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Veamos
cómo estaba el mundo civilizado cuando la Europa Occidental
acababa
de entrar en la Edad Media. El Imperio Chino estaba gobernado por la
dinastía
Qi. La parte norte estaba ocupada por el reino bárbaro de Wei,
que
a su vez servía de pantalla frente a los ataques de varios
pueblos
bárbaros, especialmente de los Yuan-Yuan. En el sur, China
apoyaba
al reino de Fu-nan con la esperanza de que éste dominara al
reino
de Shampa, pero todos los intentos resultaban infructuosos. En esta
época
aparecieron los priméros teóricos de la literatura. Liu
Xie escribió el Dragón clavado en el
corazón
de la literatura, donde combatió el preciosismo y
defendió
la tesis de que el objetivo de la literatura es describir situaciones y
sentimientos reales, a la vez que da criterios objetivos para juzgar
una
obra.
Persia y la India estaban conmocionados por los hunos, si bien Kavad, el hijo del último rey persa, estaba haciéndose con el control del Imperio gracias a la ayuda de los propios hunos. Durante los últimos años, los cristianos de Persia, Armenia y el reino árabe de Hira habían adoptado el nestorianismo en su práctica totalidad. Los cristianos nestorianos conservaron llevaron de nuevo a Persia la cultura griega que los sasánidas habían erradicado. También surgió una nueva herejía mazdeísta, creada por un sacerdote llamado Mazdak. Su doctrina era similar al maniqueísmo, pero propugnaba un modo de vida ascético y comunista. Denunciaba los intereses de la nobleza y el poderío de los sacerdotes, así que se ganó la enemistad de los dos poderes del Imperio. El declive de los hunos en occidente permitió la expansión de los eslavos. Éstos absorbieron a una parte de los invasores asiáticos y dejaron de ser los campesinos dóciles a los que habían sometido los cimerios, los sármatas, los ostrogodos, los hunos y otra vez los ostrogodos. Se convirtieron en guerreros, pero no dejaron de ser campesinos. Mientras los germanos eran sólo guerreros que esclavizaban a los campesinos que conquistaban, cuando los eslavos conquistaban un territorio se establecían, formaban familias, labraban la tierra y absorbían a la población nativa. Así, lentamente un amplio territorio desde los balcanes hasta las actuales Rusia y Ucrania fue haciéndose eslavo, no en el sentido débil de que estuviera dominado por una aristocracia eslava, sino que el pueblo se hizo eslavo. Ahora que el Imperio Romano de Oriente se había librado de la presión germánica al enviar a los ostrogodos hacia Italia, los búlgaros se asentaron junto al Danubio y se convirtieron en la nueva amenaza bárbara. Puede cuestionarse si tiene sentido seguir llamando Imperio Romano a un imperio en el que no estaba Roma, pero lo cierto es que así lo llamaban sus habitantes. Más aún, la capital del Imperio se llamaba Nueva Roma, aunque todo el mundo la conociera por Constantinopla, la lengua del gobierno era el latín, aunque toda la población hablara griego, y las instituciones eran las que siempre había tenido el Imperio Romano (salvo en lo tocante a las transformaciones religiosas que conllevó la adopción del cristianismo). La polémica más importante a la que tenía que enfrentarse el emperador Anastasio I era la pugna entre el catolicismo y el monofisismo. Egipto y Asia Menor, liderados por los Patriarcas de Alejandría y Antioquía, se habían vuelto irremediablemente monofisitas para oponerse al Patriarca de Constantinopla, y en la capital el clero estaba dividido. Desde un punto de vista político, el dilema era que apoyar el monofisismo suponía conseguir la lealtad de las provincias, pero también la ruptura con occidente (totalmente católico) y, por consiguiente, cerraba las puertas a una posible reconstrucción del Imperio; por otra parte, apoyar el catolicismo podía facilitar que la población occidental se pusiera de parte de los ejércitos imperiales si lograban ocupar un territorio, pero a costa de peligrosas tensiones internas. Esta alternativa no era muy prometedora, pues también estaba la rivalidad entre el Papa de Roma y el Patriarca de Alejandría, rivalidad que no se zanjaría aunque ambas Iglesias aceptaran la doctrina católica. Tal vez por ello Anastasio I se decantó por el monofisismo. Para colmo de los males, esta polémica sobre un asunto teológico que difícilmente podía importarle a un ciudadano corriente (ni a nadie sensato, en realidad) se vio multiplicada por un fenómeno sociológico. En Constantinopla se habían hecho muy populares las carreras de carros. Eran el espectáculo nacional, como puede serlo el fútbol en muchos países contemporáneos. Al principio las carreras se disputaban entre dos equipos, que se distinguían por los colores de sus trajes: los rojos y los blancos, pero a medida que las carreras ganaron en popularidad surgieron dos equipos más: los azules y los verdes. Cada aficionado a las carreras apoyaba a un equipo, exactamente igual que cada aficionado al fútbol de una ciudad con varios equipos se decanta arbitrariamente por uno de ellos. Finalmente, los azules y los verdes se hicieron mayoritarios, y llegaron a eclipsar a los dos equipos originales. La rivalidad entre los partidarios de uno y otro equipo creció hasta el punto de que dejó de ser meramente deportiva y se extendió a la política y a la religión. Así, los azules eran católicos y los verdes monofisitas. Cuando Anastasio se mostró partidario del monofisismo, se encontró con que media ciudad (los azules) se sintió descontenta y provocaba motines y disturbios cada vez con más frecuencia. Por esta época los judíos redactaron la Guemará babilónica, unos comentarios a la Mishná que dieron lugar a una segunda versión del Talmud, por lo que se distingue entre el Talmud de Jerusalén y el de Babilonia. Éste último ha sido el más difundido y el que ha desempeñado un papel preponderante en la teología judía. En occidente, la desmembración del Imperio Romano hizo que cada región corriera una suerte diferente. Sin duda, la región más privilegiada fue Italia. Bajo el gobierno del que pasó a ser conocido como Teodorico I el Grande, vivió un periodo de esplendor. Italia nunca había estado tan bien gobernada desde los tiempos de Marco Aurelio. Teodorico conservó el sistema de gobierno romano, redujo la corrupción, bajó los impuestos, permitió que romanos y ostrogodos pudieran participar en la vida política con las mismas oportunidades, dragó los puertos, desecó ciénagas, embelleció Ravena, etc. Incluso surgieron algunas figuras destacadas en el campo de la cultura. Ancio Manlio Torcuato Severino Boecio había estudiado en Atenas, y el Senado Romano lo había designado para parlamentar con Teodorico antes de su entrada en Roma. El rey godo lo convirtió en su ayudante personal y le confió misiones importantes. Boecio realizó tradujo al latín obras de Aristóteles, y los Elementos de Euclides, comentó obras de Cicerón, y también produjo obras originales, como De los silogismos categóricos, De la división, Fundamentos de la aritmética, Fundamentos de la música, etc. Flavio Magno Aurelio Casiodoro fue discípulo y amigo de Boecio. Fue tesorero de Teodorico y sus sucesores. Escribió diversas epístolas con contenido histórico y una Historia de los godos. En el campo de la filosofía destacan Del alma e Instituciones de las letras divinas y humanas. También escribió una Ortografía. Teodorico I extendió levemente sus dominios a costa de los burgundios y los visigodos, pero en ningún momento ocupó un metro cuadrado de tierra imperial. Su política respecto al Imperio de Oriente siempre fue pacífica y conciliadora. Los territorios ocupados por vándalos, visigodos, suevos y burgundios se caracterizaron por que una aristocracia germánica arriana dominaba, bien en forma de servidumbre o de esclavitud, a una población católica. En realidad el modo de vida no cambió mucho con las invasiones, pues estos pueblos mostraron en todo momento un gran respeto por la cultura romana. Adoptaron el latín y mantuvieron el sistema legal anterior. No puede decirse lo mismo de los francos, alamanes y otros pueblos germánicos que estaban por llegar. Eran fieros guerreros que, a lo sumo, podían llegar a ser astutos políticos, como Clodoveo, pero que no tenían ningún interés por la cultura ni respeto por la civilización romana. Finalmente, la situación más dramática se daba en Britania, donde los invasores germanos no fueron una minoría. Por el contrario, los jutos, los anglos y los sajones estaban ocupando masivamente el territorio, desplazando a la población celta nativa, los britanos, que iban siendo paulatinamente arrinconados hacia el oeste. Los tres pueblos eran muy similares en cuanto a sus costumbres y a su lengua, y así el latín fue desapareciendo de Britania y fue reemplazado por una lengua germánica que aún tendría que evolucionar mucho para convertirse en el inglés actual. No se dispone de información detallada de cómo evolucionó la conquista germana en su primer siglo, pero podemos asegurar que fue una época de terrible caos e inseguridad. En contraste con esta situación, la población celta de Irlanda conservó intacto su modo de vida. La única perturbación era el lento y pacífico avance de los monasterios cristianos. Clodoveo continuaba con su política expansiva. Una vez sometidos los alamanes, el objetivo siguiente eran los burgundios. Ello suponía romper (según lo previsto) las buenas relaciones entabladas a raíz de su matrimonio con Clotilde. Fue fácil encontrar una excusa: Clotilde era hija de Chilperico, hermano del rey burgundio Gundebaldo. En el periodo en que Gundebaldo y sus tres hermanos se disputaban el trono, éste había tratado de asesinar a Chilperico y a Gundemaro, y probablemente Clotilde, que era entonces una niña, se salvó de la muerte gracias a la protección de su tío Godegiselo. Ahora Clodoveo se proponía vengar las afrentas que Gundebaldo había infligido a su adorada esposa Clotilde. Entabló una alianza secreta con Godegiselo, que se mostró dispuesto a ajustar con su hermano las cuentas que no había podido pedirle por sí solo unos años antes. En 500, francos y burgundios libraron una batalla en Dijon. Gundebaldo contaba con unos refuerzos que debía llevar su hermano Godegiselo, pero éstos nunca llegaron, y así su estrategia se vino abajo y los burgundios fueron derrotados. Aunque el reino Burgundio conservó su casa real, desde ese momento pasó a depender del reino franco de Clodoveo (Gundebaldo no tardó en vengarse de su hermano, al que derrotó y asesinó ese mismo año). Gundebaldo vio cómo el clero católico de su reino se ponía de parte de Clodoveo, así que adoptó el catolicismo y convenció a su hijo Segismundo para que hiciera otro tanto. A partir de ese momento padre e hijo gobernaron conjuntamente. Clodoveo promulgó un código de leyes conocido como la Ley Sálica. Uno de sus artículos estipulaba que las mujeres no podían heredar tierras, y tuvo repercusiones sobre los derechos sucesorios de las mujeres en las monarquías europeas de siglos posteriores. Por esta época un joven de buena familia llamado Benito de Nursia decidió abandonar Roma, donde había estudiado retórica, filosofía y derecho, para retirarse al desierto de Subiaco, en Italia, donde el monje Román, le impuso los hábitos monásticos. En 501 el rey persa Kavad estaba ya firmemente asentado en su trono, y prueba de la recuperación del Imperio fue que pudo declarar de nuevo la guerra al Imperio Romano. En 502 la dinastía china de los Qi fue derrocada por la de los Liang. Fueron protectores del budismo. El emperador Liang Wudi convirtió al budismo en la religión oficial del estado. Hay que decir que el budismo chino había sufrido muchas transformaciones respecto a sus orígenes en la India. Buda se había convertido en un dios eterno que se había reencarnado en muchas ocasiones (lo que permitía indentificar con encarnaciones de Buda a algunas divinidades locales). También se creó un Paraíso a disposición de los seguidores de Buda. También el taoísmo había evolucionado mucho. Los Han lo habían apoyado porque su invitación al quietismo y a la inactividad era muy conveniente desde un punto de vista político. Pero tanta meditación dio lugar a creencias místicas cada vez más surrealistas. Se contaba la historia del taoísta Liehtzu, que cabalgaba sobre el viento y podía viajar hasta quince días impulsado por la brisa. Había hombres que planeaban en el aire entre humo y llamas, un rey fue transportado al cielo por un mago para contemplar su palacio celestial, y había descripciones de las islas de los inmortales, con plantas y frutas milagrosas que guardaban de la vejez y de la muerte. También estaba la historia de Chen Tao Ling, que a los sesenta años recobró la juventud bebiendo dragón azul y tigre blanco, un compuesto que había descubierto cuando subió al cielo a lomos de un tigre. Muchas sectas taoístas se esforzaban en fabricar oro comestible a partir del cinabrio, convencidos de que si lo lograban alcanzarían la inmortalidad. Una prueba de lo bien que marchaban las cosas en Roma era que los partidarios de los dos Papas, Símaco y Lorenzo, podían luchar a muerte sin que nadie les molestara. Los partidarios de Lorenzo llevaban ventaja, hasta el punto de que Símaco no podía salir a la calle. Teodorico I era arriano, pero intentó poner paz y se decantó por Símaco, y hacia 505 Lorenzo desistió y Símaco fue reconocido como Papa legítimo. La represión con que el visigodo Alarico II trató de contener a los cristianos favorables a los francos católicos agravó la situación y puso al reino al borde de la revuelta. Ante la acusación de que el rey no estaba respetando el sistema legal tradicional por el que se suponía que estaba regida la población, Alarico II se vio inducido a promulgar un nuevo código de leyes que especificara el marco legal aplicable a la población no visigoda. Este código estuvo terminado en 506 y se conoce como Código de Alarico. Sus fuentes eran por una parte la legislación romana (principalmente el Código de Teodosio) y por otra parte los escritos de los jurisconsultos romanos. Teodorico en Italia lo adoptó al poco tiempo con mínimos cambios. Mientras tanto Clodoveo ya había consolidado el catolicismo entre los francos y los burgundios, y ahora declaró la guerra a los visigodos con la excusa de combatir el arrianismo. El ostrogodo Teodorico I trató de mediar entre los dos reyes aprovechando las relaciones familiares que mantenía con ambos: Alarico II estaba casado con la hija de Teodorico I, y éste estaba casado con una hermana de Clodoveo. No obstante, las negociaciones fracasaron: Clodoveo quería guerra. En 507 los ejércitos franco y visigodo se encontraron en Vouillé, y aquí Clodoveo obtuvo su mayor victoria. El rey Alarico II murió en la batalla, y se dice que fue atravesado por la espada del propio rey franco. Los visigodos eligieron rey allí mismo a Gesaleico, hijo bastardo del difunto rey. Ante el avance de los francos y los burgundios, Gesaleico tuvo que retirarse hacia el sur y refugiarse en Barcelona. Clodoveo y Gundebaldo se repartieron los territorios visigodos en la Galia excepto una pequeña parte de la costa mediterránea (la Provenza y una región al este que fue conocida como Septimania, porque contaba con siete ciudades principales, entre ellas Narbona). Gundebaldo además capturó una parte del tesoro real visigodo. El reino visigodo quedó limitado a la península Ibérica (salvo el reino suevo), Septimania y la Provenza. Poco después Clodoveo trasladó su capital a París. Teodorico I comprendió que Clodoveo se había hecho demasiado poderoso y que era necesario pararle los pies. Pese a todas su renuencias a emplear la fuerza, estaba claro que no había otra salida. Firmó una alianza con Gesaleico y entre ambos prepararon un ejército godo unido con el que enfrentarse a los francos. En 508 se libró una batalla en la que Clodoveo fue derrotado. Clodoveo temió que esta derrota le hicira perder el apoyo de los francos ripuarios, así que maniobró de esta forma: en 509 persuadió a Cloderico, el hijo de Sigeberto, el rey de los francos ripuarios, para que matara a su padre mientras cazaba, luego Clodoveo denunció al asesino y lo hizo ejecutar. Entonces lo tuvo fácil para ocupar la vacante y convertirse en rey de todos los francos. El rey visigodo Alarico II había dejado un hijo legítimo, Amalarico, nieto de Teodorico I, que en el momento de la muerte de su padre contaba tan sólo con nueve años de edad. Por este motivo los nobles visigodos prefirieron a su hermanastro Gesaleico, pero en 510 Teodorico I argumentó que su nieto era el heredero legítimo del trono, envió a Hispania a su general Teudis, quien hizo huir a Gesaleico y proclamó rey a Amalarico. Como aún era un niño de doce años, el propio Teudis actuó como regente en nombre de Teodorico I. Gesaleico tuvo que refugiarse en la corte del rey vándalo Trasamundo. Ahora Teodorico I gobernaba también Hispania, luego sus dominios constituían aproximadamente la mitad del Imperio Romano de Occidente. En 511 Gesaleico trató de recuperar el trono, pero murió en el intento. Ese mismo año Clodoveo convocó un concilio eclesiástico el Orleans, al que acudieron obispos de toda la Galia. Conviene apuntar que el término "Galia" había quedado en desuso: los francos llamaron Neustria (tierrra nueva) a los últimos territorios conquistados, mientras que sus posesiones originales eran Austrasia (la tierra del este). A su vez en Neustria cabe distinguir la parte norte, propiamente franca, de la parte sur, la que había sido visigoda, en la que las costumbres romanas estaban más arraigadas, y que conservó el nombre romano de Aquitania. Neustria y el norte de Austrasia estaban dominadas por los francos salios, los cuales adoptaron la lengua latina, al igual que los burgundios. En cambio, los alamanes y los francos ripuarios conservaron su lengua germánica. A Teodorico I debió de sentarle muy mal que el emperador Anastasio enviara un emisario a Clodoveo para comunicarle que le había concedido los títulos de Patricio y Cónsul. Clodoveo recibió exultante la noticia. Los títulos en sí no significaban nada, pero lo que más necesitaba un rey que se las había arreglado para extender su reino a costa de sus vecinos era legitimidad, y la aprobación del emperador se la estaba concediendo. Indudablemente, Clodoveo era ahora el monarca más poderoso de Occidente. Remontó su ascendencia a su abuelo Meroveo, del que surgieron toda clase de leyendas. Por ello la dinastía de reyes francos que en realidad inauguró Clodoveo I se conoce como Merovingia. El emperador Anastasio prefería al ambicioso, traicionero, bárbaro, despótico y belicoso Clodoveo (pero católico) antes que al leal, ilustrado y buen gobernante Teodorico I (pero arriano). Ciertamente era un golpe bajo contra el ostrogodo, que debió de alegrarse cuando se enteró ese mismo año de que Clodoveo había muerto. Tenía cuarenta y seis años, así que podía haber vivido mucho más. Con su muerte el panorama político cambió drásticamente: el rey que había pasado toda su vida unificando un reino cada vez mayor, no tuvo ningún reparo en seguir lo que iba a convertirse en costumbre entre la mayoría de los reyes germánicos: dividirlo entre sus hijos. Los herederos eran cuatro: Thierry, Clodomiro, Childeberto y Clotario. Thierry era el primogénito (aunque bastardo).
Heredó
Austrasia (el territorio de los francos ripuarios y Alamania).
Clodomiro
recibió la parte central de Neustria, con capital en Orleans.
Childeberto
heredó la parte sur y Clotario la parte norte, con capital en
Soissons.
Borgoña
(esto es, el reino Burgundio) siguió en manos de su rey
Gundebaldo.
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