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GUILLERMO EL CONQUISTADOR
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  En 1060 murió el rey Enrique I de Francia y por primera vez un Capeto llegaba al trono francés siendo menor de edad. En efecto, el hijo de Enrique I, ahora Felipe I, tenía tan sólo ocho años de edad. La regencia la asumió el conde Balduino V de Flandes, que estaba casado con una hermana de Enrique I. Si el poder efectivo de los Capetos en Francia había sido bastante limitado hasta entonces, el de Felipe I y su regente fue aún menor.

El rey de Zaragoza al-Muqtadir rindió vasallaje a Fernando I de León y Castilla y aceptó pagarle parias, al igual que se las pagaba ya al conde de Barcelona.

El almorávide Ibn Yasín murió guerreando contra la tribu de los bargawatá, que no aceptaba la conversión por las buenas. Se produjeron varias intrigas en torno a la sucesión, en las cuales destacó la influencia de una mujer llamada Zaynab, que en 1061 logró finalmente que el poder pasara a su cuarto marido Yúsuf ibn Tasfin (Zaynab se había divorciado tres veces, según le había convenido).

Ese año murió el Papa Nicolás II y, de acuerdo con lo establecido dos años antes, los cardenales eligieron al nuevo Papa, que resultó ser Anselmo da Baggio, el obispo de Lucca, que adoptó el nombre de Alejandro II.

También murió un tal Burckhard von Zolorin, un señor feudal cuya familia se dedicaba al bandidaje en la ruta comercial que unía Italia con Alemania. Su hijo tomó el título de Federico I, conde de Zollern.

En Bohemia murió el duque Spytihnev II, que fue sucedido por Vratislav II.

En Holanda murió el conde Florencio I, que fue sucedido por Dirk V.

En Valencia murió el rey Abd al-Aziz y fue sucedido por su hijo Abd al-Malik.

Un hermano de Roberto Guiscardo acudió a reunirse con él desde Normandía. Se llamaba Roger de Hauteville, y en nombre de Ricardo se apoderó de Messina, en Sicilia. En 1062 ambos hermanos firmaron un acuerdo por el que se repartieron el poder. Roger se convirtió en el conde Roger I de Sicilia, si bien sólo poseía un pequeño territorio en la isla. Se estableció en Reggio, en la punta de la bota italiana, frente a Messina, y desde dicho asentamiento participó en la conquista de Sicilia, que se prolongó durante casi una década.

El rey de Alemania Enrique IV tenía doce años, y su madre, Inés, se vio obligada a ceder la regencia a los arzobispos Annon de Colonia y Adalberto de Brema. El primero se encargó de la educación del niño. El año anterior, aprovechando la minoría de edad del rey, un noble sajón llamado Otón de Nordheim se había apoderado del ducado de Baviera.

El condado de Maine cayó bajo la dependencia del duque de Normandía Guillermo I el Bastardo, lo que supuso un notable fortalecimiento frente a su principal adversario, el conde de Anjou.

El rey Fernando I de León y Castilla hizo tributario al rey de Toledo al-Mamún.

El almorávide Yúsuf ibn Tasfin fundó la ciudad de Marrakech, a la que convirtió en capital, y desde ella se lanzó a la conquista del norte del territorio que desde entonces se llamaría Marruecos.

El Califa Abasí prometió la mano de su hija a Tugril Beg, si bien el matrimonio no llegó a celebrarse porque el sultán murió al año siguiente, en 1063. Fue sucedido por su sobrino Alp Arslán (el héroe león).

Ese año subió al trono de Ghana uno de sus reyes más conocidos: Tunka Bassi. (Tunka era el título que habían adoptado los monarcas de Ghana.) El Imperio estaba en su apogeo. Contaba con un ejército de unos doscientos mil hombres, entre los que había más de cuarenta mil arqueros. Exportaba principalmente marfil, oro y esclavos, e importaba sal, que en el sur era muy valorada. La prosperidad del comercio se debía en gran parte a la rígida justicia: los ladrones eran vendidos como esclavos o ejecutados, los adúlteros eran desollados vivos, la capital, Kumbi Saleh, albergaba una gran prisión de la que nadie regresaba. Los comerciantes musulmanes habían formado una comunidad que se había convertido casi en una segunda ciudad a unos once kilómetros de Kumbi Saleh. Prueba de su importancia es que contaba con doce mezquitas. Los mercaderes musulmanes importaban frutas, trigo, abalorios, ropa de Egipto e incluso de Europa, aunque ésta quedaba reservada a una reducida minoría. Pese a este íntimo contacto, la población nativa de Ghana se resistió a la islamización y conservó sus rudimentarias creencias animistas.

En Hungría murió el rey Bela I y fue sucedido por su sobrino Salomón, el hijo del rey Andrés I al que había derrocado Bela I.

En Inglaterra, el earl Siward de Northumbria había muerto junto con su hijo tratando en vano de conquistar Lothian a los escoceses, y Haroldo de Wessex logró que Northumbria pasara a manos de su hermano Tostig. Luego murió Leofric de Mercia y los dos hermanos lograron desposeer a sus herederos y repartirse sus territorios. Para ello tuvieron que deponer a algunos señores, que buscaron ayuda en Gales, pero Haroldo y Tostig los derrotaron.

El conde Teobaldo III de Blois arrebató a su sobrino Eudes III los condados de Champaña y Meaux.

Los pisanos destruyeron una flota musulmana en el puerto de Palermo. El enorme botín que obtuvieron sirvió para construir una espléndida catedral. Alejandro II convirtió el obispado de Pisa en un arzobispado.

Fernando I de León y Castilla hizo tributario al rey de Sevilla al-Mutadid, lo que le hizo desistir de su aspiración de reunificar al-Ándalus. Ese año Fernando I y su esposa Sancha regalaron a la iglesia de san Isidro de León un crucifijo de marfil de medio metro de alto cuyo Cristo tiene las pupilas incrustadas de azabache. Es la principal obra escultórica del reino en el siglo XI. Se conoce como el Crucifijo de Fernando y Sancha.

El conde Ramiro I de Aragón logró que su sobrino, el joven rey Sancho IV de Navarra, le entregara algunas poblaciones, pero luego Sancho IV se alió con el rey al-Muqtadir de Zaragoza contra Ramiro I. El conde murió y fue sucedido por su hijo Sancho I Ramírez.

El conde de Barcelona, Ramón Berenguer I, había tenido dos hijos con Almodis, su tercera esposa: Ramón Berenguer y Berenguer Ramón, el mayor de los cuales acababa de cumplir diez años. Almodis dominaba a su marido, y había logrado relegar a un segundo plano a Pedro Ramón, el hijo que el conde había tenido con su primera esposa, Isabel, hasta el punto de a partir de este momento el primogénito no aparece en ningún documento oficial.

El reino de Murcia se independizó del de Valencia bajo los Banú Tahir.

El emperador bizantino Constantino X trató de poner fin a las rebeliones militares que se habían ido sucediendo en los últimos años, para lo cual redujo al mínimo los gastos militares. No fue una idea afortunada, pues el Imperio necesitaba un ejército fuerte más que nunca. En 1064 el sultán turco Alp Arslán se apoderó de la región de Armenia que Basilio II había conquistado años antes y destruyó la capital, Ani. Los húngaros obtuvieron algunas victorias en la frontera occidental y, mientras tanto, los cumanos atravesaban las estepas rusas y amenazaban la frontera septentrional.

El rey de Inglaterra, Eduardo III el Confesor, tenía ya más de setenta años, y no había tenido hijos. Se le planteaba, pues, el problema de la sucesión. Es probable que sus simpatías fueran hacia Guillermo I de Normandía, pero no podía proponer tal cosa. Haroldo de Wessex hubiera lanzado contra él a toda la nobleza sajona y probablemente habría terminado haciéndose con la corona. El único miembro vivo de la casa real era su sobrino Eduardo. Era hijo del rey Edmundo II el Valiente, que logró oponer resistencia a Canuto el Danés hasta el mismo momento de su muerte. Entonces, ante la inevitable conquista danesa, Eduardo y su hermano Edgar fueron enviados a Hungría, al igual que había sucedido con el propio rey Eduardo III y su hermano Alfredo. Edgar había muerto, pero Eduardo era un buen candidato al trono, y además estaba casado con una hija del emperador germánico Enrique II.

Eduardo III el Confesor llamó a Inglaterra a su sobrino y tocayo, que se apresuró a acudir junto con su esposa y sus dos hijos, Edgar y Margarita. La medida fue extremadamente popular, pero algo no marchó bien, pues Eduardo III retrasó la audiencia de su sobrino. Tal vez no la retrasó él, sino Haroldo de Wessex, o tal vez fuera justo al contrario: que la idea de traer a Eduardo hubiera partido de Haroldo y, por consiguiente, no agradara a Eduardo III. En cualquier caso, lo cierto fue que el príncipe Eduardo no creo muchos problemas, pues no tardó en morir. Ahora el único descendiente varón de Alfredo el Grande (aparte del viejo rey) era el joven Edgar, de apenas trece años de edad.

El rey de al-Mutadid de Sevilla había mantenido a un títere al que había presentado como el Califa Hisam II, pero su sometimiento al rey Fernando I de León y Castilla lo hacía ya inútil, así que anunció que Hisam II había muerto. Al-Mutadid y el rey al-Muzafar de Badajoz habían mantenido numerosas disputas que habían debilitado sensiblemente a éste último. Gracias a esto Fernando I pudo arrebatar varias plazas a al-Muzafar: Viseo, Lamego, y ahora Coimbra, que fue una de sus victorias más destacadas. El territorio fue convertido en condado y pasó a considerarse parte de la Terra Portucalense, que era el condado más meridional de Galicia. El rey confió todo este territorio a uno de sus generales, el conde Sisenando Davídiz. Por su parte, el conde Ramón Berenguer de Barcelona y el rey Sáncho IV de Navarra arrebataron Barbastro al rey al-Muqtadir de Zaragoza con la ayuda del duque Guillermo VIII de Aquitania, si bien éste la recuperó en 1065 con la ayuda del rey sevillano al-Mutadid.

Fernando I atacó ahora Valencia y logró tomar Paterna, pero enfermó y tuvo que retirarse, tras lo cual no tardó en morir. Valencia se salvó en parte por esto y en parte por la intervención del rey de Toledo, al-Mamún suegro del rey valenciano Abd al-Malik. No obstante, con la colaboración del primer ministro de Abd al-Malik, el toledano acabó anexionándose Valencia.

En su testamento, el rey Fernando I legó el reino de Castilla y las parias de Zaragoza a su primogénito Sancho II el Fuerte, el reino de León y las parias de Toledo fueron para el segundo hijo, Alfonso VI, pero de éste segregó Galicia, territorio que legó, también con título de rey, a su hijo García, junto con las parias de Sevilla y Badajoz. Finalmente, a sus hijas Elvira y Urraca les legó el señorío sobre los monasterios del reino.

Para efectuar esta división del reino, Fernando I tuvo que acogerse a las leyes navarras, pues el reino de León se regía por las antiguas leyes visigodas y éstas no permitían la división del reino.

El primogénito, Sancho II el Fuerte, no quedó satisfecho con el reparto, pues hubiera preferido el reino de León (que en la práctica estaba en decadencia frente a Castilla, pero que en la época todavía se percibía como el más prestigioso). Inmediatamente se dispuso a ampliar su reino, para lo cual atacó al rey Sancho IV de Navarra. Se inició así la llamada Guerra de los tres Sanchos, pues el conde Sancho I Ramírez de Aragón apoyó a su sobrino navarro.

Sancho II nombró Alférez Real a un joven caballero castellano llamado Rodrigo Díaz de Vivar. Ya había luchado a su lado dos años antes, cuando los castellanos defendieron al rey al-Muqtadir de Zaragoza frente al conde Ramiro I de Aragón.

Los northumbrios no aceptaron el gobierno de Tostig, el hermano de Haroldo de Wessex. Lo acusaron de cruel y rapaz, y lo expulsaron de su territorio. En su lugar nombraron earl de Northumbria a Morcar, un hijo de Leofric de Mercia. Tostig buscó el apoyo de su hermano, pero Haroldo debió de tener en consideración que Eduardo III el Confesor no tardaría en morir, y que la sucesión iba a ser polémica, así que no le convenía tener a los northumbrios descontentos. Por ello aceptó el nombramiento de Morcar traicionando con ello a Tostig, que abandonó el país furioso y buscando la manera de vengarse.

Ese año, Godofredo el Barbudo, el que había sido duque de la Alta Lorena, se apoderó de la Baja Lorena y pasó a ser el duque Godofredo III.

El 5 de enero de 1066 murió el rey de Inglaterra Eduardo III el Confesor. Inmediatamente, Haroldo de Wessex se proclamó rey. (Haroldo II). Como no pertenecía a la familia real, muchos nobles tuvieron una excusa fácil para no aceptar esta decisión. Se produjeron sublevaciones, algunas con la intervención de galeses y escoceses, que se dieron al saqueo. Pero la amenaza más grave estaba al otro lado del mar: el duque Guillermo I de Normandía anunció que él era el legítimo heredero de la corona inglesa por decisión del difunto rey Eduardo, y se dispuso a hacer valer su derecho. La situación no podía ser más propicia: transportar el grueso de su ejército a Inglaterra suponía dejar Normandía casi indefensa, pero el conde de Anjou, Godofredo Martel, había muerto hacía poco y sus hijos, Godofredo y Foulques, se disputaban el condado, así que no tenía nada que temer por esa parte. El rey Enrique I de Francia, que también le había dado algunos problemas, había muerto y el regente de su hijo Felipe I era el conde Balduino V de Flandes, que casualmente era el suegro de Guillermo I.

Por otro lado, invadir un reino vecino podía suscitar recelos en otras potencias, que podrían oponerse a ello como medida preventiva para no correr la misma suerte en el futuro. Sin embargo, el Papa Alejandro II dio su aprobación a la empresa de Guillermo I, debido a que los sajones mantenían un arzobispo de Canterbury no aprobado por el Papa. Por el contrario, los normandos siempre habían mantenido buenas relaciones con la Iglesia, no sólo en el ducado, sino también en el sur de Italia. Por ello, si Guillermo I se convertía en rey de Inglaterra era de esperar que Roma volviera a controlar la iglesia del país. El beneplácito del Papa sirvió para que muchos caballeros se unieran a los ejércitos del duque Guillermo I convencidos de que servían una causa justa. El rey alemán, tutelado por la Iglesia, se declaró neutral.

Y por si todo esto fuera poco, en el cielo apareció un cometa. Se trataba del que mucho después recibiría el nombre de cometa Halley, que pasa cerca de la Tierra cada setenta y seis años. Como era bien sabido, los cometas presagiaban desgracias. La única cuestión delicada era saber para quién. Naturalmente, Guillermo I dejó bien claro a sus seguidores que el cometa anunciaba la desgracia a los sajones y, por consiguiente, el éxito de su empresa. Ya no era posible dudarlo: Dios estaba de su lado.

Mientras Guillermo I preparaba su flota para cruzar el canal, Haroldo II no perdía el tiempo, y también preparó la suya para impedir el desembarco. Además distribuyó sus ejércitos por el sur del país para rechazar cualquier intento de invasión. Sin embargo, tuvo que hacer frente a un imprevisto. Su hermano Tostig había huido a Noruega y allí había convencido al rey, Harald Hardrade, para que le ayudara a conquistar Inglaterra. Los noruegos desembarcaron en Northumbria y en un primer momento Haroldo II confió la defensa a Morcar, pero fue insuficiente: Harald y Tostig lo derrotaron y marcharon sobre York.

Probablemente Guillermo I tuvo noticias de estos hechos y retrasó su invasión. El ejército de Haroldo II se aburría en el sur esperando a los normandos, que nunca llegaban. Algunos barcos naufragaron accidentalmente, los soldados en tierra se estaban disgregando. Finalmente Haroldo II decidió que tenía que usar sus fuerzas contra los noruegos. Reunió su ejército y lo llevó rápidamente al norte, hasta el punto de que pilló por sorpresa a los invasores. Ambos ejércitos se encontraron el 25 de septiembre en Stanford Bridge. Harold II deseaba una victoria rápida que no arruinara su ejército antes de tener que usarlo contra el duque Guillermo I, así que trató de pactar con su hermano y le ofreció devolverle Northumbria a cambio de que disolviera su alianza con Harald Hardrade, pero Tostig no se atrevió a traicionar a su socio y preguntó a Harold II qué parte de Inglaterra le cedería a Harald. Se cuenta que la respuesta fue contundente: "Siete pies de tierra para una tumba; o un poco más, ya que Hardrade es tan alto".

Ante la falta de acuerdo se pasó al combate. Los noruegos fueron totalmente aniquilados, Harald recibió sus siete pies de tierra (o un poco más), pero se permitió que su hijo volviera a Noruega, donde reinó como Olav III juntamente con su hermano Magnus II. También Tostig murió en la batalla.

Pero con esta victoria, Haroldo II no había hecho sino seguir los planes del duque Guillermo I el Bastardo, que desembarcó en Sussex el 29 de septiembre, tan sólo tres días después, cuando no había ningún ejército para recibirlo. Su ejército estaba formado por una tercera parte de normandos y dos tercios de mercenarios que se le habían unido. En lugar de penetrar en el país y arriesgarse a sufrir una derrota como la de los noruegos, Guillermo I prefirió fortificarse en sus posiciones en la costa, cerca de sus barcos por si le convenía huir. Haroldo II recibió la noticia del desembarco el 2 de octubre. Imediatamente lanzó su ejército hacia el sur y llegó a su destino el 13 de octubre, tan sólo once días después. Los ejércitos se encontraban en una situación muy distinta: los normandos llevaban quince días de descanso, mientras que los sajones habían marchado apresuradamente hacia el norte, habían librado una dura batalla y habían vuelto más apresuradamente aún hacia el sur. Haroldo II hubiera hecho bien en dejar en espera a los normandos un tiempo más, lo justo para que sus hombres pudieran recobrar fuerzas, pero, por si acaso se le ocurría esta idea, Guillermo I se apresuró a avanzar nada más supo que Haroldo II estaba cerca. Los sajones fueron tomados por sorpresa y apenas pudieron ponerse en formación. Se inició así la batalla de Hastings.

El ejército normando se componía de unos mil quinientos caballeros con armaduras ligeras apoyados por un contingente de arqueros; Haroldo II contaba con unos siete mil hombres, algunos de los cuales eran soldados expertos en el manejo del hacha, pero muchos otros eran campesinos reclutados apresuradamente y sin mucha experiencia militar. Guillermo I sondeó la fuerza del enemigo: envió su caballería y fue rechazada, sus arqueros fueron contrarrestados con hondas y lanzas, así que el duque apostó por aprovechar la la misma insensatez sajona que había lanzado contra él a sus adversarios en lugar de adoptar una estrategia defensiva, mucho más adecuada para las circunstancias. Ordenó a sus hombres que atacaran y se retiraran muy rápidamente simulando huir. Los sajones, al verlo, se lanzaron alegre y desorganizadamente en su persecución, pero los normandos sabían lo que estaban haciendo. Ante la señal oportuna, se volvieron de nuevo contra sus perseguidores, que ya no estaban en condiciones de organizarse o de atender a las órdenes de los oficiales. Para colmo, los torpes sajones cayeron dos veces en esta misma trampa. Cuando el sol se estaba poniendo, una flecha hirió de muerte a Haroldo II. Sus hermanos habían muerto poco antes, el ejército sajón quedó sin jefes y no tardó en ser aniquilado.

Poco después, el Witenagemot se reunió en Londres y nombró rey a Edgar II, el sobrino de Eduardo III el Confesor, pero el joven no tenía ninguna aptitud para hacerse cargo de la situación. No pudo controlar a los nobles sajones que sobrevivieron a Hastings, los cuales prefirieron replegarse a sus territorios para defenderse como pudieran de los normandos. Cuando el duque Guillermo I apareció ante Londres Edgar II se rindió. Guillermo I, con cautela, envió un destacamento para que contruyera una fortificación en la ciudad para albergar a una guarnición normanda, fortificación que fue la base de la actual Torre de Londres. Hecho esto, Guillermo I entró en la ciudad y el 25 de diciembre fue coronado en Westminster como el rey Guillermo I de Inglaterra.

Se conserva un tapiz de medio metro de ancho y del que quedan unos setenta y siete metros en el que se reproducen los episodios principales de la conquista de Inglaterra. Se conoce como el Tapiz de Bayeux y la tradición atribuyó falsamente su autoría a Matilde, la esposa del duque Guillermo I. La primera escena corresponde a una historia que tiene pocos visos de ser verídica, sino más bien es uno de los típicos relatos que se difunden en casos como éste para legitimar una conquista. Según esta historia, Haroldo de Wessex (antes de la muerte de Eduardo III) fue víctima de un naufragio que lo llevó a las costas normandas. Allí fue capturado y llevado ante el duque Guillermo I, quien le "pidió" que usara su influencia ante Eduardo para que nombrara heredero al duque normando. Haroldo no pudo resistir las presiones y se vio obligado a jurar que así lo haría sobre la Biblia y ante una asamblea de nobles. Tras el juramento, retiraron la Biblia y la mesa en que estaba apoyada y Haroldo vio que bajo ella había un cofre con reliquias y huesos de santos, lo cual hacía el juramento más sagrado si cabe. Tras ello se le permitió regresar a Inglaterra. En el tapiz también hay una escena en la que unos hombres contemplan maravillados el cometa Halley.

Mientras tanto había muerto el conde de Urgel Armengol III y fue sucedido por su hijo Armengol IV. También murió el conde de Besalú Guillermo II, y el condado siguió en manos de su hermano Bernardo II. En el reino de Granada se produjo una revuelta antisemita que derrocó al primer ministro, que era judío. Fue un caso excepcional, pues los judíos gozaron de bienestar e incluso de prestigio en los reinos de taifas. En Denia murió el lexicógrafo Ibn Sida, autor de un diccionario ideológico.

El rey Enrique IV de Alemania y el duque Rodolfo de Suabia se casaron respectivamente con Berta y Adelaida, hermanas del conde Pedro I de Saboya.

En Suecia murió el rey Stenkil I y fue sucedido por su hijo Erik Stenkilsson, pero pronto fue derrotado por sus súbditos paganos, y durante los años siguientes el trono sueco se lo disputaron diversas familias rivales que mezclaron sus luchas con guerras de religión entre cristianos y paganos.

La guerra de los tres Sanchos terminó en 1067 sin ningún vencedor absoluto. Castilla logró parte de los territorios que reclamaba a Navarra. Se cuenta que algunos de ellos fueron ganados por Rodrigo Díaz en combate singular contra el navarro Jimeno Garcés, victoria que le valió el apelativo de campi doctor, es decir, maestro del campo (de batalla), apelativo que en la lengua romance de sus hombres degeneró en Campeador.

En Badajoz murió el rey al-Muzafar, tras lo cual estalló una guerra civil entre sus hijos Yayá y Umar. Venció el segundo y tomó el título de al-Mutawakkil.

El rey Guillermo I de Inglaterra decidió enviar a Normandía al derrocado rey Edgar y su hermana Margarita, mientras sus ejércitos seguían combatiendo en el norte, tratando de doblegar a los nobles sajones de Mercia y Northumbria.

Ese mismo año murió el conde Balduino V de Flandes, el regente del rey Felipe I de Francia, que a pesar de tener tan sólo quince años se hizo cargo ya de la corona. El condado de Flandes pasó a Balduino VI.

El Califato Fatimí pasaba por malos momentos. Se inició una época de hambre y miseria en Egipto. Los desórdenes que se produjeron fueron tales que el Califa al-Mustansir tuvo que gastar todo su tesoro en los años siguientes, hasta quedar totalmente arruinado.

En Constantinopla murió el emperador Constantino X. Mientras el Imperio sufría los ataques de los turcos en Asia Menor, de los cumanos y los húngaros en el norte y los normandos en Italia, Constantino X había permanecido impasible, dedicado a las letras y rodeado de sabios y oradores. Dejó tres hijos menores de edad: Miguel, Andrónico y Constantino. Los tres fueron coronados emperadores en vida de su padre, pero su madre, Eudoxia, consideró que el Imperio necesitaba un general en lugar de tres niños. A pesar de la oposición de un sector de la corte, eligió a Romano Diógenes, que se había distinguido en las batallas contra los cumanos y los pechenegos, y el 1 de enero de 1068 se casó con él. Se convirtió así en el emperador Romano IV, y emprendió la nada fácil tarea de reorganizar el ejército. Firmó un tratado de paz con el sultán Alp Arslán. No fue difícil, pues el selyúcida estaba más interesado en Siria, dominada por los fatimíes chiitas.

Los principados rusos sufrieron ese año una intensa oleada de ataques por parte de los cumanos.

El sajón Edgar y su hermana Margarita habían logrado huir de Normandía y llegaron a la corte del rey Malcom III de Escocia. Éste dio a Edgar un ejército con el que partió hacia el sur para unirse a los rebeldes sajones con la esperanza de recuperar el trono de Inglaterra. También intervino el rey Sven II de Dinamarca, sobrino de Canuto el Grande. Había nacido en Inglaterra y debió de considerar que tenía algún derecho a la corona, así que envió una flota.

Mientras tanto el condado de Anjou quedó definitivamente en manos de Foulques IV cuando éste derrotó a su hermano Godofredo. El rey de Francia Felipe I procuró que el conde comprendiera que Guillermo I era mucho más peligroso que él, de modo que los conflictos tradicionales entre Anjou y Normandía se reanudaran lo antes posible.

El rey Sancho II de Castilla seguía ambicionando el reino de León, que el consideraba más valioso aunque su padre se lo había dejado a su hermano menor, Alfonso VI. El ejército castellano se enfrentó al leonés en la batalla de Llantada. Al parecer fue concebida como un juicio de Dios, es decir, se suponía que ambos reyes discutían su derecho al reino leonés y que una manera de averiguar quién tenía razón era entrar en combate y dejar que Dios favoreciera al que la tuviera. De este modo, el que perdiera debía entregar su reino a su adversario, de acuerdo con la voluntad divina. Ganó Sancho II, pero Alfonso VI debió de sospechar que a lo mejor Dios no se había fijado bien en el asunto, así que se negó a entregar su reino.

Mientras tanto murió el conde Ramón I de Cerdaña y fue sucedido por su hijo Guillermo I Ramón.

El conde Ramón Berenguer I de Barcelona compró a los herederos los derechos sobre los condados de Carcasona y Razes, cuyos titulares habían muerto en los dos años anteriores, y Almodis logró que su marido otorgara los condados a su hijo Ramón Berenguer, en detrimento de Pedro Ramón, el primogénito.

Por primera vez desde hacía más de un siglo, un japonés logró ser nombrado emperador sin estar emparentado ni protegido por los Fujiwara, y emprendió una serie de reformas.

En 1069 Guillermo I de Inglaterra tuvo que acudir personalmente al norte para acabar con la resistencia sajona. Llegó con un poderoso ejército, sobornó a la flota danesa para que se retirara y vapuleó a los rebeldes. Para asegurarse de que no surgirían nuevos brotes de rebelión asoló una franja de terreno de unos cien kilómetros entre York y Durham. Esta medida ocasionó hambre y despoblación y sus consecuencias se hicieron sentir hasta décadas más tarde, pero cumplió su cometido.

El rey Sancho IV de Navarra impuso el pago de mil monedas de oro mensuales al rey al-Muqtadir de Zaragoza, en concepto de parias.

Ese año murió el rey de Sevilla al-Mutadid y fue sucedido por su hijo al-Mutamid. Fue un destacado poeta y protegió como mecenas a los principales literatos y científicos del occidente islámico. Sevilla se convirtió así en la capital cultural de la época. Se cuenta de él que un día paseaba por la orilla del Guadalquivir con su amigo, consejero y poeta Ibn-Ammar e iniciaron un torneo de poesía. Al-Mutamid propuso el primer verso: "La brisa convierte al río en una cota de malla...", y alguien contestó desde atrás "...qué bella armadura si el frío la helara". Ambos amigos se vuelven: quien ha respondido al verso del rey es Rumaykiyya, esclava del rico Rumayk, encargada de conducir sus mulas. Al-Mutamid la compró a su dueño y al poco tiempo se casaron.

Yúsuf ibn Tasfn, al frente de los almorávides, tomó la ciudad de Fez.

En Noruega murió el rey Magnus II, pero siguió gobernando su hermano Olav III el Tranquilo, conocido así por el periodo de paz que supuso su reinado.

También murió el duque Godofredo el Barbudo, de la Baja Lorena, y fue sucedido por su hijo Godofredo IV el Jorobado.

El rey Enrique IV de Alemania tenía ya diecinueve años y hacía poco que había asumido las tareas de gobierno. Ahora tuvo que enfrentarse a una rebelión encabezada por el duque Ordulfo Sajonia. Apenas estuvo sofocada cuando en 1070 se rebeló en Baviera el duque Otón de Nordheim. Enrique IV lo desposeyó de su ducado, y un noble llamado Güelfo I se apoderó de él.

Por aquel entonces Guillermo I dominaba ya toda Inglaterra. El intento de invasión de los daneses había sido abortado, Edwin, el último earl sajón de Mercia había muerto y Morcar tuvo que huir de Northumbria para unirse a los últimos focos de resistencia sajona, que se limitaron a llevar adelante una guerra de guerrillas durante algún tiempo. Esta guerrilla fue dirigida por un sajón llamado Hereward, que se estableció en una región cenagosa situada unos ciento diez kilómetros al norte de Londres. Salvo este punto en el mapa, Inglaterra estaba ya totalmente bajo el dominio normando. En Normandía, Guillermo I dejó de ser conocido como Guillermo el Bastardo para convertirse en Guillermo el Conquistador.

El duque Guillermo VIII de Aquitania se apoderó de la Gascuña tras una encarnizada lucha contra el conde Bernardo de Armagnac.

En Flandes murió el conde Balduino VI, quien confió a su hermano Roberto la tutela de sus hijos Arnulfo III, conde de Flandes, y Balduino II, conde de Hainaut.

También murió el duque Gerardo de la Alta Lorena, que fue sucedido por Thierry II.

El abad Hugues de Cluny envió una embajada a Zaragoza para interesarse por los cristianos de al-Ándalus.

El príncipe cingalés Vijayavahu expulsó a los Chola de la isla de Ceilán y estableció su capital en Polonnaruwa.

El paulatino avance vietnamita hacia el sur obligó a los shampa a trasladar su capital a Vijaya.

El Cisma de Oriente
Índice La querella de las investiduras

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