El Lexema
Es la esencia de una palabra: es a la vez su unidad mínima, y su principal aporte de significado. Por ponerlo en su debido contexto, podemos decir que la unidad mínima de la lengua es el fonema (/z/, /s/, etcétera), pero el fonema carece de significado; es simplemente un sonido. Por el contrario, cuando hablamos de unidades lingüísticas que cargan con capacidad significativa, entonces nuestra unidad mínima es el lexema (que algunos lingüistas denominan también semema o semantema). En un contexto más coloquial, también podemos denominar al lexema la raíz de una palabra.
Las raíces son siempre cortas, unidades pequeñas. Por mucho que existen palabras enormemente largas en nuestro idioma, esas palabras son, strictu sensu, alargadas, no largas. Todas proceden de una raíz de una o, como mucho, sílabas.
Piénsese en la palabra ultramarino, de cinco sílabas. En realidad, su raíz primigenia (su lexema) es mar, y a esta raíz se le ha añadido el sufijo -ino y el prefijo -ultra.
Así, la raíz es la base del sentido de una palabra. Sentido y raíz, pues, pueden ser identificados como provenientes de alguna lengua antigua de la que provienen la mayoría de las palabras de un grupo de lenguas similares. Por ejemplo, piénsese en la palabra “lago”, palabra de la lengua española. No nos será muy difícil adivinar una relación directa entre esta palabra y su antecesora latina “lacus”, así como otra relación entre ésta y su antecesora griega “lakkos”. Y lo mismo diría un francés, con la relación “lakkus-lacus-lag”, o un inglés, con “lakkus-lacus-lake”. Esa raíz “lak”, pues, ha dado a luz numerosas palabras relacionadas con lo mismo, una gran extensión de agua. Tampoco es sorprendente que en español llamemos “lagar” al recipiente donde se frabrican el vino y la sidra; al fin y al cabo, no deja de ser un depósito de agua. Como una “laguna”. Así pues, ese “lac” que formaba la la latina “lacus” y la griega “lakkus” es un lexema histórico, cuyo fonema “/k/” la lengua española relajó hasta convertirlo en “/g/” y formar el nuevo lexema “lag” con sus lagos, lagunas y lagares.
Los lexemas son, pues la base de las palabras, sus núcleos. Podemos decir sin equivocarnos que las palabras se componen de un lexema del que se derivan terminaciones diferentes, y al que se pueden añadir sufijos y prefijos. Pero el único elemento indispensable de todo ese proceso es el propio lexema. Y como tales, los lexemas son unos testigos excepciones de la evolución de las lenguas y unos instrumentos perfectos para rastrear el origen de éstas.