Con la
invasión del 4000,
la baja Mesopotamia pasó por varios siglos de desorden y decadencia, pero los
invasores terminaron por asimilar la cultura de la región que habían conquistado
y se esforzaron por alcanzar el nivel de vida anterior. Surgió así una nueva
civilización, conocida como Sumer. Los sumerios dominaron la Baja Mesopotamia
durante todo el cuarto milenio y se vieron
obligados a defenderla de las incursiones de los pueblos vecinos, que la
hostigaban como ellos la habían hostigado durante el milenio anterior.
Naturalmente, los
sumerios trajeron consigo sus propios dioses, que pronto se combinaron con los
de los pueblos conquistados. El panteón resultante tenía tres dioses destacados:
Anu era el dios del cielo, y tenía su santuario más importante en la ciudad de
Uruk, Enlil era el dios de la tierra y su santuario principal estaba en Nippur,
mientras que Ea era el dios de los ríos y era especialmente adorado en Eridu.
Probablemente los dos últimos eran dioses previos a la invasión, pues la tierra
y los ríos son preocupaciones típicas de los agricultores, mientras que Anu
sería el dios principal que trajeron los sumerios, un dios de pastores. Por
supuesto, cada ciudad adoraba también a otros dioses menores.
Como cabía imaginar, el dios más importante resultó ser Anu.
Esto queda reflejado en el mito de la creación: al principio de los tiempos, el
mundo era un caos dominado por Tiamat, diosa del mar (el mar era signo de caos y
destrucción para un pueblo que no tenía ningún conocimiento de navegación). Fue
Anu quien la derrotó y con su cuerpo creo el Universo. Esta victoria era la que
le otorgaba la preeminencia sobre los otros dioses.
La forma habitual que tienen los pastores de contentar a
sus dioses celestes es quemar animales sacrificados, haciéndoles llegar así el
agradable humo perfumado. Tal vez los sumerios sintieron que al mudarse de las
montañas al valle se habían alejado de sus dioses, por lo que solían escoger
lugares elevados para hacer sus sacrificios y erigir sus templos. No obstante,
las principales capitales sumerias estaban en lugares bajos, de modo que se
originó la costumbre de crear grandes plataformas elevadas sobre las cuales
realizar los sacrificios, para que éstos pudieran ser mejor contemplados por los
dioses. Con el tiempo se fueron cunstruyendo plataformas menores sobre otras
mayores y así en el último cuarto del milenio los sumerios llegaron a construir
imponentes pirámides escalonadas llamadas Zigurats. Hoy en día no se conserva
ninguno íntegro debido a que estaban hechos de ladrillos de barro. La religión
sumeria fue sofísticándose en concordancia con su nueva cultura agrícola, pero
nunca perdió su orientación hacia el cielo. Los sacerdotes sumerios se
convirtieron en los primeros astrónomos. Desde los Zigurats observaban las
estrellas y las llegaron a conocer bien. Descubrieron cómo el
Sol se desplaza durante el año por la banda del zodíaco. Fueron ellos quienes
dividieron esta banda en doce partes y crearon mitos alrededor de cada signo
zodiacal.
El número doce no es casual: los sumerios (y tal vez
también sus antecesores) contaban señalando con el pulgar las doce falanges de
los otros cuatro dedos de la mano, y marcaban los múltiplos de doce con los
cinco dedos de la otra, de modo que el mayor número que podían contar con los
dedos era 60. Por ello dividieron el zodíaco en 12 signos, y el año en 12 meses
y el día en dos grupos de 12 horas, y cada hora en 60 minutos.
Mientras tanto Egipto iba organizándose. La cultura
neolítica propició el típico desarrollo de la religión y el surgimiento de una
poderosa clase sacerdotal. Los primeros dioses los debieron de modelar los
cazadores, que los vinculaban a ciertos animales, de tal suerte que adorando al
dios adecuado se podía esperar una buena caza del animal deseado. Así, había
dioses con cabeza de halcón, de chacal, de hipopótamo, etc. Con la agricultura
aparecieron nuevos dioses, el más importante de los cuales fue Ra, el dios del
sol, al que vinculaban con el cambio estacional, las crecidas del Nilo, etc. Los
egipcios contaban que fue el dios Osiris quien les enseñó las artes agrícolas.
Osiris era, pues, un dios de la vegetación. Se le representaba con forma humana.
Fue asesinado y descuartizado por su hermano Set, pero su esposa Isis recogió
los pedazos y le devolvió a la vida. No obstante, uno de los fragmentos se
perdió, y Osiris no quiso permanecer así entre los hombres, sino que descendió
al mundo subterráneo, donde reinaba desde entonces sobre las almas de los
muertos. Isis y Osiris habían tenido un hijo, Horus, representado con cabeza de
halcón (lo que hace pensar en un mito del tiempo de los cazadores que pervivió
en las leyendas de los agricultores). Horus vengó la muerte de su padre matando
a Set.
Posiblemente, los Egipcios fueron el primer pueblo que
desarrolló una teoría sofisticada sobre la vida después de la muerte. La
supervivencia a la muerte no era automática, sino que dependía de ciertos ritos
que controlaban los sacerdotes. Es probable que estas creencias fueran
expresamente desarrolladas por los sacerdotes para conseguir la sumisión del
pueblo a su autoridad. Y en verdad que no pudieron tener más éxito. La
supervivencia a la muerte debió de ser durante cientos de años casi una obsesión
para los egipcios de todas las clases sociales, que nunca en su historia
abandonaron una incondicional sumisión a la autoridad religiosa.
Hacia el año
3500
empiezan a aparecer casas semisubterráneas en México.
Los sumerios descubrieron cómo extraer cobre de ciertas
rocas, con lo que el uso de este metal se generalizó y permitió a los sumerios
construir armas mejores con que defenderse de los pueblos nómadas. También
inventaron el carro con ruedas, tirado por un asno. En Uruk se inventó el sello
cilíndrico, un pequeño rodillo de piedra con un relieve que se marcaba
repetitivamente en la arcilla al hacerlo rodar sobre ella. Los mercaderes usaban
estos sellos a modo de firma marca de sus productos. Con el tiempo adquirieron
la costumbre de marcar los recipientes de barro con señales que representaran la
naturaleza o cantidad de su contenido. Pronto descubrieron que no necesitaban
hacer las marcas sobre los propios recipientes, sino que marcando tablillas de
arcilla podían guardarse registros de existencias etc. Al principio cada
mercader usaría sus propios convenios, pero hacia el
3400 ya estaba extendido un mismo código común.
Por aquel entonces los reinos egipcios del delta del Nilo
(el Bajo Egipto) se unificaron bajo la monarquía de Buto, cuyos reyes ostentaban
la corona roja, mientras que el resto del territorio (el Alto Egipto)
estaba gobernado por los reyes de Hieracómpolis, que ostentaban la corona
blanca. No parece que estas unificaciones se produjeran violentamente, sino
más bien por medios políticos. Egipto nunca había sufrido amenazas externas, por
lo que carecía de ejércitos.
La actividad comercial de Canaán fue en aumento. Hacia el
año 3300 se fundó la ciudad de Biblos, que
pronto empezaría a comerciar por mar con Egipto y las islas del Mediterráneo.
Probablemente fue a través de comerciantes cananeos como Egipto fue conociendo
los avances culturales que se estaban produciendo en la media luna fértil.
Hacia el 3200 el rey Nármer de
Hieracómpolis unificó el Alto y el Bajo Egipto en un único reino y ciñó las dos
coronas. Él y sus descendientes (la I dinastía
de reyes de Egipto) consolidaron el poder real y la unidad del país difundiendo
la idea de que el rey era un dios dueño de todo el valle del Nilo. Nármer
estableció la capital del reino en Tinis, de donde al parecer era originario, si
bien construyó la ciudad de Menfis en la frontera entre el Alto y el Bajo Egipto,
tal vez con la intención de convertirla en capital si el Bajo Egipto recelaba de
ser gobernado desde el Alto Egipto, cosa que no llegó a suceder.
Bajo la primera dinastía los egipcios construyeron canales
con que regar las zonas del valle más alejadas del Nilo. Surgieron trabajadores
especializados, se idearon barcas con que transportar materiales por el río, se
fomentó la agricultura y la ganadería, etc. Indudablemente todo esto es una
clara huella de la influencia cananea-mesopotámica.
Los sacerdotes sumerios aprovecharon el código de signos
que habían elaborado los mercaderes y lo extendieron para reflejar ideas
abstractas. Hacia el 3100
los sumerios disponían de una auténtica escritura. Escribían sobre tablas de
arcilla mediante un punzón que producía marcas en forma de cuña. Cada palabra se
representaba con un signo que, si bien en un principio podía haber sido un
esquema de su significado, la práctica lo había reducido a una agrupación de
cuñas puramente convencional. Este tipo de escritura se conoce como escritura
cuneiforme. La escritura era entonces una técnica muy compleja, pues los
sumerios tenían un signo para cada palabra, lo que suponía un inventario enorme
de signos que sólo los sacerdotes dominaban. Esto proporcionó mucho poder a la
clase sacerdotal.
Así, el sumerio es la lengua más antigua de la que tenemos
constancia escrita. Es una lengua completamente diferente a todas las que se
conocen hoy en día: sus palabras son monosilábicas, no hay distinción entre
sustantivos y verbos, y las oraciones se forman aglutinando palabras, de modo
que muchas de ellas actúan como prefijos y sufijos de otras.
Mientras tanto, el resto de la media luna fértil se
alimentaba de la cultura sumeria. Al este de la Baja Mesopotamia, al sur de los
montes Zagros, en el actual Irán, se formó un pueblo conocido como Elam, que
prosperó con el control del comercio entre Irán y Mesopotamia. Los elamitas
adoptaron la cultura sumeria, pero conservaron su propia lengua, que subsistió
hasta el siglo XI d.C.