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LA SUCESIÓN EN ALEMANIA E INGLATERRA |
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Europa Occidental estaba experimentando cambios cada
vez
más rápidos. Las mejoras en la agricultura habían
incrementado la población y habían generado excedentes
que
a su vez impulsaron el comercio y los intercambios entre territorios
alejados,
lo que a su vez generó riqueza que rentabilizó la
industria
artesanal. A partir de 1120 empiezan a
aparecer
los primeros estatutos de oficios, que tratan de mantener la igualdad
entre
los maestros artesanos o comerciantes y protegerlos de la competencia
de
oficios parecidos o de maestros de otras ciudades. El comercio y la
industria
estaban en manos de la burguesía, una nueva clase social que
cada
vez obtenía más privilegios, a veces por medios
violentos,
en detrimento de la nobleza. La burguesía se convirtió en
uno de los principales apoyos de los reyes para dominar a los
señores
feudales, pues un gobierno centralizado con leyes aplicables en un
territorio
lo más extenso posible era lo que más convenía a
comerciantes
y artesanos. El uso y la acuñación de moneda estaba ya
bien
consolidado en occidente. Una importante ruta comercial unía la
zona de Flandes con el norte de Italia, pasando por el condado de
Champaña
y sus renombradas ferias. En el norte de Italia estaban los puertos de
Venecia, Génova y Pisa que contactaban con Constantinopla,
Chipre
y Alejandría, que a su vez contactaban con el extremo oriente a
través de la antigua ruta de la seda.
El resurgir económico iba acompañado de un avance cultural similar. Tras la muerte de san Anselmo de Canterbury, el principal exponente de la filosofía escolástica era Pedro Abelardo. En 1121 publicó un libro titulado Sic et Non (Sí y no), en el que abordaba ciento cincuenta y ocho problemas teológicos citando lo que sobre ellos habían afirmado autoridades de máximo prestigio, pero de forma que unas autoridades apoyaban una postura y otras igualmente prestigiosas justo la contraria. Abelardo se limitaba a contrastar las distintas posiciones sin aportar nada de su parte y sin llegar a ninguna conclusión. De este modo evidenciaba el nulo valor que merecían los "argumentos" consistentes en citar meramente a autoridades sin ningún intento de justificación racional, "argumentos" que eran prácticamente los únicos que sabía esgrimir la mayor parte de los intelectuales de la época. Como alternativa, Abelardo reclamaba que la fe fuera limitada por los principios racionales que describía en otra obra de ese mismo año: su Dialéctica, que, teniendo en cuenta que es anterior a la traducción al latín y la difusión de los tratados de lógica de Aristóteles, está muy por delante de su tiempo. Respecto del problema de los universales, Abelardo combate tanto el realismo como el nominalismo. Su postura (claro ejemplo de su sensatez) es que sólo existen individuos y hechos particulares, pero que, por comparación y abstracción, el espíritu separa los caracteres esenciales y obtiene de este modo las ideas o conceptos, a las cuales asocia palabras. Tanta novedad (y tanta crítica) no cayó nada bien entre sus colegas, así que pronto se encontraron objeciones a su tratamiento de la Santísima Trinidad en una obra anterior titulada Introducción a la Teología y un concilio celebrado en Soissons la condenó a la hoguera. Urraca, la reina de León y Castilla, dirigió una campaña contra su hermanastra Teresa, reina de Portugal, con el apoyo del arzobispo de Compostela Diego Gelmírez. Teresa fue derrotada en Lanhoso y tuvo que reconocer la soberanía leonesa. Unos años atrás había vuelto a marruecos un religioso llamado Muhammad ibn Tumart, que había estudiado en Córdoba y en Bagdad. Quedó sorprendido del bajo nivel cultural de sus paisanos y comenzó a predicar lo que él entendía por cultura: una versión del islam todavía más rigurosa que la de los almorávides. Perseguido débilmente por las autoridades almorávides, se refugió en la ciudad de Tinmal, en la cordillera del Átlas y se proclamó mahd (el bien guiado). Ese año murió el conde Florencio II de Holanda, y fue sucedido por Dirk VI. En 1122 murió el abad de Cluny Pons de Melgueil y fue sucedido por Pedro el Venerable, entre cuyas dotes destacaba su habilidad diplomática. Contribuyó a resolver definitivamente la querella de las investiduras, entre el Papa Calixto II, que se hallaba refugiado en su abadía, y el emperador Enrique V. El 23 de septiembre firmaron el concordato de Worms, en el que se reconocía el derecho exclusivo del Papa para la investidura espiritual de los prelados ("por el báculo y el anillo"), mientras que el emperador sólo guardaba el derecho de investidura temporal ("por el cetro"). Ese año murió Eystein Magnusson de Noruega y su hermano Sigurd Jorsalagare quedó como único rey. Los pechenegos fueron derrotados por el emperador bizantino Juan II, tras lo cual desaparecieron de la historia para siempre. Los yurset ocuparon Pekín y destruyeron el reino khitán de los Liao en el norte de China. Los khitán huyeron hacia el oeste y se adueñaron de las estepas al este del mar de Aral, donde fueron conocidos como Karajitay. Los yurset gobernaron los territorios abandonados por los Liao mediante una administración similar a la china. El rey de Georgia David III el Constructor disponía ahora de un ejército mercenario formado por cincuenta mil cumanos, con el cual conquistó a los turcos Tbilisi, la antigua capital de Georgia, y en 1123 tomó Ani, la capital de Armenia. La reina Urraca de León y Castilla consideró que el arzobispo Gelmírez estaba teniendo demasiado éxito en sus campañas contra Portugal, así que lo hizo apresar y ocupó varias de sus fortalezas. Sin embargo, ante la presión del pueblo tuvo que firmar con él un nuevo tratado de amistad. El Papa Calixto II, ya instalado nuevamente en Roma, convocó el Primer concilio de Letrán, en el que se ratificó el concordato de Worms. Calixto II murió al año siguiente, en 1124. Los cardenales habían permanecido unidos frente a los intentos de injerencia por parte de los emperadores, pero ahora que éstos habían cesado empezaron a salir a la superficie disensiones internas y se eligieron dos Papas: Honorio II, que había participado en las negociaciones que habían conducido al concordato de Worms, y Celestino II, que al poco tiempo reconoció a su rival como Papa legítimo. Ese año murió el rey Alejandro I de
Escocia,
que fue sucedido por su hermano David I. Había pasado la
mayor parte de su vida en Inglaterra y cuando marchó a Escocia
lo
hizo acompañado de un séquito de nobles normandos de los
que descendió una buena parte de la nobleza escocesa posterior.
Entre ellos estaba Walter Fitzalain,
que recibió el título hereditario de senescal de Escocia. Así
Escocia perdió una gran parte de sus raíces
celtas.
El régimen tribal escocés fue sustituido por el
régimen
feudal normando. Fortificó los vínculos entre Roma y la
Iglesia
Escocesa, de modo que bajo su reinado Escocia quedó
definitivamente
integrada en la Europa Occidental. También murió Hasan-i-Sabbah, el fundador de la secta de los asesinos, quienes continuaron actuando y logrando que ningún gobernante musulmán pudiera dormir tranquilo. La muerte de Guillermo, el heredero del trono de Inglaterra, convertía la sucesión del rey Enrique I en un problema complejo. Enrique I tenía otro hijo, Roberto, conde de Gloucester, pero era bastardo, por lo que era fácil cuestionarle el derecho al trono. Por ejemplo, podía reclamárselo el emperador germánico Enrique V, pues estaba casado con Matilde, hija legítima de Enrique I; por otra parte estaba Adela, hermana de Enrique I, casada con el conde Esteban de Blois; también podía añadirse a la lista Roberto Courteheuse, que vivía en cautiverio en la corte de su hermano Enrique I, y su hijo Guillermo Cliton; por último, aunque con setenta y cuatro años y pocas posibilidades, estaba también Edgar, que había llegado a ocupar en su día el trono de Inglaterra. El emperador Enrique V debió de verse con posibilidades. Tenía cuarenta y cuatro años, pero Enrique I tenía ya cincuenta y seis. De todos modos, no era probable que la nobleza normanda aceptara un rey alemán. Si quería una oportunidad, Enrique V tenía que hacerse popular entre los normandos. Puesto que los normandos mantenían desde hacía tiempo una guerra de posiciones contra el rey de Francia, el emperador concluyó que era el momento idóneo para dar un golpe de efecto contra Luis VI. Sin embargo, se encontró con que la situación de Francia era muy diferente a la de Alemania (que estaba al borde de la descomposición), pues la popularidad que había adquirido el rey francés hizo que tanto la nobleza como el pueblo cerraran filas junto a él y Enrique V no tuvo más remedio que retirarse lo más rápidamente que pudo. Además las cuentas le fallaron completamente, pues fue él quien murió en 1125 sin dejar herederos. Teóricamente, la corona alemana era electiva. La elección correspondía a una asamblea formada por la nobleza y el clero, si bien, cuando un rey había designado en vida un sucesor (normalmente su hijo) la asamblea había confirmado la decisión, lo que en la práctica convertía a la corona en hereditaria. Enrique III había perfeccionado el sistema al hacer que la asamblea eligiera en realidad al rey de romanos (el heredero de la corona) en vida del rey, con lo que la influencia de éste en la elección era prácticamente decisiva. El hecho de que las últimas actuaciones de la asamblea hubieran sido meros trámites había permitido que la "elección" terminara recayendo finalmente en siete representantes distinguidos de la nobleza y el clero, los llamados príncipes electores. Tres eran eclesiásticos: el arzobispo de Maguncia, que luego se encargaba de oficiar en la consagración, y sus asesores, los arzobispos de Tréveris y Colonia. Los electores laicos eran los duques de Baviera, Franconia, Sajonia y Suabia, que eran los encargados de elaborar la lista de candidatos al trono. En esta ocasión los príncipes electores tenían que elegir realmente un nuevo rey. El duque de Franconia era Conrado, de la casa Staufen, hermano del duque de Suabia Federico II, que a su vez estaba casado con Judit, hija del duque de Baviera Enrique IX el negro. Probablemente, los tres estaban convencidos de que la corona quedaría en la familia, pero los príncipes electores eclesiásticos, siguiendo las instrucciones del Papa Honorio II, decantaron la balanza en favor del más débil: el duque de Sajonia, que se convirtió así en el rey Lotario III de Alemania. Los otros tres duques no aceptaron la decisión y se rebelaron contra el nuevo rey. El ducado de Bohemia pasó a Soboslav I. Ese año se hundieron varias bóvedas de la nueva abadía de Cluny, terminada doce años atrás. El abad Pedro el Venerable inició la reconstrucción, pero el incidente dio pie al abad cisterciense Bernardo de Claraval para censurar vivamente la riqueza y el lujo de la orden de Cluny. En Inglaterra murió Edgar, el último rey sajón del país, lo que simplificó mínimamente el problema de la sucesión de Enrique I. En Francia murió el conde Hugues de
Champaña,
y el condado pasó a su sobrino Teobaldo IV de Blois. En el condado de Borgoña murió Guillermo II, que fue
sucedido por su hijo Guillermo III.
En Georgia murió el rey David III el Constructor. Había reformado la Iglesia y la administración de justicia, que separó del poder ejecutivo. Era muy culto, escribió poesía, protegió las artes y las letras y construyó el monasterio de Guelathi, que se convirtió en un importante centro universitario. También murió el gran príncipe de Kíev Vladimiro Monómaco, el último príncipe que logró ejercer alguna autoridad sobre todo el territorio del que había sido el Estado de Kíev. Sus hijos dominaron algunos de los principados. Kíev se lo quedó Mstislav. Otro de sus hijos, llamado Yuri Dolgoruki, ocupó el principado de Rostov, pero trasladó la capital a Súzdal. Por esta época, Muhammad ibn Tumart había reunido suficientes seguidores como para organizar un estado independiente en el Alto Átlas. Había formado una especie de consejo de estado compuesto por diez de sus discípulos y otro más amplio formado por cincuenta representantes de las tribus que se adherían a su movimiento. Sus hombres recibieron el nombre de al-muwahiddún, (los unitarios), porque consideraban que los verdaderos creyentes (o sea, ellos) estaban unidos directamente a Dios, de modo que no necesitaban la intercesión de morabitos (los sacerdotes almorávides). Son más conocidos por una versión deformada de su nombre: los Almohades. Los almohades se atrincheraron en el Atlas, bloqueando los desfiladeros de acceso a sus emplazamientos. Mientras tanto el rey de Navarra y Aragón, Alfonso I el Batallador, dirigió una expedición contra Valencia y Murcia, y en 1126 llegó hasta las costas de Málaga. Dicen que hasta se montó en un bote y tomó posesión del mar. Lo cierto es que con tan aventurada campaña no pudo consolidar ningún territorio, pero se trajo consigo a Aragón unos diez mil mozárabes (cristianos que vivían en territorio musulmán) para compensar los desequilibrios existentes entre musulmanes y cristianos en las tierras de Zaragoza, recientemente conquistadas. En efecto, Alfonso I había permitido a la población musulmana conservar sus tierras y su religión (salvo en las ciudades, donde fueron trasladados desde el casco urbano hasta barrios específicos en las afueras). Ese año murió la reina Urraca y su hijo se convirtió en Alfonso VII de León y Castilla. Estaba casado con Berenguela, hija del conde de Barcelona Ramón Berenguer III. Firmó un tratado de amistad con su tía Teresa de Portugal, pero al ver que mantenía su título de reina y, sobre todo, que estaba fortificando la frontera norte de su territorio, la obligó a prestarle vasallaje. También mantuvo un enfrentamiento con su padrastro Alfonso I, tras el cual el rey navarro-aragonés continuó su tarea de repoblación de Zaragoza. Después Alfonso I selló una alianza con Ramón Berenguer III, que había sido derrotado por los almorávides en Corbín. También murió el duque Guillermo IX de Aquitania. Fue sucedido por su hijo Guillermo X, que heredó de su padre la afición por la poesía trovadoresca. Vivió rodeado de trovadores y literatos. En Alemania murió el duque Enrique IX de Baviera y fue sucedido por Enrique X el Soberbio, que estableció una alianza con el rey Lotario III. Éste se casó con su hija y otorgó a su yerno el ducado de Sajonia. Los duques de Suabia y Franconia continuaron en rebelión abierta contra Lotario III. En Oriente murió el príncipe Rogelio de Antioquía, que fue sucedido por Bohemundo II, hijo de Bohemundo I. La caballería yurset irrumpió en el Imperio Chino, entró en la capital y capturó al emperador Huizong, a su hijo Quinzong y a otros tres mil cortesanos. Otro de los hijos del emperador pudo huir hacia el sur y en 1127 se convirtió en el nuevo emperador con el nombre de Gaozong. Los yurset devastaban el norte del país mientras Gaozong trataba de organizar su ejército en el sur para impedirles el avance. La situación era crítica, porque a principios del siglo China contaba con un ejército de casi un millón de hombres, pero para reducir gastos este número había ido reduciéndose hasta llegar a unos trescientos mil. El duque Conrado de Franconia se proclamó irregularmente rey de romanos, tras lo cual, el rey Lotario III lo declaró proscrito. En estos años había empezado a cuestionarse por qué el rey debía ser elegido precisamente por los príncipes electores (cosa que a nadie le había importado mientras la elección real la determinaba el rey anterior). No se discutía tanto la existencia de tres electores eclesiásticos como la lista de los cuatro electores laicos. Para maquillar el asunto se explicó que éstos intervenían en calidad de funcionarios de palacio y, en efecto, a partir de ese momento los duques de Baviera, Franconia, Sajonia y Suabia desempeñaron simbólicamente los cargos de senescal, mariscal, camarero y copero mayor, es decir, los cargos más importantes de la corte. (El senescal era el criado más antiguo del rey, y el mariscal o condestable era el jefe de las caballerizas.) Ese año murió el duque Guillermo de
Calabria
y Apulia, y fue sucedido por su primo, el conde Roger II de Sicilia.
Sin
embargo, muchas ciudades no lo aceptaron y trataron de hacerse
independientes
y contaron con el apoyo del Papa Honorio II, apoyo que
desapareció
en poco más de un año, en cuanto Roger II demostró
que tenía la capacidad necesaria para dominar sus nuevos
estados.
El nuevo duque entabló una alianza con el conde de Barcelona
Ramón
Berenguer III. También murió el conde Guillermo III de
Borgoña, que fue sucedido por Renaldo
III. Ahora le tocó el turno al rey Luis VI de Francia de jugar sus cartas en el problema de la sucesión de Enrique I de Inglaterra. El conde Carlos de Flandes murió asesinado, y Luis VI presionó para que el nuevo conde fuera Guillermo Cliton. De este modo, si se producía una guerra civil a la muerte de Enrique I, Guillermo Cliton intervendría con el respaldo de la riqueza de Flandes y, si triunfaba, sería un aliado del rey francés. Sin embargo, el plan no funcionó. La burguesía flamenca aprovechó que Guillermo necesitaba su apoyo contra la nobleza para sonsacarle todo lo que pudo, y para colmo en 1128 el conde murió en una batalla. El condado pasó finalmente al conde Dirk I de Alsacia. Mientras tanto el duque Conrado de Franconia era proclamado rey de Italia. Luis VI tuvo también un conflicto con el obispo de París y el arzobispo de Sens, pero Bernardo de Claraval medió hasta llegar a un compromiso. Luis VI le quedó agradecido, y desde entonces Bernardo no tuvo reparos en sermonear a reyes, legados pontificios o incluso al Papa si se terciaba. Su fama de sabio, piadoso y hombre de buen juicio se había extendido por toda Europa. Su doctrina supuso un contrapunto a la teología escolástica, cada vez más racionalista. Bernardo era un místico. Distinguía tres grados en el camino hacia Dios: la vida práctica, la vida contemplativa y el éxtasis. Era un devoto de la virgen María, devoción que imprimió en el espíritu del Císter y que influyó sensiblemente en la importancia que su culto conservó en la tradición católica. Hugues de Payns, el fundador de la orden de los templarios, había regresado a Francia en busca de vocaciones, y Bernardo quedó entusiasmado con su proyecto. Le redactó una severa regla para su orden y se encargó de que fuera reconocida oficialmente en el concilio de Troyes. Según dicha regla la orden estaba presidida por un Gran Maestre, que tenía el rango de príncipe, y bajo su jurisdicción se permitían caballeros (nobles), hermanos laicos, y sacerdotes. De este modo, la orden de los templarios no fue exactamente una orden religiosa. Cuando un joven de familia noble se planteaba su futuro en la vida, hasta entonces tenía dos alternativas: la política o la Iglesia. La primera requería tener unos territorios que heredar, por lo que el clero se nutría de los hijos menores de las buenas familias. Sin embargo, la orden de los Templarios brindaba la posibilidad de ser socialmente un caballero y económicamente un monje. Los caballeros templarios eran guerreros, pero en lugar de luchar por sus posesiones, luchaban por la cristiandad, defendiendo a los peregrinos en Tierra Santa. (Al menos, ésa era la idea, y resultó bastante atractiva.) Ese año fue Enrique I de Inglaterra el que jugó su baza en el problema de la sucesión. Su candidata era su hija Matilde, que hubiera sido inaceptable como esposa del emperador germánico, pero ahora que había enviudado cabía la posibilidad de buscarle un marido más adecuado. La elección recayó sobre el hijo del conde Foulques V de Anjou, que a sus quince años era conocido como Godofredo el Hermoso. Matilde tenía entonces veintiséis. El matrimonio se llevó adelante como conclusión de unas negociaciones iniciadas el año anterior. La intención de Enrique I era que su hija Matilde fuera aceptada como reina de Inglaterra y que su marido se encargase, tras su muerte, de hacer efectiva esta voluntad. Para facilitarle las cosas, el rey había reunido a sus barones y les había obligado a jurar fidelidad a Matilde. Entre ellos estaban los principales aspirantes a la sucesión: su hijo bastardo Roberto de Gloucester y su sobrino Esteban de Blois, hijo de Adela y del conde Esteban de Blois, que ya había muerto y había dejado su condado a su primogénito, habido con una esposa anterior y que, por lo tanto, no tenía parentesco alguno con la familia real normanda. El joven Esteban, pues, no poseía ningún territorio, sino que vivía en la corte de Enrique I, donde había sido educado. Tal vez esto influyó en que el rey prefiriera la sucesión por vía de Matilde y Godofredo de Anjou que no por vía de Adela y Esteban de Blois. En Portugal, diversos nobles y obispos habían formado un partido que se oponía a la reina Teresa, teóricamente a causa de sus amores con el conde gallego Fernando Peres, hijo del conde de Traba Pedro Fróilaz. En ellos se apoyó el infante Alfonso Enríquez, el hijo de Teresa y del conde Enrique de Borgoña. Alfonso acababa de cumplir los dieciocho años y reclamaba su derecho al condado, reino o lo que fuera Portugal, que no estaba claro. Tras vencer a las tropas de su madre en Sao Mamede, se hizo con el gobierno de Portugal, y adoptó el título de conde de Lusitania. Teresa huyó a Galicia con su amante, pero murió ese mismo año. El conde de Barcelona Ramón Berenguer III introdujo en Provenza y en Cataluña las órdenes de los Templarios y los Hospitalarios, pues en sus territorios podían desempeñar funciones similares a las que realizaban en Tierra Santa. Tras la muerte de Godofredo VI de Lovaina, el ducado de la Alta Lorena pasó de nuevo a la casa de Limburgo. El nuevo duque se llamaba Valeran. En 1129 el conde Foulques V de Anjou se trasladó a Palestina y dejó a su hijo Godofredo el Hermoso a cargo de sus condados de Anjou y Maine. Una parte importante de los territorios turcos se estaba organizando bajo la autoridad de un oficial llamado Imad al-Din Zangi. Dos años antes había sido nombrado atabeg de dos emires (el atabeg era el encargado de la regencia en caso de muerte del emir) y recibió como pago a sus servicios la ciudad de Mosul. Pero desde allí Zangi había extendido su autoridad conquistando varios territorios de Iraq y Siria. En la Pequeña Armenia moría el príncipe Thoros I y fue sucedido por su hijo Constantino II, pero no tardó en morir, con lo que fue nombrado príncipe León I, el hermano de Thoros I. También murió Godofredo, el conde palatino del Rin, que fue sucedido por Guillermo, y el conde Guillermo de Luxemburgo, que fue sucedido por Conrado II, así como el conde Guillermo V de Forcalquier, que fue sucedido por su hijo Guigó I. Mientras tanto China se organizaba contra la invasión de los yurset. Algunos comandantes habían forzado al emperador Gaozong a abdicar en favor de su hijo de tres años, pero llegaron nuevas tropas que restituyeron a Gaozong. Los yurset atacaron la ciudad de Nankín, que no parecía capaz de resistir mucho más tiempo. Gaozong propuso a los bárbaros convertirse en su vasallo a cambio de mantener el gobierno nominal de la región. La corte se retiró hacia el sur, de Hangzhou hasta Yuezhou. La situación militar era desesperada, pero las atrocidades de los yurset mantuvieron a la población leal al emperador. A principios de 1130 los yurset dedicieron que tenían bastante con el territorio conquistado y dejaron de hostigar a la China de los Song. Suecia salió finalmente de un periodo turbulento de casi un siglo de guerras dinásticas y de religión cuando ocupó el trono el rey cristiano Sverker I, que empezó a erradicar el paganismo del país. También murió, víctima de una
conjura,
el Califa Fatimí al-Amir, que fue sucedido por al-Hafiz.
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