L  a  G r a n  E n c i c l o p e d i a   I l u s t r a d a  d e l   P r o y e c t o  S a l ó n  H o g a r

Entre el Viejo Tiempo y el Nuevo Milenio

Imperialismo y Colonialismo -  Economía y Guerras

 

Los europeos dominaron prácticamente toda África durante el colonialismo e imperialismo.

 

Construcción del

Canal de Suez.

 

Poder económico y militar, búsqueda de nuevos mercados, supuesta superioridad racial y cultural y necesidad de materias primas, fueron los factores que impulsaron a las grandes potencias del siglo XIX y principios del XX a retomar el colonialismo e instaurar el imperialismo.

Potencias ambiciosas

Los países europeos, hasta el siglo XVIII regidos por el absolutismo, crearon constituciones y dieron representación política a las fuerzas activas de su población. Italia y Alemania se unificaron, y Estados Unidos e Inglaterra democratizaron sus instituciones. Además, la revolución industrial y tecnológica incrementó su poder económico y militar.

Todas estas condiciones reactivaron la expansión a ultramar, que había sido suspendida tras la emancipación de las colonias inglesas y españolas en América.
Fueron los estados europeos quienes primero extendieron su influencia económica, militar, cultural y política sobre el resto del planeta. Luego, Estados Unidos y Japón se sumaron.

A esta expansión, que comenzó en el siglo XVIII y que duró hasta la I Guerra Mundial, se le llamó imperialismo.

La necesidad de dar salida a los excedentes de la población, de encontrar materias primas y nuevos mercados para sus productos, además de que los modernos medios de comunicación y transporte acortaron las distancias, fueron otros de los factores que determinaron la aparición del imperialismo.

Además, ninguna gran potencia quería quedarse atrás respecto de las otras en el reparto del mundo. También existía un convencimiento casi sagrado de que debían expandir la civilización cristiana occidental al resto del mundo y civilizar a los pueblos primitivos.

¿Sabías que?

Inglaterra tuvo un imperio de unos 33 millones de kilómetros cuadrados, con 450 millones de habitantes (alrededor de la cuarta parte de la población mundial).

África dividida

A mediados del siglo XIX, exploradores como el escocés David Livingstone, el inglés John Rowlands Stanley (conocido también como Henry Morton) y el alemán Gustav Nachtigal, ingresaron por primera vez en el interior de África, recorriendo sus sabanas, ríos, selvas, desiertos y montañas. Solo en unos pocos decenios, las potencias coloniales europeas tomaron posesión de este continente.
 

David Livingstone.

La exploración de África fue el primer paso para colonizar y conquistar este territorio en el siglo XIX y parte del XX.

Inglaterra, Francia y Alemania

Cecil Rhodes.

Inglaterra

Inglaterra se quedó con el control del océano Índico y el mar Mediterráneo, para mantener libre el paso a la India. Compró la mayoría de las acciones del Canal de Suez y extendió su poder a Egipto. Después de una revuelta en 1882, durante la cual los egipcios dieron muerte a numerosos extranjeros que vivían en el país, Inglaterra desembarcó tropas en la zona y colocó a Egipto bajo su protección. Este, unido a Gibraltar, Malta y Chipre, le dio completo control sobre el Mediterráneo y el Canal de Suez.

Desde el norte de África, los ingleses prosiguieron hacia el sur e incorporaron Sudán, Uganda y Kenia (Zambia) a sus dominios. También avanzaron desde Sudáfrica hacia el norte, inspirados por Cecil Rhodes, uno de los principales defensores del imperialismo británico, quien deseaba crear un gran imperio colonial desde el Cabo de Buena Esperanza hasta el Cairo. Se apropiaron de Bechuanalandia (Botswana) y de Rhodesia (Zimbabwe).

Después de una cruenta guerra (Guerra de los boers, 1899-1902), los británicos vencieron a los boers (criollos de origen holandés), y dominaron las Repúblicas de Transvaal y Orange. Solo la existencia de la colonia alemana de África Oriental impidió que el sueño de Rhodes se cumpliera.

Francia

Francia quiso levantar un gran imperio colonial en el norte de África, desde Dakar en la costa del océano Atlántico, hasta el Golfo de Aden en la costa del océano Índico. Para eso estableció las dos grandes colonias de África Occidental y África Ecuatorial y la pequeña colonia de Somalia.

Pero su incursión en Sudán fue detenida por Inglaterra, ante quien cedió bajo la amenaza de una guerra. Francia solo pudo quedarse con Túnez y Marruecos como protectorados, agregándolos a Argelia.

Alemania

Tuvo que contentarse con territorios dispersos, como Togo y Camerún en la zona ecuatorial, además de África Sudoccidental alemana (Namibia) y África Oriental alemana (Tanzania).

Bélgica, Portugal e Italia

El imperialismo se diferenció económica y políticamente del colonialismo de épocas anteriores, ya que las potencias europeas penetraron aún más en los países dependientes, a través de la inversión de capitales.

Bélgica

El rey Leopoldo II fundó la Asociación Internacional del Congo para la conquista y explotación de la cuenca del Congo, que este monarca poseyó a título personal. En 1908 Bélgica se hizo cargo de la administración de la colonia (el posterior Zaire).

Sin embargo y anteriormente, la fundación del Congo belga provocó protestas de otros países, por lo que el canciller prusiano Otto, príncipe de Bismarck, se convirtió en árbitro del problema y convocó a la conferencia de Berlín (1884-1885). En ella se reconoció la fundación de un Congo belga y de un Congo francés, ambos con salida al mar; la libre navegación por los ríos Níger y Congo y el derecho a la posesión de un territorio a partir de un enclave costero, siempre que hubiese ocupación efectiva.

Portugal

Portugal amplió sus dominios a Angola, Mozambique y Guinea.

Italia

Italia se quedó con Eritrea, Somalia y Libia, territorios, en esa época, de escaso valor.

Solo Liberia, fundada en 1822 por la Sociedad Colonizadora Americana como una colonia para los esclavos liberados de Estados Unidos, y el reino de Abisinia (Etiopía) se mantuvieron como estados independientes.

Remezón africano

El resultado de la división de África fue desastroso para la población nativa. Tuvo que sufrir el desarraigo total de sus costumbres y sus culturas, obligada por los intereses coloniales, que la sometía a trabajos forzados o la aislaba en reservas.
Además, los misioneros católicos y protestantes, en su afán de “civilizar a los bárbaros”, les exigían renunciar a sus creencias, quemando sus dioses y destruyendo sus templos

Asia se defiende

A diferencia de lo que pasó en África, el lejano oriente opuso mayor resistencia a las ambiciones imperialistas. China enfrentó con cierto éxito a las potencias occidentales (Guerra de los boxers). Japón luchó con Rusia en un conflicto imperialista que se originó en los planes rivales de ambos sobre Manchuria y Corea. La guerra influyó en el comienzo de la Revolución rusa de 1905 e hizo de Japón una gran potencia.

Inglaterra, Francia y Holanda

Inglaterra

El principal objetivo colonialista de Gran Bretaña era India y cuando se consolidó en ese país (la reina Victoria se convirtió en emperatriz de la India en 1877), extendió su poder hacia el este: Birmania (Myanmar), Siam (Tailandia) y Malaca (parte de Malasia) y el oeste con Beluchistán (parte de Irán y Pakistán) y Afganistán.
Inglaterra fundó varios protectorados para resguardar a la India, la cual, gracias al cultivo del algodón, adquirió gran relevancia para la economía británica.

En 1841, Inglaterra se estableció en la isla de Hong Kong, donde, apoyada por otras potencias y a pesar de la resistencia del imperio chino, forzó a este último a abrir sus puertos y fronteras. Los ingleses usaron como pretexto para la guerra la prohibición China de importar opio en 1839 y la destrucción de los almacenes de opio de propiedad británica en Cantón.

Aparte de Inglaterra, los otros países beneficiados fueron Francia, Alemania y Rusia, con concesiones territoriales que les permitieron afianzar sus fuerzas militares y navales. Asimismo, lograron ventajas económicas, construyeron ferrocarriles, comenzaron la explotación del petróleo y otras materias primas y percibieron derechos aduaneros preferenciales.

A pesar de que China se mantuvo como un Estado independiente, en lo económico pasó a depender completamente de las potencias imperialistas.

Francia

Francia se convirtió en un auténtico imperio colonial a partir de la III República, en 1873, cuando desde Cochinchina se apoderó de Vietnam y Laos, fundando la Unión Indochina (Vietnam, Camboya, Laos y parte de Tailandia), en 1887.

Holanda

Holanda también intervino en Asia, apoderándose de las islas de la Sonda (Java, Sumatra, Bali, Timor, entre otras) y de parte del archipiélago malayo.

Japón se abre al mundo
Tropas japonesas.

Japón fue la excepción en Asia, ya que se transformó en una potencia imperialista. Este país se mantuvo alrededor de 200 años casi completamente aislado del resto del mundo, pero en 1853 la amenaza de los cañones del comodoro estadounidense Mathew Perry lo obligó a abrir sus puertos al comercio internacional. En la era Meiji (1868-1912) se realizaron reformas que lo convirtieron en un Estado moderno al estilo occidental, además de una de las primeras potencias del mundo industrializado.

En 1890, Japón pasó a ser una monarquía constitucional y su desarrollo fue a la par con la aparición del nacionalismo y las revueltas sociales. La victoria militar sobre Rusia, en 1905, lo elevó a potencia colonial, con la ocupación de Corea, en 1910.

Asoma Estados Unidos

Foto

La lucha de Cuba por emanciparse de España, fue apoyada por Estados Unidos.

El aumento de la población, los ajustes económicos y la estabilidad política fueron los factores que empujaron el imperialismo estadounidense. A fines del siglo XIX este país dejó atrás la doctrina del presidente James Monroe, que se resumía en la frase “América para los americanos”, y abandonó su aislamiento.

Después de apoyar con éxito a Cuba en su guerra de independencia de España, en 1898, obtuvo Puerto Rico, Guam, las islas Marianas y las Filipinas. Cuba quedó sometida a una tutoría estadounidense, y entró en un periodo político con frecuente intervención de ese país en el campo económico y militar. En 1893, EE.UU. ya había anexado el archipiélago de Hawaii.

En 1903, luego de reconocer la independencia de Panamá (que se separó de Colombia), Estados Unidos construyó en este país el canal de Panamá, lo que en la práctica significó que se convirtiera en su protectorado. Desde 1901, y al amparo de la idea del panamericanismo, Estados Unidos ha intervenido prácticamente en todos los conflictos ocurridos en América.

Auge y caída

La más importante potencia colonial fue sin duda Inglaterra, que a todos sus territorios agregaría colonias de plantación en las Antillas, Honduras y Guyana, mientras que Canadá (1848), Australia (1900), Nueva Zelanda (1907) y la Unión de África del Sur (1910) se transformaron en dominios o colonias de poblamiento; sus flotas controlaban todos los océanos.

Gran Bretaña supo adaptarse a las condiciones de cada región. Sus dominios tenían su propio parlamento y gobierno y solo la política exterior quedaba en manos de Londres. En India mantuvo a la mayoría de los príncipes, rajás y maharajás, y en otras colonias ejerció un simple protectorado.

En cambio, Francia fundó un imperio fuertemente centralizado, en que todo el poder era ejercido por la administración colonial francesa. Las poblaciones de las colonias debían convertirse en franceses, no importando sus culturas, costumbres o creencias.

Gracias al imperialismo y colonialismo, las potencias europeas, Estados Unidos y Japón expandieron su control político, económico y ampliaron la divulgación de la civilización científico-tecnológica, que pasaría a convertirse en modelo de vida para todo el mundo.

Sin embargo, los pueblos sometidos comenzaron a asimilar la civilización moderna y a plantearse su propia individualidad. A partir de entonces empezaron a luchar por su libertad, ayudados por el desmoronamiento de Europa tras los desastres de la Primera Guerra Mundial.

El imperio otomano

A pesar de que el imperio otomano sufrió numerosas particiones, debido a los movimientos emancipadores de varios de los países sobre los cuales ejercía su dominio, y de tener que ceder ante las exigencias de las potencias imperialistas, conservó algunos territorios repartidos en ciertas zonas del planeta. Mantuvo Trípoli y Cirenaica (parte de Libia) en África; Asia Menor, Armenia, Irak y Siria, en Asia, y Albania, Macedonia y Tracia, en Europa.

 

La Primera Guerra Mundial

Antes de la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial (1914-1918) hubo conflictos que duraron más e involucraron igual numero de naciones. Pero ésta es la primera oportunidad en que no sólo se enfrentan ejércitos profesionales, sino pueblos enteros.

El enfrentamiento puso término a un largo período de tranquilidad conocido como la "paz armada", que descansaba sobre dos cimientos: el potencial bélico y una intrincada red de pactos secretos entre los estados.

Iniciado por consideraciones de seguridad nacional y de prepotencia individual, terminó siendo un conflicto ideológico entre países con una visión democrática del mundo e imperios hostiles a estos ideales.

Luego de cuatro años de sufrimiento, que dejaron por lo menos diez millones de muertos y más de veinte millones de heridos , se alcanzó una paz inestable, que llevaba en su seno los gérmenes de la Segunda Guerra Mundial.
 

La paz armada

Durante un largo período, entre 1871 y 1914 la paz reinó en la mayor parte de Europa. La excepción fue la región de Los Balcanes, la más orienta de las penínsulas europeas de Mar Mediterráneo.

Sin embargo, esta paz se asemejaba a la calma aparente que muestran los volcanes antes de entrar en erupción. De hecho, el período a que nos referimos ha recibido de los historiadores el elocuente nombre de paz armada, ya que entre las naciones europeas existían muchas rivalidades en materia económica y debido a que las pretensiones colonialistas de unos y otros chocaban en múltiples oportunidades. Además, el auge de los sentimientos nacionalistas en diversas regiones aportaba su cuota de tensión.

En los siglos XVII y XVIII el escenario europeo había tenido cuatro protagonistas: Inglaterra, Francia, Austria y Rusia. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX se habían incorporado otros dos actores, que reclamaban un rol de importancia. Se trata de Italia y Alemania, que lograron en corto tiempo un espectacular desarrollo económico y humano. La situación había cambiado en el continente, cosa que no agradaba mucho a las potencias tradicionales como Francia y Rusia, quienes no querían ver su posición disminuida.

Armonía de los tres emperadores

En esa época, la paz tenía la fragilidad de un cristal. Para mantenerla, se recurrió a un impresionante despliegue de maniobras diplomáticas, que tuvo por resultado la constitución de diversas alianzas, que dejaron el continente europeo dividido en bloques de poder. Claro que la red de pactos era tan compIeja, que desorientaba aún a los más expertos. Por este motivo, deberemos conformarnos con hablar de las principales alianzas, sin adentramos en más profundos laberintos. Tras la guerra de 1870-71, entre Francia y Alemania, en la que esta última había obtenido una lucida victoria, los bloques políticos se hicieron más sólidos y pasaron a constituir una pieza clave de la política internacional en la zona.

Otto von BismarckOtto von Bismarck, (en la imagen) Canciller alemán, fue la figura más destacada e influyente del período situado entre 1870 y 1890. Los éxitos guerreros habían dado al joven Imperio alemán la categoría de primera potencia militar en Europa. Sin embargo, este prestigio traía aparejadas algunas dificultades. Francia, derrotada, comenzó a alimentar un hondo resentimiento y un gran deseo de revancha. Pero eso no era todo. Para mantener el sitial recientemente ganado, Alemania necesitaba contar con buenos aliados. Empeñado en conseguirlos. Bismarck, puso en acción su formidable genio diplomático, propiciando un acercamiento hacia Austria. Ya años atrás, en 1866. el ejército prusiano había vencido a los austríacos, pero había tenido el buen tino de no imponer condiciones demasiado humillantes a los derrotados. De esta forma la Alemania unificada, que contaba con Prusia como núcleo principal, tenía la la puerta abierta para entenderse con su antiguo enemigo. En 1872 se celebró una entrevista en Berlín, entre los emperadores Guillermo I de Alemania y Francisco José, del Imperio austrohúngaro. También el zar de Rusia, Alejandro II, quiso participar en el encuentro y así nació lo que se conoce como la "armonía de los tres emperadores". En esta liga, Alemania tuvo el rol predominante y Bismarck, muy satisfecho, declaró que "la Europa reconocía al nuevo imperio alemán como el baluarte de la paz general".

La Triple Alianza

La armonía de los tres emperadores no duró mucho tiempo. La manzana de la discordia fue un conflicto que estalló en los Balcanes.

En 1877 Rusia entró en guerra con los turcos que dominaban, la península logrando la victoria. Tras el enfrentamiento, se firmó el Tratado de Berlín. En dicho acuerdo, a pesar de que Rusia ostentaba la calidad de vencedora no obtuvo todas las ventajas que esperaba. Durante la conferencia de paz, Bismarck no hizo nada por apoyar las pretensiones rusas. El zar, resentido, acusó a Bismarck de haber "olvidado sus compromisos". La armonía de los tres emperadores se había trizado.

A partir de ese momento, Bismarck comprendió que debía preocuparse no sólo de Francia, sino también de Rusia. La salida más aconsejable fue reforzar su amistad con Austria, con la que firmó un nuevo tratado secreto, de carácter defensivo. A este pacto se incorporó más tarde Italia. con lo que nació la Triple Alianza, firmada en Viena el 20 de mayo de 1882.

La Triple Entente

Francia y Rusia quedaron virtualmente aisladas luego de la constitución de la Triple Alianza. Esto no agradó para nada al zar. A pesar de los roces que habían tenido, se resistió a cortar definitivamente sus vínculos con la vigorosa Alemania. Por esa fecha, Rusia tenía un nuevo gobernante, el zar Alejandro III, que fue coronado en 1881. Bismarck hizo valer sus buenos oficios y este emperador ruso firmó un acuerdo con Guillermo I, por el cual se comprometió a mantenerse neutral en el caso de que una potencia extranjera atacase a Alemania, Dicho pacto secreto fue el último triunfo diplomático de Bismarck, quien fue alejado de su cargo en 1890. En Alemania también había subido un nuevo emperador, Guillermo II, que encarnaba la ambición imperialista que, por ese entonces alimentaba el pueblo alemán.

La caída de Bismarck no pasó inadvertida a los otros Países europeos. Sin el astuto Canciller, Alemania ya no parecía tan temible. Dadas las circunstancias, Francia y Rusia no tardaron en estrechar sus lazos de amistad. Llegaron así a pactar una alianza en 1892, la cual tenía un carácter puramente defensivo.

A esta amistad anglo-rusa adhirió años más tarde Inglaterra, preocupada por el creciente poder de Alemania. Así, para mantener el equilibrio con la Triple Alianza, surgió este segundo pacto conocido como la Triple Entente, o Triple Entendimiento, entre Francia, Rusia e Inglaterra.
 

El polvorín de los Balcanes

En las décadas previas a la Primera Guerra Mundial, el polvorín de Europa estuvo en la península de los Balcanes. En la actualidad se encuentran allí los estados de Rumania, Albania, Yugoslavia, Bulgaria, Grecia y parte de Turquía. Por el año 1910, sin embargo, el panorama en la región era diferente. Yugoslavia, por ejemplo, aún no existía, pues sólo se constituyó como país en 1919. En cambio, habían estados hoy desaparecidos. Entre ellos podemos citar a Servia y Montenegro.

Los acontecimientos de los Balcanes, que según los entendidos constituyeron uno de los antecedentes inmediatos de la guerra europea son bastante complejos. Para comprenderlos es necesario tomar en cuenta que, por aquel entonces, los sentimientos nacionalistas eran un elemento importante en el panorama político. Si bien para algunos el nacionalismo era sinónimo de soberanía de un pueblo, para otros tenía un sentido más amplio. Entre estos últimos habría que citar a muchos patriotas alemanes que consideraban la nacionalidad como la agrupación étnica de los pueblos, aun cuando éstos estuvieran divididos por diversas fronteras políticas. Esto es lo que se conoce como la doctrina del pangermanismo. Pero los alemanes no eran los únicos que alimentaban ideas de este tipo. Entre los rusos existían corrientes similares, las paneslavistas que pretendían unir al Imperio ruso las naciones eslavas de Europa y los Balcanes.

A lo anterior hay que agregar el hecho de que los Balcanes y sus pueblos cristianos habían sido dominados durante mucho tiempo por los turcos musulmanes. Sin embargo, en la época que nos ocupa. Turquía se había debilitado y los cristianos ansiaban liberarse.

Las guerras balcánicas

Turquía aún tenía suficiente fuerza para combatir con éxito a los pueblos balcánicos por separado. Sin embargo, era demasiado débil para hacer frente a una coalición, Aprovechando este estado de cosas, en 1912, Servia, Montenegro, Grecia y Bulgaria aunaron sus fuerzas para combatir a los turcos. En tres seGuillermo IImanas habían logrado una victoria espectacular barriendo a Turquía del continente europeo casi por completo. (Al finalizar la primera guerra balcánica, el emperador alemán Guillermo II -en la foto-apoyó las pretensiones expancionistas de Austria)

Europa entera quedó sorprendida con la fulminante derrota turca. Sin perder el tiempo las potencias europeas se dispusieron a tomar cartas en el asunto. En la región se había producido un vacío de poder que muchos quisieron aprovechar.

Naturalmente, el asunto no era sencillo. Surgieron importantes puntos de fricción. Por ejemplo, Servia reclamó la zona que hoy es Albania. Lo grave es que también Austria tenía pretensiones sobre ese territorio, de modo que se opuso vehementemente a los deseos servios. Para ello contaba con el apoyo de sus aliados Alemanes e italianos. Claro que Servia tampoco estaba sola. Disfrutaba de la simpatía de Rusia, que le dio su respaldo. La tensión subía minuto a minuto. Incluso muchos pensaron que estallaría una guerra a gran escala. Sin embargo, el peligro se disipó.

Finalmente, los países balcánicos se dieron cita en Londres para dictar la paz a Turquía. Claro que quedaba por resolver el asunto de la repartición de los territorios ganados. Y en eso estaban cuando Bulgaria decidió tomar la iniciativa... y las armas. Sin previo aviso atacó a Grecia y Servia, dando comienzo a la segunda guerra balcánica

Una vez más, las potencias europeas tomaron partido. Alemania y el Imperio austro húngaro brindaron sus simpatías a Bulgaria, mientras Rusia y Francia se inclinaron por Servia. El conflicto acabó con la derrota búlgara. La paz se firmó en Bucarest, en agosto de 1913. Se dice que las partes no quedaron muy satisfechas con el acuerdo y, de hecho, en el espíritu austríaco siguió latente el deseo de aplastar de una vez por todas a Servia.
 

La carrera armamentista

Durante el período de la paz armada, las tensiones fueron tantas que en realidad debería hablarse de un estado intermedio entre la paz y la guerra. Si los cañones no eran los que llevaban la voz cantante en Europa, era sólo debido a los grandes esfuerzos de la diplomacia por mantener un cierto equilibrio de poderes. De hecho, en general reinaba un gran temor al estallido de una guerra. Y esto tenía una explicación lógica. Durante el enfrentamiento franco-prusiano de 1870, había quedado claro que, a partir de ese momento, las batallas no involucrarían sólo a los militares, como ocurría en la antigüedad. Serían naciones completas las que se verían envueltas en la movilización bélica. Los progresos en el campo de las máquinas de combate hacía que la guerra cobrara un rostro cada vez más amenazador, capaz de poner en jaque el porvenir de toda una nación.

Sin embargo, las potencias se vieron embarcadas en una vertiginosa carrera armamentista. Alemania, temerosa de sufrir un ataque francés de revancha, se preparaba concienzudamente para un eventual enfrentamiento. Los otros imitaban su ejemplo, para no quedar en posición de desventaja. Según un historiador, por ese entonces "las naciones mantenían, en tiempos de paz, ejércitos más considerables que antiguamente en tiempos de guerra

Las cifras vienen a corroborar lo anterior. Alemania, por ejemplo, contaba con más de 600 mil hombres de armas a fines del siglo XIX. El ejército francés tenía unos 550 mil soldados, el austríaco casi 400 mil y el ruso superaba el millón trescientos mil efectivos.

A esto hay que sumar el arsenal militar, que se hacía más sofisticado a medida que progresaba la técnica. Fusiles, cañones, ametralladoras acorazados y buques torpederos llenaban el inventario, que cada día lucía nuevas piezas como submarinos, dirigibles y aeroplanos. Como este material bélico debía ser renovado y actualizado permanentemente, resulta fácil comprender que absorbiera una tajada considerable de los presupuestos de las naciones.

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