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El Sacro Imperio Romano seguía dividiéndose. En 1266 murió el margrave Juan I de
Brandeburgo, que había gobernado junto a su hermano Otón
III. Ahora, Juan II y Conrado, los hijos de Juan I,
reclamaron su parte de la herencia y Brandeburgo se dividió en
tres: la Marca Vieja, al
oeste del Elba, la Marca Media,
entre el Elba y el Oder, y la Marca
Nueva, al este del Oder. En Suecia murió Birger Jarl, regente de su hijo Valdemar, que
tendría entonces unos veintiséis años y que
empezó a gobernar por su cuenta. Sus hermanos no tardaron en
rebelarse contra él. El rey Alejandro III de Escocia conquistó a los noruegos las
islas
Hébridas y la isla Man. Escocia estaba pasando por una
época de
prosperidad económica. Llewelyn II ap Gruffydd fue reconocido como príncipe de Gales por los
demás reyes galeses, que ahora combatían unidos contra
los ingleses (excepto la costa sur, que no aceptó la
supremacía de Llewelyn). El rey Hetum I de Armenia se había aliado con los mongoles
cuando estos habían atacado al sultanato de Rum, pero ahora le
atacaron los mamelucos como represalia. Ese año murio Baraka Kan, el kan de la Horda de Oro, y fue
sucedido por Nogai. En Japón cundió la alarma ante el riesgo de
invasión mongola. El gobierno militar reforzó las
defensas y movilizó a todos los samurai. Tomás de Aquino realizó una estancia en la corte
pontificia, donde escribió la primera parte su obra más
famosa: la Summa Theologica,
en la que sistematiza su filosofía. Esta primera parte (al igual
que las que escribiría después) está dividida en cuestiones, cada una de las cuales
se trata en varios artículos.
Trata de Dios en si mismo (cuestiones 2-13), de su actividad interna
(14-16), de su vida trinitaria (17-43), de Dios creador (44-49), de los
ángeles (50-64), del mundo corpóreo (65-74), del hombre
(75-102) y del gobierno y providencia de Dios sobre las criaturas
(103-119). Al mismo tiempo, en la
universidad de
París empezaba a destacar un profesor de filosofía
llamado Siger de Brabante, que
afirmaba que la filosofía era una disciplina independiente de la
teología, en oposición abierta a las tesis tomistas.
Tomás de Aquino lo tachó de averroísta. El ejército del rey
de Sicilia Carlos I se enfrentó junto a Benevento al
ejército de Manfredo, el rey de Sicilia. Obviamente
venció el rey de Sicilia. Manfredo manejó sin habilidad
su ejército y murió en la batalla. Luego Carlos I
entró en Nápoles, la principal ciudad continental de su
reino. Ese mismo año casó a su hija Blanca con Roberto de Dampierre, hijo de la
condesa Margarita de Flandes y heredero del condado. La posición estratégica que había conseguido
Carlos I no pasó desapercibida a Balduino II, el depuesto
emperador latino de Constantinopla. En 1267
ambos firmaron los tratados de Viterbo,
por los que Balduino II concedía a Carlos I el principado de
Morea a cambio de que éste dirigiera la lucha contra el
emperador Miguel VIII. El rey Enrique III de Inglaterra fue persuadido por su hijo Eduardo
para reconciliarse con la
nobleza que le había impuesto las provisiones de Oxford. El Dictum de Kenilworth
restauró la normalidad. Su segundo hijo, Edmundo el Jorobado, recibió
a sus diez años el título de conde de Lancaster. Ese año murió el margrave Otón III de Brandeburgo y fue sucedido por sus hijos y nietos Juan III, Otón V, Alberto III, y Otón VI. (Otón IV se reserva para un primo de Otón V, hijo del margrave Enrique, que murió antes que su padre). También murió el duque Enrique IV de Brabante, que fue sucedido por Juan I. En Chipre murió el rey Hugo II, que fue sucedido por su nieto
Hugo III de Lusignan, hijo de Enrique de Antioquía (que era
hermano del Príncipe Bohemundo V de Antioquía, tío
del príncipe actual, Bohemundo VI) y de Isabel de Lusignan (hija de Hugo II). Bohemundo VI se había instalado en Trípoli y no
mostraba ningún interés por el principado de
Antioquía, que en 1268
cayó en poder del sultán Baybars I de Egipto. Ahora los
Estados Latinos de Oriente se reducían al condado de
Trípoli y al reino de Jerusalén, con capital en San Juan
de Acre (pues Jesuralén seguía en poder de Baybars I).
Los
cruzados, alarmados por la fortaleza del sultán, pidieron ayuda
a los mongoles. En Occidente empezó a formarse el proyecto de
una nueva cruzada. Al rey Carlos I de Sicilia le había surgido un nuevo
competidor. En contra de lo que pareció por un tiempo, su
antecesor, Manfredo, no fue el último Hohenstaufen, sino que
todavía quedaba uno: Conradino (o Conrado V), el hermanastro de
Manfredo derrocado por éste que acababa de cumplir
dieciséis años. Había reunido un ejército y
se enfrentó a Carlos I en Tagliacozzo.
Carlos I mantuvo oculta una parte de sus fuerzas, dejó que
Conradino derrotara al resto y se dispersara en la persecución
final, y entonces atacó con sus tropas de reserva. Conradino fue
capturado y llevado a Nápoles, donde fue ahorcado. El
título de rey de Jerusalén pasó entonces a Hugo
III de Chipre. Uno de los partidarios de Conradino había sido el infante
Enrique de Castilla, hermano del rey Alfonso X el Sabio. Después
de haber pasado un tiempo en Túnez había entrado al
servicio de Carlos I, pero luego se pasó al bando gibelino y fue
nombrado senador en Roma (por eso es más conocido como Enrique el Senador). Ahora el Papa
Clemente IV lo encarceló. Carlos I ayudó a los güelfos florentinos que
habían financiado sus campañas a regresar a su ciudad,
donde recibió el título de podestà. Florencia
estuvo gobernada desde entonces por el partido güelfo. Ese año murió el conde Pedro II de Saboya, que fue
sucedido por su hermano Felipe I,
hasta el año anterior arzobispo de Lyon, si bien, ante la
perspectiva de heredar el condado, había renunciado a los
hábitos y se acababa de casar con una condesa de Borgoña. También murió el conde Álvaro II de Urgel. Urgel era uno de los pocos condados catalanes que no estaban integrados en la Conona de Aragón, y Álvaro II había mantenido numerosos conflictos con los territorios vecinos y con el propio rey Jaime I. Como el conde murió sin descendencia, Jaime I aprovechó para apropiarse del condado, pese a Guerau, hermano del difunto, que reclamó su derecho al condado. El Papa Clemente IV, antes de ser elegido, había sido
protector de Roger Bacon. Dos años atrás le había
pedido una copia de sus obras, y Bacon empezó a redactar
entonces los Communia naturalium,
en los que hacía un balance de los conocimientos de su
época, si bien abandonó el proyecto para escribir el Opus maius, que hizo llegar al Papa
junto con otras de sus obras. Sin embargo, Clemente IV murió ese
mismo año. Las elecciones de los últimos Papas
habían sido difíciles, y los cardenales habían
estado sometidos a menudo a distintas presiones, especialmente ahora
que del Papa que eligieran podía depender el nuevo emperador del
Sacro Imperio Romano. Tanto fue así que acabó el
año sin que se llegara a un acuerdo sobre quién iba a ser
el sucesor de Clemente IV. Qubilay Kan declaró la guerra a la China de los Song.
Inicialmente obtuvo cierta ventaja porque muchos comandantes chinos se
rindieron a los mongoles sin combatir. Esto fue debido a su descontento
con la política del canciller Jia
Sidao. La conquista se vio frenada por la resistencia de las
ciudades de Xiang-Yang y Fancheng. En Java tomó el título de rey un caudillo llamado Kertanagara, quien llevaba
más de una década extendiendo el dominio javanés
sobre las islas vecinas. El nuevo rey favoreció el budismo. Tomás de Aquino dejó Italia y en 1269 reanudó su enseñanza en
la universidad de París. Allí se encontró un
ambiente muy agitado por la polémica que suscitaban los
profesores averroístas, que defendían su absurda tesis de
que lo que Aristóteles dijo en sus escritos era lo que dijo, y
no lo que otros como el propio Tomás interpretaban en
términos de la teología católica. También
estaban los agustinistas tradicionales que rechazaban las innovaciones
tomistas. Más detalladamente, los averroistas (que, obviamente,
no se atrevían a cuestionar la verdad absoluta de la
teología católica) defendían la existencia de una
doble verdad: la de la teología y la de la filosofía, y
aceptaban que ambas se contradecían entre sí; mientras
que Tomás objetaba que era imposible que ambas verdades se
opusieran entre sí cuando ambas provenían del mismo Dios,
Verdad única. Respecto a los agustinistas, éstos, siguiendo a san
Agustín, que a su vez había hecho con Platón lo
que ahora Tomás estaba haciendo con Aristóteles,
consideraban que los seres del Mundo son meras sombras o reflejos
pobres de las ideas perfectas que existen en la mente de Dios, mientras
que Tomás afirmaba que, aunque los seres creados son sin duda
dependientes de Dios, están dotados de una existencia y una
naturaleza propias. Siguiendo su doctrina aristotélica, afirma
que la diferencia esencial entre Dios y los seres del mundo es que la
esencia de Dios es un acto puro de existir, mientras que las criaturas
son compuestos acto-potenciales de esencia y existencia. (El lector que
no entienda esto no debe alarmarse: ello se debe únicamente a
que esto no significa nada, pero los escolásticos no lo
sabían.) Respecto a las afirmaciones de Aristóteles que
indudablemente contradecían al catolicismo, Tomás
demostró que en realidad contradecían también a
los principios mismos de la filosofía aristotélica, por
lo que eran errores del estagirita que no desacreditaban su doctrina. Tomás critica también el argumento ontológico
de san Anselmo, pues afirma que Dios no puede conocerse a priori por la
razón, sino sólo por la fe. En cambio, la razón
puede llegar a Dios mediante razonamientos a posteriori partiendo del
Mundo. Ello le lleva a sus cinco demostraciones de la existencia de
Dios, adaptadas de los argumentos de Aristóteles para justificar
la existencia necesaria de un primer motor inmóvil:
Otros, mientras tanto, fundamentaban mejor sus conclusiones, como Pierre Le Pèlerin de Maricourt,
un ingeniero del
ejército de Luis IX que había sido maestro en
París de Roger Bacon. Durante un largo asedio a una ciudad
italiana (servía entonces a Carlos I), escribió la Epistola de magnete, una carta en
la que fija las bases del magnetismo y las del método
experimental. El Sacro Imperio Romano seguía sin Papa y sin emperador. El rey Otakar II de Bohemia se había convertido en el hombre más poderoso de Alemania. Mientras otros ducados se fraccionaban, su reino se iba extendiendo: comprendía, además de la propia Bohemia, el ducado de Austria y Estiria, y ahora se anexionaba las marcas de Carintia y Carniola. El rey Luis IX de Francia otorgó el condado de Valois a su hijo Juan de Damietta (llamado así porque había nacido diecinueve años antes, cuando su padre tomó Damietta en la séptima cruzada). El condado pertenecía al patrimonio real desde la época de Felipe Augusto. A su hijo Roberto, de trece años, el rey le concedió el condado de Clermont. Ese mismo año casó a su hija Blanca, de dieciséis años, con Fernando de la Cerda, el heredero del rey Alfonso X de León y Castilla. El rey Teobaldo II de Navarra, en vista de que no tenía
descendientes, concertó el matrimonio de su hermano y
sucesor Enrique con Blanca de Artois. Ese año murió el conde Poncio IV de Ampurias, que fue sucedido por su hijo Hugo V. El benimerín Abú Yúsuf Yaqub tomó Marrakech, la capital de los almohades, y absorbió así sus últimos dominios. Adoptó entonces el título de sultán. Los territorios al este de Marruecos se habían independizado del reino de Túnez y se habían constituido en el reino de Tremecén, bajo la dinastía de los Abd al-Wadíes.
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