ESPAÑOL 

 

Una  pausa para el asombro

Respetamos  las diferencias

Unidad 6


Al finalizar la unidad  el estudiante:

 

CL.12.2 Evalúa los efectos que tienen el tono, la ironía y el estilo del autor en textos literarios.

 

 

 

 

Biografía de Luis Rafael Sánchez:

Luis Rafael Sánchez nació en Humacao en 17 de noviembre de 1936. Dramaturgo, cuentista y novelista portorriqueño. En 1948 su familia se muda a San Juan y recibe educación primaria y secundaria en colegios públicos. Interesado en las artes dramáticas, comienza su carrera artística como actor mientras estudia, trabaja en la radio, y se convierte en dramaturgo después de su graduación.

Ha sido profesor en distintas universidades de los Estados Unidos y beneficiario de la beca Guggenheim, que le ha permitido hacer viajes de investigación por el mundo. Escribe en revistas y periódicos, crítica de arte y literatura, crítica social, e impresiones. Su estilo se identifica con lo barroco y lo carnavalesco, y su lenguaje es una ruptura con las normas de lo aceptado en la literatura. Crítica las normas sociales, según el género, la raza y el estatus socio-económico y político.

Es autor entre otras obras de las novelas La guaracha del Macho Camacho (1976) y La importancia de llamarse Daniel Santos (1989), de las obras teatrales Los ángeles se han fatigado (1960), Farsa del amor compradito (1960), La espera (1960), La hiel nuestra de cada día (1962), La pasión según Antígona Pérez (1968) y Quíntuples (1985), y del libro de cuentos En cuerpo de camisa (1966).

 

 

 

¿Por qué escribe usted?

                                                                            Luis Rafael Sánchez

 

 

Cuando retomo los nombres de mis padres retomo la clase social que me origina. Una clase social que en el caserío subsidiado por el gobierno tuvo su anclaje inicial, una clase cuya certidumbre más legítima era la pobreza.

Entonces, sin que la afirmación se equivoque con los suspiros reaccionarios de la nostalgia, Puerto Rico era pobre de otra manera. Entonces, de la instrucción con miras al diploma se encargaba la escuela y de la educación restante se encargaba el hogar. Tres nortes guiaban aquella educación hogareña, tres nortes resumibles en tres letanías repetidas, mañana, tarde y noche. Porque, justamente, a la repetición se le atribuía un valor pedagógico.

Pobre pero decente.
Pobre pero honrado.
Pobre pero limpio.

La pobreza se aceptaba como un hecho alejado de la política, como un acontecimiento inmodificable a no ser por la vía del trabajo arduo. La pobreza se confrontaba como un desafío individual. De ahí la imperiosidad de la conjunción adversativa. La decencia, la honradez, la limpieza, elevadas a señas morales o virtudes a ser desplegadas por los pobres en toda ocasión y lugar, no estaban sujetas a la transigencia. De los ricos no había por qué esperar que fueran decentes, honrados o limpios, porque los ricos contaban entre sus incontables lujos el poder vivir de espaldas a la opinión. Para eso eran ricos. Para poder ser y hacer lo que les daba la gana, cuando le viniera en gana, como les viniera la gana.


Esos códigos rígidos educaron a la inmensa mayoría del país puertorriqueño hasta antier. Después, cuando la pobreza empezó a apropiarse de los valores y los rencores de la clase media, cuando la pobreza a la antigua empezaron a difuminarla las hipotecas bancarias y el prestamito para ir a esquiar a Vermont y a Colorado, cuando el progreso estalló en la cara del país como si fuera una bomba de demoledora potencia, aquellos códigos rígidos dejaron de observarse. Hasta el lamentable extremo de que la pobreza desaseada se convirtió en otro aprovechado disfraz de la pequeña burguesía- el mahón deshilachado pero de marca Levis, el jean roto en las rodillas pero de marca Pepe. Hasta el amargo extremo de que la pobreza fue atendida como otra de las posibilidades de la estética.

Colofón

Sin que resulte dogmático uno puede suscribir la vieja idea de que en toda obra literaria hay biografía, que la persona del autor asoma, ya de manera principal o secundaria, ya ubicua o frontalmente. Los puertorriqueños tenemos, como apeaderos notables de nuestra identidad colectiva, el son, el mestizaje y la errancia. La nuestra ha sido, destacadamente, una cultura callejera, una cultura del vocerío y la estridencia. Mi obra no quiere hacer otra cosa que biografiar, más que mi persona, mi país. Más, no el plácido que halla su deformación en la postal que lo promociona como un paraíso sin serpiente. El otro país me interesa a la hora de literaturizar. El caótico, el despedazado, el hostil.

Mientras afilo las líneas de cierre me doy cuenta que escribo, en fin, para confirmar la vida como un tejido de bruscas y desapacibles textualidades.

Un bardo ilustre, cuya poesía más acendrada se trasvasa en la forma del bolero, reclama en uno de sus trabajos más difundidos, un aplauso al placer y al amor. Para eso, también escribo. Para aplaudir las grandes avenidas del placer, para hacerle terreno a las grandes ilusiones del amor. Decía Elías Cannetti, el inmenso escritor búlgaro, Todo se nos puede perdonar menos el no atrevernos a ser felices. También para eso escribo, para atreverme a ser un poco feliz.

 

Contesta:

 

¿De acuerdo al ensayo, de qué clase social proviene el autor?

 

 

¿Qué características exalta de la pobreza?

 

 

¿ Qué hizo que los pobres en Puerto Rico ya no sean como antes?¿ Qué los transformó?

 

 

Enumera las razones por las que Luis Rafael Sánchez escribe.

 

 

 

¿ Qué piensas de las razones que tiene el autor para escribir?

 

 

  

¿Estás de acuerdo con las razones del autor? Por qué?

 

 

 

¿En qué tono está escrito el ensayo?

 

 

 

 

EL TONO

En una pieza literaria, existe una voz que narra los acontecimientos y dicha voz adquiere diferentes tonos que son claves para comprender la obra e incluso entenderla desde el punto de vista del autor o de los personajes. Toda obra literaria refleja el tono o actitud con que la voz narrativa la crea, también desde qué sentimiento (tono) la enuncia. Sin tono, una pieza de la literatura se presentaría sin emociones y tendría el aspecto de un documento oficial. El tono crea un efecto de empatía en el lector, porque, según el tono con el que se cuente  el cuento o novela poesía o ensayo, ésta puede expresar diferentes sentimientos. El tono en una obra literaria puede clasificarse de variados modos. Puede ser formal, informal, íntimo, solemne, sombrío, activo, serio, irónico, didáctico, filosófico, humorístico, compasivo, reflexivo, delicado,  inflamatorio, condescendiente, desafiante, persuasivo, amoroso, romántico, melancólico, resentido, desconfiado, cínico , solidario y de todas aquellas formas que tiene que ver con la actitud de la voz del narrador en la obra.

 

Escoge  en qué tono están escritas estas oraciones, busca la definición de las palabras que no entiendas:

1.      La embarcación  se veía desde el cielo pequeñita, delicada, posada sobre las espumas del mar.

a.       Desafiante

b.      Delicado

c.       Humorístico

d.      Filosófico

 

2.      ¡Corre!, no voy a esperar por ti todo el día.

a.       Didáctico

b.      Persuasivo

c.       Amoroso

d.      Desafiante

 

3.      Vamos yo te ayudo , verás que juntos lo podemos lograr.

a.       Solidario

b.      Activo

c.       Formal

d.      Sombrío

 

4.      ¡Nos salvamos! Ahora los pájaros le tiran a las escopetas.

a.       Compasivo

b.      Delicado

c.       Didáctico

d.      Irónico

 

5.      Escucha bien, lo primero que debes hacer es estudiar y prepararte para la vida.

a.       Cínico

b.      Sarcástico

c.       Informal

d.      Didáctico

 

6.      Los hombres deben buscar el bien y la belleza en todas las cosas de la naturaleza.

a.       Humorístico

b.      Desconfiado

c.       Solidario

d.      Filosófico

 

7.      Jóvenes , les informo que a las 8:00 a.m.  comenzaremos los trabajos, después de esa hora no se permitirá la entrada al salón de ninguna persona.

a.       Informal

b.      Formal

c.       Humorístico

d.      Romántico

 

 

 

 

Actividad 3      Lee el cuento: Tiene la noche una raíz

 

 

 

Tiene la noche una raíz

 

 

Publicado en el libro de cuentos En cuerpo de camisa (1966).

A Mariano Feliciano

A las siete el dindón. Las tres beatísimas, con unos cuantos pecados a cuestas, marcharon a la iglesia a rezon­gar el ave nocturnal. Iban de prisita, todavía el séptimo dindón agobiando, con la sana esperanza de acabar de prisi­ta el rosario para regresar al beaterio y echar, ¡ya libres de pecados!, el ojo por las rendijas y saber quién alquilaba esa noche el colchón de la Gurdelia. ¡La Gurdelia Grifitos nombrada! ¡La vergüenza de los vergonzosos, el pecado del pueblo todo!

 

Gurdelia Grifitos, el escote y el ombligo de manos, al oír el séptimo dindón, se paró detrás del antepecho con lindo abanico de nácar, tris-tras-tris-tras, y empezó a anunciar la mercancía. En el pueblo el negocio era breve. Uno que otro majadero cosechando los treinta, algún viejo verdérri­mo o un tipitejo quinceañero debutante. Total, ocho o diez pesos por semana que, sacando los tres del cuarto, los dos de la fiambrera y los dos para polvos, meivelines y lipstis, se venían a quedar en la dichosa porquería que sepultaba en una alcancía hambrienta.

Gurdelia no era hermosa. Una murallita de dientes le combinaba con los ojos saltones y asustados que tenía, ¡menos mal!, en el sitio en que todos tenemos los ojos. Su nariguda nariz era suma de muchas narices que podían ser suyas o prestadas. Pero lo que redondeaba su encanto de negrita bullanguera era el buen par de metáforas -princesas cautivas de un sostén cuarenticinco que encaramaba en el antepecho y que le hacían un suculento antecedente. Por eso, a las siete, las mujeres decentes y cotidianas, oscurecían sus balcones y sólo quedaba, como anuncio luminoso, el foco de la Gurdelia.

Gurdelia se recostaba del antepecho y esperaba. No era a las siete ni a las ocho que venían sino más tarde. Por eso aquel toc único en su persiana la asombró. El gato de la vecina, pensó. El gato maullero encargado de asustarla. Desde su llegada había empezado la cuestión. Mariposas negras prendidas con un alfiler, cruces de fósforos sobre el antepecho, el miau en staccato, hechizos, maldiciones y fufús, desde la noche de tormenta en que llegó al pueblo. Pero ella era valiente. Ni la asustaba eso, ni las sartas de insultos en la madrugada, ni las piedras en el techo. Así que cuando el toc se hizo de nuevo agarró la escoba, se echó un coño a la boca y abrió la puerta de sopetón. Y al abrir:

- Soy yo, doñita, soy yo que vengo a entrar. Míreme la mano apretá. Es un medio peso afisiao. Míreme el puño, doñita. Le pago éste ahora y después cada sábado le lavo el atrio al cura y medio y medio y medio hasta pagar los dos que dicen que vale.

La jeringonza terminó en la sala ante el asombro de la Grifitos, que no veía con buenos ojos que un muchachito se le metiera en la casa. No por ella, que no comía niños, sino por los vecinos. Un muchachito allí afilaba las piedras y alimentaba las lenguas. Luego un un muchachito bien chito, ni siquiera tirando a mocetón, un muchachito con gorra azul llamado...


- ¿Cómo te llamas?
- Cuco.


Un muchachito llamado Cuco, que se quitó la gorra azul y se dejó al aire el cholo pelón.


- ¿Qué hace aquí?
- Vine con este medio peso, doñita.
- Yo no vendo dulce.
- Yo no quiero dulce, doñita.
- Pues yo no tengo ná.
- Ay sí, doñita. Dicen los que han venío que... Cosa que yo no voy a decir pero dicen cosas tan devinas que yo he mancao este medio peso porque tengo gana del amor que dicen que usté vende.


- ¿Quién dice?


Gurdelia puso cara de vecina y se llevó las manos a la cintura como cualquier señora honrada que pregunta lo que le gusta a su capricho.


- Yo oí que mi pai se lo decía a un compai, doñita. Que era devino. Que él venía de cuando en ves porque era devino, bien devino, tan devino que él pensaba golver.
- ¿Y qué era lo devino?
- Yo no sé pero devino, doñita.
Gurdelia Grifitos, lengüetera, bembetera, solariega, güíchara registrada, lavá y tendía en tó el pueblo, bocona y puntillosa, como que no encontraba por dónde agarrar el muerto. Abría los ojos, los cerraba, se daba tris-tras en las metáforas pero sólo lograba decir: ay Virgen, ay Virgen. Gurdelia Grifitos, loba vieja en los menesteres de ven­der amor, como que no encontraba por dónde desenredar el enredo, porque era la primera vez en su perra vida que se veía requerida por un... por un... ¡Dios Santo! Era desen­vuelta, cosa que en su caso venía como anillo, argumento­sa, pico de oro, en fin, ¡águila!. Pero de pronto el muchachito Cuco la había callado. Precisamente por ser el mu­chachito Cuco. ¡Precisamente por ser el muchachito! En todos sus afanados años se había enredado con viejos solte­ros, viejos casados, viejos viudos, solteros sin obligación o maridos cornudos o maridos corneando. Pero, un mocosillo, ¡Santa Cachucha!, que olía a trompo y chiringa. Un mocosillo que podía ser, claro que sí, su hijo. Esto último la mareó un poco. El vientre le dio un sacudón y las pala­bras le salieron.


- Usté e un niño. Eso son mala costumbre.
- Aquí viene to el mundo. Mi pai dijo...


Ahora no le quedaban razones. Los dientes, a Gurdelia, se le salían en fila, luego, en un desplazamiento de reta­guardia volvían a acomodarse, tal la rabia que tenía.


- Usté e un niño.
- Yo soy un hombre.
- ¿Cuánto año tiene?
- Dié pa once.
- Mire nenine. Voy a llamar a su pai.

Pero Cuco puso la boca apucherada, como para llo­rar hasta mañana y entre puchero y gemido decía -que soy un hombre-. Gurdelia, el tris-tras por las metáforas, harta ya de la histeria y de la historia le dijo que estaba bien, que le daría del amor. Bien por dentro empezó a dibujar una idea.

- Venga acá... a mi falda.


Cuco estrenó una sonrisa de demonio junior.


- Cierre lo ojito.
- Pai decía que en la cama, doñita.
- La cama viene despué.

Cuco, tembloroso, fue a acurrucarse por la falda de la Gurdelia. Esta se estaba quieta pero el vientre volvió a dar­le otro salto magnífico. Cuando Gurdelia sintió la canción reventándole por la garganta, Cuco dijo -oiga, oiga-. Pero el sillón que se mecía y la luz que era meridiana y el vaivén del que no tiene vaca no bebe leche empezaron a remolcar­lo hasta la zona rotunda del sueño. Gurdelia lo cambió a la cama y allí lo dejó un buen rato. Al despertar, como sin creerlo, como si se hubiese vuelto loco, Cuco preguntó bajito

- ¿Ya, doñita?


Ella, como sin creerlo, como si se hubiese vuelto loca, le contestó, más bajito aún.


- Ya, Cuco.

Cuco salió corriendo diciendo -devino, devino-. Gurdelia, al verlo ir, sintió el vaivén del que no tiene vaca no bebe leche levantándole una parcela de la barriga. Esa noche apagó temprano. Y un viejo borracho se cansó de tocar.

 

 

Contesta:

 

¿En dónde se desarrolla esta historia?

 

 

Describe los personajes. ¿Cuál es tu opinión de ellos?

 

 

¿Cuál es el conflicto presente en la obra? ¿ Cómo se resuelve?

 

 

 

Por qué  Gurdelia es una mujer digna de respeto?

 

 

¿Por qué el cuento se llama Tiene la noche una raíz?

 

 

 

 

¿En qué tono está escrito el cuento?

 

 

 

 

LA  IRONÍA

 

 

La ironía es la figura mediante la cual se da a entender lo contrario de lo que se dice. Se origina cuando, por el contexto, la entonación o el lenguaje corporal se da a entender lo contrario de lo que se está diciendo.

 

 

Estando  en prisión Cervantes escribió El Quijote, en uno de los  diálogos del Quijote con Sancho le dijo: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos.”    

 

 

 

 

 En qué consiste la ironía en esta situación, explica.

 

 

Cupido, el dios del amor , es ciego; en qué consiste la ironía, explícala.

 

 

 

 

En el cuento Tiene la noche una raíz se presentan varias situaciones  irónicas , ¿cuáles son?:

 

Ej. En el cuento se caracteriza  a las mujeres más religiosas como las más bochincheras.

 

 

 

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