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El suceso más antiguo que puede datarse en el
universo
que conocemos se remonta a unos 12.000 o 15.000 millones de años
atrás. En este primer instante, toda la
energía (y
todo el espacio) del universo se encontraba concentrada en un punto,
origen
de una gran explosión (big bang). Durante los primeros
segundos,
la temperatura era de más de un billón de grados y toda
la
energía se hallaba en forma de radiación. Durante los
primeros
10 segundos se formaron las partículas elementales y al
cabo
de 15 minutos se formaron núcleos de hidrógeno y
helio,
en proporción de cuatro a uno. Unos 10.000 años
después
la temperatura había descendido a unos 100.000 grados y se
formaron
los primeros átomos de hidrógeno. Al cabo de unos
400.000 años el hidrógeno empezó a condensarse en
nubes (las futuras estrellas), las cuales a su vez se agrupaban en
cúmulos
mayores (las futuras galaxias).
Hace 11.000 millones de
años
la temperatura del universo era de unos 3.000 grados, y se formaron las
primeras estrellas: la gravedad hizo que los núcleos de
muchas
nubes de hidrógeno alcanzasen temperaturas elevadas, del orden
de
15 millones de grados, lo que permitió la fusión del
hidrógeno
en helio, proceso que origina la emisión luminosa de las
estrellas.
Cuando las estrellas agotan el hidrógeno del núcleo son
capaces
de seguir generando energía fundiendo a su vez el helio en
materiales
más pesados. De este modo, en los núcleos de las primeras
estrellas se formaron todos los elementos químicos que
actualmente
hay en la Tierra. En las estrellas más grandes, este proceso
genera
cada vez más energía, hasta que llega un momento en que
la
gravedad no es capaz de contenerla y la estrella explota lanzando al
espacio
gran parte de su materia. Esto sucede a una edad diferente según
la masa de cada estrella. Las explosiones de estrellas llenaron el
espacio
de nuevas nubes de gas (esta vez relativamente rico en toda la gama de
elementos químicos), a partir del cual se formaron nuevas
estrellas,
las llamadas estrellas de segunda generación, entre las
cuales
se encuentra el Sol.
El Sol empezó a brillar hace unos 5.000
millones de años. En esta época el universo se
había
enfriado ya a unos 100 grados bajo cero. Existen muchas teorías
sobre cómo se formaron los planetas del sistema solar, pero
fuera
como fuera, la edad de la Tierra se estima en unos 4.600
millones de años. Al principio era una masa incandescente
cuya superficie tardó relativamente poco en enfriarse. Parte de
la atmósfera se licuó y se crearon así los mares y
océanos. La composición química de la
atmósfera
y de los océanos era muy diferente de la actual: No
existía
la capa de ozono que actualmente nos protege de los rayos ultravioleta,
la atmósfera soportaba una intensa actividad eléctrica.
Estas
condiciones fomentaron la formación en las aguas de compuestos
químicos
cada vez más complejos y variados: compuestos orgánicos
que
culminarían con la aparición de formas de vida.
La vida en la tierra surgió hace unos
3.500
millones de años. Se inició así un proceso
evolutivo de animales y plantas del que tenemos pocos datos, pues
las primeras formas de vida eran microscópicas y luego animales
y plantas blandos (algas, gusanos) que no dejan restos fósiles.
Este primer periodo de la vida se conoce como precámbrico,
y se extiende hasta el momento en que podemos seguir más
fielmente
la evolución biológica a través de los
fósiles.
A partir de aquí, los biólogos dividen el tiempo en eras:
La era primaria o paleozoica
comienza hace
570
millones de años. Se distinguen a su vez varios periodos:
En el periodo cámbrico abundan los trilobites,
moluscos y crustáceos. En el periodo ordovícico
(que se inicia hace 505 millones de
años)
siguen abundando los trilobites, se extienden los equinodermos
y
braquiópodos
y aparecen los primeros peces. El periodo silúrico
se inicia hace 440 millones de años.
Aparecen peces acorazados gigantes, las primeras plantas terrestres
y de pantanos, grandes escorpiones marinos. El periodo
devónico
empezó hace 410 millones de
años.
Aparacen los peces modernos y los anfibios,
evolucionan
las plantas terrestres. En el periodo carbonífero
(iniciado hace 360 millones de años)
se extienden los anfibios, aparecen los primeros reptiles, la
tierra
se llena de musgos y helechos, cuyos restos
formarán
las cuencas de carbón. En el periodo pérmico (que
empezo hace 285 millones de años)
se
extienden los reptiles, mientras los anfibios pierden importancia, se
extinguen
los trilobites y aparecen las primeras coníferas.
La era secundaria o mesozoica
empezó
hace 245 millones de años. Su
primer
periodo es el triásico, en el que aparecen los primeros dinosaurios
y grandes reptiles marinos. También aparecen los
primeros
mamíferos. Abundan los amonites, aparecen nuevas
especies
de plantas, se forman grandes bosques de coníferas. Durante el
periodo
jurásico
(iniciado hace 210 millones de años)
los dinosaurios dominan la Tierra. Aparecen reptiles voladores
y las primeras aves, junto con nuevas especies de
pequeños
mamíferos. Durante el periodo cretácico aparecen
las
primeras plantas con flores. Al final del periodo se extinguen los
dinosaurios
y muchos otros reptiles, al igual que los amonites.
La era terciaria o cenozoica se
inicia hace
65
millones de años. Comienza con el
paleoceno, en el
que proliferan los mamíferos. En el eoceno (hace
60 millones de años) aparecen nuevas especies de animales (caballos
y elefantes primitivos) así como de plantas. El oligoceno
se inica hace 35 millones de años.
Proliferan las plantas con flores, aparecen muchos de los mamíferos
actuales, entre ellos los primeros primates.
Hace
25
millones de años, en el
mioceno, se multiplican los primates, especialmente abundantes
en África.
Los primates vivían cómodamente en los
árboles,
alimentados de frutos, prácticamente sin predadores. Sin
embargo,
hace unos 14 millones de años
las
cosas
empezaron a cambiar. Muchos primates se vieron obligados a abandonar su
hábitat arbóreo. Tal vez su vida fácil condujo a
la
superpoblación y algunos grupos fueron expulsados de los
bosques,
hacia las sabanas, un ambiente hostil para unos animales incapaces de
digerir
hierba y pobremente dotados para la caza. De esta época datan
los
restos más antiguos conocidos de una especie de primate llamada Ramapithecus,
que pobló buena parte de Europa, África y Asia (el primer
ejemplar se encontró en la India). En su esqueleto se advierten
vestigios de posición erguida. Podemos suponer que estos
primates
desplazados compensaron su debilidad formando manadas, al estilo de los
mamíferos cazadores. La postura erguida favorecía que
cada
miembro de la manada pudiera mantener contacto visual con los
restantes,
de modo que podían avisarse más eficientemente si
detectaban
algún peligro. Así pues, la selección natural
favoreció
a los individuos mejor dotados para la "incómoda" postura
erguida.
El Ramapithecus se extinguió hace 8
millones de años, pero no era el único primate
expulsado
del paraíso. Hubo más especies en sus mismas
circunstancias
que sobrevivieron más o menos tiempo. En general, estos monos
cazadores
reciben el nombre de homínidos. Desde hace unos 6
millones de años fueron apareciendo en el este de
África
varias especies de homínidos agrupadas por los biólogos
bajo
el genero Australopithecus. En realidad son los primeros a los
que
se puede aplicar sin discusión el calificativo de
homínido:
paulatinamente, las distintas especies de Australopithecus fueron
adquiriendo
la postura erguida como postura habitual y su capacidad craneana -aun
siendo
pequeña en comparación con la del hombre actual- fue
aumentando.
Lo que estaba sucediendo era que los homínidos compensaban sus
pocas
dotes de supervivencia con un incremento de sus habilidades: la postura
erguida hizo que ya no necesitaran sus manos para caminar, y pronto
aprendieron
a usarlas para matar presas pequeñas con piedras, potenciaron su
agilidad, su capacidad de comunicación y su capacidad de
observación,
y todo ello se corresponde fisiológicamente con un incremento de
la complejidad neuronal de su corteza cerebral.
El plioceno se inicia hace
unos 5 millones de años, con
un enfriamiento del clima que provoca la extinción de muchos
grandes
mamíferos. Sin embargo, los Australopithecus proliferaron y se
vieron
obligados a extenderse, pues no había muchas presas a su alcance
y una pequeña porción de territorio no podía
alimentar
a muchos individuos. Poco a poco fueron ocupando todo el este de
África,
desde Etiopía hasta el extremo sur. La naturaleza
proporcionó
entonces una ayuda más a los homínidos: la
maduración
retardada. En un momento dado, aparecieron homínidos con un
defecto
genético: nacían prematuramente y su crecimiento era
demasiado
lento. A primera vista, esto era un grave inconveniente: con el tiempo,
las crias llegaron a nacer sin pelo, sin dientes, con la caja craneal
todavía
sin soldar, sin capacidad de andar, y tardaban un tiempo desmesurado en
valerse por sí mismas. Sin embargo, estos inconvenientes eran
compensados
con creces por una única ventaja: una infancia más larga
implicaba mayor tiempo para aprender. En efecto, las crías de
los
primates actuales muestran un alto grado de curiosidad durante su
relativamente
breve periodo juvenil, pero después ésta desaparece casi
por completo. Los homínidos conservaron su interés por
observar
y aprender durante toda su vida, y esto los hizo notablemente
más
inteligentes. Ésta es la razón por la que la
selección
natural estimuló la maduración retardada, que se fue
agudizando
a lo largo de las sucesivas especies de homínidos. Hace unos 2.5
millones de años apareció entre los
Australopithecus
una nueva especie que ya no puede englobarse en este género. Se
trataba del homo habilis, al que, como vemos, los
biólogos
le han asignado el nuevo género llamado homo.
El homo habilis superaba a los
Australopithecus
en capacidad craneana y en inteligencia. Como muestra de ello, nos
encontramos
con que el homo habilis fue el primer homínido que
aprendió
a tallar piedras para hacerlas cortantes o punzantes. Dispuso
así
de armas de caza significativamente más eficientes. Con la
aparición
del género homo y su habilidad para fabricar útiles de
piedra
se inicia la llamada Edad de Piedra, cuyo primer periodo se
conoce
como paleolítico y cuya primera etapa, a su vez, es el
paleolítico inferior. El homo habilis se extendió
rápidamente
por los territorios habitados por los Australopithecus. Poco
después
de su aparición se produjo un drástico cambio
climático:
las temperaturas descendieron notablemente en todo el planeta. Desde el
precámbrico, la Tierra había pasado por varios periodos
de
frío conocidos como glaciaciones,
algunas de las cuales
habían
extinguido a algunas especies, pero ésta era la primera
glaciación
que arrostraban los homínidos.
Evidentemente, las condiciones de vida empeoraron.
La
caza fue más escasa y los inviernos eran periodos de hambre.
Pese
a ello, los homínidos se adaptaron a las circunstancias.
Más
aún, en plena glaciación, hace 2
millones de años, surgió una nueva especie del
género
homo: el homo erectus. Con él da comienzo la era
cuaternaria,
cuyo primer periodo se conoce como pleistoceno. La
glaciación
duró cerca de un millón de años, es decir, hasta
hace
1.5
millones de años, pero la era cuaternaria reservaba
cuatro
glaciaciones más, separadas por breves periodos interglaciares.
La primera glaciación de la era
cuaternaria
se inició hace algo más de 1
millón
de años y fue más intensa que la anterior. La
competencia
entre las distintas especies de homínidos terminó con la
extinción de los australopithecus poco después del inicio
de la glaciación y la del homo habilis hace 800.000
años. El homo erectus sobrevivió, entre otras
cosas
porque aprendió a valerse del fuego. Por aquel entonces
no
sabía producirlo ni controlarlo, sino que se lo encontraba
cuando
un rayo incendiaba un árbol. Tal vez aprendió a
conservarlo
como algo valioso. La glaciación terminó hace unos 700.000
años y no debió de pasar mucho tiempo hasta que el
homo erectus aprendió a controlar el fuego. Esto le
supuso
una mayor protección frente al frío y los animales
carnívoros,
así como la posibilidad de alimentarse de la carne de muchos
animales
que difícilmente podía digerir en estado crudo.
La segunda glaciación de la era
cuaternaria
se extendió desde hace 600.000
años
hasta hace algo más de 300.000
años.
Durante esta época el homo erectus aprendió a organizarse
para cazar grandes mamíferos. Su modo de vida era ya muy similar
al de otros mamíferos cazadores, pues su inteligencia
había
compensado ya con creces su inferioridad física.
Así pues, la adversidad climática ya
no
era un obstáculo serio para el homo erectus, que empezó a
proliferar, pero, al igual que les ocurrió a los
Australopithecus,
se encontró con que cada pequeño grupo requería
una
gran cantidad de territorio para cubrir sus necesidades, por lo que se
extendió paulatinamente por toda la Tierra. No obstante, el
número
total de habitantes nunca debió de superar el medio
millón.
Tras un breve periodo interglaciar sobrevino la tercera
glaciación,
desde hace algo más de 200.000
años
hasta hace algo más de 100.000
años.
A su término el homo erectus ya ocupaba medio planeta: poblaba
toda
África, buena parte de Asia y casi toda Europa (excepto el
norte).
También había aprendido a fabricar cabañas
que le protegieran de la intemperie en ausencia de cuevas naturales,
que
hasta entonces habían sido su único refugio.
Durante la tercera glaciación surgieron las
primeras
formas de una nueva especie: el homo sapiens. Con el tiempo se
diferenciarían
dos subespecies: el homo sapiens neanderthalensis y el homo
sapiens
sapiens. En Alemania se encontró un fósil
preneandertalense
de al menos 200.000 años y en
Israel
se ha encontrado un fósil de hace unos 100.000
años antecesor del homo sapiens sapiens, en
compañía
de restos neandertalenses y de los últimos vestigios de homo
erectus,
que se extinguió hace unos 90.000
años.
Con la aparición del homo sapiens se inicia el paleolítico
medio.
La capacidad craneal del homo sapiens triplicaba a
la
del homo habilis. En un primer momento, las diferencias entre las dos
subespecies
de homo sapiens eran pequeñas, al igual que las diferencias
culturales
respecto al homo erectus. No obstante, al principio de la cuarta
glaciación,
hace unos 80.000 años,
encontramos
ya una cultura neandertal claramente definida. Entre sus nuevas
costumbres
se encontraba la de enterrar a los difuntos, y entre sus nuevas
habilidades la fabricación de flechas. Respecto a las
inhumaciones,
no es razonable suponer en los primeros homo sapiens una capacidad de
pensamiento
abstracto o religioso, pero sí podemos entrever en ellas cierto
grado de autoconciencia. La selección natural fomentó la
existencia de relaciones afectivas de los padres hacia los hijos en
mayor
grado que las usuales en otros animales, pues unas crías
absolutamente
inválidas no podían sobrevivir sin una buena dosis de
paciencia
en sus progenitores. Probablemente, los niños homo sapiens
fueron
los primeros en reír como recurso para agradar y mantener la
atención
de sus padres. Estas relaciones afectivas debieron de mantenerse entre
adultos, de modo que llegaron a sentir el dolor de la muerte e hicieron
lo posible para evitar que sus cadáveres fueran alimento de las
fieras.
El homo sapiens se extendió por Europa, Asia
y
África. Cazaba todo tipo de animales y se adaptó con
eficiencia
a cada medio ambiente. Hace unos 40.000
años
el homo sapiens sapiens se convirtió en el primer poblador
humano
de Australia. Hace unos 35.000 años
empezó a manifestar su superioridad cultural frente al hombre de
Neandertal, dando inicio así al paleolítico superior.
Una buena prueba de esta superioridad es que la población
mundial
pasó en un tiempo muy breve de poco más de un
millón
de habitantes a casi cinco millones. A esta época
corresponden
los restos más antiguos conocidos de arte prefigurativo
(incisiones
y marcas decorativas en hueso y en piedra). Las primeras muestras
conocidas
de arte figurativo (cabezas y cuartos delanteros de animales
pintadas
en piedra) datan de hace unos 30.000
años.
Este avance hay que asociarlo a una significativa evolución
intelectual.
Es imposible poner fechas a esto, pero el hombre adquirió la
capacidad
de pensamiento abstracto, es decir, la capacidad de pensar en algo sin
necesidad de ningún estímulo externo que le impulsara a
ello.
Así mismo desarrolló el lenguaje articulado: los
homínidos
llevaban mucho tiempo comunicándose entre sí con gran
eficiencia,
pero siempre mediante signos cuyo significado lo fijaba el contexto (un
grito en un momento dado podía ser la señal de iniciar un
ataque conjunto a una presa, o el indicio de algún peligro cuya
naturaleza había que percibir directamente, etc.). El lenguaje
articulado
suponía la posibilidad de aludir a algo de forma unívoca
independientemente del contexto. Tal vez las figuras
esquemáticas
fueron al principio un método de ponerse de acuerdo en el
significado
de las palabras, de convenir qué caza iban a buscar, tal vez se
quedó como costumbre hacer dibujos de las presas que esperaban
cazar,
tal vez llegaron a imaginar que dibujar los animales era una forma
mágica
de atraerlos. Es difícil saber cómo concebían el
mundo
estos primeros hombres.
A medida
que el homo sapiens fue cobrando
conciencia
de su existencia en el mundo debió de percibir su debilidad e
impotencia
frente a la naturaleza: había animales feroces a los que era
mejor
no enfrentarse salvo extrema necesidad, otros, en cambio, podían
ser dominados con habilidad. Por otra parte, nada había que
hacer
contra las fuerzas del cielo, los rayos y los truenos.
Sin duda el Sol y la Luna debieron de intrigarle.
Probablemente
llegó a la conclusión de que en el cielo habitaban seres
muy poderosos y de humor voluble, a los que era mejor tener contentos,
pues ejercían gran influencia sobre la tierra. En manos de estos
seres estaba que hubiera o no buena caza, que las mujeres tuvieran o no
hijos... La imaginación del homo sapiens sapiens ante lo
desconocido
pudo ir por mil caminos diferentes, creando creencias de toda
índole,
acompañadas de ritos y costumbres. Es difícil saber
qué
finalidad concreta tendrían los objetos que hoy calificamos de
"manifestaciones
artísticas". Se conocen estatuillas femeninas fabricadas
desde hace unos 27.000 años.
A
partir
de aquí se van produciendo imágenes pictóricas,
bajorelieves
y esculturas cada vez más perfeccionadas.
Hace unos 25.000 años
se extinguió el hombre de Neandertal, con lo que el homo sapiens
sapiens pasó a ser la única especie humana sobre la
Tierra
y ya podemos referirnos a él simplemente como "el hombre".
Aparte
de mínimas diferenciaciones raciales, no se ha producido ninguna
evolución fisiológica importante desde entonces. La
extraordinaria
evolución del hombre ha sido puramente cultural. Hace al menos 23.000
años el hombre pobló América por primera
vez.
Accedió a ella desde Siberia, cruzando un estrecho de Bering
seco
(el nivel del mar era inferior al actual a causa de la
glaciación)
o helado. Así, el hombre no tardo mucho en poblar la
práctica
totalidad de la Tierra.