El poeta Antonio Machado perteneció a la llamada Generación Española del
98 y su obra refleja la región en la cual vivió la mayor parte de su
vida: Castilla. Se le considera como el más profundo de los poetas
españoles.
Nació en Sevilla, España y a los ocho años de edad su familia se
movió a Madrid cuando su abuelo fue nombrado catedrático de la
universidad; el futuro poeta estudió en la Institución Libre de
Enseñanza, El Instituto de San Isidro y El Instituto CardenalCisneros
obteniendo un doctorado en filosofía. Más tarde se movió a Soria donde
enseñó francés. En 1899 se radicó por un tiempo en París y trabajó como
traductor de la casa Garnier; allí conoció personajes como Oscar Wilde y
Pío Baroja. Uno de sus hermano fue Manuel Machado quien cultivó
igualmente la poesía y el drama no perteneciendo sin embargo a la causa
republicana como Antonio.
Se le consideró una persona solitaria, altamente espiritual y
meditativa. Se interesó toda su vida por la filosofía y esto se refleja
claramente en su creación. Los temas principales de su obra se
relacionan con la eternidad y el tiempo, el significado de la existencia
humana y la búsqueda de Dios. Cultivó la poesía, el drama y el ensayo.
Se describe su lenguaje como claro y sencillo, melancólico, irónico,
rico en lírica. Antonio Machado mantuvo una estrecha amistad entre otros
con Unamuno, Valle-Inclán y Juan Ramón Jiménez.
Entre sus obras: "Soledades" (considerada como su mejor obra),
"Canciones", "Juan de Mairena" (encierra su pensamiento cívico y
humanista), "Sentencias", "Campos de Castilla", "Soledades galerías y
otros poemas", "Cancionero apócrifo", "Del camino", "Hora de España" (se
le considera como su mejor prosa), "Desdichas de la fortuna o Julianillo
Valcárcel", "Las Adelfas", "La Lola se va a los puertos" (más tarde
convertida en zarzuela), "Apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo",
"La duquesa de Benamejí".
La muerte de su esposa luego de apenas tres años de matrimonio cuando
el poeta contaba con 37 años de edad le dejó heridas profundas que
afectaron su obra. A los 52 años de edad se le hizo miembro de la Real
Academia Española. Intervino en política a favor de la causa republicana
española y se vio obligado por ello a emigrar hacia Francia en 1939,
teniendo que cruza los Pirineos con su madre y un hermano, a pie. Dicho
recorrido le causó al poeta el caer enfermo y vino a morir un mes luego
de su salida de España en la población de Collioure, Francia a los 64
años de edad.
Fue su deseo el que se le recordara como: "Un hombre bueno".
APARTES DE LA OBRA DE ANTONIO MACHADO:
AL LIBRO "NINFEAS" DEL POETA JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.
Un libro de amores
De flores
Fragantes y bellas
De historias de lirios que amasen estrellas;
Un libro de rosas tempranas
Y espumas
De mágicos lagos en tristes jardines,
Y enfermos jazmines,
Y brumas
Lejanas
De montes azules...
Un libro de olvido divino
Que dice fragancia del alma, fragancia
Que puede curar la amargura que da la distancia,
Que sólo es el alma la flor del camino.
Un libro que dice la blanca quimera
De la primavera,
De gemas y rosas ceñidas,
En una lejana, brumosa pradera perdida...
ANOCHE CUANDO DORMÍA.
Anoche cuando dormía
Soñé, ¡bendita ilusión!,
Que una fontana fluía
Dentro de mi corazón.
Di, ¿por qué acequia escondida,
Agua, vienes hasta mí,
Manantial de nueva vida
De donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
Soñé, ¡bendita ilusión!,
Que una colmena tenía
Dentro de mi corazón;
Y las doradas abejas
Iban fabricando en él,
Con las amarguras viejas
Blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía
Soñé, ¡bendita ilusión!,
Que un ardiente sol lucía
Dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
Calores de rojo hogar,
Y era sol porque alumbraba
Y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
Soñé, ¡bendita ilusión!,
Que era Dios lo que tenía
Dentro de mi corazón.
HE ANDADO MUCHOS CAMINOS.
He andado muchos caminos
He abierto muchas veredas;
He navegado en cien mares
Y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
Caravanas de tristeza,
Soberbios y melancólicos
Borrachos de sombra negra.
Y pedantones al paño
Que miran, callan y piensan
Que saben, porque no beben
El vino de las tabernas.
Mala gente que camina
Y va apostando la tierra...
Y en todas partes e visto
Gentes que danzan o juegan,
Cuando pueden, y laboran
Sus cuatro palmos de tierra.
Nunca si llegan a un sitio
Preguntan a donde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
A lomos de mula vieja.
Y no conocen la prisa
Ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino,
Donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven
Laboran, pasan y sueñan,
Y un día como tantos,
Descansan bajo la tierra.
UN CRIMINAL.
El acusado es pálido y lampiño;
Arde en sus ojos una fosca lumbre
Que repugna a su máscara de niño
Y ademán de piadosa mansedumbre.
Conserva del oscuro seminario
El talante modesto y la costumbre
De mirar a la tierra o al breviario.
Devoto de María,
Madre de pecadores,
Por Burgos bachiller en Teología;
Presto a tomar las órdenes menores.
Fue su crimen atroz. Hartase un día
De los textos profanos y divinos,
Sintió pesar del tiempo que perdía,
Enderezando hiperbatones latinos.
Enamorose de una hermosa niña;
Subiósele el amor a la cabeza
Como el zumo dorado de la viña,
Y despertó su natural fiereza.
En sueños vio a sus padres labradores
De mediano caudal. Iluminados
Del hogar de los rojos resplandores,
Los campesinos rostros atezados.
Quiso heredar. OH guindas y nogales
Del huerto familiar, verde y sombrío,
Y doradas espigas candeales
Que calmarán los trojes del estío!
Y se acordó del hacha que pendía
En el muro, luciente y afilada,
El hacha fuerte que la leña hacía
De la rama del roble cercenada.
Frente al reo, los jueces en sus viejos
Ropones enlutados;
Y una hilera de oscuros entrecejos
Y de plebeyos rostros: los jurados.
El abogado defensor perora,
Golpeando el pupitre con la mano;
Emborra el papel un escribano,
Mientras oye el fiscal, indiferente
El alegato enfático y sonoro,
Y repasa los autos judiciales
O, entre sus dedos, de las gafas de oro
Acaricia los límpidos cristales.
Dice un ujier: "Va sin remedio al palo".
El joven cuervo la clemencia espera.
Un pueblo, carne de la horca, la severa
Justicia aguarda que castiga al malo.
Habréis reparado, sigue hablando Mairena a sus alumnos en que casi
nunca os hablo de moral, tema retórico por excelencia; y es que, todo
hay que decirlo, la moral no es mi fuerte. Y no porque sea yo un hombre
más allá del bien y del mal, como algunos lectores de Nietzsche, en ese
caso sería la moral, como en Nietzsche mismo, mi más importante tema de
reflexión, sino precisamente por todo lo contrario: por no haber salido
nunca, ni aún en sueños, de ese laberinto de lo bueno y de lo malo, de
lo que está bien y de lo que está mal, de lo que estando bien pudiera
estar mejor, de lo que estando mal pudiera empeorarse; porque toda
visión requiere distancia; no hay manera de ver las cosas sin salirse de
ellas. Y esto fue lo que intentó Nietzsche con la moral, y sólo por ello
ha pasado a la historia. (Juan de Mairena)
Si Vis Pacem, Para Bellum, dice un consejo latino un tanto superfluo;
porque el hombre es por naturaleza peleón, y para guerrear está siempre
sobradamente propicio. De todos modos el latín proverbial sólo conduce,
como tantos latines más o menos acreditados, a callejones sin salida, en
este caso a la carrera de los armamentos, cuya meta es, como todos
sabemos, la guerra y la ruina.
Más discreto sería inducir a los pueblos a preparar la paz, a
apercibirse de ella y, antes que nada a quererla, usando de consejos
menos paradójicos.
Ejemplo: si quieres la paz procura que tus enemigos no deseen la guerra;
dicho de otro modo: procura no tener enemigos, o, lo que es igual:
procura tratar a tus vecinos con amor y justicia. Pero esto sería sacar
el Cristo a relucir, lo cual después de Nietzsche, parece cosa de mal
gusto, propia de sacristanes o de filisteos, a muchos sabihondos, que no
han reparado todavía en que los filisteos y los sacristanes no
acostumbran a sacar el Cristo en función amorosa sino para bendecir los
cañones, las bombas incendiarias y los gases deletéreos. (Sobre la
guerra).