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L
a G r a n E n c i c l o p e d
i a I l u s t r a d a d e l
P r o y e c t o S a l ó n H o
g a r |
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M A T E M Á T I C A S
El
Tiempo
Reloj de
Sol
Ver:
Medidas del tiempo
Las primeras
mediciones del tiempo se hicieron a partir de
observaciones astronómicas y durante mucho
tiempo el cielo fue el instrumento principal de
esa medición. Desde muy temprano en la historia,
el ser humano se dio cuenta que podía recurrir a
los fenómenos físicos que se repetían de forma
periódica y aprovechar su regularidad para
construir instrumentos que midieran intervalos
de tiempo. El primer "reloj" que estuvo a la
disposición del hombre fue sin duda el derivado
de la alternancia del día y de la noche, es
decir, el día solar. Hubo entonces relojes
solares, de agua y de arena. Pero a lo largo de
la historia tecnológica aparecieron inventos
cada vez más sofisticados que permitieron "observar"
lapsos de tiempo, desde los calendarios que
registran días, años y siglos, pasando por las
clepsidras, velas, cuadrantes y otros
instrumentos que miden periodos más cortos, como
las horas, minutos y segundos, hasta el reloj de
átomos de celsio, cuya precisión se mantiene
durante 30,000 años.
Los egipcios,
babilonios, griegos, romanos y muchos otros
pueblos primitivos utilizaban sus ojos como
instrumentos de observación para captar ciertos
fenómenos naturales, los cuales les indicaban el
período preciso para la realización de sus
actividades.
Observaban pues el tiempo transcurrido entre la
salida y ocultamiento del sol, entre el
florecimiento de las plantas y la llegada de las
lluvias, entre las diferentes fases lunares...
era pues esta la manera de medir el tiempo.
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La
medida Tiempo se basa sobre el ritmo regular de
los astros, veamos:
Un año correspondiente a
365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos,
análogo al tiempo empleado por la tierra en
completar su órbita alrededor del sol.
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El mes equivale a treinta
días, o lo que es lo mismo, más o menos
el tiempo empleado por la luna para regresar a
la misma posición con respecto al sol y la
tierra. |
El día equivale al tiempo
empleado por la tierra para efectuar una
rotación sobre su propio eje. |
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Este día a su vez se
divide en 24 partes iguales las que se han
llamado Horas. |
Sesenta minutos forman una
hora, y éstos a su vez se dividen en 60 segundos. |
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Consejo: suma o resta las
horas y minutos por separado. ¡Pero tienes que hacer
ajustes si al final los minutos son mayores que 60 o
menores que cero!
Sumar horas
Sigue estos pasos:
- Suma las horas
- Suma los minutos
- Si los minutos son
60 o más, resta 60 de los minutos y suma 1 a las
horas
Ejemplo
fácil: ¿ Cuánto es 2:45 +
1:10 ?
Suma las horas:
2+1 = 3
Suma los minutos: 45+10 = 55
Los minutos están bien, así que la respuesta es
3:55
Ejemplo
difícil: ¿ Cuánto es 2:45
+ 1:20 ?
Suma las horas:
2+1 = 3
Suma los minutos: 45+20 = 65
Los minutos son 60 o más, así que resta 60 de los
minutos (65-60 = 5 minutos) y suma 1 a las horas
(3+1 = 4 horas)... la respuesta es
4:05
Restar horas
Sigue estos pasos:
- Resta las horas
- Resta los minutos
- Si los minutos son
negativos, suma 60 a los minutos y resta 1 de las
horas.
(Nota: la manera más
fácil de sumar 60 a los minutos negativos es empezar con
60 y restar los minutos)
Ejemplo
fácil: ¿ Cuánto es 4:10 -
1:05 ?
Resta las horas:
4-1 = 3
Resta los minutos: 10-5 = 5
Los minutos están bien, así que la respuesta es
3:05
Ejemplo
difícil: ¿ Cuánto es 4:10
- 1:35 ?
Resta las horas:
4-1 = 3
Resta los minutos: 10-35 = -25
Los minutos son menos que 0, asi que sumamos 60 a los
minutos (-25+60 = 60-25 = 35 minutos) y restamos
1 de las horas (3-1 = 2 horas)... la respuesta es
2:35
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más] |
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Historia
Las primeras mediciones del tiempo se hicieron a
partir de observaciones astronómicas y durante mucho tiempo el cielo fue
el instrumento principal de esa medición. Desde muy temprano en la
historia, el ser humano se dio cuenta que podía recurrir a los fenómenos
físicos que se repetían de forma periódica y aprovechar su regularidad
para construir instrumentos que midieran intervalos de tiempo. El primer
"reloj" que estuvo a la disposición del hombre fue sin duda el derivado
de la alternancia del día y de la noche, es decir, el día solar. Hubo
entonces relojes solares, de agua y de arena. Pero a lo largo de la
historia tecnológica aparecieron inventos cada vez más sofisticados que
permitieron "observar" lapsos de tiempo, desde los calendarios que
registran días, años y siglos, pasando por las clepsidras, velas,
cuadrantes y otros instrumentos que miden periodos más cortos, como las
horas, minutos y segundos, hasta el reloj de átomos de celsio, cuya
precisión se mantiene durante 30,000 años.
Agua
Las
clepsidras o relojes de agua datan de la antigüedad egipcia y se usaban
especialmente durante la noche, cuando los relojes de sombra no servían.
Las primeras clepsidras consistieron en una vasija de barro que contenía
agua hasta cierta medida, con un orificio en la base de un tamaño
suficiente como para asegurar la salida del líquido a una velocidad
determinada y, por lo tanto, en un tiempo fijo. El cuenco estaba marcado
con varias rayas que indicaban la hora en las diferentes estaciones del
año.
Los relojes de agua también se usaron en los tribunales atenienses para
señalar el tiempo asignado a los oradores y cuentan que el filósofo
Platón inventó un reloj de agua muy eficiente. Más tarde fueron
introducidos a los tribunales de Roma con el mismo objeto, además de
usarlos en campañas militares para señalar las guardias nocturnas. El
reloj de agua egipcio, más o menos modificado, siguió siendo el
instrumento más eficiente para medir el tiempo durante muchos siglos.
En el siglo XI, el funcionario y científico chino Su Song inventó un
complejo reloj astronómicos accionados por agua. Aquí vemos un modelo de
la rueda de agua que movía dicho invento y un dibujo del mismo. Este
reloj, una torre de unos seis metros de altura, funcionaba a partir un
depósito de donde fluía un chorro de agua siempre igual sobre las
paletas de una rueda. Ésta accionaba diversos mecanismos que hacían
aparecer distintas figuras que señalaban las horas (acompañadas de
toques de gong y de tambores) y movían un esfera celeste con la
representación de estrellas y de constelaciones. De gran precisión para
su época, la desviación diaria de este reloj era inferior a los dos
minutos.
Los
relojes de arena funcionan bajo el mismo concepto físico de las
clepsidras, es decir, permiten que la gravedad haga fluir una cantidad
establecida de un elemento para determinar distintos lapsos de tiempo.
En este tipo de relojes, la arena se encuentra contenida en un
recipiente de vidrio (que consiste en dos vasos comunicados) que se
voltea cuando termina de pasar el último grano del material. El origen
de los relojes de arena es incierto, se cree que los ejércitos romanos
los utilizaban durante la noche; también se ha dicho que fueron
inventados por un monje francés al final del siglo VIII. En esa época,
Carlomagno, el rey de los francos, tenía uno tan grande que sólo tenia
que voltearse cada 12 horas.
Ciertos relojes de arena que marcaban lapsos de 4 horas se usaron
comunmente durante viajes de navegación para establecer la duración de
las jornadas de trabajo dentro del barco.
Este juego de cuatro relojes de arena data de principios del siglo
XVIII. Cada uno de los contenedores de vidrio marca duraciones distintas
de tiempo: la primera designa 15 minutos, la segunda media hora, la
siguiente 45 minutos y la última marca la hora completa.
Los
romanos utilizaban "velas del tiempo" que medían el tiempo a partir de
marcas con números que se alcanzaban según la vela se consumía al paso
de las horas.
El
término cuadrante es una alteración de la palabra quadrant y
designa el cuarto de círculo donde se lee la altura de un astro por
sobre el horizonte. En forma extensiva, esta palabra se aplica a los
instrumentos que marcan la hora. Los cuadrantes solares (gnomon,
en griego) son relojes de Sol en los que se lee el tiempo según la
longitud de la sombra que proyecta el movimiento del astro luminoso
sobre una superficie determinada, que generalmente tiene una escala
numerada para señalar la hora.
Todas las civilizaciones, desde Egipto hasta China, desde México hasta
el Cercano Oriente, conocieron el reloj de Sol. El primer cuadrante
solar de tamaño reducido que se conoció, entre los egipcios del siglo XV
a. de N. E., era muy sencillo pues consistía en una simple barra que se
clavaba perpendicularmente en el suelo, formando una paralela con el eje
de la Tierra. La longitud y posición de la sombra proyectada permitía
calcular los puntos correspondientes al paso del día a la noche, así
como los solsticios. En el suelo que rodeaba la barra se marcaban las
horas del día. Los enormes obeliscos también se usaban con el propósito
de medir la hora a partir de la sombra que creaban, éstos se usaban como
relojes públicos.
Se cree que los cuadrantes solares se usaron en Grecia desde el año 500
a. de N.E. y desde el siglo II a. de N.E. el uso del reloj solar o
solarium se hizo tan común en todo el imperio romano que fue admitido en
la legislación, y todos los negocios particulares eran regulados por las
horas marcadas en el cuadrante.
Hubo cuadrantes solares de muchas formas: cuadrantes planos, cúbicos,
globos ahuecados, tramos de escalones numerados en los que se proyectaba
la sombra de un muro vertical, y cuadrantes portátiles con brújula.
Los cuadrantes con brújula, introducidos en el siglo XV, fueron los
primeros relojes de sombra portátiles, que podían llevarse en el
bolsillo. La brújula servía para apuntar el cuadrante hacia el norte y
el gnomon (un trozo de cuerda o un triángulo plegable) se bajaba
o subía, para acomodarlo a la latitud a que se usaba la brújula.
Las
civilizaciones más lejanas conocieron los cuadrantes astronómicos, en
los que se lee el paso del tiempo -y marca las estaciones- según el
movimiento de una estrella en el espacio. Uno de los primeros, que se
construyó hacia el año 3100 a. de N. E., se encontró en Newgrave, Gran
Bretaña.
El más famoso cuadrante monumental es el de Stonehenge, al sur de
Inglaterra, que data de 1900 a. de n. E.. Se cree que este gigantesco
círculo de piedras, que constaba de cuatro estructuras principales,
cumplía con un propósito sagrado de culto al sol. Para los constructores
de Stonehenge, la fiesta principal, que quizá señalara el comienzo del
año, era el 24 de junio, día en que el verano llega a la mitad. En la
madrugada de ese día, el sumo sacerdote podía situarse en el centro del
monumento y, por entre los pilares de los grandes círculos, mirar al Sol
naciente precisamente sobre la piedra central. En invierno, cerca del
día más corto del año (22 de diciembre), podía mirar en la misma
dirección por la tarde, y ver el Sol poniente entre las dos columnatas
exteriores. Este sitio, además, tenían piedras alineadas con fases
específicas de la luna.a
El
ritmo de la vida europea estuvo unida por muchos siglos al ciclo de las
estaciones, de la agricultura y de los ritos tradicionales gaélicos,
celtas o galos. Conforme la Iglesia católica se consolidó como la
institución más poderosa de Europa, el control del tiempo -además de las
pesas y medidas- cayó bajo su dominio. La Iglesia se convirtió en la
gran administradora de los días y los años. El año eclesiástico se
dividió en cuatro periodos: de Pascuas a Pentecostés, de Pentecostés a
septiembre, de septiembre a la Cuaresma y de aquí hasta Pascuas.
Sin embargo, la verdadera organización del tiempo medieval se originó en
la vida monacal. Conventos y monasterios impusieron, poco a poco, su
propio horario y calendario en el campo y en las ciudades. El día se
dividió en siete horas canónicas. En lugar de contar las horas de una a
doce, los monjes incluyeron siete momentos en la jornada: los siete
momentos del oficio o siete "instantes" de Dios. Además, dividieron los
meses en semanas de siete días, según la tradición hebrea. El domingo,
en lugar del sábado, se convirtió en un día reservado completamente al
servicio de Dios, y el tiempo destinado habitualmente al trabajo manual
lo consagraron a la lectura y a la meditación. Por otra parte, para
determinar las diferentes fechas del año, los monjes utilizaron más y
más los nombres de los distintos santos y las fiestas de la historia de
Cristo. Este sistema se difundió en el conjunto del Occidente cristiano.
A partir de la Alta Edad Media, se dividieron las 24 horas de un día en
cuatro partes, cada uno de las cuales equivalía a seis horas. La hora,
por su parte, se dividió en cuatro puntos: un punto valía un cuarto de
hora. El punto equivalía a diez momentos. El momento valía, por tanto,
un minuto y medio, y estaba dividido en doce onzas (cada onza valía
siete segundos y medio); la onza se dividía en cuarenta y siete átomos;
se consideraba que el átomo era tan pequeño que no podía fraccionarse.
En un día, la transición entre cada cuadrante de seis horas se anunciaba
con campanas colocadas en las iglesias. Así, las campanas tocaban un
golpe a Prima, es decir, al salir el Sol; dos golpes a la Tercia, entre
la salida del Sol y el mediodía; tres golpes a la Sexta, es decir a
medio día, etcétera. Este tiempo eclesiástico que se regulaba al sonar
de las campanas fue determinante en el desarrollo de la vida cotidiana
de la Edad Media. Las campanas marcaban las horas de los rezos y
señalaban también el ritmo de trabajo. Indicaban la hora a la que había
que levantarse, dirigirse al trabajo, descansar o finalizar la jornada
laboral.
A finales del siglo XIII se inauguró en Westiminster Hall, en Londres,
el primer reloj mecánico dotado de sonidos metálicos, emulando a las
campanas. A partir de entonces, aparecieron grandes relojes mecánicos en
las catedrales de ciudades importantes en Inglaterra y algo más tarde en
Francia y Alemania. Los nuevos relojes mecánicos estaban accionados por
una pesa que pendía de una cuerda. El funcionamiento del reloj estaba
regulado por un mecanismo denominado escape. La tracción de la pesa se
producía sólo cuando el escape liberaba a intervalos regulares el
mecanismo de relojería, con lo que se producía el avance. De este modo,
apareció por primera vez el tictac de los relojes.
Relojes Mecánicos:
En el
siglo XIII, en el lindero final de la Edad Media, apareció la primera
máquina industrial: el reloj. Los relojes primitivos, fabricados por
herreros, estaban hechos de acero y sufrían de la expansión y
contracción que provocaban los cambios en la temperatura. Eran inexactos
en un rango de 15 a 30 minutos al día y tenían que ser ajustados
diariamente. Su propósito inicial era hacer sonar las campanas cada hora
en las torres de castillos, iglesias o centros de población.
Esta es una reconstrucción del primer reloj astronómico del mundo,
fabricado por Giovanni Dondi en Italia en 1364. Es astronómico porque,
además de dar la hora, mostraba el tiempo estelar de los movimientos del
Sol, la Luna y de cinco planetas.
En el siglo XV se inventaron los relojes de una manecilla para marcar
las horas y en 1505 el herrero alemán Peter Henlein consiguió construir
relojes mecánicos tan pequeños que podían llevarse en el bolsillo. Estos
relojes, que se popularizaron con el nombre de "relojes de saco" se
montaban en cajas y en lugar de pesas utilizaban resortes. Se llevaban
en una bolsa, sonaban cada hora y funcionan durante unas 40 horas.
Muy pronto, en los hogares acaudalados, aparecieron los primeros relojes
decorativos y de antesala, considerados juguetes de gran novedad y muy
caros. Poco a poco se estableció la forma convencional de los relojes,
se fabricaron modelos para suspenderlos y aquellos de fantasía, que
tomaban formas muy diversas: botones de flor, flores abiertas, animales,
crucifijos y hasta cabezas de muerto!.
La primera revolución relojera se dio en el siglo XVII, cuando el
científico holandés Christiaan Huygens inventó el reloj de péndulo,
alcanzando una exactitud similar a la de los relojes de sol. El péndulo
de Huygens funcionaba movido principalmente por las fuerzas de la
gravedad y sus relojes fueron los primeros cronómetros capaces de contar
los segundos. La idea de emplear el péndulo para su aplicación al reloj
la había formulado en 1636 Galileo Galilei pero, viejo y ciego, no la
pudo llevar a la práctica.
También por entonces apareció la manecilla de los minutos y un sistema
que permitía que cada hora sonara una campanilla. Muchos tenían, además,
salientes en la carátula para leer la hora en la oscuridad. Durante el
último tercio del siglo XVII la novedad fueron los relojes de bolsa
llamados "cebollas", que se perfeccionaron gracias al invento del
muelle-espiral. En esta época la moda masculina indicaba el uso de un
reloj unido a una cadena y luego dentro del bolsillo del chaleco. Las
mujeres los llevan en la cintura con frecuencia, colgando de un listón o
una cadenilla. Los relojes eran muy caros y se vendían como objetos de
lujo en las joyerías y perfumerías. El tiempo pertenecía todavía a las
clases ricas, granjeros y comerciantes, quienes lo seguían imponiendo a
los demás por medio de las campanas.
En 1721, George Graham logró compensar los cambios de temperatura que
hacían variar la velocidad de las péndolas de acero. Su reloj tenía una,
aislada de la temperatura por medio de una ampolleta de mercurio, que
variaba apenas un segundo al día.
En 1802,
un relojero francés, Ferninand Berthoud, escribió: "Con el uso de los
relojes, los hombres pueden emplear todos los momentos necesarios en los
trabajos de la vida civil. El hombre arregla, mediante ellos, la hora
del trabajo y la del reposo, la de su comida y de su sueño. Y, por esta
afortunada distribución del tiempo, la sociedad misma camina como el
reloj, y forma, cuando está bien organizada, una especie de engranaje
cuyos movimientos sucesivos son los trabajos de todos los miembros que
la constituyen".
En el
primer reloj eléctrico, que se inventó en el siglo XIX, el péndulo no se
movía gracias a la acción de la fuerza de la gravedad sobre una pesa,
sino mediante un electroimán alimentado por una batería. En 1914 el
norteamericano Henry Ellis Warren accionó un reloj mediante un
dispositivo electromotor y gracias a esto inventó los primeros relojes
eléctricos fiables. Sin embargo, los relojes más precisos creados hasta
la fecha son los relojes atómicos, que desde 1948 comenzaron a
utilizarse en campos como la aviación y las armas nucleares.
Relojes de pulsera
Se
dice que el primer reloj de pulsera se creó por encargo de la reina de
Nápoles, en 1812. Y aunque fue una mujer quien promovió su creación, en
los primeros años de su historia, los relojes de pulsera tuvieron mayor
popularidad entre los hombres. En el siglo XX, la Primera Guerra Mundial
impulsó su uso cuando los oficiales del ejército se vieron obligados a
utilizarlos. Una década más tarde, en 1929, el relojero estadounidense
Warren Albin Marrisson inventó el reloj de cuarzo, con una imprecisión
de entre 30 y 0,3 segundos por año. Para crearlo, empleó cristales de
cuarzo, cuyas vibraciones se transforman en una corriente de frecuencia
adecuada que sirve para accionar un pequeño motor sincrónico. Los
relojes de cuarzo se siguen utilizando.
En 1957 aparecieron los relojes de pulsera eléctricos. El primer reloj
de pulsera eléctrico del mundo fue el Hamilton Electric. Dichos relojes
se alimentan gracias al empleo de pequeñas pilas y funcionan mediante
diminutos dispositivos que hacen avanzar el segundero a saltos, mientras
que las manecillas correspondientes a las horas y los minutos se mueven,
con mayor lentitud, accionadas por un engranaje convencional.
Reloj Atómico
En el
año de 1967, para evitar imprecisiones en la medida del tiempo, se
eligió un nuevo patrón base a la frecuencia de vibración atómica (un
fenómeno extremadamente regular y fácilmente reproducible) para la
definición de la unidad de tiempo físico. Según ello, un segundo físico
corresponde a 9,192,631,770 ciclos de la radiación asociada a una
particular transición del átomo de cesio. La precisión alcanzada con
este reloj atómico es tan elevada que admite únicamente un error de un
segundo en 30,000 años. A pesar de ello, actualmente se estudian nuevos
relojes basados en las características del hidrógeno que permitirán
alcanzar todavía mayor precisión (del orden de un segundo en tres
millones de años).
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