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LA RECONQUISTA DE CONSTANTINOPLA |
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Mientras el Sacro Imperio Romano se descomponía, Manfredo
resultó ser un buen gobernante para
su reino de Sicilia y se ganó la estima de sus súbditos
con su habilidad y benevolencia. Sin embargo, tuvo siempre en contra la
hostilidad del papado y las luchas entre güelfos y gibelinos en
las ciudades del norte de Italia se asociaron ahora a la pugna entre el
Papa y Manfredo. En 1260 Manfredo
derrotó a los güelfos de Toscana en la batalla de Montaperti, batalla en la que
participaron las milicias sienesas reclutadas por Farinata degli Uberti
y los demás gibelinos que habían sido expulsados dos
años antes de Florencia. Al parecer, Farinata evitó que
sus conciudadanos arrasaran Florencia como represalia por su destierro. Por esta época, un mercader veneciano asentado en
Constantinopla decidió abrir una sucursal en Sudak, en la porción
bizantina de la península de Crimea, que ahora estaba bajo el
control del Imperio de Trebisonda. El mercader se llamaba Marco Polo, y envió
allí a sus hermanos Niccolò
y Matteo, los cuales, en su
afán de buscar mercancías, no dudaron en viajar hacia el
norte, adentrándose en la Horda de Oro. El rey Enrique III de Inglaterra trató de desembarazarse de
su cuñado Simón de Montfort, uno de los principales
responsables de las restricciones que la nobleza inglesa había
impuesto a su rey. Lo acusó de felonía, pero Simón
de Montfort era extremadamente popular, no sólo entre los
nobles, sino también entre las clases humildes. El Parlamento lo
declaró inocente. Enrique III siguió intrigando contra
él, y en 1261 logró
que la Iglesia se pronunciara contra las Provisiones de Oxford.
Entonces Simón de Montfort empezó a organizar una nueva
revuelta. El hijo del rey Bela IV de Hungría, llamado Esteban, a sus veintidós
años, tenía asignado el gobierno de la marca de Estiria,
pero el año anterior había atacado Bohemia y el rey
Otakar II llegó a un acuerdo con él por el que le
compraba Estiria. Bela IV le ofreció entonces a su hijo el
gobierno del principado de Transilvania,
pero Esteban exigió toda la parte oriental de Hungría,
que pasó a gobernar con total independencia de su padre. Un familiar del Califa de Bagdad que se había librado de la
matanza efectuada por los mongoles tres años antes logró
llegar a Egipto. Se llamaba Abú-I-Qasim
Ahmad al-Mustansir Bi-Llah, y tenía más de sesenta
años. Baybars I lo reconoció como Califa para que
éste a su vez le reconociera a él su título de
sultán. Además le organizó una expedición
para recuperar Bagdad, en la que el nuevo Califa encontró la
muerte. Pero el acontecimiento más notable del momento fue que el
emperador Miguel VIII de Nicea
logró por fin reconquistar Constantinopla. Para tal fin se
había aliado con la flota genovesa, prometiendo a los genoveses
los mismos privilegios que los venecianos habían tenido en su
día. Sin embargo, la participación de los genoveses no
fue necesaria. La flota veneciana que protegía el Imperio Latino
había partido insensatamente a una expedición por el mar
negro, y el 25 de julio Miguel VIII
asestó el golpe. Constantinopla cayó sin lucha y el
emperador Balduino II tuvo que huir a Occidente. Aprovechando la
inmensa popularidad que le reportó su hazaña, Miguel VIII
mandó cegar al otro emperador, Juan IV, que tenía
entonces unos once años, y lo encarceló. No se supo
más de él. El rey Alfonso X de León y Castilla conquistó el reino
musulmán de Niebla, con lo que los únicos reinos
musulmanes que quedaban en la península ibérica eran el
reino nazarí de Granada y el reino de Murcia, vasallo de
Castilla. Este año se revisaron los Fueros de Valencia, redactados ya
en catalán en lugar de en latín. Ese año murieron el burgrave de Nuremberg Conrado I, que fue
sucedido por su hijo Federico III,
y el duque Enrique III de Brabante, que fue sucedido por su hijo Enrique IV. También murió el Papa Alejandro IV, y fue sucedido por
un cardenal francés llamado Jacques
Pantaléon, que adoptó el nombre de Urbano IV. Seis años
atrás había sido Patriarca Latino de Jerusalén.
Tanto Alfonso X de León y Castilla como Ricardo de Cornualles
trataron de ganarse el favor del nuevo pontífice para que
eligiera a uno de ellos como nuevo emperador, pero Urbano IV les dio
largas y no apoyó a ninguno de los dos. Su primer objetivo
político fue proseguir la lucha contra Manfredo. En 1262 propuso a Carlos de Anjou, el hermano
del rey Luis IX de Francia, que marchara a Italia con un
ejército y derrotara a Manfredo. Entonces él, Urbano IV,
lo coronaría como rey de Sicilia. La oferta era arriesgada y
tentadora al mismo tiempo. Con excepción de las cruzadas y de
algún episodio aislado en Inglaterra, los reyes Capetos nunca
habían luchado fuera de Francia, y en su territorio lo
habían hecho para unificar el país. Lo que ahora
proponía el Papa era que Francia iniciara una política
imperialista que tan desastrosas consecuencias había tenido para
Alemania. Desde luego, Carlos no podía hacer algo semejante sin
el consentimiento de su hermano, y su hermano llevaba años
practicando una política de paz y no de guerra. Por otra parte,
una guerra en nombre del Papa no podía ser mala. Convencer a
Luis IX le iba a llevar a Urbano IV varios años de negociaciones. Mientras tanto se celebró el matrimonio convenido cuatro
años antes entre Felipe, el heredero al trono francés, e
Isabel, la hija del rey Jaime I de Aragón. La muerte de Alfonso,
el primogénito del rey aragonés, acaecida dos años
antes, llevó a Jaime I a establecer un nuevo reparto del reino
entre sus hijos Pedro y
Jaime: el primero heredaría la Corona de Aragón (incluido
el reino de Valencia) y el segundo heredaría el reino de
Mallorca, es decir, las islas Baleares. Ese mismo año Jaime I
casó al infante Pedro con Constanza,
hija del rey Manfredo de Sicilia, pese a la oposición del Papa
Urbano IV. Tras tres años de construcción, se terminó un
observatorio astronómico en Maragha,
la ciudad que el kan mongol Hulagu había elegido como capital.
La iniciativa había partido de al-Tusi, y el proyecto
había contado con la participación de astrónomos
chinos. Varios de los instrumentos de medición fueron
diseñados por el propio al-Tusi. El observatorio contaba
además con una gran biblioteca. El Imperio Mongol se había hecho demasiado grande y poderoso
como para que el espíritu fraternal predicado por Gengis Kan se
mantuviera vigente entre sus jefes. Baraka Kan, el kan de la Horda de
Oro, se había convertido al Islam, y entró en conflicto
con su primo Hulagu, que combatía a los turcos y protegía
el cristianismo. Ese mismo año Baraka entabló relaciones
con Baybars I, el sultán mameluco de Egipto. Los dos kanes
iniciaron una serie de enfrentamientos que marcaron el principio del
fin de la expansión mongola. De este modo, los venecianos Niccoló y Matteo Polo se
encontraron con dos dificultades que les impidieron regresar a su
país: las guerras entre los mongoles y el hecho de que ahora
eran los genoveses y no los venecianos quienes dominaban el mar Negro.
La mejor opción que encontraron fue avanzar por la ruta de la
seda y pasar un tiempo en Bujará, la ciudad que Gengis Kan
había arrasado en 1220. En 1263 murió san Alejandro Nevski, el Gran
Príncipe de Vladímir. En una Rusia humillada por la
dominación mongola, las victorias de Alejandro frente a los
suecos y sobre los caballeros teutónicos, junto con el hecho de
que Nóvgorod no hubiera sido técnicamente tomada por los
mongoles convirtieron a san Alejandro Nevski en un héroe
nacional. Dejó un hijo menor de edad, Daniel, que fue desplazado del
principado por Yaroslav III. También murió a los diecinueve años el conde
Bonifacio de Saboya. Le sucedió su tío Pedro II, que
hasta entonces había ejercido la regencia. En Trebisonda murió el emperador Manuel I. Fue sucedido por
su hijo Andrónico II Comneno.
En Noruega murió el rey Haakon IV, que fue sucedido por su
hijo Magnus VI. En Lituania murió asesinado el rey Mindaugas. La
región volvió a la anarquía y quedó a
expensas de sus vecinos, los caballeros Teutónicos en Prusia y
los Portaespadas en Livonia. El rey Bela IV de Hungría había tratado de recuperar los territorios que su hijo Esteban se había apropiado, pero Esteban luchó victoriosamente contra su padre. Luego se dedicó a atacar a Bulgaria a la que arrebató varias fortalezas a orilllas del Danubio. La rebelión de Simón de Montfort contra Enrique III de
Inglaterra se había convertido ya en una auténtica guerra
civil. En 1264 el rey inglés
solicitó la mediación de Luis IX de Francia, que no dio
resultado, y Simón obtuvo una importante victoria en Lewes. El rey tuvo que
someterse de nuevo y Simón de Montfort llevó las riendas
del gobierno de Inglaterra con autoridad dictatorial. En una escritura notarial de este año aparece como testigo Gonzalo de Berceo. Poco se sabe de
su vida. Debió de nacer antes de 1200, fue educado en el
monasterio castellano de San
Millán de la Cogolla, y fue ordenado sacerdote. Lo que
sí se conserva es una extensa obra poética en lengua
castellana, que podemos clasificar en tres bloques temáticos:
vidas de santos (Vida de santo
Domingo, Vida de san Millán, Vida de santa Oria), obras
marianas (Milagros de Nuestra
Señora, Duelo que hizo la Virgen el día de la
pasión de su Hijo) y obras religiosas en general (El sacrificio de la misa, De los signos
que aparecerán antes del juicio, El martirio de san Lorenzo).
Gonzalo de Berceo es el primer poeta en lengua castellana cuyo
nombre se conoce. Todas sus obras se basan en fuentes latinas
conocidas, y su propósito era didáctico: sus obras
están destinadas a ser leídas a un público
popular. Se sabe que los juglares de la época las
incluían en su repertorio. En su obra se combina la
tradición culta eclesiástica (apego a las fuentes
latinas, uso de figuras retóricas) con un estilo coloquial y
extremadamente sencillo, nada afectado. Más o menos por las mismas fechas, otro clérigo llamado Juan Lorenzo escribió el Libro de Alexandre, una versión del Roman d'Alexandre en el que la realidad histórica aparece aún más deformada que en su modelo. Así por ejemplo, en un episodio se habla incluso de una máquina voladora. Lorenzo, al igual que Gonzalo de Berceo, emplea el equivalente castellano al alejandrino francés, al que da el nombre de cuaderna vía. El poeta llama a su arte el mester de clerecía, es decir, el arte de los clérigos, culto, erudito, caracterizado por la escrupulosa medida de los versos frente a las irregularidades métricas que presenta la poesía vulgar de los juglares (el mester de juglaría): Mester trago fermoso, non es de joglaría. Otro autor anónimo del mester de clerecía,
probablemente aragonés, escribió el Libro de Apolonio, de 2624 versos,
basado en un libro anónimo en latín del siglo III
titulado Historia de Apolonio, rey
de Tiro. El argumento es una compleja historia de aventuras con
final feliz. El primer lírico conocido en lengua gallega es el
rey de León y
Castilla, que se había ganado el sobrenombre de Alfonso X el Sabio. Es autor de
numerosas cantigas, de entre
las que destacan las Cantigas de
Santa María, muchas de ellas dedicadas a narrar milagros
de la Virgen, y otras simplemente a su alabanza, continuando la
tradición iniciada por Gonzalo de Berceo. Son un total de 420.
Escribió también cantigas satíricas, en las que se
burla de caballeros cobardes, traidores o ausentes en las batallas, y
también unas pocas cantigas amorosas. Alfonso X reunió en su corte a poetas provenzales y peninsulares, a juglares y músicos, pero su cultura iba mucho más allá de su interés por la poesía. También se rodeó de sabios musulmanes, judíos y cristianos, revitalizó la Escuela de Traductores de Toledo, y sus colaboradores reunían para él materiales con los que escribió libros de los asuntos más variados, como los libros de los relogios, el libro del astrolabio, el libro del cuadrante, que estuvieron vigentes durante casi tres siglos. Ya hemos comentado su interés por el derecho. El año anterior había terminado el Código de las Siete Partidas, un código legal mucho más elaborado que el Fuero Real de Castilla, basado principalmente en fuentes del derecho romano. (En realidad el nombre es posterior, y hace referencia a que cierta reelaboración del texto fue dividida en siete partes.) Qubilay Kan volvió a Pekín, ciudad a la que
convirtió en su capital con el nombre de Janbalik (la ciudad del kan).
Más adelante Pekín sería conocida en Occidente
como Cambaluc. Qubilay
ofreció a los Song una coexistencia pacífica (al parecer,
porque estaba ocupado conquistando otras regiones). Ese año murió el jefe del partido gibelino de
Florencia, Farinata degli Uberti. La Santa Inquisición lo
condenó por hereje a título póstumo. El Papa Urbano IV logró finalmente llegar a un acuerdo con
Luis IX de Francia y su hermano Carlos de Anjou, por el cual Urbano IV
donaba a Carlos el reino de Sicilia y lo coronaría como tal en
cuanto llegase a Roma con tal fin. Luego le dejaba la tarea de eliminar
a Manfredo. Carlos se dispuso a partir a Italia con un ejército,
pero Urbano IV no pudo verlo, ya que murió ese mismo año.
Poco antes había instituido la fiesta del Corpus Christi. Fue sucedido por
otro cardenal francés llamado Gui
Foulques, que adoptó el nombre de Clemente IV. En 1265 Carlos de Anjou llegó a Roma
eludiendo la flota de Manfredo. De acuerdo con lo dispuesto por su
antecesor, Clemente IV lo coronó como Carlos I, rey de Sicilia, y el nuevo
rey se dispuso a enfrentarse a su rival. Los güelfos exiliados de
Florencia le aportaron un capital considerable. Simón de Montfort estaba perdiendo partidarios entre la
nobleza inglesa debido a su autoritarismo. Para tener a raya a los
nobles de los territorios fronterizos había establecido una
alianza con el rey galés Lewelyn II ap Gruffydd, y los
partidarios de Enrique III apelaron entonces al nacionalismo de
la nobleza para privarlo de sus apoyos. Tuvieron éxito y
finalmente lo derrotaron en Evesham,
donde el conde resultó muerto. Enrique III quedó libre de
todas las condiciones que le había impuesto la nobleza y
dictó severas represalias. Balduino II, el derrocado emperador latino de Constantinopla,
buscaba desesperadamente apoyos para reconquistar su trono. Ahora le
concedió al duque Hugo IV de Borgoña el título
hereditario de rey de
Tesalónica. Unos años atrás, el senescal del infante don Jaime,
hijo del rey Jaime I de Aragón, había dejado su cargo
para casarse y formar una familia. Se llamaba Ramon Llull, y ciertamente, se
había casado, había tenido dos hijos y había
llevado una vida de
cortesano aficionado a la poesía, hasta que, al cumplir los
treinta años, tuvo una crisis y decidió abandonar su
familia, vender sus propiedades y dedicarse a la vida contemplativa.
Pergrinó a Santiago de Compostela, y al regresar visitó a
Raimundo de Peñafort en Barcelona, quien le recomendó que
regresara a Mallorca, su isla natal, para dedicarse al estudio.
Así lo hizo. Empezó a estudiar filosofía, y un
esclavo sarraceno le enseñó la lengua árabe y lo
introdujo en el conocimiento de los científicos y
filósofos islámicos. Ese año murió el conde Roger I de Foix, que fue
sucedido por su hijo Roger Bernardo
III. También murió Hulagu Kan, y su hijo Abaqa Kan le sucedió en el
gobierno de Irán. En particular continuó las luchas
contra Baraka Kan. Unos enviados de Qubilay Kan que se dirigían a Janbalik
encontraron a los Polo en Bujará y los invitaron a
acompañarlos hasta la corte de Qubilay. En efecto, Qubilay
sentía interés por todas las culturas y religiones, por
lo que sus hombres sabían que le complacería conocer a
unos "latinos". El sultán mameluco Baybars I estaba realizando una gran labor
en Egipto: restauró muchas plazas fuertes, mejoró el
ejército, creó una marina, mejoró la red de
canales y carreteras, organizó un eficiente servicio postal,
pacificó Siria y ahora se dedicaba a debilitar a los Estados
Latinos. Este mismo año tomó Cesarea. Los caballeros teutónicos iniciaron una campaña de
aniquilación sistemática de los prusianos, al tiempo que
el territorio era ocupado por colonos alemanes. Los musulmanes del reino de Murcia estaban cada vez más
descontentos del trato que recibían por parte de Castilla que,
como era usual, no se ajustaba a lo pactado en el acuerdo por el que
Murcia le rindió vasallaje. Estallaron revueltas y el rey Jaime
I de Aragón decidió intervenir. Al parecer, a sus
cincuenta y siete años el monarca añoraba sus años
de conquistador, pues, contra el consejo de su corte, tomó
Murcia y, respetando los acuerdos firmados en su día con
Castilla, se la entregó a Alfonso X (aunque se quedó con
la parte septentrional del reino, que pasó a formar parte del
reino de Valencia). De este modo, la España musulmana se
reducía ahora exclusivamente al reino de Granada.
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