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Origen
del Español
Proyecto Salón Hogar
1. Período Preromano
2. Incógnita en la
información de la lengua española
3. Fenicios y griegos
4. Ligures
5. Celtas
6. Los romanos
7. El Latín
8. Lenguas
indoeuropeas
9. Forma de la
lengua latina
10. Fin de la
dominación romana
11. El origen, en
otras palabras
12. ¿Castellano o
Español?
13. El español ayer y
hoy
14. El castellano
medieval
15. El castellano
moderno
16. El español
contemporáneo
1. Período
Preromano
2.
Incógnita en la información de la lengua
española
¿Ha reflexionado alguna vez sobre la
lengua que habla?, Si la respuesta es
positiva, seguramente las preguntas que
se habrá hecho pueden ser las siguientes:
¿De dónde proviene? ¿Cómo se integró? ¿Que
relaciones tiene con otros idiomas? ¿Quiénes
la hablaron primero? ¿Cómo ha
evolucionado?, Etc. Estas interrogantes
que aún están sin respuesta, y muchas
más, intentaré explicárselo conforme
adentramos en el tema.
Orígenes Los
orígenes de nuestra lengua se remontan
muchos siglos antes de nuestra era. Se
supone que los primeros habitantes de lo
que hoy es la península ibérica (España
y Portugal), se establecieron a los
lados de los Pirineos (cadena montañosa
entre Francia y España). Estos grupos
humanos hablaron una lengua que
sobrevive en el idioma vasco (Se habla
vasco en Vasconia, región de España).
En otra región
geográfica -Costa de Levante- se
establecieron los Iberos, de cuyo nombre
tomó el propio la península. Su cultura
probablemente provenía de las costas
africanas. Tartesios La civilización
Tartesia - influida por comunidades
étnicas venidas de Orientes - se
estableció en lo que actualmente es la
región sur de Portugal y la parte baja
de Andalucía. Se sabe que tal cultura
predominó durante muchos siglos.
3. Fenicios
y griegos
Los fenicios,
venidos de Cartago, fundaron en el año
1110 A.C. la hoy ciudad de Cádiz, al sur
de la península, a la que llamaron Gadir,
posteriormente los romanos la llamaron
Gades y los árabes, Qádis. La palabra
gadir es de origen púnico y quiere decir
recinto amurallado. Otra ciudad
importante nacida a merced de los
fenicios fue Málaga (Málaka: factoría,
fábrica). Los griegos, desterrados del
sur por los fenicios, se establecieron
en la región de Levante. Ahí fundaron
ciudades importantes como Lucentum, hoy
Alicante, y Emporion, Ampurias. Estas
dos influencias: la fenicia y la griega,
propiciaron el desarrollo del arte
ibérico, tanto en numismática como en
escultura. La famosa Dama de Elche ha
quedado como muestra del aculturamiento
griego por parte de los iberos.
4. Ligures
Por lo que toca a
las regiones del Centro y Noroeste, no
se puede definir con exactitud qué grupo
o grupos humanos llegaron a colonizar.
Existe la hipótesis de una inmigración
ligur (proveniente del Norte y Centro de
Italia de la región de la Provenza.
Dicha suposición se ha sostenido debido
a los toponímicos (nombres de lugares)
encontrados en diversas partes de España.
Son característicos, aunque no
exclusivos del idioma ligur, los sufijos
"-asco", "-osca" y "-usco", por ejemplo:
"Viascón", hoy Pontevedra; "Tarascón":
Orense, "Piasca": Santander, "Beascos":
Murcia, "Orusco": Madrid, "Biosca":
Lérida. El sufijo "-ona", también es de
origen ligur, por ejemplo: Barcelona,
Tarazona, etc.
5. Celtas
Los celtas
invadieron Hispania en el siglo VII A.C.
procedentes del sur de Alemania. Se
establecieron en Galicia, sur de
Portugal y en la región llamada Sierra
Morena. Más tarde se mezclaron con los
iberos en el centro y Bajo Aragón, y
formaron una región llamada Celtiberia.
Los toponímicos de origen céltico son
muchos. Casi todos ellos tienen nombres
guerreros. Entran como elementos
informativos de las palabras, las voces:
"briga", que significa fortaleza, y
"sego" o "segi" que indican victoria,
por ejemplo: "Conimbriga": Coimbra, "Lacobriga":
Carrión, "Seguvia": Segovia. La palabra
"dunum", es sinónimo de "briga"; aquel
elemento también entró en la formación
de toponimias. Dichos lugares se
encuentran localizados tanto en la
región central como en la oriental de
los Pirineos, por ejemplo: "Navardúm":
Zaragoza, "Salardú": Lérida.
Carencia de unidad
lingüística prerromana. No se puede
hablar de una unidad lingüística en la
península ibérica antes de la llegada de
los romanos. Los alfabetos ibéricos y
taresio sirvieron cada uno para diversas
lenguas. Los grupos colonizadores
conservaron y extendieron cada uno su
propia lengua: griegos, fenicios,
cartagineses, celtas, etc. Además de los
idiomas mencionados hay que agregar el
vascuence. La lengua vascuence El
vascuence, lengua que hasta la
fecha se ha conservado, y que no
tiene relación lingüística con los demás
que se hablaron y hablan en España, es
un idioma cuyo origen es muy discutido
todavía. Hay tres tesis:
-
El vascuence es
de procedencia africana. Presenta
coincidencias decisivas con las
lenguas camíticas: bereber, copto,
cusita y sudanés.
-
El vascuence es
originario de la región del Cáucaso.
Su estructura gramatical tiene mucha
similitud con las lenguas caucásicas.
-
El vascuence es
una lengua mixta. Se parece a los
idiomas caucásicos en su estructura
y origen. Incorporó numerosos
elementos camíticos de las lenguas
ibéricas, así como celtismos y,
finalmente, abundantes latinismos.
La segunda y
tercera teorías son las que se sostienen
en la actualidad (mucho se debe a
presiones de algunos "expertos",
orientadas a alejarlo lo más posibles de
orígenes africanos). El vascuence, desde
su origen hasta el siglo X, fue una
lengua que se transmitió por tradición
oral. Textos más o menos amplios
aparecen hasta el siglo XVI, pero sin
llegar a tener la calidad de lengua
culta. En nuestros días mantiene su
primaria estructura gramatical, pero se
ha visto sometida a la influencia del
latín y de las lenguas romances. El
vascuence ha dado lugar a muchos
dialectos. Son de origen vasco numerosos
toponímicos localizados principalmente a
lo largo de los Pirineos. Para la
composición de muchas palabras entraron
en función los sufijos éuscaros (vascos):
"berri": nuevo, "gorri": rojo, "erri":quemado.
Nombres de origen vasco son: Urquiza,
Ezquerra, Iruecha, Garray, etc. El
vascuence es la única lengua prerromana
que tiene vigencia en la actualidad. Se
habla en las provincias españolas de
Vizcaya y Guipúzcoa.
6. Los romanos
Los romanos
emprenden la conquista de Hispania en el
año 206 A.C. Antes, en el 218 A.C., los
Escipiones habían desembarcado en
Ampurias. La pacificación fue completa
hasta el año 19 A.C., cuando Augusto
sometió definitivamente a los cántabros
y astures. Así, Roma, al conquistar
nuevas tierras, acababa con las pugnas
entre tribus, pueblos y ciudades,
imponiendo su cultura, que traía el
concepto de la ley y la ciudadanía. Los
romanos eran maestros en administración
y derecho. Debemos recordar que el
Derecho Romano sentó las bases de las
legislaciones occidentales. Tampoco
debemos olvidar que construyeron
admirablemente calzadas, puertos,
puentes y acueductos que aún están en
pie. De hecho, los romanos transformaron
completamente el modo de vida de los
habitantes de Hispania, llevando a dicho
pueblo no sólo las formas de vida
latinas, sino la cultura griega, que
ellos habían adquirido cuando
conquistaron la región helvética. Muy
pronto empezaron a levantar ciudades
latinas en la península ibérica; en 206
A.C. fundaron Itálica. Se extendieron
rápidamente por diversas regiones del
país colonizado. Ya en el año 90 A.C.,
nativos de Salduia (Zaragoza) luchaban
como hermanos al lado de los romanos en
la guerra social de Italia.
7. El Latín
El latín lengua
oficial de los romanos, se impuso
rápidamente como instrumento de
comunicación en todo el Imperio Romano.
Los toponímicos indican que también hubo
mezcla de elementos romanos con celtas y
vascos. Por ejemplo "Gracchurris"
(Alfaro) se formó del nombre de sus
fundador Tiberio Sempronio Graco y de la
palabra vasca "urris". Elementos romanos
y celtas se combinaron para formar:
Caesarbriga (Talavera) y Juliobriga (cerca
de Reinosa) y Augustobriga (Ciudad
Rodrigo). El latín, idioma claro y
preciso, enérgico, práctico y ordenador,
adquirió gracia cuando tuvo contacto con
la lengua griega, Hispania fue testigo
del florecimiento de la literatura
latina que imitó, haciéndolos suyos, los
modelos de los grandes maestros griegos.
De esta manera, muchas palabras de
origen griego han pasado a nuestro
idioma en este periodo por medio de la
imposición del latín. Por ejemplo: "philosophia"
: filosofía, "poesis" : poesía, "mathematica"
: matemática, "chorus" : coro, etc.
8. Lenguas
indoeuropeas
El latín pertenece
a las llamadas lenguas itálicas que se
hablaron antes de Cristo en la península
del mismo nombre. A su vez, dichas
lenguas itálicas pertenecían al
indoeuropeo, originario de casi todas
las lenguas que se hablan en Europa.
Además de latín son indoeuropeas: las
lenguas célticas (que se hablaron en
Hispania y hoy en Bretaña) y en la Gran
Bretaña (irlandés, galés, escocés); las
lenguas germánicas (el desaparecido
gótico, los modernos alemán, inglés,
holandés); las lenguas eslavas (ruso,
polaco, checo, búlgaro y serbocroata),
la lenguas escandinavas y también el
griego y el albanés. Las lenguas que se
hablan y hablaron en Europa que no
pertenecen a la familia indoeuropea,
son: el etrusco (desaparecido), el
finlandés, el lapón, el estoniano, el
húngaro y el vascuence, fuera de Europa,
pertenecen al tronco indoeuropeo el
grupo de lenguas indias y el persa. De
lo que se concluye que gran parte del
mundo actual tiene uno mismo antepasado
lingüístico.
9. Forma de
la lengua latina
Existieron dos
clases de latín: el culto y el vulgar.
El primero era usado por los escritores
y gente preparada; el vulgar era hablado
por el pueblo de Roma. Este fue el que
se impuso en todas las colonias. Dicho
latín presentaba diversas modalidades
según la época de conquista del
territorio, la procedencia de distintas
regiones de la península itálica, la
cercanía o lejanía de comunicación con
la metrópoli, etc. De este modo, en cada
territorio conquistado -no se puede usar
todavía el concepto de nación- la lengua
impuesta adquirió diversos matices de
expresión. Con el devenir del tiempo, la
evolución del latín vulgar, al lado de
la conformación de las naciones, vino a
dar lo que hoy llamamos lenguas
romances, románicas o neolatinas:
español, francés, italiano, provenzal,
catalán, gallego-portugués,
retrorrománico, rumano y sardo. En la
actualidad el latín convertido en
lenguas romances, sobrevive con diversas
modalidades en España, Francia,
Portugal, Italia, Bélgica, Suiza,
Rumania, Hispanoamérica, sur de Estado
Unidos, Filipinas y en otros muchos
lugares del orbe, a donde fue llevado
por los conquistadores españoles,
portugueses y franceses, así como por
los judíos sefardíes que fueron
arrojados de España.
10. Fin de la
dominación romana
La dominación romana terminó en el siglo
V d.C., cuando desmembró el imperio. En
nuestros días lo que se conserva de las
lenguas prerromanas son unos cuantos
sufijos: -arro, -orro, -urro: nuharro,
machorro, baturro, -asco: peñasco. Se
presume que los sufijos -az, -ez, -oz,
que abundan en la toponimia peninsular
española, también pertenecen al período
estudiado. En el mismo caso está la "-z"
terminal de los apellidos.
Las lenguas que
hablaban los pueblos
primitivos en la
Península Ibérica,
cuando llegaron los
romanos eran
rudimentarias y
pronto
desaparecieron ante
el latín. Pero la
lengua que
aprendieron los
hispanos no era el
latín clásico o
culto que hablaban y
escribían los
autores latinos,
sino el latín
vulgar, que era el
que conocían los
soldados que
vinieron a la
Península y el que
hablaban los de la
clase media y la
clase popular y los
comerciantes que
tuvieron contacto
con el pueblo.
Mas tarde
aparecieron escuelas
donde se estudiaba
el latín clásico, es
decir, la lengua
culta.
A principios del
siglo V, un conjunto
de pueblos
germánicos(los
suevos, los vándalos
y los alanos)
atravesaron el
Pirineo y se
instalaron en
Hispania. Pero los
que se establecieron
más ordenadamente
fueron los Visigodos,
que eran los más
civilizados entre
los germanos y que
ya habían tenido
contacto con el
pueblo romano. En
esta colonización
llegaron a adoptar
la lengua de los
vencidos, el latín,
desapareciendo así
una de las barreras
existentes entre las
culturas. La otra
gran barrera era la
diferencia de
religiones, que se
solucionó con la
conversión de
Recadero al
cristianismo.
Tras la invasión de
los visigodos, la
Península quedó sin
comunicación con el
resto de los
territorios que
hablaban latín. Esto
originó que el latín
vulgar peninsular
siguiera en cada
lugar de sus propias
tendencias y se
formaron así las
lenguas romances.
En la Península
Ibérica, durante los
siglos V y VIII
surgieron algunas
variedades
lingüísticas, de las
cuales, algunas se
convirtieron en
lenguas, y otras,
con el paso del
tiempo, se
transformaron en
dialectos de alguna
de ellas. Estos
dialectos tenían
características
comunes, ya que
todos proceden del
latín. Algunos
dialectos románicos
son:
-
Gallego-Portugués:
su evolución fue
muy lenta. A
partir del siglo
XV comienza la
diferencia entre
el gallego y el
portugués,
aunque poseen
semejanzas muy
grandes.
-
Astur-leones:
no se mantuvo
estacionario y
poco a poco
admitió algunas
innovaciones
procedentes de
Castilla.
-
Castellano (tuvo
su origen en
Cantabria):
su lengua tuvo
una gran
vitalidad e
individualidad,
ya que es
original,
independiente y
más evolucionada.
-
Navarro-aragonés:
tiene
influencias
francesas y de
sus vecinos
catalán y
castellano, por
lo cual es más
rudo y más
energéticos.
-
Catalán:
tiene influencia
de la lengua que
se hablaba en el
sur francés.
Los visigodos, en el
año 589, decretado
por el Rey Recaredo,
cambiaron su
religión a la
católica. Este
proceso de
integración vario
según las distintas
clases sociales así
para la clase
aristocrática, dicha
unificación fue más
difícil al ser un
grupo más cerrado,
así mismo las capas
más bajas más
inclinadas a dicha
unificación.
Esta unidad
religiosa fue
operando también, al
mismo tiempo que en
esta nueva sociedad
se verificaba la
unidad política,
social y cultural
(la superioridad de
la cultura latina se
impuso sobre la
germana).
La invasión
musulmana.
En el año 711 se
produce la
invasión árabe.
Casi sin resistencia,
los árabes ocuparon
prácticamente toda
la Península. Su
cultura fue superior
a la de los
Visigodos; por esto
y por la cantidad de
tiempo que
estuvieron, desde el
siglo VIII hasta
finales del XV, con
la ocupación de
Granada por los
Reyes Católicos,
dejaron muchísimas
palabras:
Agricultura |
Alfalfa,
alcachofas,
acequia,
albaricoque,
algodón,
azúcar,
zanahorias,
aceitunas,
naranjas,... |
Jardinería |
Alelí,
azucenas,
azahar,... |
Guerra |
Alcázar,
alférez,
tambor,
jinete,
atalaya,... |
Constitución |
Albañil,
alcoba,
tabique,
azulejo,... |
Ropa y
utensilios |
Alfombra,
taza,
almohada,
tarima,... |
Ciencias |
Álgebra,
alcohol,
cifra,
jarabe,
azufre,... |
El resultado de esta
convivencia tan
larga es la
influencia mutua. Ni
los cristianos
adoptaron el árabe
como su lengua, ni
los árabes optaron
por el latín, sino
que las dos lenguas
convivieron.
Los que más
sintieron la
influencia de la
cultura musulmana
fueron los muzárabes
(cristianos que
vivían en el
territorio árabe),
según tenemos
constancias en
textos de esa época
donde se da una
mezcla de árabe y
romance mozárabe.
Los árabes, en la
arquitectura,
hicieron prendes
obras que se
destacaron en esa
época y que aún
perduran. Algunas de
ellas son:
_El castillo de la
Aljaferia de
Zaragoza.
_La Mezquita de
Córdoba.
A la vez, existían
voces de origen
griego, las cuales
son de muy
diferentes épocas:
ora, proceden
del primer contacto
de los romanos con
los griegos de la
Magra Griega y de
las otras colonias
griegas del
Mediterráneo, ora
del posterior
influjo del
hemisferio sobre la
cultura latina, ora
de la dominación
bizantina en España
y del comercio
medieval del
Occidente
Mediterráneo.
En consecuencia, las
voces de origen
griego formaron
parte del latín
vulgar desde épocas
muy remotas y su
penetración se
acentuó. Estas voces
constituyen un grupo
que, por su
importancia,
evidencia la
influencia cultural
de Grecia ejerció
sobre Roma.
Los reinos de León,
Castilla, Navarra y
Aragón se
consideraban reinos
hispanos (de
Hispania, en
castellano España) y
todos sus reyes se
consideraban
españoles, lo que no
les impedía aliarse
en ocasiones con los
reinos de la España
musulmana para
guerrear entre ellos.
Cuando por razones
dinásticas o de
conquista uno de
ellos conseguía
tener bajo su cetro
la mayor parte de la
España cristiana, sé
auto titulaba
Imperator Totus
Hispaniae.
El reino de Castilla
era entre todos el
mas destacado, y
ellos fueron los que
impulsaron la
reconquista, el la
cual, los cristianos
ganaron terrenos a
los árabes, y con
ellos la lengua
castellana se fue
extendiendo hacia el
sur de la Península.
11. El origen, en
otras palabras
Como dice Menéndez
Pidal "la base del idioma es el latín
vulgar, propagado en España desde fines
del siglo III a.C., que se impuso a las
lenguas ibéricas" y al vasco, caso de no
ser una de ellas. De este substrato
ibérico procede una serie de elementos
léxicos autónomos conservados hasta
nuestros días y que en algunos casos el
latín asimiló, como: cervesia > cerveza,
braca > braga, camisia > camisa, lancea
> lanza.
Otros autores
atribuyen a la entonación ibérica la
peculiar manera de entonar y emitir el
latín tardío en el norte peninsular, que
sería el origen de una serie de cambios
en las fronteras silábicas y en la
evolución peculiar del sistema
consonántico. Otro elemento conformador
del léxico en el español es el griego,
puesto que en las costas mediterráneas
hubo una importante colonización griega
desde el siglo VII a.C.; como, por otro
lado, esta lengua también influyó en el
latín, voces helénicas han entrado en el
español en diferentes momentos
históricos.
Por ejemplo, los
términos huérfano, escuela,
cuerda, gobernar, colpar y golpar
(verbos antiguos origen del moderno
golpear), púrpura (que en castellano
antiguo fue pórpola y polba) proceden de
épocas muy antiguas, así como los
topónimos Denia, Calpe. A partir del
Renacimiento siempre que se ha
necesitado producir términos nuevos en
español se ha empleado el inventario de
las raíces griegas para crear palabras,
como, por ejemplo, telemática, de
reciente creación, o helicóptero. Entre
los siglos III y VI entraron los
germanismos y su grueso lo hizo a través
del latín por su contacto con los
pueblos bárbaros muy romanizados entre
los siglos III y V.
Forman parte de
este cuerpo léxico guerra, heraldo,
robar, ganar, guiar, guisa (compárese
con la raíz germánica de wais y way),
guarecer y burgo, que significaba 'castillo'
y después pasó a ser sinónimo de
'ciudad', tan presente en los topónimos
europeos como en las tierras de Castilla,
lo que explica Edimburgo, Estrasburgo y
Rotemburgo junto a Burgos, Burguillo,
Burguete, o burgués y burguesía,
términos que entraron en la lengua
tardíamente. Hay además numerosos
patronímicos y sus apellidos
correspondientes de origen germánico:
Ramiro, Ramírez, Rosendo, Gonzalo,
Bermudo, Elvira, Alfonso. Poseían una
declinación especial para los nombres de
varón en -a, -anis, o -an, de donde
surgen Favila, Froilán, Fernán, e
incluso sacristán. Junto a estos
elementos lingüísticos también hay que
tener en cuenta al vasco, idioma cuyo
origen se desconoce, aunque hay varias
teorías al respecto.
Algunos de sus
hábitos articulatorios y ciertas
particularidades gramaticales ejercieron
poderosa influencia en la conformación
del castellano por dos motivos: el
condado de Castilla se fundó en un
territorio de influencia vasca, entre
Cantabria y el norte de León; junto a
eso, las tierras que los castellanos
iban ganando a los árabes se repoblaban
con vascos, que, lógicamente, llevaron
sus hábitos lingüísticos y, además,
ocuparon puestos preeminentes en la
corte castellana hasta el siglo XIV. Del
substrato vasco proceden dos fenómenos
fonéticos que serán característicos del
castellano.
La introducción del sufijo -rro,
presente en los vocablos carro, cerro,
cazurro, guijarro, pizarra, llevaba
consigo un fonema extravagante y ajeno
al latín y a todas las lenguas románicas,
que es, sin embargo, uno de los rasgos
definidores del sistema fonético español;
se trata del fonema ápico-alveolar
vibrante múltiple de la (r).
La otra herencia
del vasco consiste en que ante la
imposibilidad de pronunciar una f en
posición inicial, las palabras latinas
que empezaban por ese fonema lo
sustituyeron en épocas tempranas por una
aspiración, representada por una h en la
escritura, que con el
tiempo se perdió: así del latín
farina > harina en castellano, pero
farina en catalán, italiano y provenzal,
fariña en gallego, farinha en portugués,
farine en francés y faina en rumano; en
vasco es irin. La lengua árabe fue
decisiva en la configuración de las
lenguas de España, y el español es una
de ellas, pues en la península se
asienta durante ocho siglos la
dominación de este pueblo. Durante tan
larga estancia hubo muchos momentos de
convivencia y entendimiento. Los
cristianos comprendieron muy pronto que
los conquistadores no sólo eran
superiores desde el punto de vista
militar, sino también en cultura y
refinamiento. De su organización social
y política se aceptaron la función y la
denominación de atalayas, alcaldes,
robdas o rondas, alguaciles, almonedas,
almacenes.
Aprendieron a contar y medir con ceros,
quilates, quintales, fanegas y arrobas;
aprendieron de sus alfayates (hoy
sastres), alfareros, albañiles que
construían zaguanes, alcantarillas o
azoteas y cultivaron albaricoques,
acelgas o algarrobas que cuidaban y
regaban por medio de acequias, aljibes,
albuferas, norias y azadones. Influyeron
en la pronunciación de la s- inicial
latina en j- como en jabón del latín 'saponem'.
Añadieron el sufijo -í en la formación
de los adjetivos y nombres como jabalí,
marroquí, magrebí, alfonsí o carmesí. Se
arabizaron numerosos topónimos como por
ejemplo Zaragoza de "Caesara(u)gusta", o
Baza de "Basti". No podría entenderse
correctamente la evolución de la lengua
y la cultura de la península sin
conceder al árabe y su influencia el
lugar que le corresponde. Si consideras
que esta información es insuficiente o
estás interesado en conocer más de la
historia del idioma español, por favor
envíame un correo y con
gusto ampliaré el tema.
12. ¿Castellano
o Español?
Esta lengua también
se llama castellano, por ser el nombre
de la comunidad lingüística que habló
esta modalidad románica en
tiempos medievales: Castilla.
Existe alguna polémica en torno a la
denominación del idioma; el término
español es relativamente reciente y no
es admitido por los muchos hablantes
bilingües del Estado Español, pues
entienden que español incluye los
términos valenciano, gallego, catalán y
vasco, idiomas a su vez de consideración
oficial dentro del territorio de sus
comunidades autónomas respectivas; son
esos hablantes bilingües quienes
proponen volver a la denominación más
antigua que tuvo la lengua, castellano
entendido como 'lengua de Castilla'.
En los países
hispanoamericanos se ha conservado esta
denominación y no plantean dificultad
especial a la
hora de entender como sinónimos
los términos castellano y español. En
los primeros documentos tras la
fundación de la Real Academia Española,
sus miembros emplearon por acuerdo la
denominación de lengua española. Quien
mejor ha estudiado esta espinosa
cuestión ha sido Amado Alonso en un
libro titulado Castellano, español,
idioma nacional. Historia espiritual de
tres nombres (1943). Volver a llamar a
este idioma castellano representa una
vuelta a los orígenes y quién sabe si no
sería dar satisfacción a los autores
iberoamericanos que tanto esfuerzo y
estudio le dedicaron, como Andrés Bello,
J. Cuervo o la argentina Mabel Manacorda
de Rossetti. Renunciar al término
español plantearía la dificultad de
reconocer el carácter oficial de una
lengua que tan abierta ha sido para
acoger en su seno influencias y
tolerancias que han contribuido a su
condición. Por otro lado, tanto derecho
tienen los españoles a nombrar
castellano a su lengua como los
argentinos, venezolanos, mexicanos, o
panameños de calificarla como argentina,
venezolana, mexicana o panameña, por
citar algunos ejemplos. Lo cual podría
significar el primer paso para la
fragmentación de un idioma, que por
número de hablantes ocupa el tercer
lugar entre las lenguas del mundo. En
España se hablan además el catalán y el
gallego, idiomas de tronco románico, y
el vasco, de origen controvertido.
Sergio Zamora B. Guadalajara, Jalisco,
México 1999
13. El español
ayer y hoy
En la formación del español cabe
distinguir tres grandes períodos: el
medieval, también denominado del
castellano antiguo, fechado entre los
siglos X al XV; el español moderno, que
evolucionó desde el sigloXVI a finales
del XVII, y el contemporáneo, desde la
fundación de la Real Academia Española
hasta nuestros días.
14. El
castellano medieval
El nombre de la
lengua procede de la tierra de castillos
que la configuró, Castilla, y antes del
siglo X no puede hablarse de ella. Por
entonces existían cuatro grandes
dominios lingüísticos en la Península
que pueden fijarse por el comportamiento
de la vocal breve y tónica latina o en
sílaba interior de palabra como la o de
portam que diptongó en ué en el
castellano, puerta, y vaciló entre ue,
uo y ua en el leonés y aragonés (puorta)
y mozárabe (puarta). En términos
generales, se mantuvo la o del latín (porta)
en la lengua del extremo occidental, el
galaico-portugués -del que surgiría el
gallego y el portugués-, y en el catalán
del extremo oriental, que ejercería su
influencia posterior por las tierras
mediterráneas, fruto de la expansión
política.
El castellano fue
tan innovador en la evolución del latín
como lo fueron los habitantes de
Castilla en lo político. A esta época
pertenecen las Glosas Silenses y las
Emilianenses, del siglo X, que son
anotaciones en romance a los textos en
latín: contienen palabras y
construcciones que no se entendían ya.
Las primeras se escribieron en el
monasterio benedictino de Silos, donde
para aclarar el texto de un penitencial
puede leerse "quod: por ke", "ignorante:
non sapiendo"; las Glosas Emilianenses
se escriben en el monasterio de San
Millán de la Cogolla o de Suso.
En el sur, bajo dominio árabe, hablaban
mozárabe las comunidades hispanas que
vivían en este territorio y conservaron
su lengua heredada de épocas anteriores.
La mantuvieron sin grandes alteraciones,
bien por afirmación cultural que marcara
la diferencia con las comunidades judía
y árabe, bien por falta de contacto con
las evoluciones que se estaban
desarrollando en los territorios
cristianos. En esta lengua se escriben
algunos de los primeros poemas líricos
romances: las jarchas, composiciones
escritas en alfabeto árabe o hebreo,
pero que transcritas corresponden a una
lengua arábigo-andaluza.
De los cambios fonéticos que produjeron
en esta época en el castellano, el más
original consistió en convertir la f-
inicial del latín en una aspiración en
la lengua hablada, aunque conservada en
la escritura. El primer paso para
convertir el castellano en la lengua
oficial del reino de Castilla y León lo
dio en el sigloXIII AlfonsoX, que mandó
componer en romance, y no en latín, las
grandes obras históricas, astronómicas y
legales.
El castellano medieval desarrolló una
serie de fonemas que hoy han
desaparecido. Distinguía entre una -s-
sonora intervocálica, que en la
escritura se representaba por s, como en
casa, y una s sorda, que podía estar en
posición inicial de palabra como silla,
o en posición interna en el grupo -ns-,
como en pensar o en posición
intervocálica que se escribía -ss- como
en viniesse.
Las letras ç y z equivalían a los
sonidos africados (equivalente a ts, si
era sordo, y a ds, si era sonoro), como
en plaça y facer. La letra x respondía a
un sonido palatal fricativo sordo, como
la actual ch del francés o la s final
del portugués y también existía
correspondiente sonoro, que se escribía
mediante j o g ante e, i: así dixo,
coger, o hijo. Distinguía entre una
bilabial oclusiva sonora -b-, que
procedía de la -p- intervocálica del
latín o b de la inicial sonora del latín
(y que es la que hoy se conserva), y la
fricativa sonora, que procedía de la v
del latín, cuyo sonido se mantiene hoy
en Levante y algunos países americanos.
Desde el punto de vista gramatical ya
habían desaparecido las declinaciones
del latín y eran las preposiciones las
que señalaban la función de las palabras
en la oración. El verbo haber todavía
tenía el significado posesivo tener,
como en había dos fijos y se empleaba
para tener y para formar las perífrasis
verbales de obligación que originarían a
partir del siglo XIV los tiempos
compuestos; por eso, entre la forma del
verbo haber y el infinitivo siguiente
era posible interponer otro material
léxico, hoy impensable, como en "Enrique
vuestro hermano había vos de matar por
las sus manos".
Los adjetivos posesivos iban precedidos
de artículo, como aún hoy ocurre en
portugués; así, se decía los sus ojos
alza. El español del siglo XII ya era la
lengua de los documentos notariales y de
la Biblia que mandó traducir Alfonso X;
uno de los manuscritos del siglo XIII se
conserva en la biblioteca de El
Escorial. Gracias al Camino de Santiago
entraron en la lengua los primeros
galicismos, escasos en número, y que se
propagaron por la acción de los
trovadores, de la poesía cortesana y la
provenzal.
15. El
castellano moderno
La publicación de
la primera gramática castellana de Elio
Antonio de Nebrija en 1492, fecha del
descubrimiento de América y de la toma
de Granada por los Reyes Católicos,
establece la fecha inicial de la segunda
gran etapa de conformación y
consolidación del idioma. A esta época
pertenecen el cambio de las consonantes
que altera y consolida definitivamente
el sistema fonológico del español.
Desaparece la aspiración de la h, cosa
que testimonia la versificación. Se
funden en un único fonema la s sonora y
sorda, prevaleciendo el valor sordo. Las
consonantes ç y z pasan a ser el fonema
fricativo (con pronunciación equivalente
a ts) que se escribirá ç durante el
siglo XVI y pasará a tener el valor de
la z (con su pronunciación actual) en el
siglo siguiente, con lo que de esta
manera se resolvió la vacilación
ortográfica c, ç, z. Las variaciones
fonéticas que representaban x, g, j, se
solucionaron también en favor del sonido
velar fricativo sordo que en el XVII
pasa a tener la pronunciación y grafía
actuales de g y de j.
Desapareció asimismo la distinción -b-,
-v- que se neutralizó en -b- durante el
siglo XVI. En la morfología aparecieron
los tiempos compuestos de los verbos, y
se convierte en auxiliar el verbo haber.
En la sintaxis el orden de los elementos
de la oración se hace más rígido, y se
anteponen los pronombres átonos a
infinitivos y gerundios.
Desde el punto de vista del léxico
adquirió una gran cantidad de
neologismos, pues a estos momentos
correspondió la expansión de Castilla y,
por lo tanto, el contacto con otras
culturas. Consiguió consolidarse como
lengua dominante frente a otros
dialectos peninsulares al llevarse a
cabo la unidad política de Castilla y
Aragón y ser el castellano la lengua de
los documentos legales, de la política
exterior y la que llegó a América de la
mano de la gran empresa realizada
por la
Corona de Castilla, ya fijada en
la gramática normativa de Nebrija. A
partir de los primeros momentos del
siglo XVI se prefirió la denominación de
española para la lengua del nuevo
imperio, y la preocupación de los
intelectuales del momento se refleja en
la enorme tarea de sistematizarla,
analizarla y divulgarla.
Lo demuestran la publicación del gran
Diccionario de Alcalá, obra de la
Universidad Complutense creada por
Cisneros; la aparición de la Minerva de
Francisco de las Brozas, conocido por El
Brocense, que es una gramática normativa
y descriptiva más moderna que la
realizada por el grupo francés de Port
Royal, y, a principios del siglo XVII,
la publicación del Tesoro de la lengua
castellana o española (1611) de
Sebastián de Covarrubias, primer
diccionario de la lengua, que contiene
cuanta información histórica y
sincrónica había disponible en el
momento de su publicación.
En Francia, Italia e Inglaterra se
editaban gramáticas y diccionarios para
aprender español, que fue la lengua
diplomática hasta la primera mitad del
sigloXVIII. En esta etapa de la lengua
se llegó al esplendor literario que
representan los autores del siglo de
oro. El léxico incorpora palabras
originarias de tantas lenguas como
contactos políticos tenía el imperio.
Del italiano entran en el español desde
el sigloXV al XVII los nombres de la
métrica y preceptiva literaria como
soneto, asonante, silva y lira, palabras
relacionadas con las bellas artes como
fachada, escorzo, medalla, piano.
De otros campos léxicos son italianismos
de la época centinela, alerta, escopeta,
aspaviento, charlar, estropear y muchas
más. Son galicismos paje, jardín, jaula,
sargento, forja o reproche. Los
americanismos, que comienzan a entrar en
el sigloXVI, ofrecen una lista referida
a las realidades que en Europa no se
conocían y que son españolismos tomados
por las lenguas europeas como patata,
cóndor, alpaca, vicuña, pampa, puma,
papa (denominación afincada en Canarias
para patata), que proceden del quechua y
el guaraní. Los términos más antiguos,
como canoa, ya citado en el diccionario
de Nebrija, proceden de los arawak. A
este conjunto pertenecen huracán,
sabana, maíz, cacique, colibrí, caribe,
enagua y caníbal. De la familia de
lenguas náhuatl habladas por los nahuas,
se incorporan hule, chocolate, tomate,
cacao, aguacate y petate.
16. El
español contemporáneo
En el año 1713 se
fundó la Real Academia Española. Su
primera tarea fue la de fijar el idioma
y sancionar los cambios que de su idioma
habían hecho los hablantes a lo largo de
los siglos, siguiendo unos criterios de
autoridad. En esta época se había
terminado el cambio fonético y
morfológico y el sistema verbal de
tiempos simples y compuestos era el
mismo que ha estado vigente hasta la
primera mitad del siglo XX.
Los pronombres
átonos ya no se combinaban con las
formas de participio y, gracias a la
variación morfológica, los elementos de
la oración se pueden ordenar de formas
muy diversas con una gran variedad de
los estilos literarios, desde la mayor
violación sintáctica que representan el
barroco del siglo XVII, los poetas de la
generación del 27 y el lenguaje
publicitario, hasta la imitación de los
cánones clásicos, también violentadores
del orden del español, que incorporaron
los neoclásicos o los primeros
renacentistas.
Coincidiendo con otro momento de
esplendor literario, el primer tercio
del siglo XX, aparecieron las nuevas
modificaciones gramaticales que aún hoy
están en proceso de asentamiento.
De ellas cabe
citar: la reducción del paradigma verbal
en sus formas compuestas de indicativo y
subjuntivo, la sustitución de los
futuros por perífrasis verbales del tipo
tengo que ir por iré, la práctica
desaparición del subjuntivo, la
reduplicación de los pronombres átonos
en muchas estructuras oracionales y con
verbos de significación pasiva, que
están desarrollando una conjugación en
voz media como en le debo dinero a
María; la posposición casi sistemática
de los calificativos, la reducción de
los relativos, prácticamente limitados a
que y quien en la lengua hablada. Junto
a ello, la irrupción continua de
neologismos, que nombran innovaciones
técnicas y avances científicos, tiene
dos momentos: los anteriores a la mitad
del presente siglo, que contienen raíces
clásicas como termómetro, televisión,
átomo, neurovegetativo, psicoanálisis o
morfema, y los neologismos apenas
castellanizados, siglas y calcos del
inglés y fruto de la difusión que de
ellos hacen las revistas especializadas,
la publicidad o la prensa, como filmar,
radar, módem, casete, anticongelante,
compacto, PC, o spot.
Historia y origen del Español en América
Idioma español de América es el término
genérico que se emplea para designar el
conjunto de las variedades lingüísticas
de la lengua española en el continente
americano.
Cuando Colón llegó a América en 1492, el
idioma español se encontraba consolidado
en la Península, puesto que durante los
siglos XIV y XV se produjeron hechos
históricos e idiomáticos que
contribuyeron a que el dialecto
castellano fraguara de manera más
sólida y rápida que los otros dialectos
románicos que se hablaban en España,
como el aragonés o el leonés,
además de la normalización ortográfica y
de la aparición de la Gramática
de Nebrija; pero en este nuevo mundo se
inicia otro proceso, el del
afianzamiento de esta lengua, llamado
hispanización
La América prehispánica se presentaba
como un conglomerado de pueblos y
lenguas diferentes que se articuló
políticamente como parte del imperio
español y bajo el alero de una lengua
común. La diversidad idiomática
americana era tal, que algunos autores
estiman que este continente es el más
fragmentado lingüísticamente, con
alrededor de 123 familias de lenguas,
muchas de las cuales poseen, a su vez,
decenas o incluso cientos de lenguas y
dialectos. Sin embargo, algunas de las
lenguas indígenas importantes —por su
número de hablantes o por su aporte al
español— son el náhuatl, el
taíno, el maya, el
quechua, el aimara, el
guaraní y el mapuche, por
citar.
Historia
El español llegó al continente americano
a través de los sucesivos viajes de
Colón y, luego, con las oleadas de
colonizadores que buscaban nuevas
oportunidades. En su intento por
comunicarse con los indígenas,
recurrieron al uso de gestos y luego a
intérpretes europeos o a indígenas
cautivos para tal efecto, que
permitiesen la intercomprensión de
culturas tan disímiles entre sí. Además,
en varios casos, los conquistadores y
misioneros fomentaron el uso de las
llamadas lenguas generales, es
decir, lenguas que por su alto número de
hablantes y por su aceptación como forma
común de comunicación, eran utilizadas
por diferentes pueblos, por ejemplo,
para el comercio, como sucedió con el
náhuatl en México o el quechua en Perú.
La influencia de la Iglesia fue muy
fuerte en este proceso, puesto que
realizó, especialmente a través de los
franciscanos y jesuitas, una intensa
labor de evangelización y educación de
niños y jóvenes de distintos pueblos
mediante la construcción de escuelas y
de iglesias en todo el continente. Sin
embargo, aquellos primeros esfuerzos
resultaron insuficientes, y la
hispanización de América comenzó a
desarrollarse sólo a través de la
convivencia entre españoles e indios, la
catequesis y —sobre todo— el mestizaje.
Pero no sólo la población indígena era
heterogénea, sino que también lo era la
hispana que llegó a colonizar el
territorio americano, pues provenía de
las distintas regiones de España, aunque
especialmente de Andalucía. Esta mayor
proporción de andaluces, que se asentó
sobre todo en la zona caribeña y
antillana en los primeros años de la
conquista, habría otorgado
características especiales al español
americano: el llamado andalucismo de
América, que se manifiesta,
especialmente en el aspecto fonético.
Este periodo, que los autores sitúan
entre 1492 y 1519, ha sido llamado
—justamente— periodo antillano y
es en él donde se habrían enraizado las
características que luego serían
atribuidas a todo español americano.
En el plano fónico, por ejemplo, pérdida
de la d entre vocales (aburrío
por aburrido) y final de palabra
(usté por usted, y
virtú por virtud), confusión
entre l y r (mardito
por maldito) o aspiración de la
s final de sílaba (pahtoh
por pastos) o la pronunciación de
x, y, g, j,
antiguas como h, especialmente en
las Antillas, América Central, Colombia,
Venezuela, Panamá o Nuevo México, hasta
Ecuador y la costa norte de Perú.
Por otra parte, los grupos de
inmigrantes se reunían en Sevilla para
su travesía y, de camino hacia el nuevo
continente, aún quedaba el paso por las
islas Canarias, lo que hace suponer que
las personas comenzaron a utilizar
ciertos rasgos lingüísticos que, hasta
hoy, son compartidos por estas regiones,
lo cual se ha dado en llamar español
atlántico, cuya capital lingüística
sería Sevilla —opuesto al español
castizo o castellano— con
capital lingüística en Madrid, y que
englobaría el andaluz occidental, el
canario y el español americano, aunque
otros investigadores sostienen que sólo
abarcaría, en América, las zonas
costeras.
Diferenciación
dialectal
Los primeros grupos de colonizadores, al
provenir de distintas regiones de
España, habrían tratado de evitar los
localismos, y tendido a la
homogeneización en pos de la
intercomprensión. Este proceso, llamado
koinización (del griego koiné,
‘común’), se habría producido durante el
siglo XVI, es decir, cuando esta
población heterogénea —tanto desde el
punto de vista geográfico como
sociocultural— comenzó a asentarse,
especialmente en la zona del Caribe y de
las Antillas, para, desde aquí,
extenderse hacia Sudamérica. No obstante
esta lengua común, se afirma que hubo
cierta modificación del español por
influjo de las lenguas indígenas. Según
esta teoría, llamada del sustrato, se
sostiene que una lengua dominada (en
este caso las lenguas indígenas) afecta
léxica, fonológica o
morfosintácticamente a la lengua
dominadora (el español).
Evidentemente, es en el plano léxico
donde se aprecian los mayores aportes de
las lenguas vernaculares; por ejemplo,
en lo referente a la flora (maíz,
maní, papaya, tabaco,
tomate, chocolate,
mandioca, coco…), a la fauna
(cóndor, tiburón,
mapache, guanaco, puma,
tucán, chinchilla…) y al
ámbito indígena (canoa,
piragua, carpa, cayo,
huracán, cigarro…).
Además, en las distintas regiones se
usan diferentes voces para las mismas
cosas según las lenguas indígenas
habladas en cada territorio: ají
(taíno), chile (náhuatl);
porotos, ‘verdes’ (quechua),
ejotes (náhuatl); choclo
(quechua), elote (náhuatl);
palta (quechua), aguacate
(náhuatl); cacahuete (náhuatl),
maní (taíno)…
Por otra parte, en algunas ocasiones el
conquistador español se negó a aceptar
el indigenismo y llamó con voces
hispánicas a plantas y animales propias
de América, aun sin que realmente
correspondiese a la especie; así, es
posible observar cosas como lagarto
‘caimán’, tigre ‘jaguar’, león
‘puma’, pavo ‘guajolote’. Pero,
aparte de lo anterior, se deben
mencionar los llamados americanismos
semánticos, es decir, palabras que
en América aluden a otros significados
que en Europa y, en el caso de la flora
y fauna, utilizadas para denominar
objetos semejantes a los conocidos en el
Viejo Mundo, como en ‘zorra’ (Canis
vulpes en Europa y Canis azarae
en América), o en ‘roble’ (Quercus
robur en Europa y Fagus obliqua
en América). Sin embargo, estos
americanismos semánticos aparecen de
manera permanente, puesto que aunque
muchas veces en América se conocen
términos hispánicos, se prefieren otros
no usados, o menos usados, en España con
el significado americano, como en el
caso de reja/verja, cardenal/geranio,
jugo/zumo, durazno/melocotón,
alcancía/hucha.
Las lenguas aborígenes también
contribuyeron, en cierto grado, a la
formación de las diferentes zonas
dialectales en Hispanoamérica, pero
además se pueden considerar otros
factores, tales como la distribución de
los colonizadores en las distintas
regiones de América, ya que en una
primera época se asentaron en la zona
del Caribe, luego México y,
posteriormente, Sudamérica; la época de
la conquista (temprana o tardía),
características de la conquista
(pacífica o belicosa), diferencias
culturales y de rango de los
conquistadores (lo cual explicaría las
diferencias, por ejemplo, entre Perú o
México en relación con Chile o
Argentina), ya que, de hecho, fueron los
virreinatos de México y Perú los que
atrajeron a los grupos con mayor
cultura, mientras que otras regiones,
como Chile, sólo eran consideradas como
meros rincones del imperio a los cuales
llegaban, sobre todo, emigrantes
sencillos con habla eminentemente
popular.
Zonas lingüísticas
americanas
El sistema educacional fue, quizás, uno
de los factores determinantes en el
establecimiento de diferencias
lingüísticas, pues ya en 1538 la escuela
de Santo Domingo se convirtió en la
Universidad de Santo Tomás de Aquino y,
en la misma ciudad se creó la
Universidad de Santiago de la Paz en
1540, mientras que la Universidad de
Córdoba (Argentina) fue creada en 1613.
Finalmente otra de las causas de la
diferenciación dialectal se refiere a la
época de la colonización, ya que la
ciudad más antigua, Santo Domingo, fue
fundada casi junto con la llegada de
Colón a América, mientras que Montevideo
se fundó recién 1722. Sin embargo, estos
intentos de zonificación no siempre han
sido fecundos debido a que no se cuenta
con datos precisos o suficientes en cada
lugar, por ejemplo, a través de la
elaboración de atlas lingüísticos; pero,
a pesar de lo anterior, algunos autores
coinciden en distinguir las siguientes
zonas: 1) México y sur de los Estados
Unidos, 2) Caribe, 3) zona andina, 4)
zona rioplatense y 5) zona chilena,
aunque se ha llegado a postular hasta
dieciséis zonas.
Entre las distintas zonas se observan
diferencias, por ejemplo, en el plano
léxico, como ocurre en los siguientes
casos: autobús (España),
guagua (Cuba), micro (Chile),
buseta (Colombia), colectivo
(Argentina), camión (México); es
chamarra (México), chompa
(Colombia, Ecuador), chaqueta
(Panamá, Venezuela, Paraguay), casaca
(Chile, Perú); manta (España) es
cobija (Colombia, Honduras,
Ecuador), frazada (Perú, Bolivia,
Chile, Argentina), cobertor
(México), frisa (República
Dominicana, Puerto Rico).
Pero las diferencias no abarcan sólo
aspectos léxicos, sino también, aunque
en menor grado, fonéticos y
morfosintácticos. Por ejemplo, diferente
realización del fonema s (desde
la aspiración en Chile o Argentina,
hasta la s ciceada —pronunciada
como z— de algunos puntos de
Colombia y Puerto Rico y, sobre todo, en
El Salvador, Honduras, Nicaragua y
costas de Venezuela); palatalización de
j en Chile (mujer suena
mujier) o aspiración de la misma en
República Dominicana; confusión de y
o ll (que se distinguen en
algunas zonas, mientras que en otras se
confunden a favor de y, como en
la mayor parte de Hispanoamérica, o
diferencias en el sistema vocálico (debilitación
de vocales intermedias en México y
timbre cerrado de las vocales en
Ecuador, Perú, Bolívia y norte de Chile
por influjo quechua).
En cuanto a diferencias morfosintácticas,
éstas son bastante menos frecuentes,
como la alternancia de los diminutivos
-it- e -ic- (ratito, ratico),
construcciones gramaticales diversas,
como “¿Qué tú sabes?”, corriente en
Centroamérica y Caribe, y “¿Tú sabes?”,
habitual en el resto del territorio.
Además, un fenómeno constantemente
citado es el voseo (uso del
pronombre vos como tratamiento
familiar, con sus correspondientes
formas verbales en algunas zonas y
niveles socioculturales (vos tenés,
vulgar en Argentina, o vos tenís,
vulgar en Chile, variantes de tenéis),
en oposición al tuteo.
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