Hacia el año 3000
una nueva oleada de nómadas invadió la media luna
fértil,
tal y como había sucedido mil años antes con los
sumerios.
Esta vez no provenían de las montañas del este, sino que
eran pueblos semitas de Arabia. Probablemente, las condiciones de vida
debieron de volverse más arduas, o debió de haber un
exceso
de población, o algún conflicto tribal. Fuera como fuera,
varias de estas tribus se lanzaron hacia el norte con un ímpetu
inusitado, fenómeno que se iba a repetir varias veces en la
historia.
Los sumerios consiguieron mantener a los semitas
alejados
de sus ciudades principales, a lo largo del Éufrates inferior,
pero
perdieron muchas ciudades en la Alta Mesopotamia, como Mari,
que
había sido fundada recientemente. Otros grupos de semitas se
asentaron
en la costa norte de Canaán y a lo largo de Siria. Al igual que
había sucedido con la ocupación sumeria, los territorios
conquistados entraron en un periodo de decadencia del que
tardarían
siglos en recuperarse. La zona que se recuperó más
rápidamente
fue la costa norte de Canaán, cuyos nuevos habitantes se
dedicaron
pronto al comercio por mar, y son los que hoy conocemos como Fenicios.
Es
probable que la crisis moviera a algunos cananeos a abandonar su
patria.
Quizá algunos marcharon a la isla de Creta, lo que
explicaría
que por estas fechas empezó a usar el cobre y a construir buenos
barcos con los que inició unas relaciones comerciales con Egipto
y Canaán.
Por su parte, los sumerios seguían
progresando.
El tercer milenio se inició con un descubrimiento crucial: la
posibilidad
de mezclar el cobre con el estaño para fabricar bronce.
El
cobre es un metal bastante blando, y el estaño mucho más,
pero la mezcla de ambos en una proporción adecuada produce una
aleación
mucho más fuerte que los dos ingredientes. Esto permitió
fabricar armas mucho más efectivas que las anteriores. Con ello,
los sumerios tuvieron la posibilidad de imponerse definitivamente sobre
los pueblos bárbaros que les amenazaban, pero las
ciudades-estado
prefirieron emplear las nuevas armas para enfrentarse las unas a las
otras
y formaron ejércitos cada vez mejor organizados. Los
comerciantes
elaboraron un complejo sistema de pesos y medidas. Incluso se
estableció
una especie de servicio postal.
Egipto siguió recibiendo y asimilando los
conocimientos
sumerios. Poco después del 3000
había
adaptado su sistema de escritura. En lugar de escribir sobre tablillas
de arcilla los egipcios usaron un soporte más sofisticado: de
unas
cañas que crecían en abundancia a orillas del Nilo
extraían
unas fibras que entretejían en varias capas, las empapaban en
agua,
las prensaban y con ello obtenían unas láminas llamadas papiros,en
las que era muy fácil escribir con tinta. La escritura sobre
papiro
era mucho más cómoda que sobre arcilla, por lo que los
signos
egipcios no se volvieron esquemáticos, como los sumerios. Al
contrario,
representaban figuras muy claras, como águilas, ojos, etc. Eso
sí,
seguían el principio sumerio de que a cada palabra le
correspondía
un signo, con toda la complejidad y elitismo que ello conlleva. La
escritura
egipcia se conoce como escritura jeroglífica.
Indudablemente
la escritura resultó indispensable para la organización
del
estado egipcio.
Los reyes egipcios desarrollaron una
ostentación
y un lujo inusitados hasta entonces. En parte era necesario: cuanto
más
lujosa era la monarquía más convencido quedaba el pueblo
de su naturaleza divina y más fervorosa era su devoción.
Esto se plasmó en su preocupación por la vida de
ultratumba:
Tras la muerte, el alma realizaba un viaje hasta la gran Sala del
Juicio.
Si llegaba sana y salva (lo cual podía lograrse con los rezos y
ritos adecuados), su vida era juzgada y si resultaba absuelta de todo
mal
ganaba la gloria eterna junto a Osiris. Al parecer, para lograr la vida
eterna era necesaria la conservación del cadáver, por lo
que los egipcios desarrollaron una sofisticada técnica de
momificación
para conservar los cadáveres incorruptos durante un largo
periodo
de tiempo. Los ataúdes, o sarcófagos, se depositaban en
unas
construcciones oblongas de ladrillo llamadas mastabas. Se
incluían
estatuas del difunto y las paredes se decoraban con escenas de su vida
(quizá para abogar por sus virtudes). La idea de la vida
después
de la muerte se entendía en un sentido muy literal, pues
también
se depositaban alimentos y bebidas, así como las riquezas del
difunto.
Los entierros reales debieron de ser ceremonias fastuosas. Muchas
tumbas
de reyes de las dos primeras dinastías se encuentran en Menfis,
pese a que la capital oficial era Tinis. Esto puede significar que
algunos
monarcas gobernaron en la práctica desde Menfis, o tal vez que
era
más conveniente celebrar el espectáculo en un lugar al
que
podían acudir fácilmente los habitantes del Alto y el
Bajo
Egipto. Pronto los cortesanos influyentes consideraron que
también
ellos debían "disfrutar" de esta clase de rituales, y exigieron
ser momificados. Debió de establecerse una cierta competencia en
quién tenía la tumba más fastuosa y con más
tesoros. Esto hizo surgir la figura del ladrón de tumbas, que
conseguía
fácilmente grandes tesoros de oro y plata expoliando tumbas,
pese
a que con ello horrorizaba a sus devotos paisanos. Se promulgaron leyes
contra ellos, se les amenazó con la venganza divina, se
trató
de esconder bien las tumbas y de sellar sus entradas, pero pocas de
ellas
han llegado intactas a nuestros días.
El desierto aumentaba paulatinamente su
extensión.
El lago Moeris, centro de riqueza de una importante región de
Egipto,
amenazaba con secarse. Los egipcios construyeron un sistema de canales
que lo conectaba con el Nilo, una imponente obra de ingeniería
gracias
a la cual la zona conservó su prosperidad de antaño. Los
problemas de reparto de tierras hicieron prosperar la geometría
(cuando el Nilo se desbordaba, las divisiones se borraban y
había
que reestablecerlas, el comerció fomentó la
aritmética,
el afán por predecir los desbordamientos anuales del Nilo
llevó
al estudio de la astronomía. Hacia el año 2800
los egipcios adoptaron un calendario de 365 días, que mejoraba
al
sumerio, que constaba tan sólo de 12 meses de 30 días
(360
en total).
Por aquel entonces, la ciudad sumeria más
poderosa
era Kish, que había sido fundada a finales del cuarto
milenio.
Su preeminencia no debió de durar más que unas
décadas
y pronto fue reemplazada por
Uruk, pero su efímera grandeza
dejó una gran huella, pues los reyes sumerios posteriores se
llamaban
a sí mismos "reyes de Kish", pese a que no reinaban en
esa
ciudad. De entre los reyes de Uruk, el más famoso fue Gilgamesh,
quinto rey de la I dinastía de Uruk, que reinó hacia el
año
2.700.
Mientras tanto, la ciudad de Kish fue absorbida por los semitas. La
cercana
Nippur, en cambio, siguió siendo sumeria pues, aunque
había
perdido su importancia política, continuó siendo un
centro
religioso que aunaba a los sumerios en el culto al dios Enlil.
Hacia el 2680 se
produjo
un segundo cambio dinástico en Egipto (del primer cambio que dio
origen a la II dinastia sabemos poco más que el hecho de
que se produjo). El primer rey de la III dinastía fue Zoser,
quien estableció definitivamente la capital en Menfis,
confirmando
una tendencia ya marcada por las dinastías anteriores. Con Zoser
termina un primer periodo de la historia egipcia conocido como
periodo
arcaico y comienza el llamado Imperio Antiguo. La nueva
dinastía
llevó el lujo de la casa real hasta extremos nunca vistos. Tal
vez
los nuevos reyes temían que el pueblo recelara del cambio de
dinastía,
por lo que se vieron en la necesidad de confirmar su naturaleza divina
mediante una ostentación inusitada. Entre los consejeros de
Zoser
se encontraba Imhotep, al que podemos considerar como el primer
científico conocido en la historia. Con el tiempo se crearon
muchas
leyendas en torno a él. Se dijo que era un médico casi
milagroso,
se dijo que fue capaz de predecir un gran periodo de sequía, lo
que permitió almacenar reservas de trigo que salvaron al pueblo
del hambre. Al margen de lo que estas leyendas puedan tener de verdad,
Imhotep fue el primer arquitecto del que tenemos constancia.
Construyó
la tumba de Zoser, que era de piedra y no de ladrillo. En un principio
tenía 63 metros de lado y 8 de altura, pero a Zoser no le
debió
de parecer suficientemente grandiosa, por lo que Imhotep la
amplió
hasta que la base midió 121 x 109 metros, luego construyó
otra menor sobre la primera, y luego otra, hasta llegar a seis pisos
con
una altura total de unos 60 metros. El monumento tenía otras
estructuras
auxiliares a su alrededor, y el conjunto estaba rodeado por un muro de
unos 550 por 275 metros. Aunque bastante deteriorada, la mastaba de
Zoser
subsiste en nuestros días. Se terminó sobre el 2650,
por lo que tiene casi 5.000 años.
Las ciudades sumerias disminuyeron en número,
pero
las restantes aumentaron de tamaño. Por estas fechas, la ciudad
de
Ur alcanzó la supremacía en Sumer, a expensas de
Uruk. Los reyes y reinas de Ur fueron enterrados en tumbas
monumentales,
acompañados de tesoros y siervos. Los sumerios fundaron la
ciudad
de Assur en la Alta Mesopotamia, junto al Tigris, que
prosperó
rápidamente.
Mientras tanto Egipto empezó a explotar zonas
vecinas:
extraía cobre del Sinaí e importaba toda suerte de
productos
de Nubia, la región situada al sur: trigo, ganado, marfil,
ébano,
plumas de avestruz, pieles de leopardo y de pantera, etc.
Hacia el 2614 se
instauró
en Egipto la IV dinastía. Su primer rey fue Snefru
que, movido de la aparente necesidad de ostentación que
acompañaba
a cada cambio de dinastía, decidió construir una mastaba
que superase a la de Zoser. La suya tenía ocho pisos, pero
Snefru
mandó rellenar los escalones de cada piso para que las caras
presentaran
una figura triangular uniforme. Despés cubrió toda la
estructura
con piedra caliza blanca y brillante. El resultado fue una
impresionante
pirámide sin conparación con ningún monumento
anterior.
Después empezó a construir otra pirámide sin
pisos,
en la que la sección disminuía paulatinamente a un ritmo
constante. Sin embargo, a partir de cierta altura se aumentó
significativamente
la inclinación. Parece ser que tuvo que variar el ángulo
porque los cimientos no resistían y aparecieron grietas.
Además
parece que hubo un accidente laboral en el que se perdieron muchas
vidas,
y la construcción fue abandonada. Luego hizo otro ensayo que
sí
que concluyó, también variando la inclinación para
disminuir el peso y aumentar la estabilidad. Aparecieron grietas que no
aseguraban que fuera a durar muchos años, de modo que la
pirámide
fue usada como sepulcro falso, en un intento de engañar a los
posibles
saqueadores de tumbas. En un tercer intento consiguió ya una
pirámide
estable, siempre con la punta más inclinada.
Por otra parte, Snefru organizó un
ejército
que afianzara la dominación de Egipto sobre las regiones
vecinas,
especialmente Nubia y el Sinaí. Creó la figura del visir
o primer ministro, a cuyo cargo dejó el ejército y un
cuerpo
de policía. Se rodeó también de una corte de altos
funcionarios. Por esta época los sacerdotes de Ra empezaron a
ganar
influencia. Ra era el dios principal de la ciudad de heliópolis,
un poco al norte de Menfis, en el Bajo Egipto. En cambio, el dios
principal
de Menfis era Ptah, que para los egipcios era el creador del mundo. Sin
embargo, los sacerdotes de Ra consiguieron convertirlo en el dios
principal
del panteón egipcio. Snefru fue declarado hijo de Ra,
título
que ostentarían también sus sucesores, ratificando
así
su naturaleza divina, pero, a su vez, vinculando precisamente a Ra con
la divinidad del Rey.
Snefru envió barcos a Fenicia. Su contacto
principal
fue Biblos, de donde importaba entre otras cosas resinas y metales.
Otro
producto de la zona muy cotizado fue la madera. Los cedros del
Líbano
gozaron de una gran prestigio en el mundo antiguo. Los egipcios no eran
grandes marineros. Sus barcos, que hasta entonces sólo
habían
recorrido las tranquilas aguas del Nilo, bordeaban cautelosamente la
costa
mediterránea hasta Fenicia y volvían por el mismo camino.
También envió expediciones por el mar Rojo, que llegaron
a Arabia y Somalia, de donde traían incienso, resinas y
lapislázuli.
La isla de Chipre se convirtió en un importante suministrador de
cobre. Por estas fechas la isla de Creta entró en la Edad del
Bronce.
Surgió una nueva civilización conocida como cultura
minoica
(en una primera etapa conocida como periodo minoico antiguo)
que
también mantuvo estrechas relaciones comerciales con Egipto.
El sucesor de Snefru fue Jufu, más
conocido
por la versión griega de su nombre: Keops. Jufu construyó
la mayor de todas las pirámides. Fue emplazada cerca de la
ciudad
de Giza. La obra se terminó hacia el 2580.
La base era cuadrada, de unos 227 metros de lado y su altura era de 147
metros. Esta formada por más de dos millones de bloques de
piedra,
la mayoría de los cuales pesan más de dos toneladas.
Estos
bloques de granito se extraían de las canteras del sur, junto a
la primera catarata del Nilo, y se transportaron en barcos por el
río.
Los egipcios afirmaban que se construyó en 20 años y que
en ella trabajaron 100.000 hombres.
Jufu fue sucedido por su hijo mayor Jafre (o Kefrén)
y luego por su hijo menor Menkure (o Micerino). Ambos
construyeron
pirámides monumentales junto a la de su padre, aunque un poco
menores.
La de Jafre se terminó hacia el 2530,
y la de su hermano hacia el 2510.
Las
tres
pirámides formaban un mismo complejo arquitectónico: cada
una de ellas estaba rodeada de mastabas menores, destinadas a otros
miembros
de la familia real o de la corte, había templos, estatuas y
otros
monumentos. Tal vez el más famoso sea la Esfinge, una
gigantesca
figura con cuerpo de león y cabeza humana que los griegos
pensaron
que era de mujer, pero al parecer es una imagen de Jafre.