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Portugal atravesaba una crisis económica. El oro escaseaba en
el país y buena parte de la nobleza estaba arruinada. Entre las
diversas causas de esta situación estaba que Castilla
había frustrado la política comercial portuguesa al
apropiarse del comercio naval con Francia y el noroeste de Europa.
Portugal había invertido muchos recursos en la navegación
y ahora le faltaban mercados. Por ello los portugueses empezaron a
plantearse una posible expansión por el noroeste de
África. La zona había sido explorada
esporádicamente en distintas épocas, y corrían
numerosas
leyendas (unas con más fundamento que otras) sobre diversas
islas cercanas a la costa africana. Las mejor conocidas eran las
Canarias, donde Castilla llevaba la iniciativa, pero había
otras. Más cerca incluso, aunque más alejada de la costa,
estaba la isla de Madeira,
sobre cuya existencia habían informado unos marinos italianos
hacía casi un siglo. El nombre de Madeira (madera) se lo dieron
más tarde los portugueses por sus abundantes bosques. En un mapa
catalán del siglo
anterior viene reflejado el "río
de oro" (el río Senegal), que al parecer fue visitado por
un anónimo fraile franciscano que escribió un extenso
relato sobre su expedición, aunque éste se ha perdido.
Una leyenda originada en torno a san Brandán,
un obispo irlandés del siglo VI, que
realizó un viaje por mar (probablemente a Escocia), había
dado lugar a una novela de aventuras, la Navegación de san Brandán,
que a su vez hizo aparecer en varios mapas una imaginaria isla de San Brandán o San Balandrán. Otra isla de
fábula era la Isla de los
bienaventurados, que se remonta a una antigua leyenda griega
reformulada más tarde en Irlanda, por lo que en la época
era
más conocida por su nombre en gaélico: Hy Brasil. En algunas versiones era
una isla flotante, que se movía por el océano. Se hablaba
también de la gran
isla de Antilia o Antilla, con las siete ciudades de Cíbola, donde se retiraron
muchos magnates visigodos cuando los moros tomaron su reino. (El
hecho de que algunos de estos nombres legendarios coincidan con
topónimos actuales no significa que las leyendas fueran algo
más que eso, sino tan sólo que, más adelante, los
portugueses dieron estos nombres a los territorios que descubrieron.) La familia real, la casa de Avís, era especialmente
aficionada a la navegación, por lo que la política naval
portuguesa estuvo siempre controlada y planificada por el Estado, y una
idea que los portugueses tuvieron clara desde el principio fue la
importancia de lograr la exclusividad. No estaban dispuestos a que sus
iniciativas fueran después desbancadas por otros competidores,
como había sucedido en el Atlántico Norte, y por ello, la
primera empresa portuguesa importante hacia África no fue la
exploración de alguna isla remota, sino cerrar el paso a
posibles intrusiones aragonesas o italianas. En efecto, en 1415, con la manida excusa de la lucha
contra el islam, una flota dirigida por Enrique el Navegante, tomó el
puerto marroquí de Ceuta, plaza estratégica en el control
del estrecho de Gibraltar. Enrique era el tercer hijo del rey Juan I y
de Felipa de Lancaster. Su hermano Pedro,
duque de Coimbra, le acompañó en la expedición. Entre los principales apoyos con los que había contado el
margrave de Brandeburgo para convertirse en emperador había
estado su sobrino, el burgrave de Nuremberg Federico VI de
Hohenzollern, así que ahora le cedió el margraviato, con
lo que éste se convirtió en príncipe elector (Federico I). El emperador Segismundo se presentó en Perpiñán
para
conseguir personalmente la abdicación del Papa Benedicto XIII.
Allí estaba también el rey Fernando I
de
Aragón, que, a pesar de que le debía la corona, le
negó su obediencia. El 6 de enero de
1416, el dominico fray Vicente Ferrer pronunció un
sermón en el que anunció que el rey
Fernando I se había sustraído a la obediencia al Papa
Benedicto XIII,
decisión en la que él mismo había asesorado al
monarca. Pese a todo, Benedicto XIII no se
doblegó, sino que se las arregló para escapar y
encerrarse en el castillo de Peñíscola,
al norte del reino de Valencia, a donde acudieron los cardenales que
seguían siéndole fieles (cuatro, en total). El concilio
de Constanza, que seguía esperando la renuncia de los tres papas
antes de nombrar uno nuevo, depuso a Benedicto XIII, y Benedicto XIII
excomulgó al concilio. Para matar el tiempo entre tanto, el
concilio continuó matando herejes. El 30
de mayo fue quemado en la hoguera el husita Jerónimo de
Praga, acusado de hereje y relapso. De regreso a Barcelona, Fernando I protagonizó una disputa al
negarse a pagar un impuesto del que se consideraba exento por aquello
de ser rey. La protesta enérgica de los consejeros de la ciudad
se materializó en un firme discurso pronunciado por Joan Fivaller, incidente que
pasó a la literatura catalana de la época que
idealizó a Fivaller como defensor de los derechos del pueblo
frente a la arbitrariedad del monarca. Fernando I murió poco
después, y fue sucedido por su hijo Alfonso V, de veinte años,
que empezó su reinado tratando de vencer la hostilidad de las
cortes de Barcelona, disgustadas por los numerosos cargos
políticos que Fernando I había concedido a nobles
castellanos. Entre estos castellanos se encontraba Íñigo López de Mendoza,
hijo del almirante de Castilla Diego
de Mendoza, que había servido a Fernando I y ahora
Alfonso V lo había nombrado su copero. Fernando I era también el tutor de su sobrino, el rey Juan II de Castilla. Su cuñada, Catalina de Lancaster, se había visto obligada hasta entonces a permanecer en segundo plano, y ahora trató de tomar las riendas del gobierno, pero se encontró con la oposición de una parte importante de la nobleza castellana que, al contrario que la reina viuda, era partidaria de la política tradicional castellana de oposición a Inglaterra y alianza con Francia. Entre estos nobles destacaba un grupo cuya riqueza provenía de las "mercedes enriqueñas" y que habían formado una oligarquía cerrada, aficionada a las grandes fiestas y torneos. Frente a ellos estaban los llamados "infantes de Aragón", que eran dos de los hijos de Fernando I, a los que su padre había instalado firmemente en la corte castellana. Se trataba de Juan, duque de Peñafiel, y Enrique, maestre de la Orden de Santiago. Juan recibió en herencia la mayor parte de las posesiones castellanas de su padre, y se convirtió así en uno de los hombres más poderosos de castilla. Esto hizo a su vez que Enrique tratara de reforzar su posición controlando al rey Juan II a través de su madre, Catalina de Lancaster. En París murió el duque Juan de Berry. Fue un hombre
vanidoso y sin escrúpulos, pero su gusto por el lujo le
llevó a proteger a numerosos artistas. Su biblioteca
contenía algunos de los más bellos códices del
siglo, entre los que destacan Las
muy ricas horas del duque de Berry. Los llamados "libros de
horas" se estaban poniendo de moda entre los nobles más
refinados. Eran libros lujosamente encuadernados, con incrustaciones de
joyas o de marfil, que contenían oraciones, calendarios, escudos
de armas, y, sobre todo, numerosas escenas de la vida cotidiana,
históricas, bíblicas, etc. Los ilustradores de Las muy
ricas horas del duque de Berry fueron los hermanos Paul, Herman y Jean de Limburgo, todos los cuales
fallecieron antes que el duque. Se sabe poco de estos y otros muchos
ilustradores y artesanos que se estaban concentrando principalmente en
Flandes, al servicio del duque de Borgoña, pues en
Borgoña o en Francia los artistas no
tenían la
reputación de los artistas italianos, sino que eran considerados
meros sirvientes de sus señores, al más puro estilo
medieval, y
no se hablaba apenas de ellos. Sin embargo, estaban formando una
escuela artística paralela a la italiana conocida como escuela flamenca. Por esta
época, un joven
ilustrador flamenco de unos veinticinco años, llamado Jan van Eyck, estaba trabajando en
las miniaturas del llamado Libro de
horas de Turín-Milán o, al menos, eso es lo que se
conjetura. Insistimos en que al llamar "flamenco" a van Eyck no estamos
diciendo que naciera en Flandes, sino que forma parte de la escuela
flamenca. De hecho, no se sabe a ciencia cierta dónde nacio,
pero se conjetura que fue en la ciudad de Maaseik, en el ducado de Limburgo. También acababan de morir los hijos mayores del rey Carlos VI
de Francia, y su tercer hijo, Carlos,
de trece años, fue nombrado Delfín por los
armañacs. Su madre, Isabel de Baviera, fue acusada de
complicidad con los borgoñones y encarcelada en Tours. Sin
embargo, logró escapar y fue acogida por el duque Juan de
Borgoña. Así, Bernardo VII de Armañac se
había proclamado regente de Francia en nombre del Delfín,
y Juan de Borgoña hizo lo propio en nombre de la reina. Cuando el rey Enrique V de Inglaterra desembarcó en Francia,
los armañacs concertaron una tregua con los borgoñones,
pero lo cierto fue que ninguno de éstos acudió a
Azincourt. La alianza secreta entre Enrique V y el duque Juan de
Borgoña ya era de dominio público, y en octubre fue renovada. Ese año
murió Owen Glendower, y la rebelión galesa no
tardó en extinguirse con él. Enrique V se preparó
para una nueva expedición a Francia. Empezó reforzando su
flota y despejando el canal de la Mancha de barcos franceses o
genoveses. El emperador Segismundo concedió el rango de duque al hasta
entonces conde Amadeo VIII de Saboya. El duque de Milán, Felipe María Visconti, se
había rodeado de capitanes eficientes y empezó a
restaurar la supremacía que Milán había tenido
sobre las ciudades vecinas en tiempos de su padre, Juan Galeazo. El sultán Mehmet I estaba reconstruyendo el imperio otomano,
devastado por los mongoles. El príncipe Mircea de Valaquia se
vio obligado a pagarle tributo y cederle la Dobrudja, que constituía la
salida de Valaquia al mar Negro. Erik de Pomerania, el rey de Dinamarca, Suecia y Noruega,
convirtió a Copenhague en la capital de Dinamarca. En 1417 inició una serie de guerras
contra la Hansa y contra los condes de Holstein. El 23 de julio, el rey Enrique V
de Inglaterra desembarcó en Francia por segunda vez e
inició la conquista sistemática de Normandía.
Dejó nuevamente su reino en manos de su hermano Juan de
Lancaster. Enrique de Villena escribió en catalán Los trabajos de Hércules, y
un tiempo después la tradujo él mismo al castellano. Donatello terminó su magnífico San Jorge, una estatua de
mármol de unos dos metros de alto en cuyo zócalo
esculpió un bajorrelieve en el que empleó una nueva
técnica conocida como schiacciato,
(aplastado), consistente en dividir la escena en numerosas capas
finísimas. Además, en la composición de este
bajorrelieve empleó las leyes de la perspectiva descubiertas por
su amigo Bruneleschi. Ese año murieron:
El hecho de que Fernando I de Aragón dejara de reconocer a
Benedicto XIII como Papa había conllevado el reconocimiento por
parte de Castilla y Aragón de la autoridad del concilio de
Constanza, lo que proporcionaba garantías suficientes para
elegir un Papa que fuera reconocido como tal en toda Europa. Por ello el 8 de noviembre se eligió
finalmente al romano Oddone Colonna,
que adoptó el nombre de Martín
V. Previamente se había decidido que el concilio
podría reunirse sin convocatoria papal en caso de cisma, que
cualquier elección pontificia bajo presiones exteriores
sería nula, así como la celebración de asambleas
conciliares periódicas que limitarían la autoridad del
Papa. En Constanza se celebró también la solemne investidura de Federico I de Hohenzollern como príncipe elector. Martín V firmó un concordato con el emperador
Segismundo y se trasladó inmediatamente a Roma como
demostración de independencia incluso ante el propio concilio de
Constanza, que todavía no se había clausurado. Aunque
regresó en una ocasión a Constanza para sancionar algunas
de las reformas de la Iglesia aprobadas en el concilio, se negó
a aceptar todas aquellas que suponían la supremacía del
concilio sobre el Papa. El dominico fray Vicente Ferrer, que había estado predicando por Francia y Borgoña, fue llamado por el duque Juan V de Bretaña. El 6 de marzo de 1418 entró en Vannes. Juan XXIII, previo pago de un rescate, fue liberado de su cautiverio
y, tras reconocer la sentencia del
concilio, fue readmitido al colegio cardinalicio por Martín V.
Únicamente Pedro Martínez de Luna seguía en sus trece en su
castillo de Peñíscola, es decir, insistía en que
el seguía siendo el Papa Benedicto XIII, y su terquedad fue tal
que ha dado lugar a la expresión "seguir en sus trece" para
expresar pertinacia. Sin embargo, ya no tenía seguidores, y
tanto Martín V como el rey Alfonso V tuvieron paciencia con
él. En este estado de cosas, el Cisma de Occidente podía
considerarse cerrado. La Iglesia Católica reconoce como "papas
verdaderos" en el periodo del cisma a los romanos: Urbano VI, Bonifacio
IX, Inocencio VII y Gregorio XII. Los demás son considerados
"antipapas". El 10 de mayo,
Martín V declaró la superioridad del Papa sobre el
Concilio. En junio el rey Enrique V de
Inglaterra puso sitio a Ruan, la que había sido capital de
Guillermo el Conquistador. París seguía dominada por el
conde Bernardo VII de Armañac, pero la población se
había enemistado con él y era en su mayoría
favorable al duque Juan de Borgoña. Las revueltas se
multiplicaban desde hacía un mes, hasta que, el 12 de julio, los parisinos asesinaron a
todo armañac que cayó en sus manos, incluido el mismo
Bernardo VII. El 14 de julio Juan de
Borgoña pudo entrar en París y gobernar en nombre del rey
Carlos VI. Sin embargo, algunos armañacs pudieron escapar a la
matanza y huyeron de París llevándose consigo al
Delfín Carlos. Se establecieron en Bourges, a unos doscientos
kilómetros al sur de París, y allí trataron de
convertirse en la cabeza de cuantos se oponían a los
borgoñones y a los ingleses. Mientras tanto, Enrique V
mantenía el asedio de Ruan sin que nadie le molestara. El duque Juan de Brabante y Limburgo se casó con su prima
Jacoba, la condesa de Holanda (la madre de Jacoba era Margarita,
hermana de Juan de Borgoña y de Antonio, el padre de Juan de
Brabante). El duque trató de hacerse cargo del condado de
Holanda, pero fue desplazado por el duque Juan III de Baviera,
tío de Jacoba. El duque Federico IV de Austria fue derrotado por los suizos, lo que lo obligó a reconocer la independencia de los nueve cantones de la Confederación Helvética, así como a someterse al emperador Segismundo. Los portugueses João
Gonçalvez Zarco y Tristão
Vaz zarparon hacia el archipiélago de Madeira. Entre los fallecimientos del año destacan:
La construcción de la catedral de Florencia se había
iniciado hacía ya ciento veintitrés años, y su
estructura principal estaba ya muy avanzada. Faltaba cubrir el crucero:
un octógono de cuarenta y un metros de diámetro. Los
cónsules del gremio de
tejedores de lana, a cuyo cargo iban los gastos, convocaron un
concurso para la construcción de la cúpula, y por segunda
vez compitieron Ghiberti y Brunelleschi y esta vez ambos ganaron ex aequo la adjudicación. En enero de 1419 la ciudad de
Ruan se rindió ante el rey Enrique V de Inglaterra. Desde
allí empezó a avanzar lentamente, siguiendo el Sena aguas
arriba, hacia París. Con la muerte de Catalina de Lancaster, el infante Enrique de
Aragón había perdido su principal apoyo en Castilla, y
para remediarlo logró que el rey Juan II fuera proclamado mayor
de edad el 7 de marzo, y así
pudo seguir gobernando en su nombre. Siguió defendiendo la
política de acercamiento a Inglaterra que había defendido
Catalina, lo que lo distanció de muchos nobles castellanos, e
incluso de su hermano Juan. El 5 de abril murió en
Bretaña san Vicente Ferrer.
Por esta época murió también un discípulo
suyo, también valenciano, llamado fra Antoni Canals. Tradujo al
catalán el De prouidentia
de Séneca, para demostrar que un autor pagano creía en un
único dios y en su justicia. También escribió un Raonament entre Escipió e Anibal,
que, aunque lo presenta como una obra original, es más bien una
traducción del libro VII del África, de Petrarca.
Además es autor de algunas obras de carácter
ascético y traductor de obras variadas, generalmente de
contenido religioso. Cuando Enrique V acababa de tomar la ciudad de Pontoise, a treinta
kilómetros de la capital, los borgoñones comprendieron
por fin que Enrique V les estaba ayudando más de lo aceptable, y
se avinieron a pactar una tregua en serio con los armañacs. La
firmaron el 11 de julio, pero Juan
sin Miedo, el duque de Borgoña, se apresuró a huir de
París llevándose consigo al rey Carlos VI y a la reina,
para refugiarse en Troyes. La realidad era que el duque había
huido por puro miedo, pero los armañacs pensaron que les
había engañado, que mantenía su alianza con el
rey inglés, y que por eso le había entregado París
sin ofrecer resistencia. Los asesinatos de Jan Hus y Jerónimo de Praga habían
caldeado los ánimos en Bohemia, donde el rey Venceslao IV
trataba de arbitrar entre católicos y husitas. Aunque su actitud
mostraba cierta inclinación hacia éstos últimos,
el monarca desesperó de manener la paz cuando sus consejeros
católicos fueron asesinados el 30 de
julio. Murió al poco tiempo y, como no dejó
descendencia, fue sucedido por su hermano, el emperador Segismundo. Sin
embargo, los husitas se rebelaron en Praga bajo la dirección de Jan Zizka, un caballero de la corte
de Venceslao IV que había combatido junto a Enrique V en
Azincourt. Entre los católicos que se opusieron a la
rebelión destacó el cardenal Jan Bucka, más conocido como Juan de Praga, o también como
el Obispo de Hierro.
Había participado en el concilio de Constanza. La huida de París había desprestigiado a Juan sin
Miedo. Los armañacs, dirigidos ahora por el Delfin Carlos, lo
tenían muy fácil para ganarse el favor de la
mayoría de los franceses, así que el duque de
Borgoña aceptó reunirse con el Delfín en Monterreau, a mitad de camino entre
París y Troyes. Allí se encontraron el 10 de septiembre, pero los armañacs
perdieron toda su ventaja cuando uno de ellos, el caballero Tanguy
du Châtel, decidió causarle al duque su
último
dolor de cabeza al incrustarle en ella su hacha. Se esfumó
así toda posibilidad de acuerdo entre borgoñones y
armañacs. La opinión pública se puso entonces de
parte del nuevo duque, el hijo de Juan, que fue conocido como Felipe III el Bueno. Éste,
por su parte, enemistado hasta el extremo con los armañacs a
causa del asesinato de su padre, se convirtió en partidario
incondicional de Enrique V. Poco antes se había casado
con Micaela, hija del rey
Carlos VI de
Francia. En Florencia murió el cardenal Baldassare Cossa, antes Papa
Juan XXIII. También murió el duque Rodolfo III de Sajonia, que fue
sucedido por su hijo Alberto III.
En el reino de Granada, los Abencerrajes impusieron como rey a Muhammad IX, primo del padre de
Muhammad VIII, con lo que se inició una guerra civil entre los
partidarios de ambos monarcas. Los coreanos aniquilaron a los piratas Wako. El príncipe de Malaca se convirtió al islam y
tomó el título de sultán. Un nieto del kan Tuqtamis, depuesto por Timur Lang, recuperó
el dominio sobre la Horda de Oro. Se llamaba Ulug Muhammad. Las cortes catalanas no dejaban de apretar los tornillos a su nuevo
rey, Alfonso V, y pronto se sumaron las cortes aragonesas. Para ganar
popularidad, decidió llevar a cabo una de las aspiraciones
tradicionales de la Corona de Aragón: arrebatar Córcega a
los genoveses. Organizó una expedición en la que se
enrolaron, entre otros, Íñigo López de Mendoza,
los poetas Andreu Febrer y Jordi de
Sant Jordi, así como el valenciano Ausiàs March, hijo del poeta
Pere March. El rey nombró lugarteniente general de Aragón
a su esposa, María, y en 1420
marchó al frente de la flota y tomó la ciudad corsa de Calví. El 21 de mayo,
el duque Felipe
III de Borgoña, con la complicidad de Isabel de Baviera,
logró que el rey Carlos VI firmara, junto con el rey Enrique V
de Inglaterra el Tratado de Troyes,
por el que todas las regiones francesas al norte del río Loira
eran cedidas a Inglaterra, excepto las gobernadas por el duque. Carlos
VI conservaría su título de rey de Francia (pues, por muy
loco que estuviera, era indiscutiblemente el rey legítimo), pero
Isabel de Baviera juró que el Delfín Carlos no era hijo
del rey, por lo que no tenía derecho a la corona. En su lugar,
Enrique V se casaría con Catalina,
hija Isabel (y, en este caso, también de Carlos VI), de modo que
un futuro hijo de ambos heredaría las coronas de Inglaterra y
Francia. El matrimonio tuvo lugar el 2 de
junio. Naturalmente,
el Delfín Carlos no aceptó el tratado y se mantuvo en
Bourges apoyado por los armañacs. Enrique V no tardó en
recuperar también las antiguas posesiones inglesas en la Guyena,
pero Carlos logró el apoyo del Languedoc,
es decir, de los territorios que habían formado el condado de
Tolosa y sus aledaños, que tan traumáticamente
habían sido anexionados a Francia hacía más de un
siglo. La lealtad al Delfín que demostraba ahora indicaba que la
región se había integrado perfectamente en Francia, y que
en sus habitantes había arraigado el nacionalismo
francés. Felipe III poseía el ducado de Borgoña,
el Franco Condado y los condados de Flandes y Artois, pero su sobrino
Juan era el duque de Brabante y su sobrina Jacoba era la condesa de
Holanda y Zelanda. El ducado de Lorena estaba gobernado por el duque
Carlos I, cuya hija Isabel se
casó ese año con Renato,
hermano del duque Luis III de Anjou. Entre los partidarios más
destacados del Delfín estaba un hombre de treinta y cinco
años llamado Alain Chartier,
que escribió en latín una Epístola
a la universidad de París, en la que trató de
ganar para la causa de Carlos. El infante Enrique de Aragón, poco después de ser
nombrado duque de Villena (al que no hay que confundir con el escritor
Enrique de Villena), dio un golpe de estado (el atraco de Tordesillas) al
apoderarse en julio del rey Juan II,
al que prácticamente tenía prisionero, y conseguir de
este modo el gobierno efectivo de Castilla. Poco después se
casó con Catalina,
hermana del rey. Por estas fechas, Juan de Aragón, el hermano de
Enrique, se casaba con Blanca, la hija del rey Carlos III
de Navarra y viuda del rey Martín el Joven de Sicilia. La persona en que más confiaba el rey Juan II era Álvaro de Luna, hijo bastardo
del copero mayor del rey Enrique III. Un lejano parentesco con el Papa
Benedicto XIII le había permitido convertirse en paje de Juan II
a los
veinte años, cuando el rey tenía tan sólo cinco.
El infante Enrique había cometido un error al permitir que
Álvaro permaneciera junto al monarca. En noviembre Álvaro huyó a
Talavera con el rey y se convirtió en la cabeza del "partido
monárquico", opuesto
a los infantes de Aragón. Se produjo entonces una crisis que se
resolvió pacíficamente gracias a la intervenció de
Leonor de Alburquerque, la madre de Enrique, que en diciembre tuvo que abandonar el poder y
retirarse a Ocaña. El 6 de
diciembre el rey Enrique V de Inglaterra entraba triunfalmente
en París. Los husitas obtuvieron las victorias de Zizkov y Pankrác. Jan Zizka tuvo que
abandonar Praga, pero hizo construir una fortaleza en Tábor, donde se concentraron
los husitas más radicales. Valaquia cayó en la anarquía debido a las continuas
intervenciones de húngaros y turcos. Dos facciones se disputaban
el poder, una encabezada por el príncipe Radu II y otra por Dan II. Ese año se terminó en Pekin la construcción del
Gugong, el palacio imperial
chino, cuya construcción se había iniciado casi veinte
años atrás, cuando llegó al trono el emperador
Yongle. Ocupa un rectángulo de casi un kilómetro de largo
por 750 metros de ancho, en el corazón de la ciudad. Se
compone de varias decenas de edificios y palacios rectangulares,
implantados en patios y recintos simétricos, rodeados de
murallas que separan unos de otros. Al sur se hallan los edificios
oficiales y administrativos, mientras que al norte están las
residencias privadas del emperador y su séquito. Unos años atrás, Sha Ruj, el hijo y sucesor de Timur
Lang, había puesto a su hijo Ulug
Beg al frente de Samarkanda, donde éste terminaba ahora
la construcción de una madrasa,
un centro de educación superior, en el que reunió a los
mejores científicos que pudo encontrar. Entre ellos destacaban Salah al-Din Musa Pasha, más
conocido como Qadi Zada (el
hijo del juez), que tendría entonces más de cincuenta y
cinco años, y al-Kashi,
de cuarenta años. (Ulug Beg tenía entonces veintisiete.)
En total habría unos sesenta científicos, pero en unas
cartas escritas por al-Kashi a su padre, éste afirma que
sólo Qadi Zada y el propio Ulug Beg merecían su respeto,
mientras que los demás eran de segunda fila. Ulug Beg
promovía encuentros en los que se discutían problemas
científicos de índole diversa, pero sólo Qadi Zada
y al-Kashi eran capaces de resolver los más difíciles.
Por ejemplo, uno de los problemas planteados fue calcular el seno de un
grado con la mayor precisión posible. Qadi Zada y al-Kashi
desarrollaron métodos diferentes, con los que consiguieron una
precisión de doce cifras decimales.
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