Proyecto Salón Hogar

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
( 1881-1958)


Compuso poesía universal de profundo sentimiento y gran originalidad. Se le considera como el fundador de la poesía pura.

Nació en Moguer, España y estudió abogacía en la Universidad de Sevilla. Empezó a componer poesía desde los 17 años y a los 19 se radicó en Madrid haciéndose amigo de Rubén Darío quien influyó en su creación inicial.

Entre sus obras: Rimas de sombra, Almas de violeta, Ninfeas, Jardines lejanos, Baladas de primavera, Sonetos espirituales, Diario de un poeta recién casado, Eternidades, Piedra y cielo, Unidad, Sucesión, Presente, Ciego ante ciegos, Platero y yo, Dios deseado y deseante, Tercera antología, Olvidos de Granada, Trescientos poemas, Por el cristal amarillo, La corriente infinita, Primeras prosas, La colina de los Chopos, Selección de cartas.

Le fue otorgado el premio Nobel de Literatura en 1956 por "el mérito de su poesía lírica, la cual en el idioma español constituye un ejemplo de alto espíritu y pureza artística ".

La salud del poeta fue delicada pero aún así viajó por diversos países, entre ellos: Francia y Estados Unidos.

Hacia el año 1914 escribió su obra más famosa: "Platero y yo" de gran belleza lírica y carácter autobiográfico.

En 1916 se casó con Zenobia Camprubí Aymar quien fuera la traductora española del poeta hindú R. Tagore.

Al cumplir los 31 años inició la creación de su nuevo estilo al cual llamó el poeta: "La poesía desnuda" y con el que buscó la sencillez con temas como la eternidad y Dios.

En 1936 ante los cambios políticos en España que culminaron con la Guerra Civil, Ramón Jiménez inicialmente se unió a la causa republicana y más tarde se vio obligado a dejar su país viviendo primero en Cuba y en los Estados Unidos y finalmente en Puerto Rico donde permaneció por el resto de su vida.

Aparte de su creación literaria el poeta se hizo famoso como profesor de poesía lírica y dio multitud de conferencias en ese campo.

Juán Ramón Jiménez murió en San Juan de Puerto Rico a los 77 años de edad.

APARTES DE LA OBRA DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ:

Sólo vi una vez a Teresa de la Parra. Vino muy abrigada en pieles, exhalando tibieza retenida; con los ojos azules grises verdes brillándonos transparentemente dulzura y finura. Estaba, cómo decirlo? "Delicada". Su voz envuelta con seda hablada, cerca o lejos, desde la muerte.

Luego se fué al Sanatorio de la Fuenfría, Guadarrama. Desde allí nos mandó su libro "Las memorias de Mamá Blanca" y cuando acabé de leerlo, yo le mandé un libro mío con unas palabras sinceras. (Teresa de la Parra-1939-Españoles de tres mundos).

Hasta ahora, no me había dado cuenta exacta de José Martí. El campo, el fondo. Hombre sin fondo suyo o nuestro, pues con él en él, no es hombre real. Este José Martí, este "Capitán Araña", que tendió su hilo de amor y odio nobles entre rosas, palabras y besos blancos, para esperar al destino, cayó en su paisaje, que he visto, por la pasión, la envidia, la indiferencia quizás; la fatalidad sin duda, como un caballero andante enamorado, de todos los tiempos y países, pasados, presentes y futuros. (José Martí-1895-Españoles de tres mundos).

Su madre estaba allí a su lado bordando un cojín, pensativa, leñosa, acabada, con un resto de belleza que al menor cuidado brotaba como el rosal en primavera.

Josefito Figuraciones, en una sonrisa vergonzosa, la pasaba con sus ojos al calidoscopio, y allí dentro, dando vueltas despacito al tubo azul y oro, deteniéndolo donde más le gustaba, vivía una historia. Primero veía a su madre casi como era, pero como en su no conocida juventud, bordeada toda su graciosa edad de colores finos, celestes, violeta, rosados. (Su madre-Entes y sombras de infancia y juventud).

Mira Platero; el canario de los niños ha amanecido hoy muerto en su jaula de plata. Es verdad que el pobre estaba ya muy viejo. El invierno, tú te acuerdas bien, lo pasó silencioso, con la cabeza escondida en el plumón. Y al entrar esta primavera, cuando el sol hacía jardín la estancia abierta y abrían las mejores rosas del patio, él quiso también engalanar la vida nueva, y cantó; pero su voz era quebradiza y asmática, como la voz de una flauta cascada.

El mayor de los niños, que lo cuidaba, viéndolo yerto en el fondo de la jaula, se ha apresurado, lloroso, a decir: Pues no le ha faltado nada, ni comida, ni agua! No. No le ha faltado nada, Platero. Se ha muerto porque sí, diría Campoamor, otro canario viejo. (El canario se muere- Platero y yo)

Te había olvidado.
Cielo, y no eras
Mas que un vago existir de luz,
Visto, sin nombre,
Por mis cansados ojos indolentes.
Y aparecías, entre las palabras
Perezosas y desesperanzadas del viajero,
Como en breves lagunas repetidas
De un paisaje de aguas visto en sueños.
 

Hoy te he mirado lentamente,
Y te has ido elevando hasta tu nombre. (Diario de un
poeta recién casado)
 

Qué inmensa desgarradura
La de mi vida en el todo,
Para estar, con todo yo,
En cada cosa;
Para no dejar de estar,
Con todo yo, en cada cosa! (Piedra y cielo)
 

Yo estaba junto a mi mesa
Y entre flores, leyendo
El libro triste y amargo
Del poeta de mis sueños.
 

Ella se acercó callada
Y me dijo: Si los versos
Te gustan más que mis labios,
Ya nunca te daré un beso.
 

Vienes conmigo? La tarde
Está tan hermosa! Quiero
Antes que llegue la noche
Ir por jazmines al huerto. (Recuerdos sentimentales).