Origen del Español

 

 

 

 

Proyecto Salón Hogar

 

1. Período Preromano
2. Incógnita en la información de la lengua española
3. Fenicios y griegos
4. Ligures
5. Celtas
6. Los romanos
7. El Latín
8. Lenguas indoeuropeas
9. Forma de la lengua latina
10. Fin de la dominación romana
11. El origen, en otras palabras
12. ¿Castellano o Español?
13. El español ayer y hoy
14. El castellano medieval
15. El castellano moderno
16. El español contemporáneo

1. Período Preromano

2. Incógnita en la información de la lengua española

¿Ha reflexionado alguna vez sobre la lengua que habla?, Si la respuesta es positiva, seguramente las preguntas que se habrá hecho pueden ser las siguientes: ¿De dónde proviene? ¿Cómo se integró? ¿Que relaciones tiene con otros idiomas? ¿Quiénes la hablaron primero? ¿Cómo ha evolucionado?, Etc. Estas interrogantes que aún están sin respuesta, y muchas más, intentaré explicárselo conforme adentramos en el tema.

Orígenes Los orígenes de nuestra lengua se remontan muchos siglos antes de nuestra era. Se supone que los primeros habitantes de lo que hoy es la península ibérica (España y Portugal), se establecieron a los lados de los Pirineos (cadena montañosa entre Francia y España). Estos grupos humanos hablaron una lengua que sobrevive en el idioma vasco (Se habla vasco en Vasconia, región de España).

En otra región geográfica -Costa de Levante- se establecieron los Iberos, de cuyo nombre tomó el propio la península. Su cultura probablemente provenía de las costas africanas. Tartesios La civilización Tartesia - influida por comunidades étnicas venidas de Orientes - se estableció en lo que actualmente es la región sur de Portugal y la parte baja de Andalucía. Se sabe que tal cultura predominó durante muchos siglos.

3. Fenicios y griegos

Los fenicios, venidos de Cartago, fundaron en el año 1110 A.C. la hoy ciudad de Cádiz, al sur de la península, a la que llamaron Gadir, posteriormente los romanos la llamaron Gades y los árabes, Qádis. La palabra gadir es de origen púnico y quiere decir recinto amurallado. Otra ciudad importante nacida a merced de los fenicios fue Málaga (Málaka: factoría, fábrica). Los griegos, desterrados del sur por los fenicios, se establecieron en la región de Levante. Ahí fundaron ciudades importantes como Lucentum, hoy Alicante, y Emporion, Ampurias. Estas dos influencias: la fenicia y la griega, propiciaron el desarrollo del arte ibérico, tanto en numismática como en escultura. La famosa Dama de Elche ha quedado como muestra del aculturamiento griego por parte de los iberos.

4. Ligures

Por lo que toca a las regiones del Centro y Noroeste, no se puede definir con exactitud qué grupo o grupos humanos llegaron a colonizar. Existe la hipótesis de una inmigración ligur (proveniente del Norte y Centro de Italia de la región de la Provenza. Dicha suposición se ha sostenido debido a los toponímicos (nombres de lugares) encontrados en diversas partes de España. Son característicos, aunque no exclusivos del idioma ligur, los sufijos "-asco", "-osca" y "-usco", por ejemplo: "Viascón", hoy Pontevedra; "Tarascón": Orense, "Piasca": Santander, "Beascos": Murcia, "Orusco": Madrid, "Biosca": Lérida. El sufijo "-ona", también es de origen ligur, por ejemplo: Barcelona, Tarazona, etc.

5. Celtas

Los celtas invadieron Hispania en el siglo VII A.C. procedentes del sur de Alemania. Se establecieron en Galicia, sur de Portugal y en la región llamada Sierra Morena. Más tarde se mezclaron con los iberos en el centro y Bajo Aragón, y formaron una región llamada Celtiberia. Los toponímicos de origen céltico son muchos. Casi todos ellos tienen nombres guerreros. Entran como elementos informativos de las palabras, las voces: "briga", que significa fortaleza, y "sego" o "segi" que indican victoria, por ejemplo: "Conimbriga": Coimbra, "Lacobriga": Carrión, "Seguvia": Segovia. La palabra "dunum", es sinónimo de "briga"; aquel elemento también entró en la formación de toponimias. Dichos lugares se encuentran localizados tanto en la región central como en la oriental de los Pirineos, por ejemplo: "Navardúm": Zaragoza, "Salardú": Lérida.

Carencia de unidad lingüística prerromana. No se puede hablar de una unidad lingüística en la península ibérica antes de la llegada de los romanos. Los alfabetos ibéricos y taresio sirvieron cada uno para diversas lenguas. Los grupos colonizadores conservaron y extendieron cada uno su propia lengua: griegos, fenicios, cartagineses, celtas, etc. Además de los idiomas mencionados hay que agregar el vascuence. La lengua vascuence El vascuence, lengua que hasta la fecha se ha conservado, y que no tiene relación lingüística con los demás que se hablaron y hablan en España, es un idioma cuyo origen es muy discutido todavía. Hay tres tesis:

  • El vascuence es de procedencia africana. Presenta coincidencias decisivas con las lenguas camíticas: bereber, copto, cusita y sudanés.

  • El vascuence es originario de la región del Cáucaso. Su estructura gramatical tiene mucha similitud con las lenguas caucásicas.

  • El vascuence es una lengua mixta. Se parece a los idiomas caucásicos en su estructura y origen. Incorporó numerosos elementos camíticos de las lenguas ibéricas, así como celtismos y, finalmente, abundantes latinismos.

La segunda y tercera teorías son las que se sostienen en la actualidad (mucho se debe a presiones de algunos "expertos", orientadas a alejarlo lo más posibles de orígenes africanos). El vascuence, desde su origen hasta el siglo X, fue una lengua que se transmitió por tradición oral. Textos más o menos amplios aparecen hasta el siglo XVI, pero sin llegar a tener la calidad de lengua culta. En nuestros días mantiene su primaria estructura gramatical, pero se ha visto sometida a la influencia del latín y de las lenguas romances. El vascuence ha dado lugar a muchos dialectos. Son de origen vasco numerosos toponímicos localizados principalmente a lo largo de los Pirineos. Para la composición de muchas palabras entraron en función los sufijos éuscaros (vascos): "berri": nuevo, "gorri": rojo, "erri":quemado. Nombres de origen vasco son: Urquiza, Ezquerra, Iruecha, Garray, etc. El vascuence es la única lengua prerromana que tiene vigencia en la actualidad. Se habla en las provincias españolas de Vizcaya y Guipúzcoa.

6. Los romanos

Los romanos emprenden la conquista de Hispania en el año 206 A.C. Antes, en el 218 A.C., los Escipiones habían desembarcado en Ampurias. La pacificación fue completa hasta el año 19 A.C., cuando Augusto sometió definitivamente a los cántabros y astures. Así, Roma, al conquistar nuevas tierras, acababa con las pugnas entre tribus, pueblos y ciudades, imponiendo su cultura, que traía el concepto de la ley y la ciudadanía. Los romanos eran maestros en administración y derecho. Debemos recordar que el Derecho Romano sentó las bases de las legislaciones occidentales. Tampoco debemos olvidar que construyeron admirablemente calzadas, puertos, puentes y acueductos que aún están en pie. De hecho, los romanos transformaron completamente el modo de vida de los habitantes de Hispania, llevando a dicho pueblo no sólo las formas de vida latinas, sino la cultura griega, que ellos habían adquirido cuando conquistaron la región helvética. Muy pronto empezaron a levantar ciudades latinas en la península ibérica; en 206 A.C. fundaron Itálica. Se extendieron rápidamente por diversas regiones del país colonizado. Ya en el año 90 A.C., nativos de Salduia (Zaragoza) luchaban como hermanos al lado de los romanos en la guerra social de Italia.

7. El Latín

El latín lengua oficial de los romanos, se impuso rápidamente como instrumento de comunicación en todo el Imperio Romano. Los toponímicos indican que también hubo mezcla de elementos romanos con celtas y vascos. Por ejemplo "Gracchurris" (Alfaro) se formó del nombre de sus fundador Tiberio Sempronio Graco y de la palabra vasca "urris". Elementos romanos y celtas se combinaron para formar: Caesarbriga (Talavera) y Juliobriga (cerca de Reinosa) y Augustobriga (Ciudad Rodrigo). El latín, idioma claro y preciso, enérgico, práctico y ordenador, adquirió gracia cuando tuvo contacto con la lengua griega, Hispania fue testigo del florecimiento de la literatura latina que imitó, haciéndolos suyos, los modelos de los grandes maestros griegos. De esta manera, muchas palabras de origen griego han pasado a nuestro idioma en este periodo por medio de la imposición del latín. Por ejemplo: "philosophia" : filosofía, "poesis" : poesía, "mathematica" : matemática, "chorus" : coro, etc.

8. Lenguas indoeuropeas

El latín pertenece a las llamadas lenguas itálicas que se hablaron antes de Cristo en la península del mismo nombre. A su vez, dichas lenguas itálicas pertenecían al indoeuropeo, originario de casi todas las lenguas que se hablan en Europa. Además de latín son indoeuropeas: las lenguas célticas (que se hablaron en Hispania y hoy en Bretaña) y en la Gran Bretaña (irlandés, galés, escocés); las lenguas germánicas (el desaparecido gótico, los modernos alemán, inglés, holandés); las lenguas eslavas (ruso, polaco, checo, búlgaro y serbocroata), la lenguas escandinavas y también el griego y el albanés. Las lenguas que se hablan y hablaron en Europa que no pertenecen a la familia indoeuropea, son: el etrusco (desaparecido), el finlandés, el lapón, el estoniano, el húngaro y el vascuence, fuera de Europa, pertenecen al tronco indoeuropeo el grupo de lenguas indias y el persa. De lo que se concluye que gran parte del mundo actual tiene uno mismo antepasado lingüístico.

9. Forma de la lengua latina

Existieron dos clases de latín: el culto y el vulgar. El primero era usado por los escritores y gente preparada; el vulgar era hablado por el pueblo de Roma. Este fue el que se impuso en todas las colonias. Dicho latín presentaba diversas modalidades según la época de conquista del territorio, la procedencia de distintas regiones de la península itálica, la cercanía o lejanía de comunicación con la metrópoli, etc. De este modo, en cada territorio conquistado -no se puede usar todavía el concepto de nación- la lengua impuesta adquirió diversos matices de expresión. Con el devenir del tiempo, la evolución del latín vulgar, al lado de la conformación de las naciones, vino a dar lo que hoy llamamos lenguas romances, románicas o neolatinas: español, francés, italiano, provenzal, catalán, gallego-portugués, retrorrománico, rumano y sardo. En la actualidad el latín convertido en lenguas romances, sobrevive con diversas modalidades en España, Francia, Portugal, Italia, Bélgica, Suiza, Rumania, Hispanoamérica, sur de Estado Unidos, Filipinas y en otros muchos lugares del orbe, a donde fue llevado por los conquistadores españoles, portugueses y franceses, así como por los judíos sefardíes que fueron arrojados de España.

10. Fin de la dominación romana

La dominación romana terminó en el siglo V d.C., cuando desmembró el imperio. En nuestros días lo que se conserva de las lenguas prerromanas son unos cuantos sufijos: -arro, -orro, -urro: nuharro, machorro, baturro, -asco: peñasco. Se presume que los sufijos -az, -ez, -oz, que abundan en la toponimia peninsular española, también pertenecen al período estudiado. En el mismo caso está la "-z" terminal de los apellidos.

Las lenguas que hablaban los pueblos primitivos en la Península Ibérica, cuando llegaron los romanos eran rudimentarias y pronto desaparecieron ante el latín. Pero la lengua que aprendieron los hispanos no era el latín clásico o culto que hablaban y escribían los autores latinos, sino el latín vulgar, que era el que conocían los soldados que vinieron a la Península y el que hablaban los de la clase media y la clase popular y los comerciantes que tuvieron contacto con el pueblo.

Mas tarde aparecieron escuelas donde se estudiaba el latín clásico, es decir, la lengua culta.

A principios del siglo V, un conjunto de pueblos germánicos(los suevos, los vándalos y los alanos) atravesaron el Pirineo y se instalaron en Hispania. Pero los que se establecieron más ordenadamente fueron los Visigodos, que eran los más civilizados entre los germanos y que ya habían tenido contacto con el pueblo romano. En esta colonización llegaron a adoptar la lengua de los vencidos, el latín, desapareciendo así una de las barreras existentes entre las culturas. La otra gran barrera era la diferencia de religiones, que se solucionó con la conversión de Recadero al cristianismo.

Tras la invasión de los visigodos, la Península quedó sin comunicación con el resto de los territorios que hablaban latín. Esto originó que el latín vulgar peninsular siguiera en cada lugar de sus propias tendencias y se formaron así las lenguas romances.

En la Península Ibérica, durante los siglos V y VIII surgieron algunas variedades lingüísticas, de las cuales, algunas se convirtieron en lenguas, y otras, con el paso del tiempo, se transformaron en dialectos de alguna de ellas. Estos dialectos tenían características comunes, ya que todos proceden del latín. Algunos dialectos románicos son:

  • Gallego-Portugués: su evolución fue muy lenta. A partir del siglo XV comienza la diferencia entre el gallego y el portugués, aunque poseen semejanzas muy grandes.

  • Astur-leones: no se mantuvo estacionario y poco a poco admitió algunas innovaciones procedentes de Castilla.

  • Castellano (tuvo su origen en Cantabria): su lengua tuvo una gran vitalidad e individualidad, ya que es original, independiente y más evolucionada.

  • Navarro-aragonés: tiene influencias francesas y de sus vecinos catalán y castellano, por lo cual es más rudo y más energéticos.

  • Catalán: tiene influencia de la lengua que se hablaba en el sur francés.

Los visigodos, en el año 589, decretado por el Rey Recaredo, cambiaron su religión a la católica. Este proceso de integración vario según las distintas clases sociales así para la clase aristocrática, dicha unificación fue más difícil al ser un grupo más cerrado, así mismo las capas más bajas más inclinadas a dicha unificación.

Esta unidad religiosa fue operando también, al mismo tiempo que en esta nueva sociedad se verificaba la unidad política, social y cultural (la superioridad de la cultura latina se impuso sobre la germana).

La invasión musulmana.

En el año 711 se produce la invasión árabe. Casi sin resistencia, los árabes ocuparon prácticamente toda la Península. Su cultura fue superior a la de los Visigodos; por esto y por la cantidad de tiempo que estuvieron, desde el siglo VIII hasta finales del XV, con la ocupación de Granada por los Reyes Católicos, dejaron muchísimas palabras:

Agricultura

Alfalfa, alcachofas, acequia, albaricoque, algodón, azúcar, zanahorias, aceitunas, naranjas,...

Jardinería

Alelí, azucenas, azahar,...

Guerra

Alcázar, alférez, tambor, jinete, atalaya,...

Constitución

Albañil, alcoba, tabique, azulejo,...

Ropa y utensilios

Alfombra, taza, almohada, tarima,...

Ciencias

Álgebra, alcohol, cifra, jarabe, azufre,...

El resultado de esta convivencia tan larga es la influencia mutua. Ni los cristianos adoptaron el árabe como su lengua, ni los árabes optaron por el latín, sino que las dos lenguas convivieron.

Los que más sintieron la influencia de la cultura musulmana fueron los muzárabes (cristianos que vivían en el territorio árabe), según tenemos constancias en textos de esa época donde se da una mezcla de árabe y romance mozárabe.

Los árabes, en la arquitectura, hicieron prendes obras que se destacaron en esa época y que aún perduran. Algunas de ellas son:

_El castillo de la Aljaferia de Zaragoza.

_La Mezquita de Córdoba.

A la vez, existían voces de origen griego, las cuales son de muy diferentes épocas: ora, proceden del primer contacto de los romanos con los griegos de la Magra Griega y de las otras colonias griegas del Mediterráneo, ora del posterior influjo del hemisferio sobre la cultura latina, ora de la dominación bizantina en España y del comercio medieval del Occidente Mediterráneo.

En consecuencia, las voces de origen griego formaron parte del latín vulgar desde épocas muy remotas y su penetración se acentuó. Estas voces constituyen un grupo que, por su importancia, evidencia la influencia cultural de Grecia ejerció sobre Roma.

Los reinos de León, Castilla, Navarra y Aragón se consideraban reinos hispanos (de Hispania, en castellano España) y todos sus reyes se consideraban españoles, lo que no les impedía aliarse en ocasiones con los reinos de la España musulmana para guerrear entre ellos.

Cuando por razones dinásticas o de conquista uno de ellos conseguía tener bajo su cetro la mayor parte de la España cristiana, sé auto titulaba Imperator Totus Hispaniae.

El reino de Castilla era entre todos el mas destacado, y ellos fueron los que impulsaron la reconquista, el la cual, los cristianos ganaron terrenos a los árabes, y con ellos la lengua castellana se fue extendiendo hacia el sur de la Península.

11. El origen, en otras palabras

Como dice Menéndez Pidal "la base del idioma es el latín vulgar, propagado en España desde fines del siglo III a.C., que se impuso a las lenguas ibéricas" y al vasco, caso de no ser una de ellas. De este substrato ibérico procede una serie de elementos léxicos autónomos conservados hasta nuestros días y que en algunos casos el latín asimiló, como: cervesia > cerveza, braca > braga, camisia > camisa, lancea > lanza.

Otros autores atribuyen a la entonación ibérica la peculiar manera de entonar y emitir el latín tardío en el norte peninsular, que sería el origen de una serie de cambios en las fronteras silábicas y en la evolución peculiar del sistema consonántico. Otro elemento conformador del léxico en el español es el griego, puesto que en las costas mediterráneas hubo una importante colonización griega desde el siglo VII a.C.; como, por otro lado, esta lengua también influyó en el latín, voces helénicas han entrado en el español en diferentes momentos históricos.

Por ejemplo, los términos huérfano, escuela, cuerda, gobernar, colpar y golpar (verbos antiguos origen del moderno golpear), púrpura (que en castellano antiguo fue pórpola y polba) proceden de épocas muy antiguas, así como los topónimos Denia, Calpe. A partir del Renacimiento siempre que se ha necesitado producir términos nuevos en español se ha empleado el inventario de las raíces griegas para crear palabras, como, por ejemplo, telemática, de reciente creación, o helicóptero. Entre los siglos III y VI entraron los germanismos y su grueso lo hizo a través del latín por su contacto con los pueblos bárbaros muy romanizados entre los siglos III y V.

Forman parte de este cuerpo léxico guerra, heraldo, robar, ganar, guiar, guisa (compárese con la raíz germánica de wais y way), guarecer y burgo, que significaba 'castillo' y después pasó a ser sinónimo de 'ciudad', tan presente en los topónimos europeos como en las tierras de Castilla, lo que explica Edimburgo, Estrasburgo y Rotemburgo junto a Burgos, Burguillo, Burguete, o burgués y burguesía, términos que entraron en la lengua tardíamente. Hay además numerosos patronímicos y sus apellidos correspondientes de origen germánico: Ramiro, Ramírez, Rosendo, Gonzalo, Bermudo, Elvira, Alfonso. Poseían una declinación especial para los nombres de varón en -a, -anis, o -an, de donde surgen Favila, Froilán, Fernán, e incluso sacristán. Junto a estos elementos lingüísticos también hay que tener en cuenta al vasco, idioma cuyo origen se desconoce, aunque hay varias teorías al respecto.

Algunos de sus hábitos articulatorios y ciertas particularidades gramaticales ejercieron poderosa influencia en la conformación del castellano por dos motivos: el condado de Castilla se fundó en un territorio de influencia vasca, entre Cantabria y el norte de León; junto a eso, las tierras que los castellanos iban ganando a los árabes se repoblaban con vascos, que, lógicamente, llevaron sus hábitos lingüísticos y, además, ocuparon puestos preeminentes en la corte castellana hasta el siglo XIV. Del substrato vasco proceden dos fenómenos fonéticos que serán característicos del castellano.
La introducción del sufijo -rro, presente en los vocablos carro, cerro, cazurro, guijarro, pizarra, llevaba consigo un fonema extravagante y ajeno al latín y a todas las lenguas románicas, que es, sin embargo, uno de los rasgos definidores del sistema fonético español; se trata del fonema ápico-alveolar vibrante múltiple de la (r).

La otra herencia del vasco consiste en que ante la imposibilidad de pronunciar una f en posición inicial, las palabras latinas que empezaban por ese fonema lo sustituyeron en épocas tempranas por una aspiración, representada por una h en la escritura, que con el tiempo se perdió: así del latín farina > harina en castellano, pero farina en catalán, italiano y provenzal, fariña en gallego, farinha en portugués, farine en francés y faina en rumano; en vasco es irin. La lengua árabe fue decisiva en la configuración de las lenguas de España, y el español es una de ellas, pues en la península se asienta durante ocho siglos la dominación de este pueblo. Durante tan larga estancia hubo muchos momentos de convivencia y entendimiento. Los cristianos comprendieron muy pronto que los conquistadores no sólo eran superiores desde el punto de vista militar, sino también en cultura y refinamiento. De su organización social y política se aceptaron la función y la denominación de atalayas, alcaldes, robdas o rondas, alguaciles, almonedas, almacenes.


Aprendieron a contar y medir con ceros, quilates, quintales, fanegas y arrobas; aprendieron de sus alfayates (hoy sastres), alfareros, albañiles que construían zaguanes, alcantarillas o azoteas y cultivaron albaricoques, acelgas o algarrobas que cuidaban y regaban por medio de acequias, aljibes, albuferas, norias y azadones. Influyeron en la pronunciación de la s- inicial latina en j- como en jabón del latín 'saponem'. Añadieron el sufijo -í en la formación de los adjetivos y nombres como jabalí, marroquí, magrebí, alfonsí o carmesí. Se arabizaron numerosos topónimos como por ejemplo Zaragoza de "Caesara(u)gusta", o Baza de "Basti". No podría entenderse correctamente la evolución de la lengua y la cultura de la península sin conceder al árabe y su influencia el lugar que le corresponde. Si consideras que esta información es insuficiente o estás interesado en conocer más de la historia del idioma español, por favor envíame un correo y con gusto ampliaré el tema.

12. ¿Castellano o Español?

Esta lengua también se llama castellano, por ser el nombre de la comunidad lingüística que habló esta modalidad románica en tiempos medievales: Castilla. Existe alguna polémica en torno a la denominación del idioma; el término español es relativamente reciente y no es admitido por los muchos hablantes bilingües del Estado Español, pues entienden que español incluye los términos valenciano, gallego, catalán y vasco, idiomas a su vez de consideración oficial dentro del territorio de sus comunidades autónomas respectivas; son esos hablantes bilingües quienes proponen volver a la denominación más antigua que tuvo la lengua, castellano entendido como 'lengua de Castilla'.

En los países hispanoamericanos se ha conservado esta denominación y no plantean dificultad especial a la hora de entender como sinónimos los términos castellano y español. En los primeros documentos tras la fundación de la Real Academia Española, sus miembros emplearon por acuerdo la denominación de lengua española. Quien mejor ha estudiado esta espinosa cuestión ha sido Amado Alonso en un libro titulado Castellano, español, idioma nacional. Historia espiritual de tres nombres (1943). Volver a llamar a este idioma castellano representa una vuelta a los orígenes y quién sabe si no sería dar satisfacción a los autores iberoamericanos que tanto esfuerzo y estudio le dedicaron, como Andrés Bello, J. Cuervo o la argentina Mabel Manacorda de Rossetti. Renunciar al término español plantearía la dificultad de reconocer el carácter oficial de una lengua que tan abierta ha sido para acoger en su seno influencias y tolerancias que han contribuido a su condición. Por otro lado, tanto derecho tienen los españoles a nombrar castellano a su lengua como los argentinos, venezolanos, mexicanos, o panameños de calificarla como argentina, venezolana, mexicana o panameña, por citar algunos ejemplos. Lo cual podría significar el primer paso para la fragmentación de un idioma, que por número de hablantes ocupa el tercer lugar entre las lenguas del mundo. En España se hablan además el catalán y el gallego, idiomas de tronco románico, y el vasco, de origen controvertido. Sergio Zamora B. Guadalajara, Jalisco, México 1999

13. El español ayer y hoy

En la formación del español cabe distinguir tres grandes períodos: el medieval, también denominado del castellano antiguo, fechado entre los siglos X al XV; el español moderno, que evolucionó desde el sigloXVI a finales del XVII, y el contemporáneo, desde la fundación de la Real Academia Española hasta nuestros días.

14. El castellano medieval

El nombre de la lengua procede de la tierra de castillos que la configuró, Castilla, y antes del siglo X no puede hablarse de ella. Por entonces existían cuatro grandes dominios lingüísticos en la Península que pueden fijarse por el comportamiento de la vocal breve y tónica latina o en sílaba interior de palabra como la o de portam que diptongó en ué en el castellano, puerta, y vaciló entre ue, uo y ua en el leonés y aragonés (puorta) y mozárabe (puarta). En términos generales, se mantuvo la o del latín (porta) en la lengua del extremo occidental, el galaico-portugués -del que surgiría el gallego y el portugués-, y en el catalán del extremo oriental, que ejercería su influencia posterior por las tierras mediterráneas, fruto de la expansión política.

El castellano fue tan innovador en la evolución del latín como lo fueron los habitantes de Castilla en lo político. A esta época pertenecen las Glosas Silenses y las Emilianenses, del siglo X, que son anotaciones en romance a los textos en latín: contienen palabras y construcciones que no se entendían ya. Las primeras se escribieron en el monasterio benedictino de Silos, donde para aclarar el texto de un penitencial puede leerse "quod: por ke", "ignorante: non sapiendo"; las Glosas Emilianenses se escriben en el monasterio de San Millán de la Cogolla o de Suso.


En el sur, bajo dominio árabe, hablaban mozárabe las comunidades hispanas que vivían en este territorio y conservaron su lengua heredada de épocas anteriores. La mantuvieron sin grandes alteraciones, bien por afirmación cultural que marcara la diferencia con las comunidades judía y árabe, bien por falta de contacto con las evoluciones que se estaban desarrollando en los territorios cristianos. En esta lengua se escriben algunos de los primeros poemas líricos romances: las jarchas, composiciones escritas en alfabeto árabe o hebreo, pero que transcritas corresponden a una lengua arábigo-andaluza.

De los cambios fonéticos que produjeron en esta época en el castellano, el más original consistió en convertir la f- inicial del latín en una aspiración en la lengua hablada, aunque conservada en la escritura. El primer paso para convertir el castellano en la lengua oficial del reino de Castilla y León lo dio en el sigloXIII AlfonsoX, que mandó componer en romance, y no en latín, las grandes obras históricas, astronómicas y legales.


El castellano medieval desarrolló una serie de fonemas que hoy han desaparecido. Distinguía entre una -s- sonora intervocálica, que en la escritura se representaba por s, como en casa, y una s sorda, que podía estar en posición inicial de palabra como silla, o en posición interna en el grupo -ns-, como en pensar o en posición intervocálica que se escribía -ss- como en viniesse.


Las letras ç y z equivalían a los sonidos africados (equivalente a ts, si era sordo, y a ds, si era sonoro), como en plaça y facer. La letra x respondía a un sonido palatal fricativo sordo, como la actual ch del francés o la s final del portugués y también existía correspondiente sonoro, que se escribía mediante j o g ante e, i: así dixo, coger, o hijo. Distinguía entre una bilabial oclusiva sonora -b-, que procedía de la -p- intervocálica del latín o b de la inicial sonora del latín (y que es la que hoy se conserva), y la fricativa sonora, que procedía de la v del latín, cuyo sonido se mantiene hoy en Levante y algunos países americanos.


Desde el punto de vista gramatical ya habían desaparecido las declinaciones del latín y eran las preposiciones las que señalaban la función de las palabras en la oración. El verbo haber todavía tenía el significado posesivo tener, como en había dos fijos y se empleaba para tener y para formar las perífrasis verbales de obligación que originarían a partir del siglo XIV los tiempos compuestos; por eso, entre la forma del verbo haber y el infinitivo siguiente era posible interponer otro material léxico, hoy impensable, como en "Enrique vuestro hermano había vos de matar por las sus manos".


Los adjetivos posesivos iban precedidos de artículo, como aún hoy ocurre en portugués; así, se decía los sus ojos alza. El español del siglo XII ya era la lengua de los documentos notariales y de la Biblia que mandó traducir Alfonso X; uno de los manuscritos del siglo XIII se conserva en la biblioteca de El Escorial. Gracias al Camino de Santiago entraron en la lengua los primeros galicismos, escasos en número, y que se propagaron por la acción de los trovadores, de la poesía cortesana y la provenzal.

15. El castellano moderno

La publicación de la primera gramática castellana de Elio Antonio de Nebrija en 1492, fecha del descubrimiento de América y de la toma de Granada por los Reyes Católicos, establece la fecha inicial de la segunda gran etapa de conformación y consolidación del idioma. A esta época pertenecen el cambio de las consonantes que altera y consolida definitivamente el sistema fonológico del español.


Desaparece la aspiración de la h, cosa que testimonia la versificación. Se funden en un único fonema la s sonora y sorda, prevaleciendo el valor sordo. Las consonantes ç y z pasan a ser el fonema fricativo (con pronunciación equivalente a ts) que se escribirá ç durante el siglo XVI y pasará a tener el valor de la z (con su pronunciación actual) en el siglo siguiente, con lo que de esta manera se resolvió la vacilación ortográfica c, ç, z. Las variaciones fonéticas que representaban x, g, j, se solucionaron también en favor del sonido velar fricativo sordo que en el XVII pasa a tener la pronunciación y grafía actuales de g y de j.


Desapareció asimismo la distinción -b-, -v- que se neutralizó en -b- durante el siglo XVI. En la morfología aparecieron los tiempos compuestos de los verbos, y se convierte en auxiliar el verbo haber. En la sintaxis el orden de los elementos de la oración se hace más rígido, y se anteponen los pronombres átonos a infinitivos y gerundios.


Desde el punto de vista del léxico adquirió una gran cantidad de neologismos, pues a estos momentos correspondió la expansión de Castilla y, por lo tanto, el contacto con otras culturas. Consiguió consolidarse como lengua dominante frente a otros dialectos peninsulares al llevarse a cabo la unidad política de Castilla y Aragón y ser el castellano la lengua de los documentos legales, de la política exterior y la que llegó a América de la mano de la gran empresa realizada por la Corona de Castilla, ya fijada en la gramática normativa de Nebrija. A partir de los primeros momentos del siglo XVI se prefirió la denominación de española para la lengua del nuevo imperio, y la preocupación de los intelectuales del momento se refleja en la enorme tarea de sistematizarla, analizarla y divulgarla.


Lo demuestran la publicación del gran Diccionario de Alcalá, obra de la Universidad Complutense creada por Cisneros; la aparición de la Minerva de Francisco de las Brozas, conocido por El Brocense, que es una gramática normativa y descriptiva más moderna que la realizada por el grupo francés de Port Royal, y, a principios del siglo XVII, la publicación del Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubias, primer diccionario de la lengua, que contiene cuanta información histórica y sincrónica había disponible en el momento de su publicación.


En Francia, Italia e Inglaterra se editaban gramáticas y diccionarios para aprender español, que fue la lengua diplomática hasta la primera mitad del sigloXVIII. En esta etapa de la lengua se llegó al esplendor literario que representan los autores del siglo de oro. El léxico incorpora palabras originarias de tantas lenguas como contactos políticos tenía el imperio. Del italiano entran en el español desde el sigloXV al XVII los nombres de la métrica y preceptiva literaria como soneto, asonante, silva y lira, palabras relacionadas con las bellas artes como fachada, escorzo, medalla, piano.
De otros campos léxicos son italianismos de la época centinela, alerta, escopeta, aspaviento, charlar, estropear y muchas más. Son galicismos paje, jardín, jaula, sargento, forja o reproche. Los americanismos, que comienzan a entrar en el sigloXVI, ofrecen una lista referida a las realidades que en Europa no se conocían y que son españolismos tomados por las lenguas europeas como patata, cóndor, alpaca, vicuña, pampa, puma, papa (denominación afincada en Canarias para patata), que proceden del quechua y el guaraní. Los términos más antiguos, como canoa, ya citado en el diccionario de Nebrija, proceden de los arawak. A este conjunto pertenecen huracán, sabana, maíz, cacique, colibrí, caribe, enagua y caníbal. De la familia de lenguas náhuatl habladas por los nahuas, se incorporan hule, chocolate, tomate, cacao, aguacate y petate.

16. El español contemporáneo

En el año 1713 se fundó la Real Academia Española. Su primera tarea fue la de fijar el idioma y sancionar los cambios que de su idioma habían hecho los hablantes a lo largo de los siglos, siguiendo unos criterios de autoridad. En esta época se había terminado el cambio fonético y morfológico y el sistema verbal de tiempos simples y compuestos era el mismo que ha estado vigente hasta la primera mitad del siglo XX.

Los pronombres átonos ya no se combinaban con las formas de participio y, gracias a la variación morfológica, los elementos de la oración se pueden ordenar de formas muy diversas con una gran variedad de los estilos literarios, desde la mayor violación sintáctica que representan el barroco del siglo XVII, los poetas de la generación del 27 y el lenguaje publicitario, hasta la imitación de los cánones clásicos, también violentadores del orden del español, que incorporaron los neoclásicos o los primeros renacentistas.
Coincidiendo con otro momento de esplendor literario, el primer tercio del siglo XX, aparecieron las nuevas modificaciones gramaticales que aún hoy están en proceso de asentamiento.

De ellas cabe citar: la reducción del paradigma verbal en sus formas compuestas de indicativo y subjuntivo, la sustitución de los futuros por perífrasis verbales del tipo tengo que ir por iré, la práctica desaparición del subjuntivo, la reduplicación de los pronombres átonos en muchas estructuras oracionales y con verbos de significación pasiva, que están desarrollando una conjugación en voz media como en le debo dinero a María; la posposición casi sistemática de los calificativos, la reducción de los relativos, prácticamente limitados a que y quien en la lengua hablada. Junto a ello, la irrupción continua de neologismos, que nombran innovaciones técnicas y avances científicos, tiene dos momentos: los anteriores a la mitad del presente siglo, que contienen raíces clásicas como termómetro, televisión, átomo, neurovegetativo, psicoanálisis o morfema, y los neologismos apenas castellanizados, siglas y calcos del inglés y fruto de la difusión que de ellos hacen las revistas especializadas, la publicidad o la prensa, como filmar, radar, módem, casete, anticongelante, compacto, PC, o spot.

Historia y origen del Español en América

Idioma español de América es el término genérico que se emplea para designar el conjunto de las variedades lingüísticas de la lengua española en el continente americano.

Cuando Colón llegó a América en 1492, el idioma español se encontraba consolidado en la Península, puesto que durante los siglos XIV y XV se produjeron hechos históricos e idiomáticos que contribuyeron a que el dialecto castellano fraguara de manera más sólida y rápida que los otros dialectos románicos que se hablaban en España, como el aragonés o el leonés, además de la normalización ortográfica y de la aparición de la Gramática de Nebrija; pero en este nuevo mundo se inicia otro proceso, el del afianzamiento de esta lengua, llamado hispanización

La América prehispánica se presentaba como un conglomerado de pueblos y lenguas diferentes que se articuló políticamente como parte del imperio español y bajo el alero de una lengua común. La diversidad idiomática americana era tal, que algunos autores estiman que este continente es el más fragmentado lingüísticamente, con alrededor de 123 familias de lenguas, muchas de las cuales poseen, a su vez, decenas o incluso cientos de lenguas y dialectos. Sin embargo, algunas de las lenguas indígenas importantes —por su número de hablantes o por su aporte al español— son el náhuatl, el taíno, el maya, el quechua, el aimara, el guaraní y el mapuche, por citar.

Historia

El español llegó al continente americano a través de los sucesivos viajes de Colón y, luego, con las oleadas de colonizadores que buscaban nuevas oportunidades. En su intento por comunicarse con los indígenas, recurrieron al uso de gestos y luego a intérpretes europeos o a indígenas cautivos para tal efecto, que permitiesen la intercomprensión de culturas tan disímiles entre sí. Además, en varios casos, los conquistadores y misioneros fomentaron el uso de las llamadas lenguas generales, es decir, lenguas que por su alto número de hablantes y por su aceptación como forma común de comunicación, eran utilizadas por diferentes pueblos, por ejemplo, para el comercio, como sucedió con el náhuatl en México o el quechua en Perú.

La influencia de la Iglesia fue muy fuerte en este proceso, puesto que realizó, especialmente a través de los franciscanos y jesuitas, una intensa labor de evangelización y educación de niños y jóvenes de distintos pueblos mediante la construcción de escuelas y de iglesias en todo el continente. Sin embargo, aquellos primeros esfuerzos resultaron insuficientes, y la hispanización de América comenzó a desarrollarse sólo a través de la convivencia entre españoles e indios, la catequesis y —sobre todo— el mestizaje.

Pero no sólo la población indígena era heterogénea, sino que también lo era la hispana que llegó a colonizar el territorio americano, pues provenía de las distintas regiones de España, aunque especialmente de Andalucía. Esta mayor proporción de andaluces, que se asentó sobre todo en la zona caribeña y antillana en los primeros años de la conquista, habría otorgado características especiales al español americano: el llamado andalucismo de América, que se manifiesta, especialmente en el aspecto fonético. Este periodo, que los autores sitúan entre 1492 y 1519, ha sido llamado —justamente— periodo antillano y es en él donde se habrían enraizado las características que luego serían atribuidas a todo español americano.

En el plano fónico, por ejemplo, pérdida de la d entre vocales (aburrío por aburrido) y final de palabra (usté por usted, y virtú por virtud), confusión entre l y r (mardito por maldito) o aspiración de la s final de sílaba (pahtoh por pastos) o la pronunciación de x, y, g, j, antiguas como h, especialmente en las Antillas, América Central, Colombia, Venezuela, Panamá o Nuevo México, hasta Ecuador y la costa norte de Perú.

Por otra parte, los grupos de inmigrantes se reunían en Sevilla para su travesía y, de camino hacia el nuevo continente, aún quedaba el paso por las islas Canarias, lo que hace suponer que las personas comenzaron a utilizar ciertos rasgos lingüísticos que, hasta hoy, son compartidos por estas regiones, lo cual se ha dado en llamar español atlántico, cuya capital lingüística sería Sevilla —opuesto al español castizo o castellano— con capital lingüística en Madrid, y que englobaría el andaluz occidental, el canario y el español americano, aunque otros investigadores sostienen que sólo abarcaría, en América, las zonas costeras.

Diferenciación dialectal

Los primeros grupos de colonizadores, al provenir de distintas regiones de España, habrían tratado de evitar los localismos, y tendido a la homogeneización en pos de la intercomprensión. Este proceso, llamado koinización (del griego koiné, ‘común’), se habría producido durante el siglo XVI, es decir, cuando esta población heterogénea —tanto desde el punto de vista geográfico como sociocultural— comenzó a asentarse, especialmente en la zona del Caribe y de las Antillas, para, desde aquí, extenderse hacia Sudamérica. No obstante esta lengua común, se afirma que hubo cierta modificación del español por influjo de las lenguas indígenas. Según esta teoría, llamada del sustrato, se sostiene que una lengua dominada (en este caso las lenguas indígenas) afecta léxica, fonológica o morfosintácticamente a la lengua dominadora (el español).

Evidentemente, es en el plano léxico donde se aprecian los mayores aportes de las lenguas vernaculares; por ejemplo, en lo referente a la flora (maíz, maní, papaya, tabaco, tomate, chocolate, mandioca, coco…), a la fauna (cóndor, tiburón, mapache, guanaco, puma, tucán, chinchilla…) y al ámbito indígena (canoa, piragua, carpa, cayo, huracán, cigarro…).

Además, en las distintas regiones se usan diferentes voces para las mismas cosas según las lenguas indígenas habladas en cada territorio: ají (taíno), chile (náhuatl); porotos, ‘verdes’ (quechua), ejotes (náhuatl); choclo (quechua), elote (náhuatl); palta (quechua), aguacate (náhuatl); cacahuete (náhuatl), maní (taíno)…

Por otra parte, en algunas ocasiones el conquistador español se negó a aceptar el indigenismo y llamó con voces hispánicas a plantas y animales propias de América, aun sin que realmente correspondiese a la especie; así, es posible observar cosas como lagarto ‘caimán’, tigre ‘jaguar’, león ‘puma’, pavo ‘guajolote’. Pero, aparte de lo anterior, se deben mencionar los llamados americanismos semánticos, es decir, palabras que en América aluden a otros significados que en Europa y, en el caso de la flora y fauna, utilizadas para denominar objetos semejantes a los conocidos en el Viejo Mundo, como en ‘zorra’ (Canis vulpes en Europa y Canis azarae en América), o en ‘roble’ (Quercus robur en Europa y Fagus obliqua en América). Sin embargo, estos americanismos semánticos aparecen de manera permanente, puesto que aunque muchas veces en América se conocen términos hispánicos, se prefieren otros no usados, o menos usados, en España con el significado americano, como en el caso de reja/verja, cardenal/geranio, jugo/zumo, durazno/melocotón, alcancía/hucha.

Las lenguas aborígenes también contribuyeron, en cierto grado, a la formación de las diferentes zonas dialectales en Hispanoamérica, pero además se pueden considerar otros factores, tales como la distribución de los colonizadores en las distintas regiones de América, ya que en una primera época se asentaron en la zona del Caribe, luego México y, posteriormente, Sudamérica; la época de la conquista (temprana o tardía), características de la conquista (pacífica o belicosa), diferencias culturales y de rango de los conquistadores (lo cual explicaría las diferencias, por ejemplo, entre Perú o México en relación con Chile o Argentina), ya que, de hecho, fueron los virreinatos de México y Perú los que atrajeron a los grupos con mayor cultura, mientras que otras regiones, como Chile, sólo eran consideradas como meros rincones del imperio a los cuales llegaban, sobre todo, emigrantes sencillos con habla eminentemente popular.

Zonas lingüísticas americanas

El sistema educacional fue, quizás, uno de los factores determinantes en el establecimiento de diferencias lingüísticas, pues ya en 1538 la escuela de Santo Domingo se convirtió en la Universidad de Santo Tomás de Aquino y, en la misma ciudad se creó la Universidad de Santiago de la Paz en 1540, mientras que la Universidad de Córdoba (Argentina) fue creada en 1613. Finalmente otra de las causas de la diferenciación dialectal se refiere a la época de la colonización, ya que la ciudad más antigua, Santo Domingo, fue fundada casi junto con la llegada de Colón a América, mientras que Montevideo se fundó recién 1722. Sin embargo, estos intentos de zonificación no siempre han sido fecundos debido a que no se cuenta con datos precisos o suficientes en cada lugar, por ejemplo, a través de la elaboración de atlas lingüísticos; pero, a pesar de lo anterior, algunos autores coinciden en distinguir las siguientes zonas: 1) México y sur de los Estados Unidos, 2) Caribe, 3) zona andina, 4) zona rioplatense y 5) zona chilena, aunque se ha llegado a postular hasta dieciséis zonas.

Entre las distintas zonas se observan diferencias, por ejemplo, en el plano léxico, como ocurre en los siguientes casos: autobús (España), guagua (Cuba), micro (Chile), buseta (Colombia), colectivo (Argentina), camión (México); es chamarra (México), chompa (Colombia, Ecuador), chaqueta (Panamá, Venezuela, Paraguay), casaca (Chile, Perú); manta (España) es cobija (Colombia, Honduras, Ecuador), frazada (Perú, Bolivia, Chile, Argentina), cobertor (México), frisa (República Dominicana, Puerto Rico).

Pero las diferencias no abarcan sólo aspectos léxicos, sino también, aunque en menor grado, fonéticos y morfosintácticos. Por ejemplo, diferente realización del fonema s (desde la aspiración en Chile o Argentina, hasta la s ciceada —pronunciada como z— de algunos puntos de Colombia y Puerto Rico y, sobre todo, en El Salvador, Honduras, Nicaragua y costas de Venezuela); palatalización de j en Chile (mujer suena mujier) o aspiración de la misma en República Dominicana; confusión de y o ll (que se distinguen en algunas zonas, mientras que en otras se confunden a favor de y, como en la mayor parte de Hispanoamérica, o diferencias en el sistema vocálico (debilitación de vocales intermedias en México y timbre cerrado de las vocales en Ecuador, Perú, Bolívia y norte de Chile por influjo quechua).

En cuanto a diferencias morfosintácticas, éstas son bastante menos frecuentes, como la alternancia de los diminutivos -it- e -ic- (ratito, ratico), construcciones gramaticales diversas, como “¿Qué tú sabes?”, corriente en Centroamérica y Caribe, y “¿Tú sabes?”, habitual en el resto del territorio. Además, un fenómeno constantemente citado es el voseo (uso del pronombre vos como tratamiento familiar, con sus correspondientes formas verbales en algunas zonas y niveles socioculturales (vos tenés, vulgar en Argentina, o vos tenís, vulgar en Chile, variantes de tenéis), en oposición al tuteo.

 

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