Vicente Blasco Ibáñez escribió novelas de una gran belleza que tuvieron
como centro a España y en especial su región natal: Valencia. Nació
dentro de una familia acomodada de origen aragonés y manifestó su
vocación literaria desde muy temprano, comenzando a escribir desde los
doce años.
Dejó su casa a los catorce años de edad y se radicó en Madrid
sufriendo: "Hambre y miseria", hasta conseguir trabajo al lado de un
escritor, sólo para ser obligado a regresar a su hogar poco tiempo
después y a estudiar abogacía contra su voluntad.
Aparte de la lectura, se dedicó Blasco Ibáñez desde muy temprano a la
política regional, habiendo sido encarcelado por sus escritos
revolucionarios en múltiples ocasiones.
Vivió en Francia, Italia y Argentina, fundando una colonia cerca a
Buenos Aires a la cual llamó: "Cervantes". Al fracasar su intento y
amargado, Blasco regresó a España y en 1914 al estallar la Primera
Guerra Mundial, escribió su obra: "Los cuatro jinetes del Apocalipsis"
con la cual adquirió fama mundial. El escritor recorrió varias veces
Europa y América llegando a enriquecerse con su creación.
Entre sus obras: Novelas valencianas: Arroz y tartana, Flor de mayo
(la novela del mar levantino), La barraca (la novela de la huerta
valenciana), Entre naranjos, Cañas y barro (la novela de la Albufera),
Sónnica la cortesana, Cuentos valencianos, La condenada. Novelas
sociales: La catedral, El intruso, La bodega, La horda (obra fuerte y
conmovedora).
Novelas psicológicas: La maja desnuda, Sangre y arena, Los muertos
mandan, Luna Benamor.
Novelas americanas: Los argonautas (el tema es la emigración), La
tierra de todos ( tema es la colonización).
Novelas de la guerra: Los cuatro jinetes del Apocalipsis, Mare
Nostrum, Los enemigos de la mujer. Novelas históricas: El Papa del mar,
A los pies de Venus, En busca del Gran Kan, El caballero de la Virgen.
Novelas de aventuras: El paraíso de las mujeres, La reina Calafia, El
fantasma de las alas de oro. Novelas cortas: El préstamo de la difunta,
Las novelas de la Costa Azul, Las novelas del amor y de la muerte, El
adiós de Schubert.
Libros de viajes: En el país del arte, Oriente, La Argentina y sus
grandezas, La vuelta al mundo de un novelista.
Varias de sus novelas han sido llevadas al cine y la mayoría de ellas
han sido traducidas a diferentes idiomas.
Blasco Ibáñez fundó el periódico El pueblo. Dijo alguna vez el gran
escritor: "Para escribir novelas hay que haber nacido novelista y nacer
novelista es llevar dentro de sí el instinto, que hace adivinar el alma
de las cosas, asir el detalle saliente que evoca la imagen justa, poseer
la fuerza de sugestión necesaria para que el lector tome como realidad
lo que es obra pura de fantasía. El que no posea este poder, por grande
que sea su talento y su ilustración, escribirá un libro interesante,
correcto y hasta hermoso al pretender escribir una novela; pero no
escribirá nunca una novela".
Blasco Ibáñez murió en Menton, Francia.
APARTES:
Se ha fijado, señor Bautista, en toda esa gente?. Ayer hablaban
pestes de usted y su familia, y bien sabe Dios que en muchas ocasiones
les he censurado esa maldad. Hoy entran en esta casa con la misma
confianza que en la suya y los abruman bajo tantas muestras de cariño.
La desgracia les hace olvidar, les aproxima a ustedes. Y tras una pausa,
en la que permaneció cabizbajo, dijo, golpeándose el pecho: "Créame a
mí, que los conozco bien; en el fondo son buena gente. Muy brutos eso
sí, capaces de las mayores barbaridades, pero con un corazón que se
conmueve ante el infortunio y les hace ocultar las garras. Pobre gente!
Qué culpa tienen si nacieron como bestias y nadie los saca de su
condición?. Aquí lo que se necesita es instrucción, mucha instrucción".
(La barraca)
Salta, Rafael, dijo Cupido. Apóyate en mí; el agua desciende y la
barca está muy baja.
Rafael se deslizó en su bote blanco, manchado por el agua rojiza. El
barbero movió los remos; comenzaron a alejarse.
Adiós! Adiós! Muchas gracias! gritaban desde el balcón la tía, la
doncella y toda la familia del hortelano. Rafael, abandonando el timón,
con el rostro vuelto a la casa, sólo veía aquella arrogante figura que
agitaba un pañuelo saludándolos. La vio mucho tiempo, y cuando las copas
de los árboles sumergidos le ocultaron el balcón, inclinó la cabeza,
entregándose al silencioso placer de saborear la dulzura que aún sentía
en sus labios ardorosos. (Entre naranjos)
Comenzaba a amanecer cuando Gabriel Luna llegó ante la catedral. En
las estrechas calles toledanas todavía era de noche. La azul claridad
del alba, que apenas lograba deslizarse entre los aleros de los tejados,
se esparcía con mayor libertad en la plazuela del Ayuntamiento, sacando
de la penumbra la vulgar fachada del Palacio del Arzobispo y las dos
torres encaperuzadas de pizarra negra de la Casa Municipal, sombría
construcción de la época de Carlos V. Gabriel paseó largo rato por la
desierta plazuela, subiéndose hasta las cejas el embozo de la capa
mientras tosía con estremecimientos dolorosos. Sin dejar de andar para
defenderse del frío, contemplaba la gran puerta llamada del Perdón, la
única fachada de la Iglesia que ofrece un aspecto monumental. (La
catedral).