O b r a    d i s e ñ a d a   y   c r e a d a   p o r   H é c t o r  A.  G a r c í a

Ester Feliciano Mendoza, escritora   Escritores de Puerto Rico                                    

Nació en Aguadilla el 9 de diciembre de 1918. Falleció el 1 de enero de 1980 en Río Piedras.

Realizó sus estudios superiores en el Recinto de Río Piedras, de la Universidad de Puerto Rico. Normal (1938), Maestría en Artes (1959) y Doctorado en Filosofía (1970). Para completar los requisitos de sus dos últimos grados académicos, presentó una monografía en torno a la vida y obra de Antonio Pérez Pierret y un estudio crítico en torno a la producción lírica de Juana de Ibarbourou.

Ha compartido su labor docente, desde la escuela pública hasta su cátedra universitaria, con el cultivo de las letras. Es autora de poemarios, cuentos y ensayos, aunque se ha especializado ?con éxito notable? en la publicación de trabajos de literatura infantil.

Entre sus cuentos destacan "La mancha de plátano", "Pajuncia", "Reflejos del litoral" y "Sollozos de baquiné".

Entre los diversos galardones y honores que ha recibido destacan: el primer premio de poesía otorgado por la Unión de Mujeres Americanas (1962); el premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña, por su colección de mitos y leyendas, Sinfonía de Puerto Rico (1970); premio de excelencia de literatura infantil, concedido en el III Congreso de la Asociación Internacional de Literatura infantil y juvenil, celebrado en Tucson (Arizona) en 1981; y seleccionada Mujer de Puerto Rico (1983).

Y Vino El Coquí

Erase que se era, una isla pequeñita; apenas cuerpo de cordero y alma de pájaro. Dios la puso una mañana en el coy del mar, entre suaves pañales olorosos.

Le dio la ceiba para que la acunara.
La palma, para que le diera agua y pan.
El flamboyán, para que le entibiara el tierno cuerpecito.
La bambúa, para que la arrullara.
El yagrumo, porque refresca del sol ardiente.
La siciliana, para perfumarla...
Y la besó en la frente, y se fue Dios a atender sus elevados quehaceres.

Al llegar la noche, la isla pequeñita y sola, se sintió triste entre los grandes árboles junto a la mar inmensa.

Llamó hacia arriba:
-"Papá Dios, ¿No puede venir alguien a acompañarme de noche?"

El Buen Padre adivinó que ella deseaba una voz amiga, pequeñita como ella; como ella, tierna.

Molió el Supremo Hacedor polen de estrellitas y zumo de cañaverales. Le añadió unos pedacitos de tabonuco, cristalillos de aguaceros y raíces de pacholí.

Lo puso todo en la garganta de un sapo diminuto, y le dijo:
- "Te llamarás Coquí. Serás el compañero fiel de mi isla de Puerto Rico. Todas las noches le llenarás la soledad con tu canto."

- "Coquí, coquí", le dijo el pequeñín, jubiloso. Y de un salto salió de las manos de Papá Dios y cayó en la falda de la isla.

Noche tras noche, en la inmensa soledad del mar y el cielo, el Coquí le canta la nana a su isla de Puerto Rico.

 

Y Vino El Coquí
Ester Feliciano Mendoza

G r a n  E n c ic l o p e d i a   I l u s t r a d a  d e l   P r o y e c t o  S a l ó n  H o g a r