El poeta Julio Flórez se caracterizó por crear una obra de gran belleza
lírica, libre en general de las reglas poéticas de su época y de un alto
contenido filosófico.
Nació en Chiquinquirá, Colombia en el seno de una familia de clase
media. Su padre fue médico de profesión. Se educó en colegios de su
población natal situada en el Departamento de Boyacá. Desde muy temprano
mostró vocación por la poesía y compuso sus primeros versos hacia los
siete años de edad.
Cuando tenía 18 años su familia se trasladó a Bogotá debido a cargos
públicos desempeñados por su padre. Julio Flórez estudió literatura en
el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, sin poderse graduar
debido a las guerras que envolvieron al país en esa época. Se dedicó
desde entonces a la literatura y llevó una vida descrita como bohemia.
El poeta colombiano leyó intensamente y esto se refleja en su poesía.
El contenido erótico de su creación le costó el ser criticado y
perseguido por sus enemigos. Fue amigo de José Asunción Silva y publicó
la obra "Horas" bajo sus consejos.
Flórez se hizo famoso con sus poemas de contenido profundamente
popular, siendo muy querido y objeto de alabanzas y de aplausos por
doquiera que vivió. Su poesía reflejó la melancolía propia de la Sabana
de Bogotá.
Viajó a principios del siglo por Latino América y Europa, habiendo
sido nombrado por el General Reyes adjunto a la legación colombiana en
España. El escritor dirigió en asociación con Clímaco Soto Borda la
revista: Oriente.
Entre sus obras: Horas, Cardos y Lirios, Manojo de zarzas, Cesta de
lotos, Fronda lírica, Gotas de ajenjo, La araña ( una de sus poesías más
conocidas). Julio Flórez enfermó en la población de Usiacurí cerca de
Barranquilla y murió allí. La casa donde pasó sus últimos días se ha
convertido en un museo dedicado a su memoria y en Chiquinquirá su busto
se eleva en el centro de la plaza mayor.
POEMAS:
ABSTRACCION (al pie del busto erigido en Chiquinquirá)
A veces melancólico me hundo en mis noches de sombras y miserias y
caigo en un silencio tan profundo que escucho hasta el latir de mis
arterias.
Más aún: Siento el paso de la vida por la sorda caverna de mi cráneo,
como un rumor de río subterráneo, como un eco de lava sin salida.
Entonces, preso de pavor y yerto como un cadáver mudo y pensativo en
mi abstracción a descifrar no acierto
si es que dormido estoy o estoy despierto si un muerto soy que sueña
que está vivo o un vivo soy que sueña que está muerto.
RESURRECCIONES.
Algo se muere en mí todos los días, del tiempo en la insonora
catarata, la hora que se aleja me arrebata salud, amor, ensueños y
alegrías.
Al evocar las ilusiones mías, pienso: "Yo , no soy yo!" Por qué
insensata, la misma vida con su soplo mata mi antiguo ser, tras lentas
agonías?
Soy un extraño ante mis propios ojos, un nuevo soñador, un peregrino
que ayer pisaba flores y hoy abrojos.
Y en todo instante, es tal mi desconcierto, que ante mi muerte
próxima, imagina que muchas veces en la vida. he muerto.
A MI MADRE.
Todavía el dolor ara en su frente; se humedecen sus ojos todavía; sus
ojos, ay! donde también el día radió como en las cumbres del oriente.
Huyen las tempestades de mi mente cuando los dedos de su mano fría,
se hunde, temblando, en la melena mía, y amorosos la erizan blandamente.
Ella es el astro de mi noche eterna su limpia luz, en mi interior, se
expande como el lampo del sol en la caverna.
Yo la adoro!. La adoro sin medida, con un amor como ninguno, grande,
grande!. a pesar de que me dio la vida!.
LA LAGRIMA DEL DIABLO.
Del infernal abismo, con estruendoso vuelo, rasgando la tiniebla,
surgió Satán; quería ver otra vez la comba donde se espacia el día, ver
otra vez su patria, ver otra vez el cielo!
Miró durante un siglo; cuando colmó su anhelo, y recordó el proscrito
que allá no volvería, con honda pesadumbre la formidable y fría cabeza
hundió en el polvo del solitario suelo.
Después. lanzó un sollozo que pareció un rugido, y lenta, azul, y
amarga, pugnó una gota en vano por no salir del ojo del gran querub
caído;
Crugieron valle y cumbre y otero y bosque y llano, porque la gota
aquella, buscando inmenso nido, formó, al rodar, la mole del pérfido
acéano!.
LA ARAÑA.
Entre las hojas de laurel, marchitas,
de la corona vieja,
que en lo alto de mi lecho suspendida,
un triunfo, no alcanzado me recuerda,
Una araña ha formado
su lóbrega vivienda,
con hilos tembladores
más blandos que la seda,
donde aguarda a las moscas
haciendo centinela
a las moscas incautas
que allí prisión encuentran,
y que la araña chupa
con ansiedad suprema.