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EL IMPERIO ANGEVINO
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  La muerte de Pedro Abelardo no supuso la muerte de su pensamiento progresista, que fue conservado y extendido por los numerosos discípulos que lo admiraron. Entre ellos destacaba Pedro Lombardo, que fue un brillante teólogo y alrededor de 1150 escribió un Libro de Sentencias, en el que citaba autoridades, pero no con el propósito de desacreditarlas, como hizo Aberlardo en su Sic et non, sino seleccionando cuidadosamente las más moderadas y las que defendían el uso de la razón. Posteriormente escribió otros tres libros de sentencias, y los cuatro se convirtieron en la base de la enseñanza de la teología durante la Edad Media.

Ese mismo año marchó a Inglaterra Jean de Salisbury, otro antiguo alumno de Abelardo, que ocupó el cargo de secretario de Teobaldo, el arzobispo de Canterbury. Escribió el único tratado político importante de la Edad Media anterior al redescubrimiento de las obras políticas de Aristóteles.

Moría entonces Adelardo de Bath, a sus ochenta años. Había nacido en Inglaterra, en la ciudad de Bath, y luego estudió en Normandía. A sus treinta y cuatro años inició una serie de viajes que le llevaron desde Italia hasta Asia menor. Tradujo obras árabes de filosofía y matemáticas y comprendió los Elementos de Euclides. Contribuyó a difundir por Europa el uso de los números arábigos. También escribió un libro de divulgación llamado Quaestiones Naturales, en el que resumió lo que había aprendido de la ciencia árabe. Godofredo Plantagenet lo había elegido como maestro para su hijo Enrique.

En Alemania moría otro Enrique, el heredero del emperador Conrado III. Tenía un hermano de cinco años, y el emperador pasaba ya de los cincuenta, por lo que la sucesión podía ser problemática una vez más. Los príncipes electores podían ser nuevamente decisivos y ello llevó a Conrado III a una oportuna reorganización. Hasta entonces, los príncipes electores laicos eran los duques de Suabia (que a la sazón era Federico III Barbarroja, sobrino del emperador), de Baviera (entonces Enrique II de Babenberg), de Sajonia (Enrique el León) y de Franconia (el propio emperador). Conrado III quería que el Imperio quedara en manos de su familia, los Staufen (o Hohenstaufen), y el principal obstáculo era Enrique el León, que pertenecía a la poderosa familia de los Güelfos. El hecho de que el propio emperador fuera un príncipe elector era un inconveniente, pues poco podría elegir después de muerto. Por ello decretó que el duque de Franconia fuera sustituido en la lista de los príncipes electores laicos por el conde Palatino del Rin, que a la sazón era su cuñado Hermann III. La situación de Enrique II era delicada, pues Conrado III había arrebatado el ducado de Baviera al padre de Ricardo el León, y éste venía reclamándolo desde hacía tiempo. Ante la posibilidad de que terminara cayendo en sus manos, Conrado III decidió aprovechar la lealtad de Enrique II para que éste diera su consentimiento en ser eliminado de la lista de príncipes electores en favor del duque de Bohemia (en calidad de copero mayor), que entonces era Ladislao II, cuñado del emperador.

El Papa Eugenio III fue expulsado una vez más de Roma por los republicanos, dirigidos por Arnaldo de Brescia.

Mientras tanto, la reina de Aragón, Petronila, cumplía los catorce años de edad y se casaba por fin con Ramón Berenguer IV, con quien estaba prometida desde poco después de nacer. Ramón Berenguer IV se alió con Alfonso VII de León y Castilla a raíz de la muerte del rey de Navarra García V Ramírez, que fue sucedido por su hijo Sancho VI. En realidad Sancho VI fue el primer monarca que se tituló rey de Navarra, pues sus antecesores llevaron el título de rey de Pamplona. Castellanos y aragoneses trataron de apoderarse de los territorios navarros y Sancho VI se vio en dificultades para hacerles frente. Se conserva un documento en el que el rey se queja del desamparo en que le dejaron la nobleza y la burguesía. En 1151 Ramón Berenguer IV y Alfonso VII firmaron el pacto de Tudela, en el que se repartían los territorios que podía reconquistar cada estado, principalmente musulmanes, pero también se incluían dominios navarros. Sancho VI logró que los castellanos renunciaran a sus planes en Navarra al concertar el matrimonio entre su hermana Blanca y Sancho, el heredero de Alfonso VII.

Los almohades estaban causando estragos en Al-Ándalus. Eran mucho más fanáticos y fundamentalistas que los almorávides en sus primeros años. Mataban a los morabitas (los sacerdotes almorávides) porque decían que todo musulmán debía ser santo, por lo que no hacían falta sacerdotes. El rey de Mértola, Abú-l-Qásim, se arrepintió de haberlos llamado en su ayuda y trató de rebelarse contra ellos, pero finalmente fue muerto y la mayor parte de su territorio quedó bajo el dominio del Califa Abd al-Mumin. Poco después el rey Hamdín ibn-Muhammad también fue derrocado y Málaga pasó a manos de los almohades.

En Oriente, un caudillo musulmán llamado Husayn Yahansuz, perteneciente a la dinastía de los Guríes, derrocó al gaznawí Bahram Sha, que tuvo que refugiarse en la India. Hysayn fue vencido a su vez por el sultán Sanyar.

El emperador bizantino Manuel I envió un ejército al sur de Italia, en respuesta al ataque sufrido dos años antes por parte del rey Roger II de Sicilia. Es posible que el fracaso de la segunda cruzada le llevara a pensar que Occidente era más débil de lo que parecía.

Ese año murió Godofredo Plantagenet. El año anterior, poco después de volver de la desastrosa segunda cruzada, había transferido a su hijo Enrique el ducado de Normandía, y ahora Enrique heredaba también los condados de Anjou y de Maine.

También murió Suger, el abad de Saint-Denis y consejero de los reyes Luis VI y Luis VII de Francia. Escribió una Historia de Luis el Gordo, una Memoria sobre mi administración abacial y una Historia de Luis VII que, junto con sus cartas, constituyen unos valiosos documentos históricos.

La muerte de Suger tuvo una consecuencia importante para el destino de Francia. La esposa de Luis VII, Leonor de Aquitania, siempre debió de ser más o menos consciente de que los galantes caballeros que protagonizaban los poemas a los que era tan aficionada no eran de este mundo, pero eso no impidió que se sintiera terriblemente decepcionada ante el deplorable papel que su marido representó en Tierra Santa durante la segunda cruzada. Ya allí se planteó la posibilidad del divorcio, pero Suger les quitó esta idea tan poco cristiana de sus cabezas o, al menos, la acalló. Muerto el consejero, Luis VII no se lo pensó dos veces. No sólo era una cruz para él tener que aguantar todos los días el desprecio de su costilla, a la que culpaba también de haberle arrastrado a la cruzada al tiempo que le entorpeció con su descabellada idea de acompañarlo, sino que además estaba el hecho de que sólo le había dado dos hijas, pero no un heredero al trono. En marzo de 1152 logró que el Papa Inocencio III declarara nulo su matrimonio (por un débil argumento de parentesco), y en mayo Leonor golpeó a su exmarido donde más podía dolerle: a sus treinta años se casó con Enrique Plantagenet, que se convertía así, a sus diecinueve años, en el señor más poderoso de Francia, muy por encima del propio rey, ya que dominaba Normandía, Anjou y Aquitania (incluso Bretaña le rindió vasallaje). Además era bisnieto de Guillermo el Conquistador, lo que le convertía en candidato a la corona de Inglaterra.

Entre tanto moría el emperador germánico Conrado III y los príncipes electores, reunidos en la dieta de Frankfurt, eligieron rey de Alemania al duque de Suabia, Federico III Barbarroja, que ahora pasaba a ser Federico I de Alemania. (Las dietas eran asambleas de nobles en el Imperio Alemán.)

Ese año murió el conde Teobaldo IV de Blois y Champaña. Una vez más ambos condados fueron divididos por la herencia: el primogénito Enrique II recibió Champaña y el hijo menor, Teobaldo V, recibió Blois. Esto era significativo, porque hasta entonces Blois siempre había sido considerado el más prestigioso de los dos condados y había constituido la herencia del primogénito, pero lo cierto era que Champaña se había vuelto el más rico y próspero gracias a su actividad comercial y así se reflejó en el testamento del conde.

El conde Raimundo V de Tolosa tenía serios problemas para dominar a sus vasallos nobles, algunos de los cuales estaban entrando en la esfera de influencia de Ramón Berenguer IV. Para reforzar la unidad de su territorio obligó a la nobleza a servir en la corte, al tiempo que se apoyaba en la burguesía, especialmente en la de la ciudad de Tolosa, a la que otorgó algunos privilegios.

El rey Alfonso VII de León y Castilla se casó con Riquilda, hija del duque Ladislao II de Polonia. (Su primera esposa, Berenguela, había muerto tres años antes.)

En Tierra Santa moría el conde Raimundo II de Trípoli, que fue sucedido por su hijo Raimundo III.

A Noruega llegó como legado pontificio un cardenal originario de Inglaterra llamado Nicolás Breakspear, quien condenó las supervivencias paganas e inició una campaña de occidentalización del país. Los obispos se convirtieron en las auténticas autoridades del país, y obligaron al rey Sigurd III a convertir la monarquía en hereditaria según la línea directa de primogenitura y a declarar indivisible el territorio nacional. El rey Sverker I de Suecia recibió un legado pontificio que organizó también una lucha contra el paganismo, la cual contó con el apoyo decisivo de los cistercienses.

En 1153 el Papa Eugenio III firmó el tratado de Constanza con el rey de Alemania Federico I Barbarroja, que le aseguraba el apoyo alemán, pero no le sirvió para entrar de nuevo en Roma, porque murió antes de lograrlo. Fue sucedido por Anastasio IV (que no tuvo que entrar en Roma porque ya estaba allí).

El conde de Anjou, Enrique Plantagenet, desembarcó en Inglaterra dispuesto a hacer valer el derecho de su madre Matilde a la corona, de acuerdo con el testamento de su abuelo Enrique I. El rey Esteban I tenía ya casi sesenta años y su poder estaba enormemente mermado a causa de la larga guerra civil que había tenido que afrontar. Enrique Plantagenet contó con muchos más apoyos de los que había tenido su madre años atrás. Cuando los nobles apoyaron en su día a Esteban de Blois frente a Matilde y Godofredo de Anjou, su idea era que Esteban quedara al frente tanto de Inglaterra como de Normandía, pues muchos de ellos tenían posesiones en ambos territorios y era un contratiempo que cada uno de ellos estuviera sometido a una autoridad diferente. De hecho, los nobles normandos tenían en mayor estima a sus posesiones en Normandía que a las de Inglaterra. Enrique Plantagenet era ahora el duque de Normandía y la única forma viable de reunir de nuevo las conquistas de Guillermo el Conquistador era bajo su reinado. Por ello, cuando Esteban I trató de que su hijo Eustaquio fuera reconocido como heredero, se encontró con una gran oposición tanto por parte de la nobleza como del clero. Teobaldo, el arzobispo de Canterbury, envió a Roma a un protegido suyo, Tomás Becket, para que convenciera al Papa para que no aprobara la coronación de Eustaquio. La personalidad de Becket inspiraba simpatía y no tuvo ninguna dificultad en lograr su cometido. De todos modos, Eustaquio murió ese mismo año y, aunque tenía un hermano menor, Guillermo, era patente que no tenía voluntad ni carácter para gobernar, así que Esteban I terminó cediendo: propuso a su rival que le permitiera reinar mientras viviera y a cambio lo reconocía como heredero de Inglaterra. Enrique aceptó.

La princesa Constanza de Antioquía contrajo matrimonio con Reinaldo de Châtillon, que se convirtió así en el nuevo príncipe.

En Al-Ándalus los almohades se apoderaban de Córdoba. Navarra y Castilla firmaron un tratado de paz en Soria que se ratificó con el compromiso matrimonial entre el rey Sancho VI de Navarra y Sancha, hija de Alfonso VII de León y Castilla. Como contrapartida, el rey navarro tuvo que ceder a Castilla algunas tierras del centro de su reino.

Una tribu turca, los Uguz, se había desplazado hacia el oeste, atacó Iraq e hizo prisionero al sultán Sanyar.

En Escocia murió el rey David I y fue sucedido por su nieto de doce años, que a causa de su carácter apocado era conocido como Malcom IV la Doncella. También murió san Bernardo de Claraval, así como el conde Poncio II de Ampurias, que fue sucedido por su hermano Hugo III. En Ceilán murió el rey Vijayabahu, que fue sucedido por Parakramabahu I. El nuevo rey emprendió un ambicioso programa de construcciones y aventuras militares que terminaron agotando al país. Todavía más al este, los Yurset establecieron su capital en Pekín. El hecho de que el soberano Jin gobernara desde allí favoreció la sedentarización de su pueblo.

En 1154 murió el Papa Anastasio IV y fue sucedido por Nicolás Breakspear, que adoptó el nombre de Adriano IV. Poco después murió el rey Roger II de Sicilia y fue sucedido por su hermano Guillermo I. Adriano IV se alió con el emperador Bizantino Manuel I contra Guillermo I y apoyó una sublevación en Apulia.

El sultán de Rum Masud I fracasó en un intento de conquistar Cilicia a los armenios.

Ese año murió el Califa fatimí al-zafir, y fue sucedido por al-Faíz. También murió el conde Armengol VI de Urgel, que fue sucedido por su hijo Armengol VII.

El rey Luis VII de Francia se casó con Constanza, hija del rey Alfonso VII de León y Castilla.

Finalmente, el 19 de diciembre murió el rey Esteban I de Inglaterra y, de acuerdo con lo convenido, fue sucedido por Enrique II Plantagenet. Para espanto del rey Luis VII de Francia, se formó así lo que se conoce como el Imperio Angevino (de Angers, la capital de Anjou). Inmediatamente se puso a combatir el bandidaje y a los pequeños señores que gobernaban sus dominios sin reconocer ninguna autoridad superior. Supo escoger excelentes colaboradores versados en el derecho canónico y en el derecho romano, puso los cimientos de una administración centralizada y desplegó una intensa actividad legislativa. También reformó el sistema judicial. Sin cancelar los tribunales locales, creó un cuerpo de jueces ambulantes que recorrían el país y a los que todo súbdito tenía derecho a apelar. Estos jueces aplicaban un sistema de leyes común a todo el estado y, por lo general. estaban libres de las presiones de los nobles, pues dependían directamente del rey. Con el tiempo todo el mundo prefirió acudir a los tribunales del rey frente a los tribunales de los señores feudales, lo que a su vez mejoró la imagen del rey como protector de su pueblo. Como los jueces no conocían a los implicados en los casos que juzgaban, se impuso la costumbre de convocar a un grupo de vecinos en cada juicio para que declararan bajo juramento sobre la veracidad de las declaraciones de los testigos implicados, y éste fue el origen del sistema de jurados.

Ese mismo año Enrique II selló una alianza con Ramón Berenguer IV de Aragón contra el conde Raimundo V de Tolosa.

El rey de Alemania Federico I Barbarroja también se había dedicado a fortalecer y unificar su Imperio. Cuando se hubo asegurado de tener a la nobleza alemana bien sujeta, marchó a Italia, llamado por el Papa Adriano IV para que le librara de Arnaldo de Brescia. Tras ser coronado rey de Italia, llegó a Roma en 1155. Poco antes de que entrara en la ciudad, Adriano IV excomulgó a Arnaldo y atemorizó a los romanos con la condenación eterna, hasta que terminaron expulsándolo (quizá más preocupados por la noticia de que Federico I estaba al llegar). Federico I logró que Arnaldo fuera capturado y entregado a los partidarios del Papa, que lo ahorcaron, lo quemaron y arrojaron sus cenizas al Tíber. El 18 de junio Adriano IV coronó emperador a Federico I. La ceremonia fue tensa, pues Federico I no se atrevió a rehusar la coronación, pero indudablemente tenía presente el caso de su tío Conrado III, que fue aceptado como emperador sin haber sido nunca coronado por el Papa. Federico I se negó a cumplir parte del protocolo de sumisión y, en correspondencia, Adriano IV no le dio el "beso de la paz". Fue el inicio de un nuevo conflicto entre el emperador y el Papa sobre si la autoridad de aquél provenía o no de éste.

Enrique II de Inglaterra seguía paralelamente los pasos de Federico I: Una vez tuvo asegurado su dominio sobre la nobleza, trató de poner a raya a la Iglesia. Durante el anárquico reinado de Esteban I la Iglesia había conseguido muchos privilegios. Por ejemplo, un religioso (sacerdote, monje, o incluso un simple sacristán) no podía ser juzgado por un tribunal del rey, sino únicamente por un tribunal eclesiástico, incluso si era acusado de delitos graves como el asesinato. Los tribunales eclesiásticos eran siempre más indulgentes que los laicos y, además, la Iglesia no podía derramar sangre, por lo que si, por ejemplo, un clérigo era declarado culpable de asesinato, su pena consistía en que perdía su condición de clérigo (pero no podía volver a ser juzgado por el mismo delito). En palabras de Enrique II, se necesitan dos crímenes para colgar a un sacerdote. Los intentos por parte del rey de cambiar este estado de cosas chocaron con la resistencia de Teobaldo, el arzobispo de Canterbury. Durante el primer año de reinado de Enrique II, en el que se había ocupado principalmente de dominar a los nobles, Teobaldo fue su principal consejero, pero ahora que el rey se volvía contra la Iglesia las relaciones entre ambos se enturbiaron.

Teobaldo tuvo entonces una idea brillante: logró que Enrique II nombrara canciller (una especie de primer ministro) a un hombre de su confianza: Tomás Becket. Había sido nombrado arcediano de Canterbury el año anterior y en todo momento había mostrado una intachable eficiencia y lealtad hacia el arzobispo. Por ello Teobaldo estaba seguro de que el nuevo canciller usaría su personalidad carismática para hacer comprender al rey los puntos de vista de la Iglesia. Para su espanto, resultó que Becket se esforzó por cumplir su nuevo cometido con la misma eficiencia y lealtad hacia el rey como hasta entonces lo había hecho hacia el arzobispo. Becket se convirtió, de hecho, en amigo íntimo de Enrique II. Abandonó la austeridad eclesiástica para vivir en un lujo moderado, como correspondía a un canciller honesto y compartió con el rey fiestas y placeres. Teobaldo tuvo que hacer frente por sí solo a Enrique II y a Becket.

Un normando llamado Robert Wace, protegido de Enrique II, escribió un poema de 15.300 versos octosílabos titulado Roman de Brut, en el que adaptaba libremente la Historia Regum Britanniae de Godofredo de Monmouth. El contenido es esencialmente el mismo: la historia de los reyes bretones desde Bruto (el supuesto bisnieto de Eneas del que supuestamente descendían) hasta el establecimiento de los reyes sajones en Inglaterra, pasando por el rey Arturo, etc. No obstante, Wace transformó el seco latín de Godofredo de Monmouth en un poema romántico al estilo de la época, poema que dedicó, naturalmente, a Leonor de Aquitania. En el poema de Wace aparece por primera vez la Tabla Redonda alrededor de la cual se sentaban los caballeros de Arturo, de modo que ninguno de ellos la presidía.

La enorme expansión que estaba sufriendo la ciudad de Pisa obligó a ampliar la ciudad a un recinto mayor. Por esta época se concluyeron las obras de la catedral, a la que se le había añadido un baptisterio. El auge de la nobleza, los armadores y los comerciantes llevó a la creación de un magistrado único pacificador: el podestà. No menos próspera era su rival, Génova, donde los banqueros habían desarrollado ágiles sistemas de financiación para las expediciones comerciales. Los genoveses deseaban mantenerse libres de toda intervención exterior y, ante un posible ataque del emperador Federico I Barbarroja, fortificaron la ciudad.

El rey Sigurd III de Noruega trató de unirse a su hermano Eystein para desembarazarse de su otro hermano, Ingón, pero murió en el enfrentamiento entre ambos. Eystein conservó el trono.

En las islas Baleares murió Muhammad, y se acusó de parricidio a su hijo Ishaq. Fue sucedido por su otro hijo Abd Allah, pero Ishaq no tardó en destronarlo.

Ese año murió el sultán de Rum Masud I. Fue sucedido por Kiliç Arslán II.

El emperador bizantino Manuel I dominaba una cierto territorio del sur de Italia y al mismo tiempo trató de ocupar territorios húngaros, pero fue derrotado por el rey Geza II, que reafirmó así la independencia de su país. Luego, en 1156, el rey Guillermo I de Sicilia infligió a los bizantinos una derrota terrestre seguida de otra naval, con lo que Manuel I abandonó Italia. Esto puso en una situación delicada al Papa Adriano IV, que perdía así el apoyo del emperador de Oriente y no estaba nada claro que pudiera contar con el del emperador de Occidente. Ese mismo año firmó el concordato de Benevento, por el que Guillermo I se reconocía vasallo del Papa a cambio de recibir algunos territorios adicionales.

Enrique II Pantagenet y Ramón Berenguer IV de Aragón asediaron la ciudad de Tolosa.

Ese año murió Pedro el Venerable, el abad de Cluny. A su muerte, el número de monasterios cluniacenses superaba los dos mil. Había encargado una traducción del Corán al latín (para refutarlo, claro). La traducción la llevó a cabo Roberto de Chester, que ya había traducido numerosos tratados de alquimia, y también las obras del matemático al-Jwarizmi, con lo que introdujo el álgebra en Europa Occidental.

También murió el rey Sverker I de Suecia, que fue sucedido por Erik IX Jedvardsson, miembro de una familia rival a la de Sverker y que llevaba ya seis años en rebeldía. No obstante, a diferencia de la situación previa al reinado de Sverker I, ahora las dos familias eran católicas, por lo que sus disputas fueron menos sangrientas.

El reino de Georgia llegó a su siglo de oro con la subida al trono de Jorge III, que reconquistó todas las ciudades armenias que seguían en poder de los selyúcidas.

El emperador Federico I Barbarroja consintió en devolver a Enrique el León el ducado de Baviera, que había sido arrebatado por Conrado III a Enrique el Soberbio, el padre de Enrique el León. Para ello tuvo que quitárselo a Enrique II de Babenberg, al cual, como compensación, le cambió el título de margrave de Austria por el de duque de Austria, lo que implicaba que el título se convertía en hereditario. Ese año murió el conde palatino del Rin Hermann III, y el título pasó a su yerno Conrado, hermano del emperador. Federico I dio libertad completa a Enrique el León para luchar contra los eslavos. Ese año, Federico I se casó con la condesa Beatriz I de Borgoña.

En 1157 se reunió la dieta de Besançon, en la que, oponiéndose al representante del Papa, el cardenal Rolando Bandinelli, el emperador afirmó haber recibido el Imperio únicamente de Dios, por medio de los príncipes electores. Esto implicaba que la coronación por el Papa no era necesaria y, en particular, que el Papa no tenía la opción de rechazar o deponer a un emperador elegido por los príncipes. El emperador quería librarse de toda dependencia del Papa, pero no del carácter divino de su autoridad. De hecho, la dieta de Besançon convirtió el que hasta entonces había sido simplemente el Romanorum Imperium (Imperio Romano) en el Sacrum Romanorum Imperium (Sacro Imperio Romano). A partir de aquí usaremos este nombre, que los historiadores emplean habitualmente para referirse al Imperio desde que Otón I se convirtió en emperador y al que nosotros hemos venido llamando Imperio Germánico.

Alberto el Oso conquistó Brandeburgo, la principal fortaleza de los vendos, y tomó el título de margrave de Brandeburgo. Entonces inició la colonización de la región y la roturación de las tierras.

El rey Malcom IV de Escocia tuvo que hacer frente a varias rebeliones, las cuales fueron aprovechadas por Enrique II de Inglaterra, al que tuvo que rendir vasallaje (acuerdo de Chester) y cederle los condados del norte de Inglaterra (Cumberland y Northumbria).

Entre los responsables de los disturbios en Escocia estaba el rey Eystein de Noruega, que había saqueado el país poco antes. Murió en un ataque de su hermano Ingón, quien previamente había logrado que sus partidarios lo abandonaran.

Una vez el catolicismo estuvo bien asentado en Suecia, el rey Erik IX cayó en la cuenta de que sus vecinos, los fineses, eran todavía paganos, y organizó una cruzada para convencerlos de su error.

En Dinamarca la guerra civil por la sucesión de Erik Lam terminó con la victoria de Valdemar I el Grande, hijo del duque Canuto Lavard, cuyo asesinato había provocado la primera guerra civil de este periodo. El nuevo rey reunificó el país y tomó medidas contra los vendos, que habían sabido aprovechar el estado de debilidad en que las guerras habían sumido a Dinamarca en los últimos años.

En Holanda murió el conde Dirk VI, y fue sucedido por Florencio III.

En Rusia murió el gran príncipe de Kíev Yuri Dolgoruki. Su hijo Andrei Bogoliubski heredó el principado de Súzdal y luchó con otros príncipes por el principado de Kíev.

En Iraq murió el sultán selyúcida Sanyar. Un año antes se había liberado del cautiverio Uguz, que continuaron presionando sobre Iraq.

Finalmente se celebró la boda entre el rey Sancho VI de Navarra y Sancha, la hija de Alfonso VII de León y Castilla, tal y como había sido pactado años antes. Los almohades cercaron Almería y Alfonso VII murió mientras se retiraba hacia el norte. El Califa almohade Abd al-Mumin se adueñó de toda Al-Ándalus, con excepción de Valencia, Murcia y las islas Baleares.

El emperador de las Españas había dispuesto que su primogénito, Sancho III, heredara el reino de Castilla, mientras que su segundo hijo, Fernando II, heredara el reino de León. En 1158 los templarios abandonaron la ciudad de Calatrava ante un ataque almohade, y Sancho III encargó la defensa de la ciudad a Raimundo, el abad de Fitero. Como recompensa, lo nombró Maestre de la Orden de Calatrava, una orden militar compuesta por caballeros y monjes con la misión de colaborar en la reconquista de España. Pero Sancho III murió de forma inesperada antes de que acabara el año, y el nuevo rey pasó a ser su hijo Alfonso VIII, que apenas tenía tres años de edad. Dos poderosas familias castellanas, la de los Castro y la de los Lara, se disputaron la regencia del monarca, y en la disputa participó también Fernando II. Los castellanos se aseguraron de que Navarra no intervendría en el conflicto devolviendo a Sancho VI los territorios que éste había cedido cinco años antes. Además Navarra fue dispensada del vasallaje que había rendido a Castilla en las últimas décadas.

Las ciudades del norte de Italia gozaban de una gran independencia y apenas reconocían ninguna clase de autoridad nacional. El emperador Federico I Barbarroja cruzó los Alpes y tomó la ciudad de Milán. En la dieta de Roncaglia proclamó la "recuperación de Lombardía" e impuso funcionarios imperiales en cada ciudad, que recibieron el nombre de podestà. Obviamente las ciudades recibieron esta medida con desagrado y se volvieron hacia el Papa Adriano IV en busca de apoyo. Éste lanzó un ultimátum al emperador, conminándolo a respetar sus derechos y a devolverle extensos territorios italianos, en especial las posesiones de la condesa Matilde de Toscana.

El emperador bizantino Manuel I firmó con el rey Guillermo I de Sicilia la paz de los treinta años, en la que reconocía la soberanía del normando sobre el sur de Italia. Por otra parte, en 1159 logró que los Estados Latinos de Oriente le rindieran vasallaje. El príncipe de Antioquía, Reinaldo de Châtillon, tuvo que aceptar que la ciudad pasara a tener un Patriarca ortodoxo.

El conde Raimundo V de Tolosa, ayudado por Luis VII de Francia, se enfrentó sin éxito a Enrique II Plantagenet, el conde de Anjou y rey de Inglaterra, aliado de Ramón Berenguer IV de Aragón.

Ese año murió Ladislao II el Exiliado, el duque de Polonia derrocado por su hermano Boleslao IV. El emperador Federico I Barbarroja había tratado de invadir Polonia para restituirlo, pero la campaña no tuvo éxito.

También murió el Papa Adriano IV y fue elegido como sucesor el cardenal Rolando Bandinelli, que adoptó el nombre de Alejandro III. Sin embargo, Federico I logró que nueve cardenales eligieran a Ottaviano di Monticello, que adoptó el nombre de Víctor IV. Con el respaldo imperial pudo entrar en Roma, mientras Alejandro III huía a Sens, en Francia.

Pedro Lombardo fue designado obispo de París, pero murió en 1160. El concilio de Pavía, celebrado en febrero bajo los auspicios de Federico I, proclamó a Víctor IV como Papa legítimo, pero el concilio de Beauvais, celebrado en julio, proclamó a Alejandro III y tuvo el respaldo de los reyes de Francia, Inglaterra, Aragón, Castilla, León, Portugal, Sicilia, Jerusalén y del emperador bizantino Manuel I.

El rey Malcom IV de Escocia logró sofocar los últimos focos rebeldes que cuestionaban su autoridad.

Ese año murió Constanza de Castilla, la segunda esposa de Luis VII de Francia, después de darle una tercera hija. La corona de Francia seguía sin heredero y el rey se volvió a casar antes de que terminara el año, esta vez con Adela, hermana de los condes de Blois y de Champaña.

El rey Sancho VI de Navarra no pudo resistir la tentación y terminó ocupando Logroño aprovechando la minoría de edad de Alfonso VIII y las luchas internas entre los nobles de Castilla.

Suecia fue invadida por el príncipe Danés Magnus Henriksson, que afirmaba tener derecho sobre el reino. El rey Erik IX murió defendiendo la ciudad de Uppsala. El día de su muerte es hoy fiesta nacional en Suecia. Fue sucedido por Carlos VII Sverkersson, hijo de Sverker I.

También murió el Califa fatimí al-Faíz, que fue sucedido por al-Adid.

El príncipe de Antioquía, Reinaldo de Châtillon, fue capturado por el atabeg Nur al-Din, que lo retuvo prisionero en Alepo.

En Japón, las luchas por el poder entre el clan de los Taira y el de los Minamoto llegó a su punto más candente cuando el jefe de los Taira, Kiyomori, fue depuesto por los Minamoto al mismo tiempo que el emperador. Sin embargo, los Taira vencieron a los Minamoto en Kyoto.

La Segunda Cruzada
Índice Tomás Becket

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