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En 761 un chiita
llamado
Abd
al-Rahmán ibn Rustum declaró independiente del
Califato
abasí un territorio en el norte de África, más o
menos
el actual Marruecos. En 762 el general
Isá
ibn Musá sitió en Damasco a Muhammad, el chiita
bisnieto
de Hasán que pretendía el califato. Fue derrotado y
decapitado.
Luego Isá marchó por Ibrahím, el hermano
de
Muhammad, que marchaba sobre Kufa. Mientras tanto, el Califa Al-Mansur
decidió que Kufa no era segura como capital, así que
eligió
una nueva. Se trataba de una pequeña aldea en la orilla del
Tigris
llamada Bagdad. Sobre ella construyó una ciudad
monumental
que conservó el nombre. La construcción de Bagdad fue la
ruina de Ctesifonte, la antigua capital persa, que fue usada como
fuente
de materiales y ornamentos para la nueva capital. En
763
Isá se enfrentó a Ibrahím, quien murió en
la
batalla alcanzado por una flecha.
En China, la rebelión de An Lushan fue aplastada cuando éste fue asesinado por su propio hijo. Tras ocho años de guerra civil, el país sufría una grave crisis demográfica, económica y social. El estado impuso una enorme carga fiscal que obligó a los pequeños campesinos a vender sus tierras y caer en la servidumbre. También fue confiscada una parte de las propiedades de los mercaderes. Los tibetanos y otros pueblos nómadas se aprovecharon de la debilidad china. Los ejércitos de Khri-srong-Ide-btsan llegaron hasta la capital de los Tang, la saquearon y luego se marcharon. El sobrino de Pipino el Breve, llamado Tasilón, era duque de Baviera y decidió independizar su ducado del reino franco. Pipino no reaccionó, pues estaba más interesado en dominar Aquitania. En 765 el emperador Constantino V neutralizó una conjuración de los iconodulos, tras la cual no dudó en perseguir abiertamente a sus enemigos. Aunque los chiitas se veían obligados a aceptar un Califa que según su criterio era ilegítimo, nada les impedía tener su propia autoridad religiosa. Ésta era lo que llamaban el Imán. Cuando murió el sexto Imán, Yafar al-Sadiq, se abrió una polémica, pues tiempo atrás Yafar había designado como sucesor a su hijo Ismaíl, pero éste había muerto cinco años antes. Entonces los chiitas se dividieron en dos facciones, los que consideraban que el séptimo imán debía de ser Ismaíl, de acuerdo con lo dispuesto por Yafar, y los que consideraban que esto no podía ser, mayormente porque ya debía de estar algo descompuesto, y en su lugar proponían al segundo hijo de Yafar, Musá al-Kazim. Pese a lo contundente del argumento, los llamados chiitas septimanos o ismailíes defendieron que en realidad Ismaíl había entrado en Gayba (la ocultación) y que había que esperar a que volviera entre los vivos (aunque no dieron fecha). Como aún no ha vuelto, los chiitas septimanos no reconocen más que a siete imanes, mientras que los restantes chiitas continuan la cadena con Musá. La interpretación más sencilla de este surrealismo septimano es que los ismailíes (o al menos sus fundadores) eran una facción chiita interesada en que la autoridad religiosa cambiara de manos, y juzgaron que la situación que se dio tras la muerte de Yafar permitía hacerlo con "coherencia". En 766 Pipino el Breve sometió definitivamente al duque Wifredo de Aquitania. Con ello dominaba efectivamente todo lo que había sido la Galia (a excepción de Bretaña) así como extensos territorios al otro lado del Rin. Mientras Pipino estuvo ocupado con Aquitania, el rey lombardo Desiderio fue cambiando su política inicial de sumisión al Papa y pasó a adoptar una actitud más agresiva. Paulo I tuvo que hacer valer sus buenas relaciones con Pipino para contenerlo. En 767 murió el Papa san Paulo I, y esta vez un duque italiano llamado Toto logró que fuera elegido papa su hermano, que se convirtió en Constantino II. Sin embargo, en 768 la aristocracia clerical decidió elegir su propio Papa, que se llamaba Esteban III. Tras esta elección Constantino II se vio obligado a recluirse en un monasterio. Ese mismo año murió el rey Fruela de Asturias, y fue sucedido por Aurelio, sobrino de Alfonso I el Católico. Durante su reinado se produjo una rebelión de siervos. Las tierras del reino pertenecían a unos pocos señores que las explotaban a través de un gran número de siervos. No se conocen las causas concretas de la rebelión, pero el caso es que fue sofocada. Aurelio mantuvo relaciones pacíficas con el emirato de Abd al-Rahmán I. También murió Pipino el Breve y, fiel a la tradición franca, dividió el reino entre sus dos hijos, Carlos y Carlomán. El reparto fue extraño, pues no respetaba la división tradicional entre Neustria y Austrasia. Carlos recibió un arco de tierras occidentales, mientras que el reino de Carlomán estaba formado por los territorios orientales. En Aquitania acababa de morir el duque Wifredo, y su sucesor, Lobo II, consideró que la muerte de Pipino marcaba el momento idóneo para librarse del dominio carolingio, por lo que se declaró en rebeldía. El ducado estaba en el territorio asignado a Carlos, quien inmediatamente se dispuso a sofocar la rebelión. Al parecer, Carlomán no confiaba en su hermano o, por algún motivo, no se llevaba bien con él. El caso fue que Carlos no recibió ninguna ayuda, sino que tuvo que enfrentarse solo a los aquitanos. Pese a ello, obtuvo una completa victoria, la primera de las muchas que le valdrían el sobrenombre de Carlos el Grande, Karl der Grosse, Carolus Magnus o Carlomagno. Tras esta victoria Carlomagno estableció su capital en Aquisgrán, posiblemente su ciudad natal, situada en la confluencia de las actuales fronteras entre Bélgica, Holanda y Alemania. En los recelos de Carlomán hacia su hermano fueron alimentados por el rey lombardo Desiderio, que nunca dejó de adularlo y estableció una sólida alianza con él, la cual culminó con el matrimonio entre el rey franco y una de las hijas del rey lombardo. Por otra parte, Berta, la viuda de Pipino el Breve, quiso reconciliar a sus hijos, por lo que indujo a Carlomagno a casarse con otra hija de Desiderio. Probablemente pensó que las dos hermanas lombardas contribuirían a mejorar las relaciones entre sus maridos. En 769 le arrancaron los ojos al Papa Constantino II y poco despues fue citado a un concilio convocado por Esteban III en Roma en el que se anularon todos sus actos como Papa. Constantino II murió ese mismo año. En el citado concilio, Esteban III condenó la iconoclastia y precisó la doctrina de la Iglesia Romana respecto a las imágenes. En 770 el rey Offa de Mercia reemprendió la política de dominación que había iniciado su antecesor Ethebaldo y llevó sus ejércitos a Sussex y Kent, con los cuales fue logrando lentamente la sumisión de los sajones. En 771 murió Carlomán, con tan sólo veintiún años de edad. Dejó dos hijos pequeños, además de a su viuda, la princesa lombarda. Carlomagno comprendio que, si no lo evitaba, el reino de su hermano iba a ser gobernado por Desiderio, así que actuó rápidamente, se adueñó de él y envió a Pavía a su resentida cuñada, que no tardó en instar a su padre Desiderio para que tomara medidas contra Carlomagno. Al parecer, la esposa de éste tampoco se mostró nada satisfecha con la forma en que había sido tratada su hermana, por lo que Carlomagno optó por repudiarla y enviarla también a Pavía. Los frisios se sometieron a Carlomagno, mientras que Tasilón mantuvo la independencia de Baviera. Pero a Carlomagno le interesaron más los sajones. Bonifacio había logrado evangelizar a la mayoría de los bávaros y los frisios. Pipino el Breve había potenciado esta evangelización como un primer paso para el sometimiento de los germanos, y ciertamente su política había dado frutos. Precisamente por esto mismo, los sajones se aferraron al paganismo, pues comprendieron que aceptar el cristianismo les llevaría tarde o temprano a ser absorbidos por los francos. Carlomagno, que era muy piadoso, vio la evangelización de los sajones (o la conquista, que era más o menos lo mismo) como una especie de guerra santa, así que envió tropas a Sajonia. Por otra parte, Desiderio sabía que no era lo suficientemente poderoso para enfrentarse abiertamente a Carlomagno, pero pensó que podría volver contra él algunos señores francos del reino de Carlomán si conseguía convencerlos de que el trono correspondía legítimamente a sus nietos. Una forma de lograrlo era que el Papa reconociera los derechos de los niños, lo cual podría conseguirse con un poco de presión. La suerte le ayudó, porque en 772 murió Esteban III y los Estados Pontificios quedaron sumidos una vez más en disputas sobre la sucesión, disputas que Desiderio aprovechó para invadir el territorio. Finalmente fue elegido Papa Adriano I, quien solicitó de inmediato la ayuda de Carlomagno. En 773 el monarca franco estaba en Italia, y todos los nobles francos le permanecían leales. Desiderio trató de negociar como había hecho Astolfo ante Pipino, pero Carlomagno no entendía de promesas. Pavía fue asediada durante nueve meses y finalmente Carlomagno recibió la corona de hierro lombarda, adoptó el título de rey de los lombardos y se llevó a Desiderio cautivo a territorio franco. Así desapareció de la historia el reino lombardo. Quedaba el ducado de Benevento, al sur de los Estados Pontificios, pero era débil y allí los lombardos perdieron pronto su identidad mezclándose con los demás italianos. Mientras tanto el Califa Al-Mansur había logrado sofocar las rebeliones chiitas y envió un general a Al-Ándalus con credenciales de gobernador. Éste organiza una sublevación contra el Emir Abd al-Rahmán I. Los rebeldes se distinguen con una bandera negra, pero Abd al-Rahmán I los derrotó y devolvió a Al-Mansur la cabeza de su general envuelta en la bandera negra. Desde entonces Al-Ándalus fue reconocido como Emirato Independiente. El norte de África seguía bajo el dominio del chiita Abd al-Rahmán ibn Rustum y fue también independiente. Túnez y Argelia aceptaron la autoridad abasí, pero sólo nominalmente. Por lo demás, el Califato Abasí dominaba desde Libia hasta la India. En 774 Carlomagno confirmó al Papa Adriano I como legítimo dueño de los Estados Pontificios (la donación de Carlomagno). Ese mismo año murió el rey Aurelio de Asturias, y fue sucedido por Silo, que estaba casado con una hija de Alfonso I el Católico. Silo mantuvo la paz con los moros, pero tuvo que sofocar una rebelión de los gallegos. En 775 murió el Califa Al-Mansur, y fue sucedido por su hijo Al-Mahdí, quien hizo oficial la doctrina sunní. Los chiitas, que conocían el papel decisivo que habían representado en el acceso al poder de los abasíes pasaron a una resentida oposición. También murió el emperador Constantino V, durante una de sus muchas campañas contra los búlgaros. Fue sucedido por su hijo León IV, después de haber derrotado a sus hermanos Cristóforo y Nicéforo. Los tres habían sido nombrados césares por su padre. León IV suavizó las medidas contra los iconodulos, tal vez porque estaba casado con Irene, una ateniense que en secreto era iconodula. En 776 un monje asturiano conocido como Beato de Liébana escribió unos Comentarios al Apocalipsis en los que defiende la creencia en el inminente fin del mundo. En 777 el rey Offa de Mercia derrotó al ejército de Wessex junto al Támesis, cerca de Oxford, y obligó a su rey a aceptar su soberanía. Luego casó a una de sus hijas con el rey de Wessex y luego a otra con el rey de Northumbria, con lo que su influencia se extendió prácticamente a toda Inglaterra. En cambio, Offa no intentó derrotar a los galeses. Tal vez sabía lo peligroso de adentrarse en las montañas galesas. En lugar de ello adoptó la estrategia de los romanos y construyó una muralla de adobe a lo largo de toda la frontera galesa (aproximadamente la actual) excepto en aquellas zonas en las que los bosques eran tan densos que en la práctica eran impenetrables. Offa acuñó su propia moneda, a imitación de Kent, que unos años antes había imitado en esto mismo a los francos. No obstante, las monedas de Offa estaban mucho mejor trabajadas que las rudas monedas francas. El cristianismo se había ido extendiendo lentamente entre los búlgaros, hasta que finalmente el kan Telerig aceptó el bautismo. Esto puso a los búlgaros bajo la influencia de la iglesia y durante un tiempo dejaron de ser una amenaza contra Constantinopla. Mientras tanto, Carlomagno no tenía contra los sajones el mismo éxito que había tenido contra los lombardos. Los francos habían encontrado en sajonia un tronco de árbol sagrado llamado Irminsul, que representaba al árbol que sustentaba el Mundo. Los sacerdotes francos ordenaron la destrucción de tal ídolo, y con ello aumentaron el rencor de los sajones. Se inició una guerra de guerrillas. Cuando los francos capturaban un grupo de sajones les obligaban a adoptar el cristianismo. Éstos así lo hacían, pero en cuanto los soldados se alejaban olvidaban sus juramentos, destruían las iglesias y mataban a cualquiera que hubiera aceptado sinceramente el cristianismo. Los ejércitos de Carlomagno se adentraban cada vez más en sajonia, mataban más sajones, tomaban más rehenes, pero todo era inútil. Mientras tanto, Abd al-Rahmán I tenía problemas en Al-Ándalus para dominar a los nobles moros. Las rebeliones eran frecuentes y los gobernadores de Toledo y Zaragoza se declararon emires desafiando a Córdoba. Para conseguir sus fines no dudaban en aliarse con los cristianos de Asturias. Por otra parte estaban los vascos, que sólo pensaban en alejar de sus tierras a todos los extranjeros, y ello no sólo incluía a los moros, sino también a los francos (el territorio vasco abarcaba la costa norte de la península ibérica, al este de Asturias, y también la Gascuña al norte de los Pirineos). Carlomagno quiso poner fin a las correrías de los vascos y aprovechó que el Emir de Zaragoza, Al-Arabí, le invitó a intervenir en su contienda con Abd al-Rahmán I. En 778 condujo sus ejércitos hacia el sur y se dispuso a ocupar Zaragoza, para atacar después a los vascos por la retaguardia, pero en el último momento Al-Arabí decidió que no le convenía una alianza con un infiel tan poderoso, y le negó la entrada. Carlomagno se dispuso a asediar la ciudad, pero no tenía suficientes efectivos. Además le llegaron noticias de que un sajón llamado Widukindo logró levantar a su pueblo en uno de los más cruentos ataques contra los francos. Hizo matar a todos los sacerdotes de Sajonia y en sus correrías llegó hasta el Rin. Carlomagno juzgó que lo más adecuado era retirarse de Zaragoza y emprendió el camino de vuelta a través de los Pirineos. Mientras los atravesaba por el desfiladero de Roncesvalles los vascos lo observaban ocultos desde los laterales. Dejaron pasar al grueso del ejército y atacaron a la retaguardia, con lo que obtuvieron un buen botín. El emperador León IV dirigió una expedición contra Siria. Uno de los mayores centros culturales de occidente era entonces la escuela de York, en Northumbria, de la que fue nombrado director su más ilustre alumno, Alcuino de York. En 780 murió el emperador León IV y fue sucedido por su hijo de diez años Constantino VI. Su madre Irene asumió la regencia, y a partir de este momento inició el delicado proceso de erradicar la iconoclastia. Era complicado, pues las principales autoridades eclesiásticas era iconoclastas y, lo más grave, el ejército era mayoritariamente iconoclasta. Irene inició una peligrosa política de desgaste del ejército disminuyendo su presupuesto (lo que, por otra parte, le permitió bajar los impuestos y le granjeó el apoyo de los civiles). En 781 los súbditos del duque Tasilón de Baviera se sintieron inquietos ante las posibles represalias de Carlomagno por la rebeldía de su señor y optaron por abandonarlo. Tasilón tuvo así que reconocer la soberanía franca. Carlomagno decidió nombrar rey de Italia (esto es, del antiguo reino lombardo) a su hijo Carlomán, de cuatro años, más conocido por Pipino, y rey de Aquitania a su hijo Luis, de tres años de edad (para lo que previamente hizo ejecutar al duque de Aquitania Lobo II). En ambos casos se trató de una estrategia de integración, pues así ambos territorios se consideraban gobernados por un rey propio y Carlomagno designó como regentes a hombres de su confianza. Ese año Carlomagno visitó Roma y el Papa Adriano I ungió y coronó a los dos niños según el deseo de su padre. Adriano dejó de fechar sus documentos por los años de reinado del emperador romano y pasó a fecharlos por los años de reinado de Carlomagno. Casualmente, Carlomagno se encontró en Roma con Alcuino de York. El rey franco comprendía el miserable estado del saber en su reino y tal vez intuía que sin hombres educados que lo administrasen no tardaría en derrumbarse. La alfabetización estaba restringida a los sacerdotes y monjes. Para un franco, alguien que supiera leer y escribir no era un franco auténtico franco, ni probablemente un auténtico hombre. La aristocracia se dedicaba esencialmente a la guerra y dejaba el cultivo de las tierras a cargo de siervos a los que requisaba la mayor parte de su producción. Estos siervos estaban ligados al suelo, de modo que no podían abandonar la tierra en la que habían nacido. Los señores eran relativamente leales al rey en cuestiones militares, pero por lo demás cada cual imponía en sus dominios su propia concepción de la justicia y el derecho, y las disputas entre señores vecinos se arreglaban entre ellos sin que mediara ninguna autoridad superior y, a menudo, en detrimento de los siervos. Por ejemplo, una forma típica de dirimir disputas entre aldeanos era la "ordalía". Si alguien era acusado, por ejemplo, de robo, se le obligaba a coger con la mano un trozo de metal al rojo, o a meterla en agua hirviendo. Si las heridas se curaban en tres días era inocente. Entre nobles las disputas se resolvían mediante combates, lo cual tenía su lógica, porque Dios no iba a ayudar sino al que tuviera la razón. Carlomagno trató de potenciar un sistema por el que las disputas entre aldeanos se resolvían por el veredicto de un grupo de hombres escogidos por su buena reputación. Volviendo al encuentro entre Carlomagno y Alcuino, el rey quedó impresionado por el religioso y le ofreció la posibilidad de dirigir un programa de educación en el reino franco. Alcuino aceptó y nunca regresó a Inglaterra. Entre los francos, Alcuino enseñó a los funcionarios de la corte, fundó escuelas y escribió obras didácticas. Modificó el derecho eclesiástico siguiendo el modelo italiano, pero añadió tradiciones francas. Su versión fue aceptada en Italia. Pero una de sus mayores contribuciones a la cultura fue una reforma del sistema de escritura: ideó un alfabeto que ocupaba menos espacio en los pergaminos y era mucho más claro que el usado hasta entonces, es decir, inventó lo que hoy llamamos "letras minúsculas". El alfabeto latino sólo tenía hasta entonces letras mayúsculas. Junto a Alcuino, Carlomagno llamó también para colaborar en su proyecto de educación a los italianos Pablo Diácono y Pedro de Pisa, así como al hispano Teodulfo. El propio Carlomagno quiso asistir a las clases de la escuela de Alcuino, y obligó a asistir a miembros de su familia y de la corte. (Probablemente no estaban nada ilusionados con la idea, pero nada podían hacer). Carlomagno, además del alemán, hablaba latín y un poco de griego, pero ahí acababan sus conocimientos. Su secretario, Eginardo, escribió una breve biografía del rey en la que relata sus progresos: "Aprendió el arte de contar mediante números", esto es, aprendió algo de aritmética, lo cual, teniendo en cuenta que los números en cuestión eran los romanos, tenía algo más de ciencia de lo que parece. También aprendió a leer algo, aunque sus esfuerzos por escribir fueron vanos. Eginardo cuenta que el rey se llevaba a la cama sus tablillas con modelos de escritura y por la mañana, o si se despertaba durante la noche, se esforzaba por reproducir las letras, pero no pudo llegar más allá de copiar modelos. En 782 Carlomagno dirigió una de las campañas más duras contra los sajones. Se dice que ordenó ejecutar cuatro mil quinientos sajones en un solo día. En 783 murió el rey Silo de Asturias. La nobleza eligió rey a Alfonso II, hijo de Fruela, pero fue expulsado del reino por un hijo bastardo de Alfonso I el Católico llamado Mauregato, que se convirtió así en el nuevo rey. Parece ser que los disturbios ocasionados por la usurpación favorecieron que los moros iniciaran una campaña contra el reino cristiano. Por esta época Beato de Liébana escribió un himno litúrgico dedicado a Mauregato en el que se invoca al apóstol Santiago como cabeza de España. Pronto se difundió la idea de que el apóstol había evangelizado España y que era el santo patrón de los cristianos españoles. En la India surgió un gobierno fuerte bajo la dinastía de los Prathiara, que impidió la expansión árabe. El rey actual era Vatsraja. Su ambición era dominar todo el norte de la India, lo cual le enfrentó con Dharampala, que reinaba al oeste, en Bengala, al cual terminó derrotando. En 784 el emperador japonés Kammu fundó una nueva capital en Nagaoka, para liberarse del dominio de los monjes budistas. El Califa Al-Mahdí fue sucedido por su hijo Al-Hadí. A lo largo de los últimos cien años se había ido elaborando en occidente una nueva forma de canto litúrgico conocida como canto gregoriano (atribuido erróneamente al Papa san Gregorio I Magno) y que ahora empezaba a adoptarse en centros importantes como Metz en sustitución del antiguo romano. En 785 el sajón Widukindo fue derrotado, tuvo que aceptar la conversión al cristianismo y ya no se atrevió a abjurar de ella (al menos públicamente). De todos modos, la resistencia sajona continuó. Mientras tanto, la ciudad de Gerona, en la costa mediterránea, al sur de los Pirineos, decidió ponerse bajo la protección de Carlomagno. Abd al-Rahmán I inició la construcción de la Mezquita de Córdoba. Hasta entonces musulmanes y cristianos cordobeses compartían, según era costumbre una misma iglesia, la iglesia de san Vicente. Abd al-Rahmán I compró a los cristianos la mitad de la iglesia e inició las obras en dicha mitad. En 786 la Emperatriz Irene trató de convocar un concilio para revocar la iconoclastia, pero los soldados lo disolvieron. El Califa Al-Hadí fue sucedido por su hermano Harún al-Rashid (Aarón el Justo). Con él llegó el apogeo de Bagdad, que llegó a tener hasta dos millones de habitantes. Impuso un sistema administrativo justo y razonable (de ahí su sobrenombre) y el Califato pudo prosperar satisfecho. La lengua árabe se extendió por Mesopotamia. Harún nombró visir(primer ministro) a Yahyá, que pertenecía a la familia persa de los Barmakíes, entre cuyos miembros habían salido los principales asesores de los primeros califas abasíes y que se distinguieron como protectores de las artes y la literatura. Tras la conquista musulmana, Toledo siguió siendo la cabeza de la Iglesia Católica en la península ibérica, pero la influencia islámica hizo que surgiera un intento de conciliar ambas religiones. Una de las mayores discrepancias entre ellas era que el islam negaba la divinidad de Jesucristo, así que Elipando de Toledo desarrolló el adopcionismo, teoría según la cual Jesucristo era un hombre al que Dios había convertido en hijo suyo por adopción. El adopcionismo fue combatido por Beato de Liébana, que escribió junto con su discípulo Eterio el Tratado apologético para rebatirlo. La polémica llegó al reino franco y puso a Beato en contacto con Alcuino. El propio Carlomagno se interesó en la cuestión y emprendió medidas para desvincular la iglesia asturiana de la toledana. En 787 la Emperatriz Irene logró convocar con éxito un concilio en Nicea, donde se restauró el culto a los iconos, si bien se prohibieron las esculturas, consintiendo a lo sumo los bajorrelieves. La iconoclastia subsistió, pero cada vez con menos apoyos. Con el tiempo se fueron destruyendo todos los textos en su favor, así que no conocemos sus fundamentos exactos salvo a través de sus detractores. El rey Offa de Mercia se permitía tratar a Carlomagno de igual a igual. Probablemente no hubiera sido así si entre sus reinos no hubiera habido un brazo de mar o si Carlomagno hubiera contado con una flota. El caso es que Offa llegó a la conclusión de que era insultante para Mercia que la mayor autoridad de la Iglesia de Inglaterra fuera el arzobispo de Canterbury, en Kent, cuando hacía ya tiempo que la gloria de Kent se había extinguido. Offa pidió al Papa Adriano I que creara un arzobispado en Lichfield, que tendría a su cargo la Iglesia de Mercia, mientras que el de Canterbury limitaría su jurisdicción al sudeste. Se cuenta que Adriano I se opuso, pero Offa sugirió a Carlomagno que depusiera a Adriano I y nombrara en su lugar un Papa franco. Carlomagno hizo saber a Adriano I que la idea de Offa le parecía acertada y, Adriano I, conocedor de los consejos que Offa había dado al rey franco, se apresuró a acceder por si acaso. Los pueblos escandinavos, que habitaban al norte de Europa, basaban su subsistencia más en la pesca que en la agricultura, pues las bajas temperaturas de sus tierras no hacían a la agricultura muy productiva. Tenían una extensa costa, por lo que se convirtieron en buenos marineros. A lo largo del siglo VIII algunos pueblos escandinavos descubrieron que podían sacar del mar un partido mejor que los peces. Se hicieron piratas y se dedicaron a recorrer las costas escandinavas dedicados al saqueo y al pillaje. Sólo fue cuestión de tiempo que se lanzaran a ultramar. Una pequeña isla en las costas de Kent recibió la primera "visita" conocida de los escandinavos a la Europa cristiana. No fue especialmente brutal, pero sin duda volvieron a sus hogares con un buen botín que estimuló nuevas expediciones. En 788 el duque Tasilón de Baviera fue internado en un monasterio y se le confiscaron todos sus bienes. Ese año murio el rey de Asturias Mauregato, y fue sucedido por Vermudo I el Diácono, llamado así porque fue elegido rey cuando ya había recibido el diaconado. Era sobrino de Alfonso I el Católico, hijo de su hermano Fruela. También murió el Emir Abd al-Rahmán I, y fue sucedido por su hijo Hisam I, que tuvo que combatir a sus hermanos Sulaymán y Abd Allah. Hisam I terminó la construcción de la Mezquita de Córdoba. El territorio del actual Marruecos se independizó del dominio Rustemí bajo Idris I, que inició una nueva dinastía de gobernantes musulmanes conocidos como Idrisíes. Su capital era Fez. En 789 se convirtió en rey de los pictos Constantino Mac Fergus, que al parecer fue reconocido, al menos nominalmente, como rey de los escotos. Carlomagno impuso finalmente su dominación sobre Bretaña. Los bretones se habían resistido hasta entonces a aceptar la soberanía franca y ahora la aceptaron al menos nominalmente: pagaron tributo y se mantuvieron en una cauta sumisión. En 790 el emperador
Constantino
VI tenía ya veinte años y no compartía la
iconodulía
de su madre. En esto coincidía con el ejército,
así
que no tuvo dificultad en lograr que los soldados suprimieran la
regencia
de Irene y la desterraran.
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