|  | O 
        b r a    d i s e ñ a d a   y   c r e 
        a d a   p o r   H é c t o r  A.  G a r c í 
        a 
Virgilio Dávila, poeta  Escritores 
de Puerto Rico 
 
  DON VIRGILIO nació en Toa Baja, el 28 de enero de 1869.
                  Falleció en Bayamón el 22 de agosto de 1943,
                  ciudad donde ejerció como alcalde y también
                  dirigió el semanario Chantecler, que fundó
                  junto a don Braulio Dueño Colón en el 1909. 
 Con Dueño Colón y Manuel Fernández Juncos
                  prepararon el libro Canciones escolares.
                  Su hijo José Antonio Dávila siguió sus pasos como poeta.
 
 Su trato como maestro con las nuevas generaciones
                  en Gurabo (junto a su padre) y en Bayamón,
                  y su enlace como agricultor con la madre
                  tierra, despertaron en su interior un inmenso
                  amor a la patria puertorriqueña.
 
 La producción poética de Dávila fue abundante
                  y dispersa en periódicos y otras publicaciones.
                  De lo publicado, sobresalen Patria (1903), Viviendo y amando (1912), Aromas del terruño (1916), (del que incluimos al final de esta
                  página Nostalgia y No des tu tierra al extraño).
 
 También sobresalen sus obras Pueblito de antes (1917), con notas realistas que la convierten
                  en una de atractivo actual, y Un libro para mis nietos que escribió en el 1928.
 
 Don Virgilio se nutrió del romanticismo de
                  Victor Hugo y el premodernismo del mexicano
                  Salvador Díaz Mirón.
 
 Tomó de las corrientes del modernismo sin
                  comprometerse a ella, manteniendo su estilo
                  lírico personal sencillo y diáfano, cuya
                  temática en defensa de nuestra nación, la
                  mantiene hoy día tan relevante y lozana.
 
 
                    
                      
                        | NOSTALGIA 
 Tras un futuro mejor
 el lar nativo dejé,
 y mi tienda levanté
 en medio de Nueva York.
 
 Lo que miro en derredor
 es un triste panorama,
 y mi espíritu reclama
 por honda nostalgia herido
 el retorno al patrio nido.
 ¡Mamá! ¡Borinquén me llama!
 
 ¿En dónde aquí encontré
 como en mi suelo criollo
 el plato de arroz con pollo,
 la taza de buen café?
 
 ¿En dónde, en dónde veré,
 radiantes en su atavío,
 las mozas, ricas en brío,
 cuyas miradas deslumbran?
 ¡Aquí los ojos no alumbran!
 ¡Este país no es el mío!
 
 Si escucho aquí una canción
 de las que aprendí en mis lares,
 o una danza de Tavárez,
 Campos, o Dueño Colón,
 mi sensible corazón
 de amor patrio más se inflama
 y heraldo que fiel proclama
 este sentimiento santo,
 viene a mis ojos el llanto...
 ¡Borinquén es pura flama!
 
 En mi tierra, ¡Qué primor!
 En el invierno más crudo
 ni un árbol se ve desnudo,
 ni una vega sin verdor.
 
 Priva en el jardín la flor,
 camina parlero el río,
 el ave en el bosque umbrío
 canta su canto arbitrario,
 y aquí... ¡La nieve es sudario!
 ¡Aquí me muero de frío!
 |  | NO DES TU TIERRA AL EXTRAÑO 
 Dios, el mundo concluido,
 tiróle un beso al azar;
 y el beso cayó en el mar,
 y es la tierra en que has nacido.
 
 En ella formas tu nido,
 de amor rendido al amaño;
 ella un año y otro año
 te brinda con su tesoro;
 ella vale más que el oro.
 ¡No des tu tierra al extraño!
 
 Mira sus campos. Arriba
 es ornato de la loma
 la breve y fragante poma
 del café, púrpura viva.
 
 Fruto que la mente aviva
 y es del criollo sostén al
 par que orgullo. Si hay quien,
 extraño quiera tu suelo,
 que no se colme su anhelo
 por más que te pague bien.
 
 De sus llanos la grandeza
 admira la gente extraña.
 En ellos canta la caña
 la canción de la riqueza.
 
 Como una enorme turquesa
 allá el tabacal se extiende.
 ¡La imaginación se enciende
 ante ese cuadro admirable!
 ¡Qué bajo y qué miserable
 el que su terruño vende!
 
 En la playa el cocotero,
 con su penacho elegante,
 es asombro al navegante
 y tentación al logrero.
 
 No des por ningún dinero
 tu pedazo de verjel,
 que eres tú patriota fiel
 y de legítimo cuño,
 y el que vende su terruño
 vende la patria con él.
 
 
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