Avalancha de fango cubre a Mameyes
El Nuevo Día
Durante la primera semana de octubre de 1985 llovió torrencialmente a lo largo de la isla. Muchos sectores estaban bajo advertencia de inundaciones repentinas y peligro de deslizamiento, pues había llovido hasta 12 pulgadas en 24 horas.
Los habitantes del barrio Mameyes en Ponce se sentían seguros. Vivían en el empinado monte que bordeaba el norte de la ciudad señorial, muy lejos de cualquier zona inundable. Muchos, descendientes de los primeros campesinos que se mudaron para la ciudad hacia finales del siglo pasado, habían crecido en Mameyes. Pero, esa noche la tierra sobre la cual habían construido sus casas no los pudo sostener más.
Foto: R.W. Jibson, U.S. Geological Survey
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Las constantes lluvias fueron saturando el suelo hasta que a las 3:30 de la madrugada del 7 de octubre de 1985, el barrio Mameyes desapareció bajo una avalancha de lodo. Algunos sobrevivientes contaron cómo la tierra se abrió y se tragó todo. Despertados por el estruendo de las casas que se volcaban o se deslizaban monte abajo, algunos se asomaron a sus ventanas para encontrar que las viviendas de sus vecinos ya no existían. Los que sobrevivieron saltaron grietas en la tierra y riachuelos de fango hasta llegar a la escalinata número nueve, la única que quedaba en pie, y escapar del monte en la oscuridad de la noche.
Aproximadamente unas 94 personas murieron al quedar atrapados por los escombros y el lodo. Muchos más quedaron heridos y desamparados. Algunos cadáveres pudieron recuperarse, pero una gran parte de ellos quedaron sepultados para siempre.