Poco a poco fue fabricando todo lo que necesitaba. El primer año miraba sin cesar el horizonte; el segundo, sólo a veces; el tercero, nunca.
Su vida en la isla era tranquila; ya llegaría el día en que tendría que volver a su antiguo mundo.
El viento, furioso, silbaba sin cesar; las olas, como grandes montañas de espuma, pasaban por encima del barco; los truenos taladraban la noche.

Fin