Benito Pérez Galdós fue un verdadero gigante de la literatura; su
creación se puede comparar, dentro de la lengua española, a la de Balzac
en la lengua francesa y a la de Dickens en la inglesa.
Nació en Las Palmas de Gran Canaria, en el seno de una familia con
historia militar; estudió el bachillerato en su ciudad natal y luego
viajó a Madrid, donde terminó la carrera de derecho en la Universidad
del mismo nombre, graduándose en 1869. Desde muy temprano mostró gusto
especial por la pintura y la música. Participó igualmente en la política
de su país habiendo sido diputado liberal. Fue en sus ideas políticas
tendiente al socialismo y esto le costó enemigos que más tarde le
negaron el apoyo necesario para su candidatura al Premio Nobel de
Literatura, el cual, según opinión compartida por muchos, le debía haber
sido otorgado.
El estilo de Pérez Galdós fue realista y su obra gigantesca sobre
todo en los campos de la novela y del teatro. Lo que más le dio fama
fueron sus novelas; sus dramas, escritos hacia el final de su vida, no
tuvieron el mismo éxito.
En su creación, el escritor refleja la religión, la política, la
economía y la familia española, en especial de la clase media. Se le
eligió como miembro de la Real Academia Española a los 46 años de edad.
Durante su vida colaboró en diferentes periódicos y revistas: La
Nación, El Debate, Revista de España, La Ilustración de Madrid. Entre
sus obras: Los llamados “Episodios nacionales” compuestos por unos 46
volúmenes cuyo contenido son novelas históricas dentro de las cuales se
tratan temas como el de la invasión napoleónica a España y que se
extienden hasta la Guerra Civil de 1875; dentro de ellas destaca “Doña
Perfecta” obra en la cual se relata la historia de un ingeniero
anticlerical, víctima del fanatismo religioso de su tía.
Escribió igualmente el autor 21 novelas de temas contemporáneos y
entre estas últimas resalta: “Fortunata y Jacinta” considerada como su
obra maestra, de estilo naturalista y la cual describe las condiciones
humanas sociales de su época. Otro bloque de novelas fueron las seis
llamadas de la primera época entre las cuales se incluyen: “Doña
Perfecta” y “La familia de León Roch”.
Entre otros títulos: “Torquemada” (ciclo de cuatro volúmenes),
“Misericordia” (análisis de una mujer caritativa de acuerdo al auténtico
cristianismo), “La desheredada”, “Miau”, “La fontana de oro” (analiza la
vida de Fernando VII), “La sombra y el audaz”, “Gloria” (oposición entre
dos fanatismos, el cristianismo y el judío), “Marianela” (novela
filosófica), “La desheredada” (primera de las llamadas novelas
contemporáneas), “El amigo Manso” (tema la educación), “El doctor
Centeno”, “Tormento”, “La de Bringas” (conflicto entre lo imaginario y
lo real), “Lo prohibido” (conflicto entre lo espiritual y lo material)
En 1983 se descubrió una novela suya más: “Rosalía”, escrita en 1872.
Entre sus dramas: “La loca de la casa” y “Electra”.
Pérez Galdós fue muy amigo de Pereda y conoció a Balzac, recibiendo
su influencia al igual que la de Dickens, Zola, Tolstói e Ibsen, pero en
general su estilo fue esencialmente español.
Nunca contrajo matrimonio pero tuvo relaciones a lo largo de los años
entre otras con la escritora Pardo Bazán. Entre sus contemporáneos:
Claude Monet, Ramón y Cajal, Menéndez Pelayo y Rubén Darío.
Los últimos años del gran novelista fueron difíciles desde el punto
de vista económico y también debido a la pérdida de su visión.
Pérez Galdós murió a los 77 años de edad en la ciudad de Madrid.
APARTES DE LA OBRA DE PÉREZ GALDÓS:
No tengáis compasión de mí al verme en esta cuerda ignominiosa,
enracimado con otros veinte infelices. No somos ladrones, ni asesinos,
ni falsificadores; somos patriotas, insurgentes de aquella gran epopeya,
y nos llevan a Francia. Felizmente no se cumplió en nosotros aquel
consejo del capitán del siglo, que decía a su hermano:
“Ahorcad unos cuarenta pillos, y esto hará mucho efecto”. (Napoleón,
en Chamartin-Episodios Nacionales)
Qué infames eran los liberales de mi tiempo. En vez de conformarse a
vivir pacífica y dulcemente, gobernados por el paternal absolutismo que
habían establecido, no cesaban en sus maquinaciones y viles proyectos
para derrocar las sabias leyes con que diariamente se atendía al sosiego
del reino y a hundir a todos los hombres eminentes que describí en la
primera parte de mis memorias. ¡Miserables bullangueros! ¿Qué volcán os
escupió de su pecho sulfúreo, qué infierno los vomitó, qué hidra
venenosa os llevó en sus entrañas? ¡No os contentabais con aullar en los
presidios, clamando contra nosotros y contra la augusta majestad
soberana del mejor de los reyes, sino que también, Ho vileza!
Agitasteis, con nefandas conspiraciones la Península toda, amenazándonos
con un nuevo triunfo de la aborrecida revolución. (La Segunda
casaca-Episodios Nacionales)
Ved con cuanta tranquilidad se consagra a la escritura la señora
Perfecta. Penetrad en su cuarto, sin reparar en lo avanzado de la hora,
y la sorprenderéis en grave tarea, compartido su espíritu entre la
meditación y unas largas y concienzudas cartas que traza a ratos con
segura pluma y correctos perfiles. Dale de lleno en el rostro, busto y
manos la luz del quinqué, cuya pantalla deja en dulce penumbra el rostro
de la persona y la pieza casi toda. Parece una figura luminosa evocada
por la imaginación en medio de las vagas sombras del miedo... (Doña
Perfecta)
Durante breve pausa, la madre y el hijo se contemplaron. Pero no me
has dicho, ¿no has resuelto...? Manifestó Ester, llena de confusión.
Usaré la palabra propia, aunque, a primera vista, me desfavorezca. Mi
conversión es una impostura. Explícamelo bien, porque me vuelves loca.
Mi conversión es una mentira..., ¿no sabes lo que es una mentira?... Tú
me lo has dicho. Es que determiné que este engaño no fuera de nadie
conocido. Lo he revelado por escrito a mi padre. A ti debo revelarlo
también. Luego engañas a esa pobre joven, ¿engañas a una honrada
familia? Dijo Ester, apartando de sí con ambas manos la cabeza de su
hijo. Daniel ¡impostor! Lo que ahora me revelas es tan indigno de ti
como la apostasía. Tu corazón se ha corrompido. Tú no eres tú... Sabes
lo que es la mentira, ¡una mentira de esa magnitud! Daniel, vuelve en
ti. (Gloria)
Una mañana de diciembre de 1875 estaba Isidora triste y sin sosiego.
Sus idas y venidas dentro de la casa, sin motivo aparente de tal
actividad, indicaban que algo muy grave ocurría. Se sentaba, leía una
carta, lloraba un poco, guardaba luego la carta, arrugándola en el
bolsillo de la bata: iba enseguida al corredor, regresaba al gabinete,
repetía la lectura, las lágrimas y el estrujamiento del dichoso papel...
¿Qué es eso, señora? ¿Qué pasa?... (La desheredada)
Dígalo porque ahora trae mi narración cosas tan estupendas que no las
callará nadie. Y no porque en ellas entre ni un adarme de ingrediente
maravilloso, ni tenga el artificio más parte que la necesaria para
presentar agradable y bien ataviada la verdad, sino porque ésta E...
dispuso una serie de acontecimientos aparentemente contrarios a las
propias leyes de ella, de la misma verdad, con lo que padecí nuevas
confusiones. Empezó la fiesta por aquello de tener apetito fuera de
sazón, contraviniendo todo lo que ordenan la idealidad, la finura en
cosas de comer y hasta el buen gusto; después vino lo de volverme yo
elocuente en mi cátedra; luego pasó una cosa muy rara... (El amigo
Manso)
Desde entonces la enfermedad de Ramona no ofreció cuidado, y conocido
en Madrid el buen término de ella, llenose el palacio de amigos que
corrían a felicitar como antes habían ido a compadecer. Hay gentes que
viven así, felicitando y compadeciendo todo el año, y que se morirían de
tedio si no hubiera muertes y bautizos, coches y tarjetas... (La familia
de León Roch)
Ignoro la edad de mi amigo, y me falta con esto el primer dato para
su biografía. Para su retrato me faltan colores. Sólo puedo decir que es
hombre moreno y avellanado, de regular estatura, con bigote y perilla de
un carácter demasiadamente español y cervantesco. Posee un retrato suyo,
buena pintura y gentil cabeza, con valona y ropilla. Tratándose de
temperamentos nerviosos, hay que postergarlos a todos para dar diploma
de honor al de mi amigo, a quien frecuentemente es preciso reprender
como a los niños... (Prólogo a una obra de Pereda)
Al entrar en su casa, lo primero que dijo a doña Lupe fue esto: Tía
de mi alma, yo me quiero retirar del mundo y entrar en un convento donde
pueda vivir a solas con mis ideas. Vio el cielo abierto la de Jáuregui
al oírle expresarse de este modo, y respondió: ¡Ay, hijo mío; si ya
tenía yo dispuesta tu entrada en un monasterio muy retirado y hermoso
que hay aquí, cerca de Madrid! Verás qué ricamente vas a estar. Hay en
él unos señores monjes muy simpáticos que no hacen más que pensar en
Dios y en las cosas divinas... (Fortunata y Jacinta).