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JUAN RULFO |
Las historias cortas de Juan Rulfo y su creación literaria en general, impulsaron el realismo mágico en la América Latina y le confirieron fama mundial, pero el autor fue igualmente un brillante fotógrafo. Juan Carlos Pérez Rulfo nació en Sayula, México dentro de una familia acaudalada de hacendados. Su familia perdió la mayor parte de la fortuna durante los levantamientos conocidos como de los "Cristeros" durante los años 1926-29, afectando esto al futuro escritor de manera profunda. Estudió en la escuela de San Gabriel en su niñez, habiendo oído muchas historias y anécdotas locales que le sirvieron de inspiración más tarde para su prosa. Su padre fue asesinado cuando Rulfo tenía siete años y su madre murió dos años después, siendo su educación continuada por su abuela y en la escuela Luis Silva para niños huérfanos. Sus hábitos de lectura se iniciaron en San Gabriel cuando pudo contar con los libros del párroco de la región, quien dejara con la abuela de Juan Rulfo la biblioteca, durante su ausencia. Más tarde estudió en las universidades de Guadalajara y de la ciudad de México. No terminó su carrera de abogacía por motivos económicos y por "falta de interés". Trabajó como agente de inmigración por algún tiempo y leyó los clásicos europeos. Le fueron otorgados por su obra premios como El Nacional de Letras de México y el Premio Príncipe de Asturias. Su estilo se caracterizó por una estructura muy original, alto contenido poético y sus tramas dramáticas. El autor pinta la violencia y el estancamiento moral de su región. La muerte es el tema central de su creación y todo ello dentro de flujos de conciencia, mezcla de puntos de vista y monólogos interiores. La modestia de Juan Rulfo se transparenta en este comentario: "Durante una entrevista en 1976 se le comentó a Rulfo: Gabriel García Márquez dijo en alguna ocasión que usted era el escritor que había tenido mayor influencia en sus trabajos. Rulfo respondió: No lo creo. Gabo es uno de aquellos grandes escritores que han encontrado su forma de expresión propia, personal y bien definida". Entre sus obras: Diles que no me maten!, Un cuento, Talpa, El llano en llamas (una de sus obras principales), Los murmullos, La vida no es muy seria en sus cosas, El día del derrumbe, La cuesta de las comadres, Pedro Páramo (su obra más famosa y novela principal, describe la desintegración física y moral de un jefe local, dentro de una región mítica de habitantes en su mayoría muertos, constantemente atormentados por sus culpas y recuerdos), El gallo de oro, La noche que lo dejaron solo ( relata la época de la revolución de los "cristeros"), Antología personal, Nos han dado la tierra, Macario, Un pedazo de noche. Rulfo se radicó en ciudad México desde 1933 trabajando durante sus último años para el Instituto Nacional Indigenista y abandonando la literatura. El autor murió en ciudad México a los 68 años de edad. APARTES DE LA OBRA DE RULFO: Estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas. Anoche, mientras estábamos cenando, comenzaron a armar el gran alboroto y no pararon de cantar hasta que amaneció. Mi madrina también dice eso, que la gritería de las ranas le espantó el sueño. Y ahora ella bien quisiera dormir; por eso me mandó a que me sentara aquí, junto a la alcantarilla, y me pusiera con una tabla en la mano para que cuanta rana saliera a pegar de brincos afuera, la apalcuachara a tablazos. Las ranas son verdes de todo a todo, menos en la panza. Los sapos son negros. También los ojos de mi madrina son negros. Las ranas son buenas para hacer de comer con ellas. Los sapos no se comen; pero yo me los he comido también, aunque no se coman y saben igual que las ranas. Felipa es la que dice que es malo comer sapos. Felipa tiene los ojos verdes como los ojos de los gatos. Ella es la que me da de comer en la cocina cada vez que me toca comer. (El llano en llamas) Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad, Así diles. Diles que lo hagan por caridad. No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar de ti. Haz que oiga. Date las mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios. (Diles que no me maten!). Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye un ladrar de perros. Uno ha creído a veces, en medio de este camino sin orillas, que nada había después; que no se podría encontrar nada al otro lado; al final de esta llanura rajada de grietas y de arroyos secos. Pero sí, hay algo. Hay un pueblo. (Nos han dado la tierra) Pedro Páramo se acercó, arrodillándose a su lado: Yo sé que usted lo odiaba, padre. Y con razón. El asesinato de su hermano, que según rumores fue cometido por mi hijo; el caso de su sobrina Ana, violada por él según juicio de usted; las ofensas y falta de respeto que le tuvo en ocasiones, son motivos que cualquiera puede admitir. Pero olvídese ahora padre. Puso sobre el reclinatorio un puño de monedas de oro y se levantó. El padre Rentería recogió las monedas una por una y se acercó al altar. Son tuyas dijo. Por mí, condénalo, Señor. Entró en la sacristía. y allí lloró de pena y tristeza hasta agotar sus lágrimas. Está bien Señor, tú ganas, dijo después. (Pedro Páramo).
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