otros instrumentos modernos. Hasta las bandas militares españolas adoptaron dichos instrumentos nacionales siempre que tocaban danzas del país. Los cantos de los indias eran muy serios y aún históricos, porque en ellos se relataban los sucesos másimportantes de su vida y de su país; la genealogía de sus jefes, la fecha de su muerte, su éxito en la guerra, las victorias que habían conquistado, las estaciones prósperas y adversas, etc., todo ésto era relatado en sus cantares.

 

El areito ó baile se componía de mucha gente; unas veces bailaban hombres solos; otras, mujeres; solas otras, todos juntos, formados en dos filas, asidos de las manos y una guía que llevaba el compás y la voz, á quien respondían todos repitiendo la historia que cantaba. Mientras unos bailaban, otros daban de beber á los danzantes, dice Fray fñigo, sin parar jamás, hasta que iban cayendo embriagados; algunas veces entraban otros á ocupar el lugar que dejaban; otras, se acababa el areito con una borrachera general. Sin este motivo se entregaban á la bebida de la chicha, que hacían las mujeres de maíz, frutas y otras cosas. También se emborrachaban con humo de tabaco que tomaban por las narices con cañutillos.

 

Eran muy aficionados al juego del batey ó pelota, para el cual tenían sitios destinados fuera de los pueblos y cuando no los ocupaba alguno de los objetos referidos, solían pasar el tiempo tendidos en sus hamacas fumando y guardando un profundo silencio.

 

Algunos tenían el gusto de contratar, y todos sus negocios se reducían á trocar sus diges y bagatelas entre sí, sin detenerse en el exceso del valor que había entre unas y otras, pues todo el precio se lo daba el antojo del que cambiaba. No tenían monedas, pesos, ni medidas.

 

El delito más feo y el que castigaban sin remisión era el hurto, y así al que tomaba alguna cosa ajena, aun cuando fuese de corta entidad, lo empalaban vivo, dejándole así abandonado en el campo hasta que moría. Ni se reputaba por menos feo y escandaloso entre ellos interceder por el ladrón para que se le remitiese ó conmutase la pena de muerte, aun cuando el mediador fuese padre ó amigo del reo; por esto quizá ocurría pocas veces el hurto."

 

Después de haber sometido á los indios, Juan Ponce de León proce dio á esclavizarlos según el sistema español de repartimientos y encomiendas, como se había hecho en Santo Domingo, en Cuba, y otras colonias españolas. Como resultado de su lucha con los españoles, de las enfermedades, de la emigración á otras islas, del trabajo forzado en las minas, y de otros motivos, la población indígena desapareció rápidamente, de suerte que en 1543 el obispo de San Juan informó al Rey de España de que sólo quedaban como 60 naturales en la isla. En la actualidad no hay traza alguna de indios; al menos no ha sido descubierta al levantarse el último censo.

 

Sin embargo, en asuntos de esta clase, ningún censo puede competir con un buen observador, y por lo mismo debe llamarse la atención á lo que dice el Capitán W.S. Schuyler, en un informe fechado á 30 de agosto de 1899: "Mientras que se hacían trabajos en los caminos tuve ocasión de observar á los trabajadores, que en número de 700 á 800 venían á recibir sus salarios en Las Marías, La Vega y Añasco. El tipo indígena era muy notable entre dichos trabajadores. Aunque es verdad que en la actualidad no existe en Puerto Rico un solo individuo de pura sangre indígena, es también cierto que el tipo de esta raza puede encontrarse en los distritos montañosos. En San Germán encontré una mujer cuyo color, cabello y facciones eran de un tipo indígena tan perfecto como se encuentra en el suroeste de los Estados Unidos."

 

 

Población Negra.

 

Es probable que un cierto número de esclavos africanos fueron con los españoles en los primeros tiempos de la conquista de Santo Domingo á Puerto Rico, porque en la primera de estas dos islas se había introducido algunos años antes la esclavitud. Debido á la rápida desaparición de los indios, se permitió en 1513 la introducción de negros esclavos en Puerto Rico mediante el pago de dos ducados por cabeza.

 

 

El historiador Fray Iñigo Abbad dice que los esclavos negros fueron introducidos en la isla de la manera siguiente:

 

 

Entre 1530 á 1553 se importaron como 1,500 negros, y es probable que otros tantos fueron introducidos clandestinamente para evitar el pago de los derechos debidos.

 

Dice, el mismo autor que durante el siglo XVII continuaron celebrándose contratos para la introducción de esclavos africanos, teniendo el privilegio en este negocio los genoveses, portugueses y holandeses. En algunas ocasiones también participaron en este comercio los españoles y los franceses. Entre los años de 1613 y 1621 durante el gobierno de Don Felipe de Beaumont y Navarra, llegaron á Puerto Rico once barcos cargados de negros y es probable que durante el siglo XVII se hayan hecho otras introducciones, ya conforme á la ley, ya de una manera clandestina, puesto que al estudiar la historia de la isla se observa que durante ese siglo la población negra aumentó notablemente en comparación con lo que había sido en el siglo precedente

 

 

Dos años antes el filibustero inglés, Drake, saqueó y quemó San Juan.

 

En 1662 los franceses intentaron un desembarco pero fueron rechazados.

 

En septiembre de 1625 San Juan fué atacado por una escuadra holandesa de 17 barcos y 2,500 hombres. Estos desembarcaron y sitiaron la ciudad por 28 días, viéndose obligados, finalmente, á abandonar la empresa con pérdidas considerables. Desde entonces hasta 1797, varios menores é infructuosos ataques se hicieron contra la isla. En este año, el 17 de Abril, una escuadra inglesa con 6,500 hombres á las órdenes de Lord Ralph Abercrombie, atacó á San Juan pero, á su vez, tuvo que abandonar su intento después de dos semanas de bloqueo. Desde esa fecha hasta la de la ocupación americana de la isla (1898) Puerto Rico estuvo libre de ataques exteriores.

 

El 12 de mayo la flota americana, bajo las órdenes del Contra-almirante W. T. Sampson, que buscaba la flota al mando del Almirante Cervera, bombardeó las fortificaciones que guardaban el puerto de San Juan. Después de tres horas de fuego se retiró, habiendo averiguado de esta manera que la flota española no estaba allí.

 

Entonces( fuera de cronologia historica)

El 21 de julio el Mayor General N. A. Miles, con unas fuerzas de los Estados Unidos, desembarcó en la bahía de Guanica sin ninguna oposición seria, y el 27 ocupó á Ponce, que se rindió al intimársele. Organizadas en tres columnas, que alcanzaban hasta 12,000 hombres, las fuerzas americanas continuaron en dirección de Arecibo, Mayagüez y Aibonito, sin haber encontrado resistencia fuerte. En Aibonito, en el momento de atacar aquella plaza fuerte, se recibió el anuncio que se había firmado el protocolo de la paz, de modo que se suspendieron las hostilidades.

 

Puerto Rico tampoco sufrió disturbios civiles interinos á pesar de que al principio de este siglo (19) los naturales manifestaron signos de oposición á la autoridad insular y de que un pequeño grupo republicano se insurreccionó; pero las inmediatas disposiciones del Gobernador de la Torre, la presencia de tropas y la pequeña área de la isla sofocaron el movimiento, siendo ejecutados algunos de los jefes. En 1868 hubo otra vez manifestaciones revolucionarias en Lares, Ponce, Bayamón y Arecibo, y después, á consecuencia de la promulgación en la isla de la Constitución española de 1869, la isla fué declarada provincia de España, aunque nominalmente lo era desde 1809 y dejó de ser una colonia.

 

No obstante las condiciones de tranquilidad general dominantes en la isla, su progreso material fué lento. Durante el siglo XVI solamente tres poblaciones se fundaron: San Juan (1521), San Germán (1543) y Aguada (1590). En el siglo XVII se aumentó con tres más, á saber: Arecibo y Coamo (1616) y Ponce (1620); en el pasado siglo se aumentó el número con 28 más y en el presente con otras 35.

 

En realidad aún por muchos años después de su colonización, Puerto Rico fué simplemente una estación militar y una colonia penal, aunque oficialmente no constara, á la cual se mandaban de España y de sus colonias de América presos políticos, militares y comunes.

 

El aumento de su población fué despacio, tanto que á mediados del siglo XVII su número era de 880 almas. Durante los siguientes cien años aumentó á 44,883 y en 1812 llegaba á 183,014.

 

El sistema de contribuciones y derechos aplicado á Puerto Rico fué el mismo casi que el de Cuba y demás posesiones españolas. Hasta 1784 la hacienda pública estaba á cargo de un tesorero y un contador nombrados por el Rey y conjuntamente responsables con el gobernador por las rentas de la isla. En este año se estableció la Intendencia de Hacienda de Puerto Rico.*

 

Las principales fuentes de ingresos á fines del siglo pasado eran los derechos de importación y exportación *{almojarifazgo) recargados grandemente para todos los artículos extranjeros. Los diezmos establecidos por bula del Papa Alejandro VI en 1501, que se cobraron hasta 1830, que fueron suprimidos para ponerse en vigor otra vez hasta abolirse definitivamente en 1849. Los diezmos se pagaban en especies de cada cosecha después de recolectarse y en 1779 montaban á 69,720 pesos, un tercio destinado al sostenimiento del clero. La alcabala ó impuesto sobre mercancías; el impuesto sobre el aguardiente y la aloja; sobre la introducción, marca y venta de negros; la media annata ó impuesto sobre sueldos de empleados oficiales; derechos judiciales; las mandas pías forzosas y los situados de México y Guatemala. Desde 1770 á 1809 el montante total recibido por situados fué de 4,409,991 pesos, los cuales se dedicaron principalmente para la defensa de la isla y sostenimiento de su guarnición. Las salinas de Cabo Rojo, Guanica y Coamo fueron también fuente de ingresos, y toda propiedad, ganado, etc., de  propiedad dudosa pasaba á ser del Rey de acuerdo con la ley.

 

*{almojarifazgo) El almojarifazgo fue un impuesto aduanero que se pagaba por el traslado de mercaderías que ingresaban o salían del reino de España o que transitaban entre los diversos puertos (peninsulares o americanos), equivalente al actual arancel. Los que lo cobraban se llamban almojarifes, nombre que también llevaban los tesoreros encargados de la totalidad de la Real Hacienda.

 

Todas las fuentes de ingresos eran insuficientes para cubrir los gastos, y sin el concurso de los situados, auxilio con que ayudaban los tesoros de México y Guatemala, las condiciones del gobierno en la isla hubieran sido críticas. Esto se demostró cuando este ingreso cesó en 1809. Entonces, encontrándose el tesoro insular sin fondos suficientes de reserva ó de otras procedencias y el pueblo muy pobre, siguió un período de malestar económico que hizo que en 1812 se recurriera al recurso por que en estos casos optan los gobiernos sin dinero y sin crédito, la emisión de papel moneda. Este, sin embargo, se despreció tan rápidamente (que un peso plata pronto valió diez en papel) que en 1815 se ordenó el recojido de este papel. Para esta época la isla ya se estaba beneficiando de las revoluciones de Santo Domingo, y de las otras colonias hispano-americanas, de las cuales emigraron muchos españoles á Puerto Rico, llevando capital y su industria y conocimientos del cultivo del café y de la caña de azúcar.

 

Por la fecha de la ocupación americana, el sistema de impuestos, derechos de aduana, etc., era el mismo que en Cuba; pero contrastando grandemente con las diposiciones sobre las rentas de Cuba, se invertían en la isla y sólo en contadas excepciones se mandaron fondos á España como préstamos al gobierno español; y la administración de la hacienda era tal que no existía deuda insular ni se permitía á los municipios contraer deudas ó hacer empréstitos excepto para cumplir sus obligaciones con el tesoro insular. 

 

Desde 1850 á 1890 los ingresos y gastos de la isla, por períodos decenales, fueron los siguientes:

  

 

En el presupuesto del año económico de 1897-98 se estimaban los ingresos en 5,157,200 pesos y los gastos en 4,754,042.19 pesos. En el año de 1898-99 las rentas se estimaron en 5,107,092.89 pesos y los gastos en 4,781,920.20 pesos. 

 

No obstante las favorables condiciones financieras de los municipios y el superavit del tesoro insular, la de los propietarios por toda la isla era muy difícil según aparece de la siguiente estadística tomada del informe del Brig. Gen. George W. Davis, Gobernador Militar de Puerto Rico, en 5 de septiembre de 1899:

 

En 1897 la riqueza de la isla fué estimada en $150,000,000, el valor total de las fincas rusticas y urbanas en $28,867,928.79, mientras los deudas hipotecarias llegaban á $18,610,086.17, ó sea el 64 por ciento. Con las demás deudas, dice el General Davis, se alcanzará sin duda á la cifra de $50,000,000, el 30 por ciento del total de la riqueza de la isla. El tipo de interés en las deudas municipales de Puerto Rico no excedían de $1,000,000. Un peso es equivalente á 60 centavos de moneda de los Estados Unidos.

 

El número de las hipotecas fué del 1 al 24 por ciento en una gran parte de los préstamos, y en $6,000,000 el interés no se declaraba, excediendo probablemente el anterior tipo.

 

El estado de las clases proletarias ha sido generalmente de extrema pobreza, la cual, con los efectos del huracán último, degeneró en hambre y miseria y más de 250,000 indigentes que han sido alimentados por el gobierno.

 

Las condiciones económicas de Puerto Rico, al presente, han sido tan amplia y competentemente expuestos por el General Davis, en sus diversos informes publicados durante el próximo pasado año, que no es necesario hacer nuevos comentarios sobre ellas.

 

A pesar de estar el gobierno interinamente en las manos de los españoles, con exclusión de ios puertorriqueños, por trecientos cincuenta años, y que allí hubo el mismo sistema de leyes é impuestos y la misma ó quizas mayor negligencia en la instrucción que en Cuba, las condiciones interiores de las dos islas diferían mucho como se demostrará en una breve exposición.

 

Mientras que en Cuba se mostró por parte de los naturales gran descontento, en Puerto Rico, con excepción de una ó dos veces, la más perfecta tranquilidad permaneció siempre. Esto, probablemente, fué debido en gran parte á la actitud de la Madre Patria, la cual fué más moderada y conciliadora con Puerto Rico que con Cuba, á los comparativamente moderados gastos del gobierno insular, á la ausencia de deuda pública, á las periódicas derramas en favor del tesoro español, y á la mayor prevalencia de trabajo libre comparado con el trabajo esclavo de Cuba. 

 

Además, el carácter de la inmigración á Puerto Rico de España fué bastante diferente, siendo principalmente de catalanes y vizcainos, partidarios de la monarquía y de la iglesia, indiferentes á los principios liberales, que se quedaban en el país, mientras que los españoles que emigraban á Cuba eran principalmente castellanos, andaluces y asturianos, sin intención de quedarse en el pais y por consiguiente indiferentes con su gobierno y progreso material.

 

Esta observación hecha en 1876 por el Honorable Caleb Cushing, Ministro de los Estados Unidos en España, se ha visto confirmada por las estadísticas de agricultura de Cuba y Puerto Rico ahora terminadas. Mientras que en la primera isla el número de agricultores propietarios es de un 28 por ciento en relación con el número total de fincas, en Puerto Rico es del 93 por ciento.

 

Por otra parte, mientras que en Cuba la tierra cultivada en fincas administradas por los propios dueños es solo el 43.5 por ciento de su área, en Puerto Rico es el 91 por ciento. En otros términos, mientras que en Cuba una gran parte de las fincas cultivadas están en manos comparativamente de pocos propietarios de tierras, algunos de los cuales residen fuera de la isla, en Puerto Rico una extensa población rural es dueña de los terrenos que cultiva y reside permanentemente en ellos.

 

Según el censo de 1872, el total de esclavos en Puerto Rico en relación con la población total era de 5.1 por ciento, mientras que en Cuba era de 27.8 por ciento.

 

Las pequeñas dimensiones de Puerto Rico y la presencia de una guarnición española y de una milicia organizada fueron, sin duda, influencias pacíficas para sofocar cualesquiera disposición de parte de los naturales á reclamar contra las autoridades establecidas, si de hecho tales sentimientos hubiesen prevalecido. Que algún descontento existía entre ellos en 1897-98, sea como un resultado de su simpatía por los cubanos ó por deseos de tener un gobierno propio, está fuera de toda duda. De todos modos el ejército americano recibió de todos los naturales del país, sin distinción de clases, una espontánea y entusiasta bienvenida como libertadores y amigos, por todas las partes de la isla que ocupó.

 

GOBIERNO.

 

Puerto Rico fué fundado y gobernado en realidad bajo el mismo plan que las demás colonias españolas; en el censo de Cuba se encontrará una descripción completa del sistema.

 

Por muchos años la isla tuvo tan poca importancia que su gobierno fué confiado á oficiales de rango inferior en el ejército español; de hecho no fué más que una posición militar.

 

Con el aumento de población y el desenvolvimiento de su riqueza, el cargo de gobernador fué confiado á oficiales generales con la categoría de capitanes generales. Lo mismo que en Cuba el Gobernador tenía un poder supremo en los asuntos militares y de hecho en los civiles, siendo presidente de la Real Audiencia, y de todos los tribunales, aun cuando para las decisiones de carácter legal tenía un consejero nombrado por la Corona, cuyos dictámenes podía aprobar ó no.

 

En 1825 á consecuencia de la revolución en la América del Sur, el Capitán General fué investido con poderes extraordinarios, como en Cuba, pero nunca hizo uso de ellos en el sentido de oprimir el pueblo. Hasta 1813 la Intendencia de Hacienda dependió del Gobernador de la isla, pero en esta fecha se organizó bajo la administración de un Intendente nombrado por el Rey. Al primero le auxiliaba un secretario y varios oficiales, pero no podía disponer de fondos sin la aprobación de dos oficiales superiores del Departamento nombrados por el Rey, cada uno de los cuales custodiaba una llave del Tesoro, los cuales por tres veces podían rehusar el pago de cualquiera orden que no consideraran  legal. Salvada su responsabilidad ellos podían acceder al pago, haciendo constar su protesta. Desde luego este reglamento, como los demás, era para el curso regular de los asuntos, pues el Capitán General tenía una autoridad suprema sobre toda la máquina administrativa y sus agentes.

 

 

Para la administración municipal y de policía había un cabildo consistente en dos juntas con su alcalde, tenientes, regidores y un síndico. Además del cabildo, había el tribunal eclesiástico, el tribunal de marina y el Consulado. El primero se componía del Obispo de San Juan y del Provisor de la Iglesia. El Capitán General, como vice patrono general, ejercía una autoridad superior sobre ese tribunal; así podía obligar á la ejecución de disposiciones de la Iglesia, suspender al obispo y demás prelados en el ejercicio de su ministerio dando cuenta á Madrid, y proveer al nombramiento del clero para los curatos.

 

El tribunal de marina tenía á su cargo la administración é inspección de todo lo concerniente al ramo, incluso jurisdicción y fueron para procesar á los individuos del cuerpo. Lo presidía el Comandante Naval, asesorado por un auditor de marina. De sus decisiones se podía apelar al Tribunal de Marina de la Isla de Cuba. Aún cuando la administración de este tribunal era independiente del Capitán General, este tenía el mando supremo de las fuerzas navales.

 

El Consulado era un tribunal para la resolución de todos los asuntos de carácter mercatil, con arreglo á las leyes de comercio aplicadas á Puerto Rico. Consistía de un Presidente y dos magistrados, estos elegidos por las partes interesadas en cada caso. Ante este tribunal los querellantes se apersonaban con sus respectivos abogados.

 

En el gobierno insular había un secretario general para lo civil y una dirección de obras públicas, y un jefe de Estado Mayor para la administración de los asuntos militares.

 

De esta breve descripción se puede ver que el gobierno de Puerto Rico — en lo ejecutivo, legislativo y judicial — estuvo por muchos anos en manos del Capitán General, y que aquellas juntas y tribunales solamente existían para la tramitación de los asuntos ordinarios.

 

En resumen, hasta 1870 Puerto Rico estuvo gobernado por el Capitán General bajo las leyes de Indias y por especiales decretos ú órdenes según se promulgaban por el rey.

 

Por una ley de 28 de agosto de aquel año, Puerto Rico fué declarado Provincia de España y se le concedió una diputación provincial, compuesta de diputados electos por el sufragio universal. Al mismo tiempo la isla fué dividida en siete departamentos, á saber: Bayamón, Ponce, Arecibo, Guayama, Humacao, Aguadilla y Mayagüez, los cuales tenían por capitales las ciudades del mismo nombre.

 

En 1874, con motivo de la caída del gobierno republicano en España, la Constitución de 1869 fué derogada y como resultado de esto fué abolida la diputación provincial, quedando Puerto Rico en las mismas condiciones en que se encontraba antes de la promulgación de la ley de 1870. En el mes de febrero de 1877 la Constitución española de 1876, así como las leyes provinciales y electorales del mes de diciembre de 1876, se hicieron extensivas á Puerto Rico y se restableció la diputación provincial, cuyos miembros eran electos por el voto de todos los varones residentes en la isla mayores de 25 años que habían recibido un título profesional ó pagado impuestos por la suma de 25 pesos.

 

En 1897 se constituyó en Puerto Rico, lo mismo que en Cuba, un gobierno autonómico que se inauguró el 11 de Febrero de 1898, y que estuvo en el poder hasta la ocupación americana en 18 de octubre de 1898. Este gobierno consistía del Gobernador General, un consejo de secretarios, y una asamblea representativa con poderes legislativos muy limitados.

 

En 18 de octubre el Mayor General John R. Brooke, del Ejército de los Estados Unidos, fué nombrado Gobernador de Puerto Rico; éste, en noviembre 29, suprimió la Diputación provincial y realizó otros cambios en la administración insular. Le sucedió en el gobierno, en diciembre 6 de 1898, el Mayor General Guy V. Henry, del Ejército de los Estados Unidos, quien por orden ejecutiva de 6 de febrero de 1899, disolvió el Consejo de secretarios, estableciendo los Departamentos de estado, justicia, hacienda y gobernación, á cargo, cada uno, de un jefe con el sueldo de 16,000 pesos al año.

 

Al General Henry le sucedió en 9 de mayo siguiente el General George W. Davis. Este, por orden del 12 de agosto, suprimió los Departamentos de estado, tesoro é interior, y organizó Direcciones de gobernación y asuntos municipales, de hacienda, de agricultura, de educación, una junta de obras públicas, una junta judicial, otra de beneficencia, de higiene, de cárceles, de policía insular, y una secretaría civil del Gobierno Militar, el jefe de esta última con un sueldo de $4,000, mientras que á los jefes de direcciones se les asignó $2,000. Por medio de este sistema administrativo el General Davis dirigió los asuntos de la isla muy sabiamente y en condiciones mucho más económicas que hasta aquella fecha se habían conocido.

 

El 31 de mayo de 1899, se dictaron disposiciones autorizando á los jueces de instrucción el derecho de habeas corpus y el 27 de junio se decretó el juicio por jurados.

 

Por último, por ley de 12 de abril de 1900, que había de tener efecto desde el primero de mayo, el Congreso proveyó por la constitución de un gobierno civil compuesto de un gobernador, un consejo ejecutivo nombrado por el Presidente por un período de cuatro años, y una asamblea compuesta de 35 miembros elegidos bienalmente por votación popular limitada.

 

El Consejo Ejecutivo se componía del gabinete insular y de cinco personas de respetabilidad. En el primero figura un Secretario Civil, un Secretario de Justicia (Attorney-General), un Tesorero, y un Auditor, un Comisionado de Gobernación y otro de Instrucción Pública, todos nombrados por un período de cuatro años. El Consejo Ejecutivo y la Cámara de representantes forman la Asamblea legislativa de Puerto Rico. Este sistema de gobierno se inauguró el 1ro de mayo por el Gobernador Carlos H. Alien, de Massachusetts, y está hoy en fuerza.

 

  

GOBIERNO DEPARTAMENTAL, DE DISTRITO Y MUNICIPAL.

 

El gobierno municipal existió en Puerto Rico desde los primeros tiempos de su historia y á principios de este siglo había 28 municipalidades. Debido á la agitación política que ocurrió como resultado de  las revoluciones en las colonias hispano-americanas, todas las municipalidades fueron abolidas en 1823, con excepción de las de San Juan, Aguadilla, San Germán, Mayagüez, Ponce, Guayama y Humacao, y se  establecieron siete distritos militares tanto para el gobierno civil como para objetos militares.

 

Al frente de cada uno de las siete divisiones geográficas de la isla se encontraba un oficial del ejército como representante del Capitán General. Tenían dichos oficiales su cuartel general en las diferentes capitales y gozaban de una jurisdicción civil limitada. De la misma manera todos los pueblos y aldeas de alguna importancia tenían un alcalde nombrado por el Capitán General, que ejercía las funciones de magistrado, y una comisión de doce propietarios, nombrados también por el mismo Capitán General, que tenían á su cargo las carreteras y los negocios generales de la comunidad. Se reunía dicha comisión cuando quiera que el Capitán General lo determinaba, pero no en otras ocasiones, para tomar en cuenta aquellas materias que fuesen sometidas á su consideración.

 

Por real decreto del 13 de diciembre de 1872, las leyes municipales de España se hicieron extensivas á Puerto Rico y el número de términos municipales fué notablemente aumentado y los distritos fueron convertidos en los siete departamentos que ahora existen. Los miembros de los consejos municipales eranelectos por todos los varones mayores de 25 anos, siempre que pagasen cinco pesos contribuciones ó tuviesen títulos profesionales.

 

Por orden ejecutiva de 21 de septiembre de 1899, el General Davis declaró que las condiciones que debía reunir un ciudadano para tener derecho á votar eran las siguientes:

 

Debe ser residente de buena fé en el distrito municipal; mayor de 21 anos de edad, contribuyente reconocido ó ser capaz de leer y escribir. Debe haber residido en la isla durante dos años antes de la fecha de haber sido registrado, y durante los últimos seis meses de estos dos años debe haber residido dentro de los límites municipales donde va á ejercer el derecho de votar. Los alcaldes, consejeros, jueces municipales y sus sustitutos, así como los directores de escuelas, son electos cada año.

 

EL SERVICIO JUDICIAL.

 

Antes de 1832 las leyes y el sistema de procedimiento eran los mismos en Puerto Rico que en Cuba y las otras colonias españolas. Los tribunales constaban de jueces de primera instancia y jueces municipales. No había audiencias en la isla y ésta se encontraba bajo la jurisdicción civil y criminal de la audiencia de Santo Domingo, la cual, en 1795, fué trasladada á la provincia de Puerto Príncipe en Cuba. Por real decreto de 19 de junio de 1831, se estableció en San Juan unaaudiencia territorial y se hacían apelaciones directas al tribunal supremo de Madrid.

 

A la época de la ocupación americana, había una audiencia territorial en San Juan, compuesta de siete miembros, que tenía jurisdicción civil sobre toda la isla y jurisdicción criminal sobre los departamentos de San Juan, Arecibo y Caguas. Había además otras dos audiencias, una en Ponce y la otra en Mayagüez, que tenían jurisdicción criminal sobre el resto de la isla. Cada una de estas audiencias constaba de un presidente y dos magistrados, un magistrado suplente, un fiscal, un promotor fiscal, un secretario, un subsecretario y dos actuarios. Los jueces eran nombrados por el Capitán General.

 

En el informe sobre el censo de Cuba se encontrará una descripción completa del sistema judicial de las colonias españolas, y parece innecesario repetirla aquí. El sistema establecido en Puerto Rico no estaba ibre en manera alguna de las complicaciones, defectos y dilaciones que existían en Cuba, ni eran los magistrados diferentes de los que administraban justicia en esta última isla. En los casos criminales se suponía culpable al acusado mientras no hubiese demostrado su inocencia y todas las pruebas obraban en su contra.

 

Desde que los Estados Unidos ocuparon la isla se han introducido muchas medidas importantes y saludables en lo tocante al sistema judicial español, según existía en Puerto Rico, incluyendo la abolición de la teoría de la culpabilidad de una persona acusada de haber cometido un crimen, lo mismo que de las investigaciones ex parte y del sistema de incomunicación. Se ha introducido el juicio por medio de jurados y el sistema de habeas corpus para proteger aquellas personas que pueden haber sido injustamente encarceladas. En el mes de agosto de 1899, atendiendo á una recomendación de la junta judicial, el Gobernador General Da vis reorganizó los tribunales, redujo el número de distritos judiciales de doce á cinco, introduciendo gradualmente el sistema de procedimiento americano, observado en lo general en los tribunales de los Estados Unidos.

 

Como aconteció en Cuba, se encontró en Puerto Rico que las cárceles estaban llenas de prisioneros que habían permanecido allí por años sin haber sido sometidos á juicio ó sentenciados, y la condición de los mismos era degradante desde el punto de vista material y moral. Todo esto ha cambiado y las instituciones penales de Puerto Rico pueden compararse favorablemente, tanto en lo relativo á las medidas sanitarias como á la buena administración, con cualesquiera instituciones de otros países tropicales. Sin embargo, mientras no se hayan construido edificios aparentes, no es de esperar que exista en Puerto Rico la disciplina penal que se observa en la mayor parte de los Estados de la Unión americana. Las autoridades dedican considerable atención á este particular.

 

Población Indígena.

 

Según antes se ha dicho, la población de Puerto Rico durante la época de la colonización española era de 100,000 á 600,000 almas. Según el historiador Fray ffíigo Abbad, que publicó una historia de la isla en 1788, " estaba ésta tan poblada como una colmena." No es probable que Ponce de León ó cualquiera de sus companeros hayan hecho un cálculo exacto del número de habitantes de la isla, y como sucede en cuanto á Cuba, esto será siempre motivo de conjetura.

 

Al hablar de los rasgos característicos de los indios de Puerto Rico, Fray Iñigo Abad, dice que su color era de cobre, como el común de los naturales de América, aunque más caído y oscuro; su estatura baja, pero corpulentos y bien proporcionados; tenían las narices chatas y de ventanas muy rasgadas, los dientes dañados, la frente angosta, la cabeza aplanada por delante y por detrás, porque al nacer se la formaban apretándosela por el cogote y por la frente; su cabello largo, negro y grosero. Eran flojos é indolentes y de una aversión estremada á todo trabajo y todo lo que no era satisfacer el hambre ó divertirse en el baile, caza ó pesca, lo miraban con indiferencia. Tenían caciques que los gobernaban; sus hijos mayores heredaban este empleo, y si á este le faltaba sucesión no heredaba el hijo mayor del hermano segundo, sino el de la hermana mayor.

 

En un informe interesante, compilado por F. Bedwell, Cónsul de Gran Bretaña en Puerto Rico, en 1879, dice que "Los mandatos de los caciques se anunciaban como dimanados de un oráculo ó de su Cemí, á quien hacían hablar lo que querían por medio de los agoreros ó médicos que ejercían las funciones de ministros del ídolo, y les llamaban Buhitís. Estos se ocultaban detrás de la estatua del Cemí, declaraban la guerra y la paz, arreglaban las estaciones, concedían el sol, la lluvia y cuanto convenía, según las necesidades lo exigían ó el antojo del Cacique lo dictaba; y cuando los anuncios y promesas salían fallidas, respondían que el Cemí había mudado de dictamen por convenir así, sin que por esto se dudase del poder y crédito de la fingida deidad ni de sus embusteros ministros, tanta era la simplicidad é ignorancia en que vivían estos indios.

 

Los cacicazgos estaban divididos en pequeñas provincias, que por lo general sólo comprendían los habitantes de un valle, pero los más dependían del Cacique Agueynaba que mandaba en jefe, siendo los otros como tenientes suyos, que hacían cumplir en sus respectivos distritos las órdenes de Agueynaba.

 

Todos los hombres y mujeres doncellas andaban enteramente desnudos, aunque pintaban su cuerpo con mucha prolijidad, dibujando en él  variedad de figuras con aceites, aguas y resinas viscosas que extraían de los árboles. Con este uniforme se presentaban bizarros á las expediciones militares, á los bailes públicos, y demás concursos, pues entre ellos el ir pintados equivalía al estar vestidos; además que la naturaleza y la experiencia misma les habían dictado que las resinas y aceites con que pintaban su cuerpo les preservaba del calor excesivo y de la traspiración superabundante, que en la zona tórrida, disipa las fuerzas, espesa la sangre y abrevia la vida, sirviéndoles igualmente de defensivo contra las injurias del aire, de la humedad, de la plaga de innumerable variedad de mosquitos y de otros insectos, que los molestaban incesantemente sin esta precaución. Esta especie de vestido simple, que se adquiría con poco trabajo y que se variaba según el antojo de cada uno, tenía sus adornos ó guarniciones, por decirlo así, en donde se le ofrecían ocasiones á la vanidad de manifestar su invención y gusto, no sólo en las diferentes figuras y varios colores de que cada uno se pintaba, sino que también adornaban sus cabezas con plumas de exquisitos colores; se ponían en las megillas planchuelas de oro, colgaban en las orejas, narices y otras partes del cuerpo caracolillos, conchas, piedras y otros diges, sin olvidar jamás el retrato de su Cemí ó deidad. Los caciques usaban por insignia y distinctivo de su dignidad, una plancha de oro colgada al pecho, del tamaño de una patena. Las mujeres casadas se ceñían por la cintura de un delantalillio que sólo les llegaba á media pierna, dejando lo demás del cuerpo en su natural desnudez; las Cacicas usaban este delantal largo hasta los tobillos, pero se ponían el corto cuando jugaban al batey ó pelota.

 

"En cuanto al matrimonio no se sabe qué formalidades usaban para contraerlo; sólo si que cada uno tomaba dos, tres ó más mujeres, según la mayor proporción que tenía de tenerlas, y las dejaban, tomando otras, usando de ellas según su antojo. Los Caciques las tenían en mayor número y había una que era preferida, pero todas vivían juntas con él sin manifestar celos ó envidia por la predilección de la otra, aunque en realidad todas venían á ser esclavas del marido. Ellas debían de componerle el pelo que diferenciaban de mil maneras, pintándolo con prolijidad siempre que había de salir de casa. Tenían á su cargo todas las obligaciones domésticas, y aun las del campo y agricultura; y lo que es más debían enterrarse vivas una ó dos de las más queridas, cuando moría el Cacique, y si no se ofrecían voluntarias á enterrarse con el difunto, las obligaban para que le acompañasen en la otra vida.

 

Los casados no se juntaban á sus mujeres quince ó veinte dias antes de ir á coger oro á los ríos, vanamente persuadidos que de otro modo se les turbaría la vista y no lo encontrarían. No conocían camalmente á las parientas en primer grado, ni se casaban con ellas, porque vivían en la creencia que los incestuosos morían de mala muerte.

 

"Las casas las construían sobre vigas ó troncos de árboles que fijaban dentro de la tierra, á distancia de dos a tres pasos uno de otro, en figura oval, cuadrilátera ó cuadrilonga, según la disposición del terreno. Sobre dichos troncos formaban el piso, que era de cañas o varas; al rededor de este piso hacían los tabiques o paredes de las casas que eran asimiso de cañas, cruzando sobre ellas al través muchas latas que hacían de las hojas de las palmas con que aseguraban la obra. Todas las cañas que formaban el tabique se juntaban arriba en el centro de la casa, afianzándolas unas con otras, quedando el techo en figura de pabellón. No dejaban ventanas, chimenea, ni tenían más luz que la que entraba por la puerta que era angosta. Otras casas construían también sobre troncos de árboles y de los mismos materiales, pero más fuertes y de mejor disposición. Desde la tierra hasta el piso que orinaban sobre los troncos, dejaban sin cercar una parte que servía como de zaguán; en lo alto dejaban ventanas y corredores que hacían de cañas; el techo estaba á dos vertientes, mediante un caballete que ponían sobre horcones, cubierto de hojas de palma.

 

"Dice Fray Iñigo que en la época en que escribía, las casas que había en el interior de la isla de Puerto Rico eran de esta misma construc- ción é idea, sin más diferencia que el ser por lo común los pisos y costados de tabla; y todas las hacen sobre los troncos expresados.

 

"Esta idea de fabricar sus casas sobre troncos o postes de madera la dicta la necesidad del país, que es muy húmedo, y sus llanuras y vegas se inundan la mayor parte del año con las lluvias y crecientes de los ríos cuyas consecuencias procuran evitar, construyéndolas sobre postes elevados. Lo único que hay que admirar es que estas frágiles construcciones no sean barridas por el viento. Sin embargo, sus dueños las mueven con la mayor facilidad siempre que lo desean. Bajo de estas casas ponen un poste con ruedas y de esta manera pueden cambiar su colocación. No solamente sucede esto con las chozas de los aldeanos sino con las casas de madera construidas en los suburbios de todas las poblaciones.

 

"La hamaca y la fruta del calabazo eran los principales artículos que figuraban como muebles y utensilios de cocina entre los indígenas y esto ocurre también hoy entre los gibaros o nativos de raza blanca.

 

"El fuego lo encendían con tres palos delgados; dos ataban juntos por los extremos, el tercero lo ponían de punta sobre la unión de los otros dos, y batiéndole con las palmas de las manos al modo de un molinillo encendían lumbre con facilidad en cualquiera parte que se hallaban.

 

"Sus armas eran el arco, flechas y macanas, que hacían de madera muy fuerte, y le daban la figura de una hacha de mano. Eran muy diestros en tirar la flecha, aunque no usaban venenos en ellas como los Caribes. Tenían canoas para la pesca y para sus viajes de mar; algunas de ellas capaces de cuarenta á cincuenta hombres; pero todas las hacían de una pieza del tronco de un árbol, que ahuecaban con fuego y hachas de pedernal enastadas. Arboles de tales dimensiones ya no existen en Puerto Rico porque durante tres siglos y medio de destrucción los efectos se han sentido en toda la isla. En muchas partes de ella los árboles de mayor tamaño han desaparecido completamente, lo cual da por resultado grandes sequías, y sin embargo no hay un solo país donde se encuentre maderas más hermosas y útiles que en Puerto Rico.

 

''Dice Fray fñigo que las ocupaciones de los indios eran tan pocas como sus necesidades. Pasaban los días echados en la hamaca ó sentados en cuclillas sobre los talones, y sólo se movían con gusto para bailar, jugar ó satisfacer el hambre. Su agricultura se reducía á una corta sementera de maíz, batatas, ñames, y los plátanos, que producía la tierra, y este cuidado estaba al cargo de las mujeres. La caza y pesca pertenecían á los hombres. Comían cuantas sabandijas encontraban, y no sólo el marisco y los lagartos, sino que los murciélagos eran tam- bién plato regalado, según Fray Iñigo.

 

"Su religión consistía en las supersticiones que hacían á su Cemí, que esculpían y pintaban de la figura que imaginaban. Lo colocaban en todas partes y en sus casas tenían un retrete oscuro para adorarle y pedirle auxilio en todas sus necesidades. Fuera de sus pueblos tenían un adoratorio grande en donde tenían el Cemí tutelar. Allí concurrían el Cacique y los sacerdotes, que se ocultaban á las espaldas del ídolo y hablaban por su boca cuanto el Cacique les sugería.

 

En las funciones que celebraban llevaban de comer al ídolo, y sus ministros se regalaban con las ofrendas. Tenían idea de dos seres invisibles: el uno naturalmente benéfico, sin que fuesen necesarias oraciones ni votos para recibir favores; del otro temían todas sus desgracias, trabajos y calamidades, y eran precisas las súplicas y oblaciones para mitigar sus iras.

 

Lo miraban como enemigo de los hombres y de quien les venían todos los males. Sus ceremonias se reducían á diferentes humillaciones y á derramar ciertos polvos sobre la cabeza del ídolo, con otras prácticas supersticiosas que por tradición habían recibido de sus mayores, de quienes tenían estatuas que conservaban en los adoratorios.

 

"Se han encontrado de tiempo en tiempo imágenes del Cemí en varias partes de la isla, sobre todo en estos últimos años. Estos ídolos, aunque varían en cuanto al carácter y á la clase de piedra de que están hechos, son por lo general de la misma naturaleza. He visto, también, algunos hechos de barro que son. algo más pequeños que los construidos de piedra. Los trabajos hechos en piedra son verdaderamente maravillosos, si se toma en cuenta que no conocían los habitantes el uso del hierro.

 

"Don José Julián Acosta, de Puerto Rico, que ha vuelto á publicar la obra de Fray íñigo, con numerosas notas, describe varías de estas antigüedades que existen en su poder y manifiesta que, á la época de la conquista, los indígenas de Borinquen se encontraban en el segundo período de la edad de piedra. Dice este señor que la semejanza que se nota entre los imágenes del Cemí demuestran la unidad de las creencias religiosas, al mismo tiempo que la existencia de estos ídolos en diferentes partes, tanto en la costa como en el interior, prueba que la isla estaba habitada en todas direcciones. Cree el Sr. Acosta que en las grutas y cuevas que abundan en la isla, y que aun no han sido exploradas, se encuentran esqueletos de los indios.

 

Creían que los difuntos iban á resuscitar á un país sumamente delicioso en donde se gozaba de una primavera eterna, lleno de florestas pobladas de todo género de caza, regado de ríos abundantes de pescado y en donde disfrutaban de todos los bienes de la vida, acompañados de sus mujeres y de sus antepasados.

 

Cuando enfermaba el Cacique ó algún indio principal, llamaban al médico el cual después de muchas supersticiones ridiculas se purgaba y guardaba la misma dieta que el enfermo; y si no cumplía  exactamente con ésta y demás obligaciones y moría el enfermo, los parientes y amigos solían sacarle los ojos, darle de palos y otros castigos.

 

Cuando veían que los enfermos estaban próximos á morir, los ahogaban aunque fuesen caciques. Después de muertos los abrían y secaban al fuego; luego los enterraban en cuevas ú hoyos muy grandes, enterrando juntamente algunas de sus mujeres vivas, víveres para la jornada y sus armas. Después cubrían el hoyo con palos y ramas, y echaban la tierra encima sin que tocase á los sepultados.

 

Cualquiera que fuese el suceso que sobrevenía de circunstancias alegres ó melancólicas, se celebraba con el areito ó baile, que acompañaba la música, canto y embriaguez. Fray íñigo, escribe que el areito entre estos indios no era precisamente diversión, era ocupación muy seria é importante. Si se declaraba la guerra el areito explicaba los sentimientos que los animaban á la venganza. Si querían mitigar la cólera de su Cemi, celebrar el nacimiente de algún hijo, llorar la muerte de algún Cacique ú amigo, hacían bailes propios de las circunstancias y sentimientos del objeto á que se dirigían. Si había algún enfermo, se hacía un baile como remedio eficaz para recuperar la salud, y si el paciente no podía resistir la fatiga del ejercicio, el médico danzaba por él.

 

Todos sus bailes eran imitación de algún asunto, y aunque la música que arreglaba los movimientos era muy simple, los bailes eran muy vivos y animados. El de la guerra era el más expresivo de todos. En él, se representaban todas las acciones de una campaña completa; la partida de las tropas, su entrada en el país enemigo, las precauciones del acampamento, las emboscadas, el modo de sorprender al enemigo, la furia del combate, la celebridad de la victoria, la conducción de los cautivos, todo se representaba á los espectadores con tanto ardor y entusiasmo, que parecía combatían de veras. Conformaban los gestos, fisonomía y voces á las circunstancias respectivas del asunto, acompañando siempre la música y canto.

 

 

"Los instrumentos de música que usaban eran tambores de varios tamaños hechos de troncos de árboles, la macara y el güiro ó guicharo, hechos de la fruta del calabazo. Puede decirse que estos son aún los instrumentos musicales de la isla, pues no solamente se usan en los bailes de los gibaros, sino que el güiro ó guicharo (que es la cascara del calabazo y que se toca con un palito), se encuentran en los bailes de la mejor sociedad y acompañan al piano y á otros instrumentos modernos. Hasta las bandas militares españolas adoptaron dichos instrumentos nacionales siempre que tocaban danzas del país. Los cantos de los indias eran muy serios y aún históricos, porque en ellos se relataban los sucesos másimportantes de su vida y de su país; la genealogía de sus jefes, la fecha de su muerte, su éxito en la guerra, las victorias que habían conquistado, las estaciones prósperas y adversas, etc., todo ésto era relatado en sus cantares.

 

E1 areito ó baile se componía de mucha gente; unas veces bailaban hombres solos; otras, mujeres; solas otras, todos juntos, formados en dos filas, asidos de las manos y una guía que llevaba el compás y la voz, á quien respondían todos repitiendo la historia que cantaba. Mientras unos bailaban, otros daban de beber á los danzantes, dice Fray fñigo, sin parar jamás, hasta que iban cayendo embriagados; algunas veces entraban otros á ocupar el lugar que dejaban; otras, se acababa el areito con una borrachera general. Sin este motivo se entregaban á la bebida de la chicha, que hacían las mujeres de maíz, frutas y otras cosas. También se emborrachaban con humo de tabaco que tomaban por las narices con cañutillos.

 

Eran muy aficionados al juego del batey ó pelota, para el cual tenían sitios destinados fuera de los pueblos y cuando no los ocupaba alguno de los objetos referidos, solían pasar el tiempo tendidos en sus hamacas fumando y guardando un profundo silencio.

 

Algunos tenían el gusto de contratar, y todos sus negocios se reducían á trocar sus diges y bagatelas entre sí, sin detenerse en el exceso del valor que había entre unas y otras, pues todo el precio se lo daba el antojo del que cambiaba. No tenían monedas, pesos, ni medidas.

 

El delito más feo y el que castigaban sin remisión era el hurto, y así al que tomaba alguna cosa ajena, aun cuando fuese de corta entidad, lo empalaban vivo, dejándole así abandonado en el campo hasta que

moría. Ni se reputaba por menos feo y escandaloso entre ellos interceder por el ladrón para que se le remitiese ó conmutase la pena de muerte, aun cuando el mediador fuese padre ó amigo del reo; por esto

quizá ocurría pocas veces el hurto."

 

Después de haber sometido á los indios, Juan Ponce de León proce dio á esclavizarlos según el sistema español de repartimientos y encomiendas, como se había hecho en Santo Domingo, en Cuba, y otras colonias españolas. Como resultado de su lucha con los españoles, de las enfermedades, de la emigración á otras islas, del trabajo forzado en las minas, y de otros motivos, la población indígena desapareció rápidamente, de suerte que en 1543 el obispo de San Juan informó al Rey de España de que sólo quedaban como 60 naturales en la isla. En la actualidad no hay traza alguna de indios; al menos no ha sido descubierta al levantarse el último censo.

 

Sin embargo, en asuntos de esta clase, ningún censo puede competir con un buen observador, y por lo mismo debe llamarse la atención á lo que dice el Capitán W.S. Schuyler, en un informe fechado á 30 de agosto de 1899: "Mientras que se hacían trabajos en los caminos tuve ocasión de observar á los trabajadores, que en número de 700 á 800 venían á recibir sus salarios en Las Marías, La Vega y Añasco. El tipo indígena era muy notable entre dichos trabajadores. Aunque es verdad que en la actualidad no existe en Puerto Rico un solo individuo de pura sangre indígena, es también cierto que el tipo de esta raza puede encontrarse en los distritos montañosos. En San Germán encontré una mujer cuyo color, cabello y facciones eran de un tipo indígena tan perfecto como se encuentra en

el suroeste de los Estados Unidos."

 

(Informe del General Davis, 1899, página 312.)

 

Población Negra.

 

Es probable que un cierto número de esclavos africanos fueron con los españoles en los primeros tiempos de la conquista de Santo Domingo á Puerto Rico, porque en la primera de estas dos islas se había introducido algunos años antes la esclavitud. Debido á la rápida desaparición de los indios, se permitió en 1513 la introducción de negros esclavos en Puerto Rico mediante el pago de dos ducados por cabeza.

 

 

El historiador Fray Iñigo Abbad dice que los esclavos negros fueron introducidos en la isla de la manera siguiente:

 

 

Entre 1530 á 1553 se importaron como 1,500 negros, y es probable que otros tantos fueron introducidos clandestinamente para evitar el pago de los derechos debidos.

 

Dice, el mismo autor que durante el siglo XVII continuaron celebrándose contratos para la introducción de esclavos africanos, teniendo el privilegio en este negocio los genoveses, portugueses y holandeses. En algunas ocasiones también participaron en este comercio los españoles y los franceses. Entre los años de 1613 y 1621 durante el gobierno de Don Felipe de Beaumont y Navarra, llegaron á Puerto Rico once barcos cargados de negros y es probable que durante el siglo XVII se hayan hecho otras introducciones, ya conforme á la ley, ya de una manera clandestina, puesto que al estudiar la historia de la isla se observa que durante ese siglo la población negra aumentó notablemente en comparación con lo que había sido en el siglo precedente.

 

 

 

POBLACIÓN NEGRA.

 

En el siglo XVIII se verificó también un aumento de dicha población negra debido á las reformas comerciales que estimularon el progreso de la isla y dieron impulso á la trata de negros.

 

En 1760 se firmó un contrato con Miguel de Uriarte para la introducción á varios puntos de América, entre otros á Puerto Rico, de 15,000 negros.

 

Por una Real Cédula, fechada el 31 de octubre de 1765, la Compañía de Caracas recibió autorización para introducir 2,000 negros en aquella provincia y en la de Maracaibo, donde habían muerto á causa de la viruela muchos de los indígenas. Como estos negros fueron llevados á Puerto Rico en embarcaciones bajo banderas extranjeras, y después conducidos á Caracas bajo el pabellón español, se prohibió á la Compañía la exportación de mercancías en buques extranjeros que hubiesen traído negros, ó entrar en transacciones de cualquier naturaleza que pudiesen afectar á la Compañía de Barcelona, que gozaba del monopolio del comercio, ó que pudiera afectar el contrato firmado con Miguel de Triarte y sus asociados relativamente á los negros que debían ser introducidos en la Isla de Puerto Rico.

 

Por Real Cédula de 8 de noviembre de 1765 relativa á las islas de Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Margarita y Trinidad, el Rey ordenó la abolición de los impuestos y derechos que se pagaban en dichas islas por la introducción de negros esclavos, sustituyendo á dichos derechos una pequeña capitación pagable anualmente por las personas interesadas en dicho tráfico. Esta cédula contenía otras disposiciones que se consideraban benéficas á la agricultura de conformidad con las ideas económicas de la época.

 

El número de negros esclavos en Puerto Rico en 1765 y por cien años más fué como sigue:

 

1765 - 5,037

 

1794 - 17,500

 

1802 - 13,333

 

1812 - 17,536

 

1820 - 21,730

 

 

 

1827 - 31,874

 

1830 - 34,240

 

1834 - 41,818

 

1846 - 51,216

 

1860 - 41,736

 

 

 

De 1862 á 1872 el número de esclavos fué gradualmente reducido, según se ve por el censo de aquel año, que da la población total de color de la isla en 257,709 individuos, de los cuales 31,635 eran esclavos.

 

Por estos datos estadísticos se verá que el número de esclavos aumentó rápidamente hasta 1845 y disminuyó constantemente desde aquella fecha. Esta diminución y el desaparecimiento de la esclavitud se debió á los tratados celebrados por España con Inglaterra, á las leyes y decretos promulgados por el gobierno, al sentimiento pronunciado contra la institución por todos los países civilizados, especialmente la Gran Bretaña y los Estados Unidos, y á la vigilancia de los cruceros ingleses y americanos en el mar de las Antillas.

 

 

ABOLICIÓN

 

El 22 de marzo de 1873 la asamblea nacional revolucionaria de España dio una ley aboliendo la esclavitud en Puerto Rico para siempre, con la condición de que todos los libertados se comprometieran á continuar trabajando con sus amos ó con otras personas, ó con el Estado por un período de no menos de tres años. Se nombraron tres empleados por el gobierno insular para proteger los intereses de los esclavos en todos los contratos. Los artículos 3, 4, 5 y 6 de la ley disponían que se pagase unaindemnización á los dueños de esclavos, basada en un cálculo que se había hecho por un cuerpo de empleados del gobierno y dueños de esclavos.

 

Como acontecía en otras posesiones españolas, los esclavos de Puerto Rico eran tratados humanamente por lo general, y se les concedían privilegios que no obtenían en otras partes. Entre estos figuraba el derecho de comprar su propia libertad, del cual, según se ve por los datos estadísticos, muchos se aprovecharon.

 

Como sucede en Cuba la población negra de Puerto Rico ha sido de gran importancia para los intereses agrícolas de la isla, especialmente para el cultivo de la caña de azúcar. Este hecho ejerció gran influencia en la ley de 1873 y dio por resultado que se insertara la cláusula que se refiere al servicio ó al trabajo bajo contratos. Haber libertado los esclavos sin esta condición habría probablemente dado resultados desastrosos para ellos mismos así como para los hacendados y otras personas que tenían necesidad del trabajo esclavo.

 

Chinos.

 

El número de chinos es tan pequeño que no hay necesidad de tomarlos en cuenta. Su presencia en la isla es esencialmente voluntaria.

 

Resumen de Censos Anteriores.

 

Relacionado con el censo actual se ha hecho un resumen de los censos pasados levantados en Puerto Rico de los cuales se tenían las cifras oficiales, y este resumen incluye los censos de 1860, de 1877 y de 1887.

 

En cuanto al censo levantado por los españoles en 1897, estos son los datos disponibles.

 

Año

1897

Pob.Total

885,822

Blancos

570,187

Negro - Mulato - Mestizo

315,632

Esclavos
 0

Poblacion Total

885,822

 

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