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LA MALDICION DE AGADE
"Entre las tablillas de la colección Hilprecht, siete contienen un texto de trescientas líneas que podría titularse: La Maldición de Agade o el Ekur vengado. Conocemos de esta obra una veintena de fragmentos, publicados o inéditos. Pero, no habiendo podido encontrar por entero la segunda mitad del texto, habían surgido equívocos sobre su verdadero significado. Como que una gran parte del relato se refería a la devastación y ruina de Agade, se había creído que se trataba de una «lamentación»; aunque esta composición difiriese sensiblemente por la forma de otras del mismo género, como La lamentación sobre la destrucción de Ur, o La lamentación sobre la destrucción de Nippur. Pero si se examina la tablilla
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de cuatro columnas de Jena, muy bien conservada por cierto, donde hay inscritas las últimas 138 líneas de este texto, ya se ve que no se trata de ninguna lamentación, sino de un documento historiográfico redactado en una prosa particularmente poética. Su autor, que tendría tanto de filósofo como de poeta, intentaba explicar en ella un acontecimiento histórico cuya gravedad revestía a los ojos de los sumerios la importancia de una catástrofe.
Hacia el año 2300 a. de J. C. (siguiendo la cronología «baja»), el semita Sargón conquistó toda la Mesopotamia. Después de haberse apoderado de las principales ciudades sumerias, Kish al norte y Uruk al sur, Sargón se hizo dueño de todo el Próximo Oriente, Egipto y Etiopía inclusive; estableció su capital en Agade, ciudad situada en la Sumer septentrional, pero cuyo emplazamiento exacto no nos es conocido todavía. Bajo su reinado y el de sus sucesores inmediatos, Agade se transformó en la ciudad más poderosa y más próspera del país, ya que recibía donativos y tributos de todos los países limítrofes. Pero esta ascensión fulminante debía quedar brutalmente interrumpida por la invasión de los gutis. Este pueblo
bárbaro, que había bajado de las montanas levantinas, atacó la villa y la aniquiló antes de devastar Sumer por entero. [..]
«Cuando Enlil, arrugando el ceño, iracundo, hubo dado muerte al pueblo de Kish, como el Toro del Cielo, y que, igual que un buey poderoso, hubo reducido a polvo la casa de Uruk, cuando a su debido tiempo Enlil hubo dado a
Sargón, rey de Agade, la soberanía sobre las tierras altas y sobre las tierras bajas», entonces (parafraseando algunos de los pasajes más claros) la ciudad de Agade se volvió rica y poderosa bajo la dirección afectuosa de su divinidad protectora Inanna. Sus casas se llenaron de oro, de plata, de cobre, de estaño y de lapislázuli; los ancianos y las ancianas daban sabios consejos; los niños estaban alegres; por doquier resonaban cantos y música; todos los países de alrededor vivían en la paz y la seguridad. Naram-Sin embelleció aún más los santuarios de la ciudad, elevó sus murallas hasta la altura de las montañas; y las puertas de Agade estaban abiertas de par en par. Venían allí los martus, ese pueblo nómada del oeste «que no conoce el grano», pero que traía bueyes y carneros escogidos; venían las gentes de Meluhha, el «pueblo de las tierras negras», trayendo sus productos exóticos; venían los elamitas y los subareos, pueblos del este y del norte, con sus fardos «como acémilas»; acudían también todos los príncipes, todos los jefes y todos los jeques de la llanura, aportando regalos cada mes y en el día de Año Nuevo.
Pero, bruscamente, todo cambia; es la catástrofe: «Las puertas de Agade, ¡cómo yacen destrozadas!... la Santa Inanna deja intactas sus ofrendas; el Ulmash (templo de Inanna) está asolado por el miedo desde que ella abandonó la ciudad, desde que se marchó de ella; como una doncella que abandona su estancia, la santa Inanna ha desertado de su santuario de Agade; como un guerrero blandiendo las armas, ella ha atacado la ciudad en un furioso combate y la ha obligado a presentar su pecho al enemigo.» Al cabo de un tiempo muy breve, «en menos de cinco días, en menos de diez días», la señoría y la realeza abandonaron Agade; los dioses se revolvieron contra la ciudad y Agade quedó allí, vacía y desolada; Naram-Sin, sombrío, partió vestido con tela de saco, abandonando sus carros y sus barcos inútiles.
¿A qué atribuir este desastre? Nuestro autor lo explica así:
Durante los siete años en que su reinado se consolidó, Naram-Sin había actuado contra la voluntad de Enlil; había permitido que sus soldados atacaran y saquearan el Elkur y sus jardines; había destruido tan completamente los edificios del Ekur con sus hachas de cobre, que «la Mansión yacía en tierra como un joven muerto»;-en verdad, «todos los países yacían por el suelo». Por si ello fuera poco, Naram-Sin había cortado el grano ante la «puerta donde no se corta el grano»; había demolido a golpes de pico la «Puerta de la Paz», había profanado los vasos sagrados, había arrasado los bosquecillos del Ekur, había reducido a polvo sus vasos de oro, plata y cobre, y, luego de destruir
Nippur, había cargado todos los bienes de la ciudad destruida en los barcos que tenía amarrados junto al santuario de Enlil y se los había llevado a Agade
Pero, apenas hubo cometido Naram-Sin estas fechorías que «la prudencia abandonó Agade» y «el buen sentido de Agade se transformó en locura». Entonces, «Enlil, la Ola devastadora que no tiene rival, ¡qué destrucción preparó, porque su mansión bienamada había sido atacada!». Alzando los ojos hacia las montañas, hizo descender de ellas a los gutis, «un pueblo que no tolera ninguna autoridad»; «los gutis cubrieron la tierra como langosta» y nadie pudo sustraerse a su poderío. Las comunicaciones por tierra o mar se hicieron imposibles en toda la extensión de Sumer. «El heraldo no pudo proseguir su viaje; el marinero no pudo hacer navegar su barco...; los salteadores se instalaron por todos los caminos; las puertas que cerraban las murallas se trocaron en arcilla; todos los países vecinos se pusieron a conspirar tras las murallas de sus ciudades.» Finalmente, el hambre se instaló en Sumer: «Los grandes campos y las praderas ya no dieron más grano; las pesquerías ya no dieron más pescado; y los jardines irrigados ya no dieron ni miel ni vino.» La penuria hizo subir los precios como una flecha, hasta tal punto que no se podía cambiar un cordero más que por media sila de aceite, o media sila de grano, o media mina de lana.
Entonces, temiendo que este desencadenamiento de sufrimientos y privaciones, de muertes y de ruinas, sumergiese prácticamente toda la «Humanidad modelada por Enlil», ocho de las divinidades más importantes del panteón sumerio, a saber: Sir, Enki, Inanna, Ninurta, Ishkur, Utu, Nusku y Nidaba, consideran que ha llegado la hora de aplacar el furor de Enlil, y en una plegaria que le dirigen prometen que Agade, la ciudad que ha destruido a Nippur, será a su vez destruida como Nippur:
¡Oh, Ciudad, que osaste atacar al Ekur, tú que has desafiado a Enlil! Agade, tú que osaste atacar al Ekur, tú que has desafiado a Enlil. Que tus bosquecillos queden reducidos a un montón de polvo... Que los ladrillos de arcilla de que estás hecha vuelvan a su abismo, Que sean ladrillos malditos por Enki. Que tus árboles vuelvan a sus bosques, Que sean los árboles malditos por Ninildu.
Tus bueyes abatidos —que así puedas abatir a tus mujeres en su lugar. Tus carneros degollados —que así puedas degollar a los niños en su lugar. Tus pobres —que así puedan ser obligados a ahogar sus preciosos (?) hijos...
Agade, que tu palacio, construido con el corazón alegre, se convierta en una ruina lamentable... Que en los lugares donde se celebraban tus ritos y tus fiestas, La zorra que vaga por las ruinas,menee el rabo. Que en los caminos de sirga de tus barcas,no medren más que hierbajos; Que en los caminos de tus carros, no medre más que la «planta que gime»; Más aún, que en los caminos de sirga y los embarcaderos de tus barcas Ningún ser humano pueda pasar, a causa de las cabras salvajes, de las sabandijas (?), de las serpientes y de los escorpiones. Que en tus llanuras, donde crecían las plantas que calman el corazón, No medre más que la «caña de lágrimas». Agade, que en lugar de tu agua dulce, no fluya más que un agua amarga. Que el que diga: «Quisiera establecerme en esta ciudad», no encuentre sitio adecuado para instalarse; Que el que diga: «Quisiera descansar en Agade», no encuentre sitio adecuado para dormir.
Y, concluye diciendo el historiador, esto es, exactamente, lo que sucedió:
En los caminos de sirga de sus barcas
ya no medran más que hierbajos; En los caminos de sus carros
ya no medra más que la «planta que gime»; Más aún, en los caminos de sirga
y los embarcaderos de sus barcas, No pasa ningún ser humano, a causa de las cabras salvajes, de las sabandijas (?), de las serpientes y de los escorpiones. En las llanuras donde crecían las plantas que calman el corazón,
ya no crece más que la «caña de las lágrimas». Agade, en lugar de su agua dulce,
ya no ve fluir más que un agua amarga. El que dice: «Quisiera establecerme es esta ciudad» no encuentra sitio adecuado para instalarse, El que dice: «Quisiera descansar en Agade» no encuentra sitio adecuado para dormir.
EL PLANO DE NIPPUR
El ejemplo de este texto ya demuestra bastante claramente el interés de las tablillas sumerias de la colección Hilprecht. Pero aún hay otros documentos no menos preciosos. Precisamente es entre estos últimos donde se encuentra el más importante de todos. Se trata del plano de una ciudad; sin ningún género de dudas, el más antiguo que haya llegado hasta nosotros. La tablilla en el que fue diseñado mide, en su estado actual, 21 centímetros por 18. Se ve en ella el trazado de algunos de los templos y de los edificios más importantes de Nippur, de su parque, de sus ríos y canales y, sobre todo, de sus murallas y sus puertas. |
Plano de NIPPUR
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El plano nos da más de una veintena de medidas topográficas, las cuales, una vez comprobadas sobre el terreno, han demostrado que la escala ha sido cuidadosamente respetada. En fin, aunque nuestro «cartógrafo» haya vivido sin duda allá por el año 1500 a. de J. C., es decir, hace unos tres mil quinientos años, ejecutó el plano, no obstante, con la precisión y la meticulosidad que hoy día se exige a sus colegas modernos.
Las inscripciones sumero-accadias que figuran en la tablilla indican, entre otros, los nombres de los monumentos, de los ríos y de las puertas de las murallas de Nippur. Ahora bien, la mayoría de estos nombres se hallan representados por sus antiguos «ideogramas» sumerios; por el contrario, las palabras escritas en accadio aparecen en número mucho más reducido. Este es un detalle muy interesante, pues en aquella época Sumer se hallaba bajo el dominio de los semitas de Accad y el sumerio no era más que una lengua muerta.
El plano no está orientado según la dirección norte-sur, sino -según un eje oblicuo (con una separación de unos 45°). En el centro figura el nombre de la ciudad (núm. 1) escrito por medio del antiguo ideograma sumerio EN-LIL-KI: el «lugar de Enlil», es decir, la ciudad donde vivía el dios del aire Enlil, divinidad suprema del panteón sumerio. Los monumentos representados son el Ekur (núm. 2), la «Casa de la Montaña», el templo más famoso de Sumer; el Kiur (núm. 3), templo adyacente al Ekur y que parece haber representado un importante papel en función de las creencias sumerias relativas al mundo de los infiernos; el Anniginna (núm. 4), cuyo trazado circunscribe un lugar todavía no identificado (la misma lectura del nombre es incierta); y, muy lejos, en los barrios extremos de la ciudad, el Eshmah (núm. 6), «Santuario Sublime». En el ángulo formado por las murallas sudeste y sudoeste, se extiende el Kirishauru (núm. 5), literalmente, «el Parque del centro de la ciudad».
El Eufrates (núm. 7), designado con su antiguo nombre sumerio de Buranun, corre a lo largo del sudoeste de la ciudad, mientras que al noroeste la ciudad está bordeada por el canal Nunbirdu (núm. 8), donde, según un antiguo mito, el dios Enlil vio por primera vez a su esposa bañándose y en seguida se enamoró de ella. En la parte central del plano y un poco a la derecha se percibe el Idshauru (núm. 9), literalmente «Canal del medio de la ciudad», conocido actualmente con el nombre de Shatt-en-Nil.
Pero a lo que el antiguo cartógrafo presta más atención es, indudablemente, a las murallas y a las puertas de la ciudad, lo cual hace suponer que el plano haya sido preparado con finalidad militar, en vista de la defensa de la ciudad. En la muralla del sudoeste se abren tres puertas: la Kagal Musukkatim (núm. 10), «Puerta de las Impuras Sexuales» (la lectura y el sentido de este nombre me han sido sugeridos por Adam Falkenstein); la Kagal Mah (núm. 11), «Puerta sublime»; y la Kagal Gula (núm. 12), «Puerta grande».
La muralla de sudeste también tiene tres aberturas: la Kagal Nanna (núm. 13), «Puerta de Nanna», el dios-luna sumerio; la Kagal Uruk (núm. 14), «Puerta de Uruk»; y la Kagal Igibiurishe (núm. 15), «Puerta frente a Ur». Los nombres de estas dos últimas puertas han revelado la orientación del plano: en efecto, Uruk y Ur se encontraban ambas al sudeste de Nippur.
Una sola puerta se abre en la muralla noroeste: la Kagal Nergal (núm. 16), «Puerta de Nergal», el dios que reinaba en el mundo de los Infiernos y tenía por esposa a la diosa Ereshkigal.
Finalmente, y paralelamente a la muralla noroeste (núm. 17) y a la muralla sudeste (núm. 18), se extienden dos fosos designados ambos con una palabra accadia y no sumeria: Hiritum («foso»).
He dicho que el plano llevaba unas cifras muy precisas. Mi ayudante, Edmund Cordón, ha hecho de ellas un minucioso estudio. La unidad de medida empleada es, con toda probabilidad, el gar sumerio, aunque esta expresión no está indicada en ninguna parte el plano. El gar equivalía a 12 «codos», o sea, a unos 6 metros. El Anniginna (núm. 4) medía 30 gars de anchura, es decir, unos 180 metros. Si el canal central tenía una anchura de 4 gars, es decir, de 24 metros, resulta que esta cifra corresponde a la anchura actual del Shatt-en-Nil. La distancia que separa la Kagal Musukkatim (núm. 10) de la Kagal Mah (núm. 11) está calculada en 16 gars, o sea, en 96 metros aproximadamente, y la que separa la Kagal Mah (núm. 11) de la Kagal Gula (núm. 12), que es, aproximadamente, el triple de la anterior, está correctamente indicada como de 47 gars, o sea, unos 282 metros.
El mismo profano puede leer y comprobar estas medidas con toda facilidad en la figura de la página 238. Le bastará recordar que un «clavo» vertical indica 60 ó 1, y que una cuña indica 10. Hay dos medidas, como se verá, que no corresponden a esta escala, y son la de «7 V2» (9) inscrita en el plano en el ángulo inferior del Parque (núm. 5) y la de «24 V2» (9) de la tercera sección de la muralla noroeste. En este último caso no sería imposible que el escriba se hubiese olvidado de inscribir un trazo en forma de cuña al principio y que la cifra fuera, en realidad, de 34 ^2, cosa que la colocaría dentro de la escala."
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(9). El V2 está expresado, en realidad, por la cifra «30». En la numeración «sexagesimal» de los súmenos, como que la base era 60, el número 30 representaba la «mitad», igual que, entre nosotros, el 50 representa la mitad con respecto al 100. Por ejemplo: así como nosotros escribimos 7,50 y 24,50, los sumerios escribían 7,30 y 24,30. (N. de J. H., M. M. y P. S.)
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(Fragmentos de la siguiente fuente bibliografica).
Libro: La Historia empieza en Sumer - Samuel Noah Kramer (1956)
From the tablets of Sumer
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Acerca del libro y su autor
Samuel Kramer, estadounidense de origen ruso y experto en lengua sumeria reconocido internacionalmente. Curador y profesor del museo de la Universidad de Philadelphia en EE.UU. La trascendencia de los descubrimientos realizados sobre la civilizacion sumeria estan lejos de haber sido comprendidos.
Autor tambien de "Los Sumerios" (1963).
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Samuel Kramer
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