La obra de Baltasar Gracián, creada durante el período barroco español,
influyó marcadamente sobre Europa y especialmente en escritores y
filósofos como La Rochefoucauld, Voltaire, Nietzsche y Schopenhauer.
Nació en Belmonte de Calatayud, España. Sus primeros estudios los hizo
en Toledo donde vivió con uno de sus tíos y más tarde ingresó a la orden
religiosa de los jesuitas, convirtiéndose en profesor y orador religioso
de mérito. Recibió las órdenes sacerdotales en 1635.
En 1636 conoció a Vicencio Juan de Lastanosa quien despertó en
Gracián su vocación literaria. La edición de su obra más conocida: "El
criticón", le causó la censura de su compañía por no haber pedido previa
autorización. Gracián trató de abandonar la orden sin haberlo logrado.
Se le ha considerado como un continuador de la obra de Quevedo; su
estilo fue epigramático y refleja su desagrado ante la ignorancia y la
crueldad de las poblaciones incultas y su admiración por el caso
individual de la persona que supera a estos últimos, recurriendo a la
prudencia y la razón, llegándose a conocer a sí mismo y aprovechando las
ventajas que esta capacidad le otorga. En su obra Gracián combate los
vicios y las locuras del mundo. Dijo Schopenhauer de él: "Mi escritor
favorito es este filosófico Gracián; he leído todas sus obras. Su
Criticón es para mí uno de los mejores libros del mundo. De buena gana
lo traduciría, si hallara un editor para imprimirlo".
El autor hacia el final de su vida continuó teniendo que enfrentarse
a sus superiores por su creación y fue penalizado hasta el punto de ser
puesto a dieta de pan y agua. Gracián murió pocos meses más tarde en
Tarazona a los 57 años de edad.
Entre sus obras: El criticón (representa una alegoría filosófica de
la existencia humana ante una felicidad inalcanzable vista a través de "Andrenio"
símbolo del instinto natural y primitivo y de "Critilo" símbolo del
humano civilizado y racional. La obra consta de tres partes: En la
primavera de la niñez y en el estío de la juventud--Juiciosa cortesana
filosofía, en el otoño de la varonil edad--En el invierno de la vejez),
El héroe (dedicado a Felipe IV-describe las cualidades ideales de un
príncipe), El discreto (dibuja al hombre sofisticado), El político don
Fernando el Católico, El arte de ingenio (agudeza y arte de ingenio),
Oráculo manual y arte de prudencia, El comulgatorio (obra religiosa)
APARTES DE LA OBRA DE GRACIÁN
Hombre en su punto. No se nace hecho: nase de cada día perfeccionando
en la persona, en el empleo, hasta llegar al punto del consumado ser, al
complemento de prendas, de eminencias. Conocerse ha en lo realizado del
gusto, purificado del ingenio, en lo maduro del juicio, en lo claro de
la voluntad. Algunos nunca llegan a ser cabales, fáltales siempre un
algo; tardan otros en hacerse. El varón consumado, sabio en dichos,
cuerdo en hechos, es admitido y aún deseado del singular comercio de los
discretos. (Oráculo manual y arte de prudencia)
Arte de vivir mucho: vivir bien. Dos cosas acaban pronto con la vida:
la necedad o la ruindad. Perdiéronla unos por no saberla guardar, y
otras por no querer. Así como la virtud es premio en sí misma. Así el
vicio es castigo de sí mismo. Quien vive aprisa en el vicio acaba pronto
de dos maneras; quien vive aprisa en la virtud nunca muere. Comunícase
la entereza del ánimo al cuerpo, y no sólo se tiene por larga la vida
buena en la intención, sino en la misma extensión, (Oráculo manual y
arte de prudencia)
No desprecia el mal por poco, que nunca viene uno solo. Andan
encadenados, así como las felicidades. Van la dicha y la desdicha de
ordinario adonde más hay; y es que todos huyen del desdichado y se
arriman al venturoso. Hasta las palomas, con toda su sencillez, acuden
al homenaje más blanco. Todo le viene a faltar a un desdichado: él mismo
a sí mismo, el discurso y el conocimiento. No se ha despertar la
desdicha cuando duerme. Poco es un deslizar, pero síguese aquel fatal
despeño, sin saber dónde se vendrá a parar, que así como ningún bien fue
del todo cumplido, así ningún mal del todo acabado. Para el que viene
del Cielo es la paciencia; para el que del suelo, la prudencia. (Oráculo
manual y arte de prudencia).
Crisi Quinta. Entrada del mundo. Cauta, si no engañosa, procedió la
naturaleza con el hombre al introducirle en este mundo, pues trazó que
entrase sin género alguno de conocimiento para deslumbrar todo reparo: a
oscuras llega, y aún a ciegas, quien comienza a vivir, sin advertir que
vive y sin saber qué es vivir. Críase niño, y tan rapaz, cuando llora,
con cualquier niñería le acalla y con cualquier juguete le contenta.
Parece que le introduce a un reino de felicidades y no es sino un
cautiverio de desdichas; que cuando llega a abrir los ojos del alma,
dando en la cuenta de su desengaño, háyase empeñado sin remedio; vese
metido en el lodo del que fue formado, y ya qué puede hacer sino
pisarlo, procurando salir de él como mejor pudiere? Persuádome que, si
no fuera con este universal ardid, ninguno quisiera entrar en tan
engañoso mundo y que pocos aceptaran la vida después si tuvieran estas
noticias antes. Porque quien sabiéndolo, quisiera meter el pie en un
reino mentido y cárcel verdadera a padecer tan muchas como varias
penalidades: en el cuerpo, hambre, sed, frío, calor, cansancio,
desnudez, dolores, enfermedades; y en el ánimo, engaños, persecuciones,
envidias, desprecios, deshonras, ahogos, tristezas, temores, iras,
desesperaciones; y salir al cabo condenado a miserable muerte, con
pérdida de todas las cosas, casa, hacienda, bienes, dignidades, amigos,
parientes, hermanos, padres y la misma vida cuando más amada? Bien supo
la naturaleza lo que hizo y mal el hombre lo que aceptó. Quien no te
conoce, Oh vivir, te estime; pero un desengaño tomará antes haber sido
trasladado de la cuna a la urna, del tálamo al túmulo.
Presagio común es de miseria el llorar al nacer, que aunque el más
dichoso cae de pies, triste posesión toma; y el clarín con que este
hombre rey entra en el mundo, no es otro que su llanto, señal que su
reinado todo ha de ser de penas; pero cuál puede ser una vida que
comienza entre los gritos de la madre que la da y los llantos del hijo
que la recibe? Por lo menos, ya que le faltó el conocimiento, no el
presagio de sus males, y si no los concibe, los adivina. (El criticón).