Durante el siglo XII
aparece
en México la cultura Olmeca. Los olmecas construyeron
centros
ceremoniales y desarrollaron el arte sacro: altares monolíticos,
estelas con bajorrelieves, esculturas. Idearon una escritura
jeroglífica
y tenían un calendario. Las aldeas aumentaron de tamaño y
se construyeron casas sobre plataformas de tierra. Adoraban a deidades
jaguares, relacionadas con la lluvia. El control social estaba en manos
de chamanes y hechiceros.
Las estepas euroasiáticas, desde el Danubio
hasta
Siberia, fueron ocupadas por los Escitas, un pueblo indoeuropeo
cuya lengua estaba emparentada con la de los arios. Eran ganaderos
itinerantes,
y sometieron a la población campesina.
Mientras tanto, la mayor parte del mundo civilizado
sufría
conmociones en mayor o menor medida. Egipto había rechazado a
los
pueblos del mar, pero tras la muerte de Meneptah cayó casi en la
anarquía. Los pueblos del mar pasaron a Chipre, y desde
allí
atacaron Fenicia. En 1200 arrasaron las
ciudades
de Tiro y Sidón. En 1191 muere el
rey
Shubbiluliuma II y, con él, el imperio hitita desaparece de la
historia,
desmembrado por los pueblos del mar y las sublevaciones internas. No
obstante,
la cultura hitita no se perdió, sino que se conservó en
una
serie de minúsculos reinos neohititas que sobrevivieron
dominados
por una u otra potencia según los tiempos. Al noroeste de
Anatolia
empezaron a destacar los Frigios. En la Ilíada son
mencionados
como aliados de Troya, luego ya estaban allí antes de la llegada
de los pueblos del mar, pero su auge llegó tras ellos. Tal vez
se
aprovecharon de los desórdenes o tal vez los invasores ocuparon
Frigia y se convirtieron así en "nuevos frigios".
Asiria inició un largo periodo de luchas
frustrantes
en las que trataba de dominar sin éxito a los territorios
circundantes,
pero no pudo controlar a Babilonia y, sobre todo, al poderoso reino de
Urartu. En realidad Asiria ganaba la mayoría de las batallas,
pero
sus enemigos se recuperaban más fácilmente mientras
estaba
ocupada en otros lugares. De todos modos, la situación fue sin
duda
caótica e incierta para toda la zona.
Por su parte, Egipto logró reponerse
temporalmente.
En 1186, un gobernante tebano llamado Setnajt,
que afirma ser descendiente de Ramsés II, logra unificar todo
Egipto
y se convierte en el primer faraón de la XX dinastía.
En 1184 le sucede su hijo con el nombre
de Ramsés
III. Mientras tanto la Grecia Micénica iba de mal en peor.
Equipados
con armas de hierro, los dorios fueron abriéndose paso
lentamente
sin que los orgullosos aqueos pudieran hacer nada por evitarlo.
Desde Chipre, los pueblos del mar atacaron
Canaán
y avanzaron de nuevo hacia Egipto. En 1177
Ramsés III logró rechazarlos en la que se considera la
primera
batalla naval de la historia, pero ésta sería su
última
campaña. Egipto perdió sus posesiones imperiales. A
partir
de entonces sus fronteras se redujeron al valle del Nilo. El Nuevo
Imperio
había terminado. Palestina fue ocupada por los pueblos del mar.
Éstos se llamaban a sí mismos Peleset, aunque actualmente
se les conoce como Filisteos. El nombre de "Palestina" deriva
de
Peleset. Los filisteos eran principalmente griegos, una oleada que
precedió
a la de los Dorios y que fue empujada al mar por éstos, pero al
llegar a Palestina se encontraron con una cultura superior a la suya y
no dudaron en asimilarla. En poco tiempo habían abandonado su
propia
lengua y adoptado la de los cananeos (una forma arcaica de hebreo).
Esencialmente,
los filisteos ocuparon cinco ciudades gobernadas cada una por su propio
rey, pero que mantenían una débil coalición. Tres
de ellas estaban junto a la costa: Asdod, Ascalón y Gaza,
mientras que otras dos estaban en el interior: Ecrón y Gat.
Sin la intervención egipcia, los israelitas
pudieron
penetrar más fácilmente en Canaán. Poco a poco
fueron
enfrentándose a las ciudades locales, esclavizando a las
más
débiles y pasando a cuchillo a las más beligerantes. En
cambio,
no pudieron imponerse a los filisteos que, pese a ser pocos,
tenían
armas de hierro. Más aún, los filisteos consiguieron
someter
a tributo a la tribu israelita de Dan y a otras dos tribus invasoras
que
sólo más tarde fueron incluidas en la federación
de
Israel: las tribus de Judá y Simeón. La
primera
parece estar muy relacionada con los edomitas, mientras que la segunda
fue una tribu menor que no tardó en ser absorbida por
Judá.
Babilonia había quedado libre de la
dominación
asiria, pero sus gobernantes casitas no fueron capaces de aprovechar la
situación y quedó en la anarquía. Quién
sí
supo reaccionar fue el antiguo Elam, que envió expediciones para
saquear Babilonia. En 1174 los elamitas
se
llevaron dos grandes reliquias: la estela con el código de
Hammurabi
y la estela de Naram-Sin.
En 1158 murió
Ramsés
III, que fue sucedido por una larga serie de reyes llamados todos
Ramsés,
conocidos como ramésidas. Se abría así un
periodo
en el que el poder del faraón fue decayendo en favor del poder
sacerdotal.
Todas las tumbas de Tebas (excepto la de Tutankamón) fueron
saqueadas.
Mientras tanto los dorios ocupaban posiciones cada
vez
más al sur de Grecia y con sus movimientos desplazaban a las
tribus
eolias. Hacia 1150 una de ellas, la
formada
por los tesalios ocupó la región en la que se
establecerían
definitivamente, y que tomó el nombre de Tesalia.
Por
esta época la ciudad fenicia de Sidón se había
recuperado
del ataque de los pueblos del mar y había logrado hacerse con
armas
de hierro. Las tribus israelitas estaban distribuidas más o
menos
como indica el mapa. La de Leví era la menor de todas y no
ocupó
más que unas pocas ciudades dispersas. La tribu de Dan estaba
junto
a los territorios filisteos, pero un grupo de danitas que no estaba
dispuesto
a soportar la dominación filistea decidió emigrar hacia
el
norte, tomó la ciudad de Lais, la saqueó y se
estableció
en ella, rebautizándola con el nombre de Dan. Judá y
Simeón
estaban sometidas a los filisteos, mientras Gad y Rubén, al otro
lado del Jordán, litigaban con los reinos hebreos de Amón
y Moab. Aser, por su parte, quedó bajo la dominación de
Sidón.
Las tribus del norte (aparte de Aser) tenían menos problemas, y
parece que la de Efraím disfrutaba de un cierto liderazgo entre
ellas.
Los cananeos del norte aprovecharon el resurgimiento
de
Sidón para planear una gran ofensiva contra los israelitas. La
liga
cananea fue encabezada por Jabín, rey de la ciudad de Hazor.
La tribu más cercana sobre la que se cernía la amenaza
era
Neftalí, que a la sazón tenía como caudillo a Barac.
Éste debió de comprender que sus hombres no
podrían
resistir por sí solos a un ejército bien dotado,
así
que se apresuró a pactar con Efraím. Según la
Biblia,
por aquel entonces Efraím estaba dirigido por una mujer llamada Débora,
la cual (bajo la condición de capitanear el ejército)
aportó
no sólo sus propios hombres sino también los de las
tribus
de Manasés y Benjamín (las otras dos tribus de Raquel, al
parecer bajo el dominio de Efraím). Puesto que también
les
afectaba de cerca la amenaza cananea, las tribus de Zabulón e
Isacar
se unieron a la coalición, con lo que en total fueron seis las
tribus
a las que se enfrentó Jabín. Los israelitas aplastaron a
sus oponentes junto al monte Tabor, destruyeron Hazor y, a
partir
de entonces los cananeos ya no supusieron ningún peligro serio
para
Israel.
Hacia 1120 otra tribu
eolia,
los beocios, se vio obligada a asentarse al sur de Tesalia ante
el avance dorio. La región se conoció desde entonces con
el nombre de Beocia.
Hacia 1124 un
babilonio nativo
consiguió hacerse con el poder y puso fin a la dominación
casita. Se llamaba Nabucodonosor I. También
derrotó
completamente a los elamitas. Por un momento parecía que
Babilonia
iba a dominar de nuevo Mesopotamia, pero no fue así. Por aquel
entonces,
Asiria también estaba recuperándose. En 1115
llegó al trono Teglatfalasar I, el cual dispuso de un
ejército
con armas de hierro con el que derrotó a Nabucodonosor I en 1103
y reconstruyó lo que había sido el imperio de
Tukulti-Ninurta.
Por el oeste llegó hasta Fenicia, donde hizo tributarias a
Biblos
y a Sidón. La frontera más conflictiva era Arabia.
Durante
los años de anarquía precedentes, las tribus
árabes
habían hostigado como de costumbre a Mesopotamia. Ahora
Teglatfalasar
I intentaba detenerlas. Esta vez se trataba de los Arameos,
contra
los que Asiria inició una serie de campañas. En general,
las campañas contra los nómadas nunca son definitivas,
pues
los guerreros nómadas se retiran fácilmente y aparecen
por
otras zonas indefensas, o sencillamente desaparecen hasta que pasa el
peligro.
También los israelitas sufrían ahora
los
ataques de los nómadas de Arabia. Los llamados Madianitas
azotaban principalmente a la tribu de Manasés. El caudillo de
esta
tribu era entonces Gedeón. La Biblia describe una trama
con
la que Gedeón cuestionó la supremacía de
Efraím.
Al parecer, Gedeón formó una coalición con las
tribus
del norte que habían luchado contra los cananeos en el monte
Tabor,
pero sin dar a Efraím ningún trato preferente. Al
contrario,
le informó tarde y parcialmente de sus planes, de modo que
cuando
atacó por sorpresa a los madianitas los guerreros de
Efraím
no estaban presentes, sino que Gedeón los condujo a los vados
del
Jordán, por donde esperaba que huyeran los madianitas.
Así,
Efraím destruyó a los madianitas en fuga, pero todo el
mérito
recayó sobre Gedeón. Sin embargo, Efraím no acepto
la situación e Israel estuvo al borde de la guerra civil.
Gedeón
tuvo que reconocer la supremacía de Efraím.
Las tribus de Israel tuvieron que enfrentarse cada
vez
con más frecuencia a luchas internas por el poder. Hasta
entonces,
cada tribu estaba dirigida por un caudillo o juez elegido por
aclamación
popular. Esto funcionaba bien cuando los israelitas eran sencillas
tribus
nómadas, pero ahora el poder significaba riqueza, con lo que
cada
vez fue más codiciado. Así, con la fama que había
adquirido Gedeón era natural esperar que fuera sucedido por uno
de sus hijos, así que uno de ellos Abimelec,
decidió
matar a sus numerosos hermanos para ser el único pretendiente
legítimo
a la judicatura. Sucesos como estos movieron a algunos israelitas a
proponer
una monarquía hereditaria que evitara los conflictos en la
sucesión.
El problema era que elegir un rey podía ocasionar conflictos
mucho
más violentos que la sucesión de cualquier juez. Entre
tanto,
las aspiraciones al liderazgo continuaban. En la tribu de Gad
surgió
un caudillo capaz, llamado Jefté, que consiguió
una
victoria completa contra el reino de Amón. Por lo visto,
Efraím
consideró que Jefté no le había consultado
debidamente
sus planes, por lo que le exigió cuentas igual que lo
había
hecho con Gedeón. Sin embargo, Jefté no se
amilanó,
sino que dejó que Efraím enviara un ejército a
pedirle
cuentas, lo derrotó, e incluso pudo cortarle la retirada por los
vados del Jordán hasta aniquilarlo completamente. Esto
sucedió
hacia el 1100 y así terminó
la supremacía de Efraím.