L  a  G r a n  E n c i c l o p e d i a   I l u s t r a d a  d e l   P r o y e c t o  S a l ó n  H o g a r

 

E l  S e r m ó n   de   l a  M o n t a ñ a

Lo que debes conocer para ser salvo

(tu comportamiento te salva o condena)

 

Proyecto Salón Hogar                  Guia de Estudio - La vida de Jesús de Nazaret, [ Entrar ]

                                                                                                                      

                                                                                                             Trasfondo histórico de Jesús [ Entrar ]

Contenido:

El significado del Sermón de la Montaña.

Las Bienaventuranzas — Camino al Paraíso.

Los Cristianos Son la Luz del Mundo.

Dos Medidas de la Virtud: Antigua y Nueva.

Sobre la armonía entre lo externo y lo interno.

La Oración de Nuestro Señor.

Sobre la adquisición del tesoro eterno.

Sobre el no juzgar al prójimo.

Sobre la constancia y la esperanza en Dios.

Sobre los falsos profetas.

Sobre las pruebas.

El significado del Sermón de la Montaña.

Por: Héctor A. García

 

Hace mucho tiempo ya desde niño me ha fascinado ese personaje llamado Jesús de Nazaret. He leído sobre su vida y trayectoria mas desde el enfoque histórico que el dogmático, el cual es el de la Iglesia ya católica o evangélica. Mi abuelo Juan Bautista García me dijo un día en la Iglesia San Francisco del Viejo San Juan, mientras hacia una labor de arte en la capilla -Héctor Armando, tu ves ese hombre allí crucificado, ese hombre dio su vida por ti y por mi.- Aquello me sorprendió tanto que quise saber el porque lo había hecho, si el no me conocía. A partir de ese momento, llevo toda una vida siguiendo sus pasos, y he leído multitud de libros sobre el.  Siempre he pensado que la formación espiritual e intelectual de Jesús de Nazaret no fue totalmente Judia "que hubo algo mas" porque ciertamente rompe con el equema y paradigma tradicional judio (de hecho los judios no creen en Jesús). A veces pienso que aquellos años en que no se nos habla de El en la Biblia, desde los 13 a los 29 fueron aprovechados por Jesús para ser educado con unos conceptos universales no típicos de la fe Judia. Hay un relato muy interesante llamado San Issa, que me ha llevado a esa conclusión, ya que como judio Jesús estaba obligado a casarse a los 13 años.  Es por no ser un devoto al estilo fariseo que eventualmente fue condenado por los judíos y  crucificado por renegar la tradición judia, curaba en sábado, no ayunaba, no ofrecía sacrificios en el Templo, Jesús no habla de ley, habla de compasión. De todos sus mensajes si unas palabras han calado hondo en mi corazón son las del Sermón de Montaña. Este Sermón de nuestro Salvador Jesús, "es notable" porque en él está como si fuera resumido todo el Evangelio y su pensamiento universalista. Está reunido todo lo importante que es imprescindible saber y que debe hacer una persona para ser un verdadero y real cristiano. Este sermón que aparece en San Mateo cubre completamente los capítulos 5º, 6º y 7º  de su Evangelio. En cambio, el Evangelista Lucas, menciona en el 6º capítulo de su Evangelio solo algunas partes. Jesús de Nazaret, dio este Sermón sobre un monte no muy alto, que se encuentra sobre el margen norte del lago de Galilea cerca de la ciudad de Capernaúm, durante el primer año de Su servicio social.

El Sermón de la Montaña comienza con nueve Bienaventuranzas, en las cuales está expuesta la ley de Nuevo Testamento sobre el renacimiento espiritual. Luego en él se habla sobre la influencia benéfica de los cristianos sobre la sociedad que los rodea y que la enseñanza de Jesús no deroga, sino complementa los mandamientos del Antiguo Testamento. Aquí Jesús de Nazaret, enseña a vencer el sentimiento de ira, ser casto, fiel a su palabra, perdonar a todos, amar hasta a sus enemigos y tender hacia la perfección.

En la siguiente parte de Su prédica, Jesús de Nazaret, enseña sobre la necesidad de tender hacia la verdadera virtud, que se encuentra en el corazón del hombre, y es distinta de la virtud con que alardeaban los judíos. Como ejemplo, Jesús de Nazaret, explica como hay que dar la limosna, orar y ayunar para ser agradables a Dios. Mas adelante llama a la generosidad y a la esperanza en Dios.

En la última parte del Sermón, Jesús de Nazaret, enseña a no juzgar al prójimo, resguardar el santuario de ofensas, ser constantes en obras de bien. En conclusión Jesús de Nazaret, muestra la diferencia entre el camino ancho y angosto, advierte contra los falsos profetas y explica como hay que fortificarse para vencer las inevitables pruebas de la vida.

Jesús de Nazaret, caracteriza en esta forma la enseñanza que trajo a la gente de Su Padre Celestial: "El mundo pasará, pero Mis palabras no pasarán." En realidad en el Sermón de la Montaña está dada la eterna verdad celestial que no envejece con el tiempo y es aplicable en igual medida a los hombres de todas las razas y culturas. Se modifican las condiciones de la vida y los conceptos de la gente sobre la moral, pero las Leyes Divinas son inmutables. Por eso para nosotros los cristianos, que tendemos hacia la busqueda de la inmortalidad, es necesario, en primer término, aprender bien las eternas Leyes del bien, expuestas en el Sermón de la Montaña, y sobre ellos construír nuestra vida. Ahora hablaremos sobre estas leyes eternas.

Las Bienaventuranzas —  Camino al Paraíso

El Sermón de la Montaña comienza con nueve Bienaventuranzas. Estos mandamientos completan los Diez Mandamientos del Antiguo Testamento, que fueron dados a Moisés sobre el monte Sinaí. Los mandamientos del Antiguo Testamento hablan de lo que no se debe hacer, en ellos respira el espíritu de la severidad. Los del Nuevo Testamento al contrario, hablan de lo que se debe hacer y en ellos se respira el amor. Los antiguos Diez Mandamientos fueron escritos sobre tablas de piedra y se aprendían con un estudio exterior. Los del Nuevo Testamento, en cambio, — se escriben por el Espíritu de Dios sobre las tablas de corazones creyentes. He aquí el texto de estos inmortales pensamientos.

"Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos" (Mat. 5:1-12).

Es notable en estos nobles mandamientos (que yo llamo Karmicos, por el resultado de su premisa) del Nuevo Testamento el que cada uno de ellos comienza con la palabra "bienaventurados." Mientras los mandamientos del Antiguo Testamento actúan por medio de la prohibición y la amenaza del castigo, los del Nuevo Testamento llaman hacia el bien, llevan a las alturas hacia la alegría sin fin con Dios. Esta clara diferencia de enfoque, hace de la predica de Jesús de Nazaret, una carga liviana y facil de llevar, contrario al Viejo Testamento donde estaban mas preocupados en no cometer errores, que hacer buenas obras.

Desde el tiempo de la caída en el pecado de nuestros ancestros, la gente perdió la verdadera felicidad y hasta la correcta noción sobre ella. La misma palabra "felicidad" comenzó a sonar como un irrealizable sueño, un inalcanzable ideal. Pero Jesús de Nazaret, propone a la gente la felicidad, como una concreta y alcanzable realidad. Y aquí la promesa se refiere no solo a la futura vida paradisíaca, sino comienza a realizarse ya ahora a medida que el hombre se libera del peso del pecado, encuentra la paz de conciencia y se hace digno de la gracia del Espíritu de Dios. Justamente el Espíritu de Dios otorga al hombre tal inexpresable alegría, que con ella no pueden ser comparados los placeres de la vida. Leyendo las vidas de los hombres santos, vemos que los verdaderos cristianos, para conservar y potenciar en ellos la gracia Divina, estaban listos para cualquier sacrificio.

Ahondando en el sentido de las Bienaventuranzas, se hace evidente que están expuestas en una secuencia definida. Ellas indican al hombre el camino hacia la verdadera felicidad y explican como hay que ir por este camino. Se las puede comparar a una escalera celestial o un gran plano de la casa de la virtud.

Como punto de partida para las Bienaventuranzas sirve el hecho que todo hombre, sin excepción, es vulnerado por el pecado y por eso es indigente y digno de lástima. La tragedia de la caída en pecado de Adán y Eva es la tragedia de toda la humanidad. El pecado oscurece a la mente, debilita y esclaviza la voluntad, oprime el corazón del hombre con la tristeza y congoja. Por eso, cada pecador se siente desgraciado y al mismo tiempo no entiende en que consiste la causa de su pena. Por sus sufrimientos él hombre está pronto para acusar a toda la gente y las condiciones de la vida. El hombre de hoy en día, gusta de señalar y acusar a otros de sus defectos, sin embargo no corrige los suyos propios. La primera Bienaventuranza pone un diagnóstico correcto: la causa del descontento del hombre está en su propia enfermedad emocional y espiritual.

Jesús de Nazaret, vino al mundo para sanar al hombre. El llama a todos a dirigirse al Dios Creador, y entrar en Su Reino de alegría eterna. Para el hombre el llamado de Jesús de Nazaret, suena como la voz del Padre amante, que llama a su hijo perdido a volver a su casa natal. Y cuando el hombre vuelve a Dios, no va con el equipaje de virtudes y riqueza de talentos adquiridos que Dios le dio, sino, como un indigente hijo pródigo que malgastó los bienes paternos.

La primera Bienaventuranza llama al hombre a entender su enfermedad espiritual y dirigirse a Dios por ayuda. ¡Es difícil este primer paso! No es fácil para el "hijo pródigo" volver en sí, aceptar su culpa y su pobreza, comenzar el camino de regreso. Por eso por este solo esfuerzo de su voluntad, por este solo buen comienzo se le promete al hombre un gran premio. "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos." Es notable que tal como la caída del hombre comenzó con un deseo orgulloso de igualarse a Dios "Seréis como dioses" — prometió el seductor a nuestros ancestros, (Gen. 3:5), así el reestablecimiento del hombre comienza con el humilde reconocimiento de su desvalidez, de su incompetencia y su ignorancia, sin la ayuda de Dios.

La pobreza espiritual — no es la pobreza material o inutilidad del alma. Todo lo contrario, "el pobre de espíritu" puede ser muy rico o muy capaz. La pobreza espiritual — es la humilde manera de pensar, que nace de una honesta aceptación de su imperfección, en otras palabras, es el tener una muy baja autoestima propia. Con esto la humildad cristiana no es desesperación o pesimismo. Todo lo contrario, está lleno de esperanza en la misericordia Divina y en la posibilidad real de mejorar. Es impregnados de alegre Fé y Esperanza que con Su ayuda nos haremos virtuosos y buenos hijos de Él.

En un hombre creyente la conciencia de su pobreza y pecaminosidad se expresa con un estado penitencial — condenando el pasado y teniendo la intención de corregirse. El arrepentimiento sincero que a menudo es acompañado de lágrimas, tiene una gran fuerza de gracia. Después de esto se siente un alivio, como si una montaña se hubiera caído de los hombros. A esta penitencia de corazón llama la segunda Bienaventuranza: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación."

Cuando en nuestra conciencia están lavados los pecados, en nosotros se instala una armonía interna — un orden total en los pensamientos, sentidos y deseos. La anterior irritabilidad e ira es sustituida por el sentido de paz y tranquila alegría. El ser humano que alcanza ese estado, no desea discutir con nadie mas. Hasta prefiere perder en algún asunto de la vida, que perder la paz y tranquilidad de su alma. Así la penitencia hace subir al cristiano sobre el tercer peldaño de la virtud — la mansedumbre: "Bienaventurados los mansos porque ellos recibirán la tierra por heredad."

Es cierto que gente mala abusa de la mansedumbre del cristiano. Se aprovechan de los debiles para engañarlos, abusar de ellos, quitarles algo o rebajarlos. Dios consuela al cristiano con la esperanza que en la vida futura él recibirá mucho mas de lo que puede perder por la acción de gente atrevida. Si no siempre en esta vida, entonces en la futura sin duda triunfará la justicia y los mansos, como es prometido, heredarán "la tierra" — o sea todos los bienes del mundo renovado en el cual morará la verdad.

Así las tres primeras bienaventuranzas llaman al hombre a dirigirse humildemente a Dios, a la penitencia y la mansedumbre y así ponen el fundamento sobre el cual será construida la casa de la virtud cristiana.

Tal como la vuelta del apetito en un enfermo sirve como primer signo de su convalecencia, así el deseo de justicia es el primer signo que el pecador comienza a sanar. Encontrándose en el pecado, el hombre tiene sed de riqueza, dinero, honores y placeres carnales. Sobre la riqueza espiritual él ni piensa y hasta la desprecia. Pero cuando su alma se libera de la lepra de pecado, entonces el hombre comienza a añorar la perfección espiritual. Sobre esta tendencia hacia la justicia habla la cuarta Bienaventuranza. "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados."

La tendencia hacia la justicia puede ser comparada con la siguiente fase de la construcción de la casa de la virtud — elevación de las paredes. Usando aquí las palabras de "hambre y sed" Jesús de Nazaret, nos hace entender que nuestra tendencia hacia la justicia no debe ser tibia, pasiva, sino al contrario, debe ser enérgica y activa. Así el hombre hambriento no solo piensa en la comida, sino pone todos sus esfuerzos para saciar su hambre. Solo con una tendencia activa hacia la virtud se puede adquirirla, o según el mandamiento "saciarse."

Subiendo al cuarto peldaño de la virtud, el hombre ya posee cierta experiencia espiritual. Habiendo recibido de Dios el perdón de los pecados, la paz de la conciencia y la alegría de la filiación, el cristiano ahora sintió Su gran amor. Este amor calienta su corazón con el amor a Dios y conmiseración hacia la gente. En otras palabras, él se torna bueno y misericordioso y con esto sube sobre el quinto peldaño de la virtud — la misericordia: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia."

¡El mandamiento de la misericordia es muy amplio! La misericordia debe expresarse no solo en ayuda material, sino en el perdón de las ofensas, visita de los enfermos, consolación de los acongojados, un buen consejo, palabra cariñosa, oración por el prójimo y mucha compasión. Realmente cada día se nos presentan muchisimos casos para ayudar al prójimo. En su mayoría son una serie de situaciones que ante nuestras preocupaciones se nos hacen poco visibles o "situaciones que parecen no tener importancia". Pero la sabiduría espiritual del cristiano consiste en saber no desdeñar las obras "aparentemente pequeñas," para realizar en el futuro aquellas que nos parecen "grandes." Los planes grandes quedan generalmente irrealizados, en cambio las obras de bien pequeñas, con su número, se reúnen hacía el fin de la vida en un capital espiritual importante.

El amor activo nuevamente purifica el amor propio en las profundidades del corazón humano, y acerca al hombre a Dios de manera que toda su alma se transfigura por la luz espiritual. El hombre comienza a percibir el soplo de la gracia ya en esta vida, comienza a ver a Dios con sus ojos espirituales. Aquí el alma del cristiano se asemeja a un laguito que durante muchos años de descuido se cubrió de vegetación, se llenó de cieno y se hizo turbio y luego, una vez limpiado, se transfiguró completamente de manera que en sus aguas transparentes y cristalinas comenzaron a penetrar profundamente los rayos de la luz. De la gente que llega a este estado de pureza espiritual, habla la sexta Bienaventuranza: "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios."

A tales justos Dios transforma en instrumentos de Su providencia para la salvación de otra gente y para ese fin les otorga la sabiduría y una particular sensibilidad espiritual. En su misión de la conversión de la gente al camino de la salvación estos justos comienzan a parecerse al Hijo de Dios, Quien vino al mundo para reconciliar a la gente pecadora con Dios. Sobre esta reconciliación espiritual habla la séptima Bienaventuranza: "Bienaventurados los pacificadores porque ellos serán llamados hijos de Dios." Sin duda, toda la gente debe tratar de ser pacificadora en el círculo de su familia y conocidos, pero la forma superior de esta virtud necesita un don especial de lo alto, que es dado a los hombres de corazón puro.

Al parecerse por sus obras de bien al Hijo de Dios, el cristiano debe estar listo a parecerse a Él también en la paciencia. Los últimos dos mandamientos (bienaventuranzas) hablan de un hecho triste que el mundo "postrado en el mal" no soporta la verdadera virtud y se levanta contra sus portadores: "Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia; porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo." Tal como la luz al dispersar a las tinieblas muestra las cosas en su aspecto verdadero, así la vida virtuosa de verdaderos cristianos hace visible toda la fealdad de los impuros. De ahí en los pecadores nace el odio hacia los justos y el deseo de venganza por los reproches de su conciencia. Este odio hacia los justos pasa a través de toda la historia del mundo comenzando por el relato sobre Caín y Abel y llegando a las persecuciones de los creyentes en los países ateos.

La gente con la fe débil tiene vergüenza de mostrarse creyente, temiendo las persecuciones por sus convicciones religiosas. Pero los verdaderos justos y mártires con alegría recibían los sufrimientos por Jesús de Nazaret,. Ellos hasta se consideraban felices de ser dignos de sufrir por la fe. En los días de pruebas el cristiano debe tomar su ejemplo y consolarse con las palabras de Cristo que prometió: "Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos." Cuanto mas fuerte sea el amor, tanto mas grande será el premio.

Sumando las cinco últimas bienaventuranzas vemos que ellas llaman al amor. La misericordia es su forma inicial. La pacificación espiritual es la forma más alta de amor para cuyo éxito son necesarias la pureza del corazón y la iluminación Divina. La fidelidad a Dios ante burla y persecución y también ser listo para ofrecer su vida por el nombre de Cristo es la expresión mas alta de amor a Dios. Así los últimos cinco mandamientos muestran al cristiano las formas, cada vez mas perfectas de amor, trazan ante él el plano de las bóvedas superiores del templo de la virtud.

En conclusión es necesario decir que el cristiano que tiende al amor no debe olvidar ni menospreciar los fundamentos sobre los cuales está su edificio de la virtud — tales como la humildad, la purificación de la conciencia y la mansedumbre. Porque si el fundamento espiritual comienza a debilitarse y rajarse, todo el edificio puede caer. Sobre este peligro Jesús de Nazaret, hablará en la última parte de Su prédica. Las partes siguientes del Sermón de la Montaña, que mencionaremos mas abajo, pueden ser consideradas como el desarrollo de los principios espirituales dados en las Bienaventuranzas.

Los Cristianos Son la Luz del Mundo

"Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra todos los que están en casa. Así alumbra vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mat. 5:13-16).

Habiendo terminado las Bienaventuranzas con la prevención sobre posibles persecuciones de la fe, Cristo con las palabras: "Vosotros sal de tierra…luz del mundo" muestra cuan preciosos y valiosos para el mundo son los cristianos. En la antigüedad la sal valía mucho y a veces era usada en lugar de dinero. Al no existir las neveras, la sal se usaba para conservar los alimentos. Los cristianos, como la sal, contienen a la sociedad de la descomposición moral. Ellos son su principio sanador.

El nombre "la luz" en el sentido mas cercano de la palabra se refiere a (Jesucristo), Quien ilumina a todo hombre que viene al mundo. Pero la gente creyente, en cierta medida, también pueden ser llamados luz o rayos del Sol. Esto no significa que deben exponer sus obras. Sobre la realización de las obras de bien "en secreto" hablaremos en la siguiente parte del Sermón de la Montaña. En este caso decimos que su vida virtuosa, como una vela que arde sobre un portavela, o como una ciudad que se encuentra sobre la cima de la montaña, no puede ser invisible y ocasiona una influencia benéfica sobre la sociedad que la rodea. En realidad, el buen ejemplo de los cristianos contribuyó a la expansión del cristianismo y aniquilación de las brutales costumbres paganas.

La gente siempre conoce y aprecia al hombre que conoce y ama a su ocupación. Cualquiera que sea su profesión, si él la practica bien y trabaja honestamente, es necesario a la sociedad y merece respeto. De manera semejante, todos esperan de un cristiano una forma de vida cristiana, quieren ver en él un ejemplo de la fe sincera, honestidad, una disposición de ánimo espiritual y amor. Por otro lado, no hay nada mas triste, como ver a un cristiano que vive solo de intereses terrenales y animales. Un hombre así Jesús de Nazaret, comparó con la sal que perdió su gusto. Esta sal no sirve para nada y hay que tirarla afuera para que la gente la pisotee.

Dos Medidas de la Virtud: Antigua y Nueva

"No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. ¡Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido! De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos" (Mat. 5:17-20).

La siguiente parte del Sermón de la Montaña, que llega hasta el final del capítulo 5º del Evangelio de Mateo, está dedicada a la aclaración de qué es el verdadero amor. Para mayor claridad Jesús de Nazaret, compara Su enseñanza con los puntos de vista religiosos existentes entre los hebreos. Los hebreos, acostumbrados a escuchar de la boca de sus maestros de la ley los discursos sobre ceremonias y costumbres, podían pensar que Jesús de Nazaret, les predicaba una enseñanza completamente nueva, contraria a la ley de Moisés. Jesús de Nazaret, explica en la siguiente parte de Su Sermón de la Montaña que Él predica no una enseñanza nueva, sino revela a ellos el sentido mas profundo de los mandamientos ya conocidos para ellos. La ley del Antiguo Testamento no poseía la benéfica y regenerativa fuerza, no podía llevar al hombre a la perfección. No podía ayudar al hombre a vencer el mal dentro de él, sino, principalmente, dirigía la atención del hombre hacia sus actos. Con esto los mandamientos del Antiguo Testamento tenían un carácter negativo: "No mates… no forniques… no robes… no presentes falso testimonio." La ley del Antiguo Testamento no tenía fuerza para renovar a la naturaleza espiritual del hombre. El concepto mismo de la virtud en aquel tiempo era simplificado. El hombre que no cometía groseros y evidentes delitos y que cumplía las prescripciones ceremoniales de la ley era considerado un justo. Los letrados y fariseos se vanagloriaban de su perfecto conocimiento del ceremonial de la ley.

Se sabe que mientras las raíces de una planta silvestre y venenosa son intactas, la poda de sus ramas solo temporalmente limita su difusión. De manera semejante mientras las pasiones están firmemente dentro del hombre — los pecados son inevitables. Jesús de Nazaret, vino al mundo para destruir las raíces mismas del pecado en el hombre, reconstruir en él la vulnerada imagen Divina. En el Nuevo Testamento el cumplimiento exterior y visible de las prescripciones de la ley no son suficientes. Dios necesita el amor del corazón puro.

Sobre esto habla Jesús a los judíos: "No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir" (Mat. 5:18). Y luego Jesús de Nazaret, en comparaciones evidentes muestra en qué consiste el "cumplimiento" o la verdadera realización de la ley. Jesús de Nazaret, hace notar los mandamientos que prohíben matar, quebrantar la fidelidad conyugal y también el permiso entre los hebreos del juramento, venganza y odio a los enemigos y les muestra la superioridad del perfecto amor cristiano. "Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás, y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio: y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego" (Mat. 5:21-22).

El sexto mandamiento de Moisés prohibía quitar la vida al hombre. Jesús de Nazaret, profundiza el sentido del 6º mandamiento y dirige la atención hacia aquellos sentimientos malos que empujan al hombre al asesinato tales como ira, maldad y odio. En realidad, estos mismos sentimientos malos, inducen al hombre a ofender y humillar al prójimo. El cristiano debe contener todas las manifestaciones de maldad contra el prójimo, tales como palabras ofensivas y humillantes.

Para no conservar la maldad en el corazón Jesús de Nazaret, nos llama a perdonar y apresurarnos a la reconciliación con nuestros ofensores. "Por lo tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante" (Mat. 5:23-26).

Mas adelante Jesús de Nazaret, se detiene en el 7º mandamiento del Antiguo Testamento que reza: "No adulteres" y dirige nuestra atención sobre aquellos sentimientos impuros que engendran la traición conyugal y otros pecados carnales: "Os digo que todo aquel que mira a la mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón" (Mat. 5:28). En otras palabras, los pecados de adulterio o fornicación nacen en el corazón del hombre. Por eso hay que cortar todo deseo pecaminoso en su inicio no dándole la posibilidad de dominar a nuestros pensamientos y voluntad.

Jesús de Nazaret, como conocedor del corazón, sabe cuan difícil es para el hombre luchar contra las tentaciones carnales y por eso Él nos enseña ser decididos y inclementes hacia si mismo cuando vemos que alguien o algo nos empuja hacia el pecado. "Por lo tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno" (Mat. 5:29).

Es una metáfora. Se puede parafrasear así: si algo o alguien es tan caro para ti como el ojo o la mano, pero te tientan, libérate de esta cosa o corta el contacto con el seductor. Es mejor privarse de su amistad que ser privado de la vida eterna.

Habiendo explicado como luchar con deseos pecaminosos, Jesús de Nazaret, se detiene luego sobre el tema de la indisolubilidad del matrimonio. Hacia este tema Jesús de Nazaret, vuelve en Su plática con los saduqueos y explica que en el matrimonio se realiza el misterio Divino en el cual los dos — marido y mujer — se tornan una sola carne. Por eso, "lo que Dios unió, que el hombre no separe" (Mat. 19:6). En otras palabras, a nadie entre la gente está dado el derecho de divorciar. Una vez hechos los votos, la unión conyugal cumplida, los esposos deben encontrar el lenguaje común y nivelar las diferencias de opinión.

Después de esto Jesús de Nazaret, vuelve al tema de la ira y se detiene en una de las variantes de esta pasión, que entre los hebreos estaba legalizada en forma de venganza. Para vencerla Jesús de Nazaret, otorga a los cristianos el arma del amor diciendo así:

"Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿que hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mat. 5:38-48).

Aceptando la venganza, la ley del Antiguo Testamento de hecho, trataba de limitarla. En el caso cuando un hombre a propósito o por casualidad causaba al otro algún daño físico, la ley no permitía a la victima la venganza sin control contra el ofensor. La ley trataba de limitar a la venganza, "pagando con la misma moneda": por un ojo perdido con un ojo, por el diente con un diente, etc. En los tiempos de Moisés la ley que limitaba a la venganza era muy contemporánea, por que sin ella la venganza pasaría toda medida y el hombre que trajera al otro, sin querer, alguna perdida o daño, se encontraba en el peligro de sufrir cualquier daño de un vengador furioso. Sin embargo la limitación de la venganza no resolvía el problema básico: como cortar completamente la enemistad entre los hombres.

Jesús de Nazaret, da la posibilidad de destruir la venganza en su embrión. Para este fin Él ordena perdonar a los ofensores y no entablar entre la gente discusiones vitales: "No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra" (Mat. 5:39). Tal como a un fuego no se apaga con el fuego, así también la maldad no puede ser eliminada con la venganza. La única arma contra la maldad — es el amor. Es posible que el prójimo no enseguida aprenderá con nuestra condescendencia. Pero el fin principal está alcanzado: el mal no se expandió sobre nosotros. Nos replegamos físicamente, pero vencimos espiritualmente. Por esta victoria debemos agradecer a Dios — es una victoria eterna.

Indudablemente con las palabras "no oponerse al mal" Jesús no enseña una rendición ante el mal, reconocerle el derecho a la ciudadanía, tal como astutamente reinterpreta estas palabras de Cristo el escritor L. Tolstoy. Aquí Jesús de Nazaret, solo prohíbe pedir las cuentas por motivos personales. En cambio, en aquellos casos cuando se produce una directa vulneración de los mandamientos Divinos, en particular cuando con esto surge la tentación para los fieles, Jesús de Nazaret, ordena luchar con el mal diciendo: "Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Más si no te oyere, toma aun contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos consiste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano" (Mat. 18:15-17). O sea — hay que tratar de hacer entender al que peca. Pero si el hombre está tan empedernido en el pecado que ya no acepta ningún concejo, hay que cortar todo contacto con él. Jesús de Nazaret, no otorgó a la Iglesia otra arma contra los desobedientes, salvo interdicción y excomunión.

Como conclusión de Su enseñanza sobre la superación de toda enemistad y venganza Jesús de Nazaret, muestra en que consiste la expresión más alta del amor. La ley del Antiguo Testamento no era ajena al concepto del amor, pero lo limitaban a los prójimos (Lev. 19:17-18). Los letrados, astutamente, completaron la orden de amar al prójimo con el permiso de odiar a los que no son prójimos, en particular a los enemigos. Jesús de Nazaret, explica que el amor al prójimo es tan elemental que hasta los pecadores son capaces de él. De un cristiano se espera un amor mas perfecto y Jesús de Nazaret, dice:

"Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos" (Mat. 5:43-45).

Así vemos que Jesús de Nazaret, en Su enseñanza sobre la superación de todas las variedades de ira, paulatinamente eleva el pensamiento humano cada vez mas alto, acercándolo hacia la imitación del amor infinito del Padre Celestial. El amor tiene muchas formas y matices en su expresión. La más elemental es no permitir la ira contra la gente, luego — vencer el deseo de la venganza y el esfuerzo de perdonar a los ofensores; luego las formas mas altas del amor es soportar con mansa paciencia los sinsabores de la gente y ayudar a los que no nos gustan. Finalmente, el sentimiento de lastima y amor hacia nuestros enemigos, oración por ellos y deseo de bien a ellos son formas mas altas de amor. El ejemplo de tal amor perfecto nos mostró el Mismo Jesús, cuando en la cruz mansamente oraba por Sus crucificadores.

Así en el Sermón de la Montaña Jesús de Nazaret, lleva a los cristianos a la cima misma de la virtud: "Así sed perfectos, como es perfecto vuestro Padre Celestial" (Mat. 5:48) He aquí el ideal y la mas alta meta del cristiano — ¡ser semejante a su Padre Celestial! Con esto el cristiano debe recordar que él sube a la perfección no solo con su esfuerzo sino, principalmente con la cooperación de la gracia del Espíritu de Dios.

Sobre la armonía entre lo externo y lo interno

"Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos, de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, par ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en el secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis" (Mat. 6:1-8).

Jesús de Nazaret, quiere que el hombre haga bien en forma desinteresada — por el deseo de complacer a Dios o ayudar al prójimo y no para su provecho o alabanza. Jesús de Nazaret, quiere que la intención del hombre sea tan impecable como sus palabras y hechos. En los tiempos de la vida terrenal de Jesús de Nazaret, la virtud era muy estimada, y los hebreos a menudo competían entre sí, quien reza las oraciones mas a menudo y en forma mas larga, quien ayuna mas severamente, quien mas generosamente distribuye la limosna. En esta competencia a veces y particularmente en el medio de letrados y fariseos, las obras de bien se transformaban en un medio para recibir alabanzas. Tal enfoque utilitario de la religión llevaba a la hipocresía y santurronería. De la obra de bien quedaba solo la apariencia — solo cáscara sin contenido. Jesús de Nazaret, previene a Sus seguidores contra la piedad de exhibición calculada "para exportación" y ordena complacer a Dios de corazón puro. Dando ejemplos de obras de bien Jesús de Nazaret, instruye como hay que orar y dar la limosna para que estas obras de bien sean aceptadas por Dios. "Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos" (Mat. 6:1). En esta frase y otras semejantes Jesús de Nazaret, dirige la atención a la meta con la cual iniciamos la obra de bien. Está realizada "en secreto" o sea no para mostrar sino para Dios, merece Su premio. Aquí hay que mencionar que el mandamiento de "orar en secreto" no suprime la oración social ya que Jesús de Nazaret, llamaba a la oración conjunta, diciendo: "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mat. 18:20).

La orden de no usar palabras superfluas enseña no mirar a la oración como cierto exorcismo, donde el éxito depende del número de las palabras. La fuerza de la oración reside en la sinceridad y la fe, con la cual el hombre se dirige a Dios. Sin embargo, la oración larga no es prohibida, todo lo contrario aconsejada porque cuan mas largo está orando el hombre tanto permanece él en contacto con Dios. El Mismo Señor (Jesucristo), a menudo, pasaba orando noches enteras.

Es necesario hacer notar que mas adelante en esta parte del Sermón de la Montaña Jesús de Nazaret, habla sobre el ayuno con misma dedicación como Él hablaba de la oración y la limosna. Por consiguiente el ayuno es necesario. Por desgracia los cristianos contemporáneos, para satisfacer a su carne pecadora descartan completamente la hazaña de contención. Les gusta citar las palabras: "No lo que entra en la boca contamina a hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre" (Mat. 15:11). Mientras tanto sin reprimir nuestro apetito y deseos carnales es imposible corregir el corazón. Por eso otras virtudes como oración y misericordia, sin la hazaña de la contención no pueden manifestarse en debida medida.

Es indudable que actualmente vivimos en condiciones completamente diferentes y con otros estándares morales. Es dudoso que en nuestros días alaben al hombre por sus hazañas de ayuno y oración — mas bien se burlarán de él como de una persona rara. Por eso el cristiano debe, quiere o no, esconder a sus virtudes. Pero esto no significa que la hipocresía dejó de existir en nuestros días. Solo tomó otras formas. Ahora se viste en falsa cortesía y poco sinceros cumplidos. No es raro que detrás de palabras agradables y sonrisas se escondan el desprecio y la maldad. Alaban a la cara y ofenden detrás de la espalda. Así del amor y benevolencia cristianos quedó solo una lastimosa apariencia. Es la misma hipocresía pero en otra vestimenta. Así la prédica de Cristo sobre la falta de sinceridad está dirigida contra todas las formas de hipocresía tanto antiguas como nuevas.

La Oración de Nuestro Señor

"Padre nuestro Que estás en los cielos. Santificado sea Tu nombre, venga a nos Tu reino. Hágase Tu voluntad así en la tierra, como en el cielo. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén" (Mat. 6:9-13).

Enseñándonos de no decir nada superfluo Jesús de Nazaret, como un modelo de la oración, nos da la oración "Padre nuestro" o como a menudo la nombran "la Oración de Jesús de Nazaret,." Esta oración es notable porque en pocas palabras abarca lo importante tanto espiritual como material que es necesario para el hombre. Además la oración "Padre nuestro" nos enseña de disponer correctamente nuestras necesidades indicando lo que es mas importante y lo que es secundario.

"Padre nuestro, Que estás en el cielo." Dirigiéndonos a Dios con las palabras "Padre nuestro" nos recordamos que Él como el mas amante Padre, constantemente se preocupa por nuestro bien. Mencionamos el cielo para separar a nuestro pensamiento de las preocupaciones de la vida y dirigirla hacia donde debe estar dirigido el camino de nuestra vida, donde se encuentra nuestra patria eterna. Notemos la circunstancia importante que todos los pedidos de la Oración de Jesús de Nazaret, están en plural. O sea oramos no solo por nosotros mismos, sino por todos nuestros parientes consanguíneos y por la fe y en cierta medida, por toda la gente. Con esto recordamos que somos todos — hermanos, hijos de Padre Celestial.

"Santificado sea Tu nombre." En este primer pedido expresamos el deseo que el Nombre Divino sea honrado y glorificado por nosotros y por toda la gente, que la verdadera fe y piedad se extienda por todo el mundo. El segundo pedido completa al primero: "Que llegue Tu Reino." Aquí pedimos a Dios que reine en nuestros corazones, que Su ley dirija nuestros pensamientos y obras, que Su gracia ilumine a nuestras almas. En esta vida temporal el Reino Divino no es visible para ojos físicos: nace en almas de los cristianos. Pero llegará el tiempo cuando todos aquellos que tenían el Reino Divino en su interior, serán dignos también de entrar con su alma y cuerpo renovado en el Reino de Su eterna gloria. Ningunas riquezas ni placeres terrenales pueden compararse con el gozo del Reino Celestial, donde se encuentran Ángeles y gente santa. Es por eso que el alma creyente languidece en este mundo y añora llegar al Reino Celestial.

En las interrelaciones humanas colisionan multitud de distintos intereses y deseos a menudo pecaminosos y de amor propio. De ahí surgen entre la gente diversos roces, inconvenientes y ofensas reciprocas. Con tal diversidad de deseos humanos no podemos pretender que todo en nuestra vida vaya suave y tal como lo deseamos, mas todavía, porque a menudo nosotros mismos nos equivocamos en nuestras metas y emprendimientos. La Oración de Jesús de Nazaret, nos recuerda que solo Dios sabe perfectamente lo que necesitamos y nos enseña a pedir a Él la dirección y ayuda. "Hágase Tu Voluntad así en la tierra como en el cielo."

En los primeros tres pedidos de la Oración de Jesús de Nazaret, pedimos para nosotros de Dios lo mas importante: que se instale el bien en nuestras almas y condiciones de la vida. Los pedidos subsiguientes pasan a las necesidades mas particulares y segundarias. A esta categoría pertenece todo lo que necesitamos para la existencia física. "El pan nuestro de cada día dánoslo hoy." La palabra "de cada día" es la traducción correcta de la palabra griega "epiusion" que significa "necesario." En este pedido entra: la comida, el techo, la vestimenta y todo necesario para la existencia. No nombramos a estas cosas en particular porque el Mismo Padre Celestial sabe lo qué enviarnos. No pedimos por el día de mañana ya que no sabemos si estaremos vivos.

El pedido siguiente sobre el perdón de nuestras deudas es el único pedido limitado por una condición: "Y perdona a nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores." El concepto "deudas" es mas amplio que "pecados." Tenemos muchos pecados, pero deudas hay mas. Dios nos dió la vida para que hagamos el bien a los prójimos, aumentemos nuestras capacidades — "talentos." Cuando no cumplimos nuestros designios terrenales, entonces tal como el esclavo perezoso enterramos nuestro talento y resultamos deudores ante Dios. Teniendo conciencia de esto pedimos a Dios de perdonarnos. Jesús de Nazaret, conoce nuestra debilidad, falta de experiencia y nos tiene lástima. Él está listo para perdonarnos, pero con la condición: que perdonemos a todos los que tienen faltas ante nosotros. La parábola sobre el inmisericordioso deudor (Mat. 18:13-35), ilustra claramente el vínculo entre el perdón de las ofensas y la obtención de Dios del perdón de las deudas.

Al final de la Oración de Jesús de Nazaret, decimos "Y no nos dejes caer en la tentación mas libéranos del mal. Amen." El mal se refiere al diablo — principal fuente de todo mal en el mundo. Pero las tentaciones pueden surgir por numerosas y diversas causas: de la gente, de condiciones negativas de la vida, y principalmente de nuestras pasiones. Por eso al final de la oración, humildemente, confesamos a nuestro Padre Celestial nuestra debilidad espiritual, Le pedimos no dejarnos llegar hasta el pecado y protegernos de las acciones del príncipe de las tinieblas — el diablo.

Concluimos la Oración de Jesús de Nazaret, con las palabras que expresan nuestra plena fe que Dios hará todo según nuestro pedido porque Él nos ama y todo obedece a Su omnipotente voluntad: "Porque Tuyo es el Reino, y la Fuerza y Gloria." La palabra final "Amen" en hebreo significa: "¡en verdad que sea!"

Sobre la adquisición del tesoro eterno

La adicción a la riqueza impide mucho al hombre de ser virtuoso. En Sus instrucciones y parábolas Jesús de Nazaret, muchas veces prevenía a la gente contra la adicción excesiva a los bienes terrenales. En el Sermón de la Montaña Jesús de Nazaret, directamente prohíbe al cristiano de enriquecerse diciendo:

"No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas" (Mat. 6:19-24).

Esta instrucción, sin duda, no se refiere al trabajo común necesario para alimentar a si mismo y a su familia. Se prohíbe aquí al hombre dedicarse a esfuerzos superfluos y cansadores relacionados con el enriquecimiento. Sobre la necesidad de trabajar las Sagradas Escrituras dicen así: "Quien no quiere trabajar, que no coma" (2 Tesal. 3:10).

Para alejar al hombre del excesivo amor a los bienes materiales, Jesús de Nazaret, recuerda que estos son inconstantes y perecederos: son destruidos por el óxido, polilla y diversos accidentes, los quita la gente mala, roban los ladrones y finalmente el hombre será forzado igualmente a dejarlos en la tierra, cuando muera. Por eso en lugar de gastar sus fuerzas para acumular bienes pasajeros, para el hombre es mejor ocuparse en adquirir la riqueza interior, que es verdaderamente valiosa y será su posesión eterna.

A la riqueza interior pertenecen "los talentos" del hombre — sus capacidades de la mente y del alma que le fueron dados por el Creador para su desarrollo y perfeccionamiento. Y, ante todo, a la riqueza espiritual hay que atribuir las virtudes del hombre tales como la fe, el valor, la contención, la paciencia, la constancia, la esperanza en Dios, la compasión, la generosidad, el amor y otros. Estas riquezas espirituales hay que adquirir con una vida justa y obras de bien. La mas valiosa de las riquezas espirituales es la pureza moral y la santidad, que se otorgan al hombre virtuoso por el Espíritu de Dios. Por esta riqueza el hombre debe pedir a Dios en forma diligente. Cuando la reciba, debe guardarla con cuidado en su corazón. Hacia la adquisición de esta polifacética riqueza interior Jesús de Nazaret, llama, justamente, en Su Sermón de la Montaña.

Tanto como la riqueza espiritual ilumina el alma del hombre, las preocupaciones cansadoras por los bienes materiales temporales oscurecen su mente, debilitan la fe y llenan su alma de martirizante confusión. Hablando en forma imaginativa de esto, Jesús de Nazaret, compara la mente humana con el ojo, que debe ser conductor de la luz espiritual: "La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas" (Mat. 6:22-23). En otras palabras, tal como un ojo vulnerado priva al hombre de la posibilidad de ver la luz, así el alma oscurecida por excesivas preocupaciones vitales no es capaz de percibir la luz espiritual, no puede entender la esencia espiritual de los acontecimientos y su designio en la vida. Por eso una persona ávida de dinero es igual a un ciego. En las parábolas "Sobre el insensato rico" y sobre "el rico y Lázaro," Jesús de Nazaret, en forma clara representó el oscurecimiento espiritual y la perdición de dos hombres ricos, que aparentemente en el resto no eran gente mala (Luc. 12:13-21; 16:14-31).

Pero, ¿sería posible sobreponer el enriquecimiento espiritual con el material? Jesús de Nazaret, explica que esto es tan imposible como servir, al mismo tiempo, a dos exigentes patrones: "Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas" (Mat. 6:24).

En la antigüedad "Mamona" era un dios pagano, protector de la riqueza. Mencionando a ese ídolo, Jesús de Nazaret, asemeja a una persona adicta al dinero a un pagano y con esto indica cuan baja es su pasión. El relato Evangélico sobre el joven rico muestra que el hombre que ama a la riqueza no es capaz de separarse de ella hasta ante un sincero deseo de servir a Dios. El amor a la riqueza suprime en él todas las buenas tendencias y él confía mas en su dinero que en la ayuda Divina. Es por esto que fue dicho: "Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que aman las riquezas" (Marcos 10:26). Aquí hay que aclarar que a veces pecan de amor al dinero no solo los ricos sino también aquellos que constantemente sueñan con la riqueza y ven en ella su felicidad.

En la conclusión de esta parte del Sermón de la Montaña Jesús de Nazaret, explica que todo lo necesario para la vida viene a nosotros no tanto de nuestro esfuerzo cuanto por la gracia de Dios, Quien, como un Padre bondadoso constantemente se preocupa de nosotros.

"Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, que habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, como crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mat. 6:25-33).

En realidad, el don de la vida y la organización maravillosa de nuestro organismo, la tierra con sus riquezas naturales, flores, frutos y distintos cereales, la luz solar y el calor, el aire y el agua, las estaciones y todas las condiciones externas necesarias para nuestra existencia — todo esto nos es dado por el bondadoso Creador. Por eso la mayoría de los animales, aves, peces y otros seres no trabajan como los hombres sino solo recogen su alimento ya listo. La naturaleza también les provee de morada y techo.

Para el hombre de poca fe es necesario aprender a confiar mas en Dios que en sus propias fuerzas. Jesús de Nazaret, no nos llama a la inacción sino quiere liberarnos de pesadas preocupaciones y excesivos trabajos en aras de objetos temporales, para darnos la posibilidad de ocuparnos de la eternidad. Jesús de Nazaret, promete que si vamos a tratar de salvar, en primer término, a nuestra alma, entonces, todo el resto necesario Él Mismo nos enviará: "Mas buscad primeramente el reino de los cielos y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mat. 6:33).

Así, esta parte del Sermón de la Montaña llama al hombre a no ser ávido, conformarse con lo imprescindible y sobretodo preocuparse de la riqueza espiritual y la vida eterna.

Sobre el no juzgar  al prójimo

Un gran mal y tentación para el hombre es la costumbre de hablar mal de otros. Jesús de Nazaret, prohíbe severamente juzgar y condenar: "No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido" (Mat. 7:1-5).

Sabemos que el renacimiento espiritual no viene por si solo. Exige una severa verificación de actos, pensamientos y sentimientos, está construido sobre una activa corrección de sí mismo. El hombre que sinceramente pretende vivir en forma cristiana, no puede, a veces, dejar de notar el nacimiento en él de pensamientos malos, impulsos pecaminosos, que aparecen como por si mismos. Venciendo estas tentaciones internas, él sabe por experiencia propia cuan difícil y tensa es la lucha con sus faltas, cuanto esfuerzo cuesta hacerse virtuoso. Por eso, un verdadero cristiano siempre piensa de sí mismo en forma muy modesta, se considera pecador y se entristece por su falta de perfección y pide a Dios perdón de sus pecados y ayuda para mejorar. Tal conciencia sincera de su imperfección vemos en todos los verdaderos justos.  Naturalmente, el hombre, que con todas sus fuerzas trata de corregirse a si mismo, no mostrará curiosidad por los pecados o errores de otros, además no encontrará ningun interés en su divulgación o comentarios dañinos y perversos en forma de chismes.

Sin embargo, gente, que conoce solo superficialmente la enseñanza Evangélica, y que no viven en forma cristiana, a menudo, son muy atentos en las faltas ajenas y gozan hablando mal de otros. La condenación es el primer signo de la ausencia en el hombre de la vida espiritual. Es todavía peor cuando un descuidado pecador en su ceguera espiritual, trata de enseñar a otros. Jesús de Nazaret, pregunta a semejante hipócrita: "O ¿como dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?" (Mat. 7:4).Bajo la "viga" se puede entender la ausencia en el hombre que juzga de la sensibilidad espiritual — su grosería moral. Si él se preocuparía de la purificación de su conciencia y por experiencia sabría todas las dificultades del camino de la virtud, no se atrevería de proponer a otro sus lastimosos servicios. ¡No es natural para un enfermo tratar de curar a otros!

Así, según las palabras de Jesús de Nazaret, la ausencia de la sensibilidad espiritual es peor que otras faltas, cuanto una "viga" es mas pesada que una paja. Semejante ceguera espiritual demostraron los jefes judíos de los tiempos de la vida terrenal de Jesús de Nazaret, — los eruditos y fariseos. Juzgando en forma despiadada a todos, ellos se consideraban solo a sí mismos justos. ¡Hasta en Cristo encontraban faltas y ante todo el pueblo Lo criticaban porque Él no guardaba el sábado, aceptaba comer con publicanos y pecadores! No entendían ellos que Jesús de Nazaret, hacía todo esto para la salvación de la gente. Los eruditos y fariseos, escrupulosamente, se ocupaban de los detalles ceremoniales — sobre la limpieza ritual de la vajilla, muebles, sobre el pago del diezmo, sobre la menta y el anís y al mismo tiempo, sin remordimiento eran hipócritas, odiaban y trataban mal a la gente (ver Mat. cap. 23). Llegando a la extrema obnubilación(confusion mental y espiritual), ellos condenaron a muerte en la cruz al Salvador del mundo y luego ante el pueblo mintieron sobre Su resurrección de los muertos. ¡Con todo esto ellos seguían visitando el templo y largamente oraban para mostrarse! Por eso no es extraño que ahora como entonces, y en todos los tiempos los hipócritas autosatisfechos, parecidos a ellos, encontrarán causas para condenar a otros.

El Apóstol Jacobo explica que el derecho de juzgar pertenece solo a Dios. Él es el Único Legislador y Juez. Todos los hombres, sin excepción, siendo pecadores en distinto grado, son Sus acusados. Por eso, el hombre que condena a sus prójimos, se apropia para sí el nombre de juez y con esto peca mucho. Jesús de Nazaret, dice que cuan mas severamente el hombre juzga a la gente, tanto mas severamente será juzgado por Dios.

La costumbre de juzgar a otros tiene raíces profundas en la sociedad contemporánea. A menudo, una inocente conversación entre amistades, sobre cualquier tema, pasa luego a juzgar la conducta de otra gente. Hay que recordar, que el pecado es un veneno espiritual. Tanto, como la gente que tiene contacto con venenos comunes, se encuentra siempre en peligro de envenenamiento por un contacto descuidado o por respirar sus efluvios, así, también la gente que gusta de hablar sobre las faltas de sus conocidos, con esto contacta el veneno espiritual y se envenena. Por eso no es sorprendente que ellos se impregnen paulatinamente con este mal que condenan. San Marcos el asceta instruía sobre ese tema: "No desees saber las iniquidades de los demás, porque describiéndolas, se graban en ti." A la gente de alta vida espiritual San Marcos aconsejaba tener compasión de la gente que todavía no había llegado a la altura espiritual. Esta compasión y comprensión, según sus palabras, es necesaria para conservar entero su propio orden espiritual. "El que posee algún talento espiritual y compasión con respeto a los que carecen de esta espiritualidad, con esta compasión, conserva su propio talento" ¡Este es el verdadero modelo cristiano!

Prohibiendo condenar (juzgar), Jesús de Nazaret, luego explica que no condenar no significa la indiferencia ante el mal y ante todo lo que pasa alrededor. Jesús de Nazaret, no quiere que se toleren con indiferencia costumbres pecaminosas en nuestro medio o que se permita a los pecadores un acceso igual al santuario como a los justos. Jesús de Nazaret, dice: "No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen" (Mat. 7:6). Aquí Jesús de Nazaret, llama "perros" y "cerdos" a la gente moralmente baja, que se tornó vulgar e incapaz de corregirse. El cristiano debe guardarse de gente así: Sino ellos pueden burlarse y profanar lo santo. Tampoco es indicado de compartir con los cínicos los sentimientos profundos, abrir ante ellos el alma para que ellos puedan según las palabras de Jesús de Nazaret,: "No lo pisoteen y se vuelvan y os despedacen" (Mat. 7:6). Así en esta parte del Sermón de la Montaña Jesús de Nazaret, nos previene contra dos extremos: indiferencia hacia el mal y condena de los prójimos.

Sobre la constancia y esperanza en Dios

"Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? O si le pide un pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?" (Mat. 7:7-11).

Esta instrucción habla tanto de la constancia en la oración como en las obras. El hombre que tiene buenas intenciones resulta a veces que pasa de un extremo al otro. Al principio con entusiasmo comienza alguna obra de bien luego cuando se topa con dificultades, la deja y no hace mas nada. La causa de tal inconstancia es la falta de experiencia y la presunción.

 Es indudable que la mayoría de la gente es en forma diferente débil y poco experimentada en la vida virtuosa. Pero es igualmente malo no hacer nada como tratar de emprender algo que sobrepasa nuestras fuerzas. Para evitar a estos extremos hay que pedir a Dios, en primer termino la instrucción, luego — ayuda, creyendo que "todo él que pide, recibe y el que busca, encuentra y al que llama, le abrirán" (Luc. 11:9). Para fortalecer nuestra fe y recibir lo que pedimos, Jesús de Nazaret, pone como ejemplo nuestra relación con los hijos: "¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? O si pescado, en lugar de pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará El Espíritu de Dios, a los que se lo pidan? (Luc. 11:11-13). Para mayor claridad de cómo Dios cumple nuestros pedidos, Jesús relató la parábola sobre un juez malo. El sentido de la parábola es comprensible: si hasta un juez malo cumplió el pedido de la viuda, para que no lo importunara, mas todavía Dios, Quien es misericordioso, cumplirá nuestra oración (Luc. 18:1-8).

San Lucas citando las palabras de Jesús de Nazaret, sobre la constancia en la oración, en lugar de la palabra "bienes" cita las palabras "del Espíritu de Dios." Es posible que Jesús de Nazaret, mas tarde en esta misma charla aclare que la gracia Divina es el máximo bien que hay que pedir. En realidad, todo lo mas alto y bueno tiene como su fuente al Espíritu de Dios, por ejemplo: la conciencia limpia, la claridad de la mente, la fuerza de la fe, la comprensión de la finalidad de la vida, el ánimo y las fuerzas, la paz del alma, la alegría no terrenal y en particular la santidad que constituye el mas alto tesoro del alma.

Lo que se refiere a los bienes materiales, éxitos en la vida, que tratamos de adquirir, se los puede pedir a Dios. Pero es necesario recordar que tienen valor segundario y temporal. Tal como Jesús de Nazaret, insiste mas adelante, debemos dirigirnos no hacia lo que nos es agradable y fácil, sino hacia aquello que nos lleva a la salvación: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan" (Mat. 7:13-14). El camino ancho — es la vida dirigida hacia el enriquecimiento y placeres carnales. El camino angosto — es la vida dirigida hacia la corrección del corazón y las obras de bien.

Al final de esta parte del Sermón de la Montaña, Jesús de Nazaret, nos da un mandamiento notable por su brevedad y claridad y que abarca a toda la gama de interrelaciones humanas: "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas" (Mat. 7:12). En esto está todo el sentido de la ley Divina y los escritos de los profetas.

Así, en esta parte de Su prédica Jesús de Nazaret, nos enseña que eligiendo el camino angosto de la vida y tratando hacer el bien a todo hombre, pedir con constancia a Dios para iluminarnos, para ayudarnos y para otorgarnos dones espirituales Dios infaliblemente nos ayudará porque Él es la fuente infinita de todos los bienes y es nuestro Padre amante.

Sobre los falsos profetas

Al final de Su Sermón de la Montaña Jesús de Nazaret, previene a los fieles contra los falsos profetas asemejándolos a lobos en piel de oveja. Los "perros" y los "cerdos" a los cuales se refería Jesús de Nazaret, mas arriba, no son tan peligrosos a los fieles como los falsos profetas, porque su viciosa forma de vivir es evidente y solo debemos rechazarlos. Los falsos maestros presentan a la mentira como la verdad y sus reglas de la vida — como Divinas. Hay que ser muy sensible y sabio para ver qué peligro espiritual representan ellos.

"Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. Acaso ¿se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de Mí, hacedores de maldad" (Mat. 7:15-23).

Esta comparación de los falsos profetas con los lobos que se hacen pasar por ovejas, fue muy convincente para los hebreos que escuchaban a Cristo, porque a lo largo de su historia de muchos siglos, este pueblo sufrió muchas inconvenientes de los falsos profetas.

Comparados con los falsos profetas, las virtudes de los verdaderos profetas eran muy evidentes. Los profetas verdaderos se distinguían por ser desinteresados, obedientes a Dios, tenían valor para acusar los pecados humanos, una profunda humildad, amor, severidad hacia sí mismos y pureza de la vida. Ellos se ponían la meta de atraer a la gente hacia el Reino de Dios y eran un principio constructivo y unificador en la vida de su pueblo. A pesar de que los verdaderos profetas a menudo eran rechazados por la amplia masa de sus contemporáneos y perseguidos por la gente del poder, su actividad sanaba a la sociedad, inspiraba para la vida justa y la hazaña a los hijos mejores del pueblo hebreo, en una palabra, llevaba hacia la gloria Divina. Estos buenos frutos traía la actividad de verdaderos profetas que eran admirados por los hebreos creyentes de generaciones subsiguientes. Con agradecimiento recordaban a los profetas Moisés, Samuel, David, Elías, Isaías, Jeremías, Daniel y otros.

Una forma totalmente diferente de acción y otras metas seguían los falsos profetas, que no eran pocos. Rehuyendo las acusaciones de los pecados, ellos hábilmente lisonjeaban a la gente con lo cual se aseguraban el éxito entre la masa del pueblo y benevolencia de los poderosos de este mundo. Con las promesas de bienestar ellos adormecían la conciencia moral de la sociedad. Mientras que los verdaderos profetas hacían todo para el bien y la unidad del Reino de Dios, los falsos profetas buscaban la gloria y el provecho personales. Ellos falsamente acusaban los verdaderos profetas y los perseguían. En última instancia, su actividad contribuía a la destrucción del estado. Tales eran los frutos espirituales y sociales de la actividad de los falsos profetas. Pero la rápida gloria de ellos se descomponía mas rápido que sus cuerpos perecederos y los hebreos de generaciones subsiguientes con vergüenza recordaban como sus ancestros fueron seducidos.

En los períodos de decadencia espiritual, cuando Dios enviaba verdaderos profetas para dirigir a los hebreos al camino bueno, simultáneamente aparecía entre ellos gran cantidad de profetas falsos. Así, por ejemplo, particularmente numerosos predicaban desde 8º a 6º siglo antes de Cristo, cuando perecieron los reinos de Israel y de Judea, luego — antes de la destrucción de Jerusalén en los años 70 de nuestra era. Según la predicción de Jesús de Nazaret, y de los Apóstoles muchos falsos profetas vendrán antes de fin del mundo, algunos de ellos hasta producirán sorprendentes milagros y signos en la naturaleza (falsos; Mat. 24:11-24; 2Ped. 2:11; 2Tes. 2:9; Revel. 19:20). Tanto en los tiempos del Antiguo Testamento como también del Nuevo Testamento, los falsos profetas causaban mucho daño a la Iglesia. En el Antiguo Testamento ellos, adormeciendo la conciencia popular, apresuraban el proceso de descomposición moral. En el Nuevo Testamento, alejando a la gente de la verdad y plantando herejías, ellos cortaban ramas del gran árbol del Reino Divino. Contemporáneamente la gran cantidad de diferentes sectas y "denominaciones" es sin duda, fruto de la actividad de falsos profetas actuales. Todas las sectas desaparecen, en su lugar surgen otras y solo la verdadera Iglesia de Cristo permanecerá hasta el fin del mundo. Sobre el destino de enseñanzas falsas Jesús de Nazaret, dijo: "Toda planta que no plantó Mi Padre Celestial será desarraigada" (Mat. 15:13).

Aquí hay que aclarar que será exageración y error considerar a todo pastor o predicador no ortodoxo, un falso profeta. Sin duda, entre los representantes de otras ramas religiosas hay mucha gente sinceramente creyente, profundamente sacrificada y honesta. Ellos pertenecen a tal o cual rama del cristianismo no por su elección objetiva, sino, por herencia. Los falsos profetas — son fundadores de corrientes religiosas no ortodoxas. Pueden ser también llamados falsos profetas los "milagreros" contemporáneos de la televisión, exaltados demoníacos exorcistas, predicadores autoenamorados que se presentan como elegidos de Dios y también todos aquellos que transformaron a la religión en un instrumento de lucro personal.

En el Sermón de la Montaña Jesús de Nazaret, previene a Sus seguidores contra los falsos profetas y enseña no confiar en su aspecto atrayente y elocuencia, sino prestar la atención a los "frutos" de su actividad: "No puede el árbol bueno dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos" (Mat. 7:18). Bajo el término de malos frutos u obras no es imprescindible entender pecados o actos reprobables, los cuales falsos profetas sabiamente esconden. Los frutos nocivos de la actividad y comunes a todos ellos son el orgullo y el alejamiento de la gente del Reino Divino.

No puede un falso profeta esconder su orgullo de un corazón sensible del hombre creyente. Un santo dijo

que el diablo puede mostrar el aspecto de cualquier virtud, menos una — la humildad. Como los dientes del lobo debajo de la piel de oveja, así el orgullo aparece en las palabras, gestos y miradas de un falso profeta. Buscando la popularidad, los falsos maestros aman "mostrar" ante una gran audiencia "sanaciones" o "exorcismos de los demonios," sorprender a los presentes con pensamientos valientes, causar entusiasmo en el público. Sus presentaciones terminan invariablemente con grandes colectas monetarias. Cuan alejado es este barato "pathos" y aplomo de la mansa y humilde imagen de Jesús de Nazaret, y Sus Apóstoles.

Jesús de Nazaret, mas adelante menciona las citas de falsos profetas sobre sus milagros: "Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" (Mat. 7:22). ¿De que milagros ellos hablan? ¿Puede un falso profeta hacer un milagro? ¡No! Pero Jesús de Nazaret, envía Su ayuda según la fe del que pide y no por los méritos del hombre que se proclama milagrero. Ellos se adscribieron las obras que hizo Jesús de Nazaret, por Su misericordia hacia la gente. Es posible que los falsos profetas en autoilusión pensaban que hacen milagros. De cualquier manera, Jesús de Nazaret, en el Juicio Final los rechazará diciendo: "Nunca os conocí; apartaos de mi, hacedores de maldad" (Mat. 7:23).

Así, a pesar de que los falsos profetas debilitan a la Iglesia arrancando de ella a ovejas poco cuidadosas, los fieles hijos de la Iglesia no deben inquietarse por el bajo numero de miembros y aparente debilidad de la Iglesia verdadera, porque Jesús de Nazaret, prefiere poca cantidad de gente que guarda la verdad a una multitud de los equivocados: "¡No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino!" (Luc. 12:32), y promete a los fieles Su protección Divina de los lobos espirituales: "Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano" (Juan 10:28).

Sobre las pruebas

En su Sermón de la Montaña Jesús de Nazaret, concluye comparando la vida con la construcción de una casa y muestra como la vida virtuosa hace al hombre resistente a las inevitables pruebas de la vida y al contrario, la forma irresponsable de la vida debilita las fuerzas del alma del hombre y lo hace una presa fácil de las tentaciones.

"Cualquiera, pues, que me oye, estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina. Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas" (Mat. 7:24-29).

La comparación de la vida del hombre con una casa era muy comprensible para los habitantes de la Tierra Santa. Este país en su mayor parte es montañoso. Inesperadas y fuertes lluvias llenan los arroyos y ríos de la montaña, habitualmente secos, con torrentes tempestuosos de agua, que se precipitan a los valles llevando consigo todo lo que encuentran. Entonces ningún edificio en el camino de estas inundaciones puede resistir la presión del agua, en particular cuando el cimiento es arenoso. Por eso la gente precavida siempre construía sus edificios sobre base de piedra y a suficiente altura sobre el nivel de los torrentes de lluvias.

En la vida humana diferentes tormentas son completamente inevitables. Bajo éstas se debe entender los desastres como incendios, terremotos, guerras, persecuciones, enfermedades incurables, muerte de gente cercana etc. Semejantes desastres vienen siempre inesperadamente y sacuden hasta los fundamentos, la vida humana. En un instante se puede perder la salud, familia, felicidad, riqueza, equilibrio del alma — todo. Ante una tal tormenta, la caída para el hombre será la pérdida de la fe, la desesperación o murmuración contra Dios.

 Son inevitables en la vida humana las sacudidas internas que pueden ser mas peligrosas todavía que las tormentas físicas, por ejemplo: desenfreno de las pasiones, pesadas tentaciones, dolorosas dudas en las cuestiones de la fe, ataques de ira, celos, envidia, miedo etc. En este caso la caída del hombre sería rendirse a la seducción, renegar a Dios y a su fe o en una u otra forma vulnerar la voz de su conciencia. Estas sacudidas internas son la consecuencia no solo de las condiciones desfavorables de la vida, sino, a menudo, resultado de acciones malintencionadas de la gente y también del diablo, que según las palabras de apóstol: "Sed templados, y velad; porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" (1Pedro 5:8).

(El hombre tiene que pasar el día de su muerte una última prueba. Tal como se describe en las vidas de algunos santos, cuando el alma deja el cuerpo, ante sus ojos se abre el otro mundo y ella comienza a ver tanto a los Ángeles buenos como a los demonios. Los demonios tratan de confundir el alma humana, mostrándole los pecados que hizo, viviendo en el cuerpo, y tratan de convencerla que ella no tiene salvación. Con esto intentan llevarla a la desesperación y atraerla con ellos al abismo. En este tiempo el Ángel de la Guarda defiende el alma de los demonios y la anima con la esperanza en la misericordia de Dios. Si el hombre había vivido en forma pecaminosa y no tiene fe, los demonios pueden vencer su alma. Este paso del alma, desde el lugar de su separación del cuerpo hasta su llegada al trono de Dios, se llama "pruebas." Es posible que justamente sobre estas pruebas escribe el apóstol Pablo cuando sugiere a los cristianos ponerse la armadura de la justicia para mantenerse firme contra los espíritus de ira subcelestiales "en el día malo" y venciendo a todo mantenerse firme (Ef. 6:12-13). "La armadura de la justicia," según la explicación de los santos padres, es la totalidad de las virtudes del hombre, y el "día malo" — es el tiempo de dura tentación después de la separación del alma del cuerpo. Siendo expulsados del cielo, los espíritus tenebrosos se encuentran en la región entre el cielo y la tierra y molestan a las almas de la gente en su camino hacia el trono de Dios. Solo después del Juicio Universal los demonios serán definitivamente encerrados en el abismo).

¿Quién puede estar tranquilo y feliz ante tal inconstancia de los asuntos terrenales? Solo aquel que está con Jesús y en Cristo. Los que viven según la ley de Cristo están afirmados sobre una roca dura y protegidos de las tormentas. Los que poseen la fe y el amor a Dios no deben temer a las tormentas porque Jesús de Nazaret, no permitirá a un hombre creyente caer en la tentación que sobrepasa su fuerza (Cor. 10:13).

Pero él que no cumple los mandamientos de Cristo no podrá sostenerse cuando se levanten contra él pesadas pruebas. Mas a menudo él cae en la desesperación y entonces su caída será funesta para él mismo y servirá de advertencia para otros. Observando esto el antiguo sabio escribió: "Como pasa el torbellino, así el malo no permanece: Mas el justo, fundado para siempre" (Prov. 10-25).

Los Santos padres asemejan al fuego la congoja. El mismo fuego transforma a la paja en cenizas y purifica el oro de toda impureza. A los que viven en forma piadosa Jesús de Nazaret, anima con estas palabras: "Pues que a sus ángeles mandará acerca de ti, Que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, Porque tu pie no tropiece en piedra. Sobre el áspido y el basilisco pisarás; hollarás al cachorro del león y al dragón" (Salm. 91:11-13; áspido y basilisco — serpientes venenosas).

Así en Su Sermón de la Montaña Jesús de Nazaret, nos da una guía todo abarcante y clara como hacernos virtuosos, como construir aquella ordenada y hermosa casa de perfecciones espirituales en la cual habitará el Espíritu de Dios.

Resumiendo las indicaciones sobre las relaciones con Dios, Jesús de Nazaret, nos enseña poner en primer lugar Su voluntad, dirigir todas nuestras obras hacia la gloria Divina, tratar de asemejarnos a Dios en Sus perfecciones, tener una fe firme que Él nos ama y siempre se preocupa por nosotros.

En relación a los prójimos, Jesús de Nazaret, nos enseña a no vengarnos, perdonar a los ofensores, ser misericordiosos, compasivos y pacíficos, no condenar a nadie, actuar con la gente como quisiéramos que ésta actúe con nosotros, amar a todos hasta a nuestros enemigos, pero, al mismo tiempo temer a los "perros" y en particular a los falsos profetas y falsos maestros.

En relación a nuestra aspiración interna, Jesús de Nazaret, enseña a ser humildes, mansos, evitar la hipocresía y falsedad, desarrollar las cualidades nuestras positivas, tender hacia la justicia, ser constantes en las obras de bien, laboriosos, pacientes y valientes, guardar limpio nuestro corazón y con alegría soportar los sufrimientos por el nombre de Jesús de Nazaret y Su predica de la verdad. Todos los esfuerzos espirituales del hombre no son inútiles, lo hacen fuerte, incolume durante las tormentas de la vida y le prepararan  un premio eterno, LA ETERNIDAD CON DIOS.

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