O b r a    d i s e ñ a d a   y   c r e a d a   p o r   H é c t o r  A.  G a r c í a

Fragmento de la carta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos donde relata su segundo viaje a las Indias según aparece en el "Libro copiador"

  Introducción de Luis M. Iriarte

El "Libro copiador de Cristóbal Colón" es un manuscrito compuesto de 38 folios aparecido a finales del Siglo 20 en una librería de antiguedades de Tarragona, España, y que fue comprado por el Estado Español para el Archivo General de Indias en Sevilla. Contiene seis cartas-relaciones de viaje y dos cartas personales a los Reyes Católicos. Para Puerto Rico éste fue un gran hallazgo, ya que una de las cartas de Colón a los Reyes, escrita en enero de 1494, contiene una relación de su segundo viaje la que sirvió, junto con otros documentos como la carta Chanca, para que en 1998 los historiadores Ricardo Alegría, Adam Szásdi y Osiris Delgado (de la Academia Puertorriqueña de la Historia) llegaran a la conclusión de que el Almirante fondeó en la ensenada Aguada (bahía de Aguadilla), en algún lugar de la costa que queda entre los pueblos de Aguada y Aguadilla (1) el 19 de noviembre de 1493 y que además la ruta de llegada fue por el norte de la Isla y no por el sur, teoría hasta entonces más aceptada.

1- El área comprendería los barrios Guaniquilla, Carrizal y Espinar de Aguada y el barrio Victoria de Aguadilla además de este pueblo.

Nota: Se mantiene el texto original.

"Christianísimos e muy altos y poderosos prínçipes, rey e reina, nuestros señores:

La vitoria que Nuestro Señor dio a V. Al. tan señalada de las Yndias en tan breve tiempo amostrava qu'el subçeder uviese de ser muy próspero y a causa de cosa de maravilla en el mundo. Yo partí de Cádiz miércoles a veinte e cinco de septiembre con la armada y gente que Vra. Al. me mandaron dar que yo llevase a las Indias; y llevé maestros de todas maneras de ofiçios que en fabricar çiudad y villa menester heran, con todos sus estrumentos; y llevé los cavallos, yeguas y mulas y todas las otra vestias, y simoentes de trigo y çevada y todos los árboles y de suerte de frutas, todo esto en muy grande abundançia. Llegué a las islas de Canaria de V. Al. el martes siguientes antes del sol salido, de donde partí después de aver forneçido los navíos y caravelas de bastimentos. Y dexelas de vista lunes, siete de otubre, para benir a esta isla Ysabela, adonde yo avía dexado la gente el año pasado, y primero benir a la isla de los caníbales, porque yo tenía qu'estavan más al oriente y poco distante de mi camino. A los cuales yo llegué por la merçed de Nuestro Señor en veinte días, con viento y tiempo que fasta oy truxe tal, que en viaje ni se aya oído ni visto de mar tan llano, de viento tan quieto y dulçe y de templança de cielo tan suave.

Llegué tres de noviembre, domingo, antes del sol levantado a una isla de altísima montaña, a la cual llamé Dominica a conmemoraçión del mismo día. La longura d'ella hera del setrentrión en austro, la cual toda corrí buscando puerto por el mar. Y por grande zerrazón de çielo que se engendrava, y porque no le hallé en tiempo idóneo, tomé la buelta sobre toda la armada, que benía muy derramada, y la recogí toda en un cuerpo. Y después enbié una caravela, que se halló más aparejada de todas, que fuese del cabo qu'es de la parte del norte y, si ubiese puerto, que me hiziese señal que le avía dicho. Y así partió y no halló el puerto y no dio la seña, y yo estava con pena por el mal tiempo que se amostrava. Restreñí las naos y navíos conmigo y cargué las belas al camino de otra isla, qu'estava d'esta Dominica distante diez leguas, a la cual llegué a buen tiempo del día. Y desçindí en tierra con mucha jente con una vandera real y, en el lugar más idóneso, con pendón y alta voz, e escrivanos e testigos, nuevamente torné a tomar posesión d'ella y de todas las otras y de tierra firme en nombre de V. Al., replicando los autos de la mesma posesión del año pasado, de la cual nuevamente no obstante nuevamente tomava, llamado si alguien lo contradeçía, y nombré esta isla la Galana; ella es muy llana y llena de árboles odoríferos.

El siguiente día levanté las áncoras muy temprano y di la vela para otra isla, que me demorava al norte nueve leguas, en donde yo llegué en breve espaçio del día. Era esta isla altísima, que figura de punta de diamante, atán alta qu'es maravilla, y en el colmo d'ella salía una grandísima fuente que derramava el agua de todo cavo de la montaña; y de la parte de donde yo estava, benía alliende de otros ramos uno tan grande que por la áspera caída y alta amostrava la grandura de un tonel, y todo blanco y encreíble a nuestra vista que fuese ello agua, salvo que fuese una bena de peña blanca, sobre lo cual se apostaron muchas apuestas entre la gente. Yo sería entonzes cuatro legua grandes lexos de la tierra, por lo cual creo qu'esta agua sea en estrema cantidad, y por la vista de muy muchos ríos que después se hallaron y en muy pocas leguas, que, por una gente nuestra que se perdieron en el monte, los otros que los fueron a buscar en espaçio de seis leguas pasaron veinte y seis ríos, que cada uno el agua les llegava más alta que a la çinta. Luego que yo llegé a esta isla, la llamé Santa María de Guadalupe, que ansí me lo avía encomendado el padre prior y los frailes cuando de allí partí. Y al tiempo que llegué a tierra pensé que no faltarían puertos , mas mudó el viento y se levantó gran niebla con mucha lluvia, e yo llegué a tierra muy junto para surgir y no hallé fondo, y ansí me anduve gran espaçio del día y con mucho viento y mar grande.

Gran plazer era ver las verduras y los buenos asientos de las casas y las muchas aguas de la fuente de la montaña junto con la mar. Anduve ansí corriendo por costa d'esta isla sin poder fallar puerto ni fondo para sorgir, fasta que yo llegué a la parte del norte, adonde hera la mayor parte del pueblo, y fue mucho en tierra y surgí con toda la armada. Y procuré de aver lengua, y supe que todas estas islas no heran de caníbales y pobladas d'esta gente que a la otra come, como berá e sabrá V. Al. de los mesmos que agora en estos navíos le enbío. Las poblaçiones d'estas islas no eran muchas y repartidas en diversas partes a las faldas de la isla. Las casas heran muy buenas y llenas de mantenimientos e muchos. De los hombres pocos se tomaron y pocos fueron vistos; los cuales todos fuyeron por el monte, y por la gran espesura de los árboles no se pudo tornar a prender d'ellos más que de las mugeres, las cuales tanbién enbío a V. Al., con otras muchas hermosuras que ellos allí tenían. Las cuales me deçían que las avían traído de otras islas, que, a mi ver, teníanlas en servitud y por concubinas; tanbién me deçían por palabra y seña cómo les avían comido los maridos, y a otras los hijos y hermanos, y les fazían qu'ellas mesmas d'ellos comiesen. Tanbién hallé algunos moços que asimesmo se avían traído y a todos cortados su miembro; pensava yo que sería por çelos de las mugeres, mas acostúmbranlo porque engorden, como fazen en Castilla a los capones para comer en fiesta; de las mugeres jamás matan. Todo sabrán d'ellos mesmos que, como digo, les enbío.

Hallé en sus casas çestos y arcos grandes de güesos de hombres y cabezas colgadas en casa cassa. Aquí hallé un gran pedazo de codaste de una nao de España, creo que sería de la que antaño aquí en la Navidad dexé. Aquí se falló pez e miel y çerca de mill maneras frutas muy buenas y grandes y de gran sabor, muchos arcos y muchas frechas, y en la montaña muchos árboles odoríferos, según renunçiaron los sobredichos que fueron buscar los otros que se avían perdido. No les quemé las casas, porque nos aprobechen cuando por allí pasáremos, pues están en camino para Castilla. Las canoas d'ellos son muy grandes y más largas que fustas y de mejor hechura qu'estas otras d'esta gente más oçidental, y todas se las quebré, pequeñas y grandes, y ansí en todos los otros lugares, y ansí tenía en boluntad de fazer en cada isla y tenía gran deseo de las correr todas. Mas el deseo de socorro d'esta gente, que aquí avía dexado, no me daba lugar a otra cosa ni requerir ni reposo al ánima. Aquí en esta isla, lexos de donde yo estava ancleado, avía una poblaçión adonde avía desçendido una barca de una caravela, y los vecinos todos se avían fuido, y por la priesa dexaron un niño de hedad de un año, el cual estuvo solo seis días en esta casa. Y porque cada día se acaesçió llegar a su casa y poblaçón y hallava siempre a su niño con un manojo de ferchas, y benía hasta un río que allí junto estava y bevía del agua, y después se bolvía a la posada, y siempre alegre y con fiesta, mandé que le truxeren a Dios y a ventura y le mandé dar una muger que de Castilla acá benía; agora está aquí muy bueno, y fabla y entiende toda nuesta lengua qu'es maravilla. Enbiárale agora a V. Al., mas e miedo que, por ser tan niño, que no se muera; enbiarlo e cuando mandaren.

D'esta isla vine a la otra de Santa María de Monserrate, que era a la distançia de çinco leguas; tierra es muy alta y conforme a Moserrate. Y d'esta vine de una en otra corriendo a mi camino, poniéndoles a cada una nombre; y porque açinde a gran número, a todas juntamente las nombré de Todos los Santos, hasta que yo llegué a una isla bien luenga, adonde çorgí para aver lengua. Y echada la barca armada en tierra, por fuera vino una canoa con tres hombres y dos mugeres, todos d'esta generaçión que comen carne umana. Salió el batel a le prender, y ellos se pusieron en defensa y pelearon muy fuertemente, y fueron feridos tres personas de los nuestros con frechas. Truxéronlos presos a la nao o de la fuerça que una muger d'estas fazía con un arco no es de olvidar, que dizen que a una adarga pasó con una frecha en claro. Allá los enbío todos a V. Al., así ella como los otros, salvo uno que fue muerto. Esta muger y otro de los mismos hombres dizen que allí ay islas en que ay oro atanto qu'es maravilla, y esto no lo pueden aver consultado porque luego la muger enbié en otro navío, y fasta oy no ha visto el uno al otro, y se conçierta lo que dizen; y por esto lo creo y por estos indios que yo tengo, como diré después a su tiempo. Partí d'esta isla al setentrión doze leguas, adonde fallé grandísimo número de islas todas juntas, de la cuales anote cincuenta e cuatro de que pude aver conoçimiento; d'ellas son grandes, mas las pequeñas son mayor número. Todas son tratábiles y de gran fondo y distançia entremedias, ni son pequeñas a comparaçión de las Canarias. D'ellas son verdes y llenas de árboles y pobladas, mas no la mayor parte, que pareçían estériles, mas no de metales; ni son llanas, salvo montuosas y de altas tierras. Llamé a la mayor de Santa Úrsula y a las otras de la Honze mill Vírgenes. Uno d'estos caníbales que se tomó en una canoa en la sobredicha isla vezina, agora que veen que oro es de lo que nos preçiamos, dizen por lengua y por señas que en esta ay oro infinitísimo y que le lleven a ella preso y le maten si no es verdad, y que también hay mucho cobre. Yo me acuerdo qu'el año pasado un indio viejo, aquí en esta isla Ysavela, me dixo que en esta parte de los caníbales avía una isla pequeña y que los tres cuartos eran oro, y agora conforma, porque yo beo la tierra para ello dispuesta.

Todas estas islas que agora se an fallado enbío por pintura con las otras del año pasado, y todo en una cata que yo compuse bien que con harto trabajo, por las grandes mis ocupaçiones del asiento que acá se faze de la villa y el despachado del armada porque se buelva; en el cual negoçio el ayuda que yo esperava de alguna persona que dezían allá que deseavan tanto el servicio de V. Al., allende de la razón que les obligava, acá les pesa. Con él, bien fecho, verá V. Al. la tierra d'España y África, y enfrente d'ellas todas la islas halladas y descubiertas este viaje y el otro. Las rayas que ban en largo amuestran la istançia de oriente a oçidente; las otras qu'están de través amuestran la istançia de setentrión an ahustro. Los espaçios de cada raya significan un grado, que e contado çincuenta y seis millas y dos terçios, que responden, d'estas nuestras leguas de la mar, catorze leguas e un sesto; y ansí pude contar de oçidente a oriente como de setentrión an ahustro el dicho número de leguas, y contar con el cuento de Tolomeo, que aporçionó los grados de la longuitud con los del equinoçial, diziendo que tanto responde cuatro grados equinoçiales, como çinco por paralelo de Rodas los treinta y seis grados, ansí que cada grado qu'está en esta dicha carta responde catorze leguas y un sesto ansí de setentrión en ahustro como de oriente en oçidente; e por aquí podrán ver la distançia del camino qu'es de España al comienço o fin de las Yndias, y verán en cuál distançia las unas tierras de las otras responden; berán en la dicha carta una raya, que pasa de setentrión en austro, qu'es vermeja y pasa por çima de la isla Ysavela sobr'el Fin d'España, allende del cual están las tierras decubiertas el otro viaje y las otras de agora, de acá de la raya se entiende. Y espero en Nuestro Señor que cada año mucho abremos de acreçentar an la pintura porque se descubrirá continuamente.

En esta isla de Guadalupe e casi en todas la otras, en espeçial en esta Ysavela, e fallado (¿?) y en los árboles canela, y se podría aver grandísima cantidad salvo que es amarga en el gusto, que creo que proçede por la sazón y adovo del tiempo, sana e probechosa mucho a las personas; almástigo e ençienso, y cera y miel y muchas resinas y áloe e sándalo y spoliofelio, gengibre finísimo; del axí, a qui deçimos pimienta, del que truxe el otro viaje a V. Al., aquí ay y abrá cuanto V. Al. mandare, que les siembran y naçen en huertas, como otras mill cosas de que sería para lo contar muy prolixo, y cada día se halla cosa nueva; algodón, ya lo dixe el año pasado por mi carta, la cual en todo y por todo afirmo lo en ella contenido. De abundançia de todo esto yo no yerro; verdad es que nadie no sepa por ayuntar cosa alguna y tanpoco del oro, de que conozco que ay más que no dezía ni escreví por mi carta. Esto proçede de que la gente todas d'estas tierra andan desnudos, sin tener propios bienes ni hazer concebto salvo de su vitualla; de todo lo otro tienen en poco, ni cogen salvo para su reparo. Creo yo que, si empeçasen a recibir algo, que ellos por preçio travajarían, porque son enbidiosos ultra manera, y por esto se pornían a apañar cualquier cosa qu'ellos supiesen que les baldría presçio; mas yo no sé la lengua para los poner en el arte, ni les demando lo que yo querría, y después beo que no es bien por agora que conozcan que nos deseamos cosa alguna y en espeçial oro, porque, aunque de lo que tienen por poco preçio, de conoçimiento son para mudar el propósito y lo vender caro, si asus manos de dexase; y por esto se acoxerá por V. Al. en todas la minas, que son muchas, como después diré a su tiempo.

DESCUBRIMIENTO DE PUERTO RICO

Torno a mi porpósito de mi camino y digo que, junto con la isla de Santa Húrsula y la Honze mill Vírgenes, fallé otra isla de la cuan no vi salvo la parte d'ella del norte con aquél de poniente, mas según mi albedrío mayor que Seçilia y de mayores tierras y más fermosa y ansí de la mesma fechura, a la cual dixe el nombre de Sant Juan Baptista. Poblada es de gente que come carne umana, enemigo de los caníbales y de todas las otras islas. Tienen muy buenos puertos y mucho agua y grandes ríos. Altas son las tierras, y baías linpias, y de montañas y árboles muy grandes, y todas muy labradas y sembradas de sus 'axis', qu'es singularísimo mantenimiento. Aquí vi yo muy buenas casa y adornamientos en el camino, de algunas d'ellas de redes y de cañas de una parte y de otra del camino, que salían de las casas fasta la mar al luengo; y allí adonde fazían fin, en la playa, tenían un entretexido cadafalso como açutes sobr'el camino, casi en manera de puerta y de tan perfecto lavor, que en Valençia sería bien açebto.

Y en esta y en todas las otras islas y en especial aquí en la Ysavela e visto muchos falcones neblíes y de toda suerte, mas los de Guadalupe fueron tenidos por los mejores, porque en aquélla no ay lugar de adonde se çeven, no por defecto de aves de toda manera, de que ay gran cantidad, salvo porque es espesísima de árboles; y los alcones cada mañana los beíamos ir a otra isla y después bolver en la tarde. Aquí, en la Ysavela, se hallan algunos çevándose en palomas torcaçes y en garças y en otras aves, de las cuales y de todas maneras ay grandísima cantidad; y en el señal d'ellas se amuestra que son muy boladas, porque huyen mucho de las personas. Procuraré, tanto que yo tengo en buen subçeso y término estos otros negoçios de V. Al. que más relieban a su serviçio, de aver d'estos falcones para le enbiar. Y creo que, aviendo persona que sea maestro de prenderlos, los que pudiere aver cuantos oviere menester para su serviçio, y podrá enviar a otros prínçipes.

Dexo esta isla de Sant Juan y torno a tomar el comienço de la Ysavela, después de aver dexado algunas otras y no indinas de memoria. Y no fue mi comienço agora adonde fue el fin el año pasado, cuando d'ellas yo partí para Castilla, adonde yo llamé Fin d'España, mas hallé acá, al oriente, una gran provinçia que es de tierra muy baja y llana y que d'este cavo de Fin d'España corre al sueste, la cual no vi al tiempo de mi partida, porque yo llevé el camino del este a la cuarta del nordeste y partí de noche, de manera que la tierra me quedava a la mano derecha, y por ser baja y al rodeo del sueste no ove d'ella vista, así que agora la reconocí toda del comienço hasta el cavo del Angel ay buen tiempo, adonde los indios llaman Samaná, adonde agora no quise anclear por la priesa que traía y el buen tiempo que me ayudava. Solamente anbié una caravela que pusiese allí en tierra uno de los cuatro indios que allí avía tomado el año pasado, el cual no se avía muerto como los otros de viruelas a la partida de Cádiz, y otros de Guanafaní o Sant Salvador. Este se fue a la tierra muy alegre, diziendo qu'el bien hera muy fuerte porque era christiano y que tenía a Dios en sí y rezando el Ave Maria y Salve Regina y diçiendo que, luego qu'él estuviese tres días en su casa, qu'él se bernía a Çibao o adonde yo estuviese; y así le di muy bien de vestir y otras cosas qu'él diese a sus parientes.

Después bine con muy buen tiempo corriendo la costa d'esta isla fasta Montechristo, adonde en el puerto cogí con toda la flota y hordené todo los que cumplía por regimiento y serviçio de V. Al, porque de allí fasta la villa de la Navidad se puede ir en un día con buen tiempo. Y así esto fecho, di la vela con todos los navíos, y a medio camino vi que atrás me venía una canoa a gran priesa, y nunca la quise esperar porque se me hazía tarde para entrar en el puerto de día, y con todo no pude yo llegar a tiempo y ove de sorgir de fuera; adonde, a gran rato de la noche, llegó la dicha canoa, por la cual benía un privado de un rey Ocanaguarí, el qual benía de navío en navío llamando por mí; y hasta que no me vido y oyó, no quiso entrar en la nao. Él traía una carátula de oro de persona que me enbiava Ocanaguarí, y a otro otra al capitán de la nao Antonio Torres, hermano del ama. Yo le mandé dar de comer, porque todo el día avía travajado tras de nosostros y no avía comido, y les mandé dar de vestir a amos. Este me dixo en cómo la gente que yo avía dexado en la çuidad ovieron entre sí discordia y uno mató a otro y que Pedro, repostero de V. Al., se avía ido con una gran parte de jente para otro rey que se llama Cahonaboa, el cual posee tierra en que ay mucho oro; un vizcaíno, que se llama Chacho, se avía ido con otros vizcaínos y moços; solamente avía quedado Diego de Arana de Córdova con honze; y que unos tres se avían muerto de dolençia, qu'ellos mesmos deçían que era la causa del gran tracto de las mugeres, diziendo que, cuantos quedaron allí, que cad uno avía tomado cuatro mugeres, y no solamente éstas les abastava, que les tomavan las muchachas. Y deçían qu'el comienço d'esta discordia fue que, luego que yo partí, cada uno no quiso entrar a obediençia ni apañar oro salvo para sí, sino Pedro, repostero, y Escobedo -a éste avía yo dexado el cargo de todas las cosas-. Y que los otros no entendían salvo con mugeres y moravan en casa d'éllas, y que Pedro y Escobedo mataron uno que se llamaba Jácome; y después se fueron con sus mugeres a este Cahonaboa; y dende a çierto tiempo bino este Cahonaboa y de noche puso fuego en la villa, la cual quemó toda que no quedó nada, de qu'es de aver piadad, porque otra poblaçión tan grande ni de tan hermosas casas e visto en todas las Yndias. Alo cual tiempo huyó Ocanaguarí con toda su gente, hombre y mugeres y niños, y requirió a los christianos que fuesen con él, y no le plugo, salvo que se fuyeron al canal, adonde se afogaron; y fueron ahogados ocho, y los tres murieron durmiendo, según después paresçió por las feridas. Díxome después cómo este Ocanaguarí luego me bernía a ver, el qual estava en otra su villa; después me pidieron liçencia, y yo se la di.

Y luego otro día a ora de bíspera, al tiempo qu'el viento me fue próspero, lebanté las áncoras y entré en el puerto y fui a sorgir delante la sobredicha villa, de que uve piadad grande después del daño y mal que a nuestros christianos avía aconteçido; que aunque conozco y es verdad que a sido su culpa, es mucho de doler de semejante casso, e a mí es mayor pena que a ningún otro su pariente, por el deseo que yo tenía qu'ellos saliesen con tan grande honrra y con tan poco peligro, si se rigieran según mi instruçión los constrengía: que sobre todo dexasen las mugeres ajenas y todas las de los indios, y nunca saliesen de la fortaleza a otra parte salvo seis d'ellos, y otros tantos después d'éstos bueltos; mas como se viesen tan seguros y superiores de los indios y según eran todos ellos de poca criança, tirados dos u tres criados míos y este Pedro repostero, se darían al comer y plazer de las mugeres; y ansí se perdieron y se destruyeron a sí, y a mí han dado y dan tanta pena. Este presente día no desçendí en tierra fasta el otro siguiente de gran madrugada, que halé todo este sitio fecho huerta sin forma de cassa salvo de la fortaleza, que ansí destruida y quemada amostrava que, en la mitad de Castilla, se defendería buenos días a gran gente. Y hallé ocho hombres enterrados a la orilla del mar y tres en al campo, los cuales se conoçían heran feridos de piedra en la frente, que durmiendo pareçe que a manteniente los mataron; y debe ser ansí, porque la fortaleza hera muy llena de artillería. Y esto, según mi alvedrío, no pasava un mes qu'esto avía acaeçido. Mandé que se enterrasen y rogasen por sus ánimas; mandé cavar toda la casa fuerte, porque en mi instruçión le avía mandado que, luego que algún oro tubiesen, que lo pusiesen debajo de la tierra; y no se halló cosa alguna. Y este mismo día avía yo enviado una caravela a ver el golfo de España, qu'es de allí açerca ocho leguas, porque creía yo, según su fechura, que avía de ver un gran río y que traería oro. La cual caravela fue a topar donde estaba Ocanaguarí, el qual rogó a Melchior que me rogase que yo le fuese a ver y le dio un bonete de oro y otro a Marque, criado de Rodrigo de Ulloa, capitán de la dicha caravela, y en pedazos dio también yna buena parte a Gorbalán, criado de Fonseca, y al piloto otro tanto. Bolvió Melchior con la caravela, y me dieron la embajada y de lo que les avía contado de la muerte d'esta gente, y que tenían ellos que yo era a él en grande cargo.

Luego el otro día fue allá y fallé a Ocanaguarí en tierra en cama, el qual me abraçó e estovo sin habla un rato grande, siempre con las lágrimas a los ojos. Y después, por palabras y señas, me recontó todo como avía acaeçido este desastre, en tal manera que no pasó punto que yo no lo entendiese; y como, luego que yo le dexé en la Navidad, ovieron discordia entre sí esta nuestra gente, y uno mató a otro y cada uno apartava oro para sí, salvo Pedro y Escobedo, y que sobr'esto les avía puesto en paz muchas vezes; y que también luego cada uno tomó cuatro mugeres, allende de las cuales tomavan en la villa las moças que querían; y vinieron a bandos, de que se pasó a que se apartaron, como ençima yo dixe, en tres partes; y que despues d'él por su persona aver ido a la mina y llevado allá a Pedro y Escobedo, amostrando cómo se coxía el oro, qu'ellos se determinaron para ir a otro rey a quien llamaban Caonaboa, como sobredixe, y qu'él les rogó que no se fuesen, que les daría pan y pescado y mugeres y un fijico que tenía Pedro, y se fueron, y que jamás después se avían acordado d'él ni de mí; y dende que a çierto tiempo vino a este Cahonaboa y de noche les quemó las casas, así como me recontó su mensajero. Creo y digo otra vez que ovo desensión entre esos dos y Diego de Arana, y la muerte fue hordenada d'ellos mismos por vengança. Este Arana, aunque fuese muy sobervio, tenía alguna criança, y le dexava el cargo del regimiento al tiempo de mi partida, de que toda la gente quedava quexosa, y ansí le di en compañía a los otros dos, Pedro y Escobedo, y que se cimpliese lo que los dos acordasen. Después, el día de mi partida, vino a mí Escobedo haziéndome saber cómo bien estava seguro, según el indiçio qu'él avía avido, qu'él me tenía un tonel de oro aparejado cuando yo bolviese; y esto fue a tiempo que yo ya andava a la caravela, y me dixo que este Diego de Arana le avía dicho sobr'esta plática: 'Hagámonos primero el papo, y después se procurará para el rey'. A que yo le respondí que tal cosa no hiziese, que rico estava él harto si servía a V. Al. con tanta honra; y con este propósito se tornó a tierra. Torno a Ocanaguarí, el cual me rogó que le reçibiese en su compañía y fuésemos a destruir a este Cahonaboa y le tomar las mugeres y fijos; respondí que me plaçía, tanto que yo tuviese fecho asiento, que ansí me mandava V. Al. que, fasta esto fecho, que no entendiese en otra cosa, mas que sería muy presto; y él respondió que, si quería asentar allí, que me daría cuantas casas yo quisiese, mas que no me lo aconsejava, porque era lugar no muy sano y muy angusto. Después me dio ocho çintos de hombres de la manera de los otros que antaño llevé a V. Al.; uno d'ellos hera muy fermoso y labrado de mucho oro. Primero se quitó una joya de alambre qu'él traía en la frente y me la puso en la mía, con una corona en la cabeza, diziéndome que todo esto fue de un rey de Marení, y tanbién me dio un çestillo de oro en forja e una calabaza de oro fundido y otra de oro en grano, ansí como benían de la mina; el cual y las otras cosas todas enbío a V. Al. Yo le di el presente que yo llevava, puesto que no tuviesen d'ellos conocimientos ni eran salvo de la isla de San Salvador. Y no quiso que aquel día ni noche se fuesen de su casa, para les preguntar bien las cosas que en España avían visto. Quíseme yo ir para la nao y él no quiso sino acompañar, y le amostré los cavallos, de que ya tenían por oída notiçia; y me dixo que, al tiempo que Pedro Escobedo iba con él a la mina, que ellos cazavan mucho y le dexían cómo en Castilla cabalgavan. Amostréle toda la nao, tanta gente y tantas armas de que se maravillava, y le llevé a la cámara donde estava el padre fray Buil malo, el cual se holgó mucho con él; y después se bolvió a tierra y no quiso que yo le mandase acompañar: tanto entiende en cortesía. Ese día y el presente con el troque que seguía vinieron al thesoro de V. Al. bien diez marcos de oro, que todo no costó diez o çinco reales, y se acertó que por un caxcavel davan el peso de ocho castellanos. Ya dixe cómo esta gente ninguna cosa tienen en preçio y que, lo que tienen, ansí lo dan por poco como por mucho, que vía muchos indios, cuando yo estava con Ocanaguarí, que venían a mí y me davan buenos pedaços de oro sin demandar cosa alguna. Verdad es que su fin es que por ello les den algo, mas si no se lo dan tanpoco lo demandan, salvo que se van o quedan aí como estatuas. Este día siguiente me enbió a dezir Ocanaguarí con su hermano qu'él quería ir a la mina a apañar oro, que le enbiase a dezir si me iría atán presto. Yo le respondí lo que convenía, y él se partió con toda su gente de la misma manera que hizo agora a un año, antes que yo de la Navidad partiese. Creo qu'este Ocanaguarí no tiene culpa en la muerte d'esta nuestra gente, antes me a a él mucho obligado, ni vi señal porque se dé tal sentençia, como yo escrivo más largo a V. Al. por otra carta del Diurnal que yo escreví.

Partí de aí y bine a Montechristo, de adonde porfié muchas vezes con el viento contrario para benir al cavo del Angel, adonde el otro día, pasando por él, avía venido a mi canoa, y tods tenían la gente d'ellos oro, y yo les di de vestir después de le dezir quién yo hera, qu'esto ansí lo demandavan. Al cual logar tenía bisto buen asiento y tierras fermosas y aguas y ríos, y albitrava que era en buena comarca y çerca de Çivao y de las otras minas. Y porqu'esta nao hera más grande en forçejar con el viento, determiné de la dexar en Monte Christo, e yo me pasé en la Colina, y con los otros navíos subtiles porfié hasta que llegué al río de Graçia, y dende hasta sobr'el cavo del Angel. Mas como fuese esto en una tarde e de gran tiempo, no ove razón de cometer la tierra ni de çufrir la noche la alteraçión de la mar, que amostrava una tenebreza, por los cavallos y vestias que en los navíos venían; así que, por no los trabajar en aquella noche, yo determiné de bolver al puerto de donde avía partido. Y el día siguiente le busqué todo, porqu'es muy grande y de muy pequeña entrada, con intençión de facer en él asiento si uviera en él agua dulçe así como fermosas tierras. Bolví atrás el día siguiente fasta aquí, adonde fabricamos la villa Ysavela, la cual por su mereçimiento, que diré después, suplico a V. Al. que haga ciudad, adonde abría cuatro leguas; no es aquí puerto cerrado, más es baía muy grande en que caberán todas la naos del mundo. En ella jamás entra tormenta, y aquí ay lugar muy idóneo de una alta tierra, casi isla, al pie de la cual llega una gran nao y descarga al pie del muro. De aquí a un tiro de lombarda ay un poderoso río de agua mejor que Guadalquevir, del cual por açequia se puede traer dentro en la villa en la plaza, el cual pasa por una vega grandísima que ba al sueste, de la cual hasta oy no e podido saber el cavo. La cual es de tierra maravillosa sin comparaçión de ningunas de Castilla, que agora ay en toda ella la hierva alta y berde y buena más que alcaçer en España en el mejor tiempo. Dende la villa al poniente grandes dos leguas es toda playa muy fermosa, y al cavo un puerto de los mejores del mundo, en que cabrán todas la naos que en él ay. Junto con esta vega, de la parte tanbién del poniente, pasa una montaña de norueste a sueste. En ella ay un puerto, al cual agora hize adereçar el camino; está un cuarto de legua aquello que se ovo menester que se adovase, porque los cavallos pasasen mucho sin pena. Aliende él ay otra bega muy mejor qu'éstaa de que aquí fablo, y en el medio pasa otro mayor río; navegable es, según todos me dizen. Aquí en esta veha ay para vente mill vezinos, para sembrar pan y hazer güertas y edifiçios de agua. En la otra ay más otro tanto, y pobladas son de gente muy umana, que cuanto tienen an por bien de darlo. Aquí, adonde yo determiné el asiento de la villa, estavan çiertas casas de indios; así se quedan como de primero, muy alegres y contentos. Hágosle dar vituallas y de todo lo otro que demandan, y a nosostros dan de lo que tienen; y lo que se les enseña de la fee, todo lo reziben con el acatamiento y reverençia que se les amuestra. En la iglesia están de rodillas contemplando; no creo que llega el entender fasta el neçesario, mas es buena señal, y se amuestra que no tienen secta ni idolatría.

Yo escreví agora a un año a V. Al. de todo lo que me pareçía de tods estos pueblos, de su conversaçión a nuestra fe santa, que me parescía muy ligera entendiendo nos a ellos y si fuésemos entendidos; yo muy más lo afirmo, porque beo que seta alguna no le impide. Dixe que todos y en todas estas islas se entendían; aquí erré, y no que a otro no aconteçiera, porque sin dubda a todo responden, mas no conozco que la inteligençia es divisa como entre christianos más y menos, según están propincos. Bienes propios afirmo que no tienen, según mi vista y su tracto y costumbre, porque beo que, aliende de lo aver en muchos lugares esperimentado, aquí en la villa vienen ellos infinitos y todos se ponen en casa, hombre y mugeres, y comen y toman de lo que en ellas hallan como y tan libremente como su dueño de la posada; ni tenían por mal a quien de sus cosas otro tanto hazían, salvo que la inportunidad de algunos nuestros y por la costumbre que sobr'esto de nosotros conoçen lo hazen poner en aquello que nosotros estamos. Defiendo que nadie no los importune ni le tome cosa contra su voluntad. Agora, si plaze a Nuestro Señor ser esta armada del todo despachada, y yo podré exercitar otra cosa, en que espero que la primera será ençeguir la ciudad de muro, que en sólo dos puertas quede entrada, y en traer el agua con el açequia y todo el río al pie de la fortaleza, y todo muy ligero.

La temperançia del çielo paresçe increíble, tan dulçe y suave; los árboles y montes y yervas todo está tan florido y fresco como en el Andalucía son en el mes de abril o de mayo, y la yerva son en el mesmo estado; los pájaros y aves eso mesmo así alegres, y cantan los ruiseñores, y ansí façían todo el mes pasado. Fállanse páxaros y aves y muy muchos nigdos, d'ellos con güevos y otros con pollos, y anadones hartos, y en el río ánsares ay más que en otro cavo, y todas las aves de muy gran cuerpo, palomas, garças y de otras diez mill maneras; y no en pequeña cantidad se hallan por los montes y campos perdizes y tórtolas de la misma manera de Castilla. De papagayo ya no ay número.

Ya dixe que las tierras que este viaje se an descubierto son tantas y más qu'el año pasado, y no de menos preçio, como la pintura harán magnifiesto; por la cual berá V. Al. que aquí en la Ysavela estamos más distante de la línea iquinoçial veinte y seis grados, que todo es con las islas de Canarias, en espeçial de la Gomera, en un paralelo, y no diferençia en la latitud salvo treinta minuto, ni desporçionado en la temperançia de frío y calor, o día más prolijo. Y çertifico a V. Al. que, después de diziembre hasta oy, acá a fecho grandes fríos, atanto que yo e estado alegrado, y de todo esto libre. Procedió esto que una noche me partí de la villa de la Navidad con las barcas a ver un puerto lexos bien nueve leguas, y un rato que al sueño di parte, me atormentó todo el lado derecho de la planta del pie hasta la cabeza en manera de perlesía, de que no poco e çofrido pena. Agora estoy mejor ni dexo de trabajar en lo que cumple lo mejor que puedo con alegría. Desde el cual tiempo fasta oy, de noche y de día, no traigo menos ropa que yo haría en Sevilla. Tanbién a llovido muy mucho y llueve con las mesmas señales de inbierno que haze en Castilla.

Oy son treinta y un día que yo llegué en este puerto. Agora tenemos de todas maneras de hortalizas. Nasçieron las simientes todas al terçero día. Rávanos y perexil y semejantes yervas ya nos aprovechamos en éstos; y plantas ya son grandes, trigo y çevada ya de un pie en alto, naranjos y sarmientos y cañas dulçes están ya creçidas. De las cañas no truxe cuantas quisiera, que, puesto que fuesen muchas cargas, todas las que se pusieron en botas se escalfraron y están perdidas, y tanbién las qu'están en la nao, la cual a tardado hasta la semana pasada hasta llegar aquí; así que deseo mucho que d'ellas se aya cantidad, que lugar ay aquí para se hazer cañaberales, para hazer un cuento de quintales de açúcar cada año, otro tanto de algodón muy finísimo y no menos de arroz, si aquí estuvieren los labradores de Valençia. Para el ganado no cumple mas dezir cuánto la tierra para ello es abta e buena. Puercos ya tenemos más de çiento; cabras y obejas ya tenemos d'ellas hartas para simiente, y ansí de otras todas maneras. Y ansí espero en Nuestro Señor que antes de muchos años no abrá menester traer acá salvo bistuarios, que de trigo acá dará buena simiente, y vino se halla acá hartas bides que, trasponiéndolas y labrándose, darán buen fruto. Otras mill maneras de cosas se fallarán cada día.

De las minas del oro y de la gran cantidad, ya ençima dixe que yo afirmava el dezir de la carta del año pasado, y afirmo que su cantidad suya comprehendo es muy grande, e ansí de la espeçería de todas suertes, mas no se tiene acá en preçio entre esta gente, porque van desnudos y de otra cosa no curan salvo del comer y mugeres.

De la isla de Mateninó, de adonde son todas mugeres, no ubo lugar ni tiempo, porque mi gran priesa, de ir allá, la cual está más oriental que la Domenica; notiçias ove d'ella, mas dexo la ida para este verano con fustas de remo. Al tiempo que yo corría todas las islas de los caníbales y las vezinas, y les tomé y destruí y quemé las casas y canoas. Bea V. Al. si se abrán de captivar, que creo que después cada año se podrán aver d'ellos y de las mugeres infinitos. Crean que cada uno baldría más que de tres negros de Guinea en fuerça y ingenio, como berán por los presentes que agora enbío.

Luego que aí llegué, toda la gente se disçindió en tierra por estada, y se açertó llover mucho agua. Después adoleçieron muchos de çiçiones, como si el mudamiento de los aires, puesto que sean los mejores del mundo, y los ayan provado, y las biandas de la mar les ayan mudado la sangre, con la esperança del inbierno grande, en que sus cuerpos estavan avituados. Empero yo di la mayor culpa al tracto de la mugeres, que acá hallan abondoso; y si son deshonestos y deshordenados, no es maravilla que ayan pena. Con todo, loado Nuestro Señor, luego sanan: Cuatro o çinco día es su fuerça; dexo algunos qu'están más cargados. Mucho aprovechó (?) que acá enbió V. Al. con toda la botica.

El pescado aquí lo ay de todas maneras y el más sabroso que en otra parte yo aya comido. Y así dize toda esta gente. No faze cargamiento en el cuerpo: degistivo es e de ligero mantenimiento: mándalo dar el doctor a los dolientes por vianda. Ellos son la mayor parte de la mesma condiçión y hechura de los de Castilla; otros ay de nuevas maneras, y ay sardinas y salmonertes bien grandes y langostines y langostas y pulpos, y de todas maneras que allá se hallan.

Luego que determiné la partida de la villa de la Navidad, enbié la caravela que ya dixe que rodease esta isla fasta enfrente de Montechristo de la otra parte del austro, trato que avía hallado costa señalada del nacimiento del oro. Aguardo cada rato por ella y no es maravilla de su tardada, porque los vientos an sido y son para ella muy contrarios.

Tanbién luego que aquí ove puesto asiento, enbié a Ojeda, un buen mançebo y bien esforçado, con quinze hombres a explorar el camino y ver cuánto ay de aquí a Çibao y si puede saber la mina de oro, como allá me dizen. Creo que traerá muy buen recabdo, porqu'es bien católico y desioso de cumplir lo que yo le mando, y tiene ingenio y esfuerço. Tanbién enbié otro criado de Fonseca por la mesma guisa y con tanta gente acá al mediodía a Cahonaboa, porque tiente muy bien el camino y bea si es verdad que aya tanto oro. Al uno y al otro defendí que no entrasen en poblado, si lo pudiesen escusar. Creo que será dificultoso, porque los indios que son con ellos ban nunca se çofrirán de no dormir en poblado y aun pasar por ello, en espeçial agora qu'es inbierno y faze muy buen frío a nos qu'estamos bestidos, de que más impremirá a ellos, que del todo andan desnudos. Nuestro Señor los libre y traiga.

De los mantenimientos que allá se cargaron se a gastado muy gran parte y se perdió lo más del vino por el engaño de los toneleros de Sevilla. Mereçen gran pena en sus personas, sin que aya açebto escusa alguna de dezir de viaje largo, en que no es de mirar, salvo cuánto a qu'esta basija estava cargada, que otras vezes seis y siete meses está en Flandes y otras partes dentro en los navíos cargados, mas no le faltan; que en la ora que los requieren por cosa de V. Al., luego piensan de cuál cavo y en qué manera les fincará la mitad. Digo ansí esto porque acá otra cosa ninguna tan grande mengua haze como el vino, porqu'es mantenimiento con que se esfuerçan los que andan camino, que del comer en cada cavo se halla, y con una bez de vino está la gente harta y alegre. Es menester que V. Al. lo mande proveer para aquí en los primeros navíos, y castigar quien este daño hizo, así como de otros hurtos de otras vituallas, de que quedó el cargo a don Juan al tiempo de mi partida.

Después de escripto todo lo de ençima oy, qu'es día de San Sebastián, bino Ojeda, el cual llegó a Çibao, qu'es provinçia, él con toda la gente que avía llevado, y falló grandísimas minas de oro; no truxo d'él porque yo se lo tenía defendido, porque yo no savía qué gente hera aquélla, y si le pesarían de ver estranjeros o coger lo que en su tierra tienen. No dexó de traer la muestra de cada río , la cual enbío a V. Al.; y si es verdad lo qu'él y los otros que fueron con él dizen, es cosa de admiraçión la tanta cantidad de oro que fallaron. Él me a dado por escripto todo su camino y lo que halló, todo por punto, la cual escriptura con las muestras de oro a V. Al. con ésta enbío. Solamente digo que de aquí a veinte leguas ed la noble provinçia, y según yo puedo comprehender, con ella junto es todo mineros de oro, y será tanta tierra como todo el reino de Portugal, y que creo que aya más oro de lo qu'ellos renunçiaron. Yo no boy luego allá porque mucha gente de la que acá está es doliente, e aun a este causa e detenido algunos acá que yo disiava de enbiallos a Castilla.

Y tanbién digo y afirmo, según yo puedo comprehender, que V. Al. pueden bien estar seguros que acá están todos estos indios a lo que se mandare, sin pensar que se ayan de poner a resistençia, que no aya nadie que no se maraville cómo se ayan dexado matar los que acá quedaron, según éstos son temerosos; y aun por esto digo que yo sospecho que entr'ellos mismos aya sido el desbarato.

También esta mesma noche vino un escudero de los que fueron con Gorvalán, y diz que fallaron muy muchas minas de oro, y qu'él venía atrás muy alegre. En ellegando, escreviré su relaçión toda distinta. El uno y el otro me dizen que les dezían los indios que, cavando debajo de la tierra, hallavan pedazos que, según la forma, sería un marco. Ellos no tienen ingenio de lo coxer salvo en la rena del río, y no toman salvo los pedazos que con los dedos abarquen, ni lo cojen más salvo para sus carátulas, que fasta oy no se vende ni se resgata; tanbién que, cuando llueve, se halla fuera de los ríos pedazos grandes qu'el agua a descubierto. Nuestro Señor nos dará lugar que sabremos todo enteramente los primores; mas si es verdad lo qu'éstos dizen, que creen que aya en esta isla tanto como de fierro en Vizcaya, creo que, aunque no sea tanto, que sea demasiada cantidad.

Después vino Gorvalán con todos los otros que con él fueron, y él y ellos cuentan de las cosas del oro qu'es maravilla. Truxeron la muestra del oro que coxieron en los ríos, la cual tanbién enbío a V. Al. con aquéllas que truxo Ojeda. Anbos cuentan en el negoçio del oro de una manera, puesto qu'el uno del otro no savía cuando de acá ni de allá partieron amos a una parte, como arriba dixe.

Tanbién vino la caravela y trae muy buenas nuevas, como verá V. Al. por estenso por escriptura por ante escrivano d'ella, el cual escrevía cada día lo qu'ellos hazían. El capitán no da buena cuenta, y no abasta el yerro que hizo en Guadalupe, y agora quería dexar de ir el viaje que yo le avía mandado y se quería ir a Jamaica. Dizen que en menos de seis leguas hallaron más de quinientas poblaçiones, que en cada una avía más de sesenta grandes casas y gente a maravilla, todos de la mejor condición que se vido: dávanles a los nuestros cuanto tenían. Este mesmo Marque fue por la tierra adentro y falló la mejor campaña d'ellos del mundo; no le avía yo mandado qu'él dexase la caravela ni que enbiase gente. El Fojeda vanía malo del camino y, pensando de no llegar tan presto acá, me escrivió una carta de lo qu'él avía pasado. Y porque me parecía que V. Al. folgara de ver muy por estenso, la traslado aquí al pie de la presente, y es ésta que se sigue: (Sigue relación de Ojeda).

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