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LA SEGUNDA CRUZADA
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  Los karajitay se habían apoderado de Balasagun, la capital de los karajaníes, y allí su caudillo Yalu Dash fue proclamado gurkan (kan universal). El sultán selyúcida Sanyar trató de detener la invasión, pero en 1141 fue derrotado por los karajitay, que se adueñaron de la la mayor parte del territorio karajaní. A excepción de en Balasagun, mantuvieron a las dinastías locales, a las que sometieron a vasallaje y les cobraron impuestos.

En Hungría murió el rey Bela II el Ciego, que fue sucedido por su hijo Geza II. También murió el duque de Baviera y margrave de Austria Leopoldo IV, que fue sucedido por su hermano, el conde palatino del Rin Enrique IV, que ahora se convertía en Enrique II de Austria. El condado palatino del Rin pasó a Hermann III de Stahleck, cuya esposa Gertrudis era hermana del emperador Conrado III y cuya hija Isabel estaba casada con Conrado, hermano de Federico III Barbarroja y sobrino del emperador.

El rey Esteban I de Inglaterra asedió la ciudad de Lincoln, al norte de Londres, que era partidaria de Matilde, la heredera designada por el difunto rey Enrique I. Roberto de Gloucester acudió en su auxilio con fuerzas más numerosas y más leales que las de Esteban I, con las que obtuvo una victoria y logró incluso capturar al rey. Matilde tuvo entonces la oportunidad de devolverle a Esteban I la galantería que éste tuvo al liberarla cuando fue capturada tres años antes, pero consideró más práctico encarcelarlo y usarlo para negociar. Convenció al hermano de Esteban, el obispo de Winchester, para que hiciera por ella lo que en su día hizo por Esteban: que pusiera a su disposición el tesoro real. Así lo hizo, y Matilde entró en Londres como reina de Inglaterra. Los londinenses no la veían con buenos ojos y, ella, en lugar de ganarlos para su causa, decidió que su deber era castigarlos por el apoyo prestado al usurpador Esteban I. Estableció nuevos impuestos y se negó a dar ninguna garantía de que respetaría las leyes de Eduardo III el Confesor. El resultado fue que los londinenses se alzaron contra ella y la expulsaron antes de que pudiera ser coronada. El obispo de Winchester cambió de bando inmediatamente.

Matilde huyó a Winchester, donde estaban también David I de Escocia y Roberto de Gloucester. Un ejército leal a Esteban I atacó la ciudad. David I y Matilde lograron escapar gracias a la resistencia que ofreció Roberto, el cual terminó siendo capturado. Esto permitió un intercambio de prisioneros: Roberto por Esteban. La guerra civil continuó: la parte occidental del país estaba a favor de Matilde, mientras que la oriental apoyaba a Esteban I.

Mientras tanto, el rey Luis VII de Francia presionó para que uno de sus capellanes fuera nombrado obispo de Bourges en contra de la voluntad de las autoridades eclesiásticas. Esto generó un conflicto que llegó hasta el Papa Inocencio II. El conde Teobaldo IV de Blois y de Champaña decidió apoyar al candidato propuesto por la Iglesia, Pierre de la Châtre. En 1142 el ejército de Luis VII tomó al asalto la fortaleza de Vitry y la incendió, con la mala fortuna de que las llamas se propagaron hasta una iglesia vecina en la que se habían refugiado unas mil trescientas personas, que murieron carbonizadas. Fue un accidente, pero reforzó la posición de Inocencio II, que excomulgó al rey y amenazó incluso con la supresión completa de las funciones eclesiásticas en sus dominios. Esto significaría que los vasallos de Luis VII no recibirían ninguna antención religiosa, con lo que sus almas se condenarían irremisiblemente, lo que pondría sin duda al rey en una situación muy tensa frente a sus súbditos.

Ese año murió Pedro Abelardo, y Eloísa se encargó de organizar su entierro, dejando estipulado que a su muerte sería enterrada junto a él.

También murió el duque Godofredo VII de la Baja Lorena, que fue sucedido por su hijo Godofredo VIII.

El duque de Sajonia y Baviera Enrique X el Soberbio había muerto tres años antes, dejando un hijo de diez años (que, por tanto, ahora tenía trece) conocido como Enrique el León. El heredero reclamó los ducados que el emperador germánico Conrado III había arrebatado a su padre. La nobleza había apoyado en su día la decisión de Conrado III porque el duque era peligroso, pero ahora que estaba ya muerto nadie veía con buenos ojos que a un duque se le hubieran quitado sus ducados, ya que podría verse como un mal precedente. Por ello Conrado III tuvo que ceder a las presiones y presionó a su vez a Alberto el Oso para que renunciara al ducado de Sajonia (aunque se quedó una pequeña parte como compensación) y se lo entregara al joven Enrique. Alberto el Oso se volcó de nuevo en la Marca del Norte.

La China de los Song firmó finalmente un tratado de paz con el Imperio Jin por el que se establecía el río Huai como frontera entre ambos estados.

El emperador bizantino Juan II se estaba haciendo fuerte en Asia Menor y una vez más atacó Antioquía, cuya reconquista era casi el objetivo de su vida. Parecía que la ciudad iba a caer definitivamente en sus manos, pero durante el asedio Juan II fue herido en una cacería. La herida no era grave, pero se infectó y el emperador murió en 1143. Le sucedió su hijo Manuel I Comneno, de veinte años. Si su abuelo Alejo había buscado la ayuda de Occidente y su padre Juan la amistad, Manuel I admiraba a Occidente. Vestía como un occidental y participaba en torneos al estilo occidental. Incluso llegó a plantearse unificar la Iglesia bajo las condiciones occidentales. Todo esto le ganó la simpatía de los occidentales y lo hizo impopular entre sus propios súbditos.

También murió Foulques de Anjou, el rey de Jerusalén, que fue sucedido por su hijo Balduino III.

Los venecianos impusieron al dux un consejo de sabios que limitó en parte su autoridad.

El rey Sverker I de Suecia llamó a los cistercienses a su país, que fundaron un primer monasterio en Alvastra, al cual seguirían otros en los próximos años.

En Francia murió el duque Hugo II de Borgoña y fue sucedido por Eudes II. El conflicto entre el rey Luis VII y la Iglesia se resolvió con la muerte del Papa Inocencio II. Fue sucedido por un discípulo de Pedro Abelardo llamado Guido di Città di Castello. Tras ser nombrado cardenal había sido legado pontificio en Francia. Adoptó el nombre de Celestino II. Tras una intervención conciliadora de Bernardo de Claraval, el nuevo Papa levantó la excomunión al rey francés. Éste se reconcilió también con el conde Teobaldo IV de Blois y de Champaña.

En Roma estalló una rebelión popular que pretendía restaurar la antigua República Romana. Se constituyó un Senado, pero también un Parlamento, que era una asamblea de ciudadanos con autoridad para aceptar o rechazar por aclamación popular las proposiciones que se llevaran ante ella. En realidad el modelo político tenía más que ver con los que estaban en vigor en las ciudades del norte de Italia que con cualquier vaga idea que los romanos pudieran tener sobre la historia antigua de su ciudad. Cuando la proclamación de esta república llegó a oídos de Arnaldo de Brescia, éste abandonó su exilio en Francia y marchó a Italia.

El rey Alfonso VII de León y Castilla reconoció a Alfonso I como rey de Portugal, el cual, naturalmente, tuvo que declararse vasallo suyo a cambio. Poco después el Papa Celestino II lo reconoció también como rey, de nuevo a cambio de un juramento de fidelidad y un tributo anual. El príncipe de Aragón Ramón Berenguer IV llegó a un acuerdo con la orden de los Templarios por la que ésta renunciaba a sus derechos sobre la herencia de Alfonso I el Batallador a cambio de varios castillos.

Más decisiva fue la muerte del soberano almorávide Alí ibn Yúsuf, que fue sucedido por Tasfin, al tiempo que estallaba una revuelta en Mértola dirigida por Abu-l-Qasim ibn Husayn ibn Qasi, dirigente de la secta religiosa de los muridim, que llegó a dominar Córdoba y Badajoz. Por otra parte, los almorávides apenas tenían tropas en África. De hecho, sus efectivos más importantes en África eran un grupo de mercenarios cristianos dirigidos por Reverter, vizconde de Barcelona. En 1144 el almohade Abd al-Mumin rompió fácilmente el bloqueo almorávide y se lanzó sobre el norte de Marruecos, donde Reverter murió tratando de contenerlos. Un hijo de Reverter se convirtió al islam y se unió a los almohades con el nombre de Alí. Tras esta victoria, Abd al-Mumin se proclamó Califa y emprendió la conquista del norte de África.

Mientras tanto, el rey de Rueda Sayf al-Dawla convenció al gobernador de Córdoba Hamdin Muhammad ibn Hamdin a rebelarse en su nombre contra los almorávides.

Godofredo de Anjou fue reconocido como duque de Normandía.

Ese año murió el rey de Angkor Suryavarman II. Bajo su reinado, Angkor había extendido su dominio hasta Shampa, Dai-Viet y Pagan. Tras su muerte esta influencia empezó a desaparecer.

También murió el Papa Celestino II, tras poco más de cinco meses de pontificado. Fue sucedido por el cardenal de Santa Croce, llamado Gerardo Caccianemici, que adoptó el nombre de Lucio II. Se vio enfrentado al senado romano, que quería limitar el poder del Papa a los asuntos espirituales, reconoció a Alfonso I como rey de Portugal y firmó un tratado con el rey Roger II de Sicilia por el que se fijaban las fronteras entre su reino y los Estados Pontificios. Roger II construyó en Sicilia una potente flota que le permitió saquear la costa africana, e incluso tomar algunas plazas en ella.

En Provenza murió el conde Berenguer Ramón I, y el condado pasó a su hijo de ocho años Ramón Berenguer III. Su tío Ramón Berenguer IV de Aragón y Cataluña ejerció de regente con el título de marqués.
 

En diciembre el turco Imad al-Din Zangi saqueó la ciudad de Edesa y se adueñó del condado. La noticia de la desaparición de uno de los Estados Latinos de Oriente impactó en occidente. En 1145 murió el Papa Lucio II, sumergido en la lucha contra el senado romano. Fue sucedido por Bernardo Paganelli di Montemagno, un monje de Claraval enviado a Italia por Bernardo, que ahora adoptó el nombre de Eugenio III. Los romanos llamaron a Arnoldo de Brescia, que se encargó de que el pueblo, la clase mercantil y la nobleza colaboraran entre sí, a la vez que dotaba de mayor coherencia al sistema republicano. Instituyó un tribunado y un orden ecuestre según la tradición clásica. Eugenio III fue expulsado por unos meses al poco de ser elegido.

Fue entonces cuando llegó la noticia de la caída de Edesa, y Bernardo de Claraval decidió que había que hacer algo. En primer lugar habló con (o, mejor dicho, sermoneó una y otra vez a) Luis VII de Francia. El rey era un hombre piadoso y le remordía la conciencia por la excomunión que había sufrido y por las miles de personas que murieron en el incendio de Vitry. Bernardo supo sacar partido de todo ello y Luis VII no tardó en convencerse de que su deber era encabezar una cruzada.

Mientras tanto el príncipe Raimundo I de Antioquía tuvo que rendir vasallaje al emperador Manuel I.

Mientras los almohades se extendían por Marruecos, en Al-Ándalus los almorávides estaban perdiendo el control frente a las llamadas segundas Taifas: Sayf al-Dawla fue proclamado rey de Córdoba, pero fue destituido a los tres meses a causa de sus abusos. Los cordobeses eligieron rey a al-Husayn ibn al-Husayn mientras Hamdin ibn Muhammad se declaraba rey de Málaga y Sayf al-Dawla marchó a Granada. Allí fue derrotado por los almorávides y tuvo que huir a Murcia, donde logró hacerse con el gobierno de la ciudad. En 1146 murió en la batalla de Albacete, mientras combatía contra los almorávides bajo las órdenes de Alfonso VII. Fue sucedido en Murcia por ibn Iyad. El almohade Abd al-Mumin tomó la ciudad de Fez. En las Baleares se proclamó independiente Muhammad, hijo de Alí ibn Yúsuf, quien reconoció la autoridad del lejano Califa abasí.

El rey Alfonso I de Portugal se casó con Matilde, hija del conde Amadeo III de Saboya.

El rey Erik Lam de Dinamarca, bajo la influencia del arzobispo Eskil, había multiplicado los privilegios y dones en favor de la Iglesia. Finalmente abdicó y se retiró al monasterio de Odense, donde murió ese mismo año. Si el país ya estaba muy debilitado por las guerras civiles que había mantenido en las dos últimas décadas, ahora la situación empeoró porque tres nuevos pretendientes se disputaron el trono, y Dinamarca estuvo nuevamente en guerra.

En Polonia, los hijos del difunto duque Boleslao III seguían disputándose la supremacía. Ladislao II fue expulsado por uno de sus hermanos, que se convirtió en el nuevo duque Boleslao IV. Desde entonces Ladislao fue conocido como Ladislao II el Exiliado.

Imad al-Din Zangi, después de una fiesta en la que bebió demasiado, encontró a uno de sus eunucos bebiendo de su copa. Furioso, le amenazó con ejecutarlo al día siguiente, y poco después cayó dormido. El eunuco, temiendo que su señor bien podía cumplir su amenaza, lo apuñaló y huyó en medio de la noche. Zangi dejó dos hijos: Ghazi, que gobernó Mosul y Nur al-Din, que gobernó Alepo. Nur al-Din completó la conquista de Edesa.

El Papa Eugenio III fue expulsado de Roma por segunda vez. Durante una ceremonia celebrada en Vezelay el domingo de Resurrección, Bernardo de Claraval aprovechó la presencia de numerosos nobles franceses para predicar la Segunda Cruzada, y el efecto de su oratoria fue similar al que consiguió Urbano II en Clermont. Toda Francia ardía en deseos de luchar por la cruz. En navidad hizo lo mismo en la ciudad alemana de Spira, donde ganó para su causa a buena parte de la nobleza alemana, incluyendo al mismo emperador Conrado III.

En Rusia murió el gran príncipe de Kíev Vsiévolos Olgovich. Fue sucedido por Igor III, y poco después por Iziaslav II, pero el prestigio del título ya no estaba acompañado de ninguna autoridad efectiva. El príncipe más poderoso era entonces el de Súzdal, Yuri Dolgoruki, que seguía consolidando su estado y fundando nuevas fortalezas, como Moscú, en 1147.

El rey de Murcia Sayf al-Dawla murió y fue sucedido por ibn Mardanis, conocido también como el Rey Lobo, que pronto fue reconocido como rey de Valencia. Su suegro, Ibrahim  ibn Hamusq, se había proclamado rey de Jaén y pronto aceptó la soberanía de ibn Mardanis y se convirtió en su lugarteniente. Probablemente era de ascendencia cristiana (se especula con que Mardanis es una deformación de Martínez). En cualquier caso, muchas de sus tropas y de sus costumbres eran cristianas, y mantuvo alianzas con todas las potencias cristianas circundantes, incluidas las repúblicas italianas de Pisa y Génova.

Los reinos cristianos habían aprovechado la crisis del imperio almorávide para avanzar sus fronteras. Alfonso I de Portugal había instalado a los caballeros Templarios en el sur de su reino, y con su ayuda conquistó Lisboa. Luego fundó él mismo su propia orden de caballería, la orden de Avís, para combatir a los musulmanes, que seguía la regla del Císter. Alfonso VII de León y Castilla, junto con García V Ramírez de Navarra y Ramón Berenguer IV de Aragón y Cataluña tomaron Almería.

El rey de Mértola, ante las dificultades para mantener su independencia frente a los almorávides y las numerosas defecciones en su ejército, pasó a África y solicitó la ayuda del Califa almohade Abd al-Mumin. Éste acababa de tomar la ciudad de Marrakech y no dudó en pasar a Al-Ándalus, donde Alfonso VII trató de frenar su avance en alianza con ibn Mardanis y el rey almorávide Muhammad, de las islas Baleares. Los reyes cristianos habían aprovechado la crisis del imperio almorávide para avanzar sus fronteras.

En Oriente, el sultán selyúcida Sanyar sometió a vasallaje a los gaznawíes.

En Inglaterra murió Roberto de Gloucester, que era el principal apoyo con el que contaba Matilde para hacerse con la corona, así que no tuvo más remedio que resignarse y volver a Normandía. Es probable que su regreso fuera el principal acicate para que su marido Godofredo de Anjou se uniera al rey Luis VII en la Segunda Cruzada. Menos suerte tuvo el monarca francés, pues su esposa Leonor decidió que eso de la cruzada iba a ser sin duda un emocionante espectáculo en el que bravos caballeros combatirían con el corazón puesto en el amor de sus damas y que, por consiguiente, ella no podía perdérselo. Debió de ser digna de ver la cara que puso Luis VII cuando Leonor le anunció que ella también iba, y acompañada de toda su corte, claro. El rey no tuvo opción. Dejó como regente a su consejero, el abad Suger, y partió hacia oriente.

El atuendo de Godofredo de Anjou llamó la atención entre los cruzados. No era un traje lujoso, propio de su rango, sino un traje humilde de peregrino. Su sombrero estaba adornado por un sencillo ramito de retama (planta genet, en francés). Esto le valió el sobrenombre de Godofredo Plantagenet. Más aún, su familia, la casa de Anjou (o, con más perspectiva histórica, la primera casa de Anjou), pasó a ser conocida desde entonces como la casa de los Plantagenet.

El ejército de Conrado III partió también hacia Oriente, pero siguiendo un camino separado para evitar disturbios. Antes de partir el emperador hizo que su hijo Enrique, de diez años, fuera nombrado Rey de Romanos. Ese mismo año murió su hermano, el duque Federico II de Suabia, que fue sucedido por su hijo Federico III Barbarroja.

Los dos ejércitos se encontraron en Constantinopla. El contacto con el emperador Manuel I fue tenso, pues debemos recordar que los que llamamos emperador germánico y emperador bizantino se llamaban a sí mismos emperadores romanos, y ninguno de los dos reconoció el título del otro. Recíprocamente se consideraban el rey de los alemanes y el rey de los griegos. Pero los cruzados estaban en casa de Manuel I y éste les obligó a que reconocieran su superioridad con una serie de protocolos que para los occidentales resultaron humillantes.

Los cruzados se internaron en Asia Menor. Los turcos atacaron a los alemanes cerca de Dorilea, y el resultado fue una carnicería de la que pocos cristianos salieron vivos. Conrado III fue uno de los supervivientes y, tras una corta enfermedad, regresó a Constantinopla desde donde embarcó hacia San Juan de Acre, en el reino de Jerusalén.

Por su parte, los franceses siguieron la costa, para permanecer en territorio bizantino el mayor tiempo posible. Pero en enero de 1148, cuando se dirigían a la ciudad de Attalia, los turcos cayeron sobre ellos y también sufrieron muchas bajas. El propio Luis VII tuvo que subirse a un árbol y esconderse para salvar su vida. Al llegar a Attalia embarcó a su caballería y zarpó hacia Antioquía, adonde llegó en marzo. Su infantería continuó por tierra y sufrió nuevos ataques de los turcos, hasta que los supervivientes llegaron a Antioquía en junio. El príncipe Raimundo I de Antioquía instó a Luis VII a que atacara a Nur al-Din en Alepo, pero el rey francés debió de caer en la cuenta de que eso suponía enfrentarse una vez más a los turcos, por lo que llevó a la práctica un plan alternativo: llevó a su ejército a Jerusalén por territorio cristiano y allí sus hombres se dedicaron a orar y a visitar los santos lugares. La reina Leonor no tardó en hacerle observar a su marido que su actitud no era la propia de un heroico caballero, y que tenía que luchar.

Luis VII no pudo eludir el combate por más tiempo, pero eligió cuidadosamente el enemigo: en lugar de combartir a Nur al-Din, decidió enfrentarse con los únicos aliados turcos que tenían los cristianos: los damascenos, que eran débiles y resistían a Nur al-Din gracias al apoyo de los cruzados. Muchos nobles se sintieron indignados por esta decisión y se volvieron a Francia. El 24 de julio Luis VII puso sitio a Damasco, y la ciudad pidió ayuda a Nur al-Din. Tres días después, al saber que Nur al-Din se acercaba, los cristianos abandonaron el asedio y la ciudad se entregó al atabeg. Luis VII y Conrado III permanecieron unos pocos días más en Oriente y luego se volvieron a sus respectivas patrias dejando a los Estados Latinos en peor situación que antes de su llegada. La Segunda Cruzada fue una humillación para la cristiandad, para Bernardo y, sobre todo, para Luis VII.

El conde de Tolosa, Alfonso I Jordán, murió envenenado en Tierra Santa, sin haber logrado arrebatar el condado de Trípoli a Raimundo II. Fue sucedido por su hijo Raimundo V.

También murieron el conde Amadeo III de Saboya, que fue sucedido por su hijo Humberto III, el conde Federico II de Zollern, que fue sucedido por su hijo Federico III, y el conde Renaldo III de Borgoña, que fue sucedido por su hija Beatriz I.

El Papa Eugenio III pudo regresar a Roma de su exilio. Ese año concedió un hábito a los caballeros templarios: un manto blanco y una cruz roja. La orden se había extendido y enriquecido enormemente. Poseía una red de fortalezas en Palestina, y su fortuna la convirtió en una especie de banca para los peregrinos. En 1149, Nur al-Din venció y mató al príncipe Raimundo I de Antioquía. Dejó únicamente un hijo de cinco años, así que Antioquía quedó bajo el gobierno de su viuda Constanza.

Tasfin, el soberano almorávide, murió cerca de Orán mientras huía de los almohades. El único reducto de los almorávides en Al-Ándalus eran las Baleares. El rey Mohammed suscribió tratados comerciales con Pisa y Genóva que le permitieron reforzar su precaria situación.  El rey Roger II de Sicilia dirigió un ataque contra Constantinopla.

En Egipto murió el Califa Fatimí al-Hafiz, que fue sucedido por al-Zafir.

También murió el conde Guigó I de Forcalquier y fue sucedido por su hermano Bertrán II, el cual murió a su vez en 1150 y fue sucedido por su hijo Bertrán III.

Ese año el príncipe de Súzdal Yuri Dolgoruki se hizo con el principado de Kíev.

Las guerras de sucesión
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