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El Califato Omeya seguía en decadencia. A la
derrota
de Poitiers y el fracaso del ataque al Imperio Romano se unió el
descontento de la población por las cargas fiscales. Estallaron
varias revueltas: una en Jurasán (la región
nororiental
del Califato, fronteriza con Sogdiana), otra en Berbería,
(en el norte de África), y también en Arabia y
Mesopotamia.
En 740 los chiitas intentaron derrocar al
Califa Hisam dirigidos por Zayd ibn Alí, nieto de
Husayn,
pero no tuvieron éxito. Zayd murió en Kufa, aunque
dejó
partidarios conocidos como Zaydíes. Una revuelta en
Siria
obligó a Hisam a abandonar Damasco e instalarse en Rusafa,
una ciudad enclavada en el desierto. El Califato pasó por un
periodo
de anarquía.
En 741 el emperador japonés Shomu hizo construir templos budistas en todas las provincias para rogar por una futura prosperidad. Los jefes de los clanes tuvieron que participar en los gastos, con lo que se redujo su poder financiero. Ese mismo año murieron los principales personajes que habían dirigido la política europea en los años precedentes: el emperador León III, el Mayordomo de Palacio franco Carlos Martel y el Papa san Gregorio III. León III. Había llegado al poder cuando el Imperio pasaba por una situación crítica y todo parecía apuntar a que sería incapaz de resistir el avance musulmán. Sin embargo León III había hecho maravillas y había cerrado por dos veces el paso a Europa del islam. Reorganizó la administración militar, saneó las finanzas y también mejoró el código de Justiniano. En general, sus reformas fueron benevolentes y humanitarias. Eliminó las diferencias en los castigos en función de la posición social (exceptuando a los esclavos, para quienes, por otra parte, se les facilitó la posibilidad de conseguir la libertad). Algunos cambios mostraban la influencia del cristianismo: abolió el concubinato y desalentó el matrimonio entre parientes, aunque fueran lejanos. Se hizo más difícil conseguir el divorcio y aumentaron las sanciones por tener hijos ilegítimos. León III se preocupó por los intereses de los pequeños propietarios rurales y redujo la aplicación de la pena de muerte (que en muchos casos fue sustituida por la ceguera o la amputación de manos, nariz o lengua). También trató de sanear la religión católica, y si la iconoclastia que propugnó se hubiera impuesto finalmente, habría pasado a la historia como uno de los más ilustres defensores de cristianismo, pero no fue así, por lo que la historia lo recordó más bien como un demonio. León III había designado heredero a su hijo cuando apenas tenía dos años de edad. Ahora contaba ya con veintitrés años y se convirtió en Constantino V. Sin embargo, Constantinopla fue tomada por su cuñado Artavazda, que era iconodulo, y Constantino V tuvo que dedicar los primeros años de su reinado a confirmar su dignidad de emperador. Carlos Martel dejó dos hijos. El mayor se llamaba Carlomán, que tendría entonces unos veintisiete años, mientras que el menor, de veintiséis años, era conocido como Pipino el Breve ("breve" en latín significa bajo de estatura). Poco antes de morir, Carlos Martel había establecido que Carlomán gobernaría Austrasia como Mayordomo de Palacio, mientras que Pipino el Breve gobernaría Neustria con el mismo título. San Gregorio III fue sucedido por Zacarías. Puesto que el emperador estaba excomulgado, Zacarías fue consagrado sin esperar ninguna autorización de Constantinopla o de Ravena. El lombardo Liutprando seguí amenazando Roma, pero Zacarías logró pactar con él en 742 ofreciéndole su ayuda contra los duques de Spoleto y Benevento. La situación de los jóvenes Mayordomos de Palacio francos era delicada. Carlos Martel había asegurado la sumisión a su persona de la nobleza franca gracias a su poderosa caballería, que nunca dejó de estar activa, pero su muerte parecía un momento propicio para hacer que las cosas cambiaran. La situación era peor para Pipino el Breve, que era de Austrasia pero gobernaba en Neustria. Hacía ya tiempo que los neustrianos toleraban mal a los gobernantes de Austrasia. Hacía seis años que los francos no tenían rey. En vida de Carlos Martel eso no era importante, porque nadie se hubiera atrevido a hacerlo notar, pero Pipino el Breve consideró prudente encontrar un merovingio que legitimara su cargo y, naturalmente, lo encontró. Si la ascendencia de los últimos merovingios es cuestionable, la de este "hallazgo" lo es más que ninguna. Pipino sacó de un monasterio a un presunto hijo de Chilperico II al que puso en el trono en 743 con el nombre de Childerico III, si bien fue más conocido como Childerico el Estúpido. Probablemente, el calificativo reflejaba el principal mérito por el que Pipino lo escogió para el trono. Ahora Pipino el Breve gozaba de una legitimidad que no podía esgrimir ninguno de sus adversarios. Ese mismo año Constantino V derrotó a Artavazda y fue reconocido definitivamente como emperador. Era un hábil general que había luchado contra los árabes al lado de su padre, y si León III había logrado defender el Imperio, él estaba dispuesto a pasar al contraataque. La poesía china pasaba por su edad de oro. En este periodo se contabilizan unos 2.300 poetas y unos 50.000 poemas. Destacan los dos amigos Li Bo y Du Fu, que eran todo lo diferentes que se puede ser: el primero rechazaba toda coacción tanto en su vida como en su obra, mientras que el segundo defendía que el poeta debe servir al pueblo según el ideal confuciano. Mientras tanto murió Teodomiro, el visigodo que aún conservaba un pequeño reino alrededor de Murcia. Fue sucedido por su hijo Atanagildo. A partir de aquí se sabe poco del reino, pero al parecer conservó su independencia durante un siglo. El emperador japonés permitió la posesión individual de las tierras, lo que dio lugar a grandes dominios feudales. En 744 murió Liutprando y nuevamente dos pretendientes se disputaron la corona: Hildebrando y Rachis. Sus querellas dieron un respiro a Italia. Pipino el Breve demostró que estaba a la altura de su padre y logró la sumisión de los alamanes. También murió el Califa Hisam y fue sucedido por Marwán II. En 745 el emperador
chino
Xuangzong introdujo en su harén como concubina a una sacerdotisa
taoísta llamada Yang-Yuhuan. A partir de ese momento,
ella
misma y su familia iban a influir cada vez más en el emperador y
en la política china, y muchos de sus parientes alcanzaron
puestos
relevantes. El reino de Nubia mantenía sus relaciones amistosas con los
musulmanes de Egipto y había logrado prosperar gracias a una
intensa actividad agrícola, ganadera y comercial. Su pujanza le
permitió algunos enfrentamientos aislados con los musulmanes,
como una expedición que llevó a cabo el rey Ciríaco ese año en
defensa del patriarca de Alejandría. En 746 los alamanes volvieron a rebelarse y Pipino el Breve volvió a someterlos. En 747 su hermano Carlomán decidió retirarse a un monasterio, con lo que Pipino se convirtió en gobernador indiscutido de todo el reino franco. Tal vez fue devoción, pero la futura carrera de Pipino el Breve muestra que era un hábil político, y puede que la abdicación de su hermano fuera uno de sus primeros éxitos en este campo. Es plausible que Bonifacio metiera la idea de la vida monástica en la cabeza del monarca siguiendo instrucciones de Pipino. Ese mismo año fue nombrado Emir de Al-Ándalus Yúsuf, quien tuvo que derrotar a unas facciones rivales en una batalla librada a las puertas de Córdoba. En 747 China inició una serie de expediciones contra el pillaje tibetano. En 748 murió el duque Hunaldo de Aquitania y fue sucedido por Wifredo. En 749 se afirmó definitivamente un nuevo rey lombardo. Se llamaba Astolfo, y no era del linaje de Liutprando, pero estaba dispuesto a continuar su política de expansión. El Califa Marwán II no fue más popular que sus predecesores. Entre las facciones opuestas a los Omeyas destacaba una prestigiosa familia de La Meca que hacía remontar sus orígenes a al-Abbas, tío de Mahoma, por lo que eran conocidos como los Abasíes. Eran sunníes, por lo que contaban con el apoyo de los sunníes cansados de los Omeyas, pero también con el de los chiitas, que estaban dispuestos a aliarse con los sunníes en contra de los Omeyas. El líder de la familia era entonces Abul-Abbás, que fue proclamado Califa en Kufa. Marwán II reunió rápidamente un ejército que se enfrentó al de Abul-Abbás en 750 junto al río Zab, afluente del Tigris. Los Abasíes lograron una rotunda victoria, a la que siguió una sistemática matanza de los miembros de la familia Omeya. A ella sólo escapó (de quien se tenga noticia) un nieto del Califa Hisam llamado Abd-al Rahmán, que se ocultó en el norte de África. Kufa se convirtió en la capital del Califato Abasí. Los Abasíes fundaron una tradición por la que los Califas Omeyas fueron vilipendiados (a excepción de Umar II) y se les reconoció como reyes, pero no como Califas (es decir, sucesores legítimos de Mahoma). Una muestra del paulatino avance cultural del Califato lo proporciona Juan Damasceno, que escribió doctamente sobre teología y se le considera el primer teólogo que trató de coordinar la filosofía aristotélica con la teología cristiana. Como su nombre indica, Juan Damasceno vivía en Damasco. El mayor teólogo cristiano de la época desarrollaba su labor en territorio musulmán. El Emir Yúsuf nombró gobernador de Zaragoza (con jurisdicción sobre el norte del emirato) a Sumayl, que tuvo que hacer frente a una plaga de hambre, que llevó a muchos bereberes a emigrar hacia el sur, con lo que se formó una banda de terreno despoblado que separaba el emirato del reino asturiano de Alfonso I el Católico. Éste aprovechó la situación para emprender una serie de campañas, secundado por su hermano Fruela, en las que mataba a todos los musulmanes que encontraba en las ciudades medio abandonadas y se llevaba a su reino a los cristianos. Estas campañas, junto con el hambre y una epidemia de viruela, contribuyeron a ensanchar la "tierra de nadie" que separaba a moros y cristianos. En Asia, el reino de Chen-la se escindió en dos: el Chen-la del agua, que dominaba Malasia, y el Chen-la de la tierra, que comprendía la parte interior del reino. El rey lombardo Astolfo inició ataques contra el exarcado de Ravena. El Papa Zacarías se encontraba en el mismo aprieto en que su predecesor san Gregorio III se había visto unos años antes. Hasta entonces las fuerzas imperiales habían protegido a Roma de los lombardos, pero ahora el Papa estaba enemistado con Constantinopla a causa de la polémica iconoclasta. Zacarías y Constantino V defendían sus posturas con la misma firmeza que lo habían hecho sus respectivos predecesores. Nuevamente, el Papa pensó en los francos, pero así como Pipino de Heristal y Carlos Martel habían desoído las peticiones papales, ahora Pipino el Breve tenía algo que ganar. Dueño indiscutible del reino franco, debió de pensar que ya no necesitaba al títere merovingio, pero deponerlo abiertamente podría provocar una nueva guerra civil. Además Pipino aspiraba a algo a lo que no habían aspirado su padre o su abuelo: quería el título de rey. La tradición franca parecía impedir que alguien que no fuera (al menos en teoría) un merovingio pudiera ser admitido como rey, pero, si alguien podía cambiar esa tradición, ése era Dios o, en su defecto, el Papa. El catolicismo estaba firmemente arraigado en el reino franco y, desde que estalló el conflicto iconoclasta, el Papa era visto como un heroico defensor de la fe ante el perverso emperador que pisoteaba al mismísmo Jesucristo. La palabra del Papa valía mucho. Se establecieron negociaciones secretas: el Papa podía reconocer el derecho divino de Pipino a la monarquía y el poderoso ejército de Pipino podía atacar a los lombardos por la retaguardia para obligarlos a respetar a Roma. Una cosa dependía de la otra y ambas partes estaban de acuerdo. Por ello, en 751, mientras Astolfo atacaba la misma Ravena, una majestuosa embajada viajó de la capital de Pipino a Roma para formular una pregunta: ¿era justo que una persona sin ninguna autoridad fuera llamada rey?, ¿o el título debía llevarlo la persona que realmente gobernaba? El Papa respondió, con la debida ceremonia, que la persona que desempeñaba el papel de rey debía, por derecho, llevar también el título. Poco después, en otra ceremonia se cortaron los largos cabellos de Childerico III, signo distintivo de la monarquía merovingia. El rey depuesto fue recluido en un monasterio. Mientras tanto Astolfo expulsó al exarca de Ravena. Los árabes derrotaron al ejército chino junto al río Talas, tras lo cual el Califato Abasí no tardó en dominar toda Sogdiana. En enero de 752 la nobleza franca se reunió en Soissons y Pipino el Breve fue coronado rey de los francos. Se inició así la dinastía conocida como Carolingia, por Carlos Martel, el padre de Pipino. Los nobles aclamaron al nuevo rey, lo elevaron sobre su escudo y, finalmente, el arzobispo Bonifacio lo coronó como rey "por la Gracia de Dios". Esto era, no obstante, una moneda con dos caras. Ciertamente, Dios era un buen aval, pero no era menos cierto que lo que Dios daba, Dios podía quitarlo. Si en un futuro el Papa cambiaba de idea y decidía, por ejemplo, excomulgar a Pipino o a uno de sus descendientes, su situación pasaría a ser muy comprometida. No cabe duda de que Pipino era consciente de ello. Ahora era Pipino quien tenía que cumplir su parte del acuerdo con el Papa, pero unos meses después murió san Zacarías, y el nuevo Papa electo, Esteban, murió a los tres días, antes de ser consagrado como tal. Luego fue elegido otro Esteban, al que algunos cuentan como Esteban II y otros como Esteban III. Mientras tanto Pipino el Breve inició una campaña contra la Septimania, en poder de los musulmanes, y Astolfo acabó de expulsar a todas las tropas imperiales del exarcado de Ravena. Ahora el Imperio sólo dominaba el sur de Italia (y las islas, Sicilia, Córcega y Cerdeña). Astolfo estaba a las puertas de Roma tratando de obligar al Papa a rendirse. Esteban II trató de ganar tiempo mediante negociaciones y sobornos mientras instaba a Pipino a cumplir el acuerdo que había establecido con san Zacarías. Astolfo conocía la situación y estaba en un dilema: si se retiraba de Roma podía perder el prestigio entre sus hombres y ser derrocado, pero tampoco quería provocar a Pipino. Su mejor carta sería que Pipino no estuviese muy interesado en ayudar al Papa y éste se viera obligado a rendirse, de modo que Roma pasaría a manos de Astolfo sin que Pipino tuviera excusas para intervenir. La situación estaba en un punto muerto y todo dependía de Pipino. Pipino supo sacar el máximo partido político a la situación. Su decisión fue que si Esteban II quería su ayuda, tenía que ir a pedírsela en persona. Un Papa suplicando la ayuda del rey franco no sólo reforzaría la autoridad de Pipino sobre sus súbditos, sino que dejaría claro que el Rey era superior al Papa y no al revés. Pipino envió una embajada a Astolfo para exigir una salvaguarda para el Papa, a fin de que éste pudiera atravesar el territorio lombardo hasta llegar a Neustria. (Pipino fijó en Neustria el lugar del encuentro porque era allí donde necesitaba más reforzar su autoridad, dado que su familia era de Austrasia.) Astolfo tuvo que aceptar, pues en caso contrario Pipino habría podido atacarle inmediatamente. El itinerario previsto del Papa pasaba por la misma Pavía, la capital lombarda. Astolfo se planteó la posibilidad de persuadir a Esteban II para que no siguiera adelante y regresara a Roma, mientras que Esteban II también esperaba negociar un acuerdo razonable con Astolfo para ahorrarse la entrevista con Pipino. Sin embargo, no hubo acuerdo y Astolfo prefirió apostar por que Esteban II tampoco se entendería con Pipino, así que lo dejó seguir su viaje. El rey Ethelbaldo de Mercia había impuesto su hegemonía sobre los reinos sajones del sur, pero el rey Cuthred de Wessex se negó a aceptar su dominio y estalló la guerra entre ambos reinos. Mercia fue derrotada. Constantino V, viendo perdidas todas sus esperanzas de recuperar Ravena y posiblemente indignado por los nuevos contactos del papado, convocó un concilio en 753 en el que se ratificaron las tesis iconoclastas. El Papa se negó a enviar un representante al concilio, al cual acudieron únicamente obispos procedentes de los territorios dominados por el Imperio. Se estableció que los iconos iban contra las Sagradas Escrituras y se simplificó aún más el culto. Los monjes lucharon con firmeza, pero el emperador tomó drásticas medidas contra ellos. Cerró monasterios, confiscó sus propiedades, les obligó a llevar trajes corrientes, encarceló a algunos, exilió a otros, obligó a casarse a algunos, se las arregló para someterlos al escarnio de la gente, e incluso hizo ejecutar a los más molestos. En 754 murió el Califa Abul-Abbás, y fue sucedido por al-Mansur. Aunque los chiitas habían apoyado a Abul-Abbás, el nuevo Califa no podía aceptar su apoyo sin correr el riesgo de enemistarse con la mayoría sunní. Por ello pronto se produjo una ruptura y los chiitas se rebelaron bajo la dirección de Muhammad, bisnieto de Hasán, que aspiró al califato. Bonifacio, tras una larga y exitosa carrera evangelizando a los germanos, se encontró con un grupo de frisios paganos que decidieron martirizarlo a la vieja usanza, y así se convirtió en san Bonifacio. Los Iolo formaron el reino de Nanzhao al suroeste de China, que se independizó del Imperio de los Tang y pronto cayó bajo la influencia tibetana. Esteban II llegó a Châlons, donde se encontraba Pipino. Acudió a recibirlo el hijo mayor de éste, que se llamaba Carlos y tenía entonces doce años de edad. Pipino fue ungido y coronado nuevamente, pero ahora de la mano del Papa. Dios comunicó al Papa su voluntad de que los francos eligieran a sus reyes únicamente en la familia de Pipino durante todas las edades futuras, y Esteban II así lo transmitió al pueblo. Por ello Esteban II ungió también a Carlos y a su hermano de tres años, Carlomán. Además el Papa otorgó a Pipino el título de "Patricio Romano", el mismo que Clodoveo había recibido en su día. Ahora Pipino el Breve se dispuso a cumplir su parte y exigió a Astolfo que le entregara todos los territorios conquistados que habían pertenecido al exarcado de Ravena. Astolfo se negó y sólo ofreció un salvoconducto para que Esteban II pudiera regresar a Roma. Pero el salvoconducto era inútil, ya que en 755 el Papa regresó acompañado de un ejército franco. Astolfo trató de impedirle el paso por los Alpes, pero fue totalmente derrotado y los francos asediaron Pavía. Astolfo aceptó inmediatamente la devolución de los territorios y los francos regresaron a su patria. Ese año los francos emitieron por primera vez su propia moneda. La monarquía tibetana alcanzó su apogeo con Khri-srong-Ide-btsan. Fue un budista ilustrado, que trajo de la India a un sabio doctor budista llamado Padma Sanbhava, que creó una secta adaptada al bon, la religión tradicional tibetana. No obstante, el budismo en el Tíbet fue una religión de la corte, y el pueblo se mantenía vinculado a sus antiguas creencias. Mientras tanto, el general chino An Lushan se rebelaba contra el gobierno central. Era el gobernador de la región de Pekin, protegido de la favorita del emperador, Yang-Yuhuan. Desde el derrocamiento de los Omeyas, Al-Ándalus estaba prácticamente sumida en una guerra civil en la que distintas facciones se disputaban el poder. En Zaragoza el gobernador Sumayl, leal al Emir Yúsuf, fue asediado por facciones opuestas, pero resistió hasta ser liberado por un ejército partidario de Yúsuf, en el cual militaban numerosos partidarios de los Omeyas que proyectaban entronizar a Abd al-Rahmán. Sin embargo, ante la falta de acuerdo cambiaron de bando y lograron el apoyo de los sitiadores, que marcharon a Almuñécar (cerca de Granada), donde desembarcó Abd al-Rahmán. En 756 Abd al-Rahmán derrotó a Yúsuf y se apoderó de Córdoba. Yúsuf se refugió en Mérida pero intentó rebelarse y no tardó en ser capturado y ejecutado. Abd al-Rahmán se proclamó Abd al-Rahmán I, Emir de Al-Ándalus. Astolfo se había rendido muy rápidamente ante Pipino, lo cual le permitió salir indemne del enfrentamiento, ahora que Pipino estaba lejos decidió asediar de nuevo Roma. Probablemente Astolfo pensaba que Pipino daría por saldada su deuda con el Papa y que no estaría interesado en llevar sus ejércitos tan lejos. Si fue así, casi acertó, pues Esteban II tuvo que enviar una larga carta apelando a todos los recursos posibles para convencer al monarca carolingio de que acudiera en su auxilio. El caso es que Pipino se decidió a intervenir y su ejército sitió nuevamente Pavía. Una vez más Astolfo se vio obligado a ceder sus conquistas, pero ahora Pipino pidió rehenes y un oneroso tributo. Mientras Pipino estaba en Pavía llegaron embajadores de Constantinopla que le exigieron la devolución del exarcado de Ravena, pero Pipino no vio ningún beneficio en ello y prefirió donar los territorios al Papa, que se convirtió así por primera vez en la historia en un auténtico jefe de estado. Posteriormente, los territorios regidos por el Papa se denominaron Estados Pontificios. Además, Pipino decidió compensar la expolación que su padre había infligido a la Iglesia para preparar la resistencia contra los moros estableciendo el pago obligatorio del diezmo, en virtud del cual los propietarios debían donar a la Iglesia la décima parte de las rentas de sus tierras. A finales de año murió en una partida de caza el rey lombardo Astolfo, y su sucesor fue uno de sus generales, Desiderio, que no mostró ningún interés por luchar contra Roma. Al contrario, buscó la alianza con el Papa y le ofreció nuevos territorios. Naturalmente, Esteban II aceptó encantado. Constantino V logró una importante victoria contra los búlgaros y, aunque no consiguió devolverlos a la otra orilla del Danubio, no dejó de imponerse sobre ellos, a la vez que combatía a los árabes en Asia Menor. El emperador chino Xuangzong tuvo que huir de la capital poco después de que su favorita Yang-Yuhuan fuera asesinada por los guardias que la custodiaban. Fue sucedido por su hijo Shuzong, que continuó resistiendo a la rebelión de An Lushan. Para ello solicitó la ayuda de turcos, tibetanos y otros pueblos vecinos, los cuales no dudaron en acudir y sacar partido de la situación. En 757 murió el rey de Asturias Alfonso I el Católico, y fue sucedido por su hijo Fruela. Su reino abarcaba entonces toda la parte norte de la Península Ibérica, desde Galicia, al oeste, hasta los territorios de los vascos al este y casi llegaba a la costa mediterránea. En ambos extremos surgieron rebeliones, pero el nuevo rey logró sofocarlas y Galicia fue devastada. El rey Ethelbaldo de Mercia murió víctima de una conspiración. Tras unos meses de confusión, los nobles eligieron rey a un pariente lejano de Ethelbaldo llamado Offa. También murió el Papa Esteban II. Ahora que el Papa era un jefe de estado, el cargo empezó a ser codiciado por la aristocracia laica italiana, por lo que hubo dos candidatos a Papa, por una parte el hermano de Esteban II, que terminó imponiéndose como Paulo I, y un rival llamado Teofilacto. En 759 Pipino conquistó completamente la Septimania, con lo que los Pirineos se convirtieron en la frontera entre Al-Ándalus y el reino franco (aunque el condado de Rosellón, al sur de la cordillera, quedó bajo dominio franco). También inició una serie de campañas anuales contra Aquitania, pues desde que el peligro moro fue conjurado la sumisión de los aquitanos al reino franco se había relajado considerablemente. En Java, la dinastía hinduista que reinaba
hasta
esta época fue desplazada por la dinastía budista de los
Sailendra.
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