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O b r a
d i s e ñ a d a y c r e a d a p o r
H é c t o r A. G a r c í a
Luis Palés Matos, poeta Escritores
de Puerto Rico
Nació en Guayama (1898) y falleció en Santurce (1959). Creció
en el seno de un hogar en donde se respiraba un ambiente literario. Sus
padres, poetas ambos, propiciaron la inclinación lírica de
sus hijos. A los diecisiete años publica Azaleas (1915),
su primer libro de versos, y ejerce diferentes ocupaciones, a la vez que
adquiere, por sí solo, una vasta formación cultural. Más
tarde, la muerte prematura de su esposa le inspira su segundo poemario,
El palacio en sombras, que vio la luz tardíamente en 1924.
Se radicó en San Juan y participó asiduamente en las peñas
literarias de la época, en las que trabó amistad con las
figuras cimeras de aquel período.
Junto a su amigo, el poeta José I. de Diego Padró, fundó
un movimiento de renovación lírica conocido como "Diepalismo"
-denominado así por la combinación de los apellidos de ambos
poetas- que se apoyaba fundamentalmente en el uso de la onomatopeya original
y el ritmo.
A partir de 1926, con la publicación de un poema titulado "Pueblo
negro", Palés se encauza definitivamente por la senda del verso
negroide. En este sentido, su labor quedó reunida en el libro Tuntún
de pasa y grifería (1937), que fue laureado por el Instituto
de Literatura Puertorriqueña. Su obra posterior se recoge en Poesías
(1915-1956), libro antológico que vio la luz en 1957.
Desde varios años antes de su fallecimiento, estuvo adscrito
a la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, como conferenciante.
Danza negra
Calabó y bambú.
Bambú y calabó
El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú.
La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.
Es el sol de hierro que arde en
Tombuctú.
Es la danza negra de Fernanco Póo.
El cerdo en el fango gruñe:
pru-pru-prú.
El sapo en la charca sueña:
cro-cro-cró.
Calabó y bambú.
Bambú y calabó.
Rompen los junjunes en furiosa ú.
Los congos trepidan con profundo ó.
Es la raza negra que ondulando va
en el ritmo gordo del marinyandá.
Llegan los botucos a la fiesta ya.
Danza que te danza la negra se da.
Calabó y bambú.
Bambú y calabó
El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú.
La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.
Pasan tierras rojas, islas de betún:
Haití, Martinica, Congo, Camerún;
Las papiamentosas antillas del ron
Y las patualesas islas del volcán,
Que en el grave son
Del canto se dan.
Calabó y bambú.
Bambú y calabó
Es el sol de hierro que arde en
Tombuctú.
Es la danza negra de Fernanco Póo.
El alma africana que vibrando está
En el ritmo gordo del mariyandá.
Calabó y bambú.
Bambú y calabó
El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú.
La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.
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Majestad negra
Por la encendida calle antillana
va Tembandumba de la Quimbamba
-rumba, macumba, candombe, bámbula-
entre dos filas de negras caras.
Ante ella un congo -gongo y maraca-
ritma una conga bomba que bamba.
Culipandeando la Reina avanza,
y de su inmensa grupa resbalan
meneos cachondos que el gongo cuaja
en ríos de azúcar y de melaza.
Prieto trapiche de sensual zafra,
el caderamen, masa con masa,
exprime ritmos, suda que sangra,
y la molienda culmina en danza.
Por la encendida calle antillana
va Tembandumba de la Quimbamba.
Flor de Tortola, rosa de Uganda,
por ti crepitan bombas y bámbulas,
por ti en calendas desenfrenadas
quema la Antilla su sangre ñáñiga.
Haití te ofrece sus calabazas;
fogosos rones te da Jamaica;
Cuba te dice: ¡dale, mulata!
Y Puerto Rico: ¡melao, melamba!
¡Sús, mis cocolos de negras caras!
Tronad, tambores; vibrad, maracas.
Por la encendida calle antillana
-rumba, macumba, candombe, bámbula-
va Tembandumba de la Quimbamba.
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Guayamesa
Suave como los tallos del papiro
con una vaga irradiación de fresa
es tu talle de egipcia, en el que admiro
toda la majestad de una princesa.
El ensueño y el mar, en el zafiro
de tus ojos, se tiñen guayamesa;
y como turquesino es el suspiro,
en tus ojos se baña de turquesa.
Cabellera auroral y frente blanca
donde el pudor alguna vez se estanca...
cuando tu cabellera rizos llueve,
al caer en tu frente ese tesoro,
urde un desborde de flamante oro
sobre un albino témpano de nieve.
El pozo
Mi alma es como un pozo de agua sorda y profunda
en cuya paz solemne e imperturbable ruedan
los días, apagando sus rumores mundanos
en la quietud que cuajan las oquedades muertas.
Abajo el agua pone su claror de agonía:
irisación morbosa que en las sombras fermenta;
linfas que se coagulan en largos limos negros
y exhalan esta exangüe y azul fosforescencia.
Mi alma es como un pozo. El paisaje dormido
turbiante en el agua se forma y se dispersa,
y abajo, en lo más hondo, hace tal vez mil años,
una rana misántropa y agazapada sueña.
A veces al influjo lejano de la luna
el pozo adquiere un vago prestigio de leyenda;
se oye el cró-cró profundo de la rana en el agua,
y un remoto sentido de eternidad lo llena.
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G r a n E n c ic l o
p e d i a I l u s t r a d a d e l P r o y e
c t o S a l ó n H o g a r |